La Semana Santa es una de las más importantes tradiciones de la morlaquía y conviene rememorar los aspectos que entrañan intrínsecamente su significado e importancia.
Los orígenes de la «Semana Santa» o también llamada «Semana Mayor» se remontan a la época en la que los primeros cristianos empezaron a celebrar ocho días santos entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, para hacer un memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
In illo tempore, existían serias disputas acerca de la fecha en la cual debía de ubicarse este ciclo sacrosanto, pero la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana encontró la manera más precisa para calcular la Pascua Florida de Resurrección, a base del calendario lunar y el equinoccio de primavera que acontece cada 21 de marzo, y en el Concilio de Nicea, del año 325, estableció la siguiente fórmula: «La Pascua Florida de Resurrección será ubicada, anualmente, el primer domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena que caiga tras el equinoccio de primavera».
Como el calendario lunar dura 28 días, dicho plenilunio jamás cae en la misma fecha, razón por la que la Pascua es una fiesta móvil que suele localizarse tan temprano como el 22 de marzo o tan tarde como el 25 de abril de cada año. Este cálculo es llamado como la «epacta», palabra que viene del Griego y que se refiere al número de días en que el año solar excede al lunar común de doce lunaciones. Fijada la Pascua se establece el período de Cuaresma y la última semana de ésta se destina a la Semana Santa o Semana Mayor, la cual principia con el Domingo de Ramos, expresión que viene de la sempiterna lengua latina, en donde se conoce como «Dominica in Palmis»; por esta razón, este día es llamado, en muchos lugares, como el «Domingo de Palmas», en recuerdo de la entrada de Jesucristo a Jerusalén, cuando –según el relato bíblico- fue recibido con palmas y proclamado como Hijo de Dios.
Los habitantes de la morlaquía compran ramos para bendecirlos en las iglesias durante las misas del Domingo de Ramos, mientras la ceremonia más importante de ese día se realiza en la iglesia de San José del Vecino, de la comunidad mercedaria, en donde tiene lugar la «Procesión de Cristo Pobre», taumaturga imagen venerada en dicho templo por décadas. Miles de cuencanos suelen trasladarse hasta ese lugar para participar en esta tradicional ceremonia.
La Semana Santa culmina con el Domingo de Pascua Florida de Resurrección. Cabe indicar, que la Pascua era una de las fiestas más solemnes de los hebreos, quienes celebraban, a la mitad de la luna de marzo, la libertad del cautiverio de Egipto. La palabra nació como «pesah», que en Hebreo significa «saltear» o «pasar por alto», en alusión al hecho bíblico que cuenta, en el Libro del Éxodo, que el ángel exterminador enviado por Yavéh Dios salteó las casas de los judíos, cuyas puertas habían sido marcadas por orden divina.
El término pasó desde la lengua hebrea hasta el Griego, en donde se lo conoce como «Paska». Desde aquí, en la tradición grecolatina, se trasladó a la culta e inigualable lengua latina como «Pascha», pero en el Latín vulgar se convirtió en «Pascua» y fue este término el que heredó el Castellano, con todo un proceso de riqueza lingüística nunca antes visto.
La primera documentación del uso de esta palabra en nuestra hermosa lengua de Castilla data del año 1090, época en que nació justamente el Castellano, mas en los últimos siglos, se la ha utilizado también para designar, en la lengua castellana, a la Navidad. En otras lenguas romances no se tiene esta costumbre, excepto en el Italiano, en donde se utiliza la expresión «Pasqua minore» para referirse a la Navidad.
Esta es la razón por la cual, en nuestra cultura castellana, es común que los hispanohablantes digan: «Felices pascuas de Navidad» como un saludo típico de la época navideña, aunque es raro que digamos: «Felices pascuas de resurrección», quizás por ese carácter sagrado y de recogimiento que entraña, de profundis, la celebración de la Semana Santa, en la cual los días más importantes son los formados por el llamado «Triduo Pascual», que comprende el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo.
El Jueves Santo se conmemora la institución de la Eucaristía y en los oficios de ese día se reserva el Santísimo Sacramento del Altar en un lugar que se prepara en la iglesia, el cual es llamado «monumento», a fin de que los fieles adoren a su Divina Majestad hasta las 3 de la tarde del Viernes Santo, hora en que se conmemora la muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
Precisamente durante la noche del Jueves Santo y hasta las tres de la tarde del Viernes Santo, los habitantes de la morlaquía realizan la «Visita de las siete iglesias», tradición que conmemora los siete estadios por los que Cristo pasó desde el momento en que fue aprehendido por los judíos en el Monte de los Olivos hasta su inmolación en el Gólgota.
El Viernes Santo, en las iglesias se reza el «Viacrucis», término latino que significa «Camino de la Cruz» y se refiere a las 14 estaciones vividas por Cristo, desde el instante en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. La expresión eminentemente latina tiene una fuerte riqueza semántica en el Castellano, ya que, en sentido figurado, se la usa comúnmente para referirse a las múltiples dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos. Así, se dice, ad exemplum: «He vivido un terrible viacrucis hasta conseguir este certificado».
El mismo día Viernes Santo, a las 15:00, los cuencanos asisten a los templos para participar en la ceremonia de la «Adoración de la Cruz», en recuerdo de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Por la noche, desde la iglesia de San Blas hasta la Catedral de la Inmaculada, se realiza una de las procesiones más largas del año, desde 1971, cuando el primer Arzobispo de Cuenca, Monseñor Manuel de Jesús Serrano Abad, suspendió la famosa «Procesión de los Pasos» que se realizaba el Martes Santo en la capital de la morlaquía. En algunos templos, en la noche del Viernes Santo, se oficia una ceremonia conocida como «El llanto de María», en recuerdo de la orfandad de la Virgen Santísima, luego de la muerte de su hijo.
El sábado, los fieles celebran la «Soledad de María» y por la noche la «Vigilia Pascual», que es la celebración litúrgica más importante. Los oficios empiezan en el templo, a oscuras, encendiéndose y bendiciéndose un fuego en el atrio. De ese fuego se prende el «Cirio Pascual», una enorme vela que simboliza a Cristo Resucitado. Acto seguido, los fieles encienden sus velas propias de la llama de este cirio. Llegados al presbiterio, se coloca el «Cirio Pascual» en el centro del mismo, junto al altar menor o al ambón y se encienden todas las luces del templo para cantar el «Exultet» o pregón pascual, antiguo himno alusivo a la noche de Pascua que proclama la felicidad de la Resurrección de Jesucristo. Se entona el «Gloria», que no se había cantado desde que comenzó la Cuaresma, junto con un largo repique de campanas. Continúan las lecturas y el Evangelio, la Liturgia Bautismal, en la cual se administra el bautismo a los niños y se cantan las Letanías de los Santos. Los fieles renuevan sus promesas bautismales y se los asperja con agua bendita. Viernes Santo, en las iglesias se reza el «Viacrucis», término latino que significa «Camino de la Cruz» y se refiere a las 14 estaciones vividas por Cristo, desde el instante en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. La expresión eminentemente latina tiene una fuerte riqueza semántica en el Castellano, ya que, en sentido figurado, se la usa comúnmente para referirse a las múltiples dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos. Así, se dice, ad exemplum: «He vivido un terrible viacrucis hasta conseguir este certificado».
El Domingo de Resurrección o de Pascua es el punto culminante de la Semana Santa. Por otra parte, la Pascua Florida de Resurrección es la fiesta más importante de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ya que con la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es cuando adquiere sentido la fe católica, al triunfar sobre la muerte y abrir las puertas del Cielo a los creyentes que celebran la derrota del pecado y de la muerte. En la Resurrección del Señor encuentran la clave de la esperanza cristiana. En la misa dominical se enciende el «Cirio Pascual», que representa la «Lumen Christi» o «Luz de Cristo» resucitado, que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo. La Gastronomía de la Semana Santa es muy peculiar en la morlaquía, con el famoso plato de la «fanesca». Se trata de una sopa de vegetales, con granos de cereales y pescado seco y salado, que se suele acompañar con leche. Se sirve tradicionalmente en el período de la Semana Santa. Los ingredientes varían de uno a otro lugar del país, pero como regla general, además de no llevar carne, debido a la abstinencia observada durante estos días, contiene doce ingredientes vegetales, en clara mención a los doce apóstoles. Se hierve todo hasta adquirir una consistencia claramente espesa.La música de la Semana Santa es también fundamental, pues en Cuenca se cantan en los oficios de Semana Santa, varias canciones compuestas por músicos cuencanos. Algunas de ellas son anónimas y se conocen por siglos, con admirables cadencias de melancolía y fuertes influencias de los sonidos musicales de nuestros aborígenes, en una preciosa amalgama de intercambio cultural, sólo entendible dentro del magnífico proceso de mestizaje.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Concha, mensis aprilis, die XVII, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus decimus ac primus, in sollemnitate Dominica in Palmis.