Fotografía: Juan Carlos Alcívar
Pulcherrima ante omnia et
super omnia/ Hermosísima ante todo y sobre todo, la
Dolorosa del Colegio «San Gabriel» impacta de
profundis a todos quienes contémplanla vis
a vis en el cuadro original del milagro del 20 de abril de 1906. Su espectacular
belleza introyéctase en su dulce mirada que refléjala impertérrita tanto por la
ternura que exhibe frente a la innata tristeza de su semblante cuanto por la maternal
dulzura que nos compele para postrarnos de hinojos frente a su solemne
presencia que devélala como una madre que no se cansa de esperar. La
cromolitografía de 52 centímetros de largo por 40 de ancho sorprende por los
sutiles colores con que la virgen fue retratada en una atmósfera donde el azul
verdoso o el verde azulado del sagrado manto es peculiarmente originalis et singularis ad nostra
contemplationem, en tanto la amarillez y la palidez del maternal rostro no
pueden ser más elocuentes para evocar vívidamente el quebranto de la madre ante
la muerte de su Hijo Santísimo, toda vez que el rosáceo color del vestido de la
Mater admirabilis y el rojo atenuado
de su corazón doliente conforman un contraste cromático sobre el que resáltase la
espartana paciencia y la sublime serenidad con la que enfrenta la angustia, sin
perder la calma ni la ataraxia y sin dejar el amor con el que nos muestra su
maternal afecto.
Fotografía: Juan Carlos Alcívar
Secundum scripturas, hallábase al pie de la cruz, en el momento clímax del Sumo
Sacrificio en el Gólgota, cuando el Divino Redentor dijo a San Juan: «Ecce Mater tua/ He aquí tu Madre». En
los actuales días estas palabras pueden perfectamente invocar, para todos los ex
alumnos jesuitas del Ecuador, a la Dolorosa del Colegio, a quien concebímosla
como a nuestra verdadera madre celestial in
patria aequatorianae. El evangelio concluye con esta expresión: «Y desde aquel momento el discípulo amado se
la llevó a su casa». Así, post mortem
Christi, la Mater Dolorosa fue adoptada como «Mater Dei et Mater Nostra/ Madre de Dios y Madre Nuestra» para todo
el género humano, siendo también in
aeternum, en la comunidad eclesial, la «Mater
Ecclesiae» o «Madre de la Iglesia».
Mas, in patria nostra, ese retrato
peculiar es singularísimo puesto que atibórrase de simbolismo, al incluir en
toda la imagen los elementos que encarnan, en conjunto, a la pasión de Jesucristo,
Dominus ac Redemptor, como la corona
de espinas que la sacrosanta virgen abraza con su diestra en su seno maternal y
los clavos de la crucifixión que porta delicadamente en su mano izquierda,
mientras la serenidad de su rostro es magistral frente al rictus de dolor en su
semblante, sin paroxísticos dramatismos ni exagerados impresionismos en su
natural condición de Mater Lacrimosa.
Cual maestra del dolor, la Dolorosa del Colegio es sui generis, en su efigie, a
capite ad calcem, ya que la figura de la sagrada imagen rompe los esquemas
tradicionales de la iconografía católica romana para graficar a la Virgen
Dolorosa, Mater Christi, a la cual píntasela
siempre, en el Calvario, junto a la Cruz y con el apóstol San Juan, imagen
universalmente reconocida por cualquier fiel católico romano in omnia terra.
Fotografía: Archivo Colegio Borja
Uno de los hombres más inteligentes que el Ecuador ha dado al
mundo es monseñor Federico González Suárez, Arzobispo emérito de Quito y
excelso historiador de la república, quien la define así, de verbo ad verbum: «... ¡La
Dolorosa!... Mirad... Ese rostro augusto no tiene la inmaculada frescura de la
juventud, sino la gravedad serena de la edad provecta: pálido, enjuto,
demacrado; las facciones virginales intactas, bañada en honda tristeza la
intencional mirada revelando está cuán amarga es la angustia, que le oprime el
alma. La corona de espinas, sostenida por la mano derecha en el regazo
maternal; el manojo de clavos, tintos en sangre, recogido amorosamente con la
izquierda, manifiestan por qué su corazón está desgarrado de dolor. Una mano
invisible, una mano misteriosa, ha hincado, uno tras otro, a un tiempo, siete
agudos puñales en ese corazón maternal, en ese corazón amoroso, en ese corazón
magnánimo, y lo ha clavado contra el pecho: allí, acribillado de dolores inefables,
está vivo ese corazón; está vivo, vive para el dolor, pero no palpita, no puede
palpitar... El dolor ha hecho de ese corazón su blanco, ha asestado contra él y
lo ha traspasado! Apagada la aureola de gloria, que coronara su cabeza, no
obstante, en todo su continente resplandece una majestad tan grave, tan
augusta, que infunde respeto e inspira reverencia. Tranquila, apacible,
meditabunda: sus labios, cerrados, guardan silencio, callan; pero, con sus
ojos, habla. Esos ojos, vivos, llorosos, entristecidos, se fijan en el que los
mira, y, con elocuencia muda, le arguyen, le reconvienen. Cuando uno en tanto
se atreve a fijarse de propósito en esos ojos elocuentes, esos ojos habladores
le quedan mirando de hito en hito, y lo conturban, y lo avergüenzan y lo
confunden: le desnudan el alma, y le echan en cara los pecados, con que uno ha
causado a la Virgen esos sus recónditos dolores. Delante de ese cuadro, uno
queda humillado; y la conciencia le clama allá dentro, en lo íntimo del alma,
que de esa sangre, que tiñe los clavos y la corona de espinas, no está uno
inocente. ¿Será esto, tal vez, un prodigio del arte? ¡Ah! no: el dibujo, los
colores, la destreza del artista no tienen parte en esto: ahí le plugo
ocultarse a la bondad divina y de ese papel se ha querido servir el
Todopoderoso para hacer ostentación entre nosotros de su misericordia, de su
gran misericordia, de su sorprendente misericordia, de su misericordia de
nosotros tan inmerecida!».
Secundum histórica
veritas, el texto transcrito precedentemente es
parte de una de las preciosas homilías del eximio arzobispo, la cual
pronuncióse el 20 de abril de 1909, en la iglesia de la Compañía de Jesús, in quitensis urbe, a los tres años del
prodigio, constituyendo una de las paradigmáticas piezas de oratoria sagrada
que en la patria púdose crear in honorem
Mater Dolorosae.
Fotografía: Archivo Colegio Borja
Quizo la historia, admirabilis
semper inter nos, que el discípulo más querido de González Suárez, monseñor
Manuel María Pólit Lasso, Arzobispo de Quito, compusiese también algunas ideas
célebres sobre la Madre Dolorosa cuando en 1931 conmemorábanse las Bodas de
Plata del prodigio. In illo tempore,
el benemérito purpurado escribió en una Carta Pastoral las siguientes
expresiones que copiámoslas ex integro,
en las que invoca a su egregio maestro y define a la Madre Dolorosa con
elocuentes términos, ad pedem litterae:
«…Llegada empero la crisis de la
religión en nuestra república, esa crisis que el principal campeón del
catolicismo entre nosotros comparó justamente con el paso del Mar Rojo por los
israelitas, la gran Madre de Dios y Madre nuestra, se acordó de nosotros y de
nuestros niños de ambos sexos, que iban a atravesar la época más peligrosa y
fatal para ellos, la del laicismo, la de la educación laica, la de la
Constitución sin Dios… …El milagro de la Dolorosa lo fue de amor y compasión
para esta patria querida, que la Virgen en ese instante declaraba siempre suya:
pero lo fue singularmente de predilección para los niños y jóvenes, y por
esto se efectuó primero en el recinto de un colegio católico, aunque se
reprodujera luego dos o tres veces más en los siguientes meses hasta julio,
dentro de la iglesia o capilla de los PP. Jesuitas, ante varias personas. Ya
hizo notar el limo. Sr. González Suárez que se verificó el milagro poco
antes de que se implantara por mucho tiempo la educación laica de la niñez y
juventud, para darnos aviso y voz de alarma, para indicarnos, agregaremos, dónde
está el remedio y preservativo de tamaño mal. . . ¡Oh María, Virgen hermosa
y santa. Madre de Dios y Madre nuestra! ¡cuánto nos has amado, cuánto has
mirado por nosotros y especialmente por nuestros niños y niñas, con ojos de
misericordia!. . . Bendita seas una y mil veces por este extraordinario amor!.
Sé tú la Madre y al propio tiempo la Maestra y la Guía de la niñez y la
juventud ecuatoriana, de nuestra arquidiócesis, de toda nuestra república!…».
Y el arzobispo Pólit Lasso agregaba, in diebus illis et in lingua latina, ante los homenajes que la
patria preparaba para el magno jubileo: «Sicut
qui thesaurizat, ita qui honorificat matrem suam/ Como quien acumula tesoros,
así el que tributa honor a su madre», sabia cita bíblica que debemos
practicar in vita nostra al tratarse
de una madre y más cuando nos postramos de hinojos frente a la madre celestial in mundum universum.
Fotografía: Juan Carlos Alcívar
Ante la maternal mirada, inefable como inolvidable, que tanto nos
cautivó en nuestra niñez y adolescencia en las aulas de los jesuitas, la mente
inspírase en los más nobles pensamientos y el corazón inúndase de inmarcesible
amor y desbórdase de exultante gozo y afecto filial para la Mater semper amata in vita communitatis.
Y no es para menos cuando para muchos de nosotros el encuentro con la Madre
Dolorosa es como una inopinada o fortuita serendipia de gratificante
descubrimiento en nuestra vida. Y por eso,
quid pro quo, la Madre Dolorosa sigue cautivándonos cual «Stella matutina» o «Estrella de la mañana» que alúmbranos refulgente en el camino,
mientras en el tráfago de la existencia es una especie de «Stella maris» o «Estrella de
los mares» que guíanos providencialmente en el terribilis mare magnum de nuestras vidas pues -cálida y digna de
confianza- ha representado, a través del tiempo, la «Consolatrix afflictorum» o
«Consuelo de los afligidos» en cada
uno de los tremebundos instantes en los que la hemos buscado cual esplendente sol
que ilumina a nuestras almas y refocila a nuestro espíritu para glorificar al
Señor y ser testimonio de amor y servicio para nuestros prójimos, recordando
ciertamente las enseñanzas de San Ignacio de Loyola cuando decíanos in Exercitia Spiritualia: «pedir conocimiento interno de tanto bien
recibido, para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir».
Fotografía: Juan Carlos Alcívar
Y en esto radica la esencial impronta de la Madre Dolorosa para
los auténticos ex alumnos de los jesuitas: en el magisterio del servicio a los
demás, en donde ella -como «Mater
amabilis» o «Madre amable»- es
una maestra que inspira para servir a todos ex
tota fortitudine/ con todas las fuerzas, sin esperar nada a cambio, pues solo
el que ama sirve y quien no ama para servir no sirve para amar, singular
enseñanza de la Mater Dolorosa por la
que debemos «SER
MÁS PARA SERVIR MEJOR», consigna muy familiar para un antiguo alumno de la
Compañía de Jesús, donde subyace el verdadero sentido del «MAGIS» ignaciano, que
permite vivir la vida con un especial fin de servicio y no de competencia inter nos in nostra Sancta Mater Ecclesia.
En consecuencia, ayúdase al prójimo dando lo mejor de sí, mientras diem per diem preparámonos más para
servir mejor a los hermanos, a quienes ganamos por el amor con el que hácense
las cosas, despertando en sí mismo y en los demás grandes deseos para el Señor,
Providentissimus Deus, bajo el amparo de la Madre
Dolorosa, Mater veneranda in nostra
communitate.
Fotografía: Archivo Colegio Borja
Ergo, clamamus omnes: «Monstra te esse matrem»/ Entonces, clamamos todos: «Muestra que eres madre», pues en toda
circunstancia, en todo momento, en toda tribulación o adversidad como en todo
instante feliz de la existencia la Mater
Dolorosa nunca deja de mostrarnos que es de veras una «Mater bonae consilii» o «Madre
del buen consejo», a la cual seguimos como estrella salvadora y por quien
podemos exclamar junto a San Bernardo: «Pro
María nunquam satis/ Nunca será
bastante lo que hágase por María». Así pues, convencidos de vehementi de la veracidad de
semejante expresión de San Bernardo dedicamos estas pobres ideas en este ensayo
a la Mater semper amata in vita nostra,
junto al riquísimo y copioso compendio de creaciones literarias que han
dedicádose para ella in historia nostra con la elocuencia de los oradores sagrados,
las poesías de prodigiosos vates, el talento de los grandes escritores o el
armonioso canto y la meliflua música de nuestros compositores in honorem Mater Dolorosae, Mater Dei et
Mater Nostra in patria aequatorianae sicut erat in principio, et nunc et semper
et usque ad consummationem saeculi.
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha,
super flumina Tomebamba, mensis aprilis, die XX, reparata salute Anno Dominicae
Incarnationis MMXVII, in sollemnitate Paschalis.
OPINIONES CIUDADANAS
OPINIONES CIUDADANAS
Dedicado para los que quieren profundizar
más su conocimiento de lo que significa
esta santa imagen. Tremendo trabajo
Diego Demetrio Orellana.
Un fuerte abrazo amigo.
Un fuerte abrazo amigo.
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Cuerpo del mensaje
Que viva la DOLOROSA. Felicitaciones
a los jesuitas, alumnos y ex alumnos,
un abrazo,
a los jesuitas, alumnos y ex alumnos,
un abrazo,
MARIO ROLANDO ARPI
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Cuerpo del mensaje
Diego, excelente.
Saludos, Jorge
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