IHS: IESUS HOMINUM SALVATOR
PRECIOSO VITRAL FRANCÉS DE LA IGLESIA DE SAN ALFONSO,
EN CUENCA DEL ECUADOR, CON EL ANAGRAMA DE LOS JESUITAS
IN SPLENDORE ET GAUDIO
EN CUENCA DEL ECUADOR, CON EL ANAGRAMA DE LOS JESUITAS
IN SPLENDORE ET GAUDIO
In honorem Christi, las siglas «IHS» conforman el anagrama, monograma o acrónimo del nombre de
Nuestro Señor Jesucristo, Dominus ac Redemptor, y significan:
«Iesus
Hominum Salvator» in lingua
latina, madre nutricia de nuestra incomparable lengua de Castilla donde la
expresión tradúcese por: «Jesús Salvador de los Hombres», ad
futuram rei memoriam.
Fiat lux, para la Compañía de Jesús esta
trilogía de letras representa un trigrama que devino en su símbolo esencial como
orden religiosa, desde que su fundador, San Ignacio de Loyola, cuya solemnidad
celebramos hoy 31 de julio, utilizó tal anagrama en su sello de Praepositus
Generalis de la naciente orden regular de clérigos en el año del Señor
de 1541.
Desde entonces, secundum histórica veritas,
el signo «IHS» adoptóse como símbolo
de la Societas Iesu o Compañía de Jesús. Post factum, los jesuitas
empezaron a usar tal anagrama como suyo propio encerrado en un círculo con
refulgentes rayos solares que despréndense lumínicos in veritatis splendor.
El monograma, al quedarse incluido
dentro de la circunferencia, adquiere en su conjunto una forma de sol
incandescente con la adición de tales refulgentes rayos, en exacto parangón de
un significado cristológico por el que concíbese a Nuestro Señor Jesucristo
como el nuevo sol naciente ad omnes gentes super orbis terrarum.
Mas el jesuitico monograma no es
completo sin la presencia de una cruz, la cual fue adoptada también por los
jesuitas, in veritas semper fidelis, por encima de la letra «H» prodigando una gran fuerza expresiva
al emblema cristólogico e identitario de los hijos de nuestro padre San Ignacio
de Loyola.
El símbolo tiene variadas versiones, como
multifacéticas son las imaginaciones de la gente y así, en algunas de aquellas,
hállanse, ad infra, por debajo, los tres clavos de la crucifixión del
Divino Redentor, elementos que consolidan más aún su significación salvífica in
Societate Iesu et in commemoratione de Passione Domini.
Teológicamente, in historia ecclesiae, ha
interpretádose que los tres clavos no evocan tan solo el sumo sacrificio del
sublime suplicio de la redención, puesto que –simbólicamente- engolfan al creyente para pensar en el Dios
trino y uno, Sancta Trinitas unus Deus, en donde Cristo, Filium
Dei unigenitum, es la segunda persona de la Santísima Trinidad.
Ab origine, conviene navegar por las apacibles
aguas de la etimología para completar el «sensus vero» o «verdadero sentido» del
acrónimo jesuitico par excellence.
Así pues, dígase entonces, in
honorem veritatis, que las siglas «IHS»
provienen originariamente de la lengua griega, puesto que «IHΣ» son las tres primeras letras del nombre de Jesús en tal idioma
que, in
extenso, es: «ΙΗΣΟΥΣ». Del
griego, la sigla «IHΣ» pasó a la lingua
latina y evolucionó hasta identificarse como «IHS».
Ante disceptationem, el tema es complicado
etimológicamente si hemos de considerar que en griego la sigla «IHΣ», al representar las tres primeras
letras del nombre heleno de Cristo, difiere sustancialmente con la sigla latina
«IHS», al significar ésta toda una
expresión ya conformada gramaticalmente como «Iesus Hominum Salvator». Esta particularidad hace no ser tan convincente que la sigla griega «IHΣ» equivalga ex integro a la sigla latina «IHS», prefiriendo pensar que hubo una evolución en ésta última hasta estructurarse el acrónimo latino in honorem Christi. No obstante, quid pro quo, hay una familiaridad explícita entre las dos
lenguas, en el nombre de Jesús, lo que da cuenta del interesante origen
grecolatino del anagrama cristológico y jesuitico in historia mundi.
In via historiae, la verdad sea dicha, ha vístose que en
las inscripciones mortuorias de los primeros cristianos colocábase este
trigrama que, con la influencia de la cultura romana, fue interpretado luego, in
nostra amata lingua latina, como la abreviatura de la frase «Iesus,
Hominum Salvator» o «Jesús, Salvador de los Hombres»,
como ya lo dijimos ut supra.
Cabe indicar que el trigrama «IHS» tiene también una variación con el
trigrama «JHS», pues en la lingua
latina, lingua sacra in nostra Sancta Mater Ecclesia, la palabra Jesús puede comenzar con «I» o con «J», como dos variaciones a lo largo de la historia, por lo que el acrónimo puédese escribir, ad libitum, como «Iesus,
Hominum Salvator» o «Jesus, Hominum
Salvator», siendo las dos formas válidas debido a la versatilidad de nostra mater lingua, el Latín.
Ad orientem, en la cultura griega, no obstante,
también era el monograma de Cristo la combinación de las letras «X» y «P», entrelazadas o yuxtapuestas una sobre otra, siendo un símbolo
que con el correr del tiempo conocíase como el crismón, adoptado por
Constantino, el Grande, en sus estandartes militares. Ad exemplum, durante el
siglo IV el crismón representábaselo, ora en los monumentos, ora en los edificios
públicos, ora en las iglesias y sarcófagos, como en lámparas, vestimentas, ropas,
utensilios caseros, etc.
Por otra parte, a similis, en la cultura
latina, en los primeros siglos del cristianismo iba configurándose el uso del
monograma «IHS» como nombre del Señor tanto como en la época de la
Patrística y los siglos subsiguientes, con la era carolingia, la Alta y la Baja
Edad Media.
Mas el anagrama hízose más popular con
San Bernardo de Claraval, durante el siglo XII, pues es este santo quien
impulsó la devoción al Santísimo Nombre de Jesús in nostra Sancta Mater Ecclesia.
El tiempo vuela, in via veritatis, y llegamos
a la décima cuarta centuria cuando el beato Juan Colombini, fundador de la
Congregación Jesuati, acostumbraba llevar tal acrónimo en el pecho.
Ya para el siglo XV la sigla «IHS» convirtióse en un símbolo iconográfico que definía a Cristo y así fue aceptado por San Vicente Ferrer, OP, gran predicador dominico durante el cisma de Occidente.
Pero es San Bernardino de Siena, OFM,
sol refulgente de la orden del seráfico San Francisco, quien lo popularizó pues,
secundum
historica veritas, el benemérito franciscano, al final de sus homilías,
presentaba piadosamente a su ávida audiencia este monograma circundado de rayos,
por lo que fue censurado e incluso llamado ante el papa Martin V, con quien
concluyóse justamente el terribilis et horribilis Cisma de
Occidente.
Por extensión, los padres franciscanos, siguiendo a San Bernardino de Siena, OFM, fueron importantes propulsores de la celebración del Santísimo Nombre de Jesús y continuaron difundiendo el anagrama, urbi et orbi, en sus directas áreas de influencia durante la Baja Edad Media.
Por extensión, los padres franciscanos, siguiendo a San Bernardino de Siena, OFM, fueron importantes propulsores de la celebración del Santísimo Nombre de Jesús y continuaron difundiendo el anagrama, urbi et orbi, en sus directas áreas de influencia durante la Baja Edad Media.
Así, el acrónimo del nombre de Jesús
adquiría pleno vigor in Sancta Romana Ecclesia y para el
siglo XVI era ya un símbolo cristológico de reconocida presencia ab
intra ecclesiae, como pruébase en esta vidriera del año del Señor de 1524, donde confírmase que el trigrama era un ícono ya muy posicionado en la iconografía católica romana.
Es en este contexto cuando San Ignacio
de Loyola adoptó el monograma en su sello como Praepositus generalis de
la Compañía de Jesús, para luego convertirse en el «signum fidei» de los
jesuitas y emblema sempiterno de la orden ignaciana usque ad consummationem saeculi/
hasta la consumación de los siglos.
La razón por la cual Ignacio de Loyola
lo escogió como símbolo para su sello débese a que su orden religiosa llámase
la Compañía de Jesús y no otro signo más elocuente podríase haber seleccionado
como representación expresa de la centralidad de Cristo para todos los jesuitas
in
omnia Terra. Llama la atención que en el sello escogido por el santo fundador de los jesuitas colocáronse debajo del trigrama una luna y dos estrellas que, equidistantes, circúndala, lo cual da cuenta de otra creativa manera de representación del acrónimo del nombre de Jesús.
En la propia Curia Generalizia de la Compañía de Jesús, centro nuclear de los jesuitas in Roma aeterna, antes de ingresar a las llamadas «cámaras de San Ignacio» encuéntrase grabado en bronce el trigrama jesuitico «IHS» con la cruz que nace sobre la letra «H» y exáltase gloriosa in nomine Iesu.
Allí mismo, in Roma semper aeterna, apud Sancte Ignatius, en las prenombradas recámaras de San Ignacio de Loyola, encuéntrase también el anagrama de Cristo en un fresco de singular aspecto, encerrado en una circunferencia, alrededor de la cual inscribióse la frase latina: «ET VOCATUM EST NOMEN EIUS IESUS», expresión que en nuestra encantadora lengua de Castilla significa: «Y SE LE PUSO EL NOMBRE DE JESÚS» tal como lo indica el evangelista San Lucas in sacra scrptura et in honorem Christi.
Esta versión latina que hállase en las recámaras de San Ignacio in Roma semper aeterna tiene también diversas formas contemporáneas para representarse como puédese apreciar, hic et nunc, en esta fotografía paradigmática del trigrama jesuita in mundum universum.
Pero también en la misma Roma aeterna, junto a la iglesia de San Andrés del Quirinal, en las recámaras de San Estanislao de Kotska, hállase glorioso el anagrama de Cristo en un fresco de aúreo aspecto, rodeado de querubines y sobre el monograma de María, Mater Dei et Mater Nostra, ad gloriam Dei et in veritatis splendor.
Ad effectum videndi, para la Compañía de Jesús es significativa la escogencia del trigrama de Cristo por parte de San Ignacio de Loyola, puesto que en muchas de las representaciones iconográficas del santo fundador de la Orden religiosa aparece él mismo, per se, sujetando con su mano derecha el acrónimo de Nuestro Señor Jesucristo, Hominum Salvator ad omnes gentes, como puédese contemplar en esta preciosa escultura del llamado «altar de la conversión» en el Santuario de Loyola, justamente en la habitación en que, convaleciente, San Ignacio convirtióse al cristianismo decidiendo dejar las armas in honorem Christi para luego fundar la Compañía de Jesús in nostra Sancta Mater Ecclesia ad maiorem Dei gloriam.
En la propia Curia Generalizia de la Compañía de Jesús, centro nuclear de los jesuitas in Roma aeterna, antes de ingresar a las llamadas «cámaras de San Ignacio» encuéntrase grabado en bronce el trigrama jesuitico «IHS» con la cruz que nace sobre la letra «H» y exáltase gloriosa in nomine Iesu.
Allí mismo, in Roma semper aeterna, apud Sancte Ignatius, en las prenombradas recámaras de San Ignacio de Loyola, encuéntrase también el anagrama de Cristo en un fresco de singular aspecto, encerrado en una circunferencia, alrededor de la cual inscribióse la frase latina: «ET VOCATUM EST NOMEN EIUS IESUS», expresión que en nuestra encantadora lengua de Castilla significa: «Y SE LE PUSO EL NOMBRE DE JESÚS» tal como lo indica el evangelista San Lucas in sacra scrptura et in honorem Christi.
Esta versión latina que hállase en las recámaras de San Ignacio in Roma semper aeterna tiene también diversas formas contemporáneas para representarse como puédese apreciar, hic et nunc, en esta fotografía paradigmática del trigrama jesuita in mundum universum.
Fotografía del P. Iván Lucero, SJ
Ad effectum videndi, para la Compañía de Jesús es significativa la escogencia del trigrama de Cristo por parte de San Ignacio de Loyola, puesto que en muchas de las representaciones iconográficas del santo fundador de la Orden religiosa aparece él mismo, per se, sujetando con su mano derecha el acrónimo de Nuestro Señor Jesucristo, Hominum Salvator ad omnes gentes, como puédese contemplar en esta preciosa escultura del llamado «altar de la conversión» en el Santuario de Loyola, justamente en la habitación en que, convaleciente, San Ignacio convirtióse al cristianismo decidiendo dejar las armas in honorem Christi para luego fundar la Compañía de Jesús in nostra Sancta Mater Ecclesia ad maiorem Dei gloriam.
Mas
la semiótica del acrónimo jesuitico es amplia y préstase para una serie de
interpretaciones que aléjanse un tanto de la ortodoxia in historia mundi. Así,
para algunos la sigla «IHS» significa: «In Hoc Signo (vinces)»,
latina frase que junto a la cruz vio en el cielo el emperador Constantino
cuando convirtióse al cristianismo y que en nuestra esplendorosa lengua de
Castilla significa: «Por este signo vencerás», mientras, quid
pro quo, para otros, el anagrama «IHS» significa: «In
Hac Salus», lo
cual tradúcese en castellano como: «En esta (cruz) la salvación».
In Societate Iesu, ha considerádose asimismo, fuera de la ortodoxia, que el monograma «IHS» significa: «Iesus Habemus Socium» que podríase traducir como: «En Jesús tenemos un socio».
In Societate Iesu, ha considerádose asimismo, fuera de la ortodoxia, que el monograma «IHS» significa: «Iesus Habemus Socium» que podríase traducir como: «En Jesús tenemos un socio».
In vita communitatis, la religiosidad popular también ha
aportado con curiosas significaciones al anagrama de Cristo y así, para la
gente piadosa, in historia nostra, el trigrama «JHS», con la versión de la letra «J» ha sido interpretado como «Jesús Hostia Santa» o «Jesús
Hostia Sagrada» in hispanica lingua et in América Latina.
Lo precedentemente manifestado permite ver, inter nos, la maravillosa
versatilidad de la hermosa lengua de Castilla versus su lingua mater, el Latín,
entrelazándose lúdicamente entre sí, como el Latín y el Griego más arriba, in
honorem Christi et pro populo beneficio.
Como puédese ver, estas últimas interpretaciones
parecen forzadas, prima facie, pero el hecho da cuenta de la fluidez con la cual
el acrónimo cristólogico ha pervivido in perpetuum, ad gloriam Dei, in nostra
Sancta Mater Ecclesia.
Y de veras sorprendentes son las diversas formas de representación que el acrónimo jesuita ha logrado in historia mundi, que cada uno de los anagramas resulta sui generis, ora en el lienzo, ora en la cerámica, ora en el vitral, ora en la madera como pruébase en este curioso emblema donde el trigrama «IHS» fue tallado en dorado, con los tres clavos de la crucifixión in commemoratione de Passione Domini, mientras la corona de espinas es el elemento circular que circunvala el trigrama jesuitico antes de refulgir con los incandescentes rayos centrífugos que destellan in aeternum sicut lumen de lumine ad omnes gentes.
Pero una de las más exquisitas representaciones iconográficas del trigrama «IHS» en la historia del arte hállase en el retablo mayor de la catedral de Azogues, in patria aequatorianae, donde el acrónimo jesuitico fue tallado dentro de un escudo del que contornéanse unas esplendorosas hojas de acanto detrás de las cuales refulgentes rayos emergen ad infinitum, mientras en la parte superior del blasón una corona de espinas consagra el acrónimo del nombre de Jesús en reminiscencia de su condición gloriosa de «Dominus ac Redemptor» o «Señor y Redentor» ad omnes gentes in mundum universum.
Ars gratia artis, en la historia del Arte, el anagrama
jesuita ha tenido también interés explícito, ora en el vitral, ora en la
pintura, ora en la escultura. Así, exempli gratia, en las artes
plásticas son muchas las obras pictóricas en las que el acrónimo representóse
eurítmicamente, siendo tres las creaciones artísticas que llaman nuestra
atención ad hoc en este ensayo. La primera, verbi gratia, el fresco
de la bóveda de la iglesia matriz de los jesuitas, in Roma semper aeterna.
Nos referimos a la iglesia del Gesú, donde Giovanni Battista Gaulli, conocido como el Baciccia, pintó entre 1676 y 1679 un magistral fresco en donde el acrónimo jesuita «IHS» es el punto focal de una didáctica pintura mural y hállase inmerso en una luz incandescente, cual si fuese un sol esplendoroso, lumen de lumine in Terra. Por encima de la letra «H» la cruz refulgente parece formar el símbolo correspondiente a Saturno, que brilla como un astro solar y -para la crítica especializada- hállase en amalgama con todos los que conformamos el pueblo de Dios, que a través del Santo Nombre de Jesús buscamos la alquimia espiritual, a fin de convertirnos en el Sol Invicto, que hállase presente también en el anagrama de la Compañía y es como el «oro» o «aurum», que es el Señor Jesús.
El acrónimo jesuita representado
entonces como un sol, lux veritatis ad omnes gentes, está
rodeado de una corte de ángeles adoradores y triunfantes junto con hombres y
mujeres que representan a nostra Sancta Mater Ecclesia como el «cuerpo místico de Cristo» dirigidos a él en alquimia simbólica in
honorem Sanctissimi Nominis Iesu.
En la misma bóveda del
templo del Gesú existe un conjunto escultórico realizado por Antonio Raggi y
Leonardo Retti, en donde una filacteria sostenida por ángeles orantes,
vivificantes y triunfantes dice in lingua latina: «In
nomine Jesu omne genuflectatur cælestium, terrestrium et infernorum/ En el
nombre de Jesús todos genuflexionan en el cielo, la tierra y el infierno»,
puesto que solo al Señor, Pontifex fidelis et misericors,
débesele toda gloria y majestad, como lo han enseñado desde siempre los hijos
de San Ignacio de Loyola in universa terra.
Ex integro, el fresco de Giovanni Battista Gaulli en donde graficóse el anagrama «IHS» es en verdad esplendoroso e intégrase, ex tota fortitudine, armónicamente, en el tumbado de la iglesia del Gesú con la preciosa filacteria descrita ut supra in honorem Christi.
La tercera obra de arte vinculada con
el anagrama jesuita está en la National Gallery de Londres y fue pintada por el
Greco entre 1578 y 1579. Es conocida como «La adoración del nombre de Jesús», «La
gloria de Felipe II» o «La Alegoría de la Liga Santa». In
splendore et gaudio observánse en ella dos espacios interdependientes,
superpuestos e intercomunicados gracias a los rayos luminosos y las miradas de
los personajes ad infra. Ut supra, no obstante, existe un
rompimiento de la gloria celestial para mostrarnos entre las nubes el trigrama,
«IHS» del nombre de Cristo. La
multitud hállase de hinojos en adoración del nombre de Jesús. Diríase mas bien, in lingua
latina semper amata: in sollemnitate Sanctissimi Nominis Iesu.
La gente encuéntrase junto a Felipe II, rey de España, el almirante Juan de
Austria, el papa Pío V y el Dux de Venecia que contemplan patidifusos la visión
salvífica. El purgatorio, en medio de una flamígera atmósfera, encuéntrase a
sus espaldas, mientras Leviatán devora a infieles y herejes, en primer plano, ad
dexteram, a la diestra, en apocalíptica escena.
Para quienes, in honorem artis,
prefieren la semiótica teológica del cuadro a la razón política que pudiere
trasuntar per se, el verdadero protagonista de la obra es Felipe II, Rex
Hispaniarum, quien estaría ad portas del Juicio Final. Esta
explicación concuerda con los nombres que recibió también el cuadro en el siglo
XVII: «Felipe II en la gloria», «Visión que tuvo Felipe II» o más popularmente «La
Gloria de Felipe II». Mas, independientemente de todo esto el quid de la cuestión es que esta obra maestra de El Greco es, a todas luces, la «Adoración del nombre de Jesús», por lo que nos inclinamos a preferir este nombre tan solvente para esta maravillosa creación artística in honorem Christi in historia mundi.
In via veritatis semper, en nuestro estudio sobre el trigrama jesuitico de esplendente presencia in historia ecclesiae debemos referirnos a una obra realizada por Francisco de Goya y Cifuentes, la cual parece inspirada en estas preciosas versiones de la adoración del nombre de Jesús. Nos referimos al fresco goyesco que encuéntrase, in excelsis, en la bóveda del «coreto» o coro pequeño de la capilla de la Virgen en la Basílica del Pilar en Zaragoza.
Cuenta la historia, in stricta veritas, que Goya, en el año del Señor de 1771, firmó un contrato para decorar al fresco la capilla del coreto en la basílica del Pilar. El tema debía ser «La adoración del nombre de Dios». Para ejecutarlo, el artista hizo algunos bocetos, uno de los cuales, en óleo, es hoy propiedad del Museo Ibercaja Camón Aznar de Zaragoza. Al parecer, las motivaciones que halló el epónimo genio para realizar esta obra puédense encontrar en las obras precedentemente analizadas de El Greco y de Giovanni Battista Gaulli, conocido como el Baciccia, como hémoslo dicho ut supra.
Mirando nuevamente el mayestático fresco del Pilar de Zaragoza contémplase que Goya escribió el nombre de Dios en hebreo, donde léese: «יהוה» letras que significan «Yaveh», las cuales enciérranse en un triángulo, figura geométrica con la que represéntase in aeternum a la Santísima Trinidad en la iconografía católica romana in historia ecclesiae. Pero la particularidad del triángulo que encierra el término «יהוה» es que la esplendorosa luminosidad e iridiscencia de este elemento resaltan en la composición como el punto focal de la obra a la que todas las miradas de quienes contémplanlo dirígense en la misma forma en que el nombre de Jesús, con el trigrama «IHS», fue representado pictóricamente, ora por El Greco, ora por el Baccicia in historia mundi. Mas no puédese negar que Goya, en tanto era un genio, imprime una propia personalidad en este fresco de la adoración del nombre de Dios al lograr un contraste fortísimo entre el colorido de la obra y la iluminación del nombre de Dios que refulge, como el de Cristo en sus similares obras maestras, cual si fuese un «solis invictus» o «sol invicto» que aparece luminíco ad omnes gentes et in perpetuum ad nostra contemplationem. Lo que llama la atención en Goya es el dinamismo de la «opus magna», mientras dos grupos de ángeles circundan la iridiscente figura donde léese el nombre del Padre Eterno dentro de un triángulo perfectamente equilátero que forma así el llamado «tetragrámaton» o palabra que en hebrero compónese de cuatro letras, como el nombre de Dios. Ergo, tanto el trigrama cristológico «IHS» cuanto el tetragrama hebreo «יהוה» resplandecen como un fulgurante sol en las obras del Baciccia, del Greco y de Goya, lo cual incide para que este análisis no puédase evadir in honorem Christi.
Mas, in honorem artis, en el mundo arquitectónico es paradigmática la presencia del acrónimo del nombre de Nuestro Señor Jesucristo en la iglesia de la Santa Croce de Florencia en donde la belleza singular del templo adquiere una especial hermosura en el pináculo del frontispicio ad maiorem Dei gloriam.
In via veritatis semper, en nuestro estudio sobre el trigrama jesuitico de esplendente presencia in historia ecclesiae debemos referirnos a una obra realizada por Francisco de Goya y Cifuentes, la cual parece inspirada en estas preciosas versiones de la adoración del nombre de Jesús. Nos referimos al fresco goyesco que encuéntrase, in excelsis, en la bóveda del «coreto» o coro pequeño de la capilla de la Virgen en la Basílica del Pilar en Zaragoza.
Cuenta la historia, in stricta veritas, que Goya, en el año del Señor de 1771, firmó un contrato para decorar al fresco la capilla del coreto en la basílica del Pilar. El tema debía ser «La adoración del nombre de Dios». Para ejecutarlo, el artista hizo algunos bocetos, uno de los cuales, en óleo, es hoy propiedad del Museo Ibercaja Camón Aznar de Zaragoza. Al parecer, las motivaciones que halló el epónimo genio para realizar esta obra puédense encontrar en las obras precedentemente analizadas de El Greco y de Giovanni Battista Gaulli, conocido como el Baciccia, como hémoslo dicho ut supra.
Mirando nuevamente el mayestático fresco del Pilar de Zaragoza contémplase que Goya escribió el nombre de Dios en hebreo, donde léese: «יהוה» letras que significan «Yaveh», las cuales enciérranse en un triángulo, figura geométrica con la que represéntase in aeternum a la Santísima Trinidad en la iconografía católica romana in historia ecclesiae. Pero la particularidad del triángulo que encierra el término «יהוה» es que la esplendorosa luminosidad e iridiscencia de este elemento resaltan en la composición como el punto focal de la obra a la que todas las miradas de quienes contémplanlo dirígense en la misma forma en que el nombre de Jesús, con el trigrama «IHS», fue representado pictóricamente, ora por El Greco, ora por el Baccicia in historia mundi. Mas no puédese negar que Goya, en tanto era un genio, imprime una propia personalidad en este fresco de la adoración del nombre de Dios al lograr un contraste fortísimo entre el colorido de la obra y la iluminación del nombre de Dios que refulge, como el de Cristo en sus similares obras maestras, cual si fuese un «solis invictus» o «sol invicto» que aparece luminíco ad omnes gentes et in perpetuum ad nostra contemplationem. Lo que llama la atención en Goya es el dinamismo de la «opus magna», mientras dos grupos de ángeles circundan la iridiscente figura donde léese el nombre del Padre Eterno dentro de un triángulo perfectamente equilátero que forma así el llamado «tetragrámaton» o palabra que en hebrero compónese de cuatro letras, como el nombre de Dios. Ergo, tanto el trigrama cristológico «IHS» cuanto el tetragrama hebreo «יהוה» resplandecen como un fulgurante sol en las obras del Baciccia, del Greco y de Goya, lo cual incide para que este análisis no puédase evadir in honorem Christi.
Mas, in honorem artis, en el mundo arquitectónico es paradigmática la presencia del acrónimo del nombre de Nuestro Señor Jesucristo en la iglesia de la Santa Croce de Florencia en donde la belleza singular del templo adquiere una especial hermosura en el pináculo del frontispicio ad maiorem Dei gloriam.
Efectivamente, como puédese ver en la imagen, en el triángulo con el que remátase el frontis de la iglesia, el cual evoca al Dios trino y uno in Sancta Trinitas unus Deus, colocóse en el centro de una estrella de seis puntas el anagrama «IHS» como preponderante elemento del conjunto y punto focal de las miradas que contémplanlo reluciente in excelsis et solus ad gloriam Dei.
Mirado ex professo en su unicidad, el trigrama «IHS» aparece, a ojos vista, rodeado de lumínicos y refulgentes rayos solares que cautivan la atención dentro de la estrella, en un azulado fondo que evoca a los inmensos mares y contrasta, ipso facto, con el blanco color del acrónimo que resalta cual si fuese una especie de stella maris dentro de una circunferencia que enmárcase en el triángulo previamente descrito bajo una atmósfera donde la euritmia y la estética confluyen magistralmente atrayendo las miradas de todos quienes pueden contemplarlo absortos y exultantes de gozo ante el inefable misterio salvífico que el ícono cristológico representa per se, ad maiorem Dei gloriam in universa terra.
Y justamente, desde la arquitectura, son múltiples y variados los sitios en donde el trigrama «IHS» hubo de perennizarse en infinidad de formas que cuando hoy contémplanse sensu stricto trasúntase la creatividad y el ingenio para inmortalizar el símbolo jesuitico de esplendorosa iridiscencia ad futuram rei memoriam, como podémoslo apreciar en Nápoles con el bugnato y la Compañía de Jesús.
Mirado ex professo en su unicidad, el trigrama «IHS» aparece, a ojos vista, rodeado de lumínicos y refulgentes rayos solares que cautivan la atención dentro de la estrella, en un azulado fondo que evoca a los inmensos mares y contrasta, ipso facto, con el blanco color del acrónimo que resalta cual si fuese una especie de stella maris dentro de una circunferencia que enmárcase en el triángulo previamente descrito bajo una atmósfera donde la euritmia y la estética confluyen magistralmente atrayendo las miradas de todos quienes pueden contemplarlo absortos y exultantes de gozo ante el inefable misterio salvífico que el ícono cristológico representa per se, ad maiorem Dei gloriam in universa terra.
Y justamente, desde la arquitectura, son múltiples y variados los sitios en donde el trigrama «IHS» hubo de perennizarse en infinidad de formas que cuando hoy contémplanse sensu stricto trasúntase la creatividad y el ingenio para inmortalizar el símbolo jesuitico de esplendorosa iridiscencia ad futuram rei memoriam, como podémoslo apreciar en Nápoles con el bugnato y la Compañía de Jesús.
Secundum artem et in honorem artis, en las diversas manifestaciones artísticas que en el mundo han sido existen sorprendentes lindezas en la representación iconográfica de este esplendente anagrama jesuitico par excellence, como podémoslo contemplar, a maxima ad minima, en el precedente despliegue de imágenes en el arte del vitral in honorem Christi.
El trigrama jesuitico, in honorem artis, préstase para múltiples representaciones en las que cuentan mucho los contrastes de color mientras la imaginación creativa de diseñadores e ilustradores es sorprendente, ex admirationem, al momento de representarlo in stricta veritas ab intra ecclesiae.
El anagrama jesuitico es de tal fuerza expresiva que ni siquiera en la era contemporánea escápase de la creatividad para representarlo en curiosas y novedosas vidrieras en donde refulge esplendente para todos cuantos míranlo in nomine Iesu.
A similis, en el mundo del diseño, la creatividad para representar el anagrama jesuita es siempre sorprendente, diem per diem, y mientras múltiples son las posibilidades imaginativas son también originales las diversas maneras en que el trigrama represéntase ad gloriam Christi como pruébase ex tota claritas en este logo de la fundación Jesuitas de Bolivia.
Semper idem, el anagrama cristológico y jesuitico ha sido también objeto de preciosos bordados en los ornamentos y paramentos litúrgicos que, in omnia terra, han fabricádose para la celebración de los oficios religiosos y ceremonias in nostra Sancta Mater Ecclesia.
Ars gratia artis, es justamente en el bordado donde ha experimentádose una admirable cromática al momento de representar el trigama jesuita par excellence, ora cuando la gente concíbelo como «IHS», ora cuando su versión castiza «JHS» ofrece un esplendente juego cromático entre el rojo y el dorado in splendore et gaudio, con el oro de las letras que resaltan espectaculares sobre la plataforma roja del sacro paramento en donde reluce refulgente ad maiorem Dei gloriam.
Mas son múltiples los objetos sagrados que, in nostra Sancta Mater Ecclesia, contienen el anagrama jesuita como un elemento insustituible de reconocida presencia, como puédese apreciar, exempli gratia, en este hermoso relicario en cuya base distínguese el sacro trigrama «IHS» como signum fidei por el que reconócese su identificación jesuitica in honorem Christi.
El trigrama jesuitico, in honorem artis, préstase para múltiples representaciones en las que cuentan mucho los contrastes de color mientras la imaginación creativa de diseñadores e ilustradores es sorprendente, ex admirationem, al momento de representarlo in stricta veritas ab intra ecclesiae.
El anagrama jesuitico es de tal fuerza expresiva que ni siquiera en la era contemporánea escápase de la creatividad para representarlo en curiosas y novedosas vidrieras en donde refulge esplendente para todos cuantos míranlo in nomine Iesu.
A similis, en el mundo del diseño, la creatividad para representar el anagrama jesuita es siempre sorprendente, diem per diem, y mientras múltiples son las posibilidades imaginativas son también originales las diversas maneras en que el trigrama represéntase ad gloriam Christi como pruébase ex tota claritas en este logo de la fundación Jesuitas de Bolivia.
Semper idem, el anagrama cristológico y jesuitico ha sido también objeto de preciosos bordados en los ornamentos y paramentos litúrgicos que, in omnia terra, han fabricádose para la celebración de los oficios religiosos y ceremonias in nostra Sancta Mater Ecclesia.
Ars gratia artis, es justamente en el bordado donde ha experimentádose una admirable cromática al momento de representar el trigama jesuita par excellence, ora cuando la gente concíbelo como «IHS», ora cuando su versión castiza «JHS» ofrece un esplendente juego cromático entre el rojo y el dorado in splendore et gaudio, con el oro de las letras que resaltan espectaculares sobre la plataforma roja del sacro paramento en donde reluce refulgente ad maiorem Dei gloriam.
Mas son múltiples los objetos sagrados que, in nostra Sancta Mater Ecclesia, contienen el anagrama jesuita como un elemento insustituible de reconocida presencia, como puédese apreciar, exempli gratia, en este hermoso relicario en cuya base distínguese el sacro trigrama «IHS» como signum fidei por el que reconócese su identificación jesuitica in honorem Christi.
En Cuenca del Ecuador, exempli gratia, puédese contemplar también el trigrama «IHS» junto al monograma de María, Mater Dei et Mater Nostra, en una atractiva vidriera francesa de la iglesia de San Alfonso, del siglo XIX, ícono emblemático de arte religioso ad gloriam Domini et super flumina Tomebamba. El acrónimo escogido constituye un ejemplo más de la rica iconografía católica romana que sobre el tema podémoslo hallar super orbis terrarum et in veritatis splendor.
Ni qué decir tiene del arte de la ebanistería, como en la imagen precedente, donde un bargueño del siglo XVIII de la ciudad de Cuenca del Ecuador contiene las siglas «IHS» dentro de una iconografía cristológica que sorprende y encanta si se ha de contemplar que bajo el acrónimo jesuita tallóse el sacratísimo corazón de Cristo como ícono salvífico coronado por los tres clavos de la crucifixión del Divino Redentor, Dominus ac Redemptor omnibus nobis.
Ni qué decir tiene del arte de la ebanistería, como en la imagen precedente, donde un bargueño del siglo XVIII de la ciudad de Cuenca del Ecuador contiene las siglas «IHS» dentro de una iconografía cristológica que sorprende y encanta si se ha de contemplar que bajo el acrónimo jesuita tallóse el sacratísimo corazón de Cristo como ícono salvífico coronado por los tres clavos de la crucifixión del Divino Redentor, Dominus ac Redemptor omnibus nobis.
Y en todas las épocas de la historia, la imaginación artística de nuestros creadores y artífices in mundum universum ha logrado sorprendentes variaciones del acrónimo jesuitico in honorem Christi et solus ad maiorem Dei gloriam in nostra Sancta Mater Ecclesia. Así pruébalo, exempli gratia, este contemporáneo mural realizado en cerámica, en donde puédese apreciar, ex admirationem, particularidades propias secundum artem et in nomine Iesu ad maiorem Dei gloriam.
Y ni qué decir tiene del nuevo sagrario de la iglesia de la Merced de los jesuitas ecuatorianos, en la costeña ciudad de Manta, donde el anagrama de la Compañía de Jesús es como un sol resplandeciente y lumínico que alumbra en forma centrífuga ad omnes gentes, dentro de una atmósfera verde que al contrastar con tonos ocres créase una cromática plataforma para resaltar el ícono jesuitico par excellence ad perpetuam rei memoriam.
En la época del arte contemporáneo también el anagrama jesuitico «IHS» ha sido representado en modernas versiones que sorpréndenos ipso facto por su estética tanto como el «sensus fidei» con el que fueron diseñadas, como acontece con esta lindeza que encontramos en la Pontificia Universidad Gregoriana in Roma semper aeterna, caput mundi in universa Terra.
En los presentes tiempos, el anagrama
jesuitico inclúyese también en el escudo pontificio de Franciscus, per Divinam
Providentiam Papam I. Francisco, el primer romano pontífice jesuita de
la historia, precisamente explicó, ex tota claritas, la significación
excelsa que para el mundo jesuita tiene el anagrama «IHS», en la santa misa celebrada in sollemnitate Sancte Ignatius a
Loyola, el 31 de julio del año del Señor de 2013, a tres meses de su
elección pontificia. In diebus illis, el Santo Padre
expresó las siguientes palabras que las transcribimos ad peddem litterae: «Nuestro lema, el de los jesuitas, “Iesus Hominum Salvator” (IHS). Cualquiera de vosotros podría
decirme: “¡lo sabemos muy bien!” Pero este lema nos recuerda constantemente una
realidad que no debemos olvidar nunca: la
centralidad de Cristo para cada uno de nosotros y para toda la Compañía que San
Ignacio quiso que se llamase “de Jesús” para indicar el punto de
referencia. También al inicio de los Ejercicios Espirituales, nos pone de
frente a nuestro Señor Jesucristo, a nuestro Creador y Salvador (cfr EE, 6). Y
esto nos lleva a nosotros, los jesuitas y a toda la Compañía, a ser “descentrados”, a tener siempre
delante a “Cristo siempre mayor”,
el “ Deus semper maior ”, el
“intimior intimo meo“, que
nos lleva continuamente fuera de nosotros mismo, nos lleva a una cierta
kenosis, a “salir del propio amor,
querer e intereses” (EE, 189)».
Y como nunca antes in historia ecclesiae el anagrama de los jesuitas encuéntrase hoy in Roma semper aeterna, ex aedibus vaticanis, junto a San Pedro, en los propios jardines del Palacio Apostólico Vaticano, donde ad sollemnitatem contémplase el escudo pontificio del Santo Padre Francisco I con el acrónimo del nombre de Jesús, ícono jesuitico par excellence que el papa lo adoptó como elemento esencial de su escudo pontificio.
Y como nunca antes in historia ecclesiae el anagrama de los jesuitas encuéntrase hoy in Roma semper aeterna, ex aedibus vaticanis, junto a San Pedro, en los propios jardines del Palacio Apostólico Vaticano, donde ad sollemnitatem contémplase el escudo pontificio del Santo Padre Francisco I con el acrónimo del nombre de Jesús, ícono jesuitico par excellence que el papa lo adoptó como elemento esencial de su escudo pontificio.
Así, ad concludendi, digamos entonces que el monograma de la Compañía de Jesús tiene una interesante historia atiborrada de anécdotas y hechos paradigmáticos in honorem Christi, Pontifex in aeternum perfecte, y el acrónimo devino, in historia Societatis Iesu, como un verdadero «signum fidei» o «signo de fe» para todo el mundo jesuita, en donde inclúyense, a mucha honra, sus viejos estudiantes sicut antiqui Societatis Iesu alumni ad maiorem Dei gloriam et solus in honorem Sanctissimi Nominis Iesu.
Diego Demetrio Orellana
In Concha, super
flumina Tomebamba, mensis Iulii, die XXXI, Anno Dominicae Incarnationis MMXVII,
in sollemnitate Sancte Ignatius a Loyola, primus praepositus generalis
Societatis Iesu.
OPINIONES CIUDADANAS
De: Jorge Suarez
Para: DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Enviado: Martes 1 de agosto de 2017 1:28
Asunto: Re: UN ACRÓNIMO DE SIGNIFICACIÓN SALVÍFICA AD GLORIAM AETERNAM
Para: DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Enviado: Martes 1 de agosto de 2017 1:28
Asunto: Re: UN ACRÓNIMO DE SIGNIFICACIÓN SALVÍFICA AD GLORIAM AETERNAM
Cuanta sapiencia. Felicitaciones.
saludos, Jorge
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