domingo, 27 de febrero de 2022

WARA SISA: UNA OBRA POÉTICA EN POLÉMICA CAÑARI

La «ARS POETICA» o el «ARTE DE LA POESÍA» no es una virtud que poséela cualquiera al crear literatura y aunque el dicho popular castizo proclame que «de músico, poeta y loco todos tenemos un poco» no quienquiera que coja la pluma para expresar con la palabra los más profundos sentimientos que un hecho poético inspira podrá manejar con propiedad el arte de la versificación por el que un hecho fáctico, un inopinado sentimiento, una utópica idea o una cruda realidad latente son causa y razón de la poesía, con exquisitos poetas y sensibles poetisas que juegan, crean y recrean con las palabras la belleza del mundo de las letras sintiendo lo que se dice y diciendo lo que se siente in veritatis splendor.

 Circula desde hace algunos meses el poemario WARA SISA de la poetisa cañareja Michaella Bernal, a quien la crítica exagera en sus apreciaciones, in ciberspatium. Michaella es una persona sensible pero no débese ponderar su talento poético en los siguientes términos pues las exageraciones hacen daño: «Desde las profundidades del Ukupacha surge la sucesora literaria del peruano José María Arguedas. La novel escritora ensaya su obra desde las profundidades mórficas desbordando su alter ego y nos hace saber a los lectores profanos que la madurez de su obra la alcanza con su producción Wara Sisa. Muy pocas obras alcanzan este nivel de abstracción creativa y superan la frugalidad del intelecto humano. Queridos hermanos Uriel García, Enrique López Albujar, José Carlos Mariátegui, Ciro Alegría, por fin puedo morir en paz pues asistimos al advenimiento de vuestra nueva sucesora. Vivan los Andes milenarios».

La alabanza que pretende equipararla con destacados nombres de las letras sudamericanas como Arguedas o Mariátegui, ad exemplum, no solo es descabellada sino que contiene también tremebundos absurdos que siénteselos abstrusos in extremis como cuando dice: «…desbordando su alter ego…» lo cual es a ojos vista inentendible pues «alter ego» es «mejor amigo» en nuestra lengua de Castilla y no compréndese por qué desbordaríase un «alter ego» ante la poesía de la poetisa, mientras asevérase que Wara Sisa alcanza la madurez de la producción literaria de Bernal cuando la verdad es que éste es apenas su primer libro. La crítica superlativiza a la autora diciendo que muy pocas obras alcanzan este nivel de abstracción creativa y superan la frugalidad del intelecto humano, pero al decir «frugalidad del intelecto humano» vuélvese a contradecir ad absurdum pues el intelecto no podría ser frugal ya que la frugalidad es «la templanza y la parquedad en la comida y la bebida», siendo de veras absurdo que el intelecto pudiera ser frugal cuando debería serlo la persona. El autor del piropo anuncia, ad concludendi, que al fin morirá en paz porque la poetisa que publica su primer libro es la sucesora de Uriel García, Enrique López Albujar, José Carlos Mariátegui y Ciro Alegría, lo cual tampoco lo demuestra más allá de citar autores en tal orden de prelación desde García a Alegría.

Cañar in pattria aequatorianae

 Más allá del lenguaje cantinflérico de la alabanza transcrita dígase que quienquiera que leyera semejantes piropos acaso creería que hallámonos frente a una excepcional poetisa cañarense y la avidez que provoca el comentario llevaríanos, sicut cervus ad fontes/ como el ciervo a la fuentes, en precipitada carrera para buscar la poesía de la autora a fin de embebernos de su ARS POETICA hasta sublimar el alma y embelesarla ad infinitum para encontrar los inefables arcanos del estro poético que llévanos como el fuego prometeico por los insondables caminos del mundo de las ideas.

Pero en la aventura que este periplo implica resulta un fiasco encontrarse dentro del libro WARA SISA con elementales juegos poéticos que contrastan de ríspida manera las expectativas creadas ante la poetisa Bernal, quien dentro de la obra demuestra sensibilidad y gusto por ejercitarse en el parnaso cañarense pero su saber poético, in honorem veritatis, es bastante incipiente como para dar crédito al comentario transcrito ut supra. Mucho más cuando confrontamos sus versos que suenan forzados y denotan una notoria falencia de no dominar las reglas de la Preceptiva literaria. Ad exemplum: «Ojitos de agua pura/ reflejan a la luna/ cerca de la laguna/ donde la culebra duerme en su cuna», «Quinde del cielo, ilusión de verdad/ amor supremo de felicidad». Buscando objetividad, sine ira et studio, lo que acábase de leer podríase interpretar de ingenuo y pueril hasta los límites de la cursilería sin que encuéntrese en este tipo de versificaciones ideas conceptuosas que definan con elegancia y elevado estro el hecho poético que ha inspirado estos elementales versos. Mas aún cuando en ocasiones divágase diletante ante existencialistas escenas que parecen sin sentido; exempli gratia: «… Porque en realidad ¿qué es? un SER HUMANO/ portamos desde el SER, ¿qué soy, qué somos?/ pregunta sin respuesta que se ha visto ignorada/ no por falta de importancia, sino por falta de/ valor, porque responder a ella/ para muchos es tortura y opresión…».


Y Michaella, desde su visión poética, pretende dar sentido a su nombre: «Descalza en el monte/ grabaré mi nombre/ Warasisa le diré al viento/ Warasisa es mi nombre…» pero intenta describirse con hiperbólicas metáforas que siéntense forzadas in extremis: «Soy la selva que duerme/ y el sol que se levanta/ soy la noche y el lucero/ soy todo y soy nada/ soy cordura y locura/ soy el capullo y la mariposa/ soy el comienzo y el fin/ soy la lucha eterna con el verbo del ser…».

 Pero, como para muestra basta un botón leamos otros ejemplos de la simple capacidad versificadora de la poetisa Bernal en la página 38 de la obra con una poesía a su poesía: «a mi poesía le dedico estos versos, a ellas que son la luz en mi alma/ Vengan vengan mis florecillas/ todas como hijas/ me han elegido como suya/ y yo las he amado como mías… Vestidas en prosa/ escritas con magia/ no revelan secretos/ son magas y hadas/ revuelan los versos de mi alma… Alcemos el vuelo hacia el nirvana/ aquí la locura es amiga y hermana/ y la cordura es solo ilusión vaga/ en esta bohemia que nada se guarda». Como puédese inferir la sencillez poética es simplista y acentúase más en algunos poemas deviniendo en simpleza versificadora en versos tales como: «… entonces, te canté, y entre esos cantos/ te conté que levantes tu alma dormida/ que aquí te espera tu padre/ para amarte y mimarte/ por el resto de tu vida».


De cuando en cuando encuéntranse ciertos conceptuosos versos que no porque lo sean magnifican el estro poético de la poetisa, dejando sentada su capacidad sensible cuando dice frente a los destellos del páramo: «Estrellas perdidas/ vagando transitan/ cansadas invaden/ su último destino… Ahora solo esperan/ con anhelo profundo/ que aparezca otro ingenuo/ y las regrese a Saturno»; igual cosa mírase cuando versifica: «Bordadas las nubes/ navegan dormidas/ debajo del cielo del indio cantor/ flotando desnudas en claro de luna/ sale la viuda buscando a su amor…». También, al describir a Tránsito Amaguaña: «…Con garras y dientes/ defendiste a tu casta/ revelándote valiente/ contra la opresión denigrante/ del espartano traidor… Te vestiste de fiera/ protestando valiente/ por la justicia y la equidad/ de un pueblo inocente…». Y desde la simplicidad de las ideas descriptivas hállanse también vivenciales escenas que por intensas recréanse en algunos trepidantes momentos de la vida de Wara Sisa: «Yo soy el mar y tú mi marea/ yo soy el barco y tú mi caudal/ yo soy la cascada y tú la montaña/ Me desahogo en tu inmensidad/ flotando entre las aguas profundas de tus mares/ te amo hasta la eternidad».

En ciertos momentos la poesía vuélvese meramente descriptiva, sin exagerados dramatismos ni estrepitosas metáforas que conspiran de profundis con la ars poética: «Soy movimiento constante/ como el colibrí radiante/ que gravita por el cielo/ suspendido por los aires…», «La tarde ha llegado y las aves se van/ y el runa apresta el mugriento vestido/ sacudiendo semillas, empieza a bajar…», «Dentro vivo/ fuera me extingo/ dentro me descubro/ fuera me desvanezco/ dentro yo construyo/ fuera me destruyo…». Y de la mera descripción la autora pasa a la denuncia reflejando un espíritu contestatario ante nuestra realidad histórica, como cuando dice: «Nos robaron cuanto pudieron/ y no con eso conformes/ humillaron y restregaron/ contra el suelo a los pobres/ pobres indios, descendientes de una raza vencida/ de la que ya solo quedaba el nombre/ que cayó por mano extranjera/ de los forasteros traidores». También, en instantes, las metáforas son hipérboles que desbordan toda expectación: «Se despiertan los nevados soberanos predilectos/ de tiernas cabezas de nieve y sorbete…», «Eres péndola que esparce polvo cósmico sideral/ hijo primogénito del Dios del trueno y vendaval…». Pero el uso de comas antes de verbos es fatal pues destrúyese la cópula entre sujeto y predicado. Ad exemplum: «Fluyan las corrientes del universo, que de él, renazcan las memorias antiguas, que de él, añoren nuestros rezos, que de él, lluevan los despertares eternos…».


Dicho lo cual es notorio en todo el libro que hubo negligencia para que la obra tuviese una correcta edición y revisión de textos, mientras una disputa por la portada de WARA SISA ha dejado en entredicho a la Casa de la Cultura de Cañar, entidad editora de la publicación, pues el personaje utilizado para la cubierta reclama que se omitió su crédito y nunca pidiósele autorización para la edición de esta obra.

Así pues, ni huellas de Mariátegui puédense ver en WARA SISA, ni destellos de Ágredas detéctanse en la poetisa Bernal ni cualidades poéticas de Uriel García, Enrique López Albujar y Ciro Alegría descúbrense para dar crédito a la hiperbólica y desubicada crítica que afirma con desparpajo, ab initio, que la poetisa Michaella Bernal es la sucesora de tales personajes in America meridionalis. Mas bien, todo lo contrario, como novata en el mundo de las letras aún quédale un largo camino por recorrer para identificarse como poetisa y dignificar a las letras cañarenses como una de sus cultoras ad futuram rei memoriam y como eso está por verse, las exageradas lisonjas lanzadas en estas semanas solo han héchonos recordar el sabio dicho de nuestra paradigmática lengua de Castilla: «mucho ruido y pocas nueces» in culturalis aspectibus ab intra societatis in Hatun Cañar semper aeterno et admirabilis ómnibus nobis.

 Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis februarii, die vicesimus ac septimus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXII, Dominica in quincuagésima in Carnestolendas.


jueves, 24 de febrero de 2022

JESUITA: PALABRA DE CURIOSO ORIGEN IN NOMINE IESU

In historia linguae nostrae/ En la historia de nuestra lengua, dicha sea la verdad, la palabra «JESUITA» emerge vigorosa con una potente significación semántica para nominar a cada uno de los miembros de la Compañía de Jesús, orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola. El vocablo vincúlase de profundis con el sustantivo latino «IESUS». No obstante, dígase con la necesaria alacridad mental que «jesuita» no es un apelativo surgido desde los primigenios instantes en que el instituto ignaciano nacía y nuestro Santísimo Padre Ignacio de Loyola jamás lo adoptó para sus seguidores, a quienes prefirió apellidarlos como «los compañeros de Jesús». In stricta veritas, el término jesuita no es pues una voz que hémosla de hallar en los albores de la esclarecida Compañía de Jesús pues menos encontrámosla en sus constituciones aprobadas el 27 de septiembre de 1540 por el Santo Padre Paulo, por la Divina Providencia Papa III.

Los primeros jesuitas junto a San Ignacio de Loyola

In historia Societatis Iesu/ En la historia de la Compañía de Jesús, a sus integrantes llamábaselos de variadas formas durante los primeros tiempos de la Orden. Ad exemplum, algunos decíanles «iñiguistas», al vinculárselos con San Ignacio, por cuanto él era Íñigo López de Loyola en la vida del siglo; otros apellidábanlos como «papistas» a causa de la suma veneración que los beneméritos padres de la Compañía de Jesús tienen por el Santo Padre, a quien profesan un peculiar voto de incondicional obediencia. In diebus illis/ En aquellos días, también llamábaselos como «sacerdotes reformados» a causa de que en las constituciones de la Compañía San Ignacio dispuso que sus integrantes no podían cantar en el coro como hacíanlo los clérigos regulares de otros institutos, lo que constituía per se una reforma al modus actuandi de los curas renacentistas.

Gaetano de Tiene

En la Contrarreforma, no obstante, algunos fieles confundían a los jesuitas con los padres teatinos, miembros de una Orden que habíase fundado en el año del Señor de 1524 por Gaetano de Tiene y el cardenal Juan Pedro Caraffa, futuro Paulo IV. Conócese, a la vez, que en Portugal llamábaselos como «apóstoles» quizás en consideración de que su ministerio pastoral era reformista para vivir la apostólica condición de los primeros seguidores de Nuestro Señor Jesucristo, pastor bonus et fidelis, en la ignaciana conceptualización de que el instituto era la «MÍNIMA COMPAÑÍA DE JESÚS» para San Ignacio y los primeros integrantes de la Orden.


San Ignacio de Loyola, secundum Pieter Paul Rubens

En nuestra mirífica lengua de Castilla, a través de las centurias, acuñóse un patronímico derivado de San Ignacio para nombrar a los hijos de tan benemérito y excelso padre. Ergo, como «ignaciano» ha identificádose al jesuita ab intra ecclesiae. Hablando con acrimonia trátase de un patronímico de profunda significación, aunque su uso no haya pervivido ex professo para nominar a los miembros de la Compañía de Jesús sino para señalar a las cosas que derívanse de las enseñanzas de San Ignacio. Por eso dícese, verbi gratia, el «pensamiento ignaciano», la «espiritualidad ignaciana», el «discernimiento ignaciano», el «año ignaciano» o los «ex alumnos ignacianos», en tanto llámanse «colaboradores ignacianos» a las personas que trabajan en la Compañía de Jesús.

San Pedro Canisio

In via veritatis/ En el camino de la verdad, huelga indicar que el término «JESUITA» surgió mas bien con una peyorativa connotación in historia Ecclesiae. Así, en el año del Señor de 1545, San Pedro Canisio, desde Colonia, escribía una muy interesante anécdota sobre el surgimiento de la palabra «JESUITA», a modo de desdén, en Austria y Alemania. Leamos lo pertinente en una histórica misiva que el egregio santo dirigió al reverendissime pater Pedro Fabro, uno de los fundadores de la Compañía de Jesús, hoy beato in Sancta Romana Ecclesia: «…Nosotros seguimos llevando adelante los trabajos de nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de algunos que incluso nos llaman ‘jesuitas’…». In historia mundi, con el pasar de los tiempos, ésta fue pues la palabra que habiendo nacido como un apodo impúsose para identificar a los miembros de la Compañía de Jesús en todo el planeta quizás gracias a su ingénita filiación con el santísimo nombre de Jesús.


In via curiositatis, la evolución semántica del término «JESUITA» ha sido de atractivo interés en la historia de la lengua de Castilla y de todos los idiomas del orbe terrestre, pues el apodo surgido en los germánicos sitios de Austria y Alemania adquirió otras connotaciones, debido a que los jesuitas, a causa de sus paladinas labores apostólicas, han sido seres controversiales in mundum universum, derivándose las siguientes tres acepciones lingüísticas, de las cuales las dos últimas son ciertamente non gratas para la Compañía de Jesús, a lo largo de los siglos:

1. La designación de los miembros de la Compañía de Jesús

2. La acepción de «JESUITA› como «fanático» en injusta alusión a la tenacidad y el apasionamiento de los hijos de Ignacio de Loyola para defender las verdades esenciales de nuestra santa fe católica frente al terrorífico jansenismo.

3. La consideración de «JESUITA› como sinónimo de «astuto» e «hipócrita», en el Siglo de las Luces, cuando las monarquías absolutistas de Francia, España y Portugal decretaron la expulsión de los hijos de Ignacio de Loyola de todas sus colonias, en la aviesa persecución orquestada en contra de ellos como si fuesen individuos de una espeluznante peligrosidad, lo que devino en estas peyorativas acepciones que han desprestigiado a los padres de la Compañía de Jesús, con el trajinar de los siglos. La razón para que la nominación de «jesuita» adquiriese estas horripilantes connotaciones débese a un truculento hecho en el Iluminismo, cuando la persecución a los jesuitas buscaba exterminarlos de la faz de la Tierra. Referímonos a la aparición de las famosas «Monitas Secretas» de la Compañía de Jesús, apócrifo documento falsariamente atribuido a los miembros de la Orden religiosa a fin de presentarlos como individuos que actuaban con una serie de reglas para deambular por el mundo adquiriendo riquezas materiales, apropiándose de los bienes de las viudas ricas y dirigiendo la educación de los príncipes y reyes para buscar en todo lugar en donde establecíanse inicuos peltrechos, prebendas y canonjías. 


Para ello, supuestamente las «Monitas secretas», que en la lengua de Castilla tradúcense como «Instrucciones secretas», instruían a los jesuitas para actuar como seres hipócritas en su trato con las personas. In vita communitatis/ En la vida de la comunidad, estas acusaciones hicieron mucho daño a los sacerdotes de la Compañía de Jesús, víctimas de infames calumnias, ácidas filípicas, atronadores ditirambos y rocambolescos dicterios tanto como malquerientes enjundias e infundios, siendo desde aquellos malvados tiempos del siglo XVIII que los hijos de San Ignacio de Loyola han considerádose injustamente como seres de doble cara, «de frente filo y de filo nada», como dice el sempiterno dicho de nuestra incomparable lengua de Castilla. Así, hasta hoy el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) prescribe infortunadamente como dos de las acepciones de la palabra «JESUITA» a «hipócrita» y «taimado» mientras define al término «jesuítico», para referirse al comportamiento humano, con las acepciones de «hipócrita» y «disimulado» pues los malignos enemigos de la Compañía de Jesús llegaron a presentar a los jesuitas como pérfidos y zainos, lo cual subsiste desgraciadamente, como acábase de leerlo, en el Diccionario de la Lengua Española.

San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas

Pero las palabras perduran in aeternum más por su precisión semántica que por los circunstanciales sucesos de la historia y las masas apropiáronse de la palabra «JESUITA» porque los católicos encontráronla más idónea para designar a un miembro de la Compañía de Jesús. Quid pro quo, así es como el término «JESUITA» extendióse urbi et orbi hasta que el vocablo aceptárase por la Compañía de Jesús para nominar a los miembros de su instituto y adjetivar a todas las cosas que derívanse de su apostólica labor. Es por ello que dícese a similis «espiritualidad jesuita», «exalumnos jesuitas», «parroquias jesuitas», «tradiciones jesuitas», etc. Del mismo vocablo devino el adjetivo «jesuítico» para nombrar a las cosas que imbrícanse dentro de las actividades pastorales de la Compañía de Jesús; verbi gratia: «reducciones jesuíticas», «misiones jesuíticas», «pedagogía jesuítica», etc. Igual aconteció con la expresión «jesuitismo» para indicar el movimiento, doctrina o actividad de los jesuitas.


In historia nostra, dentro del Ecuador, in America meridionalis, un histórico hecho que vincúlase con la vida del presidente Gabriel García Moreno grafícanos, ex tota claritas, la fuerte connotación semántica de la palabra «jesuita» cuando la gente, al mirar la vehemente filiación garciana con la Compañía de Jesús, apodó al presidente mártir, gran benefactor de la Orden, como el «jesuita con casaca». Pero la anécdota no es completa sin que asevérese que el propio García Moreno, convencido de su jesuitismo, un día del año del Señor de 1870 escribió de sí mismo: «No faltará quien me llame fanático o jesuita… No importa. Soy católico y me glorío de serlo. Amo sinceramente a mi patria y creo en el deber de contribuir a su dicha. Así, por mis sentimientos de patriotismo y por mis ideas religiosas, creo en la imperiosa necesidad de civilización que tiene mi país».

García Moreno y los jesuitas in quitense urbe

Y con su despampanante confesión García Moreno hízonos columbrar cuánto vinculábales a los beneméritos padres jesuitas como intrépidos cooperadores de la civilización in nostra Sancta Mater Ecclesia.

Los primeros jesuitas in Societate Iesu

Ergo, ad concludendi, dígase que «JESUITA» surgió de la lingua latina, donde «Iesu» o «Iesus» fue la primigenia fuente para dar origen a la «Societas Iesu» o «Compañía de Jesús», siendo de la palabra «IESUS», ciertamente, que derivóse el término «JESUITA» como identificación de cada uno de los miembros de la celebérrima Orden religiosa, aunque en los tiempos de San Pedro Canisio su uso tuvo un sentido de befa o desdén. Así entonces, desde la lengua de Castilla y el portugués, donde decimos «JESUITA›, los diversos idiomas del mundo han traducido al inmortal término en «GESUITA› para el italiano y «JESUIT› para el francés, alemán e inglés, siendo hoy el nominativo por el que los hijos de San Ignacio de Loyola son llamados así como una derivación de «SOCIETAS JESU› o «COMPAÑÍA DE JESÚS› desde la mater lingua latina a la universal lengua anglófona de tronco céltico in universa terra.

La conversión de San Ignacio: 20 de mayo de 1521


In via claritatis/ en el camino de la claridad, hemos tratado de recorrer un sugestivo periplo informativo para graficar el expreso «sensus vero› o «verdadero sentido› de un centenario término que pervive redivivo, in perpetuum, en el «AÑO JUBILAR IGNACIANO» convocado desde el pasado mayo de 2021 a fin de conmemorar el V CENTENARIO DE LA CONVERSIÓN DE SAN IGNACIO DE LOYOLA luego de caer herido en la cruenta batalla de Pamplona el 20 de mayo del año del Señor de 1521 ad maiorem Dei gloriam semper in nostra Sancta Romana Ecclesia et in honorem Christi, Pontifex fidelis et misericors ómnibus nobis.

OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM

 

Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis Iulii, die trigentessimus ac primus, currentis Anno Domini MMXXI, in solemnitate Sancte Ignatius a Loyola, primus praepositus generalis Societatis Iesu ad gloriam Christi et super omnia in honorem historiae.


lunes, 21 de febrero de 2022

21 DE FEBRERO DE 2022: BICENTENARIO DE LA DEFINITIVA INDEPENDENCIA DE CUENCA

 


IN HONOREM LIBERTATIS/ EN HONOR DE LA LIBERTAD, hoy lunes 21 DE FEBRERO DEL AÑO 2022 conmemórase el BICENTENARIO de la definitiva INDEPENDENCIA DE CUENCA pues aunque nuestra urbe alcanzó su libertad, el 3 DE NOVIEMBRE DE 1820, un mes y medio después la perdió, el 20 DE DICIEMBRE DE 1820. En aquel día, la corona española volvió al poder e instauró una monstruosa ÉPOCA DE TERROR durante el AÑO DEL SEÑOR DE 1821. Los ibéricos vengáronse pues de los patriotas que consiguieron nuestra emancipación y este nefando período duró un año y tres meses. Así, el 21 DE FEBRERO DE 1822 el mariscal Antonio José de Sucre, con un ejército libertario de más de 2.000 personas, ingresó a Cuenca para liberarla definitivamente del yugo español. Las autoridades reales, al mirar semejante ejército libertario, no opusieron más resistencia y patrinquearon ipso facto para huir despavoridas. Ergo, desde aquella jornada libertaria Cuenca ha mantenido su condición libérrima in America meridionalis.

 


Para comprender el intríngulis de los hechos que acaecieron in illo tempore/ en aquel tiempo, es pertinente inundarnos de civismo in excelsis para recordar brevemente que luego de la independencia de Guayaquil, el 9 de Octubre, y después de la liberación de Cuenca, el  3 de Noviembre de 1820, los ejércitos reales de España organizáronse para reconquistar el poder bajo la dirección de Francisco González pues la monarquía hispana, engolosinada por las delicias del poder real, resistíase a aceptar que su «fatalis hora» u «hora fatal» había llegado in via libertatis.  De esta forma, cuenta la historia que el 22 de noviembre de 1820 tuvo lugar la famosa batalla de Huachi. Allí, nuestros patriotas guayaquileños y cuencanos, al mando de Luis Urdaneta, perdieron la guerra decidiendo los españoles encaminarse a Cuenca para castigar a los alzados en armas de la capital de la morlaquía, en vez de dirigirse a la Perla del Pacífico, en donde hubieran avasallado a la gloriosa revolución de Octubre in Guayaquilensis urbe.

La estrategia hispana fue perfecta como estratagema para alcanzar el sometimiento de los vencidos y alzados en armas super flumina Tomebamba, pues un epónimo sitio de las campiñas cañaris, Verdeloma, cerca de Biblián, fue el escenario donde una flamígera conflagración tuvo lugar el 20 de diciembre de 1820. Según el gran historiador cuencano, Alfonso María Borrero, los españoles constituían un militarizado bando de 600 combatientes, en tanto que, a contrario sensu, nuestros patriotas, mayoritariamente venidos desde Cuenca, no tenían la experticia de los regalistas y aunque eran numéricamente superiores no contaban con un buen arsenal de armas y municiones. Estaban dirigidos por el coronel José María Hidalgo de Cisneros, prócer novembrino que incitábalos in crescendo a resguardar la libertad conseguida mas la desventura fue el sino y signo de la mala suerte pues las posibilidades de ganar la batalla no vislumbrábanse afortunadas por cuanto los ibéricos planificaron una truculenta zalagarda para desplegarse hacia las alturas del cerro, a fin de vigilar y controlar todo, aplacando así a los patriotas y triunfando sobre éstos que hallábanse desperdigados en los flancos del campo de combate, para luego ingresar a Cuenca y retomar el poder monárquico. Vae victis/ Ay de los vencidos, nuestros próceres vivieron con desasosiego la tribulación de ver a centenares de muertos y caídos y así, quid pro quo, calcúlase que los fallecidos y heridos en esta infame batalla llegaron a cuatrocientos. El jefe de los españoles, por su parte, era Francisco González, vencedor en Huachi, quien hizo su arribo a Cuenca con todo el aparataje de un vesánico y atrabiliario mandatario que con vil venganza y crueldad impuso un reino del terror. A punto tal esto era así que podríamos decir, desde nuestro criterio histórico, que el año del Señor de 1821 fue para Cuenca un «ANNUS HORRIBILIS» tanto por la tiranía con la que la corona ibérica ejerció el poder cuanto por la sed de sangre y odio infernal contra todo hombre o fémina libertaria que habitaba en aquellos tiempos en las campiñas morlacas. Lo primero que hicieron estos ibéricos buitres y forajidos regalistas fue imponer al Cabildo cuencano, por orden del presidente de la Audiencia Melchor Aymerich, que entregárase una lista de los rebeldes del 3 de Noviembre de 1820. Antonio Arteaga, cual si adoleciera de un delirio persecutorio, afanábase en investigar la vida, obra y milagros de José María Vázquez de Noboa para descubrir el «mal manejo y peor conducta de José Noboa... en tiempo que fomentó como principal cabecilla la insurrección en esta ciudad». Así cuéntalo Alfonso María Borrero en su bello libro «Cuenca en Pichincha».

José María Vázquez de Noboa

Las medidas tomadas oscilaron entre lo nefasto, lo nefando y lo nefario. Ad exemplum, establecieron una Junta de Secuestros cuyo fin era decomisar los bienes de todos cuantos fueron partícipes de la independencia cuencana y apenas iniciado el llamado «AÑO DEL TERROR DE 1821», en la Plaza de San Francisco fusilaron a 28 patriotas de la más vesánica forma que podríase esperar de un vengativo sanguinario. Ad interim, quienes lograron salvarse de la muerte huyeron a Guayaquil, urbe que mantenía incólume su independencia, mientras otros optaron por el ostracismo ocultándose en donde mejor pudieron in via sanitatis. Una carta de José María Vázquez de Noboa, prócer de nuestra independencia,  así nos lo confirma in honorem veritatis. La misiva está dirigida al presidente de la Junta Superior de Guayaquil, pues Vázquez de Noboa, quien era Jefe Civil y Militar de la entonces proclamada República de Cuenca, era uno de los patriotas que tuvo que huir de la persecución monárquica desatada a partir del 20 de diciembre de 1820. Leamos pues stricto sensu lo que el prócer decía de los patriotas que huyeron a la capital huancavilca: «Desde que he llegado a esta ciudad he visto con dolor el estado en que se hallan varios oficiales emigrados de Cuenca, cuya situación es capaz de comprender a los mismos opresores de América, que, abusando de la superioridad de fuerzas sobre aquella inerme provincia, causaron el desastroso suceso de que se halla V.S. impuesto. Si mi estado no fuera igual y aún más doloroso, tendría el placer de sacrificar lo mejor de mi subsistencia para alivio de tales necesidades; pero no siéndome posible, me queda el partido de manifestarlo a V.S. a efecto de que, haciéndolo presente a la Junta Superior, se sirva dictar alguna providencia, por cuyo medio logren estos patriotas, siquiera lo preciso para no padecer de necesidad en su país en que no tienen humano auxilio. No se me ocultan las atenciones y estrecheces en estas cajas y por esto es que, atendiendo a ellas, propongo a V.S. que dichos oficiales estarían consultados con medio sueldo de los que gozaban en Cuenca, donde son escasos comparativamente a los de esta plaza y para que este socorro sea menos gravoso, podría aún hacerse en fuerza al servicio que presten, previa una incorporación provisional en alguno de los batallones, si V.S. lo estimase conveniente. Para tal solicitud no se necesita más recomendación que la de ser uno el sistema y la causa que se sostiene, pero a esto debe agregarse que el Gobierno de Cuenca, en circunstancias no menos estrechas, decretó igual incorporación provisional y contribuyó sueldo íntegro a los oficiales de Guayaquil y tropa derrotada en Guache (Huachi), desde el momento en que se presentaban los que habían sufrido el revés de las armas, hecho que comunicado por mí a V.S. causó que dicha Junta Superior de esta provincia, al mismo tiempo de darme las gracias, se ofreciese en mutua correspondencia a practicar lo mismo en su caso. Dios guarde a V.S. muchos años. Guayaquil y enero 5 de 1821. José María Vázquez de Noboa».


No puede haber testimonio más claro de la paupérrima situación de nuestros próceres in Guayaquilensis urbe, mas las venganzas atroces de los monárquicos en Cuenca no tenían medida alguna de rubor ni decencia pues en tanto eran seres impúdicos, vesánicos y atrabiliarios actuaban con una especie de «mysterium iniquitatis» o «misterio de la iniquidad» y así pues, Francisco González, aliado con el sanguinario coronel Antonio Arteaga, fueron los regalistas que mandaban en la urbe como miembros de la Junta Militar Real y tal como los osos hambrientos o las hienas feroces inficionadas de inanición, en todo veían venganza y castigos infamantes contra quienes valoraban los excelsos principios de la santa libertad.


Melchor de Aymerich

En este escenario, la corona española contó como ayudante al español Francisco Eugenio Tamariz Gordillo, un hombre más sensato que justamente por serlo no duró en sus funciones y fue cesado en julio de año del Señor de 1821. Prima facie, Melchor de Aymerich fue electo como jefe político subalterno y comandante militar interino de la provincia de Cuenca. Con este equipo de la infamia establecióse un régimen de espanto, de crueldad despótica, de requisas y allanamientos atroces, forzosos empréstitos y rabulescas extorsiones a todos los habitantes de la capital de la morlaquía que veíanse compelidos a entregar, ora en dinero, ora en especies vituallas y alimentos para sostener al ejército español.


Francisco González no gobernaba, extorsionaba, asaltaba, mataba, imponíase con una inaudita autocracia y malsana perversión, cual león ibérico hambriento y atragantado en la carne de las inermes presas capturadas a merced de sus vesánicos instintos de muerte y destrucción. El autocrático mandatario pasábase de la raya en su modus operandi para hacerse entregar contribuciones que engorden las faltriqueras de las tropas españolas, ora si antojábasele pedir que se le entreguen camisas, ropa, frazadas, textiles, siempre en cantidades exorbitantes o numéricamente superiores a las 2.000 unidades, ora cuando ocurríasele hacerse entregar alimentos y peltrechos para la tropa, ora cuando apetecíale que le contribuyan con pan, velas, aceite y hasta aguardiente con tal de contentar a una alcohólica y engolosinada tropa española que hacía de las suyas en nuestro territorio con tan perverso modo de gobernar in urbe nostra.



Pero para que el pecado sea mortal las apetencias de González iban más allá de toda previsión y su ensañamiento rayaba ya los límites de toda cordura, pues el odio envilece y enceguece ad infinitum. Con la tristemente célebre Junta de Secuestros nuestros patriotas perdieron sus bienes; particularmente Vázquez de Noboa, Tomás Ordóñez, Francisco Chica, Pedro Guillén, José Cisneros, Pedro Rodríguez, Miguel del Pino, Pedro Argudo y Pablo Heredia. A la vez, 380 hombres blancos e indios solteros, macanudos y fornidos reclutáronse a la fuerza, en tanto ni la clerecía escapó de los abusos, pues de las limosnas, in nostra Sancta Mater Ecclesia. los clérigos tenían que destinar estipendios mensuales en pesos para la manutención de los reales ejércitos hispanos super flumina Tomebamba. El mismo Cabildo de la urbe vióse inmerso en atrabiliarios abusos cuando la inasistencia de los ediles a sus sesiones fue multada con 300 pesos para la tropa ibérica, mientras 34 camas equipadas para el hospital fue otra de las malvadas exigencias de González al mismo cuerpo edilicio. Ciudadanos potentados de la urbe eran objeto de extorsión para que entregaran contribuciones infames cuyo incumplimiento interpretábase como alta traición al monarca borbón, a quien llamábaselo «el Rey Nuestro Señor».

 

Las excesivas contribuciones eran a tal punto inhumanas que, ad exemplum, el pueblo de Azogues fue reacio a las aportaciones alegando extrema pobreza; así entonces, sus autoridades solicitaron que se limiten los aportes exigidos. Los abusos no pararon inclusive hasta los últimos días de despotismo hispano, el 21 de febrero de 1822, cuando el mariscal Antonio José de Sucre, en coordinación y complicidad con el libertador Simón Bolívar ingresó a Cuenca para defenestrar a la monarquía española y concedernos la libertad perdida el 20 de diciembre de 1820 en la batalla de Verdeloma.


La Junta de Gobierno de Guayaquil había pedido a Bolívar ayuda para mantener su libertad y llevar adelante la independencia de la Real Audiencia de Quito. El 2 de enero de 1821 el libertador envió los batallones Santander, Guías y Albión con sobre todo a Antonio José de Sucre quien, el 15 de mayo de 1821, al suscribir el acuerdo que declaró que Guayaquil era parte de la Gran Colombia dio un genial paso para la liberación de la Audiencia de Quito de la monarquía española.


In historia nostra, la estrategia del Mariscal Sucre para liberar a Cuenca tomó varios meses durante el año del terror de 1821. Con la perspicuidad que caracterizábalo primero estudió todos los movimientos de los regalistas y auscultó con sus lugartenientes el número de las tropas ibéricas y su capacidad de municiones y subsistencia. A fin de doblegarlas fue preparando un ejército que venía desde el sur y en enero de 1822 anunciábase que llegaba a Cuenca una división peruana comandada por el coronel Andrés de Santa Cruz. Frente a ello, el vesánico Francisco González dispuso que ciudadanos entre 18 y 50 años enrólense en el ejército español y exigió nuevas y forzosas entrega de víveres, ganado, armas y dinero a los habitantes de la morlaquía.  Aún dispuso el 12 de enero la erección de un monumento como recuerdo de su reincorporación a la corona española, mas los desmanes eran de tal calibre que pidió festejarlo apabulladamente y con desaforada algarabía con luces, repiques de campanas y juegos prirotécnicos de cohetes y bombardas.

 

Tomás de Heres

A inicios de febrero aún pensaba que era fuerte en el poder y exigió reunir 200 reclutas, en tanto solicitó a los artesanos unirse en bandos de combate para enfrentarse con Antonio José de Sucre, quien avanzaba hacia Cuenca. Tomás de Heres, quien sería el primer gobernador cuencano venía en las huestes libertarias del mariscal de Ayacucho. Según González, el Cabildo tenía que entregar galletas, sal, arroz, velas, mulas y raciones alimenticias diarias para la tropa. Todo era extorsión y alevosa imposición, a la fuerza, per fas et per nefas, recurriendo al asalto a mano armada con saqueos a las haciendas, las fincas, los comercios y las viviendas de los ciudadanos de la morlaquía.


Sucre llegó a Girón el 9 de febrero y cada vez avanzaba más hacia Cuenca, pero González no cansábase de continuar con sus saqueos a la capital de la morlaquía. Cabe indicar que parte de los acuerdos de Bolívar y San Martín en Guayaquil fue la contribución del segundo a la liberación de la Audiencia de Quito y sus tropas llegadas desde el Perú unificáronse para la liberaciónn definitiva de Cuenca en febrero de 1822.

Sucre salió de Guayaquil el 23 de enero de 1822 despedido por los guayaquileños in camera caritatis/ al calor del afecto. El 25 de enero llegaba a Naranjal con sus tropas. Desde allí, Antonio José de Sucre envió una histórica proclama a Cuenca, la cual dice así ad peddem litterae: «¡Cuencanos! Las armas americanas os conducen a la suspirada libertad. Los hierros de la ignominia, que os oprimen, caerán sobre la cerviz de los tiranos, cuyos intereses habéis servido violentamente. ¡Cuencanos! Brilla ya la hora de la paz en el horizonte de Colombia. Preparaos a gozar de ella y de las benéficas leyes con que un pueblo libre se constituye por sí mismo glorioso y feliz. La sola expresión de vuestros deseos va a facilitaros los bienes de la Independencia, que ha costado a otros pueblos doce años de lucha, de desolación y de sangre. Llamados en los últimos momentos a labraros vuestra dicha, justificad que sois dignos de poseerla por vuestra resolución y vuestras virtudes. ¡Cuencanos! Volad a uniros con los defensores de la Humanidad, de vuestra religión y de vuestros derechos».

 

La peripecia libertaria hízolos avanzar hasta el Jubones. El 6 de febrero, según el historiador Alfonso María Borrero, desde Yulug, Sucre dirigió una misiva a Custodio Veintimilla en Cuenca. Sin mayores problemas avanzó hasta Yunguilla unificados con tropas peruanas venidas desde el sur. En las huestes libertarias estaban destacados próceres: Abdón Calderón, Alejandro Vargas Machuca, Tomás Ordóñez, Joaquín Crespo, José Moscoso, Vicente Toledo, Zenón de San Martín, Manuel Chica, José Sevilla.


El virrey general Juan de la Cruz Murgueón dispuso a sus huestes cuencanas no ofrecer combate a menos que sea para defender a la corona y en condiciones de triunfar. Eran aproximadamente entre novecientos y mil doscientos soldados los integrantes de dicho ejército. Al medirse o cotejarse con las fuerzas libertarias, que algunos historiadores calcúlanlas en un ejército de aproximadamente 2.000 combatientes, prefirió huir hacia Riobamba. En este estado de cosas el mariscal Sucre ordenó que los coroneles Federico Rash y Luis Urdaneta fueran tras de él in honorem libertatis.

 


Antonio José de Sucre ingresó a Cuenca con el entusiasmo de la población que por su pobreza no pudo ser dispendiosa para homenajearlo como debíase en tanto era el «Redemptor hominis» o «Redentor de los hombres» in conchense urbe, apud flumina Tomebamba. Calcúlase que Sucre llegó con alrededor de dos mil doscientos soldados, quienes tuvieron que ser mantenidos durante 45 días en Cuenca pues conformaban el ejército que iba con destino a Quito para triunfar en la Batalla del Pichincha. Los cuencanos tuvieron que hacer nuevas contribuciones humanas y pecuniarias, tanto como de vituallas, acémilas y víveres pero bajo el aura de la libertad tan anhelada in communitate nostra

Sucre tomó interesantes medidas al momento de su llegada a la urbe. Las armas españolas de la antigua papelería sustituyéronse por las armas de la Gran Colombia. Desapareció la oprobiosa frase «Cuenca del Rey» que suplantóse mas bien con aquella más libérrima que dice in via dignitatis: «Cuenca Libre», para concluir utilizando luego el apelativo: «en Cuenca, República de Colombia». La permanencia de Antonio José de Sucre en Cuenca fue de 49 días, en los que tomó valiosas disposiciones para el gobierno libertario de la urbe y su región, la provincia de Cuenca. Por todo ello que hemos tratado de resumirlo en la presente sinopsis libertaria dígase que desde el 21 de Febrero de 1822 Cuenca y su región vive usufructuando los beneficios de la santa libertad, in via pacis, in communio caritatis et in honorem dignitatis, sed in via libertatis sicut lumen de lumine in patria aequatorianae et in America meridionalis semper fidelis pro Patria et Deo.

 

Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis februarii, die XXI, currentis Anno Domini bismillesimus vicesimus ac secundum, octava Dominica in sexagesima.

lunes, 14 de febrero de 2022

LA AMISTAD Y LA HIPOCRESÍA IN COMMUNITATE NOSTRA

In via claritatis, la plataforma en la que crece la verdadera amistad confórmase del respeto y la confianza y si socávanse de profundis todo acábase en un estrepitoso final al que desembócase con el ominoso fardo de los abusos, los agravios y las perfidias destruyendo implosivamente la inherente «collegialitas affectiva» o «colegialidad afectiva» de una fraternal relación. Así pues, en el instante en que los ultrajes devienen aviesamente avasalladores una amistad que devélase falsaria concluye ipso facto con la desazón que implica la pérdida de lo intangible.

Entre las causas por las que la amistad destrúyese está la hipocresía y fiero es detectarla en personajes a los que apréciase in via sinceritatis. Descúbrense así a las falsas amistades que develando su falsía aseméjanse a las montañas que desmorónanse, los edificios que desplómanse o las preciosas joyas que resultaron bambalina. Si el sentimiento que túvose fue auténtico incómodo será haberse equivocado. En tal diagnosis es nugatorio descubrir a los hipócritas, pues lo más triste de la traición es que nunca proviene de un detractor o un artero enemigo sino de los amigos que traicionan como si recibiérase ex abrupto una puñalada por la espalda. Ergo, la felonía es lo más impúdico de los falsos amigos in vita societatis.


Aunque muchos ni percíbanlo, un nimio acto o sutil gesto envuelve una gigantesca verdad cuando analizámosla con perspicuidad. Cuántas veces la forma de mirar de un prójimo descúbrenos su falsía y deslealtad. Las miradas torvas de los fementidos amigos y falsarias amigas, su vergüenza para exhibir a quienes míranlos como incondicionales, la falta de entereza para defender a una amistad ante quienes censúranlos por llevarse con tal mengano o fulano, el amor por interés, las murmuraciones que trasuntan cosas entredichas en infames cotilleos para no hablar frontalmente o mentir con cinismo y las indirectas de tales gentes desnúdanlas como insinceras y desleales evidenciándonos in extremis los reales sentimientos con sus amistades, amén de que los artificiosos ademanes o gesticulaciones, la forma de contestar un mensaje o una llamada o el hecho de no contestar o hacerse de negar por interpuestas personas son palmarios indicios de las gráciles maneras en las que infiérese la falsía con la que los seres humanos actúan entre amigos in vita mundi.

Si la hipocresía es el caldo de cultivo de una falsa amistad ocúltanse pro tempore los verdaderos sentimientos de una persona para con otra. Así, todo descúbrese un día y el falso amigo o adventicio y enmascarado fariseo cáese fortuitamente develando su vera effigies de taimado y zaino ser, tal como el incandescente fuego que, sub specie instantis, hace erupcionar a los volcanes. Clarifícase así la vera imagen que mantúvose oculta y «allí es cuando que la puerca tuerce el rabo» pues prodúcese un balance consolidado de cuentas en los espúreos amigos o amigas que ya sin veladuras ni maquillajes míranse como abominables zascandiles o traidores.

Y en este punto la mentira atraviesa la relación como el «ánima mundi» o «alma del mundo» por la que créase un escenario donde todo es endeble, enteco e inseguro. Nada fortifícase si los amigos son mendaces y la mentira es el pan de todos sus días, nada solidifícase si las engañifas son los artilugios de estos inicuos seres expertos en la farsa, la falacia y las patrañas. Ad exemplum: adular al amigo con hiperbólicas lisonjas y zalamerías que disfrazan el aprecio que no existe, hablar a  las espaldas y negarlo si la felonía exteriorízase in fraganti, perjudicar al amigo en un negocio o hurtar sus pertenencias, violar la palabra que empéñase como si ella no fuese garantía de la dignidad, usurpar al marido de la amiga si las féminas irrespetan a sus pares o robar a la propia mujer de su alter ego si los varones ignoran el valor de la decencia y los superlativos principios de la dignidad. Ya ni para qué si quédase mal ante una referencia del amigo o bloquéaselo in ciberspatium aduciendo que hízoselo por accidente o cuando no acéptase una crítica veraz proferida in honorem veritatis, amén de las fanfarronerías y truculencias que descúbrense en los patrañeros para que sus caretas cáiganse a fin de contemplar con acrimonia su monstruosidad pues una vez caído el velo que cubríalos, algunos llegan a los execrables campos de la vileza y la ruindad adversum dignitatis. Y si la palabra en ristre apúntase para desenmascararlos es común que los falsarios inficiónanse de la mentira dejándose poseer por la mitomanía, a fin de refutar a la apodíctica verdad que descúbrelos redarguyendo que «lo negro es blanco» o que «la noche es día» y confirmando, ex tota claritas, como decía Dostoievski, que de tanto mentirse a sí mismos escuchan sus propias mentiras en los oídos de su corazón hasta no distinguir la verdad dentro de sí. A fortiori/ con mayor razón, pierden el respeto de sí mismos y de los demás y si déjanse capturar de la soberbia o la egolatría jamás admiten su perverso modus actuandi a fuer de justificarse ante su mitomanía por la que viven en un mundo paralelo actuando como talentosos actores del teatro de la falsía.


Dígase entonces, ad concludendi, en este «DÍA MUNDIAL DE LA AMISTAD», que la verdadera amistad fúndase en LA VERDAD entre personas que dan y reciben prodigando confianza y respeto entre sí para vivir en paz y armonía con la certeza de hallarse bien acompañados, comprendidos y queridos in via veritatis. Así, la amistad vuélvese una forma de enriquecimiento personal por el cual apréndese la reciprocidad del dar y recibir creando una «collegialitas efectiva» o «colegialidad efectiva» para hacer un mundo más humano y placentero inter nos, in vita communitatis et super omnia in via fraternitatis et in honorem caritatis.

Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis februarii, die XIV, currentis Anno Domini MMXXII, in Diem Mundialem Amicitiae, Octava Dominica in septuagésima.


OPINIONES CIUDADANAS

nelly benavides <direcnelly@yahoo.com>
Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA

mar, 15 feb a las 17:52


Estimado Diego:

Como siempre, su vasto conocimiento aplicado a un buen artículo sobre la amistad; lo tristísimo es la verdad de fondo, saber que ya casi no existen seres humanos que ofrecen ninguna amistad; es una especie en extinción, esa es la razón por la cual este mundo está plagado de bestias como actores de falacias e infamias y muchas bestialidades como respuesta de sus semejantes, que tienen iguales o peores características. Por eso este mundo ya es invivible para seres humanos; honestos, sinceros y correctos.

Cordial saludo,

Dra. Nelly Benavides
Quito - Ecuador