martes, 23 de junio de 2009

EL AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA Y GALILEO GALILEI


GALILEO GALILEI Y EL AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA
El 2009 ha sido declarado por las Naciones Unidas como el «AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA», en vista de que se celebra el cuadrigentésimo aniversario de la construcción del telescopio, por parte de Galileo Galilei.


La Santa Sede renova la memoria del genial astrónomo, a fin de presentarlo como héroe y no hereje. El Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, rindió tributo al astrónomo y físico italiano, diciendo que «él y otros científicos han ayudado a los fieles a comprender mejor y contemplar con gratitud los trabajos del Señor».
Al genial científico italiano se le ha propuesto declarar, además, como patrón del diálogo entre la razón y la fe. Se trata de un cambio total de fortuna para Galileo Galilei (1564-1642), quien fabricó el primer telescopio astronómico completo y lo utilizó para recabar evidencia de que la Tierra se movía alrededor del Sol, uniéndose a la teoría de Copérnico que ya proclamaba esta verdad científica como principio incuestionable. Las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en esa época, consideraban a la Tierra en el centro del universo, siguiendo una milenaria y equívoca postura de Ptolomeo. Por esta razón, la Silla Apostólica denunció la teoría de Galileo como peligrosa para la fe; sin embargo, éste desafió sus advertencias y admoniciones, in honorem veritas in scientia. Ergo, el científico fue juzgado como hereje en 1633 y obligado a retractarse. Cuenta la Historia que entonces condenado a prisión de por vida, condena que después se cambió por arresto domiciliario.

De esta forma, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana muestra a la víctima más famosa de la Inquisición como un hombre de fe, justo a tiempo de las celebraciones por el aniversario de su telescopio, mientras en este mes de mayo, varios miembros del Vaticano participaron en una conferencia internacional para volver a examinar el caso Galileo.

Por muchos años, en las últimas décadas, la Iglesia Católica ha luchado por desembarazarse de su reputación de ser intolerante con la ciencia y para ello, ha producido investigación de primer nivel utilizando su propio telescopio.

Impulsada por el Sumo Pontífice Benedicto XVI, hombre culto par excellence, existe una iniciativa por resolver la vieja polémica de una vez por todas. Se recordará que, en enero del año 2008, el Santo Padre canceló un discurso en la Universidad «La Sapienza», de Roma, al notar que un grupo de profesores, citando el episodio de Galileo y calificando al Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, como una figura religiosa adversa a la ciencia, arguyeron que no debía hablar en una universidad pública.

Sancte Pater Benedictus PP. XVI

El 31 de octubre de 1992, al cumplirse los 350 años de la muerte de Galileo Galilei, el Santo Padre Juan Pablo II, Siervo de Dios de feliz memoria, lo rehabilitó solemnemente y criticó los errores de los teólogos de la época que dieron pie a tal condena, sin descalificar expresamente al tribunal que lo sentenció. Ad contrario sensu, Juan Pablo II expresaba «que el dictamen contra Galileo fue un error que se derivó de una trágica incomprensión mutua».

Este «mea culpa» del Papa Juan Pablo II fue considerado para muchos como la palabra definitiva en torno a esta cuestión secular. Hoy, en el Vaticano se piensa ya en una nueva edición de las actas del proceso que actualice las de hace treinta años.

El aniversario de Galileo parece estar dando al Vaticano nuevo ímpetu para zanjar la cuestión de una buena vez. Al hacerlo, los funcionarios de la Santa Sede están poniendo de relieve tanto la fe de Galileo como su ciencia, para mostrar que ambas no son mutuamente excluyentes.

En una conferencia vaticana de noviembre del año 2008, la cual se intituló «La ciencia 400 años después de Galileo Galilei», el número dos del Vaticano, el cardenal Tarsicio Bertone, dijo que Galileo fue un astrónomo, pero que «amorosamente cultivó su fe y su profunda convicción religiosa». En efecto, Bertone dijo también que «Galileo Galilei fue un hombre de fe que vio a la naturaleza como un libro escrito por Dios».

El jefe del Pontificio Consejo para la Cultura del Vaticano, que copatrocinó la conferencia, fue más allá. El arzobispo Gianfranco Ravasi dijo a Radio Vaticano que Galileo «podría convertirse para algunos en el patrono ideal de un diálogo entre ciencia y fe». Agregó que «los escritos de Galileo ofrecían una «ruta» para explorar cómo la fe y la razón no eran incompatibles».


El benemérito sacerdote jesuita John Padberg, brillante historiador de la Iglesia y director del Instituto de Fuentes Jesuitas de la Universidad de St. Louis, en Missouri, dijo sospechar que el nuevo énfasis del Vaticano sobre la fe de Galileo proviene del mismísimo Sumo Pontífice. «El Papa Benedicto XVI está ardientemente convencido de la congruencia entre fe y razón, y le preocupa, especialmente en las circunstancias actuales, darle a la razón su lugar debido en todo el esquema de cosas», dijo.

El italiano fue muy polémico.

Si bien es ampliamente aceptado que Galileo fue un católico convencido, Padberg cuestionó que pueda alguna vez ser aceptado como una especie de patrono para el debate entre ciencia y razón. Para el brillante y eminente religioso jesuita esa posibilidad no es viable y sus temores los justifica diciendo: «Por cierto que para mucha gente de ambos bandos eso se vería como una posibilidad muy remota».

El Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, quien es un eminente y brillante teólogo, ha hecho de la exploración de las relaciones fe-razón un aspecto clave de su ministerio petrino, y en particular ha ordenado al periódico oficial, «L’Osservatore Romano», asumir esta misión.

Por otro lado, Benedictus PP. XVI es un Pontífice amigo de la Astronomía, que habla siempre de cosas científicas en sus intervenciones públicas. En su bendición dominical, a fines del año 2008, expresó a los participantes del Ángelus en la Plaza de San Pedro del Vaticano: «Quizás no todos saben que la Plaza de San Pedro es también un meridiano: el gran obelisco, de hecho, arroja su sombra a lo largo de una línea que recorre el empedrado hacia la fuente que está bajo esta ventana, y en estos días la sombra es la más larga del año».

La intención de la Santa Sede para reeditar las actas del proceso a Galileo Galilei (Pisa, 1564-Florencia, 1642), pretende recordar que el entonces Papa Urbano VIII, de la familia Barberini, nunca firmó la condena de la Inquisición al científico italiano. Así lo aseguró el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, Monseñor Gianfranco Ravasi, en la víspera del congreso «La ciencia, 400 años después de Galileo Galilei».

«El Papa no firmó la sentencia y los cardenales no se pusieron de acuerdo sobre la condena; por esto, estaría bien volver a publicar las actas en su totalidad, para tenerlas de nuevo a disposición en una edición lo más acertada y rigurosa posible desde el punto de vista crítico», explicó Ravasi.
El hecho de que la sentencia no fue firmada por el Papa «es un dato histórico poco conocido», añadió el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura cuando el Vaticano participa en el «Año de Galileo», este 2009, con motivo del 400 aniversario de la construcción del primer telescopio por el científico italiano.

No obstante, la documentación sobre los procesos contra Galileo Galilei de los archivos vaticanos está incompleta. A pesar de los largos y amplios estudios que no pocos estudiosos han realizado en el pasado para «descubrir», o mejor dicho, encontrar las actas del proceso inquisitorio de Galileo Galilei, hasta hoy no poseemos más que los escritos originales de un mísero resto extraído de voluminosos «expedientes» inquisitorios de Galileo de la época del proceso (1633) o de poco después. Este «extracto» permaneció durante siglos en el archivo de la Congregación del Índice (que solicitó al Sant'Offizio dichos papeles) y se llevó después a París durante la triste confiscación de los Archivos Vaticanos dispuesta en 1810 por Napoleón, pasando por tanto por las manos del duque de Blacas, y finalmente fue enviado por la viuda de éste al Archivo Secreto Vaticano en 1843.

El volumen II, que erróneamente se ha designado durante mucho tiempo como «proceso de Galileo Galilei», en realidad es un conjunto de escritos recopilados por la Congregación del Índice tras la condena de Galileo con el fin de aplicar, sobre la base de las deposiciones y confesiones del proceso, la prohibición de sus libros y la enseñanza de su doctrina (en el interior hay numerosas cartas de obispos o representantes pontificios que atestiguan haber recibido la notificación de dicha prohibición. Algunos de estos escritos se extrajeron de los expedientes perdidos (parece ser que se trata de varios volúmenes) del proceso de Galileo, del cual se conserva todavía la foliación (uno de estos volúmenes tenía al menos 560 folios, es decir 1120 páginas).

Tras la condena de las tesis científicas que sostenía Galileo se llegó, como es bien sabido, a la abjuración pronunciada por el gran pisano en la iglesia de la Minerva el 22 de junio de 1633. En los meses siguientes, Galileo obtuvo de Urbano VIII la posibilidad de cumplir su pena de prisión en su villa de Arcetri (1 de diciembre de 1633). Desde ahí, el 17 de diciembre de 1633 enviaba una carta totalmente autógrafa a su «protector», el cardenal Francesco Barberini, gracias a cuya intervención había obtenido ese favor (b).



Galileo rompió con dogmas impuestos al conocimiento por el aparato eclesiástico que, desde siglos atrás, había mantenido entre sus paredes a los grandes autores que pudieran cuestionar los ordenamientos propuestos por la Iglesia. Años antes se había aceptado que la Tierra era el centro del Sistema solar según las leyes dictadas por Dios, esto había sido planteado en el Sistema Ptolemaico o de Aristóteles. Galileo retomó las ideas de Nicolás Copérnico, en torno a la teoría Heliocéntrica del Sistema solar, que proponía al Sol como astro inamovible a partir del cual se estructuraban los movimientos de los planetas a su alrededor. En 1630 Galileo viajó a Roma para obtener el permiso de publicar su Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo, en 1633 es condenado, acusado y obligado a retractarse de sus teorías. Para Galileo fue, como podemos imaginar, un momento crítico: sus descubrimientos y propuestas científicas, que revelaban muchos conocimientos para la humanidad, eran también la causa de que su vida se encontrara en peligro.

Tuvo que arrepentirse, aunque algunos afirman que sólo lo hizo para salvarse de morir. ¡Que los grandes pensadores y científicos de la época tengan que pedir permiso siempre al Papado para publicar cualquier avance científico, ya es el colmo! Menos mal que hoy ese poder ya no es tal, con el Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, un Sumo Pontífice abierto siempre al diálogo, defensor del pensamiento ajeno y tolerante con la ciencia y sus maravillosos descubrimientos.




Cursos y exposiciones

Con motivo de estas conmemoraciones, el Vaticano planea reeditar las actas del proceso a Galileo Galilei para recordar que el papa Urbano VIII nunca firmó la condena de la Inquisición al científico italiano, según dijo recientemente Ravasi. Entre las iniciativas destaca el convenio que se celebró el 26 de febrero en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma sobre «1609-2009. 400 años de ‘Sidereus Nuncius’ de Galileo».

Del 26 al 30 de mayo se celebró en Florencia el convenio internacional de estudios «El caso Galileo. Una relectura histórica, filosófica, teológica», organizado por el Instituto Stensen de los Jesuitas.

Del 21 al 26 de junio habrá un curso de estudios organizado por la Specola Vaticana (el Observatorio Vaticano) desde 1986 y durante todo el mes de octubre estará abierta en el Vaticano la exposición «Galileo 2009, Fascinación y fatiga de una nueva mirada sobre el mundo. A 400 años de la primera observación con telescopio».

Del 15 de octubre al 5 de enero de 2010 se exhibirá en los Museos Vaticanos la exposición «Astrum 2009: el patrimonio histórico de la astronomía italiana de Galileo hasta hoy», que incluirá libros, archivos e instrumentos procedentes de la Specola Vaticana y de los Museos Vaticanos, así como el manuscrito «Sidereus Nuncius», de Galileo, conservado en la Biblioteca Nacional Central de Florencia.

Galileo Galilei fue condenado por la Inquisición por haberse adherido a la teoría de Copérnico, que sostenía que era el Sol, y no la Tierra, el centro del Universo en contra de lo que se pensaba en su época.

El 31 de octubre de 1992, a los 350 años de su muerte, Juan Pablo II lo rehabilitó solemnemente y criticó los errores de los teólogos de la época que dieron pie a tal condena, sin descalificar expresamente al tribunal que lo sentenció.

En un discurso de 13 páginas, leído en la Sala Regia del Palacio Apostólico, el Papa Wojtyla le calificó de «físico genial» y «creyente sincero», «que se mostró más perspicaz en la interpretación de la Escritura que sus adversarios teólogos».

Salutem dicit cum veritas semper fidelis,


DIEGO DEMETRIO ORELLANA


Datum Concha, apud flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Iunii, die vicesima ac prima, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate XII Dominica per annum.

lunes, 22 de junio de 2009

AGENDA CULTURAL DE JUNIO INFAMA A LA HISTORIA Y A LA LENGUA DE CASTILLA

LA DISPUTA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

CORPUS CHRISTI

OBRA DE RAFAELLO SANZIO

Santa Ana de los Ríos de Cuenca, junio 21 del año del Señor de 2009

In sollemnitate XII Dominica per annum

Ing. Marcelo Cabrera Palacios

ALCALDE DE CUENCA

Ciudad

De mi consideración:

«Semper idem in Concha, Culturalis diarium in mensis Iunii anno bismillesimus nonus adversas historia et hispanica lingua est cum terribilis sensus contra intelligentiam/ Como siempre en Cuenca, la Agenda cultural en junio está en contra de la Historia y la lengua de Castilla, con un sentido terrible en contra de la inteligencia».

La Agenda cultural de la I. Municipalidad de Cuenca, correspondiente al mes de junio, contiene graves errores en contra de la Historia y la lengua de Castilla, por lo que nuevamente me permito señalar las equivocaciones encontradas, a fin de que se sancione a los responsables y se tomen medidas para evitar estos deslices que, como ya se lo he dicho varias veces, atentan en contra del prestigio cultural de nuestra ciudad.

  1. Otra vez, Señor Alcalde, le hacen decir a usted cosas absurdas en el liminar de la Agenda cultural, cuando su autoridad manifiesta ad pedem litterae: «Junio es un mes en que la tradición culinaria y religiosa domina las calles del Centro Histórico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca. Cientos, miles de transeúntes… tienen la oportunidad de deleitarse con la antigua tradición del Septenario y los dulces de Corpus Christi».

Con todo el respeto que usted se merece debo indicarle, prima facie, en primer lugar, que me parece sorprendente que el Alcalde de Cuenca se refiera a la época de Corpus Christi y no sepa que, en ese período del año, no existe ninguna tradición culinaria en Cuenca sino una actividad ligada a la repostería, que es muy diferente.

En efecto, Señor burgomaestre cuencano, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Castellana define de manera distinta a culinaria y repostería, pues la primera palabra significa, in stricta veritas et diligentia, «el arte de guisar», o sea relativo a la cocina, mientras que la segunda palabra es definida, cum claritatis et vera definitionem, como «el arte y el oficio del repostero», que es la persona que tiene por oficio hacer pastas, dulces y algunas bebidas.



Ergo, en consecuencia, Ing. Marcelo Cabrera Palacios, usted ha hablado como un perfecto ignorante al decir semejantes barbaridades. ¿Quién es el ciudadano que le da escribiendo estas cosas desde la Dirección de Cultura del Ayuntamiento cuencano? ¿Por qué este personaje no es sancionado, si mes a mes le hace decir a usted una serie de cosas abstrusas que le hacen parecer como un Alcalde que no sabe hablar correctamente el Castellano?

En segundo lugar, Junio no es el mes en que se celebra Corpus Christi como usted dice en el liminar de la Agenda cultural, pues esta celebración nunca es fija en el calendario; se trata de una fiesta móvil de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que muy bien puede caer en mayo o en junio, pero nunca exclusivamente en este último mes. Por lo tanto, adversas sensus comunis, definir a Junio como «un mes en el que la tradición culinaria y religiosa domina las calles del Centro Histórico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca» es algo inadmisible si se ha de considerar que se refiere expresamente a la solemnidad de Corpus Christi.

Dicho lo cual, Señor Alcalde, usted ha quedado como un individuo impreparado que ni siquiera conoce la diferencia entre culinaria y repostería, como tampoco, ad contrario sensu, parece tener noción de la naturaleza de la festividad de Corpus Christi en nuestra tradición cultural y religiosa.



2. En la página 5, en el artículo intitulado «Cuenca y su mundo» se escribió, de verbo ad verbum, la siguiente atrocidad en contra de la lengua de Castilla: «En el mes de junio, lo más representativo de la cocina cuencana es su repostería, y todo porque en este mes se celebran las fiestas de Corpus Christi».

Es sorprendente que un lingüista como Oswaldo Encalada Vázquez desconozca que, en la lengua castellana, secundum artem, «cocina» y «repostería» son dos cosas diferentes, mientras afirma taxativamente que Junio es el mes de Corpus Christi, cuando ya hemos indicado, ut supra, que esta festividad no es exclusiva del sexto mes del calendario, pues se trata de una fiesta móvil. El año pasado, verbi gratia, Corpus Christi se celebró en mayo y justamente el jueves 22 fue la gran solemnidad de Corpus Domini, habiendo terminado la octava de Corpus Christi el jueves 29 de mayo, dos días antes de junio del año 2008.

3. Más abajo, Encalada afirma otra temeridad cuando dice, ad litteram: «Poca gente sabe que la fiesta del Corpus es la fiesta en honor de la institución de la Sagrada Eucaristía». La redacción de esta frase es indigna para un lingüista si se ha de considerar la inadmisible redundancia cuando escribe fiesta dos veces seguidas, mientras lo aseverado es falso, pues desde hace más de 25 años, la Universidad Católica de Cuenca coloca -durante la octava de Corpus Christi- una custodia y un letrero luminoso gigantesco en lo alto del antiguo Seminario, en el Parque «Abdón Calderón Garaicoa», el cual dice: «Gloria al Santísimo» y sólo por este anuncio cualquier imberbe ciudadano propio o foráneo sabe que esa festividad es en honor a la Santa Eucaristía, a más de que esas cosas se aprenden en el Catecismo de los niños cuencanos, previo a la Primera Comunión, que todavía la hacen el 90 por ciento de los alumnos de las escuelas de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.

Semper idem in Concha, estas barbaridades que se escriben en la Agenda cultural ofenden de veras a la inteligencia de los cuencanos, mientras demuestran que no existe un buen trabajo de edición de dicha publicación; es más, por más que cada mes se hacen observaciones a los textos publicados en dicho medio de comunicación municipal, no se toman los correctivos adecuados para resguardar el prestigio de ciudad culta que es propio de la urbe, por lo que es lamentable la desidia mostrada por las autoridades del Ayuntamiento cuencano para corregir estas equivocaciones.



JUAN CORDERO, CRONISTA VITALICIO DE LA URBE

4. Ex admirationem, en la página 9, el Cronista Vitalicio de la urbe, Juan Cordero Íñiguez, reproduce un elogio a Cuenca publicado en 1586, por Rodrigo de Arcos, con informaciones sobre la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca correspondientes a 1588. ¿O sea, el señor Arcos predecía el futuro? ¿O qué está pasando con el Cronista Vitalicio al cometer demasiadas equivocaciones, mes a mes, demostrando quizás que no era la solución que el Ayuntamiento cuencano decía haber encontrado para evitar los errores en contra de la Historia en la Agenda cultural? ¿No será que se le ha expedido inmerecidamente el nombramiento de Cronista Vitalicio de la urbe?

En efecto, en dicha página, ad initium, se lee el siguiente subtítulo: «CUENCA EN 1586. No obstante, en la segunda columna de ese escrito, en la misma nota de Arcos, se consigna: «1588: La peste del tabardillo afecta gravemente a la población indígena. Se resuelve no recibirlos en el hospital por ser muy contagiosa. Se los aloja en las casas de los caciques Francisco Tatay y Juan Ladino. El Cabildo nombró a Juan de Orduña para que los curara con una bebida de aceite, vinagre y azúcar…».

Cuidado con malinterpretar que yo pudiera estar en contra del Cronista Vitalicio. Lo aprecio mucho, lo respeto y es mi amigo, pero no puedo callarme ante tamañas equivocaciones que atentan en contra de la correcta información que merecen los habitantes de la morlaquía, en una publicación destinada a educarlos; por ello, en mi condición de escritor castizo y defensor de la historia de la urbe, debo señalar estas equivocaciones, vengan de donde vinieren, pues además, frente a mis amigos, estoy convencido con Aristóteles, que: «Amicus Plato, sed magis amica mia veritas/ Mi amigo es Platón, pero más amiga mía es la verdad».


5. En la página 15 se publica una imprecisión histórica en el artículo titulado «Cuenca: leyenda y tradición», cuando se escribe, al hablar de Juan Pablo Toral Burbano, el autor de un vídeo de leyendas cuencanas: «Amante de la ciudad, el productor inició su investigación sobre la materia observando que era escasa la información escrita al respecto»

Esto es falso, pues hay un escritor cuencano a quien debemos leer por ser quien rescató profusamente, de la memoria oral de los habitantes de la morlaquía, las más importantes leyendas cuencanas. Me refiero al Dr. Juan Íñiguez Vintimilla.

Ad absurdum, quizás por desconocer este antecedente se han «rescatado», en ese trabajo audiovisual, leyendas de dudosa procedencia, que en modo alguno son cuencanas, como por ejemplo: «La niña curiosa», «El árbol del diablo» o «El perro encadenado».

Secumdum Ius fasque/ Según razón y justicia, ¿no será hora de preguntarse si al recopilar lo que no es propio de la morlaquía se están mas bien inventando cosas fabulosas para pasarlas como gato por liebre? ¿Quién controla esto en una ciudad que desgraciadamente, por cosas de esta naturaleza y otras más, está perdiendo su identidad y autenticidad?




6. En la página 46 se publica otra imprecisión en el artículo titulado «Museo de las Conceptas: un testimonio histórico», cuando se escribe que el convenio que el Banco Central del Ecuador había firmado para destinar a museo una parte del monasterio de las Conceptas de Cuenca lo hizo con la Diócesis de Cuenca. Al respecto, se ha de indicar, alere flamam veritatis, que desde el año 1957 dejó de existir la Diócesis de Cuenca, pues en aquella época, el Santo Padre Pío XII erigió la Arquidiócesis de Cuenca, que es el ente que firmó dicho convenio, por lo que ese error es inadmisible por parte de quien lo escribió.

En fin, Señor burgomaestre cuencano, el hecho de que la Municipalidad de Cuenca no tome medidas para mejorar la calidad intelectual de la Agenda cultural no obsta en modo alguno para que se deje de decir que los errores en contra de la Historia, la lengua de Castilla y la cultura son imperdonables en esa publicación y deben registrarse con animus corrigendi, in honorem urbis et cum respectum per culturalis aspectibus.

Salutem dicit cum veritas semper fidelis et copiosa gratia in Christum Dominum Nostrum,

DIEGO DEMETRIO ORELLANA

Datum Concha, apud flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Iunii, die vicesima ac prima, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate XII Dominica per annum.

domingo, 21 de junio de 2009

«IN HONOREM PATRIMONIUM CULTURALIS IN CONCHA» CUIDADO CON LA CRUZ DE TODOS LOS SANTOS


«IN HONOREM PATRIMONIUM CULTURALIS IN CONCHA»

CUIDADO CON LA CRUZ DE TODOS LOS SANTOS

DILECTISSIME AMICI APUD FLUMINA TOMEBAMBA:

La ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca cuenta con un ícono patrimonial de inconfundible presencia dentro de su casco histórico. Se trata de la llamada Cruz de Todos los Santos, la cual permanece junto a la iglesia del mismo nombre, sobre el Río Tomebamba, en uno de los rincones más importantes de la vieja ciudad.

La cruz guarda características muy peculiares que la vuelven única, pues aunque en Cuenca existen otras que se emplazan en diversos puntos de su territorio, ésta tiene ciertos elementos que la definen y la consolidan de forma particular. Por ejemplo, cum originalis inspirationem, posee una caseta de teja, con un cielo raso de latón policromado en el que existen algunas figuras y adornos que combinan con el conjunto de la construcción, cuyas pilastras son de madera y dentro de las mismas se yergue el pedestal central de cal y ladrillo, color blanco, sobre el que surge la cruz, de color verde, con algunos símbolos de entrañable significado que grafican el significado cristiano de la crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo.




En efecto, la simbología de la cruz es curiosa desde todo punto de vista: en ella está, in honorem Christum Dominum Nostrum, el sudario del Señor, la escalera por donde fue bajado del madero para su sepultura, el gallo que le cantó a San Pedro, después de negarle al Divino Maestro, la lanza del costado con la que el centurión comprobó, según el relato evangélico, que el Señor estaba muerto de veras y un corazón de Cristo emplazado en el centro y que grafica la devoción de los cuencanos al Sagrado Corazón de Jesús, a lo largo de los tiempos.

En la ruta diaria que muchas personas tomaban por la Calle Larga, en dirección a la Avenida Huayna Cápac, la cruz ha sido, sicut lumen in coelum, un testigo presencial de la historia de ese antiguo sector de la Cuenca de antaño, cerca de las panaderías del barrio de Todos los Santos, en donde ese perfume madrugador del mestizo y de la rodilla de Cristo, ha acompañado, día a día, a los cuencanos y cuencanas de todos los tiempos. Era, por ejemplo, entre las décadas de 1950 y 1980 el paso obligado para llegar a los vestigios de Todos los Santos y Pumapungo, lugar éste en donde se emplazaba el Colegio «Rafael Borja», de los beneméritos padres de la Compañía de Jesús, nuestros inolvidables preceptores, los jesuitas.


Es la Cruz de uno de los barrios más tradicionales de Santa Ana de los Ríos de Cuenca que sigue allí esbelta, orgullosa, compasiva, amorosa, simple y que hoy se encuentra ante un posible peligro de ser tocada para ser emplazada unos metros más atrás, adversas suam authenticam historia, a fin de liberar el atrio del templo en el actual proceso de remodelación que ejecuta la Municipalidad de Cuenca.

Esta información ha salido de los propios arquitectos que restauran el templo en estos meses y la noticia preocupa a muchos cuencanos interesados en la defensa de los bienes patrimoniales de la urbe. Non possumus accipere haec transfigurationis y por ello, la cruz no debería ser tocada, pues emplazarla en otro sitio constituiría un grave atentado a este bien patrimonial.

Desde este espacio cultural queremos alertar a la comunidad cuencana, coram populo et in honorem Patrimonium culturalis, para aglutinar esfuerzos colectivos y levantar voces ciudadanas que impidan que un hecho de esta naturaleza se consume. Si el argumento para hacerlo es embellecer a Cuenca, mas bien digamos que de esta forma se va a despersonalizar a la capital azuaya, ciudad con auténticos valores que la identifican como una urbe sui generis y peculiar.



Cuenca no necesita de este tipo de retoques para ser hermosa. De lo contrario nos podríamos preguntar: ¿cuándo tumbarán la cruz de El Vado o la de El Vecino si un día a algún advenedizo arquitecto se le ocurre que, en aras de la modernidad, no se encuentran bien ubicadas? Ad contrario sensu, ¿Por qué no mover la Catedral de la Inmaculada Concepción a otro lado en donde se la aprecie «mejor» si ese es el criterio válido para intervenir en los tesoros patrimoniales de Cuenca?

El Patrimonio cultural de la urbe debe ser precautelado por sobre todas las cosas, haciendo que el pueblo tome conciencia de su inconmensurable valor histórico y salvaguarde su identidad, ex informata conscientia, pero nunca destruyendo sus riquezas o bienes patrimoniales. ¿Quién es el político de turno que ha tenido esta terrible idea que si se ejecuta se convertirá en uno de los más graves atropellos al patrimonio cultural y a la historia de Santa Ana de los Ríos de Cuenca?

Salutem dicit cum veritas semper fidelis,

DIEGO DEMETRIO ORELLANA

Datum Concha, apud flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Iunii, die vicesima ac prima, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate XIII Dominica per annum.

sábado, 20 de junio de 2009

OTRO ATROPELLO EN CONTRA DE LA LENGUA DE CASTILLA



Santa Ana de los Ríos de Cuenca, junio 21 del año del Señor de 2009

In sollemnitate XIII Dominica per annum

Dr. Joaquín Moscoso

DIRECTOR DEL INSTITUTO DE PATRIMONIO CULTURAL

REGIONAL CUENCA


Ing. Paúl Carrasco Carpio

PREFECTO PROVINCIAL DEL AZUAY

Ciudad

De mi consideración:

«Gravissimus deffectibus adversas hispanica lingua in Concha vulnerat sermones pressio sicut horribilis et terribilis errorem / Un gravísimo defecto en contra de la lengua de Castilla vulnera la precisión semántica como un error horrible y terrible».

Adversas hispanica lingua et amoris veritatem, se ha cometido un terrible error de precisión semántica, en contra de nuestra bella lengua de Castilla, en dos de las gigantescas pancartas que el Instituto de Patrimonio Cultural ha hecho colocar junto a la vieja edificación de la esquina de las calles Simón Bolívar y Tomás Ordóñez, la cual ha sido intervenida gracias al decreto de emergencia del Patrimonio Cultural.

Justamente, me refiero al viejo edificio del Convento de las Madres del Buen Pastor, inmueble en donde funcionó, por mucho tiempo, la escuela «Manuela Cañizares», en cuyas pancartas se ha escrito, cum terribilis sensus, «Monasterio del Buen Pastor», en perfecto desconocimiento de la diferencia que existe entre un monasterio y un convento.

Como no puede ser de otra forma, in honorem lingua nostra, me permito sugerir que se busque siempre la precisión idónea para el uso correcto de las palabras en nuestra lengua castellana. Así, la tradición ha configurado una diferencia notoria entre lo que es un monasterio y un convento.





Ergo, aunque el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Castellana toma a estos dos términos como sinónimos, en verdad, el «monasterio es la casa de religiosos o de religiosas, generalmente alejado de un pueblo o dentro de una urbe, en donde dichas personas se dedican a una vida de clausura», lo cual no es el caso de las Madres del Buen Pastor, quienes no tienen la condición de vida contemplativa que se ejecuta en un monasterio. Por su parte, «convento es la comunidad de religiosos o religiosas que habitan en la misma casa bajo una regla, acepción perfectamente aplicable a la mencionada comunidad de Madres del Buen Pastor».

En consecuencia, Dr. Moscoso, cum accurata diligentia, lo correcto hubiese sido escribir en las pancartas, con más exactitud: «Convento del Buen Pastor», en vez de «Monasterio del Buen Pastor» y así se hubiera evitado esta grave y oprobiosa contradicción que atenta en contra de nuestra incomparable lengua de Castilla.

Abyssus abyssus invocat/ el abismo llama al abismo, y así este error ha traído ya una secuencia inaudita, Ing. Paúl Carrasco, cuando el Consejo Provincial hace circular unas invitaciones para festejar el próximo 30 de junio el aniversario de su creación, con «un brindis que tendrá lugar en el monasterio del Buen Pastor»

Escribo estas líneas en salvaguarda del prestigio cultural de mi ciudad; ergo, desde mis funciones de escritor castizo y en uso de mis derechos ciudadanos, no puedo dejar de protestar por este nuevo atropello en contra del Castellano.

Mientras espero una acogida favorable a la presente, reciban ustedes un cordial saludo.

Copiosa gratia, salutem et benedictionem in Christum Dominum Nostrum,

DIEGO DEMETRIO ORELLANA

Datum Concha, apud flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Iunii, die vicesima ac prima, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate XIII Dominica per annum.


viernes, 19 de junio de 2009

UN MAGNÍFICO LIBRO PARA LA CAPITAL DE LA MORLAQUÍA


UN MAGNÍFICO LIBRO PARA LA CAPITAL DE LA MORLAQUÍA

«DULCES DE CUENCA»


Un buen aporte a la bibliografía de la localidad constituye la aparición del libro «Dulces de Cuenca». La obra recopila, in veritas et iustitia, un compendio de recetas antiguas de dulces cuencanos que Ana Mercedes Astudillo Naranjo, de 92 años de edad, aprendió a hacerlos desde niña. Su padre, José María Astudillo Ortega, hombre culto y conservador en la época del General Eloy Alfaro, y su madre, Ana María Naranjo, piadosa y católica mujer, eran priostes del Septenario de Cuenca, ésta por el grupo de las señoras de la urbe y aquel por el gremio de comerciantes.

El libro «Dulces de Cuenca» ha sido editado por Josefina Calle y Roberto Aguilar, con fotografías de Jorge Vinueza y ha contado con los auspicios de la I. Municipalidad de Cuenca y la Universidad de Cuenca, en una maravillosa presentación de formato espiral, en impresión a todo color. Se trata de dulces cuencanos que, con toda certeza, tienen más de un siglo, pues su autora, cuando niña, in illo tempore, los había aprendido de una panadera del barrio de «El Vado», apodada «la sapita» y llamada Carmen Mora, la cual tenía como ayudante a «Jishuca», una mujer no muy mayor a la entonces niña Ana Mercedes y que dominaba precisos secretos para la elaboración de esta tradicional repostería.



Carmen Mora, antes de heredar el horno de leña de su panadería, aprendió de niña estas recetas, seguramente porque, al igual que la Jishuca, era ayudante de su madre, quien le enseñó la dulcería. Por lo tanto, in via veritatem ad inquirendam, rastreando datos y fechas se ha de columbrar que la repostería cuencana, de la cual esta obra hace un admirable recetario, viene por lo menos desde el año 1870, cuando «la sapita» era una niña. Sin embargo, exceptis excipiendis, aunque hasta esa fecha se tiene noción real de la antigüedad de estas recetas, es lógico suponer que se trata de dulces cuencanos con una tradición aún mayor, pues la manera de elaborarlos ha sido transmitida de generación en generación a lo largo de los siglos. Lo dicho se confirma cuando hemos de considerar que la celebración del Septenario Eucarístico de Corpus Christi fue establecida en Cuenca en el mismo año de su fundación castellana, en 1557.

Quizás por ello, hay en las recetas publicadas otras pistas con trasfondos lingüísticos que no se deben mirar de refilón. Por ejemplo, in honorem admirabilis lingua nostra, los llamados «huevos de faltriquera» tienen su antecedente primigenio en la época de don Francisco de Quevedo y Villegas, gloria eminente de las letras castellanas, cuando el genial literato de la lengua de Castilla llamaba «críticos de faldriquera», a los que prodigaban latines, como si los repartieran a los niños, sacándolos del bolsillo. Así cuenta Roberto Aguilar, en el prólogo de la obra, para señalar –in stricta et accurata veritas- que la «faldriquera», aunque ha desaparecido del vestuario, no era otra cosa que un bolso o bolsillo, que se pendía del cinto, sobre el pantalón o la falda y donde se llevaban los dulces conocidos como «huevos de faltriquera» para repartir a los niños en las fiestas.

Pero en el Siglo de Oro de la literatura castellana, los «huevos de faldriquera» eran apenas unas simples bolas de azúcar y yema. Sin cambiar de nombre, mutatis mutandis, llegaron a convertirse en una exquisita delicadeza de maní encofitado del Corpus Christi cuencano, que los habitantes de la morlaquía han saboreado desde la época colonial y que la niña Anita Mercedes los conoció con una fuerte tradición culinaria, como referentes de la especial confitería de la octava de Corpus Christi, como muy bien indica Roberto Aguilar en el sugerente prólogo de la obra.

De esta manera, semper mirabiliter in Concha, la publicación que comentamos hoy es un esfuerzo editorial digno de encomiar por la originalidad con la que se presentan las diferentes recetas de dulces cuencanos divididos en tres clases: dulces de Corpus, dulces de primera comunión y dulces para otras ocasiones. Junto a los huevos de faltriquera, el lector se encuentra con legendarios dulces de Corpus Christi como los alfajores, las arepas, las cocadas, el pan de viento, las quesadillas, los quesitos, las roscas de yema, los suspiros y los turrones. Entre los dulces de primera comunión se hallan los bastoncitos de queso, los bizcochos, los dedos de dama, las galletas de diversas clases, los relámpagos, entre los más importantes; mientras que en la sección de dulces para otras ocasiones se descubren originales recetas de una dulcería que deleita al paladar de cualesquier persona con dulces tales como las galletas de chocolate, las hojuelas y las empanadas de horno.

Esta magnífica recopilación de recetas de los múltiples dulces cuencanos de todas las épocas es más bien una acción de preservación de las tradiciones de antaño, in honorem Concha, en una ciudad que se ha caracterizado, justamente, como centro incomparable de cultura, en donde, la gastronomía y la repostería han tenido un puesto de preeminencia para encumbrar a la capital de la morlaquía como una urbe original y auténtica por sus costumbres y fuerte personalidad histórica.


Hay una sección fotográfica que figura, ex admirationem, como colofón de la obra, la que -a través de excepcionales imágenes a todo color- da cuenta, a la manera de una reportería especializada, de la tradicional celebración del Septenario o Setenario cuencano, con sus castillos y juegos pirotécnicos, los dulces de Corpus Christi, los globos y la fiesta multicolor que los habitantes de la morlaquía disfrutan en las noches de la octava de Corpus junto a los turistas que visitan la urbe y viven las profundas costumbres de una ciudad afecta a las grandes manifestaciones del espíritu.

No obstante, Ana Mercedes Astudillo, la autora de la publicación que comentamos, aclara que no es la creadora de estos dulces, pues afirma «no haber inventado nada» cuando habiendo aprendido a hacerlos desde niña, consideró que era menester recopilarlos en un recetario, pues –qué duda cabe- son dulces que se han realizado en Cuenca, in aeternum, desde siempre. Para consolidar su proyecto tuvo la ayuda de sus empleadas Luisa Cabrera, Ana y Gabriela Guazhambo, así como la colaboración de sus nietas, Daniela, Valeria y Ana María Calle, junto con Inés Aguilar, quien hizo dos recetas siguiendo las instrucciones de la autora.



Josefina Calle y Roberto Aguilar, los editores de esta obra llamada a perdurar, son cuencanos de nacimiento que aman a Santa Ana de los Ríos de Cuenca con alma, vida y corazón, y han logrado crear un libro que refleja de cuerpo entero, in honorem urbis et suam authenticam faciam, la bella repostería cuencana, con un buen cuidado de nuestra hermosa lengua de Castilla y un exquisito sentido estético para mostrar las recetas junto a las espléndidas fotografías que sugestionan a los lectores para valorar, de forma superlativa, la riqueza de la repostería cuencana que recoge los secretos de antaño y da testimonio de su autenticidad y originalidad a lo largo de los tiempos.

Copiosa gratia, salutem et optatissima pax per vobis,
a Deo benedicaris


DIEGO DEMETRIO ORELLANA

Datum Concha, apud flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Iunii, die vicesima, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate Corpus Christi.

viernes, 12 de junio de 2009

LA TRADICIÓN DEL CORPUS CHRISTI EN SANTA ANA DE LOS RÍOS DE CUENCA

«IN SOLLEMNITATE CORPUS CHRISTI»
ANNO DOMINICAE INCARNATIONIS BISMILLESIMUS NONUS

La festividad de la octava de Corpus Christi se ubica siempre, de forma anual, dos meses después de la Pascua Florida de Resurrección. Para el mundo cultural de la morlaquía, in aeternum, esta es una de las fiestas populares más emblemáticas de Cuenca, luego del Pase del Niño Viajero.

Corpus Christi viene de la inmortal lengua latina y significa Cuerpo de Cristo. Para la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana es la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, también llamada Corpus Domini o Cuerpo del Señor.

Se la conoce como octava de Corpus porque dura una semana, contada desde el jueves inmediatamente posterior al domingo de la Santísima Trinidad, el cual es ubicado, a la vez, luego de la dominica de Pentecostés, que es fijada inmediatamente posterior al tiempo pascual o «laetissimus tempus», que dura seis semanas.

Se lo conoce igualmente como el septenario eucarístico, debido a que es un período de siete días, durante los cuales los fieles católicos adoran a su Divina Majestad expuesto en la custodia, para el culto público, en las iglesias y templos de la cristiandad.

En otras palabras, Corpus Christi se lleva a cabo el siguiente jueves después del octavo domingo de Pascua. Formalmente, es el jueves que sigue al noveno domingo después del equinoccio de primavera del hemisferio norte.


Esta celebración católica romana conmemora a la Santa Eucaristía, a fin de brindarle pública y solemne adoración. Se la festeja en jueves puesto que, en la liturgia católica, este día de la semana está dedicado para rendir homenaje de amor al Santísimo Sacramento del altar, bajo las especies de pan y de vino.

Para la Iglesia es una de las tres fiestas más importantes del año en relación al misterio eucarístico. Las otras dos son el Jueves Santo, día de la institución de la Eucaristía por Nuestro Señor Jesucristo y el Jueves de la Ascensión de Jesús a los cielos y que se lo ubica una semana antes de la fiesta de Pentecostés.

El origen de la festividad es curioso y se remonta al siglo XIII. Un evento extraordinario contribuyó a su institución: las visiones de Santa Juliana de Mont Cornillon, nacida en Liège, Bélgica, en 1193. Cuando creció hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad de monjas agustinas. Por diferentes intrigas tuvo que irse del convento y murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas cistercienses en Fosses. Fue enterrada en Villiers.

Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo fue intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de una luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad. Enseguida comunicó del hecho a Roberto de Thorete, entonces Obispo de Liège, también al docto dominico Hugo, más tarde cardenal legado de los Países Bajos, a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège y después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente Papa, con el nombre de Urbano IV.

El obispo Roberto se impresionó favorablemente, convocó un sínodo en el año 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim. El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez con los cánones de San Martín en Liége.

Jacques Pantaleón llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado un tiempo le insistió a Enrique de Guelders, Obispo de Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo entero.


Urbano IV, amante de la Eucaristía, publicó la bula «Transiturus» el 8 de septiembre de 1264, en la cual ordenó que se celebrara la solemnidad de Corpus Christi en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. El Papa otorgaba además, muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, pospetición del Papa y que es uno de los más hermosos en el breviario romano. Ha sido admirado aún por los protestantes. Tiene un himno famoso que todavía se canta y que se llama: «Adoro te devote latens deitas/ Yo te adoro divinidad oculta».

La muerte de Urbano IV, el 2 de octubre de 1264, un poco después de la publicación de la bula, obstaculizó que se difundiera la fiesta. No obstante, fue aceptada en Colonia en el año 1306. El Santo Padre Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el Concilio General de Viena, acontecido en el año 1311, ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV y el Sumo Pontífice Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia planetaria.

El Concilio de Trento declaró que «muy piadosa y religiosamente fue introducida la fiesta en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo».

El Santo Padre Juan Pablo, por la Divina Providencia Papa II, en su encíclica «Ecclessia de Eucharistia» exhortó a que se renueve la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnes procesiones.

En tanto es una celebración mundial, en cada una de las diversas regiones del planeta adopta diferentes formas, constituyéndose en una fiesta popular de mucho arraigo y tradición. Los conquistadores españoles la trajeron a nuestra ciudad y en Santa Ana de los Ríos de Cuenca la fiesta de Corpus Christi adquirió, a lo largo de la historia, matices particulares por la condición de la urbe de haber sido siempre una ciudad en donde sus habitantes son religiosos en sumo grado. La fama de Ciudad Eucarística se debe justamente al culto a la Eucaristía que ha sido una tradición centenaria en la capital de la morlaquía. Se la festeja desde la Colonia y se dice que se realiza en Cuenca desde su fundación castellana, en 1557. Sin embargo, los registros históricos más antiguos dan cuenta que, al menos desde el siglo XVIII, cuando Santa Ana de los Ríos de Cuenca llegó a ser Obispado, se la viene fomentando y desarrollando.

Se la conoce como Pacto Eucarístico de Cuenca y debido a que dura siete días, los habitantes de la morlaquía la bautizaron como la fiesta del Septenario. Durante una semana serán los priostes designados, los encargados de rendir homenaje a Jesús Sacramentado mediante la organización de celebraciones y actos religiosos que van de la mano de varias actividades que se desarrollan en el Parque «Abdón Calderón Garaicoa».

Entre estas actividades está por ejemplo, la presencia de los juegos pirotécnicos y la fabricación de los llamados dulces de Corpus. Durante el Septenario, su Divina Majestad es expuesta en la Catedral de la Inmaculada Concepción.

Siempre fue una conmemoración de tipo religioso que congrega al pueblo en general, indistintamente de su clase social, en la que la repostería local, la habilidad de los artesanos para la pirotecnia, la generosidad de los priostes y la devoción de la gente al Santísimo visten por algunos días de fiesta a la ciudad.

La repostería de Corpus Christi es una tradición paradigmática en la urbe cuencana. Inicialmente, los dulces eran fabricados por las monjas de clausura y las mujeres de la nobleza. Luego, la realizaban hábiles mujeres de la morlaquía que han sabido transmitir los secretos de su elaboración a sus descendientes.

Se trata de varios manjares como arepas, turrones, alfajores, cocadas, huevitos de faltriquera, suspiros, roscas, panes de viento, orejas de burro, jaleas, quesadillas, nogadas y otros dulces menos elaborados. Hoy, se expenden además, productos de la industria moderna que están conspirando contra la fabricación artesanal de esta peculiar repostería cuencana.

Durante el Septenario hay un prioste por cada día para coordinar los actos religiosos y laicos que garantizan la distracción del público. Inicialmente fueron los agricultores, los artesanos, las amas de casa, los profesionales, los representantes de las clases altas, quienes se comprometían para el priostazgo. En la actualidad se han unido el clero arquidiocesano, ciertas empresas privadas, las esposas de los militares, los abogados, los médicos y la Universidad Católica de Cuenca.

La pirotecnia es otra de las características de esta fiesta popular, pues con ella la fiesta tiene más relevancia. De esta manera, lo que más esperan los asistentes al parque central de Cuenca es el lanzamiento de los globos y cohetes por las noches y la respectiva quema de castillos, los cuales son elaborados en armazones de carrizo que llevan en su interior diablillos, cohetes, ratones y más juegos de pólvora.



Existe una unificación de los ritos religioso y secular en la fiesta de Corpus Christi. El primero gira en torno a la custodia que aloja a Su Divina Majestad. La gente en la iglesia catedral glorifica y canta al Altísimo, mientras la custodia es incensada. Cabe indicar que el humo del incienso es un viejo símbolo judío de ofrenda a Yavéh. La custodia ocupa el lugar preeminente en el altar y parécese a un sol que, en la teología de la Santa Madre Iglesia, es el sol de la Eucaristía. De la hostia consagrada salen rayos y, además, suelen estar hecha de oro y piedras preciosas.



En el rito secular, el castillo es el elemento primordial. Su quema es precedida por el lanzamiento de cohetes y globos, en glorificación al Santísimo Sacramento. Los globos suelen representarse con figuras de animales exóticos y diversas formas como estrellas o figuras geométricas, ad exemplum, pero siempre existen aquellos que tienen formas de peces, los cuales son también símbolos clásicos de Cristo in nostra Sancta Mater Ecclesia.


Quizás, los globos y los cohetes son como ofrendas del pueblo a la divinidad. Se ha encontrado un paralelismo entre los cánticos religiosos y el ruido de los cohetes o el silencio de la ofrenda del incienso y el ascenso silencioso de los globos.


Los castillos están creados en tres flancos, generalmente, rematados por una corona pirotécnica a la que llámase paloma, siempre cuentan con banderas como adornos y varias ruedas pirotécnicas que son quemadas in crescendo, de manera progresiva, y representan rayos lumínicos asociados simbólicamente con la luz que arroja la custodia al interior de la catedral. De esta forma, el castillo representa idealmente a una custodia inmensa que domina el parque super flumina Tomebamba.



El mismo armazón del castillo, con sus carrizos entrecruzados se ha interpretado como una especie de cárcel, más burda que la custodia pero similar a ella, donde mora Dios, «Rey de reyes, Señor de señores/ prisionero infinito de amor/ por curar los humanos dolores/ vive oculto en la Tierra el Señor», como dice un himno eucarístico de la morlaquía intitulado «Gloria a Cristo en su gran Sacramento».




La quema del castillo, en el rito secular tiene parangón con la bendición con la custodia que, en el rito religioso, es la culminación de las ceremonias de adoración a su Divina Majestad in honorem Corpus Christi ad gloriam aeternam.


La quema del castillo congrega a los espectadores concentrados en la eclosión de luz que sube por los cuerpos del castillo. Se ha interpretado, desde siempre, que esta aglutinación de personas alrededor del castillo representa simbólicamente el sacrificio de Cristo en la cruz, el cual fue presenciado por múltiples ciudadanos judíos que miraban expectantes su inmolación.

Luego de consumirse los castillos y terminar el ruido que provocan, queda en los asistentes una especie de silencio casi religioso que ha sido interpretado como si hubieran presenciado una demostración del poder y la grandiosidad de Dios.

En la cúspide del castillo, a veces figuran unas banderas del Ecuador y de la Santa Sede, en simbología de la estrecha relación entre la Iglesia y el Estado, que ha imperado en la sociedad cuencana, a la manera de una relación de poder religioso – poder secular.

El Septenario fue un asunto del Cabildo cuencano en sus inicios, pues éste lo financiaba y lo organizaba, no tanto como un deber cuanto como un derecho de aportación a la fiesta. Cuenta la Historia que previamente se nombraba, cada año, a los ediles que debían adornar las calles por donde pasaría la procesión de Corpus Christi, así como a los ciudadanos que debían preparar altares y a los que debían llevar el palio durante la procesión, mientras existían alguaciles que vigilaban el cumplimiento de estas responsabilidades.

Con el tiempo, el Cabildo se desentendió del auspicio de esta celebración hasta que llegó a auspiciar solamente un día del Septenario Eucarístico. Pero desde 1914 dejó de participar en la organización de las festividades.

Muy acertadamente, el Padre Julio María Matovelle, al describir el Septenario de comienzos del siglo XX, manifestaba que «la población se precipita en ondas apiñadas a las calles de la festiva ciudad, que aparece convertida en un magnífico templo». Si se ha de considerar que la Eucaristía es el banquete pascual, muy bien se habría de decir que el Septenario Eucarístico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca es como un escenario en donde la quema del castillo representa el sacrificio de la cruz, mientras el consumo de dulces de Corpus Christi es como el banquete eucarístico.
Así, ésta es una de las más célebres tradiciones religiosas y culturales de la capital de la morlaquía, la cual debe ser preservada et nunc et semper et in saecula saeculorum.

His cum affectibus vobis, salutem et benedictionem per Christum Dominum Nostrum,
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Concha, apud flumina Tomebamba, mensis Iunii, die decima ac secunda, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate Corpus Christi.