In conchensis natura et
super flumina Tomebamba/ En la naturaleza cuencana y sobre el río Tomebamba,
ciertas especies vegetales que cultívanse en la capital azuaya y sus
alrededores han sido importantísimas para el desarrollo local, puesto que han
cumplido un protagórico rol y su fama ha trascendido el paso de los siglos
superando universales fronteras que desbórdanse de los límites comarcanos hasta
constituirse per se en elementos
primordiales para la historia de nuestra comunidad ad futuram rei memoriam.
Una de estas plantas tan ligadas a la cultura local es la
Cascarilla, género que tiene algunas especies cuyos nombres científicos en la inmortal lingua latina son, entre otros: «Cinchona
centifolia», «Cinchona pubescens», «Cinchona succirubra», todos especímenes vegetales autóctonos de América y particularmente de
nuestros páramos andinos. Ab urbe condita,
desde la fundación de la urbe, la planta era también llamada con el nombre de
«Quina-quina» o, a la vez, como «Quinoa», y trátase de un árbol nativo de las montañosas
zonas en nuestra andina cordillera. Ab
initio, nada de especial hubo de tener el especimen que no fuese su peculiarísima
fronda por la que atrae ipso facto a
todas las miradas de quienes pueden observarlo, cum accurata diligentia, con su jaspeado color verde que contrasta vis a vis con la sutil blancura de sus
hojas en el singular envés, descubriendo luego su peculiarisimo tronco cuya
corteza conformáse de filamentos que, mientras simulan una especie de papel o
pergamino, despréndense justamente como «cascarillas», hecho que devino en el
castizo nombre de la especie, mientras en conjunto, sub specie instantis, tales filamentos conforman un vistoso tronco
digno de interés fotográfico, in honorem artis,
siendo además un interesante objeto de análisis para los botánicos y los
estudiosos de la natura, a fortiori et in
omnia Terra.
Así, la planta volvióse, Deo
gratias, motivo de experimentación científica y un día, ex abrupto, descubrióse que era un eficaz remedio para curar la
malaria o fiebre amarilla, epidemia mortal a la que llamábasela asimismo como «terciana» in illo tempore y por la que miles de personas murieron en los
primeros siglos de la conquista ibérica. Eran los lejanos tiempos de la Colonia
y huelga decir, in veritas semper fidelis,
que esta enfermedad prácticamente diezmó a la población, puesto que todos
quienes adquiríanla estaban irremediablemente destinados a morir, mientras que durante
centurias no encontrábase el remedio preciso para combatirla, siendo en el
siglo XVIII cuando detectóse -de curiosísima manera- que la Cascarilla era la
panacea para terminar con este peligrosísimo mal in universa Terra.
Y la curiosa forma en que operó tal descubrimiento no pudo ser
más inopinada in historia nostra,
toda vez que la casualidad que subyace en el hecho histórico que hizo de la
cascarilla el remedio para la malaria atibórrase de sorpresa y encanto ad experimentum. Efectivamente, hace más
de 260 años, praeter opinionem/ contra
toda expectativa, comprobóse que la corteza de este árbol era eficacísima
para aplacar la fiebre amarilla, debido a que este elemento preparado en infusión
tiene propiedades febrífugas con las cuales desaparece la malaria ipso facto y de forma casi milagrosa como
experimentóse con un fortuito personaje del virreinato de Lima.
Ergo, cuenta la
historia que la primera persona que logró salvarse de la muerte gracias a esta
planta fue la condesa de Chinchón, quien era esposa del Virrey del Perú in diebus illis/ en aquellos días y curóse
de la malaria por la febrífuga corteza de tan singular especimen montañoso. Y
este anecdótico dato convirtióla en un protagónico personaje para la historia
de la ciencia médica volviéndose célebre in
aeternum, a causa de tan milagrosa curación. Post factum, en su honor, el árbol fue bautizado como «Cinchona» en la inmortal
lingua latina, idioma de las ciencias par
excellence, donde el nombre de la planta resulta poético y evoca per se a este casualmente célebre
personaje en cuyo honor creóse el término botánico, quien jamás habría entrado
en los anales de la historia de no haber sido por la anecdótica manera en que
salvóse de la fiebre amarilla, gracias a esta prodigiosa planta. Existen algunas variedades de Cinchona o Cascarilla, mas todas son apropiadas para curar la mortal Malaria in universa terra.
Los nombres etimológicos de las plantas y los descubrimientos
científicos en todas las ciencias eran registrados en esta culta lengua, por lo
que así hubo de ser en este caso con la condesa de Chinchón de por medio. Desde
el Latín el término que evoca a la cortesana castellanizóse como «Chinchona»,
aunque en las lenguas aborígenes la planta conocíase como «Quina-quina». Mas, en el contexto hispano y fuera del detalle
taxonómico que interesó a la Botánica, lo que propició el bautizo del especimen
en nuestra maravillosa lengua de Castilla fue mas bien una de las
características morfológicas de la planta puesto que debido a que la corteza
del árbol es la que sirve eficazmente para curar la malaria, y en consideración
de que aquella «descascárase» debido a sus filamentos que despréndese como
papeles o pergaminos, los colonizadores llamaron también a esta especie vegetal
como «Cascarilla», in nostra hispanica
lingua.
De esta manera, «Quina-quina»,
«Cascarilla» y «Cinchona» son los nombres con los que conócese a este precioso y milagroso árbol,
desde siempre muy común en los bosques primarios de las montañas que circundan los
Andes in excelsis. La planta adáptase
al frío y crece rápidamente haciendo que se desarrolle copiosamente urbi et orbi. Al parecer, en todos los
territorios azuayos podíasela encontrar con exuberancia. Tanto es así que,
desde los registros históricos de la localidad, encuéntranse ya referencias
sobre ella en el año del Señor de 1754, cuando don Joaquín de Merizalde y
Santisteban, quien era Corregidor y Justicia Mayor de Cuenca in illo tempore, escribió las siguientes
cosas que reflejan que la Cascarilla era una planta importantísima dentro del
Azuay. Leamos, ad peddem litterae, lo
que este tal Merisalde dice in scriptis
en un texto intitulado «Cuenca, población
y hermosura de la provincia» al hablar de la cascarilla que cultivábase en
Gualaceo: «…conserva a la parte del
Oriente tres montañas: Tapa, Pan y Namser, enriquecidas (entre otras apetecidas
maderas) del célebre específico contra las tercianas, conocido con el nombre de
Cascarilla ó Quina-quina, tan buena en su calidad como la de Cajanuma y
Vitusinga de la provincia de Loxa…».
Ad effectum videndi, las
palabras de Merisalde dan cuenta que la Cascarilla que crecía en Gualaceo era
de muy buena calidad en el siglo XVIII y de aquí era explotada para ser llevada
a muchos lugares del mundo. Tal actividad fue de veras profusa inter nos y conviene precisar que hasta
finales del siglo XIX la exportación de la Cascarilla fue un lucrativo emprendimiento
para muchas florecientes y productivas familias azuayas que explotaban la
planta por todas las zonas andinas de la región. Ad exemplum, la familia Ordóñez Lasso y Benigno Malo Valdivieso tuvieron
un papel protagónico relevante con este munificente negocio, mientras en los
páramos del Parque Nacional «El Cajas» este especimen vegetal es de veras
copioso conformando amplios y profusos bosques que delinean preciosos paisajes
junto a los lacustres sitios que pululan en la zona y hacen de ella un vero paradiso in stricta veritas, toda
vez que en la periferia de la ciudad cargada de alma prácticamente todas las
parroquias rurales del cantón lo tienen como una especie común de sus altas y
escarpadas regiones naturales.
Por lo dicho, para Cuenca y su amplia zona andina de
influencia, la «Chinchona» o «Cascarilla» es una de las plantas más
emblemáticas de su historia, siendo aún parte esencial de los bosques primarios
de las montañas que lo circundan in puris
naturalibus et in admirabilis splendor.
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, mensis augustii, die XXVI, currentis Anno Domini MMXVI,
in Anno Misericordiae
OPINIONES CIUDADANAS
Diego: Tus conocimientos ilustran al lector.
Gracias.
saludos, Jorge Suárez
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