In historia linguae nostrae/
En la historia de nuestra lengua, dicha sea la verdad, la palabra «JESUITA» emerge vigorosa con una potente
significación semántica para nominar a cada uno de los miembros de la Compañía
de Jesús, orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola. El vocablo vincúlase
de
profundis con el sustantivo latino «IESUS». No obstante, dígase con la necesaria alacridad mental que «jesuita»
no es un apelativo surgido desde los primigenios instantes en que el instituto
ignaciano nacía y nuestro Santísimo Padre Ignacio de Loyola jamás lo adoptó para
sus seguidores, a quienes prefirió apellidarlos como «los compañeros de Jesús». In stricta veritas, el término jesuita
no es pues una voz que hémosla de hallar en los albores de la esclarecida
Compañía de Jesús pues menos encontrámosla en sus constituciones aprobadas el
27 de septiembre de 1540 por el Santo Padre Paulo, por la Divina Providencia
Papa III.
In historia Societatis Iesu/ En la historia de
la Compañía de Jesús, a sus
integrantes llamábaselos de variadas formas durante los primeros tiempos de la
Orden. Ad exemplum, algunos decíanles «iñiguistas», al vinculárselos
con San Ignacio, por cuanto él era Íñigo López de Loyola en la vida del siglo;
otros apellidábanlos como «papistas» a causa de la suma veneración
que los beneméritos padres de la Compañía de Jesús tienen por el Santo Padre, a
quien profesan un peculiar voto de incondicional obediencia. In diebus
illis/ En aquellos días, también llamábaselos como «sacerdotes
reformados» a causa de que en las constituciones de la Compañía San
Ignacio dispuso que sus integrantes no podían cantar en el coro como hacíanlo
los clérigos regulares de otros institutos, lo que constituía per
se una reforma al modus actuandi de los curas renacentistas.
En la Contrarreforma, no obstante, algunos
fieles confundían a los jesuitas con los padres teatinos, miembros de una Orden
que habíase fundado en el año del Señor de 1524 por Gaetano de Tiene y el
cardenal Juan Pedro Caraffa, futuro Paulo IV. Conócese, a la vez, que en Portugal
llamábaselos como «apóstoles» quizás en consideración de que su ministerio pastoral
era reformista para vivir la apostólica condición de los primeros seguidores de
Nuestro Señor Jesucristo, pastor bonus et fidelis, en la ignaciana
conceptualización de que el instituto era la «MÍNIMA COMPAÑÍA DE JESÚS» para San Ignacio y los primeros integrantes
de la Orden.
En nuestra mirífica lengua de Castilla, a través
de las centurias, acuñóse un patronímico derivado de San Ignacio para nombrar a
los hijos de tan benemérito y excelso padre. Ergo, como «ignaciano»
ha identificádose al jesuita ab intra ecclesiae. Hablando con
acrimonia trátase de un patronímico de profunda significación, aunque su uso no
haya pervivido ex professo para nominar a los miembros de la Compañía de Jesús
sino para señalar a las cosas que derívanse de las enseñanzas de San Ignacio.
Por eso dícese, verbi gratia, el «pensamiento
ignaciano», la «espiritualidad
ignaciana», el «discernimiento
ignaciano», el «año ignaciano» o
los «ex alumnos ignacianos», en tanto
llámanse «colaboradores ignacianos» a
las personas que trabajan en la Compañía de Jesús.
In via veritatis/ En el camino de la verdad, huelga indicar que el término «JESUITA»
surgió mas bien con una peyorativa connotación in historia Ecclesiae. Así, en el año del Señor de 1545, San
Pedro Canisio, desde Colonia, escribía una muy interesante anécdota sobre el surgimiento
de la palabra «JESUITA», a modo de
desdén, en Austria y Alemania. Leamos lo pertinente en una histórica misiva que
el egregio santo dirigió al reverendissime pater Pedro Fabro, uno
de los fundadores de la Compañía de Jesús, hoy beato in Sancta Romana Ecclesia:
«…Nosotros seguimos llevando adelante los
trabajos de nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de algunos
que incluso nos llaman ‘jesuitas’…».
In
historia mundi, con el pasar
de los tiempos, ésta fue pues la palabra que habiendo nacido como un apodo impúsose
para identificar a los miembros de la Compañía de Jesús en todo el planeta quizás
gracias a su ingénita filiación con el santísimo nombre de Jesús.
In via curiositatis, la evolución semántica del término «JESUITA» ha sido de atractivo interés en
la historia de la lengua de Castilla y de todos los idiomas del orbe terrestre,
pues el apodo surgido en los germánicos sitios de Austria y Alemania adquirió otras
connotaciones, debido a que los jesuitas, a causa de sus paladinas labores
apostólicas, han sido seres controversiales in mundum universum, derivándose
las siguientes tres acepciones lingüísticas, de las cuales las dos últimas son
ciertamente non gratas para la Compañía de Jesús, a lo largo de los siglos:
1. La designación de los miembros de la
Compañía de Jesús
2. La acepción de «JESUITA› como «fanático» en
injusta alusión a la tenacidad y el apasionamiento de los hijos de Ignacio de
Loyola para defender las verdades esenciales de nuestra santa fe católica frente
al terrorífico jansenismo.
3. La consideración de «JESUITA› como sinónimo de «astuto» e «hipócrita», en el Siglo de las Luces, cuando las monarquías absolutistas de Francia, España y Portugal decretaron la expulsión de los hijos de Ignacio de Loyola de todas sus colonias, en la aviesa persecución orquestada en contra de ellos como si fuesen individuos de una espeluznante peligrosidad, lo que devino en estas peyorativas acepciones que han desprestigiado a los padres de la Compañía de Jesús, con el trajinar de los siglos. La razón para que la nominación de «jesuita» adquiriese estas horripilantes connotaciones débese a un truculento hecho en el Iluminismo, cuando la persecución a los jesuitas buscaba exterminarlos de la faz de la Tierra. Referímonos a la aparición de las famosas «Monitas Secretas» de la Compañía de Jesús, apócrifo documento falsariamente atribuido a los miembros de la Orden religiosa a fin de presentarlos como individuos que actuaban con una serie de reglas para deambular por el mundo adquiriendo riquezas materiales, apropiándose de los bienes de las viudas ricas y dirigiendo la educación de los príncipes y reyes para buscar en todo lugar en donde establecíanse inicuos peltrechos, prebendas y canonjías.
Para ello, supuestamente las «Monitas
secretas», que en la lengua de Castilla tradúcense como «Instrucciones
secretas», instruían a los jesuitas para actuar como seres hipócritas
en su trato con las personas. In vita communitatis/ En la vida de la comunidad,
estas acusaciones hicieron mucho daño a los sacerdotes de la Compañía de Jesús,
víctimas de infames calumnias, ácidas filípicas, atronadores ditirambos y rocambolescos
dicterios tanto como malquerientes enjundias e infundios, siendo desde aquellos
malvados tiempos del siglo XVIII que los hijos de San Ignacio de Loyola han considerádose
injustamente como seres de doble cara, «de
frente filo y de filo nada», como dice el sempiterno dicho de nuestra incomparable
lengua de Castilla. Así, hasta hoy el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española (DRAE) prescribe infortunadamente como dos de las acepciones de la palabra
«JESUITA»
a «hipócrita»
y «taimado»
mientras define al término «jesuítico», para referirse al
comportamiento humano, con las acepciones de «hipócrita» y «disimulado»
pues los malignos enemigos de la Compañía de Jesús llegaron a presentar a los
jesuitas como pérfidos y zainos, lo cual subsiste desgraciadamente, como acábase
de leerlo, en el Diccionario de la Lengua Española.
Pero las palabras perduran in aeternum
más por su precisión semántica que por los circunstanciales sucesos de la
historia y las masas apropiáronse de la palabra «JESUITA» porque los católicos encontráronla más idónea para designar
a un miembro de la Compañía de Jesús. Quid pro quo, así es como el término
«JESUITA» extendióse urbi et
orbi hasta que el vocablo aceptárase por la Compañía de Jesús para nominar
a los miembros de su instituto y adjetivar a todas las cosas que derívanse de
su apostólica labor. Es por ello que dícese a similis «espiritualidad jesuita», «exalumnos jesuitas», «parroquias jesuitas», «tradiciones jesuitas», etc. Del mismo vocablo
devino el adjetivo «jesuítico» para
nombrar a las cosas que imbrícanse dentro de las actividades pastorales de la
Compañía de Jesús; verbi gratia: «reducciones
jesuíticas», «misiones jesuíticas»,
«pedagogía jesuítica», etc. Igual aconteció
con la expresión «jesuitismo» para indicar el movimiento, doctrina o actividad de
los jesuitas.
In historia nostra, dentro del Ecuador, in America meridionalis, un histórico hecho que vincúlase con la vida del presidente Gabriel García Moreno grafícanos, ex tota claritas, la fuerte connotación semántica de la palabra «jesuita» cuando la gente, al mirar la vehemente filiación garciana con la Compañía de Jesús, apodó al presidente mártir, gran benefactor de la Orden, como el «jesuita con casaca». Pero la anécdota no es completa sin que asevérese que el propio García Moreno, convencido de su jesuitismo, un día del año del Señor de 1870 escribió de sí mismo: «No faltará quien me llame fanático o jesuita… No importa. Soy católico y me glorío de serlo. Amo sinceramente a mi patria y creo en el deber de contribuir a su dicha. Así, por mis sentimientos de patriotismo y por mis ideas religiosas, creo en la imperiosa necesidad de civilización que tiene mi país».
Y con su despampanante confesión
hízonos columbrar cuánto vinculábales a los beneméritos padres jesuitas como intrépidos
cooperadores de la civilización in nostra Sancta Mater Ecclesia.
Ergo, ad concludendi, dígase que «JESUITA» surgió de la lingua
latina, donde «Iesu» o «Iesus» fue la primigenia fuente para
dar origen a la «Societas Iesu» o «Compañía de Jesús», siendo de la
palabra «IESUS», ciertamente, que derivóse el término «JESUITA» como identificación de cada
uno de los miembros de la celebérrima Orden religiosa, aunque en los tiempos de
San Pedro Canisio su uso tuvo un sentido de befa o desdén. Así entonces, desde
la lengua de Castilla y el portugués, donde decimos «JESUITA›, los diversos idiomas del mundo han traducido al inmortal término
en «GESUITA›
para el italiano y «JESUIT› para el francés, alemán e inglés, siendo hoy el nominativo
por el que los hijos de San Ignacio de Loyola son llamados así como una
derivación de «SOCIETAS JESU› o «COMPAÑÍA DE JESÚS› desde la mater
lingua latina a la universal lengua anglófona de tronco céltico in universa
terra.
In via claritatis/ en el camino de la claridad, hemos tratado de recorrer un sugestivo periplo informativo para graficar el expreso «sensus vero› o «verdadero sentido› de un centenario término que pervive redivivo, in perpetuum, en el «AÑO JUBILAR IGNACIANO» convocado desde el pasado mayo de 2021 a fin de conmemorar el V CENTENARIO DE LA CONVERSIÓN DE SAN IGNACIO DE LOYOLA luego de caer herido en la cruenta batalla de Pamplona el 20 de mayo del año del Señor de 1521 ad maiorem Dei gloriam semper in nostra Sancta Romana Ecclesia et in honorem Christi, Pontifex fidelis et misericors ómnibus nobis.
OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis
Iulii, die trigentessimus ac primus, currentis Anno Domini MMXXI, in solemnitate
Sancte Ignatius a Loyola, primus praepositus generalis Societatis Iesu ad
gloriam Christi et super omnia in honorem historiae.