Ad maiorem Dei gloriam semper/ Siempre a la mayor gloria de Dios, la presencia jesuita en
Cuenca, super flumina Tomebamba, ha
dejado inmarcesibles huellas que perviven redivivas en ciertos rincones urbanos
donde la memoria evoca a los hijos de San Ignacio de Loyola y su cultural
influencia ad futuram rei memoriam. En
la solemnidad de San Ignacio de Loyola del presente año 2018 conviene analizar
que uno de esos sitios ignacianos en la capital de la morlaquía es,
ciertamente, la manzana de la iglesia del Santo Cenáculo y es en la calle Tarqui, ad orientem, entre Bolívar y Sucre, donde configúrase una peculiar
atmósfera citadina con el templo eucarístico de Cuenca, que los jesuitas
administraron desde 1947 hasta 1987, y el viejo edificio que fuera sede del Pensionado
«San Francisco de Borja», desde 1959 hasta 1985, el cual aún contémplase ex admirationem como un espacio de la
memoria para muchas generaciones de cuencanos que recuérdanlo in communitate nostra.
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
Y es que la casa en donde
funcionara la escuela primaria de la Compañía de Jesús es una edificación que
guarda símbolos iconográficos pletóricos de significación jesuitica por lo que
hácese necesario descifrarlos in via
veritatis, ya que los elementos que la exornan son tanto más interesantes
cuanto más curiosos son los datos que acércannos, en retrospectiva, a la
búsqueda del inmortal legado jesuita in
historia nostra. La casa empezóse a construir en la década de 1920 para que
allí funcionara un seminario donde formábanse los candidatos al sacerdocio bajo
la guía del Reverendissime pater Miguel Castro, un benemérito religioso de gratísima
memoria, muerto en el año del Señor de 1941.
Una preciosa placa colocada
en el frontis del templo da cuenta de la admirable labor apostólica del P. Miguel
Castro y su texto dice ad peddem litterae: «A LA SANTA MEMORIA DEL
INSIGNE APÓSTOL DEL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS, R.P. MIGUEL CASTRO. FALLECIDO
EN LA PAZ DEL SEÑOR EL DÍA 3 DE JULIO DE 1941 Y QUE EN ESTE MISMO TEMPLO CON EL
EJEMPLO Y LA PALABRA TRABAJÓ INFATIGABLEMENTE POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS.
AGRADECIDO EL PUEBLO DE CUENCA DEDICA ESTE SENCILLO MONUMENTO, HOY, 16 DE MAYO DE 1948».
Si bien el Padre Castro es quien empezó la construcción de la edificación en
donde establecióse el seminario aludido ut
supra por voluntad de la señorita Florencia Astudillo Valdivieso, quien era
la propietaria del predio donde levantóse la singular casa objeto de este
estudio, fueron los
hijos de San Ignacio de Loyola, in stricta veritas, quienes concluyeron la construcción de la casona
debido a un convenio firmado en 1938 entre monseñor Daniel Hermida, obispo de
Cuenca, y el padre José Urarte, SJ, primer rector del colegio «Rafael Borja»,
para que los jesuitas administraran el seminario.
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
Por lo tanto, para finalizar la
construcción de la vieja edificación los padres de la Compañía de Jesús
hicieron colocar en la parte superior de la vivienda, debajo de sus respectivos aleros y canesillos, sobre los dinteles de seis ventanas de la segunda planta, igual número de símbolos vinculados con la iconografía
católico romana, los cuales guardan una rica significación cristológica y
mariana y evocan, a la vez, una simbología ignaciana de profunda esencia jesuita in nostra Sancta Mater Ecclesia. Así, ad effectum videndi, como mírase en la
gráfica que ilustra este parágrafo, el anagrama «IHS», símbolo identitario de
la Compañía de Jesús in universa Terra,
incluyóse en la casona como recuerdo imperecedero de la presencia jesuita en
este ícono arquitectónico de la ciudad cargada de alma. Las
siglas «IHS» integran el acrónimo del nombre de Nuestro
Señor Jesucristo, Dominus ac Redemptor, y significan: «Iesus Hominum Salvator»
in lingua latina, madre nutricia de nuestra incomparable lengua de Castilla
donde la expresión tradúcese por: «Jesús Salvador de los Hombres». Para los jesuitas el trigrama devino en su escudo esencial como orden religiosa, desde que su fundador, San Ignacio de
Loyola, cuya solemnidad celebramos hoy 31 de julio, utilizó tal anagrama en su sello
de Praepositus Generalis de la naciente orden regular de clérigos en el año del
Señor de 1541. Desde entonces, el signo «IHS» adoptóse como símbolo de la «Societas Iesu» o
Compañía de Jesús.
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
In honorem Christi, otro de los símbolos de la casa es el ícono del Sacratísimo
Corazón de Jesús traspasado por una espada, en forma diagonal, de izquierda a derecha, el cual adórnase de elementos vegetales que al circundarlo simétricamente resáltanlo ex tota claritas. Este ícono hállase vinculado de profundis con la Compañía de
Jesús, pues los jesuitas son, in historia Ecclesiae, los propagadores de la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús desde el siglo XVII cuando santa Margarita
María de Alacoque tuvo la visión del Corazón de Cristo y contactóse con el santo
jesuita Claudio de la Colombiere, SJ para establecer en la Santa Madre Iglesia el culto a esta advocación cristológica que tanto ha imbricádose in vita mundi y
en Cuenca del Ecuador, Ciudad Eucarística par excellence. Los jesuitas, por otro lado, han sido prolíficos difusores de esta advocación con el Apostolado de la Oración, el cual tuvo en Cuenca muchísimos adherentes cuando la Compañía de Jesús administraba la iglesia del Santo Cenáculo in diebus illis.
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
A similis, el anagrama del Sacratísimo Corazón de María, que es el referente femenino del Corazón de Cristo hállase también en la casona rodeado de una corona de rosas en el centro y circunvalado de adornos vegetales que encierran el maternal corazón de María Santísima en armonía y simetría desde cualquier ángulo desde donde míraselo ad contemplationem in honorem Mater Divinae Gratiae.
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
Siendo Cuenca la «Ciudad
Eucarística», desde los primigenios tiempos de su nacimiento castizo, los jesuitas tuvieron la previsión de incluir en la casona un símbolo eucarístico que refulge in excelsis sobre el dintel de la ventana más próxima a la iglesia del Santo Cenáculo y en el cual obsérvase un cordero pascual que porta sobre sus hombros la cruz del Divino Redentor, Spes nostra, rodeada por dos palomas milenariamente concebidas como emblemas pacíficos in omnia terra y que al acompañar al cordero pascual recuérdannos hodie et nunc et semper/ hoy, ahora y siempre, que el cordero pascual es Cristo, «Principis pacis» o «Príncipe de la paz» in nostra Sancta Mater Ecclesia.
Fotografía: Silvia Zavala Carrión
Y asimismo, como
representación del sacerdocio de Cristo, hállase en la parte superior de la casona jesuitica otro Cordero Pascual de
especialísima significación sacerdotal in historia Ecclesiae. Nos referimos al
ícono precedente en el que obsérvase un cordero inmaculado durmiente que yace sobre el Missale Romanum, compendio sacro de la liturgia latina de la Santa Eucaristía en el año litúrgico que principia en Adviento, mientras la santa cruz yuxtapónese sobre el lomo del cordero recordándonos, ex tota claritas, el ministerio pastoral de los hombres consagrados al Señor, Dominus ac Redemptor, por el orden sacerdotal in persona Christi capitis ad omnes gentes. La cruz sobre el cordero es también el elemento salvífico de la santa redención para todos nosotros, quienes miramos al santo madero y decimos in aeternum: «Ave Crux, spes unica/ Salve Cruz, única esperanza» in vita communitatis.
Ad concludendi, digamos
entonces que esta es una vieja casona republicana que imbrícase de profundis
con símbolos jesuíticos que muchos míranlos de refilón sin imaginarse siquiera su rica significación y que evocan in excelsis la centenaria presencia de
los hijos de San Ignacio de Loyola in urbe nostra, mientras desde 1959 y hasta 1985 la casa fue sede propia
del inolvidable Pensionado «San Francisco de Borja», la querida escuela jesuita de la Compañía de Jesús, debido a que
la señorita Florencia Astudillo Valdivieso, propietaria de dicho solar y
benefactora del seminario, terminó donando el predio a la Compañía de Jesús en
los postrimeros instantes de su vida, en 1947, puesto que gracias a un comodato firmado
en dicho año entre la Curia diocesana de Cuenca y la Compañía de Jesús los
jesuitas, que ya venían administrando el seminario diocesano de Cuenca desde 1938,
empezaron también a dirigir el Santo Cenáculo desde aquel año 1947 en que
falleció la distinguida beata cuencana, objeto de leyendas y mitos tanto como
testimonio de fidelitas Christo et eclesiae.
Por ello, valga la oportunidad para consignar en estas líneas una memoria escrita del legado jesuita que hállase presente en este rincón cuencano de vieja solera donde junto a la iglesia del Santo Cenáculo y la antigua casona del Pensionado «San Francisco de Borja» perviven indelebles señas de la presencia ignaciana de los hijos de San Ignacio de Loyola.
Si la historia no regístrase oportunamente las referencias que la perennizan serán mucho más exiguas cuando más en lontananza viajemos por el túnel del tiempo. De allí que justifícase -cum accurata diligentia- que hayámonos embaucado con la pasión que la verdad reclama para historiar los certeros hechos que aclaran lumíferos el valor histórico y patrimonial de una edificación jesuitica en un rincón singular que débese preservar, in historia nostra, pues –qué duda cabe- la historia es siempre «lux veritatis» o «luz de la verdad» para todas las gentes in Concha et in mundum universum et semper ad maiorem Dei gloriam in Societate Iesu.
Si la historia no regístrase oportunamente las referencias que la perennizan serán mucho más exiguas cuando más en lontananza viajemos por el túnel del tiempo. De allí que justifícase -cum accurata diligentia- que hayámonos embaucado con la pasión que la verdad reclama para historiar los certeros hechos que aclaran lumíferos el valor histórico y patrimonial de una edificación jesuitica en un rincón singular que débese preservar, in historia nostra, pues –qué duda cabe- la historia es siempre «lux veritatis» o «luz de la verdad» para todas las gentes in Concha et in mundum universum et semper ad maiorem Dei gloriam in Societate Iesu.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis Iulii, die XXXI, in Anno Dominicae Incarnationis MMXVIII, in sollemnitate S. Ignatius a Loyola, Primus Praepositus Generalis Societatis Iesu.
OPINIONES CIUDADANAS
OPINIONES CIUDADANAS
DE : Oswaldo Páez Barrera
Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Felicitaciones por tu documentado análisis de la iconografía jesuítica.
Saludos.
Oswaldo
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Jorge Suarez
Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Diego, Excelente. Gran contenido, Muy buenas fotografías
¿Por qué no editar un libro con todos sus artículos
históricos, sean urbanos o de personajes de esa tierra linda?
Saludos,
Jorge
Jorge
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