«In historia civitatis» o «En la historia de la ciudad» es práctica habitual la publicación de obras cuyos lanzamientos celébranse con bombos y platillos para resultar un fiasco, un desengaño o un truculento ensamble de datos equívocos que alteran a nuestra historia engarbullando a los lectores y ofendiendo a su inteligencia para mirar absortos cómo el oscurantismo cuencano hace de las suyas envileciendo los acontecimientos que marcaron el devenir histórico de la amada urbe ad perpetuam rei memoriam.
Es lo que acaece con el libro «LOS PUENTES DE CUENCA», de autoría de Raúl Carrasco Zamora, quien con cívico espíritu entrega a la comunidad cuencana una obra a través de la cual puédense conocer ciertamente valiosos datos sobre la historia de los puentes de la capital de la morlaquía, Santa Ana de los Ríos de Cuenca, pero en este loable intento, en un corpus de 250 páginas de gran formato, deslízanse imperdonables gazapos que confunden a los lectores con severas dudas de la investigación realizada, mientras engólfannos a un tenebroso maremágnum de imprecisiones o confusiones que devienen en cuestionables traspiés que deberíanse enmendar con ánimus corrigendi. He allí el leit motiv de la presente crítica cultural surgida con la mejor voluntad de defender a la historia de nuestra amada madre, Cuenca, la «Atenas del Ecuador» y «Patrimonio Cultural de la Humanidad».
Aunque felicitamos a Raúl Carrasco Zamora por su empeño en la preparación
de esta obra, in honorem Conchae o en honor de Cuenca, es menester que precisemos,
en su pertinente orden de prelación, los siguientes yerros o desafueros
cometidos para que la crítica especializada tenga un adecuado contexto de las
cosas que faltaron o de los datos que descuidáronse en la investigación de
marras in via veritatis.
PARS PRIMA. El libro principia, ad initium, con una penosa equivocación de colocar en su guarda anterior este grabado del siglo XIX en cuyo pie de foto escribióse: «Imágenes de guardas. Inicio. Puente de El Vado y lleva por pie Entrada a Cuenca, dibujo de Taylor, según una fotografía. Archivo: Arq. Alfonso Ortíz C». Sin embargo, lo que acábase de leer es falso pues basta fijarse en el grabado, no en el dibujo, para descubrir que de ninguna manera trátase del puente de El Vado sino del antiguo puente Bolívar, sobre el río Machángara».
ALTERA PARS. Al final de la obra contémplase, ad concludendi, en las guardas posteriores, esta segunda imagen en cuyo pie de foto escribióse: «Imágenes de guardas. Final: Puente de Bolívar. Dibujo de Dosso, según una fotografía. Archivo: Arq. Alfonso Ortiz C». No obstante, el grabado, no dibujo, corresponde al antiguo puente de El Vado, como cualquier cuencano que conozca de nuestra historia podríalo advertir in via fidelitatis, por lo que estos tremebundos deslices al inicio y final del libro son como el preludio de un champús de disparates que desprestigian a tan rimbombante publicación in culturalis res.
PARS TERTIA. Una equivocación de terribles consecuencias constitúyelo un dato que consígnase en la página 30 de la obra cuando Carrasco Zamora habla del primer puente de cal y canto que tuvo Cuenca, en la Colonia, sobre el río Tomebamba, en el sector de El Vergel, el llamado puente Ingachaca, del cual existe una placa epigráfica en piedra, donde constan datos fundamentales de esta construcción, escritos en Castellano antiguo, los cuales Carrasco Zamora no pudo descifrar correctamente incurriendo en una confusión de rocambolescos efectos, por haber mandado a transcribir a un licenciado Julio Delgado que no pudo detectar el antiguo texto de la placa. Ergo, a causa de aquello, Carrasco Zamora dice in scriptis: «A continuación, se puede apreciar la fotografía de la placa de piedra, con sus respectiva transcripción realizada por el Lcdo. Julio Delgado Ayora. Transcripción JCDA 2019 //…SPANIAS SE HICIERON/POR ORDEN Y EL MANDO DEL/… (ilegible)… DE LAS CABEZAS DE AMEN/ ESES OYDOR DE QOMUN Y VISTA/ DOR GENERAL DEL DISTRITO/…(ilegible)…/».
In via claritatis, miremos ahora detenidamente la placa epigráfica de El Vergel y tratemos de descifrar su inscripción guiándonos circunspectivamente de nuestros conocimientos de Paleografía. Allí dice, stricto sensu: «ESTAS PUENTES SE HIZIERON POR ORDEN MANDADO DEL (…) DE LAS CABEZAS DE MENESES, OIDOR DE QUITO, VISITADOR GENERAL DEL DISTRITO (…)». Esto es realmente lo que léese en la placa epigráfica de El Vergel y no lo que ha interpretado y transcrito Julio Delgado, de manera irresponsable, transformando un texto histórico a la maldita sea, per fas et per nefas, como si la Epigrafía fuese una plataforma sobre la cual descifrar cábalas abstrusas e hilarantes que terminan por burlarse de nuestra inteligencia. Y si Carrasco Zamora tuvo por colaboradores a investigadores de este calibre puédese pues inferir que la obra, globalmente, hállase plagada de imprecisiones, de yerros, de equivocaciones y de infamias adversum veritatis in historia civitatis.
QUARTA PARS. En la página 32 de su esperpéntico libro, Carrasco Zamora navega por un sinuoso y tortuoso via crucis que termina en un verdadero galimatías al confundir los hechos cronológicos que diéronse en la construcción de un puente colonial sobre el río Machángara. Veámoslo, ad efectum videndi: Primeramente, el autor dice: «El 17 de junio de 1591, el virrey del Perú, don García Hurtado de Mendoza, dio una provisión destinada a apoyar con fondos fiscales la construcción de los puentes de Cuenca. En esta ocasión se incluía también la construcción del puente sobre el río Machángara». Pero más abajo, Carrasco Zamora dice: «Se cree que en 1593 continuaba la construcción del puente sobre el río Yanuncay pero los trabajos del puente sobre el río Machángara aún no se iniciaban… Se conoce que las gestiones continuaron durante el año 1594, sin obtener ningún resultado… Pasaron los años en este proceso de peticiones y reclamos, sin ningún resultado positivo…». Pero más abajo, siguiendo la secuencia cronológica de Carrasco Zamora, agrégase: «En el Cabildo de 1644 se conoció que las aguas del río Machángara habían destruido el puente…». Llegados a este punto súrgenos una interrogante: ¿Cómo es que en 1644 destrúyese el puente de Machángara si siguiendo el orden cronológico de Carrasco Zamora nunca habíaselo construido? ¿O es que esas lagunas desinformativas de su libro incluyen siempre el saltarse los acontecimentos de lo que él mismo está narrando? Pero la confusión es mayor cuando Carrasco Zamora adiciona en la misma página 32 la siguiente referencia: «En el acta de Cabildo de fecha 3 de marzo de 1679 se sabe que los encargados de construir el puente de Machángara eran los indígenas de Déleg, Azogues, Paute y Molleturo…». Rebus sic stantibus/ Estando así las cosas ingresamos en un nuevo mar de confusiones al preguntarnos: ¿Si aparentemente nunca construyóse el puente colonial de Machángara y en el Cabildo de 1644 dícese que destruyóse en dicho año cómo es que 35 años después, en 1679, aparecen quiénes eran los indígenas que debían construirlo?
Mas en este agridulce periplo por los escritos de Carrasco Zamora llegamos a la página 33 y nuevamente enfrentamos otro estadio de insólita confusión cuando el autor escribió: «Ya en el siglo XVIII, debido a la importancia que tenía la comunicación con Quito y con el norte del país, se inició la construcción del puente sobre el río Machángara con materiales como cal y canto. Los fondos para su construcción provenían de ciudadanos ilustres como son el doctor Joseph de Neira y Cevallos, don Nicolás Pesina de Rada, el cura de Azogues, el capitán Santos Ibáñez y de la constribución de la ciudad…». Conviene entonces preguntar al ingeniero Raúl Carrasco Zamora: ¿Si el puente de Machángara no se construyó jamás en los siglos XVI y XVII cómo es que se destruye en 1644 y en siglo XVIII mas bien finalmente constrúyeselo ad futuram rei memoriam.
Cómo puédese ver, las tremebundas inexactitudes de Carrasco Zamora en esta apasionante historia sobre los puentes de Cuenca dejan mucho que desear por lo que es menester plantearse serias dudas acerca de la credibilidad de esta investigación que hállase siendo publicitada urbi et orbi como si estuviésemos asistiendo a un nuevo parto de los montes in historia nostra, apud flumina Tomebamba.
PARS QUINTA. Algunas descripciones de los puentes
analizados contienen verdades de Perogrullo que no débense admitir dentro de
una investigación histórica, como cuando en la página 37 dícese: «10. Puente en la Av. Las Américas, está situado cerca del
mercado Feria Libre y sirve para el paso del tranvía sobre el río».
Tan simplón texto descriptivo no dice nada para hablar del puente sobre el
Tomebamba, en la avenida de las Américas, entre 12 de Abril y 3 de Noviembre,
pues dicho puente no sirve para el paso del tranvía sino para integrar dos
importantes sectores citadinos: el barrio Puertas del Sol con toda su zona de influencia,
y el sector de El Coliseo Mayor de Deportes y todo su inmenso entorno al occidente
de la urbe.
SEXTA PARS. Las contradicciones son comunes dentro de la obra como
cuando en la página 46 dícese que el puente llamado Huayna Cápac es el tercer
puente construido en El Vergel y su construcción realizóse entre 1936
y 1940, habiéndose destruido en la creciente del 3 de abril de
1950, mientras en la página 52 dícese mas bien que tal puente abarca desde 1925 hasta 1970.
PARS SEPTIMA. En la página 53 hállase una nueva contradicción cuando Carrasco Zamora dice que el arquitecto Martín Pietri, constructor del colonial puente de
El Vado en 1813, nunca cobró sus honorarios. Escuchémoslo leyéndolo in extenso: «… Llega el
año 1814 y cerca ya de cumplirse el plazo para cobrar los 1.000 pesos contratados,
según el escritor Víctor Manuel Albornoz, Pietri recibe la noticia de la muerte
de su padre y ante la llamada de sus familiares el arquitecto debe ausentarse
pensando que pronto retornará a cobrar sus honorarios y, probablemente, a fijar
su residencia en esta acogedora ciudad. Sin embargo, concluye Carrasco Zamora, el arquitecto
nunca regresó y sus honorarios no han sido pagados por la Municipalidad de
Cuenca». Esta irresponsable conclusión de Carrasco Zamora, que la
señalamos en rojo, contradícese más abajo con una cita de Octavio Cordero
Palacios, a quien el mismo Carrasco Zamora copia ad litteram en los siguientes términos:
«Sobre nuestro Tomebamba no teníamos más
puente que aquel que decíamos El Vado, construido entre 1811 y 1818, por don
Martín Pietri. Decretó la construcción de tal puente el presidente don Joaquín
de Molina y Zuleta, cuando residía en Cuenca. Prestó el dinero 1.200 pesos el doctor José Mejía, los cuales se
pagaron a Pietri. Todo esto
consta el recibo de dinero, otorgado por don José María Vázquez de Noboa, como
procurador del Cabildo». La pregunta que debemos hacernos aquí es
la siguiente: ¿Si Carrasco Zamora cita a Cordero Palacios, gran historiador cuencano,
quien documentadamente afirma que Pietri cobró sus honorarios, para qué cita
también a Víctor Manuel Albornoz con una referencia contrapuesta y no probada?
Pero eso no es todo: ¿Si Carrasco Zamora ya tenía la verosímil referencia de Cordero
Palacios para qué asevera en su disparatado texto histórico: que el arquitecto nunca regresó y sus honorarios no han sido pagados
por la Municipalidad de Cuenca? Ex ungue
leonem, dígase entonces con entereza:
he allí las falencias investigativas y la falta de rigor científico y metodológico
de Raúl Carrasco Zamora al momento de armar su malhadada investigación. En este
tipo de inconsistencias justamente no puede incurrir el investigador serio y
veraz que confronta los hechos, deshecha las fuentes no creíbles y arma el sensus
vero o verdadero sentido de la historia en los hechos fácticos,
certeros y veraces en los que subyacen sus aseveraciones para que la obra sea
de veras un aporte y no una infamia a la producción historiográfica de la
comunidad pro patria et Deo.
OCTAVA PARS. En la página 54, por su parte, existe una confusión en el bautizo del río Tomebamba como Julián Matadero cuando Carrasco Zamora dice que el obispo José Carrión y Marfil fue quien puso tal nombre al Tomebamba y luego cuestiónase que en el libro Historia del Corregimiento de Cuenca de Juan Chacón Zhapán dícese que ya desde el año 1717 decíase al epónimo río cuencano como Matadero. La confusión llega al extremo de aseverar que «Tal vez el obispo simplemente lo nombró Julián, o existe un error de atribuirle la autoría del nombre con apellido». Al respecto, dígase con ataraxia que la verdad histórica es la siguiente: debido a las constantes crecientes del Tomebamba, que ya eran feroces y pertinaces desde los primigenios instantes en que Cuenca fue fundada, los españoles llamaban a nuestro río como Matadero y así es como Chacón encuentra una referencia escrita de que ya en 1717 el Tomebamba era conocido con tal nombre. Justamente porque era el río Matadero es que el obispo Carrión y Marfil bautiza al Tomebamba encomendándolo a san Julián, cuya festividad celébrase el 12 de julio, y bautizándolo como Julián Matadero in nostra Sancta Mater Ecclesia. Por lo tanto, los diletantes devaneos de Carrasco son pueriles in extremis.
PARS NONA. Existen muchas fotografías históricas
a las cuales Carrasco Zamora no les atribuye ni siquiera una fecha aproximada.
Este yerro es inadmisible en la fotohistoria cuencana, puesto que al no colocar
fechas las descripciones históricas que hácense de los puentes de Cuenca quédanse
difusas, indeterminadas y carentes de precisión histórica. Así puédese comprobar,
ad
exemplum, en la página 56, cuando analízanse cuatro imágenes del puente
de El Vado y ninguna tiene fecha cuando hubiere sido bueno enmarcarlas entre
los años 1910 y 1950, que es el lapso en el que dichas imágenes fueron captadas
ora por Manuel de Jesús Serrano, ora por Salvador Sánchez.
DECIMA PARS. En la página 66 Carrasco Carrasco Zamora confunde la historia de la iglesia de Todos los Santos cuando afirma in scriptis: «La iglesia situada en la parte alta, entre la calle Larga al norte y el barranco al sur, se encuentra erigida sobre una antigua ermita que fue construida a su vez durante la colonia, sobre un templo de adoración inca». Esto es falso pues la iglesia de Todos los Santos construyóse a fines del siglo XIX por mandato del obispo Miguel León y Garrido sobre la antigua iglesia colonial de San Marcos, la cual levantóse sobre la primera ermita cristiana fundada por Rodrigo Núñez de Bonilla antes de la fundación castellana de Cuenca en un lugar prehispánico que los incas y los cañaris usáronlo como adoratorio. Llamábase EL UZNO y no era un templo de adoración inca como afirma equívocamente Carrasco Zamora. Confundir esta secuencia cronológica ante un templo tan importante de la urbe es un yerro imperdonable in honorem veritatis.
PARS DECIMA AC PRIMA. En la página
77 Carrasco confúndese nuevamente con la madre de Florencia Astudillo
Valdivieso al hablar del puente llamado Juana de Oro, precedente del actual puente
del Centenario, cuando dice ad peddem litterae: «Florencia
Astudillo, hija de Benigno Astudillo y Juana Valdivieso, heredó una cuantiosa
fortuna después de la muerte de su padre y con su carácter generoso financió
entre otras obras la construcción de dicho puente, llamado Juana de Oro en honor
de los cabellos rubios de su madre». Aquí
debemos reír a carcajada batiente pues todo esto es una infame engañifa de
Carrasco Zamora ya que la acaudalada fortuna de Florencia Astudillo Valdivieso
no era por su padre sino por su madre Juana Valdivieso García mientras el
puente que conocíaselo como «Juana de Oro» no fue jamás financiado por la
señorita Florencia Astudillo Valdivieso. Era de los padres de la Juana de Oro,
los Valdivieso y Rada, de quienes provenía la fortuna de la señorita Florencia in
conchense urbe, super flumina Tomebamba.
In stricta iustitia, la verdadera historia del asunto es la siguiente: A Juana Valdivieso García, la madre de Florencia Astudillo Valdivieso, desde niña considerábasela por su rubio cabello y su dócil corazón como la «Juana de Oro», quien solía tener la costumbre de bajar al río Tomebamba, con su servidumbre, para bañarse junto a un remanso que ubicábase cerca de un puente de madera que los cuencanos empezaron a llamar como «el puente de la Juana de Oro» debido a que en esa zona la distinguida matrona bañábase con frecuencia ad solemnitatem. La historia de Carrasco Zamora para atribuir la financiación del puente a Florencia Astudillo Valdivieso es mendaz y descabellada tanto como audaz y advenediza in stricta veritas. Fueron los cuencanos de los finiseculares tiempos del siglo XIX y comienzos de la vigésima centuria, quienes al ver que Juana de Oro bañábase cerca de este puente, en donde hoy emplázase el puente del Centenario, empezaron a llamarlo con tan legendario nombre surgido del apodo de la epulona mujer, cuyos bienes habría de heredar la señorita Florencia de grata memoria in urbe nostra.
PARS DECIMA AC SECUNDA. Una
clasificación estúpida sobre los puentes de Cuenca encuéntrase en la página 105
cuando Carrasco, ad absurdum, cataloga a los nuevos puentes del Tomebamba intitulando
al capítulo como PUENTES NO HISTÓRICOS
EN EL RÍO TOMEBAMBA. En esta sección descríbense a los actuales puentes de
Todos los Santos, de los Sagrados Corazones, de la Unidad Nacional, de la
Avenida de las Américas sobre el Tomebamba, de Puertas del Sol, de Balzain, de
Balzain alto, de El Paraíso, así como los puentes Max Uhle, de Monay y del Hospital
del Río. In via veritatis dígase que cada uno de estos puentes tiene una
importante historia, por lo que es de veras absurdo decir que son puentes no
históricos. Desde nuestro criterio historiográfico digamos que mas bien serían
puentes no tradicionales frente a aquellos emblemáticos del río Tomebamba como
podrían ser: los puentes de El Vado, del Centenario, de El Vergel, el Puente
Roto e incluso el antiguo puente Tarqui, hoy conocido como Mariano Moreno.
PARS DECIMA AC TERTIA. En la página
108 encuéntrase una desubicación histórica cuando Carrasco dice ad
peddem litterae: «En los últimos años de la década de 1960,
durante la presidencia del doctor Camilo Ponce Enríquez,
con el apoyo económico del gobierno central, se construyó el puente que está en
servicio y que se ha denominado Puente de Todos los Santos».
Este pequeño desliz hácenos reflexionar que el presidente Ponce Enríquez ejerció
el poder entre 1956 y 1960, diez años antes de la desubicación de Carrasco. Y
son estos yerros los que permítennos columbrar que los correctores de la obra
no cumplieron con su misión: Mario Jaramillo Paredes y Verónica Neira Ruiz.
PARS DECIMA AC QUARTA. No obstante, una desubicación mayor, in historia nostra, hallámosla en la página 151 cuando Carrasco dice: «Segunda Etapa. Este período comprende desde el año 1810 hasta 1950. Podría denominarse Época Republicana (su inicio es apenas 10 años antes de la independencia de Cuenca; sin embargo, ya desde 1810 hubo movimientos independentistas». Al respecto dígase que es desde 1830 cuando el Ecuador constitúyese en república y los historiadores llamamos como período republicano al que empieza, sub specie instantis, desde este año. Antes de ello, entre 1810 y 1822 hablaríase mas bien de la época independentista, como dícese también, entre 1822 y 1830, época grancolombina a este período post libertatis in america meridionalis. Un período que comienza en la época independentista y concluye en la republicana es un lapso al que no podríamoslo llamarlo como republicano stricto sensu en un libro cuyo cariz es el devenir histórico de los puentes de Cuenca. Y son justamente estas imprecisiones las que devélannos la ausencia de rigor científico en las deducciones e interpretaciones históricas de Raúl Carrasco Zamora. Diráse quizás que Carrasco no es un historiador de oficio pero no porque no lo sea está exonerado de no adscribirse al correcto criterio histórico si su deseo era escribir un libro historiográfico in urbe nostra apud flumina Tomebamba.
PARS DECIMA AC QUINTA. En la página 163 léese otro desafuero histórico cuando Carrasco Zamora asevera in scriptis: «En esta fotografía se observa el acceso al puente desde la margen izquierda del río. A pocos metros, desde la margen derecha, se encuentra la Quinta Bolívar que lleva este nombre porque cuando el libertador Simón Bolívar pasó por Cuenca en 1822 se dice que se alojó en esta casa que hoy se encuentra restaurada». Esto es falso de toda falsedad, pues la casa llamada Quinta Bolívar no es el sitio en donde pernoctó el libertador Simón Bolívar en 1822. Dicha casa no existe y hallábase unos metros más atrás en sentido perpendicular con el jardín posterior de la actual Quinta Bolívar, edificación que es solo una referencia del paso del libertador por nuestros lares o un hito bolivariano super flumina Yanuncay.
PARS DECIMA AC SEXTA. Pero es
en las páginas 172, 179 y 195, al hablar del Puente Republicano sobre el río
Yanuncay, en los Tres Puentes, cuando Raúl Carrasco Zamora cáese de bruces en los
insondables caminos del error al prostituir la narración de tan histórico
elemento que daría origen a los Tres Puentes in urbe nostra. Leamos la
barbarie de verbo ad verbum en la página 172: «El
puente republicano se construyó en los últimos años de la década de 1920.
Desafortunadamente, las placas que había en los arcos del puente que con seguridad
tenían valiosos datos han sido retiradas…». Ahora
leamos la segunda barbarie sobre este asunto en la página 179: «Esta fotografía presenta la antigua calzada
del puente republicano, hoy con césped verde, dando un servicio diferente para
el que fue destinado en 1928…».
Finalmente, leamos la tercera barbarie en la página 195: «…y en el extremo sur, no muy visible, debido
a la existencia de los dos puentes de hormigón armado, se encuentra el Puente Republicano,
construido por los años 1926 a 1928…». Estos datos son falsos y equívocos puesto que el famoso
Puente Republicano es del año 1943 y
no fue construido en los últimos años de la década de 1920 ni entre 1926 y 1928
como dice Carrasco sin ponerse de acuerdo en tres distintos lugares de su obra.
El que ha demostrado la verdad histórica frente a este puente es el fotohistoriador
cuencano Felipe Díaz Heredia, que en un documentado estudio aparecido en la
revista «El
Observador», in Anno Domini 2021,
cuenta con lujo de detalles los entretelones que hubo para la construcción de
este histórico elemento. Miremos entonces con estupefacción cómo Raúl Carrasco Zamora
convierte a la historia de Cuenca en un estropicio infame leyendo el texto de Díaz
Heredia in extenso: «…Los trabajos de construcción del puente
se inician en 1943 gracias a
un contrato firmado entre el doctor Octavio Díaz León -presidente de la Junta
constituida para tal fin- y el ingeniero Sergio Orejuela. Es en sesión
de concejales de octubre de 1943 cuando se aprueba el plano del ingeniero Sergio Orejuela, director de Obras Públicas Municipales,
para la construcción del puente «Republicano»
sobre el río Yanuncay.
Los trabajos iniciáronse
de inmediato y la primera piedra se coloca el 3 de Noviembre de 1943. Este puente es de
arco de ladrillo y
gozó de bautizo y nombre, cosa habitual en la antigüedad, dada la suma
importancia de la que gozaban estos elementos en la vida de los hombres. Y como
a un hijo, a quien no se le da un nombre cualquiera que no esté inspirado según
el grado de religiosidad, espiritualidad, civismo o gratitud a «mecenas» o a eclesiásticos,
militares o políticos, a los puentes han bautizádoseles también con nombres
distintivos que perviven en el tiempo. Por ello, una inscripción epigráfica sobre una losa de
mármol, en el pretil del puente, advierte el nombre de este icónico elemento,
tanto como el año de su construcción: «PUENTE
REPUBLICANO. NOVBRE 1943». El invierno de los meses de abril y mayo de 1944 hizo suspender la obra
reanudándose los trabajos el 26 de junio. El 10 de octubre de 1944, el
encargado de la Dirección de OO. PP. MM, M. I. Peña Vélez, informa al
presidente del I Concejo Cantonal: «Que en este período se ha realizado de los cimientos
del lado norte del puente, los cuales tienen una profundidad de 3,00 m. bajo el
lecho del río y un volumen de mampostería de cal y canto de 200 m3. Para
entonces, se ha construido la bóveda principal de una luz de 17 m. con un
volumen de 82 m3. Además, indica el señor Peña que se están colocando los
respectivos parapetos y los respectivos rellenos, y en las condiciones que se
encuentra el mencionado puente presta ya sus servicios a los peatones. Este
puente fue fabricado con mampostería de cal y canto, 2 bóvedas de ladrillo con una
luz de 17 metros, 5 m de ancho, compuesta de dos arcos, y una balaustrada, piso
entramado de adoquines y tajamares de piedra…».
Después de leer a Díaz Heredia digamos en nuestra amada lingua latina: TERRIBILIS
ET HORRIBILIS de frente a las tremebundas equivocaciones históricas de
Raúl Carrasco Zamora en su esperpéntico libro «Los Puentes de Cuenca». Qué duda cabe que todos habremos de
quedarnos impávidos y patidifusos ad verecundiam in honorem dignitatis.
PARS DECIMA AC SEPTIMA. Pero, recordando nuestros
estudios de Derecho, consignemos un apotegma jurídico que débese evocar, hic
et nunc, para comprender las falencias de Carrasco Zamora frente a su
enteca investigación histórica. En el mundo de la Jurisprudencia dícese in
veritatis splendor: «A CONFESIÓN
DE PARTE RELEVO DE PRUEBA» y así, el propio Carrasco Zamora confiesa su
negligencia investigativa, en las páginas 185 y 199 de su obra, cuando admite
que no investigó correctamente la historia de los puentes cuencanos y al hablar
del puente sobre el río Yanuncay, en las avenidas Loja y Primero de Mayo, termina
diciendo que no encontró datos históricos sobre este importantísimo elemento de
nuestra urbe y, ante tal desgracia, no tuvo más que decir irresponsablemente lo
que a continuación transcríbese de verbo ad verbum: «Este puente de cal y ladrillo, que también
por sus características se lo califica como uno de los puentes históricos de Cuenca,
sirvió por algunos años. Pero no se ha podido investigar con prolijidad cuándo y por
qué fue sustituido por el puente de hormigón armado que está en servicio».
Pero es en la página 199 cuando vuelve a confesar su negligencia investigativa
al decir coram populo: «No se ha realizado
una investigación minuciosa sobre estos ocho puentes a fin de obtener en todos
ellos datos como fechas de construcción, autores de diseño o constructores…». Mas es en la página 235 cuando la
confesión de Carrasco Zamora supera paroxísticamente los límites de lo
tolerable al hablar del puente metálico sobre el río Machángara, el cual fue el
antiguo puente de La Asunción. En este caso no hay datos históricos sobre este elemento
móvil y mas bien, ad arbitrium, escribió: «Sería importante
conocer su historia; sin embargo, no ha sido posible averiguar con certeza».
Estas son las razones por las cuales en la página 208 falta saber quién hizo y
en qué año el puente sobre el río Tarqui, en la prolongación de la calle Fernando
de Aragón, mientras Carrasco Zamora tampoco aporta datos de fechas y
constructores en los puentes Puerto de Palos y Alonso Pinzón. Y mientras en unos
casos no atina con certeros datos históricos, en otros Carrasco altera las
fechas y los contextos históricos haciendo de la investigación histórica un galimatías
de impredecibles consecuencias que incluso hállase avalado por dos centros de educación superior: UDA y UNIVERSIDAD DE CUENCA, las cuales desprestígianse al haber auspiciado este esperpéntico libro. Oh Sancta Simplicitas omnes clamamus in honorem
stultitiae in urbe nostra.
PARS DECIMA AC OCTAVA. Pero el maremagnum de confusiones de Carrasco es interminable ad infinitum y así, ad exemplum, en la página 187 léese: «En esta fotografía IV 34, vista desde la orilla derecha, aguas arriba, se ve el puente de hormigón armado y la casa restaurada del obispo Arriaga». Asimismo, en la página 188 consignó: «En esta vista… también se observa la casa restaurada del obispo Arriaga». Preguntémonos: ¿quién es el obispo Arriaga? Y respondámonos que aquél purpurado nunca existió in historia civitatis. Al considerar que Carrasco está hablando de la casa que ubícase junto al viejo puente de la luz, en Yanuncay, habremos de inferir que ha confundido al padre Jesús Arriaga, historiador cuencano, quien tenía allí su finca, por lo que es de veras una cantinflería la forma en que este autor navega en los mares del error y la falsía in via historiae. Pero la retahíla de confusiones con el padre Arriaga concluye con una advenediza presunción sobre el río Yanuncay cuando léese: «En las fotografías presentadas en este puente se puede distinguir el color café del agua del río Yanuncay, distinto al de los otros ríos, probablemente este típico color tenga un origen vegetal». Al respecto, dígase que esta no es la causa por la cual este emblemático río cuencano tiene tal coloración. Según los entendidos, habría quizás una causa de origen mineral en las aguas de este turbulento río para que adquiera dicho color in historia civitatis o en la historia de la ciudad.
PARS DECIMA AC NONA. Un fatal error de edición nótase en la obra cuando
en las páginas 186, 196 y 198 colocaron la misma fotografía que precede a este
acápite, detalle anti estético que refleja la falta de rigurosidad para diseñar
correctamente a la obra de marras habiendo tantas imágenes históricas del puente
Yanuncay en la avenida Loja y Primero de Mayo en la fotohistoria cuencana.
VICESIMA PARS. Y son justamente las desubicaciones las que desacreditan a la investigación de Carrasco Zamora hasta los paroxísticos límites de la estulticia como cuando, al hablar del histórico puente Bolívar sobre el río Machángara, dice ad absurdum en la página 226: «Se observa el puente junto a una curva de la panamericana Norte. A la derecha de la fotografía se aprecia parte de los campos del cuartel militar Dávalos y en la parte inferior instalaciones comerciales y una gasolinera…». Sin embargo, no es el cuartel Dávalos el que hállase junto al puente Bolívar sino el cuartel Cayambe y también el cuartel de artillería Calderón, por lo que es inentendible cómo pudieron cometerse este tipo de gazapos dentro de la obra de marras.
PARS VICESIMA AC PRIMA. Del mismo modo, en la cuestión epigráfica, los deslices de Carrasco Zamora dejan mucho que desear cuando dice ex professo en la página 231: «Esta placa está ubicada en sitio similar a las anteriores… La inscripción con el nombre Ing. Juan B. Dávila es probable que corresponda al constructor del puente. Esta placa, al parecer es metálica». Trátase de una placa epigráfica de bronce y en la Epigrafía las inscripciones si no son de bronce, son de mármol o de piedra, por lo que presumir que, al parecer, la placa es metálica resulta de veras un hilarante y jocoso absurdo in via historiae.
VICESIMA AC SECUNDA PARS. Finalmente, la obra termina
con un capítulo dedicado al puente de El Descanso en donde Raúl Carrasco Zamora
olvídase de lo más importante, que este puente fue diseñado por el hermano Juan
Bautista Stiehle, el autor de los planos de la Catedral de la Inmaculada de
nuestra amada urbe, pues a fines del siglo XIX, ya pensóse en la construcción
de un puente en el sector de El Descanso de Azogues, punto estratégico para
unir a Cuenca con la capital cañari y los pueblos del norte de la patria, tanto
como con los cantones orientales, entre los que hállanse Paute y Gualaceo. La
presencia de este personaje alemán fue clave para la ejecución de este valioso
proyecto. Trátase del arquitecto Juan Sthiele, quien era un hermano redentorista
que llegó a Cuenca en 1873, cuando García Moreno trajo al Ecuador a esta
comunidad religiosa francesa, que establecióse en la antigua iglesia de San
Agustín, la cual convirtióse en el actual templo de San Alfonso de la capital
de la morlaquía. Ad maiorem Dei gloriam, este redentorista diseñó los planos de
la Catedral Nueva de Cuenca, en 1885, tanto como aquellos de las iglesias de
San Alfonso y el Santo Cenáculo. Debido a su gran solvencia como arquitecto, en
la última década del siglo XIX, pidiósele que diseñara los planos de un puente
que uniera a Cuenca, Azogues, Paute y Gualaceo, en el sector de El Descanso.
Sthiele murió en 1899 y poco antes de su fallecimiento dejó elaborando los
planos del puente que habíaselo encomendado.
Post factum, una vez que contábase con los planos, los primeros gobiernos liberales empeñáronse en la construcción del puente que para la segunda década del siglo XX estaba ya funcionando, como pruébanlo innumerables imágenes de la fotohistoria cuencana in communitate nostra. Lo que sorprende es que, ex admirationem, Juan Sthiele, al diseñar el puente, quizás nunca imaginó que el mismo, con el correr de los tiempos, estaría destinado a soportar un intenso tráfico de vehículos, como sucede en la actualidad, así como la gran tragedia de La Josefina, la cual soportó incólume, por lo que de veras el redentorista fue un arquitecto solvente, pues el centenario puente sigue en funciones sin que, a lo largo del siglo, haya sido reforzado o suplantado por otra construcción, con lo cual, ad finem, puédese columbrar que los cuencanos, azogueños, pauteños y gualaceños tenemos en el puente de El Descanso a un valioso monumento arquitectónico patrimonial que débese conservar con el grato recuerdo de Juan Sthiele, personaje al que tenemos que destacar ad futuram rei memoriam et pro populo beneficio pero a quien Carrasco Zamora envía al ostracismo pues ni siquiera nómbralo como autor de los diseños de este histórico puente que, no obstante, inauguróse, según Carrasco el 8 de noviembre de 1917.
Ad
concludendi, asevérese entonces que el libro LOS PUENTES DE CUENCA es en apariencia una interesante publicación
de uno de los aspectos históricos no abordados hasta hoy de manera amplia, pero
los yerros y deslices tanto como las imprecisiones y atentados en contra de la
historia que despliéganse en la obra, a maxima ad minima, hacen de ella un
texto de dudosa credibilidad in historia nostra. Lo que más déjanos
absortos es que nuestro buen amigo, Mario Jaramillo Paredes, haya prologado la
obra para aseverar de ella las siguientes palabras que no compadécense con la
verdad in honorem dignitatis. Escuchemos a Jaramillo en la página 7: «El libro de Raúl Carrasco Zamora sirve para tender puentes
entre la ciencia, la técnica y la historia, con la gente. Con un gran bagage de
recopilación de datos históricos y memorias técnicas hace un recuento claro y
preciso sobre los puentes de los ríos de Cuenca y los pone a disposición del
gran público». Después de realizar esta crítica a la esperpéntica
obra y de precisar los dislates que cáusanos baldón y oprobio muy bien hemos de
concluir que nuestro amigo Mario Jaramillo ha actuado como un ciego que ha dejádose
guiar de otro ciego por las oscuras y tenebrosas aguas de la infamia ad absurdum in regnum tenebrarum adversum
veritatis et contra dignitatis in via historiae super flumina Tomebamba in patria aequatorianae.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis aprilis, die quartus supra vicesimus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXII, octava II Dominica Paschalis.
OPINIONES CIUDADANAS
Clara De Santis
CARISSIMA Clara De Santis: LA VERITÀ RISPLENDE SEMPRE COME LUMEN DE LUMINE IN TERRA NEL PERCORSO DELLA STORIA MIA CARA CLARA. GRAZIE INFINITE PER LA TUA FEDELTÀ E AMICIZIA. PAX TIBI IN HONOREM AMICITIAE NOSTRAE.