jueves, 20 de abril de 2017

20 DE ABRIL: MATER DOLOROSA: MATER NOSTRA SEMPER AUGUSTA

Fotografía: Juan Carlos Alcívar

Pulcherrima ante omnia et super omnia/ Hermosísima ante todo y sobre todo, la Dolorosa del Colegio «San Gabriel» impacta de profundis a todos quienes contémplanla vis a vis en el cuadro original del milagro del 20 de abril de 1906. Su espectacular belleza introyéctase en su dulce mirada que refléjala impertérrita tanto por la ternura que exhibe frente a la innata tristeza de su semblante cuanto por la maternal dulzura que nos compele para postrarnos de hinojos frente a su solemne presencia que devélala como una madre que no se cansa de esperar. La cromolitografía de 52 centímetros de largo por 40 de ancho sorprende por los sutiles colores con que la virgen fue retratada en una atmósfera donde el azul verdoso o el verde azulado del sagrado manto es peculiarmente originalis et singularis ad nostra contemplationem, en tanto la amarillez y la palidez del maternal rostro no pueden ser más elocuentes para evocar vívidamente el quebranto de la madre ante la muerte de su Hijo Santísimo, toda vez que el rosáceo color del vestido de la Mater admirabilis y el rojo atenuado de su corazón doliente conforman un contraste cromático sobre el que resáltase la espartana paciencia y la sublime serenidad con la que enfrenta la angustia, sin perder la calma ni la ataraxia y sin dejar el amor con el que nos muestra su maternal afecto.

Fotografía: Juan Carlos Alcívar


Secundum scripturas, hallábase al pie de la cruz, en el momento clímax del Sumo Sacrificio en el Gólgota, cuando el Divino Redentor dijo a San Juan: «Ecce Mater tua/ He aquí tu Madre». En los actuales días estas palabras pueden perfectamente invocar, para todos los ex alumnos jesuitas del Ecuador, a la Dolorosa del Colegio, a quien concebímosla como a nuestra verdadera madre celestial in patria aequatorianae. El evangelio concluye con esta expresión: «Y desde aquel momento el discípulo amado se la llevó a su casa». Así, post mortem Christi, la Mater Dolorosa fue adoptada como «Mater Dei et Mater Nostra/ Madre de Dios y Madre Nuestra» para todo el género humano, siendo también in aeternum, en la comunidad eclesial, la «Mater Ecclesiae» o «Madre de la Iglesia». Mas, in patria nostra, ese retrato peculiar es singularísimo puesto que atibórrase de simbolismo, al incluir en toda la imagen los elementos que encarnan, en conjunto, a la pasión de Jesucristo, Dominus ac Redemptor, como la corona de espinas que la sacrosanta virgen abraza con su diestra en su seno maternal y los clavos de la crucifixión que porta delicadamente en su mano izquierda, mientras la serenidad de su rostro es magistral frente al rictus de dolor en su semblante, sin paroxísticos dramatismos ni exagerados impresionismos en su natural condición de Mater Lacrimosa. Cual maestra del dolor, la Dolorosa del Colegio es sui generis, en su efigie, a capite ad calcem, ya que la figura de la sagrada imagen rompe los esquemas tradicionales de la iconografía católica romana para graficar a la Virgen Dolorosa, Mater Christi, a la cual píntasela siempre, en el Calvario, junto a la Cruz y con el apóstol San Juan, imagen universalmente reconocida por cualquier fiel católico romano in omnia terra.

Fotografía: Archivo Colegio Borja


Uno de los hombres más inteligentes que el Ecuador ha dado al mundo es monseñor Federico González Suárez, Arzobispo emérito de Quito y excelso historiador de la república, quien la define así, de verbo ad verbum: «... ¡La Dolorosa!... Mirad... Ese rostro augusto no tiene la inmaculada frescura de la juventud, sino la gravedad serena de la edad provecta: pálido, enjuto, demacrado; las facciones virginales intactas, bañada en honda tristeza la intencional mirada revelando está cuán amarga es la angustia, que le oprime el alma. La corona de espinas, sostenida por la mano derecha en el regazo maternal; el manojo de clavos, tintos en sangre, recogido amorosamente con la izquierda, manifiestan por qué su corazón está desgarrado de dolor. Una mano invisible, una mano misteriosa, ha hincado, uno tras otro, a un tiempo, siete agudos puñales en ese corazón maternal, en ese corazón amoroso, en ese corazón magnánimo, y lo ha clavado contra el pecho: allí, acribillado de dolores inefables, está vivo ese corazón; está vivo, vive para el dolor, pero no palpita, no puede palpitar... El dolor ha hecho de ese corazón su blanco, ha asestado contra él y lo ha traspasado! Apagada la aureola de gloria, que coronara su cabeza, no obstante, en todo su continente resplandece una majestad tan grave, tan augusta, que infunde respeto e inspira reverencia. Tranquila, apacible, meditabunda: sus labios, cerrados, guardan silencio, callan; pero, con sus ojos, habla. Esos ojos, vivos, llorosos, entristecidos, se fijan en el que los mira, y, con elocuencia muda, le arguyen, le reconvienen. Cuando uno en tanto se atreve a fijarse de propósito en esos ojos elocuentes, esos ojos habladores le quedan mirando de hito en hito, y lo conturban, y lo avergüenzan y lo confunden: le desnudan el alma, y le echan en cara los pecados, con que uno ha causado a la Virgen esos sus recónditos dolores. Delante de ese cuadro, uno queda humillado; y la conciencia le clama allá dentro, en lo íntimo del alma, que de esa sangre, que tiñe los clavos y la corona de espinas, no está uno inocente. ¿Será esto, tal vez, un prodigio del arte? ¡Ah! no: el dibujo, los colores, la destreza del artista no tienen parte en esto: ahí le plugo ocultarse a la bondad divina y de ese papel se ha querido servir el Todopoderoso para hacer ostentación entre nosotros de su misericordia, de su gran misericordia, de su sorprendente misericordia, de su misericordia de nosotros tan inmerecida!».



Secundum histórica veritas, el texto transcrito precedentemente es parte de una de las preciosas homilías del eximio arzobispo, la cual pronuncióse el 20 de abril de 1909, en la iglesia de la Compañía de Jesús, in quitensis urbe, a los tres años del prodigio, constituyendo una de las paradigmáticas piezas de oratoria sagrada que en la patria púdose crear in honorem Mater Dolorosae.

Fotografía: Archivo Colegio Borja


Quizo la historia, admirabilis semper inter nos, que el discípulo más querido de González Suárez, monseñor Manuel María Pólit Lasso, Arzobispo de Quito, compusiese también algunas ideas célebres sobre la Madre Dolorosa cuando en 1931 conmemorábanse las Bodas de Plata del prodigio. In illo tempore, el benemérito purpurado escribió en una Carta Pastoral las siguientes expresiones que copiámoslas ex integro, en las que invoca a su egregio maestro y define a la Madre Dolorosa con elocuentes términos, ad pedem litterae: «…Llegada empero la crisis de la religión en nuestra república, esa crisis que el principal campeón del catolicismo entre nosotros comparó justamente con el paso del Mar Rojo por los israelitas, la gran Madre de Dios y Madre nuestra, se acordó de nosotros y de nuestros niños de ambos sexos, que iban a atravesar la época más peligrosa y fatal para ellos, la del laicismo, la de la educación laica, la de la Constitución sin Dios… …El milagro de la Dolorosa lo fue de amor y compasión para esta patria querida, que la Virgen en ese instante declaraba siempre suya: pero lo fue singularmente de predilección para los niños y jóvenes, y por esto se efectuó primero en el recinto de un colegio católico, aunque se reprodujera luego dos o tres veces más en los siguientes meses hasta julio, dentro de la iglesia o capilla de los PP. Jesuitas, ante varias personas. Ya hizo notar el limo. Sr. González Suárez que se verificó el milagro poco antes de que se implantara por mucho tiempo la educación laica de la niñez y juventud, para darnos aviso y voz de alarma, para indicarnos, agregaremos, dónde está el remedio y preservativo de tamaño mal. . . ¡Oh María, Virgen hermosa y santa. Madre de Dios y Madre nuestra! ¡cuánto nos has amado, cuánto has mirado por nosotros y especialmente por nuestros niños y niñas, con ojos de misericordia!. . . Bendita seas una y mil veces por este extraordinario amor!. Sé tú la Madre y al propio tiempo la Maestra y la Guía de la niñez y la juventud ecuatoriana, de nuestra arquidiócesis, de toda nuestra república!…».



Y el arzobispo Pólit Lasso agregaba, in diebus illis et in lingua latina, ante los homenajes que la patria preparaba para el magno jubileo: «Sicut qui thesaurizat, ita qui honorificat matrem suam/ Como quien acumula tesoros, así el que tributa honor a su madre», sabia cita bíblica que debemos practicar in vita nostra al tratarse de una madre y más cuando nos postramos de hinojos frente a la madre celestial in mundum universum.

Fotografía: Juan Carlos Alcívar

Ante la maternal mirada, inefable como inolvidable, que tanto nos cautivó en nuestra niñez y adolescencia en las aulas de los jesuitas, la mente inspírase en los más nobles pensamientos y el corazón inúndase de inmarcesible amor y desbórdase de exultante gozo y afecto filial para la Mater semper amata in vita communitatis. Y no es para menos cuando para muchos de nosotros el encuentro con la Madre Dolorosa es como una inopinada o fortuita serendipia de gratificante descubrimiento en nuestra vida. Y por eso, quid pro quo, la Madre Dolorosa sigue cautivándonos cual «Stella matutina» o «Estrella de la mañana» que alúmbranos refulgente en el camino, mientras en el tráfago de la existencia es una especie de «Stella maris» o «Estrella de los mares» que guíanos providencialmente en el terribilis mare magnum de nuestras vidas pues -cálida y digna de confianza- ha representado, a través del tiempo, la «Consolatrix afflictorum» o «Consuelo de los afligidos» en cada uno de los tremebundos instantes en los que la hemos buscado cual esplendente sol que ilumina a nuestras almas y refocila a nuestro espíritu para glorificar al Señor y ser testimonio de amor y servicio para nuestros prójimos, recordando ciertamente las enseñanzas de San Ignacio de Loyola cuando decíanos in Exercitia Spiritualia: «pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir».

Fotografía: Juan Carlos Alcívar

Y en esto radica la esencial impronta de la Madre Dolorosa para los auténticos ex alumnos de los jesuitas: en el magisterio del servicio a los demás, en donde ella -como «Mater amabilis» o «Madre amable»- es una maestra que inspira para servir a todos ex tota fortitudine/ con todas las fuerzas, sin esperar nada a cambio, pues solo el que ama sirve y quien no ama para servir no sirve para amar, singular enseñanza de la Mater Dolorosa por la que debemos «SER MÁS PARA SERVIR MEJOR», consigna muy familiar para un antiguo alumno de la Compañía de Jesús, donde subyace el verdadero sentido del «MAGIS» ignaciano, que permite vivir la vida con un especial fin de servicio y no de competencia inter nos in nostra Sancta Mater Ecclesia. En consecuencia, ayúdase al prójimo dando lo mejor de sí, mientras diem per diem preparámonos más para servir mejor a los hermanos, a quienes ganamos por el amor con el que hácense las cosas, despertando en sí mismo y en los demás grandes deseos para el Señor, Providentissimus Deus, bajo el amparo de la Madre Dolorosa, Mater veneranda in nostra communitate.

Fotografía: Archivo Colegio Borja

Ergo, clamamus omnes: «Monstra te esse matrem»/ Entonces, clamamos todos: «Muestra que eres madre», pues en toda circunstancia, en todo momento, en toda tribulación o adversidad como en todo instante feliz de la existencia la Mater Dolorosa nunca deja de mostrarnos que es de veras una «Mater bonae consilii» o «Madre del buen consejo», a la cual seguimos como estrella salvadora y por quien podemos exclamar junto a San Bernardo: «Pro María nunquam satis/ Nunca será bastante lo que hágase por María». Así pues, convencidos de vehementi de la veracidad de semejante expresión de San Bernardo dedicamos estas pobres ideas en este ensayo a la Mater semper amata in vita nostra, junto al riquísimo y copioso compendio de creaciones literarias que han dedicádose para ella in historia nostra con la elocuencia de los oradores sagrados, las poesías de prodigiosos vates, el talento de los grandes escritores o el armonioso canto y la meliflua música de nuestros compositores in honorem Mater Dolorosae, Mater Dei et Mater Nostra in patria aequatorianae sicut erat in principio, et nunc et semper et usque ad consummationem saeculi.


Diego Demetrio Orellana

Datum Concha, super flumina Tomebamba, mensis aprilis, die XX, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVII, in sollemnitate Paschalis.

OPINIONES CIUDADANAS



Dedicado para los que quieren profundizar 
más su conocimiento de lo que significa 
esta santa imagen. Tremendo trabajo
 Diego Demetrio Orellana.
Un fuerte abrazo amigo.
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