jueves, 23 de mayo de 2019

GUILLERMO LARRAZÁBAL Y EL ARTE DE VITRAL IN HONOREM ARTIS




Sicut opus magnum in honorem artis, en la iglesia matriz de la ciudad de Santiago de Gualaceo, sus vidrieras representan un valioso conjunto patrimonial que debe ser preservado como parte del legado histórico que las precedentes generaciones han dejado para los habitantes del Jardín Azuayo y en donde grafícase, sensu stricto, una interesante enseñanza catequética e histórica sobre el apóstol Santiago, patrón de Gualaceo e ícono de inmortal identificación para la urbe azuaya a lo largo de su historia.



Ergo, una eclosión de vívidos colores producen los vitrales del presbiterio de la iglesia matriz de Gualaceo para todos quienes contémplanlos, ya que -ex aequo- estas vidrieras llaman la atención desde el instante mismo en el que nos asomamos al templo, a través de su entrada principal en la calle Manuel Dávila Chica.

El patrón Santiago y la Virgen del Pilar de Zaragoza

A medida que nos acercamos al presbiterio de la iglesia descubrimos que el vitral central representa al Patrón Santiago con esenciales características que delinean su inmortal presencia en Santiago de Gualaceo, urbe en donde venéraselo cum affectio originalis desde los orígenes hispanos de esta bella región azuaya.

Así, en la vidriera, el apóstol emerge en una composición de refulgentes rayos amarillos y rojos que nacen desde una esplendente imagen de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza e irrádianse hacia la periferia. La Virgen Santísima, Mater Immaculata, tiene el rostro hacia abajo, contemplando al apóstol Santiago desde su nívea y celestial postura, con tres estrellas sobre su cabeza cubierta por un velo en continuo movimiento y sentada justamente en un pilar, en cuyo borde inferior se halla una cruz de tono violeta que juega rítmicamente con los colores celestes del manto y la túnica de la madre de Dios, alrededor de la cual nótase aquella serie de rayos luminosos e incandescentes de color amarillo que se despliegan hasta la periferia como si la Virgen María fuese el mismo centro de un sol brillante y esplendoroso que brilla infinitamente por toda la composición de la obra.



Cual palma exaltata, la Santísima Virgen aparece con los brazos abiertos, en una revelación celestial a Santiago, El Mayor, protagonista de la obra, quien encuéntrase de hinojos, en actitud reverente, con todos los atuendos peculiares de un peregrino: las sandalias, la túnica parda, el cíngulo o cordón, el cayado, los potos, la concha y un sombrero que despliégase en sus espaldas, en señal de respeto, ante la majestuosa presencia de la Madre de Dios, amabilis et intemerata, realizada en tonos azules celestes, como díjose ut supra, irradiando espiritualidad a todas luces y contrastando admirablemente con los colores amarillos de los rayos que la circundan y los rojos incandescentes que obsérvanse entre cada uno de aquellos rayos para graficar quizás las llamas ardientes del fuego del amor divino, que seguramente el artista quiso representar con la fuerza expresiva que producen los colores primarios, atenuados con las nubes blancas que circundan a la Virgen del Pilar y que prodigan un inopinado movimiento cinético a la espectacular imagen que grafica, in excelsis, al patrono de la urbe con toda su simbología de espiritualidad y misticismo, retratado además con una indumentaria en la que percíbense muchos elementos del vestuario de nuestros campesinos, por lo que el personaje es así, teológicamente, más cercano con nuestro contexto cultural tan rico en expresiones y manifestaciones peculiarísimas.

La presencia de la Virgen del Pilar de Zaragoza, a la que en España conócesela como «La Pilarica», no es casual en la vidriera central del templo, puesto que, según la leyenda, esta sacrosanta virgen fue la que apareciósele a Santiago, El Mayor, en Zaragoza, mientras su fiesta emblemática es el 12 de octubre, día del Descubrimiento de América, fecha epónima para el continente americano si se ha de considerar que a partir de 1492 empezó el rico proceso de mestizaje del que heredamos, por una parte, la evangelización cristiana que tanto nos identifica como un pueblo católico, que ha reverenciado siempre a la Virgen Santísima, mientras -por otro lado- en Gualaceo sus habitantes han llegado a querer con especial veneración al Patrón Santiago, en cuyo honor jamás se han escatimado esfuerzos para rendirle pleitesía ex toto corde.

En la parte inferior de la vidriera la imagen de la Virgen del Pilar refléjase nítidamente sobre el agua cristalina que permite, ciertamente, ese magnífico modo de reflejarse, lo cual engrandece el efecto esplendoroso que todo el motivo del vitral produce a quienes obsérvanlo con un sentido analítico. Esta circunstancia hácenos pensar, sub specie instantis, en que el artista que hizo la vidriera seguramente debióse inspirar en el río Santa Bárbara para que la Virgen María refléjese en aquellas aguas cristalinas del principal afluente natural del Jardín Azuayo.

Ángeles adoradores



A los lados de la vidriera central hállanse dos vitrales verticales que representan a dos ángeles adoradores de amplias y gigantescas alas que inclínanse reverentes ante el Santísimo Sacramento del Altar, cuyo sagrario encuéntrase debajo del vitral del Patrón Santiago y que, según puédese columbrar, sirvió justamente para concebir la mayestática presencia de estos seres angelicales a cada uno de los lados del tabernáculo, en donde permanece siempre Su Divina Majestad, aunque en la actualidad el sagrario ha sido retirado al costado derecho del presbiterio, haciendo que esa concepción teológica de la adoración al Santísimo, por parte de estos seres celestiales, no se concrete sensu stricto.


El ángel de la izquierda inclínase reverente, ad exemplum, con las dos manos juntas en señal de oración, mientras su capa verde de dorados filos yérguese esplendente sobre la blanca túnica que tiene un luminoso cordón azul que abraza al cuerpo en su cinto y equilibra el conjunto en perfecta armonía con las alas desplegadas en verde y azul, confirmando la belleza singular de estas maravillosas creaciones artísticas en un entorno cromático entre los tonos azules y verdosos, lo que prodiga una especial sensación de tranquilidad, quizás porque el color azul está asociado psicológicamente con la espiritualidad tanto como el verde vincúlase per se con la esperanza, hecho que seguramente condiciona el ánimus del espectador para percibir un fuerte efecto místico si se analizan las vidrieras con actitud contemplativa.

El entorno está pigmentado de tonos rojos que combínanse con un intenso color amarillo hacia el horizonte superior de la imagen, definiendo una perspectiva sobre la cual, desde arriba, desciende una típica cruz del peregrino, alegoría esencial del Patrón Santiago, que emerge como una sinopsis de su vida y su importante presencia celestial en la Tierra. En cada uno de los vitrales de los ángeles adoradores, junto a la cruz respectiva, púedense contemplar dos conchas de peregrino colocadas de manera equidistante, las que representan símbolos paradigmáticos del apóstol Santiago, quien –según la historia- recorrió amplios caminos desde Tierra Santa para evangelizar el mundo y llegó hasta España, en Compostela, como un peregrino convencido del mensaje cristiano que pretendía difundir en obediencia al mandato de su maestro: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura/ Euntes in mundum universum praedicate Evangelium omni creaturae».

En esos viajes evangelizadores, los peregrinos solían llevar una concha para proveerse de agua en el camino, igual que el cayado de pastor, con los tradicionales «potos» agregados por nuestra imaginería popular, elementos que aparecen como alegorías esenciales de tan singular escena santiaguina, los cuales ponen en evidencia que estas vidrieras fueron realizadas con un concepto profundo que debió haber ameritado un estudio previo y una investigación teológica que es posible desentrañar, a calvo ad calvum, en cada uno de los elementos de estos bellos vitrales que cautivan la atención de todo aquel que visita el templo.


Admirabilis et aeterno, el segundo ángel guarda similares características que el primero, mas hállase vuelto la cara frente a su compañero y así, vis a vis, entre la Santísima Virgen y el Patrón Santiago, a manera de un complemento indispensable y armónico para el adorno del altar mayor de la iglesia, los ángeles juntos adoran al Santísimo Sacramento, a la vez que ríndenles veneración a la Purísima Virgen del Pilar y al apóstol Santiago, dentro de un atractivo colorido que invítanos a la meditación y al encuentro espiritual consigo mismo.

In stricta iustitia, consignamos aquí que la idea de realizar estas vidrieras inspiradas en Santiago, El Mayor, y la Virgen del Pilar con los ángeles adoradores del Santísimo le pertenece por completo al R. P. Guillermo Andrade Moreno, quien pudo contar con el artista idóneo para ejecutar su creativa imaginación: el vitralista vasco Guillermo Larrazábal Arzubide en una admirable conjunción de dos singulares personajes que pensaron siempre realizar esta empresa ad maiorem Dei gloriam gracias a su especial condición de hombres con un original sentido estético in honorem artis ad perpetuam rei memoriam.

Diego Demetrio Orellana
In Concha, mensis maii, die XXIV, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXIX, in octava V Dominica Paschali.


miércoles, 22 de mayo de 2019

DÍA NACIONAL DEL ÁRBOL: 22 DE MAYO AD GLORIAM AETERNAM

OLIVO TRICENTENARIO DE CUENCA
FOTOGRAFÍA: Silvia Zavala Carrión


«Concha,  trahe me: post te curremus in odorem unguentorum/ Cuenca, atráeme en pos de ti y correré tras el olor de tus aromas...». Parafraseando al Cantar de los Cantares in sacra scriptura en este día 22 de mayo, fecha en que celébrase el «DÍA NACIONAL DEL ÁRBOL», rindamos homenaje a nuestros árboles a la sombra del esplendoroso olivo tricentenario de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, concienciando sobre la necesidad de proteger a estos indispensables especímenes que día a día oxigenan el ambiente incidiendo en el equilibrio ecológico para que la vida manténgase en el planeta en beneficio del género humano.

Ufanarnos de nuestros árboles y protegerlos, in naturalis ordinis, es imprescindible en una patria en cuyo suelo, siempre pródigo y fértil, crecen variadas especies que permanecen, in aeternum, como silenciosos testigos de la historia comarcana. Y dentro del territorio nacional Cuenca es un inmenso vergel que alberga preciosos ejemplares que derecho tienen de ser precautelados como vigías y baluartes de la vida en el planeta.

Pinus radiata patrimonial brutalmente talado en la Universidad de Cuenca


Por ello, ab irato, es triste contemplar que frecuentemente desaprensivos e inescrupulosos ciudadanos derriban especies y atentan contra ellas por no poseer conciencia cívica para proteger la vida vegetal que coadyuva taxativamente para el sano equilibrio ecológico de una bendita tierra cuya feracidad es un envidiable atributo que muchos pueblos del mundo no poseen.


Pero la brutalidad con la que derríbanse a nuestros árboles es de veras calamitosa in urbe nostra como aconteció con el álamo de la Merced: «O quam tristis et afflicta Concha est in natura nostra/ O cuán triste y afligida está Cuenca en nuestra naturaleza». Así digamos una vez más ante la tala de un maravilloso álamo, en la plazoleta de La Merced, pues los ignorantes que han derribádolo seguramente desconocían que este especimen vincúlase con el nacimiento castizo de Cuenca debido a que sus hojas representan las panelas de plata del escudo de la urbe, siendo inadmisible que háyaselo talado per fas et per nefas sin considerar que había una manera de salvarlo. El precioso álamo de La Merced era bellísimo, ora por su altura, ora por su magnificencia, ora por su lindeza. Es un crimen que háyaselo talado siendo una especie arbórea y arquetípica de la «ciudad cargada de alma», ya que sus hojas acorazonadas sirvieron de inspiración al conquense fundador de nuestra ciudad, el Marqués de Cañete y Tercer Virrey del Perú, Don Andrés Hurtado de Mendoza, para crear el escudo de armas de la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.


 Y como sólo podemos amar lo que bien conócese es pertinente valorar a los árboles de esta urbe a fin de que terminen los arboricidios por los que han perdídose valiosos ejemplares arbóreos que por su rareza, longevidad y belleza han vuéltose patrimoniales super flumina Tomebamba. Los habitantes de la morlaquía tenemos la obligación de apreciar a sus árboles en testimonio permanente de cariño a la ciudad cargada de alma.



O quam bonum habitare in Concha est/ O cuán bueno es habitar en Cuenca cuando no existe rincón citadino donde las plantas no dejen de exornar de natural  belleza a la capital del austro ecuatoriano convertida desde siempre en un seductor paraíso que evoca, de momento ad momentum, al hermoso e inmenso valle de Guapdondelig o «llano grande como el cielo» y Paucarbamba o «pampa cubierta de flores».

ADMIRABLES DESCRIPCIONES



In historia nostra han díchose ex toto corde- maravillosos pensamientos del suelo de Cuenca como espacio natural donde la naturaleza revístese de hermosura por sus árboles y flores. Ad exemplum, uno de los cronistas de Indias, el Padre Bernabé Cobo, opinaba en 1635: «...la ciudad de Cuenca, tierra tan apacible, que es la templanza del cielo, fertilidad y hermosura, ninguna le hace ventaja en todo este reino».

Un siglo después, el Padre Juan de Velasco, S.J, benemérito jesuita de inmortal memoria, decía convencido: «Si hubiera de estar a los relatos fabulosos de algunos escritores que quisieran poner el Edén en algunas pintorescas regiones de América, me tentaría a colocar el paraíso terrestre en la provincia de Cuenca...». In illo tempore/ En aquel tiempo, escribíase con el epónimo escritor ignaciano la historia del Reino de Quito y la capital de la morlaquía era bien conocida en la Real Audiencia de Quito por su natural belleza, atributo esencial de su vera effigies.



Mas, a comienzos del siglo XIX, el sabio Francisco José de Caldas, luego de visitar la urbe, diría también de Cuenca ad peddem litterae: «La ciudad presenta a mis ojos el espectáculo más grande y una naturaleza, la más risueña». Como vemos, los tres testimonios escritos en tres siglos diferentes reivindican el paraíso que implica la urbe andina que aún hoy no deja de ser atractivo natural de intenso encanto para viandantes y circunstantes que recórrenla extasiados de su mayestática belleza vegetal.



Post factum, Federico González Suárez, cuando vivía en Cuenca entre 1872 y 1883, escribió asimismo de nuestra urbe: «...Gil Ramírez Dávalos no podía haber escogido mejor sitio para fundar la ciudad, que entonces solían llamar nueva Cuenca del Perú... Campos de primavera son, por cierto, aquellos en los que está edificada Cuenca... Y en este hermoso valle vive un pueblo que cree en Dios con fervor, ama la paz como otro ninguno, gusta del trabajo y se complace en ser hospitalario...».

Bástenos tan singulares descripciones para confirmar, in via historiae, que la ciudad es dueña de una belleza en la que subyace una esplendente naturaleza, con arquetípicos y centenarios árboles que han pervivido como si fuesen mudos testigos de la historia local enriqueciendo el patrimonio natural de la región.

REINA HERMOSA DE FUENTES Y FLORES


OLIVO TRICENTENARIO DE CUENCA
FOTOGRAFÍA: Silvia Zavala Carrión


Por todo ello, en esta efeméride digamos que Cuenca es, in perpetuum, un campo fértil para la siembra de hermosos árboles y plantas de raros especímenes que han adaptádose en nuestras campiñas a lo largo de los siglos, entre los que destácase con preeminencia el precioso olivo del Salón del Pueblo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, escogido en este espacio de crítica cultural como árbol arquetípico de la ciudad cargada de alma en el Día Nacional del Árbol in patria aequatorianae.



La historia, que es «magistra vitae» o «maestra de la vida», enséñanos que ya antes de la conquista española hubo en esta zona bellos jardines con especies autóctonas como encanto de la ciudad incaica. Los cronistas de Indias así confírmanlo, exempli gratia, cuando háblannos de los jardines del inca en el complejo imperial de Pumapungo.

OLIVO TRICENTENARIO DE CUENCA
FOTOGRAFÍA: Silvia Zavala Carrión


Son muchos los árboles introducidos que vinieron del Viejo Mundo y aclimatáronse con admirable adaptación, como el olivo patrimonial de Cuenca, para que esta ciudad adquiriese, con el correr del tiempo, una biodiversidad impresionante de árboles y arbustos que hasta hoy es posible apreciarlos ex admirationem.

Varios de estos árboles aún subsisten enclavados en ciertos rincones de la morlaquía o en conventos, parques, calles y casas patrimoniales, por lo que débense proteger y salvaguardar acreciendo la conciencia de defensa de nuestros especímenes arbóreos. La desaparición de estos seres vivos es un crimen que no puede seguir cometiéndose con negligencia e irresponsabilidad como si la urbe estuviese condenada a ser menos verde... Y aunque éste sea el caro costo del progreso jamás habráse de justificar que renunciemos a nuestros prados y huertas pletóricos de árboles por la inconciencia ciudadana que los deja morir al vaivén de la invincibilis ignorantia in nostra communitate.


Pero mientras destrúyense per fas et per nefas a nuestros árboles patrimoniales, por otro lado hácense cantinflerías absurdas al declarar patrimoniales a especies que no lo son como aconteció con un árbol de capulí de la Unión Nacional de Periodistas, cuyos directivos no encontraron mejor forma que organizar este sainete para congraciarse con el nuevo alcalde cantinflesco, quien préstase no más para payasadas circenses que ofenden a nuestra inteligencia in urbe nostra



En el «DÍA NACIONAL DEL ÁRBOL» todos los cuencanos debemos enorgullecernos de nuestros árboles patrimoniales para salvaguardarlos por sobre todas las cosas incrementando in crescendo la conciencia ecológica de conservación y fomento de los espacios verdes, tan imprescindibles para el bienestar colectivo de las presentes y futuras generaciones.



Ergo, vuélvese imperativo que cambiemos de actitud para salvar los excepcionales árboles y plantas que hállanse en distintos puntos de la urbe aprendiendo a mirar a las especies vegetales como elementos que bríndannos salud, belleza, bienestar y diversidad. De esta forma evitaráse, ab aeterno, que la gente mírelos como obstáculos que elimínanse con su tala contra natura et in honorem invincibilis ignorantiae.

PAX VOBIS


Diego Demetrio Orellana

In Concha, apud flumina Tomebamba, mensis maii, die XXII, currentis Anno Domini MMXIX, octava V Dominica Paschali.