jueves, 23 de abril de 2009

CONSEJO NACIONAL DE CULTURA EN CONTRA DE LA HISTORIA

Santa Ana de los Ríos de Cuenca, diciembre 23 del año 2008
In vesperas sollemnitate Nativitate Domini

Dr. Irving Iván Zapater
DIRECTOR DE LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA DEL ECUADOR
Consejo Nacional de Cultura
Avda. Colón E5-38 y Juan León Mera
QUITO

De mi consideración:

« Quod verum est, pro omnibus et semper verum esse debet/ Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre».

Ha llegado a mis manos el décimo segundo ejemplar de la REVISTA NACIONAL DE CULTURA DEL ECUADOR, número monográfico dedicado íntegramente a la fotografía en la nación. Sin embargo, hic et nunc, a través de estas líneas, en mi calidad de escritor castizo, os presento mi formal protesta por haber publicado una pésima y deplorable investigación sobre la fotografía cuencana, la cual, mirada en su conjunto, desinforma a los lectores y ofende a la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca con datos espantosos que espeluznan a los lectores ilustrados de la «Atenas del Ecuador» y del país entero. Es necesario por lo tanto, in honorem urbis, que busquemos la verdad de las cosas que equívocamente se han escrito en ese lamentable trabajo investigativo.

Me refiero al artículo intitulado: «Tomas de la cité: pioneros de la fotografía cuencana», de la autoría de Cristóbal Zapata Carpio y Gustavo Landivar Heredia, el cual contiene una larga lista de equivocaciones, con las cuales, ex admirationem, se atenta en contra de la historia de la capital azuaya, hecho que es inadmisible y representa una ignominia en contra de la tercera ciudad de la República.

Ergo, en consecuencia, vosotros estáis en la obligación de reparar este atentado en contra de la ciudad de Cuenca, publicando una fe de erratas, a más de las debidas explicaciones y disculpas para los cuencanos, así como para los lectores de la Revista Nacional de Cultura.

Así entonces, me permito detallar, cum diligentia et concordet veritas et iustitia/ con diligencia y de acuerdo a la verdad y la justicia, las gravísimas equivocaciones encontradas en vuestra revista:

Ad initium, ya desde el comienzo de la investigación surgen, ad absurdum, los graves errores, con un subtítulo que dice: «Panorámica de la villa», al hablar de la I Exposición Artesanal que se realizó en Cuenca el 4 de abril de 1904.

Es lamentable que se olvide que, para ese entonces, Cuenca era una ciudad y no una villa. Además, exceptis excipiendis, me veo compelido a precisar que, de entre todas las ciudades existentes en el territorio ecuatoriano, Santa Ana de los Ríos de Cuenca es la única urbe que fue fundada como ciudad y no como villa. Este dato singular de nuestra historia es suficiente para comprender la barbaridad que implica el que a Cuenca se la califique como villa no sólo en 1904 sino en cualquier época de su gloriosa historia.

Más abajo, en la página 13, se halla una expresión que la transcribo, ad peddem litterae, cuando se dice: «El entrañable Eugenio Lloret Bastidas, erudito en cuencanerías, quien fue, mientras vivió, el cronista vitalicio de la ciudad…».

Es admirable, por parte de los autores de esta investigación, que se confunda a este conocido personaje cuencano, quien no se llamó Eugenio Lloret Bastidas sino Antonio Lloret Bastidas. Ex admirabilis declarationem, la sorpresa es mayor si se ha de considerar que apenas han transcurrido ocho años de la muerte de Lloret como para que Zapata, que en aquel entonces tenía 32 años y Landivar, quien frisaba los 45, no lo recuerden como para no haber escrito, en este trabajo investigativo, que tal cronista vitalicio de Cuenca se llamaba Antonio y no Eugenio.

En la misma página 13 se publica una antigua fotografía de la urbe, cuyo pie de foto expresa in scriptis: «Manuel Serrano: ‘Colocación de la primera piedra del Colegio Benigno Malo’. Constan: Alfonso Cordero Palacios y Gonzalo Córdova. 1924».

Veritas sit visibilis/ La verdad debe ser visible y al mirar con detenimiento a los personajes históricos de los que en esa imagen se habla, nos encontramos con la sorpresa de que, en efecto, está presente Alfonso Cordero Palacios, pero en ningún momento se halla retratado, en la foto de marras, Gonzalo Córdova sino Andrés F. Córdova Nieto, viejo profesor del centenario colegio y eminente hombre público de la historia ecuatoriana, que en 1939 llegó a ser inclusive presidente interino de la República.

Más abajo se expresa cum terribilis contradictionem: «Si Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca la fundaron los españoles, la cité cuencana, la ciudad afrancesada será obra de sus descendientes…».

Al respecto, he de manifestar que más allá de la mala redacción de la frase, a la cual le hace falta una preposición para mejorar su sintaxis, lo grave de la cita es olvidar que el verdadero nombre de la «Atenas del Ecuador» es «Santa Ana de los Ríos de Cuenca» y no de los cuatro ríos como equívocamente se consigna. Sólo hay que confirmarlo leyendo los diversos libros que, sobre la fundación de Cuenca, se han escrito por parte de destacados historiadores y hombres de letras como Octavio Cordero Palacios, Ricardo Márquez Tapia, el P. Julio María Matovelle, Víctor Manuel Albornoz, Rafael María Arízaga, Honorato Vázquez, además de los propios cronistas de Indias de la época del nacimiento castizo de nuestra urbe y los grandes historiadores de la República.

En la página 14 existe una terrible equivocación, al hablar de ciertas edificaciones cuencanas. Así, escribieron contra veritas et Historia: «…En 1914, empieza el levantamiento de la actual Corte Suprema de Justicia, concebida en el gusto neoclásico francés…».

La edificación a la que se hace referencia en esta nota fue construida para que sea la sede de la Universidad de Cuenca y actualmente no es la actual Corte Suprema de Justicia, la cual está en Quito, sino la Corte Superior de Justicia del Azuay, que es muy diferente. Pero lo más grave de esta declaración es que en 1914 ni siquiera se pensaba construir aún el edificio que fue sede del alma mater cuencana, hecho que aconteció en 1920 y de cuyo acto existen registros documentados en la Universidad de Cuenca. La verdad histórica nos dice que, para el año de 1914, en el lugar en donde hoy se emplaza la Corte de Justicia del Azuay estaba ubicada la casa o vivienda que fue propiedad del liberal cuencano Arsenio Ullauri, predio que fue justamente adquirido por el centro de educación superior de la capital azuaya para levantar su sede.

En la página 15, esquina superior derecha, encontramos una vieja fotografía, en cuyo pie de foto se escribió, de verbo ad verbum: «Enmanuel Honorato Vázquez: Remigio Crespo Toral y las musas de la Fiesta de la Lira en el jardín de su casa, circa 1919. (Archivo G. Landivar)».

No obstante, es sorprendente la grave equivocación de este extraño pie de foto, pues, al observar con detenimiento a la imagen, nos damos cuenta, ipso facto, que la misma ha sido ya publicada muchas veces en distintos libros de historia de Cuenca, indicando que dichas musas no son de la Fiesta de la Lira del año 1919 sino que corresponden a las muchachas que, disfrazadas de tales, acompañaron al gran vate de la morlaquía para su coronación como poeta del parnaso cuencano, en el año de 1917, acto que fue realizado mediante un solemne programa cultural que ha trascendido a la urbe, que ha coronado a sólo dos de sus grandes vates; el otro es Luis Cordero Crespo.

En la página 16 se lee la siguiente afirmación: «En junio de 1865, Rafael Borja (futuro patrono y mecenas del colegio de los jesuitas en Cuenca) presta a Federico una cámara que había traído de Europa…».

Parte de esta aseveración es falsa de toda falsedad, pues el Dr. Rafael Borja Villagómez, in honorem veritas, si bien es el patrono del colegio secundario que, desde 1937, regentan los padres de la Compañía de Jesús en la capital azuaya, no fue jamás mecenas de dicha institución educativa.

Aquí se confunde un singular hecho histórico vinculado con los beneméritos padres jesuitas y Doña Rosa Malo Valdivieso, esposa del Dr. Rafael Borja y hermana de Benigno Malo Valdivieso, pues -cuenta la Historia- que esta mujer, cuando enviudó del Dr. Borja, en vista de que no tenía descendientes, quiso entregar su fortuna a la Compañía de Jesús, a fin de que sus miembros, los jesuitas, fundaran en Cuenca un colegio secundario, deseo que no pudo concretarse en vida de la ilustre y católica dama cuencana. Es ella y no el Dr. Rafael Borja, la única mecenas del actual colegio jesuita de Cuenca.

No obstante, su legado fue entregado a dicha orden religiosa y, cuando en 1937, la Divina Providencia quiso que se fundara dicha institución educativa, los padres jesuitas, al considerar que no era conveniente colocar el nombre de Rosa Malo viuda de Borja a un colegio de varones, decidieron bautizar a su institución secundaria con el nombre de «Rafael Borja», en honor a su generosa viuda y en consideración de que este valioso intelectual había sido, de todos modos, un destacado hombre público ecuatoriano del siglo XIX. En conclusión, es grave que se distorsione a la historia por no verificar bien los hechos históricos de Cuenca, al hablar de uno de los aspectos históricos de la urbe como es la fotohistoria.

Este desliz es aún más sorprendente si se ha de considerar que Cristóbal Zapata Carpio, coautor de la investigación que comentamos, es justamente exalumno del colegio «Rafael Borja», cuando todos quienes hemos estudiado en este colegio jesuita de la urbe sabemos que una de las primeras cosas que los jesuitas nos enseñan cuando llegamos a la inolvidable institución educativa es, ciertamente, la historia de la forma como Cuenca llegó a tener, en el siglo XX, un colegio regentado por los padres de la Compañía de Jesús, quienes estuvieron ausentes de la capital azuaya desde el año 1875 y hasta 1937 habían sido múltiples las iniciativas ciudadanas para traerlos de vuelta, a fin de que se dedicaran a su gran labor educacional, bajo la guía de nuestro padre San Ignacio de Loyola.

En la página 17 hallamos otra vieja fotografía cuencana, cuyo pie de foto dice: «Enmanuel Honorato Vázquez: ‘Dama junto al árbol’, circa 1922 (Archivo G. Landívar)». Esa dama innominada es en verdad, Rosa Blanca Crespo, esposa de Enmanuel Honorato Vázquez, quien era afecto a retratarla junto con sus cuñadas y hermanas, a quienes las utilizó como modelos permanentes de sus creativas y originales fotografías.

Para todo acucioso investigador e historiador de la morlaquía, un dato muy conocido lo constituye el hecho de que Enmanuel Honorato Vázquez, al plantear una fotografía que rompía los cánones académicos que se venían adoptando en la fotografía cuencana, recurrió frecuentemente a su familia para encontrar los modelos femeninos con los que pudo elaborar sus geniales y sui generis fotos que hoy permiten encumbrarlo como uno de los auténticos pioneros de la fotografía artística de nuestra urbe.

En la página 18, encontramos un nuevo error cuando escribieron cum terribilis negligentia: «…Alrededor de ellos surgieron talentosos amateurs, que alternaban su afición fotográfica con su profesión: Gabriel Carrasco (topógrafo)…». Más abajo se dice, en cambio: «…También hacen de la fotografía una profesión: Manuel Ordóñez Crespo, quien en 1906 instala la «FOTOGRAFÍA AZUAYA»; Manuel Octavio Díaz, médico cirujano que, entre los años 20 y 40, regenta el estudio «FOTO NIEPCE» en la calle Lamar…».

Semejantes aseveraciones alteran la verdad histórica, pues Gabriel Carrasco fue abogado y no topógrafo, mientras que Manuel Octavio Díaz no fue médico cirujano sino un destacado abogado cuencano que ocupó varios cargos públicos; inclusive llegó a ser magistrado y presidente de la Corte Superior de Justicia de Cuenca, rector de la Universidad de Cuenca y se trata de un liberal cuencano que llegó a ser hasta ministro de Eloy Alfaro, después de la Revolución Liberal. Por lo tanto, ¿Cómo pueden afirmar que este eminente cuencano haya sido médico cirujano, profesión totalmente contrapuesta a la abogacía?

En la misma página 18 existe otra temeridad llevada al paroxismo cuando se afirma que el fotógrafo Manuel Jesús Serrano ha tomado contacto con la farmacéutica alemana Bayer, la que le proporcionaba muestras de papeles fotográficos y productos químicos para sus procesos.

Al respecto, se ha de decir, con precisión, ad contrario sensu, que el verdadero importador de productos y materiales fotográficos en nuestra urbe ateniense era el fotógrafo y comerciante José Salvador Sánchez, quien abastecía de este tipo de implementos al propio fotógrafo Manuel Serrano, que llegó a ser su socio con un taller de fotografía, según cuentan las biografías más correctas de estos dos personajes de la morlaquía.

Pero, semper idem, las infamias en contra de la Historia de la urbe siguen sin parar en esta investigación y más allá, en la página 21, se encuentra una nueva barbaridad cuando, al hablar propiamente del fotógrafo José Salvador Sánchez, se afirma: «…Con José Cardoso (padre del artista Pablo Cardoso) fundó la emisora Radio Cuenca».

Este dato es falso, ya que José Cardoso Feicán jamás fue el fundador de Radio «Cuenca», junto con Salvador Sánchez, pues Radio «Cuenca HC5FK», nombre con el que fue fundada, tuvo como su único propietario y fundador a Sánchez, quien dio trabajo a José Cardoso y a su familia en dicha empresa radial; por lo tanto, el señor José Cardoso fue empleado de Radio Cuenca y no fundador, como equívocamente se manifiesta en la deplorable investigación que me permito analizar en estas líneas.

En la página 22 escribieron otra grave información que la transcribo ad peddem litterae: «Gabriel Carrasco: ingeniero de caminos. Ingeniero topógrafo, Gabriel Carrasco (1890 – 1957) dirigió la construcción de importantes obras civiles…».

Estos datos están mal y adolecen de una penosa redacción y una horrorosa falta de precisión histórica, pues Gabriel Carrasco no era ni ingeniero de caminos, ni mucho menos ingeniero topógrafo; el personaje fue un abogado y vivió 64 años, pues había nacido en 1888, dos años antes de lo que consignaron los autores de este falaz artículo; además, murió en 1952, cinco años antes de lo que escribieron en la apócrifa nota que nos espanta. Praeter opinionem, estas afirmaciones reflejan una absoluta falta de circunspección para investigar y verificar tanto las fuentes como los datos que se consultaron para preparar este compendio de ofensas a la historia de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.

Finalmente, al concluir la oprobiosa investigación de Zapata y Landivar, el lector se encuentra con una lista de las referencias bibliográficas que sirvieron, supuestamente, para fundamentar esa mala investigación; mas, al leerlas, causa pavor observar, cum singularis et innefabilis gratia, que ni siquiera pudieron escribir correctamente el nombre de Antonio Lloret Bastidas, de quien han consultado, según lo consignan, tres obras diferentes: Antología de la poesía cuencana, tomos II y III; y Luces de Bohemia. No obstante, en el momento de escribir su nombre verdadero lo escribieron mal, al llamarlo como Eugenio, en vez de Antonio. Esto hace que nos formulemos, quid pro quo, unas cuantas preguntas: ¿De veras fueron consultadas esas obras? Y si lo fueron, ¿Por qué no pudieron leer Antonio en vez de Eugenio en las portadas de las mismas? ¿Cómo es que deciden escribir en cada una de las referencias bibliográficas correspondientes a Lloret, Eugenio y no Antonio?

Ab uno disce omnes/ Por uno se conoce a todos y así, no quiero pensar que toda la revista por ustedes publicada pudiera tener graves equivocaciones en los diversos artículos que abordan sobre la fotografía en el Ecuador; sin embargo, presumo que lamentablemente existen graves falencias de investigación en otros temas similares de esta obra. Y es que así lo podemos atisbar al leer el artículo intitulado: «Ibarra: memorias tras la tragedia», en donde su autor, el señor Juan Carlos Morales, realiza una síntesis de la historia fotográfica de Ibarra y en la página 41, al publicar una vieja foto de la capital de Imbabura, se consigna el siguiente pie de foto, que lo transcribo de verbo ad verbum: «Estudiantes del antiguo colegio Teodoro Gómez de la Torre, en 1606».

Una somera pero inteligente reflexión lógica nos demuestra que esta afirmación no sólo es equívoca sino sobre todo, ridícula, pues en el año 1606 todavía no se inventaba la fotografía en el mundo ni tampoco nacía aún Teodoro Gómez de la Torre; dicho lo cual, hemos de concluir que, al parecer, el artículo sobre la fotografía en Ibarra tiene también graves equivocaciones como lo tiene asimismo, aquel que está dedicado a la memoria visual de la ciudad de Riobamba.

Efectivamente, en la página 45, Franklin Cepeda Astudillo, autor de la investigación intitulada «Contribución a la historia de la memoria fotográfica de Riobamba», escribe: «1. Panorámica de Riobamba. Esta postal presenta una vista de Riobamba en la primera década del siglo XIX. Tiene el aspecto de las fotografías coloreadas a mano, aunque con tonos ya atenuados por el tiempo. La toma debió hacerse desde el templo del Sagrado Corazón de Jesús (La Basílica)…».

Esta indicación que acabo de transcribir, de verbo ad verbum, causa hilaridad si hemos de considerar que lo que se afirma es imposible, ya que a principios del siglo XIX la fotografía todavía no se inventaba en el planeta, mientras que, en aquellos años, tampoco estaba edificado el templo del Sagrado Corazón de Jesús, llamado también como «La Basílica», de propiedad de los padres jesuitas de la ciudad de Riobamba.

Mas, la cosa no se queda allí, pues al observar la gráfica, cum accurata diligentia, observamos que la misma ha sido colocada para iniciar el respectivo trabajo de Cepeda y en ella podemos constatar que, en efecto, los datos precedentemente analizados y que fueron allí consignados son ridículos, pues la imagen es una vista panorámica de Riobamba y se trata de una fotografía real, que de ninguna manera podría haber sido realizada a inicios del siglo XIX, cuando hasta se pueden observar, además, varios eucaliptos, de la especie Eucaliptus globulus, en el paisaje riobambeño, lo cual nos hace confrontar con otro hecho histórico que sirve para desechar ese absurdo pie de foto, ya que los Eucaliptus globulus son árboles que no existían en el Ecuador a comienzos del siglo XIX, pues fueron traídos por Gabriel García Moreno, en la década de 1860.

Estas equivocaciones producen admiración en grado superlativo, porque tanto la irresponsabilidad de quienes escribieron las diversas investigaciones cuanto la falta de control de quienes editaron la revista, han permitido que estos horrorosos deslices se consagren en detrimento del prestigio de la REVISTA NACIONAL DE CULTURA.

No obstante, ex informata conscientia, ustedes escriben en la presentación de la revista, unas expresiones que no guardan coherencia con los trabajos que se compendian en esta obra sobre la fotografía en el Ecuador. Lo demuestro a continuación transcribiendo vuestras palabras ad peddem litterae «En un plano de excelencia, nuestra revista está abierta a todos los escritores y artistas ecuatorianos y extranjeros que deseen contribuir con estudios y reflexiones sobre nuestro país, sobre sus literatos y sus artistas, sobre los avances de la investigación científica, sobre los más cruciales problemas de nuestra patria en el ámbito cultural. La publicación, cuyas páginas están abiertas a todos sin distinción, pretende reunir lo más selecto de nuestro pensamiento, sin otro propósito que ser una especie de anales del Ecuador de hoy y registro de nuestras reflexiones sobre el pasado».

Sin que os resintáis, permitidme que os diga que este noble propósito que pretendéis jamás lo vais a conseguir publicando pésimas investigaciones sobre importantes y trascendentales aspectos de nuestra historia y así, en vez de reunir «lo más selecto de nuestro pensamiento en un plano de excelencia», vais a atropellar ciertamente ese pensamiento ecuatoriano al que queréis destacar o reivindicar, a más de atentar en contra de la historia patria, por no haber guardado la debida sindéresis entre lo que se dice y se hace, al no haber verificado qué clase de investigaciones admitís para su edición y publicación en esta revista.

No es un caso aislado, por otra parte, la serie de errores ortográficos que se hallan en la obra, la falta de una adecuada sintaxis en los artículos de marras, la ausencia de una correcta precisión semántica, las confusiones para el uso de las mayúsculas, los múltiples errores de digitación, ciertas inaceptables redundancias, la persistente redacción farragosa de ciertos artículos y las constantes equivocaciones en la escritura de varias palabras, errores todos que reflejan que vuestro equipo de corrección, si lo tenéis, no ha funcionado y contribuyen para que la REVISTA NACIONAL DE CULTURA sea un atentado en contra de nuestra bella lengua de Castilla y devenga en un certera bala mortífera en contra de nuestra cultura, al socaire del prestigio cultural de la nación contra veritatis splendor et culturalis aspectibus.

Por todo lo manifestado en la presente comunicación, muy bien habremos de inferir que la REVISTA NACIONAL DE CULTURA, edición número 12, fue elaborada con irresponsabilidad y falta de la debida acuciosidad e investigación, por parte de algunos de los diversos escritores que han contribuido con investigaciones concretas sobre la historia de la fotografía en el Ecuador y gracias a la negligencia de quienes editaron y admitieron estas pésimas investigaciones históricas.

La situación de la REVISTA NACIONAL DE CULTURA es todavía más grave cuando vosotros continuáis diciendo en el escrito introductorio de la publicación de marras: «…El largo camino que habrá de recorrer y los valiosos frutos que espera pueda ofrecer en cada número, son, de verdad, los mayores estímulos para una obra que, con el entusiasmo y los nuevos bríos de una renovada juventud periodística, va a convertirse, muy pronto, en una institución cultural de nuestra patria, digna de representarla en el ámbito de las revistas culturales que se editan en el mundo. Este es nuestro deseo y nuestra promesa».

Estas expresiones que vosotros las consignáis como la suprema lex y que parecen un mandato imprescriptible están lejos de cumplirse si así comenzáis y por ello, con las terribles investigaciones que sobre la fotografía cuencana y nacional habéis publicado, estáis atentando en contra de la cultura nacional y eso es algo que os debería inducir, ab intra, para que os hagáis una seria reflexión in honorem cultura et veritatis alimonia.

Pero hay una contradicción inaceptable en el colofón de la publicación, el momento en el que usted, señor Irving Iván Zapater, agradece «a todos los que han colaborado para hacer de la REVISTA NACIONAL DE CULTURA lo que es, en la ruta, anunciada ya, de convertirse en la revista cultural ecuatoriana por excelencia», cuando algunos de vuestros colaboradores no han contribuido para tal efecto, sino que, ad contrario sensu, con sus deplorables investigaciones han desprestigiado a la Revista Nacional de Cultura, de la que usted es director.

De todos modos, en mi condición de ciudadano cuencano, hombre de letras y escritor castizo que defiende a la historia de la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, me siento obligado a dirigiros esta crítica a fin de que, en la próxima edición de la REVISTA NACIONAL DE CULTURA, sepáis pedir las debidas disculpas a los cuencanos, así como a vuestros lectores, por estos inaceptables errores que empañan a la historia de la «Atenas del Ecuador» y del país entero. Quiero pensar que las amables expresiones que habéis escrito al final de vuestra presentación, harán que tengáis la bondad de contestar este altivo reclamo y acoger mi protesta pública, realizada cum animus corrigendi, en defensa de nuestra hermosa lengua de Castilla, de la historia y el prestigio cultural de Cuenca. No así se puede columbrar cuando, en la página 7 de vuestra publicación, manifestáis: «…Pedimos, de todos ustedes, amables lectores, su comentario inteligente, su valiosa crítica, su apoyo moral».

De mi parte entonces, espero que así sea, ad summum, y deseo exteriorizar mi pensamiento en el sentido de que el único leit motiv que me ha impulsado para coger la pluma, in honorem Concha, Hispania lingua et veritatis splendor, es la necesidad de evitar que se afecte al prestigio cultural de la «Atenas del Ecuador» y que no se atente en contra de su verdadera historia desde publicaciones como la vuestra, las cuales se preparan en el seno del Consejo Nacional de Cultura, institución que debería defender a la cultura de la nación y no fomentar su menoscabo y execración contra historica veritas et in honorem invencibilis ignorantia et admirabilis contradictionem.

His cum affectibus vobis et gratia copiosa,



Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, super flumina Tomebamba, mensis decembris, die vicesima ac tertia, currentis Anno Domini bismillesimo octavae, in vesperas Sollemnitate Nativitate Christum Dominum Nostrum, Redemptor hominis et Regem Universorum
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1 comentario:

  1. Hola Diego, muy buén análisis de las equivocaciones de la revista... se ve que cococes bastante del tema. Te sigo.

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