jueves, 20 de abril de 2017

20 DE ABRIL: MATER DOLOROSA: MATER NOSTRA SEMPER AUGUSTA

Fotografía: Juan Carlos Alcívar

Pulcherrima ante omnia et super omnia/ Hermosísima ante todo y sobre todo, la Dolorosa del Colegio «San Gabriel» impacta de profundis a todos quienes contémplanla vis a vis en el cuadro original del milagro del 20 de abril de 1906. Su espectacular belleza introyéctase en su dulce mirada que refléjala impertérrita tanto por la ternura que exhibe frente a la innata tristeza de su semblante cuanto por la maternal dulzura que nos compele para postrarnos de hinojos frente a su solemne presencia que devélala como una madre que no se cansa de esperar. La cromolitografía de 52 centímetros de largo por 40 de ancho sorprende por los sutiles colores con que la virgen fue retratada en una atmósfera donde el azul verdoso o el verde azulado del sagrado manto es peculiarmente originalis et singularis ad nostra contemplationem, en tanto la amarillez y la palidez del maternal rostro no pueden ser más elocuentes para evocar vívidamente el quebranto de la madre ante la muerte de su Hijo Santísimo, toda vez que el rosáceo color del vestido de la Mater admirabilis y el rojo atenuado de su corazón doliente conforman un contraste cromático sobre el que resáltase la espartana paciencia y la sublime serenidad con la que enfrenta la angustia, sin perder la calma ni la ataraxia y sin dejar el amor con el que nos muestra su maternal afecto.

Fotografía: Juan Carlos Alcívar


Secundum scripturas, hallábase al pie de la cruz, en el momento clímax del Sumo Sacrificio en el Gólgota, cuando el Divino Redentor dijo a San Juan: «Ecce Mater tua/ He aquí tu Madre». En los actuales días estas palabras pueden perfectamente invocar, para todos los ex alumnos jesuitas del Ecuador, a la Dolorosa del Colegio, a quien concebímosla como a nuestra verdadera madre celestial in patria aequatorianae. El evangelio concluye con esta expresión: «Y desde aquel momento el discípulo amado se la llevó a su casa». Así, post mortem Christi, la Mater Dolorosa fue adoptada como «Mater Dei et Mater Nostra/ Madre de Dios y Madre Nuestra» para todo el género humano, siendo también in aeternum, en la comunidad eclesial, la «Mater Ecclesiae» o «Madre de la Iglesia». Mas, in patria nostra, ese retrato peculiar es singularísimo puesto que atibórrase de simbolismo, al incluir en toda la imagen los elementos que encarnan, en conjunto, a la pasión de Jesucristo, Dominus ac Redemptor, como la corona de espinas que la sacrosanta virgen abraza con su diestra en su seno maternal y los clavos de la crucifixión que porta delicadamente en su mano izquierda, mientras la serenidad de su rostro es magistral frente al rictus de dolor en su semblante, sin paroxísticos dramatismos ni exagerados impresionismos en su natural condición de Mater Lacrimosa. Cual maestra del dolor, la Dolorosa del Colegio es sui generis, en su efigie, a capite ad calcem, ya que la figura de la sagrada imagen rompe los esquemas tradicionales de la iconografía católica romana para graficar a la Virgen Dolorosa, Mater Christi, a la cual píntasela siempre, en el Calvario, junto a la Cruz y con el apóstol San Juan, imagen universalmente reconocida por cualquier fiel católico romano in omnia terra.

Fotografía: Archivo Colegio Borja


Uno de los hombres más inteligentes que el Ecuador ha dado al mundo es monseñor Federico González Suárez, Arzobispo emérito de Quito y excelso historiador de la república, quien la define así, de verbo ad verbum: «... ¡La Dolorosa!... Mirad... Ese rostro augusto no tiene la inmaculada frescura de la juventud, sino la gravedad serena de la edad provecta: pálido, enjuto, demacrado; las facciones virginales intactas, bañada en honda tristeza la intencional mirada revelando está cuán amarga es la angustia, que le oprime el alma. La corona de espinas, sostenida por la mano derecha en el regazo maternal; el manojo de clavos, tintos en sangre, recogido amorosamente con la izquierda, manifiestan por qué su corazón está desgarrado de dolor. Una mano invisible, una mano misteriosa, ha hincado, uno tras otro, a un tiempo, siete agudos puñales en ese corazón maternal, en ese corazón amoroso, en ese corazón magnánimo, y lo ha clavado contra el pecho: allí, acribillado de dolores inefables, está vivo ese corazón; está vivo, vive para el dolor, pero no palpita, no puede palpitar... El dolor ha hecho de ese corazón su blanco, ha asestado contra él y lo ha traspasado! Apagada la aureola de gloria, que coronara su cabeza, no obstante, en todo su continente resplandece una majestad tan grave, tan augusta, que infunde respeto e inspira reverencia. Tranquila, apacible, meditabunda: sus labios, cerrados, guardan silencio, callan; pero, con sus ojos, habla. Esos ojos, vivos, llorosos, entristecidos, se fijan en el que los mira, y, con elocuencia muda, le arguyen, le reconvienen. Cuando uno en tanto se atreve a fijarse de propósito en esos ojos elocuentes, esos ojos habladores le quedan mirando de hito en hito, y lo conturban, y lo avergüenzan y lo confunden: le desnudan el alma, y le echan en cara los pecados, con que uno ha causado a la Virgen esos sus recónditos dolores. Delante de ese cuadro, uno queda humillado; y la conciencia le clama allá dentro, en lo íntimo del alma, que de esa sangre, que tiñe los clavos y la corona de espinas, no está uno inocente. ¿Será esto, tal vez, un prodigio del arte? ¡Ah! no: el dibujo, los colores, la destreza del artista no tienen parte en esto: ahí le plugo ocultarse a la bondad divina y de ese papel se ha querido servir el Todopoderoso para hacer ostentación entre nosotros de su misericordia, de su gran misericordia, de su sorprendente misericordia, de su misericordia de nosotros tan inmerecida!».



Secundum histórica veritas, el texto transcrito precedentemente es parte de una de las preciosas homilías del eximio arzobispo, la cual pronuncióse el 20 de abril de 1909, en la iglesia de la Compañía de Jesús, in quitensis urbe, a los tres años del prodigio, constituyendo una de las paradigmáticas piezas de oratoria sagrada que en la patria púdose crear in honorem Mater Dolorosae.

Fotografía: Archivo Colegio Borja


Quizo la historia, admirabilis semper inter nos, que el discípulo más querido de González Suárez, monseñor Manuel María Pólit Lasso, Arzobispo de Quito, compusiese también algunas ideas célebres sobre la Madre Dolorosa cuando en 1931 conmemorábanse las Bodas de Plata del prodigio. In illo tempore, el benemérito purpurado escribió en una Carta Pastoral las siguientes expresiones que copiámoslas ex integro, en las que invoca a su egregio maestro y define a la Madre Dolorosa con elocuentes términos, ad pedem litterae: «…Llegada empero la crisis de la religión en nuestra república, esa crisis que el principal campeón del catolicismo entre nosotros comparó justamente con el paso del Mar Rojo por los israelitas, la gran Madre de Dios y Madre nuestra, se acordó de nosotros y de nuestros niños de ambos sexos, que iban a atravesar la época más peligrosa y fatal para ellos, la del laicismo, la de la educación laica, la de la Constitución sin Dios… …El milagro de la Dolorosa lo fue de amor y compasión para esta patria querida, que la Virgen en ese instante declaraba siempre suya: pero lo fue singularmente de predilección para los niños y jóvenes, y por esto se efectuó primero en el recinto de un colegio católico, aunque se reprodujera luego dos o tres veces más en los siguientes meses hasta julio, dentro de la iglesia o capilla de los PP. Jesuitas, ante varias personas. Ya hizo notar el limo. Sr. González Suárez que se verificó el milagro poco antes de que se implantara por mucho tiempo la educación laica de la niñez y juventud, para darnos aviso y voz de alarma, para indicarnos, agregaremos, dónde está el remedio y preservativo de tamaño mal. . . ¡Oh María, Virgen hermosa y santa. Madre de Dios y Madre nuestra! ¡cuánto nos has amado, cuánto has mirado por nosotros y especialmente por nuestros niños y niñas, con ojos de misericordia!. . . Bendita seas una y mil veces por este extraordinario amor!. Sé tú la Madre y al propio tiempo la Maestra y la Guía de la niñez y la juventud ecuatoriana, de nuestra arquidiócesis, de toda nuestra república!…».



Y el arzobispo Pólit Lasso agregaba, in diebus illis et in lingua latina, ante los homenajes que la patria preparaba para el magno jubileo: «Sicut qui thesaurizat, ita qui honorificat matrem suam/ Como quien acumula tesoros, así el que tributa honor a su madre», sabia cita bíblica que debemos practicar in vita nostra al tratarse de una madre y más cuando nos postramos de hinojos frente a la madre celestial in mundum universum.

Fotografía: Juan Carlos Alcívar

Ante la maternal mirada, inefable como inolvidable, que tanto nos cautivó en nuestra niñez y adolescencia en las aulas de los jesuitas, la mente inspírase en los más nobles pensamientos y el corazón inúndase de inmarcesible amor y desbórdase de exultante gozo y afecto filial para la Mater semper amata in vita communitatis. Y no es para menos cuando para muchos de nosotros el encuentro con la Madre Dolorosa es como una inopinada o fortuita serendipia de gratificante descubrimiento en nuestra vida. Y por eso, quid pro quo, la Madre Dolorosa sigue cautivándonos cual «Stella matutina» o «Estrella de la mañana» que alúmbranos refulgente en el camino, mientras en el tráfago de la existencia es una especie de «Stella maris» o «Estrella de los mares» que guíanos providencialmente en el terribilis mare magnum de nuestras vidas pues -cálida y digna de confianza- ha representado, a través del tiempo, la «Consolatrix afflictorum» o «Consuelo de los afligidos» en cada uno de los tremebundos instantes en los que la hemos buscado cual esplendente sol que ilumina a nuestras almas y refocila a nuestro espíritu para glorificar al Señor y ser testimonio de amor y servicio para nuestros prójimos, recordando ciertamente las enseñanzas de San Ignacio de Loyola cuando decíanos in Exercitia Spiritualia: «pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir».

Fotografía: Juan Carlos Alcívar

Y en esto radica la esencial impronta de la Madre Dolorosa para los auténticos ex alumnos de los jesuitas: en el magisterio del servicio a los demás, en donde ella -como «Mater amabilis» o «Madre amable»- es una maestra que inspira para servir a todos ex tota fortitudine/ con todas las fuerzas, sin esperar nada a cambio, pues solo el que ama sirve y quien no ama para servir no sirve para amar, singular enseñanza de la Mater Dolorosa por la que debemos «SER MÁS PARA SERVIR MEJOR», consigna muy familiar para un antiguo alumno de la Compañía de Jesús, donde subyace el verdadero sentido del «MAGIS» ignaciano, que permite vivir la vida con un especial fin de servicio y no de competencia inter nos in nostra Sancta Mater Ecclesia. En consecuencia, ayúdase al prójimo dando lo mejor de sí, mientras diem per diem preparámonos más para servir mejor a los hermanos, a quienes ganamos por el amor con el que hácense las cosas, despertando en sí mismo y en los demás grandes deseos para el Señor, Providentissimus Deus, bajo el amparo de la Madre Dolorosa, Mater veneranda in nostra communitate.

Fotografía: Archivo Colegio Borja

Ergo, clamamus omnes: «Monstra te esse matrem»/ Entonces, clamamos todos: «Muestra que eres madre», pues en toda circunstancia, en todo momento, en toda tribulación o adversidad como en todo instante feliz de la existencia la Mater Dolorosa nunca deja de mostrarnos que es de veras una «Mater bonae consilii» o «Madre del buen consejo», a la cual seguimos como estrella salvadora y por quien podemos exclamar junto a San Bernardo: «Pro María nunquam satis/ Nunca será bastante lo que hágase por María». Así pues, convencidos de vehementi de la veracidad de semejante expresión de San Bernardo dedicamos estas pobres ideas en este ensayo a la Mater semper amata in vita nostra, junto al riquísimo y copioso compendio de creaciones literarias que han dedicádose para ella in historia nostra con la elocuencia de los oradores sagrados, las poesías de prodigiosos vates, el talento de los grandes escritores o el armonioso canto y la meliflua música de nuestros compositores in honorem Mater Dolorosae, Mater Dei et Mater Nostra in patria aequatorianae sicut erat in principio, et nunc et semper et usque ad consummationem saeculi.


Diego Demetrio Orellana

Datum Concha, super flumina Tomebamba, mensis aprilis, die XX, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVII, in sollemnitate Paschalis.

OPINIONES CIUDADANAS



Dedicado para los que quieren profundizar 
más su conocimiento de lo que significa 
esta santa imagen. Tremendo trabajo
 Diego Demetrio Orellana.
Un fuerte abrazo amigo.
**********************************************

Cuerpo del mensaje

lunes, 10 de abril de 2017

RICARDO MONTESINOS: 70 AÑOS DE VIDA IN HONOREM ARTIS




In honorem Conchae/ En honor de Cuenca, el Museo Municipal de Arte Moderno «Luis Crespo Ordóñez» presenta desde este 12 de abril del año 2017 una amplia exposición plástica de Ricardo Montesinos Vial, figura señera y excelsa del mundo artístico nacional y epónimo artista que, ad initium tertio millenio/ a inicios del tercer milenio, es como el fons et culmen de la historia del arte local en los últimos 50 años.



Hallándose ya en la edad provecta, en el instante en que cúmplense 70 años de su nacimiento, acaecido en Pucará, Azuay, el 14 de abril de 1947, Ricardo Montesinos Vial ha querido celebrar su septuagésimo aniversario ofreciendo a la comunidad cuencana una mega muestra de su creación artística, en donde puédese contemplar la gran calidad y el talento que catapúltanlo como un singular artífice de la pintura en nuestro medio, pues Ricardo es icónico en el panorama cultural cuencano y perdurará in aeternum en el horizonte artístico de la capital de la morlaquía y de la patria.




El observador enfréntase a un compendio de creaciones que develan per se una figuración personalísima que, tanto por lo expresiva cuanto por lo novedosa,  remítenos a las curiosas ideas del artista y a su gran creatividad para concebir sus trabajos con un crítico modo de expresión plástica por el que, ad experimentum, yuxtapone en el lienzo sorprendentes figuras que encandilan el alma de todos cuantos obsérvanlas deleitándose con un puntillista trabajo en donde el color refulge luminoso puesto que en la actualidad Montesinos es un colorista par excellence, con un diestro manejo del espacio pictórico donde recréanse conmovedoras escenas que reflejan la realidad en su más pura esencia o distorsiónanla dejando, a ojos vista, la lindeza de los recursos artísticos que utiliza, de momento ad momentum, para revelarse como un mago de las artes en donde todo cuanto plantéase es sui genéris, original y digno de grata estupefacción.



Como autodidacta y compulsivo investigador ha adquirido un lenguaje personal, un estilo propio e inconfundible, así como una técnica singular por la que identifícase con fuerte personalidad en el mundo artístico ecuatoriano. Quid pro quo, debido a esta condición, el artista sabe con -apodíctica certidumbre- la precisa forma para plasmar sus creaciones en magníficas obras de arte, mientras su admiración por El Greco, Velázquez, Gaudí, Guayasamín, Van Gogh, Picaso, Miguel Ángel y todos los eminentes genios de la historia del Arte, a los cuales reinterpreta con gran talento, ha llevádolo a crear novedosas apropiaciones de epónimas obras maestras de la historia del arte universal en las que imprime un auténtico modo de expresión artística que hácelo original inter nos in nostra communitate.



La prodigiosa pintura de Montesinos, por otra parte, es fruto de un permanente proceso de experimentación plástica en donde subyace una curiosidad intelectual que ha permitídole transitar por una serie de lenguajes que consolidaron su marca personal, a través de los años, hasta definirse como el más fuerte expresionista del arte ecuatoriano super flumina Tomebamba. Su gusto personal por determinados personajes de la historia, entre los cuales hállase Bolívar, demuestra una perseverante manera de interesarse por conocer a maxima ad minima a quienes han sido figuras cimeras que, desde el arte, son siempre puntos focales sobre los cuales devélase todo un amplio conocimiento de la naturaleza humana.



Su técnica más depurada, la cual puédesela llamar como «termoimpronta» es aquella con la que consigue fuertes y vigorosos colores que vivifican a sus creaciones para que parezcan semper vivens inter nos



En la madurez de su vida el artista es un colorista par excellence, característica esencial que prueba su gran evolución plástica a la vez que erígelo como un egregio maestro in conchensis urbe, ad futuram rei memoriam. Esta esplendente madonna representada a la manera de un ícono de la Iglesia bizantina, confírmalo in spiritus et veritas ad nostra contemplationem.




Su técnica es el fruto de profundas investigaciones sobre la plástica de las culturas ancestrales, por las cuales ha tenido un interés mayúsculo a punto tal de constituir un acucioso y devoto investigador de las ucuyayas, figuras milenarias de Narrío, que han inspirado constantemente en su producción artística.






Más allá de ello, in honorem libertatis, Ricardo es un amante de la libertad, un buscador incansable de nuevos horizontes, un impredecible explorador de temas y técnicas, lo que ha llevádolo a considerar con ataraxia que «la persona investigadora es conflictiva», pues -dicha sea la verdad- la investigación crea conflicto en un medio donde el conocimiento espanta a quienes no quieren aceptar que debemos ser siempre una especie de «cooperatores veritatis» o «cooperadores de la verdad». 




Desde esta perspectiva, para Montesinos: «la falta de conocimiento crea conflictividad» y desde este aspecto el artista cree que no debemos refugiarnos en la ignorancia por no saber investigar. Desde el prisma plástico, el maestro cree que «la falta de conocimiento creó la abstracción», idea que, a contrario sensu, equivale a decir que «el conocimiento destruye la abstracción». Estas personalísimas concepciones han sido el verdadero leit motiv para que Ricardo haya perseverado como un artista que pinta todo el tiempo por el gusto de crear, mientras experimenta el llamado «gaudium de veritate» o «gozo de buscar la verdad». Así, el artista defínese como un rebelde de la historia del arte cuencano y ha provocado todo el tiempo la confrontación de realidades contrapuestas en sus proyectos plásticos.




 Por ello es que todas las obras del egregio artista poseen un estilo personalísimo con el que, sub specie instantis, vuélvese dramático, lúdico o confrontativo al incluir en su trabajo distorsionadas figuras que parapétanse como elementos estéticos que consolídanse por los fuertes contrastes coloristas, aplicando un empaste grueso con agresivas pinceladas o sutiles maneras de pigmentación del color para producir, ante omnia, una nueva forma de concebir las cotidianas realidades bajo la trepidante capacidad expresiva con la que nos sorprende siempre cada vez que miramos sus nuevos proyectos artísticos.

Su serie de catedrales gaudianas es un ejemplo paradigmático de la desbordante capacidad imaginativa del artista y las múltiples posibilidades que su pincel proyecta cuando un tema apasiónalo ex tota anima sua para graficar originales obras que encandilan el alma y encantan de profundis por su fuerza expresiva y su chispeante ingenio.



Entre las novísimas creaciones del maestro hállanse unas sorprendentes apropiaciones de «Las meninas», el cuadro paradigmático de Velázquez en donde la familia de Felipe IV despliégase sobre el lienzo con grandes efectos compositivos que hicieron del genio español del Barroco un símbolo refulgente del arte universal. Bien puédese decir, in urbe nostra, que solo Montesinos ha sido el conspicuo artista que ha logrado reinterpretar a las meninas, sub specie aeternitatis, como una copiosa fuente de creatividad, diversidad y genialidad denotando la gran experticia del último período estilístico del maestro, en su madurez plena. 





Así, desde la crítica especializada, digamos in stricta iustitia  que las meninas de Montesinos sorpréndennos por la flexibilidad con que cada una fue pensada en un multicolor espectro y policrómico aspecto por el que créase una atmósfera donde las figuras situadas en primer plano represéntanse vigorosas, expresivas y simbólicas en un contexto que habría sorprendido al propio Velázquez in historia mundi.



Es grato escribir un ensayo sobre el más grande pintor expresionista que este suelo ha entregado a la patria cuando no son solo las afinidades artísticas las que compártense diem per diem in camera caritatis cuanto la leal amistad que pervive inter nos et in aeternum pese a ciertas adversidades. «Vera amicitia pulchra est/ La verdadera amistad es pulcra» dícese desde los inmortales tiempos de la antigua Roma y, en efecto, creemos con acrimonia que una auténtica amistad es siempre traslúcida, limpia, cristalina y diáfana desde todo punto de vista sicut erat in principio et nunc et semper et in saecula saeculorum.


Cum accurata diligentia, las obras de la presente exhibición artística nos muestran a un Montesinos renovado y redivivo, vigoroso e impredecible, genial y sorpresivo en un momento en que su aporte artístico es ya un valioso legado para las presentes y futuras generaciones in patria aequatorianae et in saecula saeculorum.


Diego Demetrio Orellana

Datum Concha, mensis aprilis, die XII, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVII.

EL TRANVÍA: UN LIBRO DENUNCIA IN HISTORIA NOSTRA



«Quod scripsi scripsi/ Lo escrito escrito está» dícese desde inmemoriales tiempos  cuando leemos una obra que habrá de perdurar in aeternum al registrar los hechos que nunca débense olvidar en la vida de una comunidad.




Este libro cumple justamente ese papel pues está escrito para la posteridad. Su autor, el ingeniero Eduardo Cardoso Martínez, es un destacado personaje que en los últimos años ha llevado con valentía una cívica y solitaria lucha por defender a Cuenca de uno de los atropellos más infames que pudo planificarse en contra de su fisonomía. Nos referimos a la ejecución del proyecto «Tranvía 4 Ríos de Cuenca», supuesto adelanto que a nombre del progreso ha perturbado, per fas et per nefas, la vida de los cuencanos, mientras ha enmarañádose con una serie de escándalos que ofenden a nuestra inteligencia y agravian la dignidad y la ética, al socaire del respeto que merecemos los habitantes de la capital de la morlaquía, que hemos soportado hasta el hastío la más atrevida insolencia en la implementación de un proyecto que, a ojos vista, no parece solucionar los graves problemas de movilidad que tiene la urbe.






El proyecto no fue concebido para proponer un verdadero cambio a la capital azuaya sino como un capricho electoral enarbolado como juguete de campaña del alcalde Paúl Granda López, un iluso burgomaestre que no supo dimensionar el rol histórico que estaba llamado a cumplir cuando catapultóse a ocupar el principal sillón municipal de la ciudad «Atenas del Ecuador» y «Patrimonio Cultural de la Humanidad», mientras su sucesor, Marcelo Cabrera Palacios, no exímese de responsabilidad plena ante esta infamia cuando no tuvo la valentía de detenerla, mientras por causa de su lenidad y pusilanimidad el proyecto «Tranvía de los Cuatro Ríos de Cuenca» ha seguido su curso en un sinuoso proceso que es causa de ludibrio y oprobio in urbe nostra, a la vez que invoca un defraude ante el alcalde, por haber ofrecido que no continuaría con su implementación, promesa incumplida que condénalo ab aeterno como una autoridad sobre la que pesa el horribilis mare magnum que el tranvía ha causado y que esta publicación lo registra como fiel testimonio de un asunto que no débese quedar libre del juzgamiento de la historia.



Prácticamente desde los mismos instantes en que el proyecto «Tranvía de los Cuatro Ríos de Cuenca» anunciábase, Eduardo Cardoso Martínez representó una voz de alerta que supo advertirnos de las incongruencias, inconsistencias e inconveniencias del sistema. Hoy, a las puertas de su funcionamiento, todos percibimos con diáfana claridad que este proyecto complicará más los problemas de tránsito que adolece la ciudad y cuando el tiempo ha dado la razón a Eduardo sus valientes denuncias no deben representar «la vox clamantis in deserto» o «la voz que clama en el desierto». Por ello, esta obra adquiere auténtico sentido al momento que su autor ha querido compilar en ella todas sus valiosas observaciones, las cuales, dicha sea la verdad, a pesar de haber sido planteadas con gran conocimiento, nunca fueron escuchadas por el  poder de turno.


Por eso, era menester que Eduardo consolide esta publicación ad futuram rei memoriam demostrándonos sus particulares dotes para la pluma, pues las incidencias del galimatías que ha implicado el tranvía están escritas de modo claro, concreto, frontal y directo, haciendo que el lector comprenda los complejos aspectos técnicos del tranvía, que podrían ser tediosos hasta para los técnicos, mas en la pluma de Eduardo vuélvense entendibles por su grácil estilo y la deliciosa sencillez con que escribiéronse.



Y el talento que nótase en la pluma de Eduardo Cardoso Martínez no es fortuito ni casual. En sus antepasados existe vena literaria cuando Juventino Vélez, el fundador del diarismo en Cuenca, es uno de sus distinguidos ancestros, mientras la familia Martínez ha tenido una natural predisposición para la escritura y ha embebídose también de la luminosa presencia de Manuel María Palacios Bravo, el poeta gongoriano de Cuenca, pluma egregia que in excelsis ha brillado con luz propia en el parnaso de la morlaquía.



Y gracias a esta cualidad innata de Eduardo puédese comprender su gran ingenio, a nativitate, al momento de escribir este libro, ya que el tranvía indujo a su prodigiosa imaginación para narrar los sucesos que este «invento» ha producido desde dos escenarios: la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, en donde vivimos las trepidantes y conmocionadas circunstancias que el tranvía ha ocasionado, y Ciudad Ilusiones, concebida como urbe gemela de la capital del austro ecuatoriano, donde acontecen, paradójicamente, los fantasiosos vericuetos que el proyecto tranvía lleva consigo, con el iluso alcalde que lo concibió, los ilusionados concejales que irresponsablemente aprobaron el proyecto, los fantasiosos técnicos que lo han ejecutado y los ambiciosos y pishquistas personajes que, entontecidos por el dinero y sin escrúpulo alguno ni valores éticos, hicieron lo posible y lo imposible para imponernos un supuesto adelanto para el progreso de Cuenca.


Los textos creados bajo este contexto narrativo relucen de veracidad y en ocasiones vuélvense ipso facto desenfadados y burlescos, pero siempre vivos de fuerza expresiva, mientras los hechos que suceden, diem per diem, en Ciudad Ilusiones, revístense de hilaridad para caricaturizar a los inefables personajes que atropellaron a Cuenca al imponernos el tranvía, sin que nadie pueda impedirlo para desgracia de la «ciudad cargada de alma», en una atmósfera en donde las ocurrencias de Eduardo son conceptuosas y elocuentes, llenas de energía y concentrada pasión, mientras su notable capacidad para escribir cosas hilarantes nos deja siempre absortos gracias a ese espíritu observador del que guíase para ridiculizar el cantinflesco modus operandi con el cual el tranvía ha implementádose en Cuenca haciendo que este hecho histórico quede narrado para las presentes y futuras generaciones que no deberán jamás olvidar que, ad initium tertio millenio/ a inicios del tercer milenio, Cuenca del Ecuador fue el escenario de estrepitosas actuaciones con las cuales, al grito del progreso, atentóse contra su esencia engolfándola hacia un tenebroso momento en el que, ad verecundiam, el tranvía es atropello e infamia que expavécenos de profundis in anima nostra.



Mas la fuerte convicción y el admirable espíritu cívico de Eduardo Cardoso Martínez forjaron el temple para convertirlo en un luchador nato frente a las barbaridades que el proyecto tranvía ha inficionádonos en la comunidad cuencana. Y su lucha por la verdad y la justicia ha tenido un caro precio cuando el alcalde Paúl Granda López y sus secuaces intentaron enjuiciarlo por sus valientes denuncias, en un contexto en donde decir la verdad con acrimonia parece un crimen, mientras estos intentos de criminalización de una lucha honesta solo son las argucias de las que válense rapaces personajes para amilanar a las conciencias de quienes, como Eduardo, deliberantes, rebeldes y altivos, enfréntanse a los que sírvense de las malas artes del engaño para hacer de las suyas creyendo que vivimos en un medio sin Dios ni ley. Y como no podía ser de otra manera, Eduardo incluye las incidencias de esta persecución dentro de la obra como testimonio de que el miedo no le ha sido conocido hasta el punto de no renunciar jamás a su ánimo de buscar justicia y verdad en el proyecto tranvía.



 Acertada pues la decisión de Eduardo para dejar escritas en un libro todas las cosas infames que no débense ocultar ad perpetuam rei memoriam/ para perpetua memoria. Estamos seguros de que todos cuantos tengan la oportunidad de leer esta obra habrán de descubrir a un escritor sensible, de aguerrido temple, justiciero y luchador que ha querido, con esta obra, reivindicar a Cuenca de uno de los más graves atentados cometidos en su contra in honorem invencibilis ignorantia et stultitia.

Diego Demetrio Orellana

Datum Concha, apud flumina Tomebamba, mensis februarii, die XX, currentis Anno Domini MMXVII, octava Dominica in Sexagesima.