Fotografía de Santiago Salinas
Pulchrum super orbis terrarum
in quitensis urbe / Hermoso sobre el orbe terrestre en la urbe quiteña, el templo de la Compañía de Jesús devélase inter nos como el más lindo y atractivo relicario de arte y belleza
que puédese admirar magnificente y prominente in patria aequatorianae et solus ad maiorem Dei gloriam.
Fotografía de Santiago Salinas
Y es que justamente, ad
maiorem Dei gloriam/ a la mayor gloria de Dios, la experiencia nos confirma
que cuando una creación artística realízase buscando la glorificación suprema
del Altísimo revístese de majestuosidad y revélase de esplendor en una forma
proporcionalmente directa con la solemne belleza y la inmarcesible fisonomía que
la obra conlleva per se para todos
cuantos contémplanla patidifusos, convencidos siempre in perpetuum que a la gloria del Señor todo esfuerzo humano es
propicio en tanto su grandeza es digna de reconocimiento universal y por ella, in historia mundi, jamás han escatimádose
ni gastos, ni empeños, ni esfuerzos, puesto que a Dios nunca débese dejar de
alabarlo y bendecirlo ora por su providencia divina, que es inmensa y omnímoda,
ora porque es eterna su misericordia y manifiéstase munífica omnibus nobis.
Y por ello, la iglesia jesuita de la capital de la república es como una caja de sorpresas en su rica ornamentación interna en la que descúbrense múltiples detalles y elementos que sorprenden y encantan en el profuso barroquismo con el que fue diseñada.
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
La excepcional hermosura del
templo embelesa a todos cuantos admíranlo en su esplendorosa atmósfera, sin que
haya un solo rincón o resquicio que no revélese admirabilis et originalis como una muestra fehaciente de la
prolífica magnificencia de la providencia divina in communitate nostra.
Y tal como una «vera domus aurea» o «verdadera casa de oro» el viandante y circunstante que recorre internamente el majestuoso templo descubre insólitos recovecos desde cualquier ángulo por donde se pasee absorto siempre ante el oro que reluce iridiscente invitándonos a imaginar, de momento ad momentum, la grandeza del Señor, Providentissimus Deus, a cuya mayor gloria fue dedicado el sacro espacio in nomine Christi.
Fotografía de Jane Hiltbrand
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Ad effectum videndi, una telescópica mirada desde el interior de la cúpula más grande
del templo hacia los cuatro puntos cardinales que despliéganse desde sus arcos
torales prodíganos una grandiosa perspectiva de la sublime lindeza que esta
iglesia encierra, la cual pervive por su inmanencia ad vitam aeternam, mientras los detalles de los elementos que
conforman su precioso barroquismo yuxtapónense para mostrarnos prima facie que la belleza es un atributo que encuéntrase presente
en las cosas más simples que unidas e intercaladas, ars gratia artis, conforman la magna factura del conjunto arquitectónico,
el cual representa la más espectacular manifestación artística que púdose
erigir en la capital de la república gratias
Deo, como símbolo de la capacidad creadora de nuestros artistas bajo la
dirección de los beneméritos padres jesuitas, verdaderos maestros de ciencia, arte
y cultura in universa Terra.
La bóveda de cañón es ciertamente el elemento más espectacular que mírase a maxima ad minima por parte de todos los circunstantes que tienen el privilegio de transitar dentro de este exquisito templo a través de la nave central. Las ventanas ojivales colocadas simétricamente para confrontarse vis a vis en cada uno de los diversos espacios que integran la bóveda producen, prima facie, una rara luminosidad ad contemplationem nostra por la que el efecto lumínico del templo es de veras sorprendente cuando miramos patidifusos el esplendoroso y magnificente ambiente ad gloriam Dei in quitensis urbe.
Las vistas que obtiénense, de momento ad momentum, sobre la
bóveda de cañón son multidimensionales desde cualquier ángulo por donde
enfóquese in splendore magno. Sorpréndenos todo el tiempo el incesante
recargamiento ornamental de este espacio que, in crescendo, va creando una
simultaneidad de texturas y de luminosidades cuyos efectos cromáticos entre el
rubicundo color sobre el que incrústase el pan de oro que despliégase ad
infinitum no solo vuélvennos patidifusos ante la iridiscencia de la
vista frontal de la bóveda sino que prodúcennos una contínua modificación de la
percepción en un espacio interior tan rigurosamente trazado y tan
admirablemente exornado para contemplarlo como el tumbado de una verdadera «domus
aurea» o «casa de oro».
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Así pues, in mensis augustii/ en el mes de agosto, la «Fiesta de la Luz» celébrase pomposamente permitiendo contemplar ad experimentum, por única vez en el año, al templo de la Compañía de Jesús cual si fuese una lindeza de inopinadas sensaciones en donde propios y extraños deléitanse con policrómicos juegos de colores que magnifican a esta admirable y singular casa de Dios in excelsis ad maiorem Dei gloriam et super omnia in veritatis splendor.
Et solus ad maiorem Dei gloriam in veritatis splendor, las fotografías que puédense conseguir del esplendendoroso interior del templo jesuita son magnificentes desde todo punto de vista si hemos de considerar que la Compañía de Jesús préstase en todos sus ángulos interiores para que creativos fotógrafos logren originales tomas que encantan ad summum a todos cuantos tienen el privilegio de visitar este magnificente espacio creado ad gloriam Christi in quitensis urbe.
Fotografía de Santiago Salinas
Ad sollemnitatem, la vista del interior de la cúpula que hállase sobre el retablo
del altar mayor cautiva ad súmmum a
quienquiera que fuere, por el áureo ambiente que vuélvese ensoñador y mágico, ora
por su grandiosa perspectiva, ora por la dorada luminosidad que evoca el oro
excelso del que adórnase todo el recinto, ora por el magnánimo barroquismo ya
plateresco, ya churrigueresco, ora por la delicada elegancia y el sui generis gusto estético con el que
este sitio concibióse al cubrirlo ex
integro con láminas de pan de oro ad
maiorem Dei gloriam. Efectivamente, el azul cielo del interior de la cúpula
es como el celestial cénit que contrasta cromáticamente con el dorado color del
oro del que todo el templo atibórrase para impactar, ipso facto, hasta el límite máximo de la admiración, mientras la
mirada concéntrase en observar cada uno de los elementos que conforman el
mayestático retablo, ya trátese de las columnas salomónicas con sus corintios
capiteles, ya se trate de las hornacinas con los santos que las albergan, ya de
las imágenes bidimensionales que resáltanse en el áureo espacio, ya del
gigantesco conjunto escultórico de la Santísima Trinidad, que es quizás como el
punto focal al que dirígense todas las miradas, en tanto representa el vértice
del que parte toda la magnificencia de este precioso rincón, tal cual si
hubiésese querido demostrar justamente que al Dios trino y uno, en su condición
de Providentissimus Deus, ha
dedicádose todo este magnífico altar mayor in
commemoratione Sancta Trinitas, unus Deus.
Fotografía de Santiago Salinas
Por su parte, en esta imagen lograda con el efecto de fotomontaje,
el templo mírase prima facie como una
ilusión óptica por la que apréciase cual verdadera «Domus aurea» o «Casa de Oro», donde el dorado
espectro del original ambiente permítenos contemplarlo como un magno palacio en
cuyo interior el oro refulge con prístina belleza y exalta reluciente ad contemplationem nostra como si nos
invitase a bendecir al Creador, a quien damos el honor, el poder y la gloria in aeternum, pues solo él es digno de
alabanza in saecula saeculorum. Por
eso cantamos exultantes de gozo: «hosanna
in excelsis Deo», desde donde sale el sol hasta el ocaso, ya que «santo, santo, santo es el Señor, Dios de los
ejércitos y llenos están los cielos de la majestad eterna de su gloria», sicut dixit sacra scriptura/ como dice la
sagrada escritura en el trisagio de Isaías.
Ars gratia artis, desde las artes el templo es un ejemplo paradigmático del barroco americano -in historia mundi- y en conjunto permite contemplar ex integro su rara belleza y extravagante lindeza tanto cuando el circunstante hállase dentro del fantástico recinto cuanto cuando el observador contempla, ex admirationem, las espectaculares imágenes telescópicas conseguidas con la cámara sub specie aeternitatis.
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Así pues, «Cantate Dominum canticum
novum/ Cantad al Señor un cántico nuevo» es lo que sugiérenos
cada vista de la iglesia, de momento ad
momentum, siendo la bóveda de la nave central la que resalta sui generis con el curioso artesonado que
obsérvase reluciente en todos sus detalles cuando la miramos en su máxima grandiosidad
lumínica, puesto que las ventanas superiores han colocádose con una precisión
tal que prodigan claridad a toda la iglesia con la luz solar, mientras los bien
logrados efectos de la iluminación eléctrica que ha diseñádose para el templo
logran simular perfectamente, en las alturas del gran espacio, la inefable
gloria celestial, pues cuando contémplase a esta bóveda de cañón ninguno deja
de sentirse atónito y absorto hasta las fronteras de la estupefacción y el
deleite que elevan a nuestras almas a las profundas e insondables sensaciones
que experiméntanse en la espiritualidad ignaciana, si hemos de recordar que San
Ignacio de Loyola enséñanos que «el bien, cuanto más universal es más divino» in Exercitia Spiritualia.
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Ad gloriam Dei, el retablo mayor de la iglesia es un original compendio de
creatividad y buen gusto. Construido en el ábside del templo, secundum histórica veritas, ab initio
proyectóse como una copia de la fachada. No obstante, en el año del Señor de
1735 empezóse a fabricar el definitivo y actual retablo por el hermano coadjutor
alemán Jorge Vinterer. Una década después, aproximadamente, Bernardo de Legarda
intervino en el dorado del Tabernáculo, delicado trabajo que requirió 10 años
más, tiempo en el que colocáronse las láminas de pan de oro que proyectan su
refulgencia lumínica. El altar mayor en su global conjunto tiene tres cuerpos
perfectamente diferenciados y superpuestos. Los dos primeros, desde abajo,
cuentan con ocho columnas salomónicas entre las cuales encuéntranse los nichos
que hospedan a algunos santos de fundamental importancia in nostra Sancta Mater Ecclesia. Distínguense así, ad gloriam aeternam, al seráfico San
Francisco de Asís y al egregio Santo Domingo de Guzmán, quienes instituyeron las
órdenes mendicantes; al neoplatónico San Agustín y a San Ignacio de Loyola, el
fundador de la Compañía de Jesús, así como a San Luis Gonzaga y Santa Mariana
de Jesús Paredes, Flores y Granobles, la Azucena de Quito. En el primer cuerpo
contémplase el Tabernáculo cuya traza es grandiosa y convexa hacia el
presbiterio. In excelsis, en la parte
más superior contemplamos una soberbia corona sostenida por un grupo de
ángeles, la que represéntase como símbolo icónico de nostra Sancta Mater Ecclesia. Debajo de ella, en el nicho más
grande de todo el retablo, hállase el conjunto escultórico de la Santísima
Trinidad, con el Padre Eterno, factorem
coeli et terra, el Hijo Santísimo, Nuestro Señor Jesucristo, Dominus ac Redemptor, y el Espíritu
Santo Paráclito, Dominum et vivificantem,
así como las figuras de la Benedicta
Maria Virginis; San José, su castísimo esposo, y el Niño Jesús. Todo este
magnífico retablo conjuga lo divino y lo terreno habiéndoselo atribuido a
Severo Carrión, exceptuando al Niño Dios, que fue tallado por José Yépez, según
los más serios investigadores del arte ecuatoriano in veritas semper fidelis.
Fotografía de Santiago Salinas
In honorem Mater
Dolorosae, en determinadas fechas del año
litúrgico, desde el 20 de Abril de 1906, el esplendoroso retablo de la Compañía
engalánase también con la edulcorada imagen de la Dolorosa del Colegio «San
Gabriel», la inolvidable virgen de abril, mater
semper amata in patria aequatorianae et in Societate Iesu, la cual colócase
siempre en un bello marco dorado que acóplase perfectamente al tabernáculo para
refulgir contristatam et dolentem sicut
vera lux ad omnes gentes. Su tierna presencia y dulce mirada cautívanos in anima nostra invitándonos a pensar, ad contemplationem, que «una madre no se cansa de esperar», como
dice tan apodícticamente uno de sus legendarios cantos in communitate nostra.
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Semper sicut Mater
amabilis et admirabilis/ Siempre como una madre amable y admirable, en ocasiones la Dolorosa del Colegio aparece en el retablo de La
Compañía dentro de un marco circundado por ángeles orantes, vivificantes y
triunfantes en tal dorado espacio ante la «Regina
Angelorum» o «Reina de los Ángeles»
in coelis et in terra/ en el cielo y en
la tierra.
Fotografías de Santiago Salinas
Así, misericordes sicut
Pater in Anno Misericordiae/ misericordiosos como el Padre en el Año de la
Misericordia, digamos con apodíctica certeza que la iglesia de la Compañía
de Jesús de Quito es la mejor alabanza en oro y piedra de todas cuantas
pudieron hacerse in patria nostra a
fin de bendecir al Señor, Dominus ac
Redemptor, objeto cimero al que el templo dedicóse con los celebérrimos
padres jesuitas, devotos propagadores del nombre de Jesús in universa Terra. Y no es para menos cuando hemos de considerar
que solo al Señor, Pontifex fidelis et
misericors, débesele toda gloria y majestad en tanto, como «dador de todos los bienes», los templos
más grandiosos y las cosas más costosas han sídole dedicados en expresas
manifestaciones de alabanza y gloria in
omnia terra et usque ad consummationem saeculi, pues La Compañía
construyóse como un conjunto admirable de toda belleza y santa pureza in nomine Christi. No de otra forma los
hijos de San Ignacio de Loyola han enseñado desde siempre que «In nomine Jesu omne genuflectatur
coelestium, terrestrium et infernorum/ En el nombre de Jesús todos genuflexionan
en el cielo, la tierra y el infierno», como reza la inmortal filacteria del
retablo de la iglesia del Gesù in Roma
aeterna, el templo referencial de la iglesia de la Compañía de Jesús de
Quito en la Ciudad Eterna.
Mater Dolorosa: ora pro nobis, antiqui Societatis Iesu alumni.
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
La iglesia es un valioso ejemplar de la arquitectura barroca americana
y ha sido llamada in aeternum como «Templo de Salomón de América del Sur».
Uno de los jesuitas viajeros, el padre Bernardo Recio, bautizóla como «Ascua de oro», mientras que Ernesto La
Orden, Embajador de España en Ecuador, un día hubo de describirla como «el mejor templo jesuitico del mundo»,
expresión que aunque parezca exagerada refleja el impacto que causa el templo a
quien posee sensus fidei y espíritu
sensible para apreciar la belleza ante
omnia et super omnia.
Reverendo Padre José Benítez, SJ, Rector de la iglesia de la Compañía de Jesús, Quito
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Aquí, en este conjunto arquitectónico vive hoy, ad initium tertio millenio, un
entusiasta jesuita, dinámico, sociable y bondadoso como erudito, sapiente, servicial
y magnánimo, gracias a su ánimo distendido. Trátase del padre José Benítez, SJ,
actual rector de la residencia de San Ignacio allí establecida, quien
recuérdanos, con su admirable trabajo pastoral, a la sempiterna consigna
ignaciana: «EN TODO AMAR Y SERVIR»,
estando a su cargo la administración de la iglesia y siendo también uno de los
últimos jesuitas latinistas in patria nostra.
Vaya para él, amigo fidelísimo, un abrazo fraternal in nomine Domini, sicut dilectissime et reverendissime pater, sacerdos
amabilis et fidelis in persona Christi capitis et care amice linguae latinae in
provintia aequatorianae Societatis Iesu ad maiorem Dei gloriam. Gratias máximas,
salutem, grata recordationem et benedictionem tibi per Christum Dominum
Nostrum.
Fotografía del Reverendo Padre Iván Lucero, SJ
Fotografía de Andrés Abad Merchán
Ad concludendi, dígase entonces que, pulcherrima
ante omia/ hermosísima ante todo, delante de tanta majestuosidad, todos los
espectadores que auscultan con ánimo contemplativo a la iglesia de la Compañía
de Jesús extasíanse, ex admirationem,
para proferir con acrimonia las inmortales palabras del salterio: «misericordias Domini in aeternum cantabimus/
cantaremos eternamente las misericordias del Señor», pues no otra cosa
podemos hacer cuando elevamos los ojos del alma hacia la rara belleza de esta
maravillosa «Domus Domini» o «Casa del Señor».
OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Concha, super flumina Tomebamba, mensis septembris, die trigentessima, in Anno Misericordiae MMXVI
OPINIONES CIUDADANAS
OPINIONES CIUDADANAS
Fundación Iglesia de la Compañía ha compartido tu publicación.
Apreciamos la nota de Diego Demetrio Orellana
Diego Demetrio Orellana MAXIMAS
GRATIAS OMNIBUS VOBIS... QUÉ BUENO QUE LA APRECIÉIS, FUNDACIÓN IGLESIA DE LA COMPAÑÍA, PERO SERÍA
MAGNÍFICO QUE TRATÉIS MEJOR A LOS VISITANTES QUE LLEGAN DONDE VOSOTROS, AMIGOS DE LA Fundación Iglesia de la Compañía, RECORDANDO ANTE OMNIA LA ENSEÑANZA IGNACIANA: «EN TODO AMAR Y SERVIR».
OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
OCTAVA DOMINICA I ADVENTUS, AD MMXVI