viernes, 5 de junio de 2020

LA MASCARILLA: EL SUCIO SÍMBOLO DE LA PANDEMIA



LA MASCARILLA: UN SUCIO SÍMBOLO ANTE EL CORONAVIRUS


Sicut mysterium iniquitatis in vita communitatis/ Como un misterio de la iniquidad en la vida de la comunidad, un implemento que parecía connatural de un quirófano, de un laboratorio químico o de cualquier servicio sanitario volvióse un incómodo elemento para nuestra vida a causa de la pandemia del coronavirus in mundum universum. Trátase de la mascarilla, que por leyes inconstitucionales debémosla llevar, y ante la cual asumíase, prima facie, cierta reverencia o respeto. Hoy, luego de un rocambolesco efecto, es causa de reluctancia por el indiscriminado uso que hácese de aquella a fin de protegerse supuestamente del contagio de la llamada «fiebre de Wuhan». Pero para muchos la «mascarilla» es causa de repugnancia debido a la falta de higiene con la que nuestra gente utilízala, a la infernal asfixia que cáusanos hasta tragarnos nuestro propio CO2 y a la vulgarización del «tapaboca» o «cubreboca» en nuestra comunidad.



In via claritatis/ En el camino de la claridad, el desaseo en el uso de este implemento compruébase inter nos cuando constatamos que su vida útil es de 8 horas y el vulgo úsala hasta por una semana o quizás más tiempo convirtiéndose en un elemento contaminante más que en un objeto de protección sanitaria para evitar el contagio del virus mientras contraviénense así las recomendaciones médicas para el uso de la mascarilla, ante omnia et super omnia/ ante todo y sobre todo.





In honorem veritatis, la «mascarilla» ha terminado en la más abyecta vulgaridad y esto incide también en su rechazo pues en el mercado ofértasela sin la seriedad que tuvo como implemento científico, a punto de encontrársela de venta en cualquier esquina barriobajera mientras el «cubreboca» o «tapaboca» fabrícase estampando figuras tales como hocicos de monos, tigres, leones, perros o picos de patos tanto como calaveras o fauces de cuanto animal insólito o terrorífica fiera existan sobre la faz de la tierra y en cuanto a los materiales con los que elabórase hay para todas las apetencias, mientras respecto a los colores un verdadero «chagrillo» es el que ofrécese a una comunidad antiestética que en su cotidiano deambular circula con estos implementos con ramplonería y mal gusto a flor de piel, a fuer del desaseo y a merced de la ordinariez, por lo que huelga decir que la MASCARILLA devaluó su imagen y su natural significación in crescendo hasta lograr gran indisposición colectiva contra ella. Ya desde los abigarrados tonos que espantan a los seres sensibles hasta el leucofeo color quirúrgico de este incómodo implemento los habitantes del mundo tienen, frente a sus ojos, un amplio espectro de mascarillas para adicionarlas como una nueva prenda de sus vestimentas.


Alegoría del rechazo a la mascarilla in omnia terra



Con diáfana perspicuidad dígase que existe una creciente displicencia para no usarlas, pues, para colmo, producen una incómoda asfixia al caminar. El «CUBREBOCA», cuando vuélvese asfixiante, termina haciendo que el usuario respire su propio aliento contaminado de CO2, lo cual engólfanos para que seamos causantes de la proliferación de bacterias y viruses en nuestras propias narices. La falta de aire durante el uso prolongado de la mascarilla es la constante queja de la gente a través de las redes sociales. Algunos expresan que luego de andar con ella desencadénanse dolores de garganta y hasta alergias y pruritos en la cara. Así las cosas, conviene preguntarse: ¿hasta qué punto es saludable usar una mascarilla? ¿Será certero el criterio de que el «tapaboca» evita el contagio del COVID si por un elemental concepto de salud hemos de presumir que el milimétrico virus -al entrar en contacto con la misma mascarilla- convierte a ésta en su directa portadora hacia nuestro propio cuerpo? Si bien sábese que el virus no transmítese por el aire sino por microgotitas de agua o de saliva de más de 5 micras el criterio de usar la mascarilla para protegerse de la gente -que debería estar hasta a dos metros de distancia- fue desgraciadamente el leitmotiv para consolidar su uso. 


Pero, ad absurdum, lo que la mascarilla ha producido es un proceso de idiotización colectiva por el que casi todos úsanla in universa terra cual si fuese una nueva forma de esclavitud o encadenamiento in tertio millenio adveniente. El rictus de pánico de esta mujer así nos lo confirma, in via claritatis/ en el camino de la claridad, cuando percíbese en la imagen el cerrojo con el que sujétanse las cadenas de la esclavitud  a la «mascarilla», «cubreboca» o «barbijo» mientras la paranoica faz de la fémina denota el paroxístico temor al coronavirus y el persecutorio delirio por el que subyúgase cual oveja que sumisa camina al matadero hipotecando su libertad y perdiendo la dignidad cual febricitante esclava que exige a gritos su manumisión in honorem libertatis.




La coacción existente para utilizar las mascarillas debido a la aprobación de inconstitucionales ordenanzas que atropellan a las libertades públicas compele a nuestra gente para encaramarse en una loca histeria ante el Coronavirus Covid-19 y entonces, quid pro quo, véndense las mascarillas a la velocidad de la luz debido al pánico generalizado por el contagio y el miedo a las disparatadas sanciones con la que impusiéronnoslas.

Sin embargo, ¿hasta qué punto pueden las mascarillas evitar el contagio? ¿son necesarias in stricta veritas? ¿son eficaces in stricta iustitia? ¿cuáles deberían utilizarse? son las preguntas que hácense en el mundo sin mayor capacidad de crítica. No obstante, dígase la verdad sin aspavientos: las mascarillas quirúrgicas NO PROTEGEN de manera absoluta contra los virus por dos motivos principales: «el tamaño de los virus es tan microscópico que pueden pasar sin problemas a través de los pequeños agujeros que tienen las mascarillas. Además, al no ser herméticas, por los laterales se cuela el aire del exterior o viceversa, especialmente si no están bien puestas o el portador tiene barba. Las mascarillas quirúrgicas no protegen la mucosa de los ojos, también canal de contagio vírico: Es decir, si una persona estornuda frente a tu cara y caen partículas en la mucosa de los ojos puedes contagiarte porque son una vía de acceso al organismo». El precedente texto entrecomillado es la opinión oficial del instituto médico LISA que, en su página web, sintetiza ex integro las razones por las que las mascarillas no son eficientes al 100%.

Ergo, siendo las mascarillas quirúrgicas las más usadas por un pueblo mayoritariamente pobre concluyamos que el «tapaboca» no parecería resultar UNA SEGURA PROTECCIÓN según confírmase por la experiencia en más de dos meses de confinamiento.


En Medicina nada es absoluto al no tratarse de una ciencia exacta y en cuanto a las mascarillas no ha díchose la última palabra en el ambiguo panorama en donde estos elementos juegan un nuevo rol en la vida de los ciudadanos. Y por ello, con el correr de los meses, ahora véndense mascarillas aún más asfixiantes, de doble filtro y de material antifluidos, que producen en el usuario una severa hipoxemia al caminar complicando más la frágil condición de los cardíacos o las personas que adolecen de problemas respiratorios, amén de que la OMS ha vístose, dadas las circunstancias, obligada a precisar que es mejor no utilizar mascarillas al practicar deportes al aire libre para evitar ahogamientos en la misma forma en que ha dispuéstose que los menores de 6 años, los asmáticos y quienes adolecen de demencia senil o de problemas aéreos en el organismo no deben usarlas pues estarían contraindicadas para ellos. Tampoco recomiéndase a quienes hállense inconscientes, incapacitados o no puedan retirarse la mascarilla sin ayuda.


Pero justamente son las excepciones las que confirman la regla y por eso, sensu stricto, desde este punto de vista, el uso de las mascarillas esencialmente podría no ser recomendable pues más allá de las contraindicaciones señaladas ut supra facilita que viruses y bacterias reprodúzcanse ad infinitum alrededor de nuestra propia boca, puesto que respirar el aire que exhalamos que comprímese en las mascarillas es dañino para la salud.

Ab initio pensábase que las mascarillas no parecerían necesarias, en teoría, «dado que se solicitaba una distancia de seguridad entre pacientes asintomáticos suficiente para evitar el contagio». Pero la experiencia clínica ha optado por insistir, ad experimentum, que el «tapaboca» es, de todas formas, una medida de prevención para el contagio en los centros de salud, las residencias y los hospitales o simplemente en los lugares de aglutinamiento de personas, sin que exista contundente certeza de que la mascarilla evita que inficionémonos del virus de manera determinante pues la Medicina no es solo una ciencia sino un arte y al no tratarse de una ciencia exacta sus descubrimientos nunca pueden ser apodícticos y absolutos, como ya hémoslo señalado ut supra en el precedente parágrafo y en LETRAS MAYÚSCULAS. Así pues, en este proceso de experimentación al que el virus nos ha sometido a todos los mortales in universa terra las mascarillas tendrían más efecto preventivo si la gente usáralas con higiene pues aunque coadyuvan a disminuir el riesgo de contagio es el desaseo en el uso de estos implementos lo que contraviene el principio de protección sanitaria que este objeto tan vulgarizado busca per se in vita mundi/ en la vida del mundo.



Rebus sic stantibus/ Estando así las cosas, en la emergencia sanitaria del coronavirus, en vez de incentivar a las personas para mejorar su sistema inmunológico, paso previo para evitar el contagio de cualquier virus -incluido el COVID19-, incitóse para que los habitantes del mundo adquieran miedo ante el mefistofélico virus y en proporcional efecto al espanto que cáusannos los 400.000 muertos por la pandemia, super orbis terrarum, del miedo saltamos al pavor, al pánico y a la histeria creándose una paranoia colectiva que está produciendo horripilantes problemas sicológicos en las gentes frente al coronavirus y que manifiéstanse de manera aviesa en las calles de la urbe puesto que la neurastenia de locos viandantes, agresivos circunstantes y neuróticas féminas por los espacios públicos de la capital de la morlaquía hace que crezca una beligerancia entre quienes usan y no usan el «tapaboca» o «cubreboca», pues muchos ciudadanos paranoicos y ateridos de pavor, a pie juntillas, utilizan la mascarilla a la fuerza, no tanto por el espanto que sienten ante el virus cuanto porque no usarla está penado con exorbitantes y absurdas multas y cuando salen a la calle insultan, agreden, agravian o recriminan a quienes no llevan tapabocas en una intolerante actitud que raya en la violencia patológica denotando cuánto les afectó el espasmo creado frente al virus.






Estas medidas han desencadenado hacia la pandemia una masiva histeria de niveles paroxísticos nunca vistos in historia mundi. Una ola de pánico creada a nivel planetario y que simula un verdadero mare magnum con algunas personas enmascarilladas que circulan por las calles cual si fuesen desaforados gendarmes o abusivos vigías llamando la atención a quienes, ad libitum, no utilizan el «cubreboca» cuando nadie tiene patente de corso para obligar a usar la máscara a quien no quiere ya que nada hay en el mundo como la libertad de hacer, ad arbitrium, cuanto queremos y como queramos in via libertatis. No obstante, in respectum et reverentia inter nos, solo por consideración al resto la mascarilla debe usarse solo en lugares públicos donde la gente anda loca, histérica y paranoica por el uso del «tapaboca» pues es en estos sitios en donde las sanciones por no usarlo podrían aplicarse con más rigurosidad que en la vía pública, donde al fin y al cabo, sin usarla -siempre que cuidemos una buena alcalinización de nuestro cuerpo- gozamos de la libertad de respirar aire puro evitando el resuello contaminante de CO2 que aprisiónase en el «cubreboca» en perjuicio de nuestra propia salud.


En la parte superior las mascarillas N95
Ad infra, la mascarilla quirúrgica común.


En teoría, todo tapaboca protegeríanos contra el virus, pero en la praxis las mascarillas N95 son las más efectivas. Su costo unitario es de 4 dólares y su vida útil es de 8 horas. Deberíamos usarla diariamente requiriendo un presupuesto mensual de 120 dólares para dizqué andar bien protegidos contra el turbulento virus. En un país pobre como el nuestro donde millones de famélicos seres ni siquiera disponen de tal monto para sobrevivir dignamente ¿cómo pretender que la gente protéjase de la pandemia con este tipo de mascarillas? Y si como alternativa utilizáranse, diem per diem/ día a día, las mascarillas estándares que véndense en cualquier esquina barriobajera a un costo unitario de 50 centavos de dólar, cada uno requeriría un presupuesto de 15 dólares mensuales para vivir protegido del virus, mas también este gasto no es alcanzable para centenares de miles de personas que malviven en su nivel de supervivencia in patria nostra, por lo que las mascarillas han provocado un severo galimatías económico en nuestros prójimos, muchos de los cuales encontrarán también en este aspecto sus razones para no usar el vergonzante «tapaboca» o «cubreboca».



Un ejemplo de mascarilla quirúrgica estándar


El obligatorio uso de estos implementos in universa terra parécenos ocultar mas bien un negociado de las casas farmacéuticas que ofrécenlas en el mercado por lo que habremos de columbrar que si el planeta tiene 6.000 millones de habitantes y cada mascarilla estándar cuesta 50 centavos de dólar cotidianamente venderíanse 3.000 millones de dólares para estas trogloditas empresas farmacéuticas que hacen de las suyas per fas et per nefas con las ganancias obtenidas con estos implementos en similar forma a lo que lógrase con la venta de las pruebas para detectar el Covid 19, los guantes quirúrgicos, el alcohol antiséptico, el gel antibacterial y los mismos medicamentos que fabrícanse para vencer al apocalíptico virus que ha trastocado nuestras vidas provocando una fachosa locura en las masas informes donde desaprensivos individuos actúan como inicuas bestias inficionadas de rabia, de espanto y de pavor.



In honorem claritatis digamos que apenas la pandemia volvióse un estrepitoso galimatías en China, en noviembre del año 2019, la OMS adoptó medidas que han implementádose como imposiciones forzadas para el planeta como el uso de las mascarillas, el gel antibacterial, el alcohol antiséptico y la venta de medicinas tales como el paracetamol, más allá de la realización de las pruebas para la detección del COVID, las cuales fabrícanse por estas empresas transnacionales con una dilecta preferencia para ROCHE, el laboratorio suizo que expéndelas urbi et orbi.


Sara Cunial, diputada italiana 
que denunció la farsa de la pandemia


Ad interim, ante nuestro cuestionamiento, conviene tomar atención a las declaraciones de la diputada Sara Cunial, en el parlamento italiano, las cuales copiámoslas ex integro: «…Todo se ha movido por un conflicto de intereses del capitalismo financiero mundial representado por la OMS, entidad financiada principalmente por el famoso filántropo y salvador del mundo Bill Gates, quien ha estado trabajando durante décadas en planes de despoblación y control dictatorial sobre la política global solo con el objetivo de obtener la primacía en agricultura, tecnología y energía. En sus propias palabras -tomadas en su declaración- él textualmente dice: “si hacemos un buen trabajo en nuevas vacunas y la  salud reproductiva podemos reducir la poblacion mundial en un 10 o 15 %. Solo un genocidio puede salvar al mundo…».  

El cuestionado Bill Gates 
en el ojo del huracán ante la pandemia


La denuncia es escalofriante a máxima ad minima y pone sobre la mesa del debate una rabulesca manipulación para los ciudadanos del mundo, tanto más cuanto que Bill Gates ya profetizaba en el año 2018 una pandemia que habría de simularse en octubre del año 2019 con el poderoso grupo de los 7 en Davos, Suiza. Según la valiente diputada Cunial, cuyas denuncias seguimos reproduciéndolas ad pedem litterae: «Gates, gracias a sus vacunas, ha logrado esterilizar a millones de mujeres en África, ha provocado una epidemia de poliomelitis que ha paralizado a 500.000 niños en la India y aún hoy con su vacuna DTP (Difteria, Tétanos y Tosferina) causa más muertes que la enfermedad mismo. También hace lo mismo con sus esterilizantes OGM (Organismo Genéticamente Modificado), diseñados por Monsanto y donados generosamente a las poblaciones más necesitadas. Y todo esto mientras ya está pensando distribuir el tatuaje cuántico para el reconocimiento de vacunas con ARN como herramienta para reprogramar el sistema inmune y otros negocios con diversas multinacionales que poseen infraestructuras 5G en Estados Unidos…».

Sara Cunial enfrenta a Bill Gates 
dejándolo sin palabras ante la farsa de la pandemia


Pero para que el escenario sea aún más escalofriante tomemos en cuenta las denuncias de Cunial, quien concluye su histórica intervención denunciando in honorem veritatis que «la contribucion italiana a la alianza internacional contra el coronavirus será de 140 millones de euros, de los cuales 120 millones van a GAVI ALLIANCE, sin fines de lucro, creado por la Fundación Gates. Esto es solo una parte de los 7.4 millones recuperados por la Unión Europea para encontrar una vacuna contra el coronavirus que servirán, como ya lo he descrito, obviamente, sin inversión para la recuperación de los terribles efectos colaterales, sin mencionar una prevención real que tiene que ver con nuestra alimentación, nuestro estilo de vida y nuestra relación con el medio ambiente. El verdadero objetivo es el control total, el dominio absoluto sobre los seres humanos reducidos a cables y esclavos violando la soberanía y el libre albedrío. Todo esto gracias a sus engaños disfrazados de compromisos políticos…».



Sine respectum, en este perverso y diabólico escenario de manipulación de masas la mascarilla enmárcase como un perfectísimo elemento que provoca grandes ganancias a las casas farmacéuticas en tanto todos los habitantes del planeta hállanse obligados ex lege a usarlas inexorablemente. Y como la idea que ocúltase detrás de la pandemia es el uso masivo del tapaboca calcúlase que la fabricación de mascarillas ha subido en estos meses el 8.000 %. Quid pro quo, de allí solo toca multiplicar para dimensionar las inauditas ganancias de quienes embaucáronnos en el uso del «cubreboca» como la solución para el Armagedón del coronavirus. 



Y el aditamento para que todos hayan caído en el malévolo artilugio es el pánico que ha creádose ante la pandemia. Ergo, «la mascarilla» no es que está protegiendo contra el virus sino provocando un espeluznante fenómeno que expavécenos de profundis inter nos al contemplar en nuestra vida diaria que el problema no es tan solo llevar puestos una máscara -cual si fuese un bozal para un furibundo can- sino que aquellos que han llevádose sinceramente durante toda la existencia cuando hoy encuéntranse vis a vis por los espacios públicos apenas salúdanse enmascarillados a causa del distanciamiento social impuesto, mientras ahora es imposible hacer visitas a los amigos puesto que todas las gentes andan pensando que uno va llevando el virus por todo sitio donde circula y la desconfianza acelérase in crescendo hasta las fronteras máximas de una conducta hipocondríaca, mientras el estrechón de manos, los besos en la mejilla, los abrazos fraternales, las palabras al oído, los besos en la boca y las caricias entre amantes han desaparecido en un insano modus actuandi por el que todos pareciesen tener mas bien un delirio persecutorio que idiotízalos con vergonzantes mascarillas en sus semblantes ad absurdum et contra dignitatis.



Y todo por el tormentoso «tapaboca» que, dicha sea la verdad, tampoco es que evita el crecimiento del brote de contagios in omnia Terra/ en toda la Tierra,  pues a la gente levantisca que ha rebeládose contra el uso de la mascarilla y no úsala, al parecer, nada le pasa si cuida la debida alcalinización de su cuerpo y toma distancia de la gente. 


Así, es triste confirmar que  familias enteras enmascáranse extra muros y vuélvense feroces bestias intra muros y en los dos meses y medio de confinamiento el balance consolidado de la cuarentena déjanos patidifusos y estupefactos al enterarnos que, salvo excepciones, para nada el encierro propendió a la armonía familiar pues las conflagraciones inter familias dejan un altísimo saldo de esposos que ya no se soportan de tanto verse unidos a la fuerza, mujeres golpeadas, hijos maltratados o malheridos, hermanos en gresca, amantes en discordia toda vez que 26 feminicidios cometiéronse durante la emergencia en el Ecuador y según diario «El Comercio», del 30 de mayo del año 2020, «las víctimas han sido asfixiadas, baleadas, acuchilladas, mutiladas o incineradas». Todo por la paranoia y la locura colectiva que la pandemia provoca y que refléjase en el uso de las mascarillas que la gente utilízalas creyendo que el virus está ya próximo por llegar para cegar sus vidas.



Así pues, la obligación para usar la mascarilla, in via veritatis, no es ni más ni menos que una oprobiosa imposición que termina por controlar nuestras relaciones y sentimientos tanto como certificar nuestros afectos desde estos grupos de poder geopolítico de alcance planetario que mírannos ad experimentum como infamantes esclavos sin dignidad, sin respeto y sin derechos. Todas estas cosas representan verdades ocultas que mas bien son las que escóndense detrás de las mascarillas, el alcohol antiséptico, los guantes quirúrgicos y demás adminículos con los que los poderes fácticos transnacionales anestesian nuestras mentes con inverecundas zalagardas con las que preténdese acaso que seamos –ipso facto- «conejillos de Indias» para sus protervos fines. Y como léese in Sacra Scriptura secundum Lucam: «Nada hay oculto, que no haya de ser manifestado: ni escondido, que no haya de ser conocido y de salir a la luz» (Lucas 8:17). Por eso es que debemos denunciarlo con ataraxia y firmeza en cumplimiento de un deber de conciencia y en defensa de nuestras libertades vulneradas infamemente, ad verecundiam et adversum dignitatis, con este tipo de engañifas.

Paul Flynn, 
parlamentario socialista británico.

Mas la voz de la diputada Cunial no es como la «vox clamantis in deserto» o la «voz que clama en el desierto» pues también el parlamentario socialista británico, Paul Flynn, concluye «que la declaración  de pandemia ha sido irracional y ha hecho ganar miles de millones de euros a la industria farmacéutica».



Para el virólogo argentino, Pablo Goldsmith, por su parte, «nuestro planeta es víctima de un nuevo fenómeno sociológico, el acoso científico mediático. El pánico que se está generando en torno a la cepa de coronavirus identificado en China como COVID-19 es tan injustificado como el que se creó en el año 2003 con el Síndrome Respiratorio Agudo Grave SARS o en el año 2009 con el virus de la gripe A».

Y por supuesto que la pandemia del coronavirus ha mediatizádose a través de los mass media in universa terra pues todas las disposiciones, las cifras, los análisis que la prensa difunde inficiónanse del prurito de escandalizar y crear pavor en los habitantes del orbe per fas et per nefas et contra veritatis.

Manuel Elkin,
inmunólogo creador de la vacuna de la malaria.


En el mismo sentido, Manuel Elkin, inmunólogo creador de la vacuna de la malaria, dícelo ex tota claritas/ con toda claridad: «Estamos entrando en un juego mediático sin sentido. Hay muchas voces de protesta que manifiestan que hay que tener cuidado con  el virus, no se puede ignorar, pero no instalar un sistema de histeria colectiva como el que hay», mientras Vageesh Jain, profesor de Salud Pública en el University College de Londres, plantéase muy seriamente la conveniencia de «un escenario de apocalipsis zombi que no ayuda en la coordinación operativa de actividades complejas de salud pública». 
Vagesh Jain, 
profesor de Salud Pública en el University College de Londres


Y consternado agrega ab irato: «A mí, personalmente, no me deja de sorprender de qué manera nos hemos dejado quitar las libertades básicas de un plumazo» cuando muchos de esos derechos constitucionales nos han costado tanto establecerlos in historia mundi.

«Y el pánico ha favorecido que acéptense sin aspavientos las medidas que los Estados han tomado para atropellar a nuestras libertades públicas» dice Vagesh Jain, profesor de Salud Pública en el University College de Londres, para concluir in via veritatis/ en el camino de la verdad: «el pánico hace que vivamos en alarma constante para evitar la enfermedad cuando la alarma no hace que evitemos la enfermedad sino que enfermemos todos, hasta de depresiones y problemas sicológicos,  haciendo que la verdadera plaga sea el miedo y no el corona virus».



Y así como la OMS y las transnacionales farmacéuticas han creado el galimatías de la pandemia han opuéstose, per fas et per nefas, a que véndase el dióxido de cloro como uno de los medicamentos más efectivos para evitar el contagio del Covid 19 pues solo esta medicina -si fuese promocionada masivamente- arrasaría con las millonarias ventas de mascarillas, alcohol antiséptico, gel antibacterial, trajes antifluidos, cascos protectores y demás adminículos con las que las masas han sido manipuladas con estupefaciente temeridad ad verecundiam et contra dignitatis in universa terra.





Pero como abyssus abyssum invocat/ El abismo clama al abismo, en un contexto donde el pavor es el denominador común frente a la pandemia los ciudadanos del mundo que ateridos de miedo viven hoy sus vidas con una espeluznante zozobra bajan sus defensas y vuélvense proclives para terminar contagiados del virus.


Es obvio que quienes interactúan en un medio de contagio, como los hospitales ad exemplum, vénse obligados a protegerse más y por ello los galenos y las enfermeras llevan EPIS (equipos de protección individual) y atavíanse con buzos, batas impermeables, delantales, mascarillas FFP2, mascarillas quirúrgicas encima, gafas o pantalla de protección ocular, guantes de vinilo y encima guantes de látex, calzas, gorro de quirófano y, quid pro quo, con todo ese tormento y esta aparatosa armadura, acalorados in extremis atienden a las víctimas del Coronavirus in Concha et super orbis terrarum/ en Cuenca y sobre el orbe terrestre.



Cuando nunca habíase imaginado que el «cubreboca» sería un día un elemento más de nuestra vestimenta la pandemia del COVID 19 trastocó esta realidad y el  desenfrenado uso del «tapaboca», a nivel mundial, ha terminado por hacer que las personas inclusive adquieran costosas y estrafalarias mascarillas, de gustos chic, para combinarlas con magnílocuos trajes esnobistas con los que generalmente ostentan lo que no tienen cuando banderéanse nuevamente por las calles en épocas de semáforo amarillo ora con su andar sandunguero, ora con su superflua y fatua vanidad pero siempre con su crisis neurótica con la que provocan grescas a los libertarios seres que pululan en el espacio público -lejos de estos trepidantes traumas causados por la apocalíptica pandemia- haciéndolos objeto de pública rechifla.



Es curioso e hilarante -hasta los graciosos límites de la diversión- contemplar cómo la gente enmascarillada circula paniqueada por las calles y públicos espacios frente a la probabilidad de un contagio del coronavirus y cuando miran a un libérrimo ciudadano sin mascarilla por las históricas vías de la «Atenas del Ecuador» míranlo cual si fuese satanás en un contemplativo monasterio o un contumaz delincuente que ha salido despavorido del más inmundo panóptico, mientras que con despreciables miradas torvas mírannos como si por no usar el «cubreboca» tuviésemos aspectos patibularios que expavecen las almas de los histéricos hasta dejarlos ateridos de espasmo cuando mas bien, sea dicha la verdad, el «tapaboca» o «cubreboca» junto con las «mascarillas» hácennos parecer a todos que ahora usamos bozales para perros rabiosos que arrojan espumarrajos por sus fauces.

La mascarilla o el tapaboca ha desenfrenado más 
el teatro de la falsía in vita communitatis




Pero hay un aspecto singular que raya en la ridiculez hasta el hastío en una sociedad hipócrita y es el hecho de que las «mascarillas» y los «cubrebocas» han permitido un más amplio desarrollo del teatro de la falsía in nostra communitate, puesto que la gente hipócrita que suele evitar -en lo posible- ser contemplada en su verdadera faz aprovecha del «tapaboca» para ocultarse más y no dar la cara en la misma forma en que muchos falsarios y fementidos personajes gustan de las oscuras gafas para invisibilizarse de la gente decente y no mostrar su vera effigies. Los problemas de identificación que tenemos en las calles de la macondiana urbe cuencana con esta casta de gente que incluso llega al sobalevismo terminan en el estrépito cuando muchos que salúdannos en la vía pública vuélvense «inindentificables» con sus «cubrebocas» tras de los cuales ocúltanse abominables seres que actúan como zascandiles harpías, zainos espías o despreciables vigías que, ad verecundiam, disfrutan del desconcierto que prodúcennos cuando no podemos saber quién nos va saludando con sardónica risa tapiñada bajo el «cubreboca». Y para que el pecado sea mortal hay quienes no solo han aprovechado de la paranoia que produce el virus para esconderse bajo un «cubreboca» sino que incluso ocúltanse con las capuchas de las casacas a las que adicionaron tétricas bufandas toda vez que otros, por su parte, circulan por las calles forrados de pasamontañas felices y contentos por vivir en su escalofriante «regnum tenebrarum» o «reino de las tinieblas» que ha extendídose a sus anchas en tiempos del coronavirus.


Oh Sancta Simplicitas, a dónde pudo llegar la locura o insania que aterriza en la vesania por el uso de la «mascarilla» durante la emergencia sanitaria que el virus ha causado, allende los mares, que incluso el microscópico enemigo ha provocado que háyanse aprobado inconstitucionales ordenanzas para penalizar el no uso de la mascarilla con exacerbadas multas y exageradas sanciones que llegan hasta penas de prisión, lo cual constituye un agravio inconstitucional contra dignitatis y es causa de rebeldía en el ánimo de libertarios seres que no aceptan que Estados, municipios o instituciones intergubernamentales, como la OMS, la OPS y la ONU pretendan obligar a colocarnos algo extraño y asfixiante en nuestro cuerpo como si fuésemos ovejas manipulables que cándidas y crédulas van al matadero. El aborregamiento está fuera del modus actuandi de una persona libre que convencida dice: «NO A LA MASCARILLA IN HONOREM LIBERTATIS». Y si el ciudadano que adopta esta consigna hácelo responsablemente por cuidar y mantener ad súmmum su sistema inmunológico, con mayor razón su modus actuandi contra el «cubreboca» no debe ser cuestionado ni satanizado o anatemizado por los neuróticos e histéricos seres que inficionados de neurosis obsesiva y galopante circulan in urbe nostra diem per diem in via dolorosa sicut mater lacrimosa.



Si la gente adopta medidas de higiene básicas que siempre han sido parte de los hábitos de las personas civilizadas, puesto que no es algo nuevo que impónese ahora, y si manejamos un comportamiento responsable alcalinizando nuestro cuerpo y alimentándonos correctamente, las posibilidades de contraer cualquier virus son escasas. In Concha et in mundum universum/ En Cuenca y en todo el universo la gente no hácese nunca responsable desde el miedo porque el pavor coacciona a insospechados límites  para que no háganse las cosas debidamente in via sanitatis.



In patria aequatorianae el coronavirus ha desnudado, coram populo, la existencia de otra pandemia más virulenta que el mismo pánico, cuyos portadores actúan como pirañas y tiburones in terribilis maremagnum et contra dignitatis socavando las propias estructuras de nuestra comunidad: «LA DESAFORADA CORRUPCIÓN» que ha causádonos -en forma estrepitosa- un execrable latrocinio con las compras de mascarillas e implementos para enfrentar la emergencia sanitaria durante el estado de excepción impuesto en la patria desde el 16 de marzo, lo que muéstranos con abominación que, además, inter nos, la mascarilla es de veras un sucio símbolo de inescrupulosos políticos que roban a mansalva los escuálidos recursos del erario público en la emergencia sanitaria donde nada ha importádoles, ya trátese del dolor de la gente, ya el perjuicio a la patria, con tal de buscar el enriquecimiento ilícito gracias al apetito feroz por el dinero mal habido en la hiperbólica pandemia del coronavirus.


Ad concludendi, dígase una verdad con acrimonia: hay un principio médico que explica racionalmente que las razones por las que un ser humano es contagiado de una bacteria o un virus son tres: la causa externa, que en este caso es el virus COVID 19, el medio ambiente y el componente genético de cada persona. Que coincidan los tres factores en un altísimo porcentaje como el que ha sobredimensionádose con grandilocuencia en la actual pandemia es imposible. Y por ello es que, ad exemplum, apenas 400.000 personas son las que han muerto por el coronavirus hasta el 6 de junio del presente año cuando, hace una centuria, la gripe española arrasó con 50 millones de personas en el mundo y con solo escuchar esta cifra podemos concebir lo que realmente es una pandemia in stricta iustitia frente al hiperbólico escándalo de la supuesta pandemia del COVID.

La mascarilla ha impuéstose in mundum universum para dividirnos inter nos


La mascarilla es el sino y signo de un fatídico destino que experimentamos estos días con un odioso y ominoso «tedium vitae» o «tedio de la vida» por el que ya ni las parejas pueden relacionarse como antes, pero también es el más sucio ícono de un escandaloso y subrepticio negociado de las casas farmacéuticas que la fabrican. Pero, ante omnia et super omnia/ ante todo y sobre todo, la mascarilla es el contemporáneo símbolo de una nueva forma de tortura para los habitantes del tercer milenio, por lo que este singular implemento volvióse ipso facto como el más inicuo tormento que háyase implementado para complicarnos la vida in nostra communitate.




Las políticas sanitarias que han implementádose en todo el universo para el manejo de la pandemia del Coronavirus han sido erráticas desde la coyuntura de no haber propendido a establecer mecanismos para que el sistema inmunológico de la gente mejore que, dicho sea de paso, sería la primera medida y quizás la más efectiva para prevenir el contagio de este virus. Tampoco ha promovídose que la gente no tenga miedo al virus soliviantando al pánico que acrecienta la paranoia frente al microscópico intruso, bajando las defensas de las personas, amilanando su sistema inmunológico y condicionando mas bien a todos al contagio. Ergo, el no temer al virus y aprender a convivir con él es el más efectivo programa de protección contra esta nueva enfermedad que vino al mundo para quedarse como quedóse el cáncer, el SIDA o la Sífilis in historia mundi.  



La verdadera plaga de la pandemia es el miedo que conviértese en pánico y que inficiónanos de pavor ad infinitum llegando a la paranoia que incóanos hasta el hartazgo con una secuela de histeria colectiva por la que los poderes geopolíticos mundiales y los abominables genízaros que actúan tras bastidores desde las ignominiosas transnacionales de casas farmacéuticas han convertídonos en una horda de ilotas o un grupo de esclavos que ingenuamente déjanse llevar al sumo sacrificio en similar forma a la que un fenómeno de masas como el fútbol o las supuestas apariciones de la Santísima Virgen María vuelven histéricas hasta el fanatismo feroz a todas las gentes ad verecundiam et contra dignitatis in mysterium iniquitatis hodie et nunc et semper et in saecula saeculorum.


Diego Demetrio Orellana
In conchense urbe, mensis iunii, die V, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXX, octava solemnitate Pentecoste.

OPINIONES CIUDADANAS


Espectacular... Aprendí mucho... Muy lindo.

  • Galo L. Bibliothek Carvajal como un bozal para no morder y quedarnos quietos

    1

  • Diego Demetrio Orellana EXACTAMENTE, DILECTE FRATER Galo L. Bibliothek Carvajal. COMO UN BOZAL PARA PERROS RABIOSOS QUE ARROJAN ESPUMARRAJOS POR SUS FAUCES... NO A LA MASCARILLA IN HONOREM LIBERTATIS.

    DIEGO DEMETRIO ORELLANA
    OCTAVA SOLEMNITATE PENTECOSTE IN ANNO SALUTIS NOSTRAE MMXX.

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Completamente de acuerdo mi estimado amigo; es cuestión de educación y consideración mutua pues solamente aquel que está con un proceso gripal, sea el coronavirus 1 o el coronavirus2, tiene que usar una mascarilla y de esa forma evitaría la contaminación masiva, pues la ciudadanía está bajando sus defensas al respirar su propio aire viciado.

Dr. Jorge Tola Barros
Junio 5 del año 2020.
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Interesantes justificativos, convincentes, bien documentado y tiene razón.

Ing. Efraín Villota Cardoso
Junio 6 del año 2020.
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  • Saul Rubio 
    Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA
    lun., 8 jun. a las 6:17


    Felicitaciones mi estimado Demetrio por su excelente análisis
    y explicación sobre el uso y abuso de la mascarilla.



  • Jorge Suarez 
    Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA

    HOLA DiEGO..,¡EXCELENTE!!.

    SALUDOS, JORGE
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