In ecclesiae historia apud flumina Burgay/ En la historia de la Iglesia junto al río Burgay, el Santo Padre Benedicto XVI, 27 años antes de ser electo como el 265 Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, visitó Biblián cuando por entonces era el cardenal Joseph Ratzinger, arzobispo de Munich. In illo tempore/ En aquel tiempo, tal arquidiócesis germana financiaba varios proyectos sociales en el austro ecuatoriano y para verificar las obras auspiciadas desde Europa habíase preparado la visita de quien en el año 2005 habría de ser el papa Ratzinger in nostra Sancta Romana Ecclesia.
Corría el mes de septiembre de 1978 cuando el cardenal Ratzinger llegó a
Cuenca y trasladóse a la provincia del Cañar, donde ejecutábanse varias obras
sociales con el dinero que enviábase desde Munich. Gracias a unas viejas fotografías
que han publicádose en un libro fotohistórico que el GAD cantonal de Biblián
editó, en el año 2021, corrobórase que el ilustre visitante fue partícipe de
una histórica ceremonia en la Basílica de la Virgen del Rocío, en septiembre
del año 1978, en el mes en que el papa Juan Pablo I hallábase felizmente reinante,
con un fugaz pontificado de 28 días. Así, contémplase que Joseph Ratzinger estuvo
en el prehispánico monte del Zhalao, en singular periplo ante la taumaturga
imagen de la Virgen del Rocío, Mater Dei inter nos.
In illo tempore/ En aquel tiempo, Joseph Ratzinger tenía 51 años de vida y era un joven obispo consagrado en julio de 1977, en uno de los eventos más enternecedores de su existencia, el cual habría de relatarlo con mirífica redacción en sus memorias, cuando era ya el papa Benedicto XVI. Por su interés histórico leámoslas in extenso, traduciéndolas desde la lengua italiana, ante la propia fotografía de su consagración episcopal en la catedral de Mónaco: «…Aquel día fue extraordinariamente bello. Era una radiante jornada de inicio del verano, en la vigilia de Pentecostés del año 1977. La catedral de Mónaco, que luego de la reconstrucción seguida después de la II Guerra Mundial daba una impresión de sobriedad, estaba magníficamente adornada transmitiendo una atmósfera de alegría que contagiaba en forma verdaderamente irresistible… Para mí, aquello que había comenzado con la imposición de las manos durante la consagración episcopal en la catedral de Mónaco es todavía el ahora de mi vida. Por eso no puedo describirlo como un recuerdo, pero, puedo solo intentar de mantener bien este ahora».
In curiositatis via o en el camino de la curiosidad, gratifícanos advertir que cuando
Ratzinger llegó a Biblián no había transcurrido sino un año de esta portentosa experiencia
de su vida episcopal. Su arribo, como puédese ver en la imagen, fue un expectante
episodio ad portas del santuario y el propio cardenal Pablo Muñoz Vega,
SJ, arzobispo de Quito y primado de la Iglesia ecuatoriana, estuvo allí para recibirlo.
En la precedente fotografía el padre José Benigno Iglesias, párroco de
Biblián in diebus illis/ en aquellos días, saluda a monseñor Ratzinger
junto al segundo obispo de Azogues, Raúl Vela Chiriboga, y al cardenal Muñoz,
SJ. Al mismo tiempo, el benemérito padre Iglesias entregó un presente al ínclito
arzobispo alemán que quizás no esperaba tan hospitalario recibimiento in
communio caritatis.
Con el cardenal Muñoz míraselo en las precedentes fotografías, orando juntos
a la Santísima Virgen del Rocío. Según las memorias del padre Guillermo Andrade
Moreno, el cardenal Ratzinger era muy solidario con la Iglesia ecuatoriana y al
haber palpado los grandes niveles de pobreza de algunas de nuestras comunidades
fue muy caritativo para apoyar, como arzobispo de Munich, cualquier necesidad
pecuniaria que la arquidiócesis de Cuenca solicitábale confiadamente a fuer de
su cristiana munificencia.
En esta otra fotografía contémplase al cardenal Ratzinger en actitud orante, a los pies de Nuestra Señora del Rocío, trasunto de fe y espiritualidad apud Sancta Mater Dei in via Dei. En las memorias del padre Andrade, aludidas en el parágrafo precedente, cuéntase que el arzobispo de Munich era muy solícito para conocer los santuarios marianos dedicados a la virgen María en la zona y, por ello, su visita a la basílica del Rocío tuvo para él una especial significación in honorem matris Dei.
En aquel año, al visitar la catedral de Cuenca, el cardenal Ratzinger había constatado que el baldaquino de pan de oro del magnificente templo ameritaba una restauración y generosamente donó todo el pan de oro que requeríase para el respectivo adecentamiento. Ad cautelam, todas las láminas sobrantes de pan de oro custodiábales con esmero el padre Andrade hasta el año 2011 cuando retiróse de su cargo vitalicio de vicario de la Arquidiócesis.
In honorem veritatis, en sus memorias, Andrade relata que todo el pan de oro que custodiaba habíaselo
entregado al cura Marcelo Cevallos, en aquél entonces canciller de la curia
arquidiocesana de Cuenca. Bien haría la arquidiócesis en pedir rendición de
cuentas del destino de este pan de oro donado por el cardenal Ratzinger al presbítero
Marcelo Cevallos, hoy en retiro de sus funciones eclesiásticas.
La despedida de monseñor Ratzinger en el santuario de la Virgen del Rocío no pudo ser menos emocionante para los partícipes del histórico evento, puesto que, ad solemnitatem, impartió una bendición apostólica junto al cardenal Muñoz, con quien abandonó el recinto en medio de la algarabía de la feligresía biblianeja.
Qué duda cabe que las precedentes fotografías de la visita de Joseph Ratzinger a Biblián constituyen tesoros de nuestra fotohistoria para el debido registro histórico de que la arquidiócesis más rica del mundo, Munich, nunca tuvo reparo alguno para ayudar en la ejecución de obras sociales que realizábanse en el austro ecuatoriano con dineros que enviábanse desde la fundación MISEREOR, a cargo de la filantrópica arquidiócesis germana in nostra sancta mater Ecclesia. Ergo, la visita de Ratzinger al austro ecuatoriano tenía como leit motiv la supervisión directa de estas ayudas pro populo beneficio ad gloriam Christi in societatis vita in Anno Domini MCMLXXVIII.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis maii, die trigentesimus primus, reparata salute Anno Dominicae
Incarnationis MMXXI, octava Dominica Pentecostes.