«CONCHA: LUMEN DE LUMINE IN TERRA»
Con motivo de celebrarse el X aniversario de la creación de la Fundación Iluminar, Luz y color para Cuenca, un nuevo libro sobre la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca se ha preparado en honor a la capital azuaya, la cual luce resplandeciente en esta obra en bellas imágenes nocturnas que confirman, in veritas semper fidelis, los múltiples rostros de una urbe fotogénica que es la admiración de todos quienes tienen la posibilidad de conocerla.
La obra es de autoría del escritor cuencano Diego Demetrio Orellana y contiene variadas notas históricas que sustentan las imágenes publicadas para reflejar, in essentia, la labor de la Fundación Iluminar durante su primera década de servicio a la comunidad local para alumbrar diferentes monumentos patrimoniales y sitios de interés turístico de la capital de la morlaquía, así como un ensayo sobre la ciudad lumínica, «lumen de lumine in Terra» o «luz de la luz en la Tierra».
En la obra se despliegan 116 fotografías de una ciudad esplendorosa, en la que la luz es la condición sine qua non para volverla atractiva, mysterium noctis, ante la contemplación de los habitantes de la morlaquía y los visitantes que diariamente llegan a ella como producto de su bien ganada fama de centro turístico de primer orden.
Las imágenes son producto del talento de varios fotógrafos aficionados y profesionales que supieron captar, sub specie instantis, los seductores rostros de esta ciudad amada de vita et moribus. Cabe mencionarlos, in stricta iustitia, para conocimiento del público que visita este espacio virtual intitulado Crítica y opinión cultural: Rolando Arpi Pérez, Paúl Cabrera Vázquez, Patricio Saquicela, Diego Toral y Wellington Valverde. Asimismo, algunas imágenes constantes en la obra son de propiedad de los archivos fotográficos de la Fundación Iluminar, Luz y color para Cuenca, y de la I. Municipalidad de Cuenca, que atesora un grandioso fondo fotográfico in honorem Concha.
Las imágenes son producto del talento de varios fotógrafos aficionados y profesionales que supieron captar, sub specie instantis, los seductores rostros de esta ciudad amada de vita et moribus. Cabe mencionarlos, in stricta iustitia, para conocimiento del público que visita este espacio virtual intitulado Crítica y opinión cultural: Rolando Arpi Pérez, Paúl Cabrera Vázquez, Patricio Saquicela, Diego Toral y Wellington Valverde. Asimismo, algunas imágenes constantes en la obra son de propiedad de los archivos fotográficos de la Fundación Iluminar, Luz y color para Cuenca, y de la I. Municipalidad de Cuenca, que atesora un grandioso fondo fotográfico in honorem Concha.
In aeternum, Santa Ana de los Ríos de Cuenca es una urbe fotogénica desde cualquier punto de vista, pues todos sus polifacéticos rostros son motivo de admiración permanente para aquellos que tienen la oportunidad de contemplarla a capite ad calcem. Por ello, la ciudad ofrece una fisonomía esplendente que la convierte en punto de atracción para propios y extraños, característica esencial que permite ser la causa para acicalarla de belleza y encanto por parte de sus instituciones y ciudadanos.
Así entonces, la Fundación Iluminar, luz y color para Cuenca, la cual cumple su primera década de vida en el presente año 2012, se ha constituido -desde su creación- en la institución idónea para embellecer a la capital azuaya. En un efectivo y eficaz cumplimiento de su misión, la fundación ha venido iluminando a la «Atenas del Ecuador», al resaltar, con buen criterio, emblemáticas edificaciones patrimoniales o sitios y lugares que destacan semper admirabilis, ante los ojos del mundo y realzan la vera effigies de Cuenca para la contemplación de quienes habitan en ella o visitan estos atrayentes lares para el turismo local e internacional.
Por ello, las sorprendentes vistas de Cuenca nocturna, pletórica de sitios iluminados por esta prestigiosa fundación, la erigen in crescendo como una ciudad que destella luz y color para el mundo y permanece refulgente y luminosa en el horizonte, a fin de ser constantemente admirada y apreciada.
Mostrar esta característica peculiar de la tercera ciudad de la república es el objetivo de este libro conmemorativo de los primeros 10 años de la Fundación Iluminar, puesto que los lectores podrán contemplar urbi et orbi un compendio de fotografías que demuestran la sorprendente belleza de una ciudad colorida, a la cual se la ha iluminado desde hace una década a fin de hacerla descollar con preeminencia fomentando el turismo y acrecentando el espíritu cívico que permite, a todos los habitantes de la morlaquía, amar de profundis a la ciudad cargada de alma, «lumen de lumine in Terra» o «luz de luz en la Tierra».
A través de estas páginas se ofrece al lector una especie de registro de imágenes de Cuenca nocturna que representan a sitios peculiares de la urbe, en los cuales puédense observar la estética y el buen gusto que han existido a la hora de embellecer a una región tradicionalmente hermosa en cada uno de sus lugares más simbólicos y expresivos, en los cuales, a través de los años, la luz y el color han sido los auxiliares indispensables para volverla más radiante y atractiva.
Así, en la presente publicación podemos contemplar cómo lucen esplendorosos algunos espacios citadinos como el Parque «Abdón Calderón», centro activo de la vida urbana de Cuenca, El Barranco, El Vado o el cementerio patrimonial, junto a edificaciones históricas convertidas en monumentos del patrimonio tangible de nuestra querida ciudad, tales como el edificio de la Alcaldía de Cuenca o iglesias epónimas del Centro Histórico como la Catedral de la Inmaculada Concepción, la Catedral Vieja o antigua iglesia de El Sagrario, San Sebastián, el Santo Cenáculo, San Blas, Santo Domingo, Las Conceptas, la Virgen de Bronce o El Vergel, las que han sido objeto de preciosas iluminaciones, a través del tiempo, y que fueron perfectamente preservadas pro mundi beneficio.
Edificio de la Alcaldía de Cuenca
Iglesia del Santo Cenáculo
Iglesia de San Sebastián
Del mismo modo, quid pro quo, en la obra se despliegan varias imágenes de las actividades más importantes que la Fundación Iluminar realiza en el cumplimiento de su misión, entre las cuales destacan la iluminación de la urbe en la época de Navidad o en las fiestas del septenario eucarístico de Corpus Christi, así como los embanderamientos que se llevan a cabo en las fiestas cívicas de la fundación castellana e independencia de Cuenca, en abril y noviembre, acciones en las que la institución es parte protagónica para la digna celebración de estas efemérides que representan oportunidades únicas en las que los cuencanos pueden acrecentar su civismo y adquirir conciencia de la necesidad de rescatar nuestros valores y tradiciones culturales.
Cuenca, en una noche de Corpus Christi
La capital de la morlaquía reluce agraciada en cada una de estas magníficas imágenes que confirman, además, la importancia de la luz para procurar el confort visual en las personas que circulan por el medio en el cual se emplazan las edificaciones y sitios que resplandecen majestuosos con luces y destellos perfectamente estudiados y armónicamente confrontados con las sombras naturales que se contraponen en estas magníficas instalaciones eléctricas.
Iglesia de las Conceptas
Por ello, es de fundamental importancia, al momento de planificar este tipo de ornamentaciones eléctricas, la consideración de que la iluminación se relaciona per se con cada uno de los espacios en los cuales la gente circula, se aglutina, descansa y se recrea, tanto más cuanto que en muchos de estos lugares se desarrollan, diem per diem, las multifacéticas expresiones o manifestaciones culturales de una comunidad de auténtica idiosincrasia y vigorosa personalidad histórica, puesto que la morlaquía es de veras un hecho singular de la cultura ecuatoriana.
Catedral Vieja
Iglesia de Santo Domingo
La luz que irradian los emblemáticos sitios de esta Cuenca nocturna a la que diariamente engalana la Fundación Iluminar se imbrica estrechamente con la majestuosa arquitectura de las edificaciones de gran valor patrimonial que se resaltan en los edificios civiles, en donde se acentúan sus elementos estéticos para una mejor observación de los detalles, tanto como en los lugares arquetípicos de esta ciudad cuatricentenaria, como El Barranco, en donde la luz recrea la desbordante naturaleza surgida alrededor del agua, con luces y sombras que impactan a quien circula por estos espacios, mientras en las paradigmáticas iglesias de la morlaquía créanse atmósferas místicas o mágicas que subliman el alma, ex tota fortitudine, y elevan el espíritu para el goce contemplativo de esta ciudad tan afecta a las manifestaciones espirituales que son el verdadero leit motiv de una comunidad que ha consolidado su modus actuandi en la espiritualidad que gestó su autenticidad como urbe de valiosos sentimientos religiosos.
Edificio del CIDAP / Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares
Se trata entonces de una iluminación que propende a crear emociones en los circunstantes y gratas sensaciones que conmueven hasta lo más íntimo, puesto que es evidente que la percepción visual de lo lumínico exige sensibilidad, hecho que obliga a considerar, al momento de planificar una ornamentación luminosa, lo que se quiere obtener de una iluminación cualquiera que muestra a Cuenca como un faro de luz esplendente en el concierto de ciudades del planeta.
La Cruz del Vado, en las solemnes vísperas de su fecha onomástica, el 3 de mayo
Así, en esta Cuenca luminosa, vera et admirabilis lux, asentada en un valle que fue el patrimonio del pueblo cañari, los habitantes de la urbe pueden sentirse más complacidos para amar a su tierra, la antiquísima «Guapdondelig» que significa, en lengua cañari, «Llano grande como el cielo», bautizada luego como «Paucarbamba» que, en lengua quechua, significa «Pampa cubierta de flores» y que finalmente llamóse «Tumipampa» o «Valle del cuchillo», palabra que, castellanizada devino en Tomebamba y que hoy puede mostrar sus atributos no sólo en el día sino además en la noche, pues a esta maravillosa ciudad se la lleva en el alma todo el tiempo.
El clima benigno, los amenos paisajes del entorno, la abundancia de agua y la extendida fama de sus habitantes por su habilidad de orfebres y ceramistas crearon las condiciones para que, el 12 de abril de 1557, se fundara la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, urbis semper amata et intemerata, en el valle cañari conquistado por el incario, en donde el Capitán Rodrigo Núñez de Bonilla, un conquistador español de intrépidas aventuras, estuvo afincado aproximadamente 15 años antes. Se dice que este personaje estableció un asiento castellano de «Santa Ana de los Ríos». Así se llamaba pues este lugar cuando en 1557, Gil Ramírez Dávalos, por encargo del Virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, fundó la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Cuenca.
Vista de la Corte Superior de Justicia de Cuenca, mediante efectos de iluminación temporal
Nació entonces a la vida hispana la urbe a la que Hurtado de Mendoza dio escudo de Armas desde el comienzo y la organizó como ciudad. El sitio para la fundación se eligió cuidadosamente y era una amplia meseta regada por cuatro hermosos ríos con clima benigno y de gran fertilidad, en donde se consolidó una comunidad de interesantes rasgos: sensible, laboriosa, emprendedora, amante del paisaje, conservadora de sus bienes, tranquila y espiritual, que se enriqueció, particularmente, por el comercio de sus artesanías, en especial de sus tejidos, y gracias a la explotación y trabajo de los metales, para los que muchos de sus hijos han resultado hábiles orfebres.
Post factum, la ciudad adquiriría pronto su categoría de Corregimiento hasta que las reformas borbónicas modificaron la organización administrativa colonial. Por Real Decreto del 23 de mayo de 1771, Carlos III ordena que el Corregimiento de Cuenca se eleve a la categoría de Gobernación, bajo el mando de un gobernador militar. Se nombró como primer Gobernador al Capitán Don Francisco Antonio Fernández, pero éste fallece antes de trasladase desde España a territorio americano. En su reemplazo se nombró al Alférez de Navío Don Josef Antonio Vallejo y Tacón, en Aranjuez, el 25 de abril de 1776. El nuevo gobernador se posesionó ante el Cabildo de Cuenca el 13 de diciembre de 1777. La recién creada Gobernación comprendía lo que corresponde actualmente a la provincia del Azuay, toda la del Cañar, parte del Sur de la del Chimborazo, hasta Tixán inclusive, la población del Pasaje, de la provincia de El Oro, y la zona de Gualaquiza y Chigüinda pertenecientes actualmente a la provincia de Morona Santiago.
La importancia política y económica alcanzada por Cuenca, en el siglo XVIII, hizo que, fiat lux, se creara la diócesis de Cuenca en el año de 1779, manteniendo una destacada presencia en una época en la que empezaba el declive de la dominación hispánica hasta alcanzar el 3 de noviembre de 1820 la independencia del yugo español, mientras el Acta de la Independencia estableció la «República de Cuenca». El historiador cuencano Octavio Cordero Palacios en su documentado estudio sobre «La Emancipación de Cuenca», consigna los nombres de los actores de la gesta libertaria: José María Vázquez de Noboa, don Joaquín Salazar y Lozano, teniente Tomás Ordóñez, cura de Chuquipata Javier Loyola, Ambrosio Prieto, León de la Piedra , José N. Hidalgo de Cisneros, Pedro y Felipe Serrano, Vicente Toledo, Joaquín Astudillo, Zenón de San Martín, Gerónimo Illescas, Fernando Coronel, José Moscoso y muchos otros. Hic et nunc, vayan aquí sus nombres pues no deben ser olvidados, debido a que sus heroicas acciones débense recordar todos los días para inspirar a la juventud al cumplimiento de su sagrado deber de cultivar en su alma, mente y corazón, los principios, valores y virtudes.
Y así entonces se forjó la libertad para una ciudad libérrima que ha contribuido, sicut lumen in patria, al enriquecimiento de la cultura ecuatoriana, entregando su aporte positivo para el adelanto espiritual y material de nuestra nación. Cuenca, la «Atenas del Ecuador», ha sido transformada en una floreciente ciudad, gracias a la constancia y el esfuerzo de sus hijos, para tener siempre un futuro promisorio.
La urbe es dueña de una fisonomía de inefable belleza que emana del hermoso paisaje que le caracteriza y que préstase para fomentar el turismo. Sus bellas edificaciones civiles y religiosas y sus tradicionales rincones y lugares típicos constituyen las motivaciones permanentes que inspiran los proyectos de ornamentación lumínica de la Fundación Iluminar.
El Barranco, desde la Casa de los Arcos
Contraportada de la obra
Por ello, al contemplar estas maravillosas imágenes de esta ciudad luminosa, muy bien podríase decir: «Et vidimus gloriam Concha plena gratia et splendor/ Y vimos la gloria de Cuenca llena de gracia y esplendor», pues naturalmente la ciudad amada desborda gracia y muéstrase siempre esplendente en cada uno de sus especiales monumentos y sitios por los que revélanse signos indelebles de una inmarcesible hermosura, los cuales son relievados con singular atracción, ya que la iluminación monumental lleva implícita una admirable conjunción de arte y ciencia y, ad initium tertio millenio, es un fenónemo propio de la vida urbana de una ciudad contemporánea y vuélvese un valor agregado que coadyuva para prodigar mayor calidad de vida a la comunidad a la que se sirve con este tipo de ornamentaciones, debido a que esta forma de embellecer a los íconos de la urbe permite tener, tanto a los habitantes de Cuenca como a los circunstantes y visitantes que recorren sus tradicionales sitios de interés, un mayor disfrute visual de los monumentos históricos y naturales que conforman el panorama de la capital morlaca incrementando el bienestar colectivo, meta superlativa por la cual se trabaja en la Fundación Iluminar, en una especie de «collegialitas afectiva» o «colegialidad afectiva» que unifica a todos para servir y amar a la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, «Patrimonio Cultural de la Humanidad» sicut erat in principio et nunc et semper et in saecula saeculorum.
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, super flumina Tomebamba, mensis decembris, die XXIV, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXII, in Nativitate Domini, Annus Fidei