«HISTORIA TESTIS TEMPORUM EST/ LA HISTORIA ES TESTIGO DE LOS TIEMPOS» y por ello, este espacio se encuentra abierto, hic et nunc, para la reflexión, la opinión y el debate de asuntos culturales en Santa Ana de los Ríos de Cuenca, Ecuador e Hispanoamérica. La página está concebida a la manera de un «FORUM», en donde las personas opinan libremente in honorem veritatis splendor et semper cum libertas et iustitia in communio caritatis et fraternitas.
Die constituta, en un día
como hoy, lunes 29 de febrero del año del Señor de 2016 conviene rememorar la
curiosa historia del año bisiesto in
historia mundi. Ergo, los orígenes de este fenómeno habrémoslos de hallar in
Roma aeternam, con Julio César, el Imperator romano.
Habiéndose detectado que el
primitivo calendario romano del rey Numa Pompilio tenía un retraso con el año
solar, in Roma semper intemerata, según los astrónomos del Imperator,
Julio César decidió reformarlo con una fórmula para que cada cuatro años se
añadiese un día más a fin de igualar el desfase. Sibi tamen/ Sin embargo,
la reforma juliana no fue precisa pues, a pesar de que la igualación del
calendario era justa con la adición de un día cada 4 años, producíase un error
de un día más cada 128 años, puesto que un año, en el calendario, dura 365 días
y 6 horas aproximadamente. Hoy conócese que matemáticamente la duración del año
es de 365, 256 días.
La expresión «AÑO BISIESTO» viene de la culta e
inmortal lengua latina, en donde identifícaselo como «ANNUS BISEXTUS» ya que en el calendario juliano, para añadir el día
bisiesto aplicábase ex professo la siguiente regla: «Dies bis sextus ante calendas
martii/ el doble día sexto antes de las calendas de marzo». Para entender
esta regla es preciso decir, prima facie, que primitivamente el
calendario de los romanos constaba de 10 meses y comenzaba en marzo, llamado «Martii»
en honor del dios Marte, luego venía el segundo mes: «Aprilis»; inmediatamente «Maius» o Mayo, el tercer mes, en
honor de la diosa Maia; subsecuentemente «Junio» o «Iunius», que era el
cuarto mes; enseguida «Iulius» o Julio; que representaba el
quinto mes y que llamóse así en honor del propio emperador Julio César. César
Augusto, celoso de que Julio César dedicóse un mes a su persona, hizo lo propio
con el sexto mes llamándolo «Augustus» o Agosto, en nuestra
prestigiosa lengua de Castilla. Puédese decir entonces que, «vanitas
vanitatum» o «vanidad de vanidades», es por la
egolatría de Julio César y César Augusto que el quinto y el sexto mes cambiaron
sus nombres mientras luego de agosto, teníamos al séptimo mes, llamado por ello
«Septembris»;
y enseguida el octavo mes: «Octobris»; el noveno: «Novembris»;
y el décimo: «Decembris».
Post factum, con la
introducción del calendario juliano, justamente, habríanse de añadir dos meses
más al calendario romano y así surgió enero, que debiendo ser el «decimus
ac primus», bautizóselo como «Ianuarii», en honor al dios Jano;
junto con «Februarius», así llamado para no ser el «decimus ac secundus» y
siendo como es, el último mes, hubo de ser el que menos días había de tener, 28
ciertamente, para acomodar los 365 días del año civil completo.
In diebus illis, cuando
Julio César creó el calendario juliano, atribuyóse a la influencia de los
sabinos la introducción de un calendario de 12 meses con tres fechas mensuales
fijas: «calendas», «nonas» e «idus». Las «calendas»
eran el primer día de cada mes, mientras las «nonas» eran el séptimo
día y los «idus» el decimoquinto. Sensu stricto, en el lenguaje latino
habitual para nombrar el tiempo los días anteriores al primero de cada mes
hacían referencia a las calendas de dicho mes. Verbi gratia, en un año
normal de 365 días que comenzaba en marzo, el 1 de marzo era las calendas de
marzo; el 28 de febrero era el «primum dies ante calendas martii/ primer día
antes de las calendas de marzo»; el 27 de febrero era el «secundum
dies ante calendas martii/ segundo día antes de las calendas de marzo»;
el 26 de febrero era el «tertium dies ante calendas martii/ el tercer
día antes de las calendas de marzo»; el 25 de febrero era el «quarto
dies ante calendas martii/ el cuarto día antes de las calendas de marzo»;
el 24 de febrero, por su parte, era el «quinto dies ante calendas martii/ el quinto
día antes de las calendas de marzo» y el 23 de febrero era el «DIES
SEXTUS ANTE CALENDAS MARTII/ EL SEXTO DÍA ANTES DE LAS CALENDAS DE MARZO».
Hic et nunc, Julio César
intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de las calendas de marzo
para acoplar su reforma; es decir, entre los días que hoy llamamos 23 y 24 de
febrero y este día adicional fue llamado en la respetabilísima y poética lengua
latina: «DIES BIS SEXTUS ANTE CALENDAS MARTII/ DOBLE DÍA SEXTO ANTES DE LAS
CALENDAS DE MARZO», mientras el año que contenía dicho día pasó a
llamarse «ANNUS BISEXTUS».
Así, cada 4 años, acumúlanse 24
horas que débense adicionar a todos los años que son múltiplos de 4, a fin de
que las estaciones no se confundan y el equinoccio de primavera, ad
exemplum, siga siendo el 21 de marzo, pues ese fenómeno prodúcese
inexorablemente en esa fecha.
En la época del Imperio Romano,
en el calendario juliano implantado por el emperador Julio César, considerábase
bisiesto a cada uno de los años divisibles entre cuatro. En 1582, habiendo
existido un retraso de 11 días con relación al año solar, el Santo Padre
Gregorio, por la Divina Providencia Papa XIII, impuso, motu proprio, una nueva
reforma que tenía por objeto igualar el calendario juliano con el tiempo solar
y esta es la reforma que dio origen al «CALENDARIUM GREGORIANUM» o «CALENDARIO
GREGORIANO» en la lengua de Castilla, en honor a este ilustrado Sumo Pontífice
de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Es entonces desde el año 1582
cuando empieza la costumbre de celebrar los años bisiestos en la forma como hoy
lo conocemos en el «calendario gregoriano», actualmente en vigor, en el que establecióse una regla para los años
bisiestos, la cual se cumple, in stricta iustitia, gracias a un
celebérrimo y benemérito jesuita, el eminente matemático Christopher Clavius,
S.J., autor de la reforma: «Un año es bisiesto si es divisible por 4,
excepto el último de cada siglo (aquellos divisibles por 100), que para ser
bisiestos también deben ser divisibles por 400».
Esta regla del ilustre y
benemérito padre jesuita Clavius debémosla descifrar y así habremos de decir, ex
informata conscientia, que un año es bisiesto si es múltiplo de 4
(ejemplos: 1956, 1980, 2008, 2016) aunque no serán bisiestos los años que sean
divisibles para 100 (como ocurrió con los años 1700, 1800 y 1900 y como
ocurrirá con el 2100). Una excepción a lo dicho precedentemente es el hecho de
que los años múltiplos de 400 o divisibles por 400 son bisiestos, como ya
aconteció con el año 1600, así como con el año 2000 y como habrá de ocurrir con
el 2400.
Por eso, quid pro quo, los años
divisibles por 4 son bisiestos, pero en cada 400 años se deben celebrar 3
bisiestos. Ergo, esa es la razón por la que en 400 años debe haber 97
años bisiestos y, de esa manera, el año del calendario gregoriano se mantiene
muy parecido al año solar. En esto radica la talentosa reforma del jesuita
Clavius en el reinado de Nuestro Beatísimo Padre Gregorio XIII, Servus
Servorum Dei.
Como no es exactamente 365 días y
seis horas el tiempo que dura un año común, se calcula más precisamente, in
medias res, que hay un error de 0,0003 días por año y este sobrante se
sigue acumulando in aeternum hasta que al cabo de tres mil años se habrá
acumulado un día más de error. Pero, en realidad, no sabemos taxativamente
cuándo llegará este error de cálculo a un día. La cifra de 365,2422 días por
año común no es del todo exacta, porque tanto la duración del año común como la
velocidad de rotación de la tierra van cambiando, diem per diem, con los
siglos y de una manera que no es completamente predecible.
Existen versiones que indican que
ese día descontaráse en el año 3600, que no será un año bisiesto. Sin embargo,
otros matemáticos calculan que la diferencia de más de un día respecto al año
solar podría ocurrir cada 4.000 años aproximadamente, por lo que los años divisibles
por 4.000, como el 4000, 8000 o 12000, que tendrían que ser bisiestos, según la
regla descrita anteriormente, no lo serán.
Este es el hermoso origen
histórico del año bisiesto, que reposa esplendente en las aguas inmortales de
la latinidad, in perpetuum, desde donde la lengua latina surgió, admirabilis
et invencibilis, como la madre nutricia de nuestra maravillosa lengua
de Castilla.
Hodie et semper, como
nosotros ya no contamos las calendas, nos resulta más cómodo considerar que el
día agregado equivale en realidad al último del mes de febrero y así, el 29 de
febrero es el día número 60 del año en el calendario gregoriano y solo existe
en los años bisiestos (cada cuatro años). Desde esta fecha quedan 306 días para
finalizar el año.
En un día como hoy valgan estas notas escritas ad
perpetuam rei memoriam para celebrar el día bisiesto del año del Señor
de 2016.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
In Concha, super flumina Tomebamba, mensis februarii, die nonus supra
vicesimum, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVI, octava III
Dominica in Quadragessima, Anno Misericordiae.
Ad gloriam Dei, cuando
cúmplense 3 años del retiro del Santo Padre Benedicto, por la Divina
Providencia Papa XVI, in nostra Sancta Mater Ecclesia,
puédese ya, sine ira et studio, hacer un balance de su ministerio petrino
en la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Nacido en Marktl am Inn, en
Alemania, el 16 de abril de 1927, Joseph Ratzinger participó en la II Guerra
Mundial, en los servicios antiaéreos alemanes, hecho vilmente distorsionado
para acusarlo como un antiguo nazi cuando solo cumplía el servicio militar
obligatorio en su país natal. Estudió en la Escuela Superior de Filosofía de
Freising, doctorándose en Teología por la Universidad de Munich. El 29 de junio
de 1951 ordenóse sacerdote y fue profesor de Teología en varias universidades
alemanas.
Hombre culto, erudito, in
excelsis, latinista, de brillante inteligencia y de profunda fe es un
prolífico escritor y el primer papa pianista de la historia. Fue consultor del
Concilio Vaticano II (1962 – 1965). En 1977 fue arzobispo de Munich y Freising.
Ese mismo año Paulo VI lo convirtió en cardenal y, en 1981, Juan Pablo II lo
nombró prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo
Santo Oficio), adoptando medidas disciplinarias contra veleidosos teólogos de
la liberación que, sin sustento cristológico y cercanos al marxismo, atentaban de
profundis -con sus escritos- a la esencia de la doctrina católica. En
el año 2002 fue decano del colegio cardenalicio y resultó el «primus
inter pares» entre los purpurados de ese órgano de consultoría de la
Iglesia.
Ofició la misa de requiem de Juan Pablo II y la misa «pro eligendo pontífice», previa al cónclave que lo eligió como el Vicario de Cristo número 265 de la Iglesia Católica, el 19 de abril del año 2005. Tomó el nombre de Benedicto XVI y en agosto de aquel año viajó a Alemania, su patria natal, y en la sinagoga de Colonia condenó con dureza al nazismo. Desde entonces ha visitado una veintena de países y ha publicado tres encíclicas: «Deus caritas est» (2006); «Spe salvi» (2007) y «Caritas in veritate» (2009), así como el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Publicó 4 exhortaciones apostólicas, 116 constituciones apostólicas y 95 cartas.
Inició su ministerio prometiendo
sancionar a los sacerdotes pederastas y con firmeza ha hablado de las terribles
heridas que han dejado a las víctimas de violencia sexual. Ejerció sanciones en
todos los casos concluidos con las investigaciones, verbi gratia, con el
Padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
En el año 2007 eliminó el limbo,
suprimió la elección papal por mayoría simple, propició la celebración de la
misa en Latín, con el Motu Proprio «Summorum Pontificum», reconociendo a
la lengua latina como idioma oficial de la Santa Madre Iglesia. Retiró la
plegaria por los judíos del Missale Romanum y en el 2009 revocó
la excomunión a los obispos ordenados por Mons. Marcel Lefebvre, mientras abrió
las puertas de la Iglesia a los tradicionalistas anglicanos. En el año 2010
promulgó un documento contra el blanqueo de dinero en las instituciones
financieras vaticanas, el primero decretado por un papa sobre la materia.
Escribió la obra «Jesús de Nazaret», con notable erudición, en tres tomos, exonerando a los judíos como responsables de la muerte de Jesús y proponiendo su reflexión sobre la ausencia de la mula y el buey en el pesebre donde nació Jesús, con una admirable capacidad para expresarse con elocuencia urbi et orbi.
Proclamó a 34 santos y alrededor de 600 beatos, entre ellos, su venerado predecesor, Juan Pablo II, el 1 de mayo de 2011. El 29 de junio de 2011 abrió el portal de Internet «News.va» y el 12 de diciembre de 2012 lanzó su primer tuit en la red Twitter, a través de su cuenta @pontifex_es.
De este modo, el pontificado de Benedicto XVI ha buscado siempre el servicio a la Iglesia para concluirlo con un gesto de suprema humildad al renunciar a su ministerio petrino sin aferrarse al cargo cuando sus fuerzas ya no le permitieron ejercerlo dignamente, en su calidad de Vicario de Cristo en la Tierra y Servus Servorum Dei.
Su dimisión prodújose en medio de
graves circunstancias de pugnas de poder entre el cardenal Ángelo Sodano,
decano del colegio cardenalicio, sobre quien pesan graves acusaciones de los
escándalos de la Santa Madre Iglesia y quien preparó el cónclave precedente,
junto con Tarcisio Bertone, SDB, el controvertido Secretario de Estado y hombre
desprestigiado in Sancta Romana Ecclesia. Que el Señor nos proteja de tanto
maniqueísmo de parte de este tipo de personajes que amargaron el pontificado
del gran Papa Benedictus, PP. XVI
Ahora, en el retiro de su ministerio petrino, como papa emérito in nostra Sancta Mater Ecclesia, ha dado al mundo una singular y peculiarísima muestra de humildad, pues en tanto es un Sumo Pontífice emeritus no desconoce jamás la autoridad suprema del actual Romano Pontífice, el papa Francisco, por la Divina Providencia Papa I in ecclesia Dei ad maiorem dei Gloriam.
Oremus pro Pontifice Nostro emeritus Benedicti PP. XVI.
Dominus conservet eum, et vivificet eum,
et beatum faciat eum in terra,
et non tradat eum in animam inimicorum eius.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
IN CONCHA, APUD FLUMINA TOMEBAMBA, MENSIS FEBRUARII, DIE XXVIII, CURRENTIS ANNO DOMINI MMXVI, III DOMINICA IN QUADRAGESSIMA, IN ANNO MISERICORDIAE MMXVI
Admirabilis et aeterna in excelsis, la catedral de Milán, también conocida
por los italianos como «Il Duomo di
Milano», es una de las construcciones más espectaculares que puédese
contemplar in universa terra.
Escribir sobre ella es una oportunidad gozosa para rememorar trepidantes experiencias que
puédense vivir de profundis in cordibus
nostris al enfrentarse vis a vis con esta maravilla de la arquitectura
universal in omnia terra.
Contrafuertes, arcos rampantes y pináculos ad gloriam Dei
En este majestuoso templo
catedralicio cualquier espacio vuélvese motivo de especial atractivo para todos
quienes tienen la suerte de contemplarlo ad
summum. Lo que más llama la atención a los viandantes y circunstantes que
lo visitan es la infinidad de pináculos y torres coronadas por estatuas que
contemplan a la ciudad. Este singular aspecto, originalis et sui generis, hace del Duomo di Milano la
primera cosa por la que somos atraídos hacia él sicut cervus ad fontes/ como el ciervo a las fuentes.
Después de la Catedral de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, al «Duomo di Milano» considéraselo como la
segunda catedral más grande del mundo in nostra Sancta Mater Ecclesia. Fue
construida en el mismo centro de la ciudad en la Antigua Roma, denominada
Mediolanum. Tiene 157 metros de longitud y puede albergar a más de 40.000
personas en su interior. Desde 1386 levantósela como un monumento paradigmático
del Gótico, a merced de la iniciativa del arzobispo Antonio da Saluzzo, secundum histórica veritas, mas fue en
enero de 1965 cuando concluyóse para poder admirarla in veritatis splendor. Su plaza es impactante, grande y espaciosa, siendo todo el tiempo un centro incomparable para las manifestaciones artísticas y culturales que hacen del sitio un lugar romántico y espectacular hasta los límites de la sorpresa y el embelesamiento.
In historia antiqua, en el lugar ubicóse la basílica
de San Ambrosio, desde el siglo V, y en el año 836 fue agregada la Basílica de
Santa Tecla. En 1075 ambos edificios fueron destruidos por un gran incendio y
en 1386 comenzó la construcción del Duomo en el mismo lugar. Su historia es fabulosa,
pues, in illo tempore, Gian Galeazzo Visconti, un hombre poderoso y caprichoso por las grandes
ostentaciones, al mandar sobre un territorio amplio y productivo, quiso edificar
una gigantesca catedral. El proyecto habría de durar siglos, como sucede con las majestuosas cosas que en el mundo han sido, y sucediéronse valiosos
arquitectos para levantarla in excelsis: Giovannino dei Grassi, Antonio di Vicenzo, Heinrich Parler, exempli
gratia, fueron los iniciales constructores que definieron la planta esencial
del templo: cinco naves, un transepto marcado con tres naves, cabecera poligonal y
dimensiones inmensas. Mas, praeter opinionem o contra toda expectativa, mientra avanzaba
in crescendo el imponente edificio íbanse discutiendo proporciones y ritmos
tanto como problemas estructurales hasta lograr que el templo sea majestuoso en todas sus magnitudes.
Con la designación de San Carlos
Borromeo como Obispo de Milán, el 5 de abril de 1566,
las obras cobrarían un nuevo impulso y diversas modificaciones del proyecto. Secundum veritas, en
1571 encargóse al pintor y arquitecto Pellegrino Tibaldi la reanudación de los
trabajos. Juntos pretendieron cambiar la fachada para que fuese de un diseño más renacentista pero el objetivo nunca llegó a realizarse. Bajo la égida de Borromeo hízose el magnífico baptisterio y en 1577 San Carlos Borromeo consagraría in sacris el
edificio completo, aunque inacabado. En 1584 fallecía, en Milán,
San Carlos pero el templo aún esperaría casi 4 siglos para ser concluido. Prácticamente los detalles imponentes y espectaculares de la catedral aún seguirían hasta los siglos XVIII y XIX. Al final logróse un efecto precioso con una fachada impresionante, deslumbrante y ajeno a lo que comúnmente se entiende por gótico italiano.
En la cima de la torre principal, ad exemplum, el viandante es impactado
por la singular «Madonnina», así
llamada a una estatua barroca de bronce dorado que corona el pináculo de esta
altísima torre. Fue esculpida en 1774 y es, urbi et orbi, punto referencial de la máxima altura de este bellísimo templo catedralicio ad gloriam Domini. En este año la catedral alcanzaría la altura de 108,5 metros, debido a la construcción de este elemento, obra de Giuseppe Perego, que inició sus trabajos en 1762. Post factum, un siglo luego, con la llegada de Napoleón reiniciaríase la construcción de la fachada, con el arquitecto Francesco Soave. En señal de gratitud, ex toto corde, a Napoleón colocóselo una estatua suya en la cima de una de las espiras. Los últimos detalles no concluiríanse sino hasta el siglo XX, tanto así que la la última puerta inauguróse el día 6 de enero de 1965, in Sancta Epiphania.
En una bóveda del techo, detrás del altar guárdase, secumdum traditio in Sancta Mater Ecclesia, uno de los tesoros de la catedral: «un clavo de la cruz
de Cristo, Dominus ac Redemptor Noster». El sábado más cercano al 14 de septiembre, in sollemnitate Exaltationem Sancta Crucem, se saca el clavo del lugar
en el que guárdaselo para que los fieles puedan admirarlo.
Hay una cosa que fascina, ex tota anima nostra, en todos quienes visitan esta catedral y es la terraza panorámica cuya ascención resulta espectacular.La terraza ocupa prácticamente toda la superficie del tejado y permite, admirabilis et singularis, contemplar preciosas y únicas vistas de la ciudad. Aquí es donde puédense mirar, cum accurata diligentia, los detalles de los pináculos y
las esculturas del sacro templo ad gloriam Christi.
In memoriam, en la cripta encuéntrase la capilla de San Carlos Borromeo, en donde puédense venerar sus restos, junto con el sarcófago de los
arzobispos Ottone y Giovanni Visconti (siglo XIV), así como la estatua de San
Bartolomé, de Marco D’Agrate, delante del antiguo mausoleo. El presbiterio,
compuesto por un coro, dos púlpitos y dos órganos, es otro espacio muy particular junto con los altares de Pellegrini y la obra «Visita de San Pedro
a Santa Agatha encarcelada» de Federico Zuccari.
Ex admirationem, la puerta del frontispicio cautiva a todos quienes, con espíritu sensible, obsérvanla esplendorosa en el entramado precioso de múltiples detalles artísticos de un conjunto escultórico cuyo panel central y circular es una «Piedad» de original concepto, con la Virgen Santísima, Mater Dei et Mater Nostra, que acoge en su regazo a Nuestro Señor Jesucristo, Pontifex in aeternum perfecte, dentro de un contexto en el que un tropel de ángeles adoradores rodean a la Virgen Santa y a Cristo Redentor. Alrededor de este conjunto encuéntranse una serie de escenas de la vida de Jesús in commemoratione de Passione Domini, siendo cada una de estas imágenes una verdadera obra de arte que impacta ipso facto por la perfección suprema y el relieve perfectamente delineado que resalta ex tota fortitudine para prodigarnos una idea de la grandeza del Señor en su misterio salvífico pro omnia humani generis.
En fin, las experiencias que permítenos vivir este paradigmático espacio son tan variadas y sorprendentes, que no es nada extraño que músicos, pintores, artistas escénicos, literatos o simples circunstantes hagan una pausa en sus tareas para ejecutar piezas musicales, pintar preciosos lienzos, cantar con melifluas voces o simplemente admirar extasiados los miles de detalles que la catedral de Milán ofrece al viandante para conceptualizar in extremis las misericordias del Señor, a quien levantóse este templo y por quien desde inmemoriales tiempos decimos in ecclesia nostra: «Misericordias Domini in aeternum cantabo».
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Concha, mensis februarii, die XXIII, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVI, in octava II Dominica in Quadragessima.
«Praeter opinionem» o «contra
toda expectativa», el disparatado prejuicio que ha levantádose adverso al
Realismo en las artes plásticas, al considerarlo anacrónico en los actuales
tiempos, en beneficio de las intermitentes y fugaces manifestaciones del arte
contemporáneo, ha conspirado in aeternum
para que valiosos artistas in historia
mundi hayan sido enviados al reino del olvido, en un tenebroso ostracismo
que impide juzgarlos como conspicuos artífices de una preciosa figuración a
través de la cual han descifrádose sublimes manifestaciones de realidades y
emociones que elevan el alma a la contemplación serena in veritatis splendor.
Uno de los artistas marginados por
los corifeos anti realistas, que auspician este insólito prejuicio contra el
arte académico, es el francés William-Adolphe Bouguereau (1825 - 1905), que
bien podríase catalogar como el «pintor
del amor», pues trátase de un academicista par excellence que logró, inspirado en la mitología, algunos de los
más bellos cuadros que háyanse visto, in
perpetuum, para expresar los sublimes sentimientos que el amor y la amistad
han evocado in saecula saeculorum.
Ad effectum videndi, veamos algunas cimeras creaciones de
Bouguereau. Ad initium, partamos de
la obra «Cupido y Psiquis», en dondetomando como modelo arquetípico al mito
clásico de Eros y Psiquis logró un retrato de fotográfico aspecto y peculiar
belleza, en el que Psiquis exhibe un gozo superlativo por estar junto a su
amante sobrecogiéndose de profundis
entre los brazos de Cupido, con un rictus satisficente que conmueve ab intra mientras su amante refulge, cual
Adonis greco, con solemnes alas en la espalda, elevándose in excelsis hacia la gloria celeste y prodigando protección a su
amada Psiquis para demostrar in spiritus
et veritas que el amor es el sentimiento más placentero para la vida del
género humano in omnia terra.
Ni qué decir tiene de «Psiquis y el Amor infantes», en donde
el artista francés consigue plasmar a la pueril inocencia como plataforma para
mostrar en su más vera essentia que
amar es lo más excelso de la inocencia, con un dúo de infantes de angelical
fisonomía que parecen querubines de celestial belleza atisbando el más puro
sentimiento que extasía sus almas hacia la plenitud del gozo sempiterno ad vitam aeternam.
Igual acontece en esta obra
bucólica cuando Cupido y Psiquis muéstranse desnudos y tímidamente eróticos en
un natural recoveco que los refocila demostrando el inefable amor que es la copiosa
fuente que alegra la existencia a límites paroxísticos exaltando nuestras almas
para llegar a la felicidad ad gloriam
aeternam.
Los desnudos de Bouguereau
represéntanse eróticos con una sutileza que invita a contemplarlos con curiosa
expectativa, como lo prueba, ipso facto,
esta obra intitulada también «Amor y
Psiquis», en la que los dos célebres
personajes del mito heleno ascienden in
cœlum, entre níveas nubes, sin más preocupación que el amor que los eleva ad summum a la suprema gloria.
Ex admirationem, puédese inferir que este maestro es magistral para
enseñarnos didácticamente la fastuosidad de la mitología clásica y así débese
decir, sine ira et studio,
objetivamente, que hasta el más bruto ignorante o el más imberbe ciudadano
entiende la maravillosa sabiduría de los mitos grecolatinos bajo el pincel de
Bouguereau. Exempli gratia, en la obra
«El amor desarmado», represéntanos la
ingenuidad de Cupido al estar sujeto en los brazos de Psiquis, quien míralo
contemplativa como si captase el candor que el amor nos prodiga en todas las
circunstancias en que lo experimentamos in
vita nostra ¿Cuántas veces la vida nos enseña, tristis et afflictis, que acaso las mujeres no son con frecuencia más
astutas para someter al amado burlándose de su ingenuidad per fas et per nefas?
Mas hay en las obras de Bouguereau
un bello prototipo del dominio de las técnicas pictóricas academicistas y así,
en «Faun and Bacchante» recréase a la perfección otro mito
griego donde el amor es el protagonista de la clásica escena en que un fauno
seductor sujeta a su amante enamorada embelesándola ad infinitum con sensualidad paroxística para mostrarnos sensu stricto la importancia de la «ars amatoria» o «arte de amar» como requisito sine
qua non para cultivar y mantener este bello sentimiento que alegra nuestras
vidas con gracia plena.
Bouguereau es un hábil pintor de
innegables dotes y maneja los cánones academicistas para graficar la realidad, sub specie instantis, con la nitidez y
la pulcritud que solo un gran talento puede lograrlo, como en esta obra
esplendorosa intitulada «Amor victorioso»,
en la que sugiérenos la triunfal silueta del amor que todo lo vence usque ad sanguinis effusionem/ hasta el
derramamiento de sangre si ello fuere menester. Aquí, Cupido sujeta su arco con la mano derecha -en clara señal
de victoria- mientras Pisiquis luce complacida por el triunfo del amor, y
ocultando su rostro entre los rizos de su amado y el manto que los cubre, abrázalo
para volar juntos y libérrimos ad
infinitum en los refrescantes aires del inmenso espacio dentro de una
amorosa escena que permítenos corroborar, inter
nos, la sabia enseñanza de la vida por la que, a golpes de caídas
estrepitosas, un día columbramos que sólo quien pasa por el hielo del dolor
puede llegar al incendio del amor y así su triunfo es exquisito ex tota fortitudine.
A contrario sensu, así como el amor un día triunfa brindando la
felicidad más inefable también hay trágicos instantes en que el amor
envuélvenos en la más profunda tristeza comoapréciase en la obra «El amor se
va», donde Cupido aléjase de Psiquis, acomoda su aljaba, toma su arco y alza el vuelo con
un rostro de mirada torva que muestra, in
stricta veritas, un rictus de decepción o desencanto ante la amada Psiquis que,
patidifusa, intenta desesperada atrapar a su amado que prácticamente ha
elevádose dejándola compungida y mostrándonos, in veritas semper fidelis, que así como el amor nos lleva al gozo y
la felicidad puede también arrastrarnos a la calamitosa aflicción que experiméntase
con el dolor y la angustia in corpore et
in anima.
Y en este precioso cuadro al que
Bouguereau bautizóle como «Paz», percíbese
aún más el estilo fotorealista del pintor, por el que creó una obra idealizada
en la que subyacen los cánones academicistas por los que el Realismo es de
veras un auténtico medio de expresión plástica sicut erat in principio et nunc et semper. Aquí, dos niños amantes
expresan con diafanidad la gratísima complacencia de la experiencia amorosa
cuando nos sublima hasta el gozo supremo que encandila el alma ad gloriam et felicitas in cordibus nostris.
En su vasta producción pictórica
Bouguereau idealizó la inocencia como requisito del amor puro y en esta obra alegórica
represéntala stricto sensu como una
joven de túnica blanca, el color de la inocencia, junto a dos ángeles custodios
que contémplanla a diestra y siniestra. El ángel de su derecha bríndala una
rosa roja, quizás porque el rubicundo color del paradigmático obsequio es el
símbolo refulgente del amor ad contemplationem
nostra.
«Cupido y la mariposa»
«Cupido con una espina»
«Cupido mojado»
El artista que ha sido objeto de
nuestro estudio concebía el amor para graficarlo desde los cánones de la
academia, siempre bajo el prisma mitológico, con algunas obras para
representarlo cum clara lux ora como
un cupido sensual, ora como un atractivo Adonis, ora como un dulce niño pletórico
de ternura, tal como contemplámoslo en sus obras intituladas: «Cupido y la mariposa», «Cupido con una espina»,
«Cupido mojado», donde el epónimo
personaje de la mitología grecolatina es un medium
para llevar a los espectadores a la comprensión del amor como un sentimiento
imprescindible en la humana existencia.
Mas es en el «Rapto de Psiquis» donde Bouguereau grafica a Cupido en su vera effigies de simpático Adonis, semper admirabilis, con todos los
atributos estéticos que exornan su atractiva fisonomía para capturar las
miradas con trepidantes e intensos sentimientos de ternura y pasión que el amor
inspira y evoca in camera caritatis. Así, con su carcaj a la izquierda, el arco y la flecha en su mano derecha, su original postura sedente, su mirada expectante y su angelical silueta muéstrase taxativamente en el típico retrato con el que defíneselo in historia mundi.
Podemos apreciar por ello, a fortiori, que el artista supo
representar a Psiquis con precisión figurativa, quien es en esta obra una dulce
doncella, amabilis et pulcherrima, en
pose contemplativa, cual ícono sagrado que evoca la imagen sacra de una deidad
femenina pro omnia humani generis.
La obra intitulada «Assault», verbi gratia, es una de las
creaciones artísticas en donde Bouguereau revélase como un reportero gráfico
del amor, cuando Psiquis, hallándose rodeada de un tropel de ángeles que invádenla
cual moscas a la miel, despierta amor «pro
mundi beneficio/ para beneficio del mundo»in universa terra.
Igual cosa acontece, admirabilis ante omnia, con la obra «Caridad», en donde una doncella
yérguese cual si tratárase de la Mater
Dei et Mater Nostra, como una Santísima Virgen que acoge en su seno a todos
los infantes que míranla como «Mater
amabilis» y encuentran en su regazo la protección que solo el amor maternal
es capaz de prodigar, mientras es gratificante confirmar, ex tota veritas, que una madre no se cansa de esperar.
A similis, algo parecido descúbrese en la obra titulada «Madre Tierra», en la que el sensus
vitae del amor maternal es maravillosamente explícito con una deidad que quizás
representa a la diosa Gea atrayendo a 7 niños que circúndanla por su
condición de Mater purissima que
exhibe su seno listo para el amamantamiento providentissima
pro omnes gentes.
Nada diversamente proporcional
tiene lugar en «Sueño de primavera», donde
una fémina que posee per se donaire y
belleza atrae las miradas de tres ángeles seráficos que envuénvenla en una dulce
atmósfera mientras el primero coloca, desde su diestra, una aureola de rosas
cual evocación sutil de la primavera que arriba super terram como tiempo propicio para que las flores sean símbolos
icónicos de la natura ad contemplationem
in puris naturalibus.
Algo espectacular ofrécenos en su
obra «El retorno de la primavera» y aunque
pudiere parecer un recurrente tema, su planteamiento compositivo difiere -a capite ad calcem- puesto que aquí Cupido
hállase parapetado sobre la testa de la bella Psiquis y con su flecha cautívala
de profundis junto a 2 ángeles que en
un lúdico ensueño juegan con la larga cabellera de la amante, toda vez que 5
niñosen diferentes poses circunvalan a
Psiquis sobre la verde llanura en la que parecen despertarse ex abrupto ante la llegada de la
primavera in naturalis splendor.
Bouguereau, a la hora de pintar
lo que a nuestra alma embelésala, introyectábase ab intra en los sentimientos humanos que graficábalos cum clara lux et sapientia, hasta el
punto de pintar lo que los humanos mortales no lo miramos ni siquiera de
refilón. Así, sus personajes tomados como arquetípicos modelos femeninos de sus
obras son mujeres hermosas y rotundas, tiernas adolescentes, encantadoras y muy
limpias niñas que definen, en sus bellas composiciones plásticas, los conceptos
profundos que empeñábase en retratar, como en «Secretos de amor», en donde la pose de una encantadora dama es la
típica expresión de quien confidencia sus secretos amorosos con el ángel que
acompáñala, semper admirabilis, para
escuchar las historias de una alma enamorada que desahógase in extremis contando sus recónditos
pensamientos de amor «in amicitia semper
fidelis» o «amistad siempre fiel».
Con una curiosa capacidad
exploradora en el mundo figurativo, en el que erigióse como un egregio artista,
es en el nacimiento de Venus donde Bouguereau conságrase ad perpetuam rei memoriam como un genial reportero gráfico del
amor, pues en esta obra clásica, de las mejores que logró en su vida, la diosa
Venus, tal como en Boticelli, surge a
nativitate desde una concha marina y yérguese mayestática con un escultural
cuerpo femenino, digno de ser amado, en erótica pose, junto a un conjunto de 20
personajes, entre ángeles, efebos y ninfas que, ex admirationem, contemplan su sui
generis belleza y ríndenla pleitesía como a una divinidad digna de los
mejores elogios cum reverentia et
respectum in omnia terra. Cupido aparece in excelsis/ en las alturas, con su arco y su flecha, al mando
del ejército de ángeles que, tal como los coros celestiales, inundan de
majestuosidad el ambiente en el que Venus propala hermosos sentimientos de amor
a maxima ad minima et in saecula saeculorum.
Pero si con el nacimiento de Venus el vidente sublímase de profundis ante la fenomenal experticia para manejar la figura humana que posee Bouguereau es en esta obra intitulada «La pléyade perdida» en donde las voluptuosas formas de la fémina dan cuenta fehaciente del quid divinum del genial artista para el dominio del cuerpo femenino parapetado en los aires cual ninfa etérea que asciende in crescendo ad gloriam aeternam mientras exhibe su belleza cual si fuese la summa perfectionisante omnia et super omnia.
Cosa parecida sucede en la obra «El despertar del corazón», en donde Psiquis
es nuevamente el centro focal de la composición pictórica, rodeada de un
ejército angelical que, a divinis, da
cuenta de la superlativa presencia del amor en una pastoril escena en la que, ut supra, por sobre la cabeza de la
amada, Cupido señala con su flecha a Psiquis como perfecta alegoría del amor
apasionado ex tota fortitudine.
A divinis, es en sus obras angelicales donde Bouguereau logra identidad plena con los celestiales personajes que revolotean en su mente, ora como cupidos, ora como serafines, ora como querubines o ángeles alados de inconfundible personalidad. Lo que afírmase precedentemente confírmase en esta paradigmática obra que intitúlase «La canción de los ángeles», donde la Mater Christi exhibe a Jesús a una tríada de ángeles alados que bríndanle un celestial concierto donde la tenebrosa perspectiva de la composición pictórica contrasta intensamente para que el lumínico ambiente constituya el preciso espacio donde la divinidad refulge de frente a la mística natividad de Cristo. Y mientras la creatividad de Bouguereau despliégase ad libitum para mostrarnos su poderosa imaginación el figurativismo de sus creaciones da cuenta de su fortísima experticia para el acadecimismo en una época romántica de un alborotado siglo para el desarrollo de la pintura in mundum universum.
Y en esa creatividad por la que Bouguereau navega como un experimentado barbo de aguas cristalinas sus curiosos temas de insólitas escenas sorprenden y cautívannos ad summum ora por la originalidad con la cual son tratados o traspuestos en el arte pictórico, ora por el sorprendente lenguaje figurativo pata definir simbólicas escenas de vida humana como descúbrese en este lienzo al que habíalo intitulado: «Caín y Abel», quienes abrazados a su madre, Eva, no ocultam la bíblica distonía por la que erígense como representantes del bien y del mal, de la bondad y la maldad en la carnal hermandad, a punto tal de aparecer en la imagen como dos contrapuestos seres que ni siquiera míranse vis a vis en una composición pictórica atiborrada de simbolismo a fuer de su exquisito figurativismo in splendore magno.
Y siendo como fue, Bouguereau, un artista de profunda sensibilidad ante las cosas más sublimes de la vida, sus obras vuélvense una reportería gráfica de particulares instantes de la existencia, como acaece en esta obra llamada Elegía - Dolor de amor, que refléjanos ex tota claritas el redivivo dolor que la muerte induce ante la contingencia humana donde la desolación evidenciáse con diafanidad ad vitam aeternam.
Del mismo modo, con su particular experticia para el arte figurativo, Bouguereau fue un talentoso artista que invocaba siempre los temas clásicos de la antigüedad clásica, como puédese confirmar en esta propuesta plástica intitulada «Arte y Literatura», donde dos féminas graficadas como un dueto de diosas del Olimpo parapétanse en la composición con las perfectas alegorías de las disciplinas a las que representan in via artis: la lira de la poesía y la paleta de los pintores in honorem artis et secundum artem...
Pero, ars gratia artis, donde el artista revélase, ad summum, como superlativo retratista a los máximos límites de la perfección figurativa es en el retrato casi fotográfico de esta niña a la que concibióse cual si fuese un Ángelus Domini o Ángel del Señor. El retrato puédese catalogar como una verdadera opus magnum del academicismo en el que Bouguereau revélase magistral para el manejo de la figura humana cautivando la atención de los espectadores ad infinitum hasta el éxtasis supremo por el que nuestra alma refocílase e inúndase de gozo contemplativo in honorem artis.
El día
La noche
El ninfario
In diebus illis, Bouguereau fue muy famoso en su tiempo mas hoy su
pintura no causa la atención que debería por la tendencia creciente de
minimizar el arte académico en favor de las manifestaciones del arte
contemporáneo. Sibi tamen/ Sin embargo,
sus temas realistas inspirados frecuentemente en motivos mitológicos fueron
modernas interpretaciones de sujetos clásicos con un énfasis celestial del
cuerpo femenino y un amoroso tratamiento de sus personajes. Así nos lo confirman
sus excepcionales obras: «El día», «La
noche» o «El ninfarium», en donde la mujer es el objeto peculiarísimo de
sus afanes pictóricos, mientras con la gran cantidad de obras realizadas en su
vida para recrear el mito de Cupido y Psiquis, Bouguereau es -in stricta iustitia- un pintor del amor
en su más pura esencia. Valga la oportunidad de celebrar el Día del Amor y la
Amistad, en este 14 de febrero del año 2016, para rendirle un merecido homenaje
ad futuram rei memoriam.
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, super flumina
Tomebamba, mensis februarii, die XIV, currentis Anno Domini MMXVI, in
sollemnitate Diem Mundialem Amicitiae.
OPINIONES CIUDADANAS
Clara De SantisDiego Demetrio Orellana Letto tutto.Grazie di cuore.Bougerau fotografo dell'amore, niente di più vero e sublime.Viva l'amore, l'arte accademica, la pace e la grande bellezza pittorica!
Nacido en Santa Ana de los Ríos de Cuenca, Ecuador, es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales y abogado de los tribunales de justicia. Es, además, historiador, escritor, traductor y articulista de opinión en varios medios de comunicación.
In via veritatem ad inquirendam, escribe sobre temas culturales, artísticos, históricos, filosóficos, políticos y literarios en algunas revistas de su ciudad, el país y el mundo. Está convencido –in corpore et in anima- que el oficio de escribir cumple una gran labor social para una comunidad que vive ávida de necesidades educacionales, a la que se sirve desde la pluma in honorem veritatis et semper pro mundi beneficio. Latinista y defensor del idioma Castellano, cree que el escritor debe ser breve para que lo lean, claro para que lo entiendan, expresivo a que lo recuerden y sobre todo verídico, a que se dejen guiar por esa luz que lleva a descubrir el veritatis splendor o esplendor de la verdad.
De sólida y muy bien cuidada formación jesuitica, habla 6 idiomas y sus estudios elementales los hizo en las instituciones de la Compañía de Jesús de su ciudad natal, mientras que sus estudios superiores hízolos en la Universidad de Cuenca,Ecuador.