«Reina hermosa de fuentes y
flores/ Cuenca ilustre de galas vestida/ rebosante de luz y de vida/ lujo y
honra del noble Ecuador». Estos versos del himno a la ciudad amada son apropiados
para recitarlos en este 1 de diciembre del año del Señor de 2014, cuando
celébranse 15 años de la declaratoria del Centro Histórico de Santa Ana de los
Ríos de Cuenca como «Patrimonio Cultural de la Humanidad».
Así, in stricta veritas,
es grato mirar, a través de estas imágenes, que la tercera ciudad de la
república es un verdadero jardín florido, pues las flores de los balcones de
sus viviendas, muchas de las cuales son casas patrimoniales, la embellecen ad infinitum, mientras dan cuenta de que
son los habitantes de la capital de la morlaquía quienes demuestran su espíritu
cívico con el cultivo de maravillosas flores y plantas que exornan de hermosura
las diversas atmósferas de la Cuenca patrimonial.
Es interesante observar una copiosa variedad de flores tanto en los
balcones patrimoniales como en las bellas viviendas modernas, entre los que destácanse con preeminencia los geranios,
los cuales son de varias clases. En algunos sitios figura ad exemplum, el geranio hiedra, así llamado
a esta especie convertida en planta trepadora que deslízase elegante por los
balcones de nuestra urbe dando un especial atractivo a las viviendas para todos
quienes absortos las observamos con espíritu contemplativo.
No importa de qué edificación se trate, pues lo que cuenta es el
cariño de sus propietarios para escoger las plantas de su predilección, a fin
de prodigar atracción a las históricas viviendas de la Cuenca patrimonial. De
esta manera, el geranio hiedra sirve muy bien como elemento natural de los
balcones de ciertas edificaciones del centro histórico de la capital de la
morlaquía, como puédese apreciar hic et
nunc en esta imagen de la antigua casa en donde por décadas funcionó la
cafetería Holanda.
Cuenca es un sitio perfecto para el cultivo de plantas y flores,
hecho que demuestra la prodigiosa fertilidad de su suelo. Algunas de ellas son
típicas de los balcones de las viejas casas de antaño, como los geranios runas,
así llamados por el vulgo a una colorida especie de «Geranium» muy común en los
campos de la morlaquía in historia nostra.
Balcón de la calle Luis Cordero, entre Vega Muñoz y Pío Bravo
Balcón de la calle Estévez de Toral, entre Sucre y Presidente Córdova
casa de Aida Abril.
De la familia «Geraniáceas»,
que tiene unas 750 especies in mundum
universum, el geranio de jardín suele ser del género «Pelargonium» y tiene tallos gruesos, suculentos y casi siempre muy
aromáticos, mientras que existen algunas especies silvestres que son bajas,
rastreras y sin olor.
El geranio runa, que es la típica planta de flores que los cuencanos
prefieren para adornar sus balcones, llama la atención ipso facto, por cuanto existe en múltiples colores por toda la
ciudad, no solo en las viejas edificaciones sino incluso en los
jardines y huertos de las viviendas cuencanas.
Los hay de variados colores, pero el rojo y el fucsia intenso
resaltan primordialmente en varios balcones de las casas de la localidad, tanto
como en múltiples jardineras, parterres y espacios verdes de la ciudad cargada
de alma, por lo que esta planta ha imbricádose de profundis en la vida de los ciudadanos que habitan en estos lares.
Otro tipo de geranium, al que los cuencanos llamamos «geranio fino» sirvió óptimamente para irrogar de
vida a este particular balcón de una señorial casa cuencana, en la calle
Benigno Malo, entre Lamar y Gran Colombia, como muestra fehaciente de que, en
cuestión de plantas, de gustibus et
coloribus non est disputando/ de gustos y colores no estamos discutiendo.
Los geranios producen insólitas vistas en algunas casas
patrimoniales de la ciudad mariana, como apréciase en esta vivienda frente a la
iglesia del monasterio de las Conceptas, en donde una sencilla campana evoca un
aire místico mientras las flores rojas, rosadas y anaranjadas de tan particular
«geranium» confróntanse vis a vis con la madera del balcón que
concuerda perfectamente con el paisaje creado por estas plantas in Concha, super flumina Tomebamba.
Y como son los geranios aquellas plantas que definen in aeternum a los balcones cuencanos
existen familias azuayas que se han caracterizado por mantener durante varias
décadas, diem per diem, sorprendentes
plantas floridas de esta especie, como acontece con la antigua casa de la
familia Coronel, en la esquina de las calles Juan Jaramillo y Antonio Borrero,
sitio en el que por lo menos desde la década de 1970, cuando levántase esta
edificación, no ha existido un solo día en el que los cuencanos no hayamos
observado preciosas plantas de geranios que dan colorido a dicha esquina ad perpetuam rei memoriam.
Ni qué decir tiene de otra casa peculiarísima de la calle Miguel
Vélez, entre Vega Muñoz y Pío Bravo, en donde también desde la década de los
años 70 del siglo XX, cuando la edificación construyóse, no ha dejado de
exhibir todos los días un juego simétrico de «geranios runas» de color rojo
carmesí, produciendo en la memoria visual de muchos cuencanos observadores una
imagen inconfundible de esta vivienda cuyos propietarios han mostrado
perseverancia, paciencia y buen gusto para el cultivo de tales geraniáceas.
Sibi tamen, también la casa de Eudoxia Estrella viuda de Larrázabal,
celebérrima artista de la capital de la morlaquía, no se queda atrás para
exhibir un balcón atiborrado de geranios con unas pequeñas plantas de
manzanillón blanco que, desde la izquierda, brindan un especial punto focal para
la atracción de la vista de cualquier ciudadano que se pasea por el parque de
San Sebastián, uno de los barrios más tradicionales de esta urbe
cuatricentenaria.
Hasta el más elegante frontispicio de la antigua casa de la Misión
Salesiana de Cuenca no deja de lucir espléndido con tímidos geranios que
parecen miniaturas coloristas pletóricas de vida y gozo para embellecer a la «Atenas
del Ecuador», urbis semper amata et
intemerata in patria nostra.
Mientras tanto, en este balcón cuencano, del sector del Barrio Obrero, la
creatividad de sus propietarios hizo que los geranios compartan el espacio con
una frondosa planta de bambú, la cual es versátil y libre para complementar un
interesante espacio verde en esta casa prodigando una admirable vista a los
observadores que las contemplan.
Mas no solo el geranio es preferido por los habitantes
de la morlaquía para exornar de belleza a las fachadas de sus viviendas y así
tenemos que también los helechos son plantas precisas con las que ciertos
cuencanos han adornado sus balcones, tal como lo prueban las fotografías
precedentes, en donde la ausencia de flores no permite una atmósfera multicolor
y así, quid pro quo, el verde intenso de los helechos prodiga un
interesante aspecto a la ciudad amada en las casas en donde fueron escogidos
como elementos fundamentales para atraer la mirada de los espectadores.
Pero, semper ídem, el
helecho sirve también para compartir el espacio con los infaltables geranios
como pruébase en este típico balcón cuencano de la calle Mariscal Lamar, entre
Antonio Borrero y Hermano Miguel, en donde el helecho complementa con las
intensas flores del geranio runa, todo el tiempo, un paisaje urbano que es
propio de ese sitio en medio de áridos edificios que permanecen fríos y
desolados ante este curioso conjunto de naturaleza viva.
También las llamadas plantas suculentas, las cuales tienen una
infinita variedad de atractivas especies, sirven apropiadamente para adornar
los balcones de Cuenca, como lo prueba esta imagen de una casa del sector de
Todos los Santos, donde nunca falta un espacio verde para la admiración de
quienes deambulan por el sitio.
Igual cosa sucede, en pleno centro histórico, en la casa de la
tradicional Peluquería Moderna, en donde, de
momento ad momentum, dos especies de sábilas mézclanse con los geranios haciendo de este balcón un
espacio muy particular de la vieja ciudad.
Asimismo, la casa del Calé de Queso exhibe un balcón de suculentas
que llama la atención ad súmmum por
la maravillosa atmósfera del conjunto, en donde las plantas crecieron majestuosamente,
a punto tal de constituir un mirador muy peculiar de todos cuantos pueden
encontrarse en el centro histórico de la tercera ciudad de la república, tanto
más cuanto que dos pencas fueron colocadas en este original rincón citadino in urbe nostra.
Pero el gusto por el cultivo de plantas, en algunos ciudadanos de
Cuenca, los lleva a experimentar interesantes cosas con las especies vegetales, como
aconteció con este balcón de la calle Hermano Miguel, frente al museo del monasterio de las Conceptas, en donde, de
vehementi, un vigoroso Ficus que lleva ya una década de vida es el atractivo
especial de toda la manzana, junto con los infaltables geranios y hasta una
medicinal planta de cedrón que vislúmbrase sobre el tejado de la casa como si
coquetearea de felicidad en dicho rincón cuencano que es digno de un comentario
en este espacio.
Existen algunas viviendas, como la casa Hernández, en que nótase
el gusto por adornar el balcón con una acuciosa devoción por las plantas, puesto
que en este lugar constantemente existen gardenias, begonias, amores constantes, fucsias y no solo geranios, haciendo del balcón, para quienes lo contemplan con mirada
auscultadora, un especial rincón cuencano cerca del Santo Cenáculo.
Al frente de esta vieja edificación resalta in excelsis una casa en donde, a más de los geranios, nunca faltan
flores espectaculares como las astromelias, las conchas o calas, las rosas de maceta
y hasta el Amancay, preciosa especie cuencana conocida también como la flor del
Tres de Noviembre y ofendida impunemente, el pasado año 2013, cuando nuestro
doctor Sánchez sorprendió y mintió a Cuenca con el cuento falso de que la
orquídea Oncidium excavatum es flor
de la morlaquía sin serlo.
Y en verdad, el bello Amancay es con todo derecho, y nunca
la Oncidium excavatum, una de las flores que muchos cuencanos colocan en los balcones de la Cuenca
patrimonial como puede apreciarse en esta imagen, en donde una rara especie de
Amancay alegra el ambiente con su rojo intenso que resalta ipso facto desde la fronda verde de estas liliáceas.
Ni qué decir tiene de otras edificaciones centrales en las que el
estilo internacional se impuso y en donde las paredes llanas no resultaron
obstáculo para conseguir una franja tupida de verdor con estos frondosos ficus
de un hotel cuencano haciendo que sintamos de
profundis que hay vida y gozo contemplativo con la naturaleza que circunda
la fachada de tan singular edificio del centro histórico de la Ciudad
Eucarística par excellence.
Igual cosa acontece con otra casa de similar estilo
arquitectónico, en las calles Gran Colombia y Tarqui, cuyos propietarios no
encontraron sino en dos tímidos ficus el verde preciso para resaltar, cum clara lux, el blanco y el gris del
frontispicio que sorprende a un buen observador de espíritu sensible para
admirarse de la conjunción que producen in
anima nostra la arquitectura y la naturaleza en amigable fusión para buscar
belleza.
Ex admirationem, existe, asimismo, un balcón particular en el parque de María
Auxiliadora, donde todo el tiempo y durante algunas décadas, la familia
Astudillo no deja de poseer, en macetas, bellas plantas de flores entre las que
resaltan geranios, begonias, cactus, junto a los ficus y un inconfundible reloj
que juega con la atmósfera creada por estas singulares especies con las que dicho
espacio es siempre un jardín florido.
Para otros ciudadanos, el granizo y las azulinas resultaron las
mejores plantas de flores para adornar este balcón del barrio de Santo Domingo,
en donde la nívea presencia de las flores blancas alégrase con el azul intenso
de sus compañeras in communio caritatis.
Mientras tanto, en el barrio de San Blas existe un balcón muy
típico de la zona, en las calles Sucre y Manuel Vega, el cual pasa todo el
tiempo atiborrado de plantas, resaltando en el verdor profundo de la fronda los
helechos, los bambúes y los geranios que, con sus flores rojas, anaranjadas y
blancas configuran un atractivo punto de observación para propios y extraños in urbe nostra.
A la vez, un solitario bambú fue suficiente para prodigar vida al
balcón patrimonial de la casa de la Bienal de Cuenca, en las calles Estevez de
Toral y Bolívar, donde el verde agua de sus hojas resaltan vivificantes en
dicha esquina para la admiración superlativa de los exquisitos detalles de las
cenefas y el cielo raso de tamaña edificación histórica de Cuenca in patria aequatorianae.
Por otro lado, en la casa del Museo de la Esquetología, los habitantes de la capital de la morlaquía cuentan con tres balcones repletos de flores durante todo el año y por muchísimo tiempo. Son las gardenias, los geranios y los manzanillones junto a los helechos las especies vegetales que alegran ese espacio, diagonal a la iglesia de San Alfonso, cerca del edificio de la Alcaldía de Cuenca, siendo in stricta veritas una de las edificaciones más adornadas con flores en todas las épocas, lo que da cuenta del esmero y la abnegación de sus propietarios para embellecer a Cuenca desde su casa de habitación super flumina Tomebamba.
Y como un balcón puede representar también un bello espacio para
refocilarse, nada mejor que este parasol en medio de delicadas plantas trepadoras, cintas o malas madres, calzos, geranios, piñuelos y azulinas, en un
peculiar balcón de la Calle Larga y Tomás Ordóñez, donde la naturaleza adquirió
una especial faz dentro de este paisaje urbano de la Cuenca patrimonial, admirabilis et aeterna.
Y en la misma arteria observamos un sencillo balcón para el que no
se encontró mejor adorno que vívidas begonias rojas, que surgen esplendentes
junto a la ventana, proyectando un inusual colorido al paisaje urbano que hace
de Cuenca una ciudad para admirar purissima in cordibus nostris.
Definitivamente, el Centro Histórico de la «Atenas del Ecuador» es un sitio en el que no es nada extraño encontrarse, de momento ad momentum, con elegantes balcones de multicolores flores que los resaltan para ser admirados como elementos imprescindibles de las viejas casas patrimoniales que sustentan la condición de la urbe como «Patrimonio Cultural de la Humanidad», evidenciando que son los ciudadanos quienes, con conciencia cívica, hacen de la capital azuaya una urbe distinguida in communitate nostra.
No hay balcón cuencano, incluso con la gente más sencilla, en donde
no exista estética para adornar con flores de diversas especies estos rincones
que, al volverse coloridos, destacan más las características de la vivienda y
llenan de hermosura a la ciudad cargada de alma ad futuram rei memoriam.
Basta un pequeño geranio o una sencilla hiedra para que, semper admirabilis, con solo su sutil presencia transformen la atmósfera de un balcón patrimonial cuencano y lo conviertan en un elemento arquitectónico digno de ser observado cum accurata diligentia, con todos esos detalles que hacen única a la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca ad gloriam aeternam.
Y como la dedicación de muchas personas para embellecer los balcones de la ciudad patrimonial es algo que débese resaltar super omnia in Concha digamos que este balcón cuencano de la Calle Larga y General Torres es una muestra admirable de un interesante modo de distribuir las plantas de flores, entre geranios, manzanillones, petunias y gardenias, logrando impactar a todos cuantos circulan por esa esquina y alzan la vista sin esperar, ipso facto, una armonía floral y buen gusto estético que impactan a cualquier visitante o habitante de esta ciudad maravillosa in patria nostra.
De esta forma, a través de los balcones floridos de las casas
patrimoniales de la «Atenas del Ecuador» podemos realizar un agradable paseo
para tomar conciencia de lo maravilloso que resulta vivir, para todos los
habitantes de la morlaquía, en una ciudad a la que debemos cuidar ante omnia y que desde hace 15 años
ostenta el honroso título de Patrimonio Cultural de la Humanidad in universa Terra et pro populo beneficio.
COPIOSA GRATIA ET SALUTEM,
DATUM CONCHA, APUD FLUMINA TOMEBAMBA, MENSIS DECEMBRIS, DIE I,
OCTAVA DOMINICA I ADVENTUS, AD MMXIV