Veneranda et admirabilis, la música clásica es sinónimo de belleza, aqueste el Ecuador como allende los mares. Sirve tanto para las más sencillas manifestaciones del espíritu como para las grandes celebraciones. De esta manera, el pasado 30 de abril del año del Señor de 2010, ha ocurrido uno de los conciertos más impresionantes de este género de música en la ciudad del Vaticano.
En efecto, la tarde de aquel día, in honorem Sancte Pater, el Sumo Pontífice Benedicto, por la Divina Providencia Papa XVI, felizmente reinante, asistió en el Aula Pablo VI, a un concierto en su honor, con motivo del quinto año de su ministerio petrino, concierto ofrecido por el Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, e interpretado por la Orquesta Juvenil Italiana que depende de la Fundación Escuela de Música de Fiesole. En el concierto se interpretaron músicas de Giovanni Battista Sammartini, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven.
«El estudio de la música reviste -dijo el Papa al final del concierto- un alto valor en el proceso educativo de la persona, ya que produce efectos positivos en el desarrollo del individuo, favoreciendo el crecimiento humano y espiritual».
Elogiando la larga experiencia de la Escuela de Música de Fiesole, el Santo Padre observó, semper amabilis, que «en el contexto social actual, cualquier obra de educación parece volverse siempre más ardua y problemática: a menudo entre padres y profesores se habla de las dificultades que se encuentran a la hora de transmitir a las nuevas generaciones los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento. Esa situación problemática atañe tanto a la escuela como a la familia y a los diversos organismos que se ocupan de la formación».
«Los jóvenes, aunque vivan en contextos diversos -afirmó el pontífice-, comparten la sensibilidad a los grandes ideales de la vida, pero encuentran muchas dificultades para vivirlos. No podemos ignorar sus necesidades y expectativas, ni tampoco los obstáculos y amenazas que encuentran. Sienten la necesidad de acercarse a los valores auténticos como el carácter central de la persona, la dignidad humana, la paz, la justicia, la tolerancia y la solidaridad. Buscan también, a veces de forma confusa y contradictoria, la espiritualidad y la trascendencia para encontrar equilibrio y armonía».
«A ese respecto, me agrada observar que la música es capaz de abrir las mentes y los corazones a la dimensión del espíritu y lleva a las personas a levantar la mirada hacia la altura, a abrirse al bien y a la belleza absoluta, cuya fuente última es Dios. La alegría del canto y de la música son, además, una invitación constante para los creyentes y los hombres de buena voluntad a comprometerse para dar a la humanidad un porvenir lleno de esperanza. Asimismo (...) el deber de no tocar solos, sino de hacer que los diversos ‘colores’ de la orquesta, aún manteniendo sus características propias, se fundan; la búsqueda común de la mejor expresión, todo esto constituye un ejercicio formidable. No sólo en ámbito artístico y profesional, sino en el ámbito humano en general».
El Santo Padre, quien es además el primer Papa pianista de la Historia y un amante denodado de la música selecta, como hombre cultísimo y erudito que es, concluyó su discurso agradeciendo de nuevo al Presidente de la República Italiana el concierto y pidiendo a todos que rezasen por él para que «en este comienzo del sexto año de mi pontificado pueda cumplir siempre mi ministerio, como quiere el Señor».
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OREMUS PRO PONTEFICE NOSTRO, BENEDICTUS PP. XVI
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DIEGO DEMETRIO ORELLANA
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Datum Concha, super flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, mensis Iunii, die XXVII, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus decimus, in vesperas sollemnitate SS. Apostoli Petri et Pauli.