Santa Ana de los Ríos de Cuenca, noviembre 28 del año del Señor de 2020
In octava
solemnitate Christus Regem Universorum, Anno Dominicae Incarnationis MMXX.
Señor Ingeniero Pedro Palacios Ullauri
Alcalde de Cuenca
del Ecuador
Ciudad.
De mi consideración:
«Parturiunt
montes… Nascetur ridiculus mus/ Paren los montes… Nacerá un ridículo ratón». Así hubo de graficarnos el egregio
Esopo, in historia mundi, el famoso «PARTO DE LOS MONTES»
cuando anúnciase una obra nunca antes vista y ofrécese un esperpéntico producto
que cáusanos ludibrio e indígnanos de profundis hasta la consumación de
la ignominia.
Señor alcalde de Cuenca: una horrible desfachatez ha resultádonos «El LIBRO DEL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE CUENCA» surgido a causa de la inopia en su desorientada administración municipal, pues la obra, dicha sea la verdad, es como un verdadero parto de los montes apud flumina Tomebamba.
In
via claritatis/ En el camino de la claridad y en contra de toda la expectativa
que levantóse frente a la emblemática publicación de los 200 años de independencia
de la capital azuaya hemos de confirmar, de vehementi, que este libro es una
pandémica producción bibliográfica en la nefasta epidemia del coronavirus, por lo
que -pluma en ristre- levantamos
nuevamente nuestra voz en defensa de la excelsa historia de Cuenca, la «Atenas del Ecuador» in patria aequatorianae y
señalamos, con ataraxia y firmeza, algunas cosas que no podémoslas admitir
in honorem Conchae/ en honor de Cuenca:
PARS PRIMA. Ya el mismo nombre del libro es
un despropósito cuando usted, señor burgomestre, ad arbitrium, ha llamádolo,
en medio de la estolidez, a este esperpento bibliográfico, como «CUENCA, CIUDAD DE TODAS LAS ORILLAS» en la
pretensión de dar un nuevo epíteto a la capital azuaya cuando este calificativo
es tan huero y anodino por su falta de sindéresis con la urbe. Infiérese entonces
que estamos frente a una hilarante cantinflería del bicentenario. Ergo,
dígasenos ¿qué tiene que ver su disparatado apelativo a Cuenca frente a los gloriosos
epítetos de la capital de la morlaquía in universa terra? Qué duda cabe que
hay que tener sapiencia para describir a nuestra tierra con su integérrima
presencia y por eso, señor alcalde, la estulticia no tiene arreglo y usted no ha
sido capaz de bautizar a «la ciudad
cargada de alma» con una nueva nominación que glorifique in
excelsis a la capital del austro ecuatoriano desde el epicentro
glorioso de un bicentenario in honorem libertatis.
ALTERA PARS. La portada de la obra es otro desventurado desatino cuando ha escogídose una ilustración del seminario «San Luis» en la calle Benigno Malo, con la fantasmagórica desolación que la pandemia ha producido inter nos, fotografía que háblanos más de la emergencia sanitaria del Covid y no del bicentenario de la libertad política de Cuenca que era el auténtico leit motiv de la publicación. In honorem veritatis dígase que la portada es como el espejo de cuerpo entero de un libro y en ella débese colocar una evocativa imagen del universo compositivo de la obra, que en este caso es el bicentenario de la independencia, pero eso no es lo que sugiérenos la fantasmagórica foto de este bibliográfico adefesio.
Quid pro quo, para sorpresa de los lectores, la publicación iníciase con un horripilante compendio de fotografías que muéstrannos a la Cuenca espectral en los tiempos del coronavirus cuando deberíanse haber mostrado los rostros de una urbe libertaria que alborozada celebra los 200 años de su emancipación política in historia nostra.
Rebus sic stantibus/ Estando así las cosas, la publicación parece más un registro de la emergencia del COVID19 y no un libro que perennice el bicentenario libertario. Al parecer, la idiotización de la pandemia ha inficionado también a los editores de la obra, quienes principian diciendo, ad aperturam libri, una confesión por la que colúmbrase que prodigóse más importancia a la fiebre de Wuhan que a la libertaria celebración de Cuenca. Leamos pues, a calvo ad calvum, el texto que acompaña a las horrorosas fotografías de la urbe fantasmal en el inconstitucional confinamiento: «La pandemia nos ha obligado a repensarnos desde lo individual y desde lo colectivo. Jamás hubiésemos podido estar preparados y, las verdades que han salido a flote en este período terrible y doloroso que atravesamos en cuanto humanidad, nos empujan a ser agentes del cambio en una sociedad hundida en un sistema de desarrollo que amenaza con la supervivencia de la especie...». Oh Sancta Simplicitas: el parágrafo precedente parece mas bien una triste verdad de perogrullo de una sufriente plañidera paranoica y atribulada ante el infame virus y no el proemio de un consejo editorial que introduce una obra emblemática para el bicentenario libertario in urbe nostra.
PARS TERTIA. Ad absurdum, ni qué decir tiene de las ininteligibles expresiones de su autoridad al presentar este espérpentico libro. Para comenzar, señor alcalde, usted no logra convencer por qué Cuenca es supuestamente «LA CIUDAD DE TODAS LAS ORILLAS» mientras algunas de sus ideas son simplemente inentendibles. Leámoslas, ad exemplum, para mirar el sin sentido de sus expresiones frente a Cuenca: «un valle con un clima privilegiado, rodeado de miradores/atalayas que permiten claridad al observarse como parte de una misma totalidad…»; «un ritmo que explica no solo la abundancia y nuestra hermosa forma de hablar, sino la claridad que acompasan nuestras acciones»; «Cuenca, ciudad con una historia que se teje en el día a día de quienes la habitamos, es un pulso que marca su propio devenir tejido en la voz y la memoria con que nos proyectamos un futuro brillante, amable, feliz»; «…la necesidad de construir el respeto sobre el amor propio reflejado en el respeto hacia los demás». Como puédese ver, estas frases carecen de sentido común, de lógica y precisión semántica mientras las ideas en ellas contenidas son simplemente abstrusas a maxima ad minima, señor alcalde. Y a tal punto difícultóse lo que usted quiso expresar que al fin de su fachosa introducción confiésanos inconscientemente el galimatías de tan truculentas ideas cuando dícenos ad concludendi: «Vivir en esta ciudad indescriptible, decía, es un privilegio…». Evidentemente, señor alcalde, la ciudad puede ser indescriptible pero lo que de veras constituye indescriptible son las ideas que usted ha escrito en la presentación de este cantinflesco libro.
Cronista vitalicio de Cuenca
QUARTA PARS. Y así por el estilo esto solo es
el agrio aperitivo con el que introdúcese a la publicación de marras. El capítulo
cardinal de la obra es del cronista vitalicio de Cuenca, Juan Cordero Íñiguez,
quien irresponsablemente y de forma incompleta cuenta la independencia de la
capital azuaya, con datos resumidos y faltantes escenas, mientras las insólitas
confusiones con las que trastabíllase evidencian que desconoce, en su condición
de cronista vitalicio de la urbe, el exacto sitio donde firmóse la constitución
de la república de Cuenca el 15 de noviembre de 1820, hecho que espelúznanos y
expavécenos de profundis in anima nostra hasta la suprema indignación con
la que contémplase ab irato cómo prostitúyese a nuestra historia per fas
et per nefas et contra veritatis.
Pero
para que mi denuncia clarifíquese in via veritatis leamos de
verbo ad verbum las barbaridades que escribe Cordero en la página 37 de
la obra: «El 15 de noviembre, con la participación de representantes de las
instituciones públicas y religiosas de los barrios de la ciudad y de las
poblaciones del área rural, se instaló la Asamblea o Consejo de Sanción en el local
donde hoy funciona la Corte de Justicia (Cordero y Sucre) y se aprobó la Constitución de la República de Cuenca».
Anima nostra meminisce horret/ Nuestra alma horrorízase al recordarlo. Digamos pues que lo que acabamos de leer es falso y digno de superlativa estupefacción pues la constitución de la república de Cuenca no firmóse donde hoy funciona la Corte de Justicia, como dice Cordero Íñiguez, sino en la casa del prócer José María Vázquez de Noboa, la cual ubicábase tres cuadras más arriba, en el sitio donde hoy hállase la cooperativa JEP, en la calle Sucre, entre General Torres y Padre Aguirre. Sorpréndenos que el cronista vitalicio incurra en un yerro que no aceptaríase ni siquiera entre escolares de secundaria. Ad effectum videndi, como puédese ver en la imagen que ilustra este parágrafo, la plumilla de Abraham Sarmiento Carrión realizada en 1920 grafica la casa de Vázquez de Noboa, que en el primer centenario de nuestra emancipación era de propiedad de José Peralta. Débese adicionar a esta aclaratoria que en dicha vivienda, hace una centuria exacta, colocóse una broncínea placa epigráfica conmemorando la firma de la constitución de Cuenca, placa hoy desaparecida que daba cuenta del magnificente hecho histórico que Juan Cordero Íñiguez ignora descendiendo al abismo de las huestes infernales en tanto es imperdonable que este importante dato de nuestra independencia desconózcalo ad verecundiam et in honorem stultitiae.
PARS QUINTA. Mas los infamantes gazapos de Cordero no quédanse allí y así leemos en la figura 1 de la página 34 que ni siquiera pudo identificar a los personajes de una imagen en la que hállanse algunos de los próceres de la libertad americana. Contemplemos la foto de marras y leamos in scriptis lo que escribióse en el respectivo pie de foto: «Figura 1. Composición: Cdte. Camacard, Gral. L. Urdaneta, Gral. J. J. Flores, Gral. Antonio José de Sucre, Gral. Simón Bolívar, Gral. D. Olleary, T. de Heres, L. F. de Cordero. Escudo del Ecuador y dos banderas. Manuel Jesús Serrano, 1930 - 1940. Fuente: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. Colección Manuel Jesús Serrano». Mas resulta que el orden cronológico de los personajes no correspóndense con la imagen y así donde dice Gral. D. Olleary deberíase leer Mariscal Antonio José de Sucre mientras que por tal desliz todo el resto de personajes ya no coinciden con las imágenes respectivas ad absurdum et contra veritatis.
SEXTA PARS. Al parecer, el cronista vitalicio hízose vericuetos en el artículo principal de la obra por hacer un resumen de la independencia. Es negligencia que el capítulo histórico a él asignado cúbrase en 17 cuartillas pero tan solo en dos de aquellas cuéntase la independencia en escueta forma confundiendo las cosas y omitiendo ineludibles circunstancias. Veamos de qué forma enredáronse los hechos y calláronse algunos acontecimientos. Ergo, Cordero dice de verbo ad verbum: «Desde fines del mes de octubre se habían iniciado los preparativos y, a pesar de las reservas que se impusieron, algunos planes fueron descubiertos, entre otros el apoyo del gobernador español, Antonio Díaz Cruzado, a quien se le pidió su renuncia por sugerencia de Joaquín Salazar Lozano y de Tomás Ordóñez Torres…». La verdad histórica, no obstante, no aconteció como cuenta Cordero pues guiados de las investigaciones de Jorge Salvador Lara, Alfonso María Borrero, Remigio Romero y León, Alberto Muñoz Vernaza y Octavio Cordero Palacios las cosas sucediéronse de la siguiente manera in via claritatis: Los preparativos de la independencia no comenzaron desde fines del mes de octubre de 1820, como erráticamente afirma Cordero, sino desde mediados de dicho mes cuando los próceres, una vez informados de la independencia de Guayaquil, reunierónse varias veces en casa de Tomás Ordóñez para planificar la emancipación de Cuenca inspirados en la gesta guayaquileña. Según Octavio Cordero Palacios la prisión de Díaz Cruzado ocurrió antes del 20 de octubre y su remisión a Quito fue el 2 de noviembre, por parte de Antonio García Trelles, comandante militar de la Gobernación de Cuenca, mientras el mismo 3 de Noviembre el presidente de la Real Audiencia de Quito, Melchor Aymerich, extendía el nombramiento de Jefe Político subalterno de Cuenca a don Antonio Arteaga en reemplazo de Díaz Cruzado. Ad cautelam, solo si nos fijamos en la secuencia de estos hechos nos habremos de dar cuenta de vehementi sobre las imprecisiones del cronista vitalicio, quien refiere equívocamente que todos los acontecimientos sucediéronse a finales de octubre de 1820.
PARS SEPTIMA. Enseguida dice Cordero una retahíla de datos nada coincidentes con la verdad histórica. Leámoslo a calvo ad calvum: «De acuerdo con la tradición, algunos líderes que debían tomar parte en el levantamiento se reunieron en el Valle, una parroquia cercana a Cuenca, y allí se organizaron para atacar el día 3, fecha en la que se iba a promulgar una resolución por medio de un bando, preparado ad hoc. Se aprovechó esa oportunidad para desarmar a la guardia y así obtener unas pocas armas de fuego...».
In stricta veritas, en este parágrafo omítense inexorables datos
mientras afírmase una temeraria falsedad cuando dícese que de
acuerdo a la tradición algunos de los líderes que debían tomar parte en el
levantamiento se reunieron en El Valle. Esto no es verdad,
pues Remigio Romero y León da cuenta, en su fundamentado estudio sobre la
emancipación de Cuenca, de la existencia de un documento del prócer Jerónimo Illescas
por el que refiérese a la reunión de los patriotas en El Valle, lo cual
demuestra que Cordero falsea la verdad. Para confrontar la falacia, vis a
vis, leamos el escrito de Illescas ad peddem litterae: «…puse al señor coronel de esta plaza una
representación humilde, haciéndole presente no estaba en San Juan del Valle el día de finados en el año 20, con el doctor
José María de Noboa y sus camaradas recolectando gente…». Ante un
fehaciente testimonio escrito de este calibre preguntémonos: ¿por qué el
cronista vitalicio invoca a la tradición para referirse a la reunión de El
Valle? o ¿es que acaso desconoce los documentos de nuestra independencia? Desde
nuestra visión historiadora digamos, ex tota claritas, que la tradición
es siempre una copiosa fuente de la historia pero deja de serlo cuando un
documento histórico consigna para la posteridad un hecho fáctico ad
futuram rei memoriam.
Quid pro quo, por otro lado, las cosas que el cronista vitalicio de Cuenca omite son las siguientes: una vez destituido Díaz Cruzado las autoridades españolas nombraron ipso facto como su sucesor a Antonio Arteaga el mismo día 3 de Noviembre de 1820, mientras que es José María Vázquez de Noboa, en su calidad de alcalde primero, quien promulgó unas ordenanzas en la mañana del mismo día 3. Es imperdonable que Cordero omita estos hechos pues es como no contar con las piezas clave de un rompecabezas. Reforcemos nuestra enhiesta postura histórica con lo que cuéntanos Jorge Salvador Lara, uno de los más grandes y lúcidos historiadores de la patria. In honorem veritatis/ En honor de la verdad Salvador Lara dice que los próceres concibieron un ingenioso y detallado plan para sorprender a las autoridades militares. El alcalde primero Vázquez de Noboa debía promulgar mediante bando algunas ordenanzas el día 3 de noviembre, para cuyo efecto, conforme el uso de la época, el escribano Zenón de San Martín y Landívar, acompañado de una dotación militar debía leer los respectivos documentos en la plaza central de Cuenca. Ese fue el momento propicio para que los revolucionarios sometan a los soldados y apoderándose de sus armas destituyan a las autoridades coloniales y tomen el control del gobierno. Efectivamente, tal como cuéntalo Salvador Lara, Vázquez de Noboa mandó a pregonar bandos reales en la Plaza Mayor de Cuenca, lo que aprovechóse por los rebeldes para sorprender a la escolta y desarmarla. Infiérese pues que el artilugio habíase programado con el secreto apoyo de Vázquez de Noboa, quien facilitó la causa, pues era a su vez jefe de los patriotas.
Quod erat demonstrandum, como puédese apreciar, en las líneas precedentes cuéntanse los hechos fundamentales de nuestra gesta libertaria guiados de la clarividencia y sapiencia de Salvador Lara, cualidades que no contémplanse en el historiador Juan Cordero al ocultar, en esta fachendosa publicación conmemorativa, los hitos claves de la libertaria epopeya del 3 de Noviembre de 1820. Esto ha sucedido justamente por un mezquino ahorro para contar la historia en el libro del bicentenario, el cual tiene 436 páginas, por lo que no encuéntrase razón alguna para la cicatería investigativa de Cordero que no sea la pereza mostrada para narrar los hechos con confusiones, gazapos e infamias en un anodino resumen de dos páginas sobre nuestra independencia al tratarse del artículo cardinal del libro del bicentenario en la misma forma perezosa en que invita al lector a revisar sus fuentes con una cita que englóbalas de manera génerica, ad absurdum, burlándose de nuestra inteligencia en la página 37. Leamos pues el ridículo ex abrupto: «Ver las obras de Manuel Muñoz Cueva, Octavio Cordero Palacios, César Andrade y Cordero, Antonio Lloret Bastidas, Juan Cordero, Ana Luz Borrero... sobre la independencia de Cuenca».
Tomás Ordóñez
OCTAVA PARS. Pero si hasta este punto de la fachosa investigación de Cordero las cosas por él escritas incoan a nuestro espíritu hay algo que sorpréndenos ad summum hasta la vara alta de la estupefacción cuando invéntase, ad arbitrium, un hecho que jamás aconteció cuando al hablar del cabildo ampliado que los próceres pedían dice contra veritatis: «Hay algunas diferencias entre cabildo ampliado, que solo reúne a invitados especiales, y un cabildo abierto que es de mayor participación ciudadana. Del primero era partidario Vázquez de Noboa y del segundo Tomás Ordóñez». Señor alcalde de Cuenca: lo que acábase de leer en rojo constituye un disparatado y vil invento de Cordero Íñiguez -y digámoslo con ataraxia y contundencia- por cuanto ninguna desavenencia entre Tomás Ordóñez y Vázquez de Noboa prodújose frente a la convocatoria de un cabildo ampliado o un cabildo abierto, puesto que Vázquez de Noboa, siendo uno de nuestros próceres del 3 de Noviembre de 1820 -en tanto era el alcalde primero y hallábase a favor de la independencia- convocó un cabildo ampliado sin diletancia alguna y sin que hubiesen mediado discrepancias con Tomás Ordóñez. Inventarse un hecho histórico abusando de la condición de cronista vitalicio deberíase de considerar un crimen y un atentado a la verdad histórica que todo historiador honesto debe precautelar ante omnia et super omnia/ ante todo y sobre todo.
PARS NONA. El cronista vitalicio minimiza que la plaza de San Sebastián era uno de los epicentros de la lucha libertaria del 3 de Noviembre de 1820. Leamos cómo hácelo in scriptis: «A los patriotas se unió el cura José Peñafiel y desde San Sebastián empezaron a acosar a las autoridades y soldados españoles. Con la presencia de otras personas aumentó su número, todos dirigiendo sus pasos a la Plaza Mayor, también llamada de Armas…». Como puédese ver, para Cordero, parecería que San Sebastián era solo el vértice desde donde los patriotas intentaban acercarse a la Plaza de Armas de Cuenca y no uno de los epicentros de la revuelta libertaria pues en esta plaza, a la cual replegáronse los patriotas que cercaban la Plaza Mayor de Cuenca para asaltar el cuartel real, diéronse también cruentos combates con las autoridades españolas durante la jornada del 3 de Noviembre de 1820. Aquí, en esta plazuela, el cura Juan María Ormaza arengaba al pueblo con flamígero y combativo verbo para incitar sentimientos de patriotismo y libertad; aquí, en esta histórica plaza, desde la misma torre colonial del templo disparábase con cañoñes por parte del valiente y aguerrido presbítero en alianza con el sacerdote José Peñafiel quien, al estar al frente como cura de almas de la zona, era también otro de los personajes que luchaban por nuestra libertad. Aquí en esta plaza, conforme dícelo Alberto Muñoz Vernaza en su ensayo sobre la emancipación de Cuenca, PROCLAMÓSE LA INDEPENDENCIA en acto de patriótica algarabía por el intrépido pueblo cuencano que en aquella histórica jornada levantóse en contra del léon ibérico. Pero en refuerzo de nuestra tesis citemos a Muñoz Vernaza cuando dice in stricta veritas: «La lucha fue corta y dueños de las armas de la escolta se replegaron los patriotas a la vecina plazuela de San Sebastián, en donde reunidos ya a numeroso pueblo, proclamaron la libertad e independencia de la provincia de Cuenca».
PARS DECIMA. Es realmente de espanto confirmar cómo las desaforadas ansias del cronista vitalicio de Cuenca para resumir los hechos de la independencia hácenlo perder el horizonte histórico para empequeñecer otros de los hechos primordiales de nuestra emancipación como son los acontecimientos que hubieron de ocurrir en el sector septentrional de El Vecino. Así, Cordero afirma ex admirationem: «Con el entusiasmo prendido por la causa libertaria, más las arengas patrióticas de Juan María Ormaza, otro cura orador y patriota, y de Tomás Ordóñez, líder militar, algunos vecinos recorrieron los barrios buscando mayor apoyo y juzgaron que era mejor ubicarse en el Vecino, por estar más cerca de los refuerzos que podían llegar desde el norte…». Aquí omítense ineludibles acontecimientos. Ad exemplum, no es que los patriotas juzgaron ir a El Vecino porque estarían más cerca de refuerzos que vendrían desde los norteños sectores de Cuenca. Lo que pasó fue que, ya en la hora crepuscular de la jornada del 3 de Noviembre de 1820, por seguridad, los patriotas prefirieron trasladarse al barrio de El Vecino, en la terraza septentrional de la urbe, desde donde dominábase a la ciudad a la vez que acogeríanse los refuerzos que venían desde el norte. Cordero omite que habíasele enviado un recado al cura de Chuquipata, Javier Loyola, providencial cooperador de nuestra causa emancipadora, para que reuniera gente y armas para la lucha libertaria de Cuenca. Mas todavía en El Vecino el pueblo soportaba el constante asedio de los soldados españoles. Así pues, la noche del día 3 fue tensa, mas los patriotas estaban listos a luchar por la libertad de la urbe usque ad sanguinis effusionem/ hasta el derramamiento de sangre.
Un relato independentista, para que sea trascendente, no podría dejar de soslayo que el cura Loyola era un presbítero convencido, in corpore et in anima, por la causa emancipadora. El benemérito religioso recibió el recado de los patriotas congregados en El Vecino y pidió ayuda al Dr. Miguel Gil Malo -propietario de una hacienda en Chuquipata- a que buscárase formar un grupo de gente que apoye la rebelión de Cuenca. Encaminóse él mismo hacia Azogues para persuadir a su cura párroco, Juan Orosco Guerrero, a que «levantara a la gente para que acompañe a Cuenca» como hiciéralo en Chuquipata Miguel Malo. Envió mensajeros a Biblián para contactar al cura Manuel Cazorla, a Cañar con el cura Francisco Cueto Bustamante y a Déleg, donde el presbítero José Orellana ayudó también con el pedido para que la gente marchara hasta El Vecino. El mismo cura Loyola, luego de proclamar la independencia de Azogues, el 4 de noviembre, fue también a Biblián para contactar a Pedro López Argudo, otro de los prosélitos por la causa independentista. Pasó a Déleg con el mismo fin y una vez conformado un beligerante grupo de blancos e indios armados viajó a Cuenca para llegar al barrio de El Vecino.
El historiador Octavio Cordero Palacios cuenta una anécdota que copiámosla ex integro: «Al parecer, los patriotas pensaban ya en una retirada definitiva y se dice inclusive que la habían comenzado por los dos caminos de ‘El Rollo’, cuando asomó allí, este último día, el célebre cura de Chuquipata, el maestro Javier de Loyola, con numerosos refuerzos de gente blanca y de indígenas armados». El tropel venía comandado por el cura de Chuquipata, Javier Loyola, conformándose de blancos e indios armados de picas, palos, cuchillos y piedras con los que integráronse a la lucha. Sin este providencial refuerzo el pueblo cuencano no habría finiquitado la batalla de la independencia y el hecho no debíase omitir con los detalles pertinentes en un artículo que requería profundidad sobre la emancipación de Cuenca.
PARS XI.
Por eso, ad absurdum, es hilarante que Cordero concluya su escolar resumen
con apenas dos tristes líneas sobre el epílogo de la gesta independentista
cuando dice ad peddem litterae: «El día sábado 4 de noviembre,
con ayuda campesina, y en particular de Javier Loyola, cura de Chuquipata,
vencieron los patriotas…». Ad
interim, el artículo
del cronista vitalicio descabézase cuando mas bien gran parte de sus cuartillas
despliégase en un farragoso texto con el que explícase la constitución de la
república de Cuenca y un largo análisis de este documento importantísimo de
nuestra gesta libertaria de 1820 tanto como las incidencias de la venganza
española al retomar el poder el 20 de diciembre de 1820 y el ANNUS HORRIBILIS de 1821 hasta
conseguir la libertad definitiva el 21 de febrero de 1822 con las tropas
grancolombianas del mariscal Antonio José de Sucre.
PARS XII. Abyssus abyssum invocat/ El abismo llama al abismo y así confírmase siempre, in via historiae/ en el camino de la historia, que un error replícase ad infinitum cuando constitúyese en fuente histórica sin el tamiz que la verdad reclama. Por ello, no es nada extraño leer, en la página 61 de la obra, que Ana Luz Borrero hágase eco de uno de los graves yerros del cronista vitalicio cuando afirma citándolo ex tota claritas que: «Los preparativos para el 3 de noviembre nos llevan a colegir que los patriotas se reunieron en casa de Margarita Torres, esposa de Paulino Ordóñez, para planificar las acciones liberadoras desde finales del mes de octubre (Cordero Íñiguez, 2016)». Ya hemos dicho, en líneas precedentes, que las reuniones preparatorias para programar la emancipación de Cuenca hiciéronse justamente en la casa de Tomás Ordóñez, hijo de Margarita Torres, desde mediados del mes de octubre y según Alberto Muñoz Vernaza también hubo reuniones en la casa del prócer José María Vázquez de Noboa en los precisos días de la jornada independentista, tanto como la famosa reunión de San Juan del Valle, pues Vázquez de Noboa es uno de los principales próceres de nuestra epopeya libertaria. Es por ello que Octavio Cordero Palacios, por su parte, como ya dijímoslo ut supra -al analizar los acontecimientos de la gesta novembrina- columbra que, ad exemplum, la prisión de Díaz Cruzado ocurrió antes del 20 de octubre.
PARS XIII. Ana Luz Borrero enfatiza también que Margarita Torres es «una de las principales actoras en este proceso», pero laméntase de que «no existe una información más exhaustiva sobre ella». Huelga decir, no obstante, in historia civitatis/ en la historia de la ciudad que aunque muchas féminas de la morlaquía han sido invisibilizadas en el movimiento emancipador no puédese negar que las esposas de los próceres, sus empleadas y muchas otras mujeres ora de la aristocracia, ora de la plebe apoyaron la causa libertaria ex tota fortitudine/ con toda la fuerza.
María Tommerbak
PARS XIV. Otro de los artículos que alteran a nuestra historia es
aquel de María Tommerback, quien habitualmente atenta contra la verdad histórica
en sus disparatadas investigaciones. En esta ocasión, en un artículo intitulado
«HISTORIA Y PATRIMONIO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA LIBERTAD
BICENTENARIA» convierte a la historia en ciencia especulativa al
hablar de los bienes tangibles e intangibles que ella considera que surgieron en la epopeya emancipadora y elucubrando sobre ellos esgrime una barbarie al
decir, en la página 69, una absurda deducción que copiámosla ex
integro: «Los bienes culturales tangibles e intangibles que resultaron de la gesta
libertaria y su conmemoración cien años más tarde son parte medular de la
ciudad patrimonial y deben ser comprendidos como un recurso para el presente; ameritan un análisis de los
valores que engloban y su legítima presencia en la urbe del siglo XXI. Lo que ahora conforma el conjunto de
nuestro patrimonio son aquellos bienes que sobrevivieron al trajín del tiempo
y, como tales, transmiten conocimientos de sostenibilidad y resiliencia». Qué absurdo devaneo cuando en la arquitectura cuencana, ad
exemplum, no consérvase ninguna edificación que podríase decir que haya
sido gestada en la independencia de Cuenca y menos para concederle sostenibilidad
y resilencia in tertio millenio adveniente.
PARS XV. En el mismo camino elucubrativo la ciudadana Tommerbak confunde los acontecimientos de la jornada libertaria del 3 de noviembre
y dice, ad absurdum, que algunos hitos de la independencia surgieron
desde los barrios periféricos por no interpretar, en su real contexto, las
circunstancias por las cuales ciertos hechos diéronse en la periferia
meridional y septentrional de la urbe. Transcribamos pues el farragoso texto de
Tommerbak y confrontemos sus abstrusas deducciones in via veritatis: «…Según Alfonso María Borrero (1922), con la noticia de
la revolución en Guayaquil, el teniente Tomás Ordoñez fue a la iglesia de
Todos Santos con el objetivo de convocar a un cabildo abierto a la gente que salía
de misa, lo que fue impedido por las tropas realistas situadas en la plaza. El relato no
revela las razones por las que la lucha partió de este lugar periférico y no
del núcleo central, pero se advierte que se trataba de un barrio habitado mayormente
por estratos populares».
Es imperdonable que Tommerbak diga que Tomás Ordóñez iba a convocar un cabildo abierto en Todos los Santos. Vergonzoso que esta descuidada investigadora no discrimine que un cabildo abierto solo puédelo convocar el alcalde primero y ese cargo ocupaba Vázquez de Noboa y no Tomás Ordóñez in illo tempore, in solemnitate omnium sanctorum/ en la solemnidad de Todos los Santos. Pero este tipo de desafueros son comunes y típicos en esta negligente investigadora in communitate nostra.
Luego, en
la página 70 continúa la disparatada autora del estudio con otra deducción de
similar calibre que copiámosla in extenso: «Frustrado este primer intento, el 3 de noviembre el gobernador
José María Vázquez de Noboa, luego de una minuciosa planificación, ordenó
la difusión de unas ordenanzas acompañada de la escolta militar que fue atacada y desarmada
por los patriotas. Una vez más la lucha se organizó desde las barriadas
populares: cuando los realistas se agruparon en la plaza y calles aledañas,
los revolucionarios se situaron en la parte occidental de la ciudad. La
multitud luego se trasladó a El Vecino donde podía recibir refuerzos de los
pueblos aledaños que, según Borrero (1922), se dio con la gran cantidad de
gente que acudió de los lugares circunvecinos a reforzar a los luchadores de
la ciudad (p. 233). La referencia a los barrios limítrofes deja entrever el
poder organizacional de estos núcleos, característica que se
ha transmitido por generaciones y que por ello conforma parte del legado intangible
de Cuenca».
In via claritatis,
digamos que cuando hácese de la historia una ciencia especulativa conviértese
al hecho fáctico en una fábula y así hemos de decir que de ninguna manera los
habitantes periféricos de Todos los Santos, de San Sebastián y de El Vecino son
los que protagonizan los hitos libertarios de la jornada del 3 de Noviembre de
1820, como equívocamente piensa Tommerbak, pues la razón por la cual en Todos
los Santos intentóse convocar un cabildo abierto debióse a que el miércoles 1 de
noviembre del año del Señor de 1820 celebrábase allí la solemnidad de Todos los
Santos in nostra Sancta Mater Ecclesia y como tal ceremonia solía ser multitudinaria
porque todos los católicos de la urbe acudían a la iglesia de esa zona quiso
aprovecharse de tal eventualidad para que el pueblo cuencano pueda ser partícipe
de la revuelta con la que intentóse tomarse el cuartel real que hallábase en la
Plaza Mayor, mientras que si los patriotas y el pueblo replegáronse el día 3 de
Noviembre en la plaza de San Sebastián no fue porque los habitantes de tal
barrio periférico tuvieran un poder organizacional, como dice erráticamente Tommerbak,
sino porque el cura de San Sebastián, José Peñafiel, era uno de los líderes de
la revuelta y desde su iglesia y la contigua plazuela hízose que tal sitio
constituyérase en un campo de batalla para lograr la independencia de la urbe,
la cual proclamóse justamente en la plaza de San Sebastián como muy bien hácelo
notar Alberto Muñoz Vernaza en su ensayo sobre la emancipación de la urbe.
Igualmente, si fue el barrio de El Vecino adonde los patriotas y el pueblo
morlaco trasladáronse para continuar la lucha y recibir los refuerzos que venían
desde el norte con el padre Javier Loyola no fue porque en tal sector periférico
hubiere existido un poder organizacional de sus vecinos sino porque esa zona era
un estratégico punto septentrional desde donde domínase a la ciudad, al ser una
de las terrazas que Cuenca tiene en su perímetro urbano; era entonces más conveniente
luchar allá en el afán de consolidar la lucha libertaria. Qué poder imaginativo
de la ciudadana Tommerbak para atropellar a nuestra historia con sus tremebundas
fanfarronerías y estúpidas presunciones in historia nostra.
PARS XVI. Pero Tommerback, desubicada y desorientada siempre en asuntos históricos, confunde permanentemente fechas, personajes y eventos sin que en esta oportunidad haya dejado de hacerlo, ad verecundiam, cuando al hablar sobre las celebraciones del primer centenario de la independencia, en 1920, dice ad absurdum: «Se estableció un comité para la elaboración del programa que incluyó el sorteo de diez máquinas de coser entre señoras y señoritas y un concurso que premió a artistas locales como Luis Alvarado, Filóromo Idrovo y Manuel Serrano por sus trabajos de pintura de caballete, y a Emanuel Honorato Vázquez por sus fotografías». Sin embargo, nunca ha existido in urbe nostra un pintor de caballete llamado Manuel Serrano, como afirma Tommerback, sino un artista plástico que era Manuel Moreno Serrano.
PARS XVII. En la página 77 Tommebark asevera una cosa descabellada a más no poder y la falsía del aserto parécenos una tomadura de pelo propia de sus intrépidos alcances para prostituir a nuestra historia cuando dice in scriptis: «La planificación de la plaza de Los Próceres en la intersección de las calles Rivas y Pichincha, donde luego se construyó el Mercado 9 de Octubre, marcó un cambio de época al ser un espacio público generado para honrar “los sacrificios y heroísmos de los próceres [que debían] perpetuarse para ejemplo y estímulo de las generaciones venideras” (AHM/C, OP15, 1918, L. 2453- 206, f. 49v), esto a diferencia de las áreas abiertas de mayor antigüedad que surgieron como atrios de las iglesias». Sin embargo, como puédese ver, nunca construyóse la tal plaza de los próceres ni el mercado 9 de Octubre y la explanada hoy conocida como Plaza Cívica han marcado un cambio de época ni mucho menos, mientras que los atrios de las iglesias, espacios que casi son inexistentes en Cuenca, no son las áreas abiertas de mayor antigüedad pues ya desde la Colonia existió, ad exemplum, el mercado donde hoy es la plaza de San Francisco o plaza Gil Ramírez Dávalos juntamente con las plazas de San Blas y San Sebastián, por lo que las cosas que infiere Tommerbak son desatinadas a capite ad calcem/ de la cabeza a los pies y reflejan que su criterio histórico es de veras cantinflesco e incoherente ex contradictionem et contra veritatis.
PARS XVIII. Y a tal punto el contrasentido de Tommebark avanza in crescendo para incurrir en estropicio tras estropicio que sus aseveraciones bordean los límites del absurdo por las mendaces afirmaciones en las que incurre como cuando declara una barbaridad que espanta de profundis. Copiémoslo ex integro: «…la calle Cedeño se denominó 5 de Junio por el vigésimo quinto aniversario “de la gloriosa transformación política de Guayaquil”». Suponemos que la desfachatada investigadora refiérese a la revolución liberal del 5 de junio de 1895 pero no entendemos cómo este acontecimiento histórico de la patria ha representado una gloriosa transformación política de Guayaquil. ¿No será mas bien una transformación política de la patria toda si hemos de considerar que la revolución liberal fue justamente un hecho de alcances nacionales siendo este el prisma para mirarlo desde la perspectiva histórica in honorem veritatis?
PARS XIX. Y así por el orden, los artículos del esperpéntico libro del bicentenario son un compendio soporífero para la lectura, con una heterogeneidad de temas y de personajes a la manera de una fanesca verborreica que nada dice y nada profundiza o una especie de champús en donde hay de todo, como en botica, sin que entiéndase las razones por las cuales no púdose pensar -desde el consejo editorial de la Junta del Bicentenario- que debíase haber pensado en una publicación cuyos ejes editoriales delinearan la conmemoración libertaria con investigaciones serias que aborden aspectos desde donde mírese la trascendencia de nuestra independencia con los mejores pensadores que tiene la urbe y no con un equipo multidisciplinario de 28 autores en el que cada uno ha divagado, como ha podido y como ha querido, por diversos andariveles, haciendo que la obra parezca mas bien una gigantesca revista miscelánea de 436 páginas cuya lectura produce estupor ora por las cantinflerías, ora por las imprecisiones y yerros históricos, ora por el farragoso estilo de muchos de sus autores, ora por la diversidad de temas que nada tienen que ver con el bicentenario y que parecen mas bien como el informe de labores de algunas de las instituciones públicas que inciden en Cuenca in vita communitatis en el contexto de la pandemia del coronavirus que parece haber incidido para que el libro del bicentenario sea de veras una publicación pandémica que solo produce un tedium vitae que abúrrenos y exaspéranos hasta el hartazgo.
PARS XX. Mientras tanto, señor alcalde, en ningún momento percíbese en la lectura de la obra que ha habido una amplia visión colectiva del bicentenario libertario como usted mismo pretende decirnos, en la presentación de la obra, cuando afirma que «esta conmemoración significa una nueva oportunidad de observar lo que hemos construido como colectivo… Y esa es la intención de este libro conmemorativo del bicentenario de nuestra independencia, obra concebida desde una pluralidad de voces que procuran reflejar lo que entendemos y queremos para la ciudad amada: democracia, diálogo, empatía, colaboración, excelencia. Obra concebida, decíamos, bajo una estructura que procura dar cuenta de lo que significa vivir y comprender esta ciudad y lo que la hace única». ¿De veras cree usted, señor burgomaestre, que todo eso ha lográdose en esta esperpéntica producción bibliográfica surgida y atravesada por el efecto pandemia del coronavirus?
PARS XXI. In honorem veritatis, hemos querido solamente señalar algunas de las cosas que, desde lo histórico, representan una infamia contra la urbe, a guisa de ejemplo del loco desvarío pandémico con el que parece haberse estructurado la obra, que tiene como culpable a un personaje digno de ludibrio in culturalis aspectibus. Nos referimos a su directora de cultura municipal, Tamara Landívar Villagómez, quien es el alma de la publicación en tanto preside el proyecto editorial que no ha podido delinearlo con el consejo editorial de la Junta del Bicentenario. Por eso, «las cosas parécense a su dueño» y si la ciudadana Landívar no tiene los méritos suficientes para ejercer su cargo obtenido por el arte de birlibirloque y gracias a sus habilidades pishquistas y al oportunismo y la audacia para alcanzar inmerecidos puestos ¿qué podríase esperar a la hora en la que no pudo dimensionar el rol histórico que debía cumplir al estructurar el libro del bicentenario?
Señor burgomaestre, digamos in
honorem veritatis que serias denuncias del personal de la Dirección
Municipal de Cultura dan cuenta de que esta publicación hízose a última hora,
con apenas tres meses, entre agosto y noviembre del año 2020, y como fruto de
una indecente trifulca entre la ciudadana Camila Corral Escudero, despedida de
la Dirección de Cultura, quien había ejercido las funciones de editora de este
esperpéntico libro y cuando ya tenía armada la obra la ciudadana Landívar la
desautorizó y púsose a conformar, entre gallos y media noche, a saltos de mata,
un nuevo consejo editorial nada solvente que no alcanzó a imprimir la obra pues este pandémico
libro, como usted sabe, fue lanzado en formato digital confirmando la
holgazanería, la impericia y la falta de previsión con las que Landívar ejerce su
cuestionada administración de la cultura municipal en el Ayuntamiento cuencano.
Juan Carlos Astudillo Tuga,
Coordinador editorial del esperpéntico libro del Bicentenari
Pero para que el pecado sea mortal Landívar ha nombrado como coordinador editorial del esperpéntico libro a Juan Carlos Astudillo, alias TUGA, junto con José Corral, quienes al entregar a Cuenca esta inverecunda infamia demuéstrannos ex tota claritas cómo no debe hacerse un libro, mientras las horripilantes fotografías de Astudillo han publicádose insistiendo con cursilería que trátase de una donación para este adefesio editorial in urbe nostra.
Señor burgomaestre: mas la verdadera responsabilidad sobre las infamias del «Libro del Bicentenario de la Independencia» recae sobre la Junta del Bicentenario, colectivo que no ha podido cumplir un eficiente rol durante la pandemia teniendo todo el tiempo del mundo para hacer bien lo que hicieron mal: este esperpéntico libro por el que serán juzgados sine ira et studio in histoia nostra et in via iustitiae.
PARS XXII. Pero como dícese de iure, en el mundo del Derecho: «a confesión de parte relevo de prueba», la propia ciudadana Landívar, en el texto con el que introduce este esperpéntico libro confiésanos su mea culpa y su falta de idoneidad para ejecutar este proyecto editorial cuando su chocarrero escrito principia con un absurdo y termina en una cantinflería. El absurdo confírmase al citar una frase que nada dice, nada propone, nada describe ni define invocando a Clifford Geertz, un ilustre desconocido personaje que habla de la cultura afirmando un sinsentido que transcribímoslo ad peddem litterae: «Las lecturas, sus cosmovisiones y cosmovivencias no son parte del pasado, están en nuestro presente “aquietadas o invisibilizadas” esperando ser reinventadas». Enseguida, Landívar reincide fachosamente en el absurdo cuando dice un despropósito in scriptis: «Conmemorar el Bicentenario de la Independencia de Cuenca, dentro de un tiempo complejo en la coyuntura de la pandemia COVID-19, ha significado un desafío de adaptación a la nueva dinámica social. Ha quedado manifiesta la capacidad de resiliencia del ser humano, lo que le ha permitido reinventarse ante la urgencia de comprender estas realidades otras». ¿estas realidades otras? ¿no está claro, señor burgomaestre, cómo la pandemia del coronavirus idiotizó a Landívar para no poder ejecutar este proyecto editorial ni escribir con lógica la presentación de la obra?
PARS XXIII. La cantinflería, por su parte, refléjase en el parágrafo
conclusivo de Landívar cuando divaga delirante y turulata, delirio tras delirio,
ad
absurdum et in honorem stultitiae: «El impacto en las estructuras culturales, políticas y económicas debe ser
debidamente dimensionado y proyectado con miras a definir modelos y estrategias
que ayuden a mitigar los efectos en la vida diaria de los ciudadanos y sus
comunidades. La cultura debe ser vista como una experiencia compartida que promueve
la generación de diálogos que se evidencien en la cotidianidad, en nuestra
manera de vivir, en toda la dimensión territorial del cantón Cuenca y en
todas las expresiones y prácticas culturales de la ciudadanía. La protección
del sector cultural y de sus actores es un compromiso de todos los cuencanos».
PARS XXIV. Sin embargo, no podemos callar frente a dos aspectos más que atenta contra la verdad histórica. El primero, en relación a un artículo realizado irresponsablemente por Marco Sempértegui, el principal asesor de Tamara Landívar, y Gabriela Vázquez, la directora del Museo Municipal de Arte Moderno, quienes al igual que Landívar elucubran y divagan en un artículo sobre los museos en donde, además, atentan contra la historia. Transcribamos, de verbo ad verbum, las hilarantes divagaciones de Sempértegui – Vázquez: «Entrado el siglo XX, Cuenca atravesaba una época de renovación ideológica y social que terminaría por afectar las diferentes esferas de la cultura local; esta época, conocida como período de afrancesamiento, generó la adaptación de algunas prácticas políticas y sociales. La hibridación con la cultura nativa resultó en un proceso de reaprendizaje de los significados de la materia cultural, cuyos gustos y sensibilidades debían acomodarse a los códigos impuestos desde los nuevos ámbitos reservados a las bellas artes y a las instituciones culturales, entre ellos los salones y el museo… En este nuevo ambiente, Cuenca inició el proyecto museal con la Primera Exposición del Azuay realizada en 1904 por Luis Cordero. En ese devenir, la ciudad concluyó su etapa de afrancesamiento en 1940 cimentando las bases ideológicas que, tiempo después, contribuirían para que, mediante Ordenanza municipal en 1947, se implemente el primer museo municipal, cuyo discurso de inauguración reco- ge parte de la historia». No puede haber más osadía para burlarse de nuestra inteligencia con este tipo de divagaciones absurdas que pretenden pasarnos gato por liebre al momento de analizar un tema museístico. El afrancesamiento cuencano es planteado por Sempértegui – Vázquez como si hubiese sido impuesto bajo una planificación para que la urbe desarrollara un nuevo paradigma cultural en su historia. La verdad histórica es que las familias aburguesadas de la urbe, al edificar sus viviendas con ciertos elementos afrancesados, impusieron una moda que devino en una nueva imagen arquitectónica de Cuenca que nunca implicó para los habitantes de la morlaquía ninguna hibridación con la cultura nativa que haya resultado en un proceso de reaprendizaje de los significados de la materia cultural, como señala esta pareja Sempértegui Vázquez. Tampoco puédese decir, guiados del simple sensus comunis, que los gustos y sensibilidades debían acomodarse a los códigos impuestos desde los nuevos ámbitos reservados a las bellas artes y a las instituciones culturales, entre ellos los salones y el museo cuando en Cuenca no existían museos en la época en que la urbe afrancesábase y nadie nunca sintió que en la superestructura social una élite estaba imponiendo estilos, costumbres o modos de repensar la cultura ni nada por el estilo. Este es otro ejemplo de estrafalaria elucubración que termina en cantinflería digna para reír a carcajada batiente.
PARS XXV. Pero los estrambóticos devaneos de la pareja Sempértegui Vázquez rayan en la estupidez cuando al hablar del Museo del Sombrero dicen que para entender este espacio cultural es menester pensar que «A partir de 1960 tomaron fuerza en el Ecuador las luchas por los derechos civiles, que cuestionan −entre otros acápites de la vida moderna− los discursos unívocos y oficiales de la historia y la cultura. Los movimientos indígena, feminista, ecologista, las ascendentes epistemologías del Sur, la teoría pos- colonial y las políticas de identidades impulsaron la necesidad urgente de replantear los modelos de representación social». Luego invocan la Ley de Patrimonio Cultural y la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO para concluir una burda aseveración que no es más hilarante por la estupidez que entraña. Léamoslos riddendo semper inter nos: «Alineado con esta perspectiva, en 2014 se inauguró el Economuseo Casa del Sombrero». Y como no podíase esperar de otro modo en un libro pandémico como la espérpentica obra del bicentenario la pareja Sempértegui – Vázquez concluye su disparatado artículo invocando con paranoia al coronavirus cuando aseveran tristis et afflictis ad concludendi: «Los museos necesitan impulsar cambios en el nuevo escenario pospandemia y recontextualizar sus colecciones de cara a las situaciones sociales del siglo».
Y aunque desde toda arista el libro del bicentenario es un estrepitoso fraude y casi todos los 28 articulistas, ateridos del pánico incurren en hablar de la pandemia con fatuos aportes que carecen de profundidad, muchos de ellos nada vinculados al bicentenario libertario de Cuenca, nuestro interés concéntrase en defender a la historia, acriter et fideliter in vita civitatis.
PARS XXVI. Por ello, ad concludendi, no podemos callar ante los dislates de Carlos Freire Soria, quien una vez más atropella datos históricos de la música, que ha sido el tema a él asignado en este esperpéntico libro. Pero, riddendo et solus riddendo, leamos con jocundia las cómicas falacias de Freire: «En la década de 1920 tuvieron gran aceptación importantes ensambles musicales como La Legión de los Condenados, conformada, entre otros músicos, por Francisco Torres Oramas (1901-1986), Víctor Fernández (1916-2006), Clodoveo Vélez (1905-1986), la Orquesta Austral y la Liga Artística del Azuay, dirigidas por el destacado compositor e intérprete Carlos Ortiz Cobos (1890-1982) y la Filarmónica Sarmiento, dirigida por Víctor Sarmiento Mora (1895-1980)».
Oh Sancta Simplicitas: conviene hacer una inflexión en este punto para precisar tres cosas: en primer lugar, si Víctor Fernández nace en 1916, como dice Freire, en 1920 tenía tan solo 4 años de edad y ya contaba con una orquesta afamada en la década del primer centenario de la independencia de Cuenca. Terribilis et horribilis in culturalis res. En segundo lugar, Carlos Ortíz Cobos no nació en 1890, como erráticamente señala Carlos Freire, sino el 26 de mayo de 1909. En tercer lugar, en 1920 este mismo distinguido músico cuencano, autor del kapishca «Por eso te quiero Cuenca», apenas tenía 11 de edad y nunca podía haber fundado la orquesta Austral y la Liga Artística del Azuay. Efectivamente, in honorem veritatis, dígase que la perínclita orquesta Austral fue fundada en 1934, cuando el maestro Carlos Ortiz tenía 25 años y para nada influyó, por tanto, en la música cuencana de la década de 1920 y 1930 como asevérase en este chusco y jocoso parágrafo de Freire que hácenos reír a carcajada crujiente.
PARS XXVII. Dígase con perspicuidad y valiente ataraxia que lo que más sorprende es la falsía con la que Carlos Freire afirma que el maestro Ortíz era director de la Liga Artística del Azuay. La verdad sea dicha: nunca lo fue y podémoslo certificar debido a que en el año del Señor de 2009 nos cupo el honor de editar el libro del centenario del nacimiento de Carlos Ortiz Cobos y habiendo tenido acceso a todos sus documentos para armar su biografía nunca pudimos ver que este benemérito compositor cuencano haya dirigido tal orquesta o gremio in historia civitatis/ en la historia de la ciudad. Es grave que nuestro amigo Freire, cuando coge la pluma para hablar de cosas históricas, atenta permanentemente en contra de la amada urbe o de sus ilustres personajes super flumina Tomebamba. Pero como invitado de la fementida directora municipal de Cultura, Tamara Landívar, para escribir en el libro del bicentenario, habrá de dar cuentas junto con ella, ante la historia, pro Patria et Deo de estos irredimibles e imperdonables desafueros adversum veritatis et contra dignitatis.
Señor Alcalde: he querido
señalar, con animus corrigendi, los errores más vergonzosos del libro del bicentenario
al que usted ha bautizado inconvenientemente como CUENCA, LA CIUDAD DE TODAS LAS ORILLAS,
pero hay otras atrocidades que coadyuvan para que la obra goce de mal
predicamento. Ex informata conscientia/ Sobre conciencia informada, no hay
que descuidar que Santa Ana de los Ríos de Cuenca es la «Atenas del Ecuador» y una
publicación tan valiosa editada de deplorable manera atenta contra su prestigio
y acrecienta el desprestigio de su administración ejecutiva municipal en
rocambolesca forma.
Es triste contemplar con prístina claridad y diafanidad, la inopia, la asombrosa falta de conocimientos, la incapacidad llevada al paroxismo, la improvisación y hasta la invincibilis ignorantia con la que ha armádose esta pandémica publicación del bicentenario libertario de Cuenca que quedará para la historia como una infamia y una afrenta a la urbe y un hecho de esta naturaleza no puédese quedar impune del juicio de la historia por lo que es menester decir a sus autores: «Indocti discant et ament meminisse periti/ Aprendan los ignorantes y gusten recordar los doctos», mientras lamentamos que la urbe sea desprestigiada hasta la profunda y abyecta sima de las huestes infernales por lo que es grato defenderla in via veritatis et in vita communitatis ante omnia in respectum et reverentia et super omnia in honorem dignitatis.
Diego Demetrio
Orellana
Datum Conchae, mensis novembris, die XXVIII, reparata salute Anno Dominicae
Incarnationis MMXX, octava solemnitate Christus Regem Universorum.
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OPINIONES CIUDADANAS
Jorge Suárez
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Maria Cristina Matarazzo:
PARA: DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Usted, Diego, cual hábil sastre que corrige los adefesios de un traje, ha ido, como dirían nuestras madres, cogiendo las costuras para que se note el adefesio con el que, como cuencano, me siento ofendido por los autores de tales infamias. Hugo Campos P. ******************
OPINIONES CIUDADANAS