jueves, 12 de octubre de 2017

COLEGIO RAFAEL BORJA: SOLLEMNIS ANNIVERSARIUS IN CONCHENSE URBE


Ad sollemnitatem in conchense urbe/ Con solemnidad en la urbe cuencana, hoy jueves 12 de octubre del año 2017 cúmplense 80 años de la fundación del colegio «Rafael Borja», en los actuales días convertido en la Unidad Educativa Particular Borja. 

Rosa Malo Valdivieso, viuda del doctor Rafael Borja


Sicut magno anniversarius in historia nostra, la celebración nos compele para rememorar, secundum histórica veritas, que un día como hoy, el 12 de octubre del año del Señor de 1937, a las 8:00, el entonces obispo de la diócesis de Cuenca, monseñor Daniel Hermida Ortega, celebró una Missa Sollemnis para establecer oficialmente el colegio «Rafael Borja» en la llamada Casa de San Rafael, sitio donde hoy levántase el hotel «El Dorado», predio donado por doña Rosa Malo Valdivieso, viuda del doctor Rafael Borja, bajo cuyo patronazgo los padres jesuitas, administradores de la naciente institución, bautizaron al colegio de la Compañía de Jesús que creábase en Cuenca ad maiorem Dei gloriam.




La Missa Sollemnis del Espíritu Santo con la que el colegio «Rafael Borja» nacía precedió a un TE DEUM en acción de gracias por la creación del establecimiento secundario, dos ceremonias religiosas que, ad sollemnitatem, dan cuenta del profundo signo cristiano con el que fundábase la institución jesuita en Santa Ana de los Ríos de Cuenca, «Ciudad Eucarística y Mariana» par excellence que, ad portas, abríase alborozada para recibir a los primeros jesuitas que, in diebus illis/ en aquellos días, iniciaban su apostólica labor educacional. Cum grata recordationem consignamos aquí sus nombres ad perpetuam rei memoriam: P. José Urarte, SJ, nombrado rector, P. Cristóbal Sánchez, SJ, Prefecto de estudios; P. José Rodríguez Albornoz, SJ; P. Francisco Vázconez, SJ; junto a los hermanos coadjutores José Félix Rodríguez Guijarro, SJ y José Lexardi, SJ.


Concluido el TE DEUM dióse paso a la Sesión Solemne de la fundación del colegio «Rafael Borja» y tomó la palabra el doctor Remigio Crespo Toral, quien era por entonces uno de los últimos ex alumnos jesuitas vivientes, en el legendario colegio «San Luis» que, entre 1869 y 1876, había sido administrado por la Compañía de Jesús, apud flumina Tomebamba. La verdad sea dicha, el hecho no es una mera coincidencia y debémoslo más bien de considerar como una providencial confluencia que auguraba la proficua labor intelectual, propia de los jesuitas in nostra Sancta Mater Ecclesia. Efectivamente, un viejo alumno de la Compañía de Jesús -convertido en patriarca de las letras cuencanas- augura palabras de éxito al naciente colegio jesuita, cual albricias de dicha y fortuna, mientras per se daba testimonio de su formación ignaciana, in corpore et in anima, en tanto representaba, en el parnaso de la morlaquía, un intelectual de nombradía forjado bajo la égida de los jesuitas en el entonces colegio «San Luis» del siglo decimonónico.



Cuando los talentosos hombres nacidos para la oratoria hacen uso de la palabra sus ideas son dignas de pervivir inmarcesibles in historia mundi y por ello, bien vale aquí extraer las cosas más exquisitas del célebre discurso de Crespo Toral en la fundación del Borja rememorando, ad futuram rei memoriam, el paso de los hijos de San Ignacio de Loyola por la capital de la morlaquía en el siglo XIX. En efecto, en el histórico discurso hácese alusión a dicho instituto de «San Luis», en el mismo espacio que ocupara el colegio colonial de los jesuitas de Cuenca expulsados en el año del Señor de 1767.



Pero escuchemos a Crespo Toral de verbo ad verbum: «… Los que aprendimos a rezar y cantar bajo las cúpulas del templo de nuestra predilección, lo contemplamos en este momento arrogantemente mantenido con su pátina secular, en el corazón de la villa, presidiendo las faenas del comercio y la cultura, la educación y el taller. Resuena aún a nuestros oídos el timbre de sus campanas que congregaban a la oración o a los estudios, persiste la imagen de sus maravillosos altares de oro y grana, la de las inscripciones tumulares de su bendito suelo donde reposaban los piadosos antepasados; la de las puertas laterales de entrada al ámbito del patio y de las aulas y a la reconditez del jardín donde presidía la virgen –la española, vestida de blanco y azul-, ayer resucitada también a patrocinar las faenas universitarias: legado ella de la Compañía, dichosa imagen que guarda la tradición de los doctos estudios, hechizo de secular devoción, testimonio de persistente gratitud a la casa religiosa, aristocracia de las Ordenes regulares, hogar de nuestra fe, que para volver al Tomebamba nos dejó en prenda a la santa doncella de su amor…» (1).

Padre Miguel Franco, SJ, de progenie italiana


Conviene extraer otro parágrafo del discurso de Crespo Toral, que habla de los jesuitas que llegaron a Cuenca para dirigir el colegio «San Luis». Leámoslo in scriptis: «… Cuenca recibió jubilosamente a sus antiguos sapientes directores. Los presidía el padre Miguel Franco, de progenie italiana, varón de luces y de prudencia y alto gobierno; el sabio Capelleti hijo también de Italia; lo acompañaban Gangoiti, D. Gómez, Pérez Barba, Echeverría, Santisteban, Barrenechea y E. Sánchez, españoles; los ecuatorianos M. J. Proaño, Roberto Sosa, Antonio y Miguel Garcés; los colombianos Pies Chacón y Mogollón. Se incorporaron a los profesores algunos noveles jesuitas que no habían completado su formación: González Suárez, muy en breve altísima celebridad. Abelardo Moncayo, de tanto relieve en el campo liberal, al cual pasó desde el de la Compañía, Emilio Chiriboga, Eloy Proaño y Vega secularizados también…» (2).


Luego, Crespo Toral recordaba asimismo a sus maestros jesuitas más relevantes diciendo stricto sensu: «…En el memorial de aquel hermoso episodio de nuestra ilustración prevalecen la docta enseñanza clásica de González Suárez, la sapiente de Gangoiti, nobilísimo vasco, más tarde eminencia científica como director del Observatorio de la Habana; la del filósofo Proaño, gloria de la cátedra y del púlpito, la del maestro de música Barrenechea, al que debemos los nuevos cánticos y glosas de mayo y las sesiones filarmónicas inclusas en las veladas literarias, delicia y pasatiempo que habían de ser costumbre en nuestra comunidad intelectual… Compañeros, se han prolongado nuestros años para asistir a la restauración del colegio de la Compañía en esta querida ciudad. Y en este momento se me presentan mis maestros de primera hora: los padres Mogollón, Gangoiti, Machado –el más tarde virtuoso e ilustre pastor-, Manuel Crespo Arévalo, Landín –discípulo de altura de la Politécnica de los jesuitas de Quito-. El alma de mis maestros vive aún en mí, aunque maltrecha y empequeñecida en las asperezas de penosa faena, quizás de esterilidad…» (3).



Y no podía faltar la reminiscencia a sus condiscípulos cuando, en otro parágrafo, escribe ad peddem litterae: «…Sitio de elección y huerto florido fue el del padre Theódulo Vargas, hijo de Colombia, fundador de la Academia de San Luis, y colega del eximio poeta y lingüista, el patricio Don Belisario Peña. A ella pertenecieron Matovelle, Miguel Aguirre, Honorato Vázquez, Cornelio Crespo Toral, los Arízaga, Arriaga, Peralta, González Novillo, tantos otros, promesas entonces, realidades luego en la heredad de las letras. Era el encanto de las recitaciones, los nutridos programas de actos académicos, la condecoración a los triunfadores y la discreta y blanda maestría del padre Vargas, más tarde académico de la Española en su patria, el que debía compartir excelencia y nombradía en la ática Bogotá con el rector Carrasquilla y el insuperable padre Restrepo –príncipe ahora de las letras clásicas en su nación- que mantiene la primogenitura intelectual en América…» (4).



Post factum, cuando el colegio «Rafael Borja» cumplía 40 años de fundación y celebraba sus Bodas de Bronce, en el año del Señor de 1977, el padre Jorge Villalba, SJ, dijo del memorable discurso las siguientes expresiones que copiámoslas ad litteram: «No es novedad que ese discurso, como todo lo suyo, luciera un exquisito cincelado, lo que llama la atención en él, lo que le da el peso y ponderación de un testamento, es que el Dr. Remigio Crespo, al escribir y pronunciar esos párrafos se sintiera como un patriarca vecino al ocaso de la vida, consciente de ser el eslabón entre el colegio del siglo XIX, tan admirado por él en los primeros años de su pródiga vida y este nuevo brote que retoñaba, al que quería inflamar con el fuego sagrado del antiguo que él había guardado en su corazón y que tenía la misión de transmitir. Con emoción contenida recuerda lo que fue su colegio y ante los pocos colegiales sobrevivientes de 1876 conmemora a los amigos ya idos y coloca un ramo de laureles sobre las tumbas de sus egregios profesores».


Nosotros, por nuestra parte, solo diremos del discurso de Crespo Toral en la fundación del colegio «Rafael Borja»: «Admirabilis verba in aeternum perfecte» y en un día como hoy, en el octogésimo aniversario de fundación del querido colegio «Rafael Borja», nos parece oportuno, desde el prisma histórico, la publicación de estas preciosas palabras de Crespo Toral en la sesión solemne fundacional del instituto jesuita de Cuenca del Ecuador.

Monseñor Daniel Hermida Ortega, XI Obispo de Cuenca, Ecuador


Mas en dicha sesión solemne del 12 de octubre de 1937, luego de la intervención de Remigio Crespo Toral, enseguida tomó la palabra el padre José Urarte, SJ, primer rector del colegio, quien dio las directrices que guiarían al nuevo colegio bajo la guía de la Compañía de Jesús. Entonces, inmediatamente, monseñor Daniel Hermida Ortega declaró solemnemente inaugurado el plantel ad maiorem Dei gloriam in conchensis urbe.



80 años después del nacimiento del Borja, 75 promociones de bachilleres representan el fruto copioso del colegio jesuita de Cuenca in provintia aequatorianae Societatis Iesu bajo la formación ignaciana en la que subyacen tres pródigas fuentes de sapientia christiana que definen nuestro modus actuandi sicut antiqui Societatis Iesu alumni: «EN TODO AMAR Y SERVIR», «SER MÁS PARA SERVIR MEJOR» Y «TODO A LA MAYOR GLORIA DE DIOS», consignas que manifiéstanse ex tota fortitudine en el siguiente decálogo de los ex alumnos jesuitas in patria nostra:




DECÁLOGO DE LOS EX ALUMNOS JESUITAS EN EL ECUADOR


1. HOMBRES DE FE

Un auténtico ex alumno jesuita es, ante omnia/ante todo, un hombre de fe, amante de la verdad y la justicia, solidario y comprometido, que procura ser un buen cristiano y predica el evangelio con acciones más que con palabras, dispuesto siempre a trabajar por el prójimo a la mayor gloria de Dios. Con un gran conocimiento de sí mismo, con sus fortalezas y debilidades, así como con una clara diagnosis del mundo, tiene la certeza de saber a dónde quiere ir, mientras posee ingenio para innovar constantemente y adaptarse a las graves circunstancias de un mundo cambiante, con actitud positiva, mostrando confianza en sí mismo y proyectándola a los demás.

2. IGNACIANOS DE CORAZÓN

Un ex alumno de los jesuitas es un ignaciano de corazón, a capite ad calcem/de la cabeza a los pies, pues conoce muy bien quién fue San Ignacio de Loyola, su vida, sus obras y sus enseñanzas, las cuales son la plataforma de su educación cristiana in patria nostra. Ergo, los Ejercicios Espirituales no son nada nuevo para un ex discípulo de la Compañía de Jesús, pues son parte de su vida para discernir lo que el Señor quiere de nosotros en cada circunstancia, ya que la práctica del «discernimiento» es una de las riquezas más valiosas de la espiritualidad ignaciana.

 3. HOMBRES DE FORMACIÓN INTEGRAL

Los ex alumnos de las instituciones educativas de la Compañía de Jesús han tenido el privilegio de recibir una educación de excelencia, la cual es característica de las escuelas, colegios y universidades jesuitas. Más allá de eso, han sido beneficiarios de una formación integral humana, pues para los educadores jesuitas el educando tiene gran prioridad hasta hacer de él un hombre no solo preparado académicamente sino un cristiano con formación humana, con un sistema de valores que vuélvese como eje cardinal de un método formativo católico que considera a las personas como seres a los que débese formar para que sean buenos ciudadanos pro Patria et Deo.

4. HOMBRES DE DISCIPLINA

La disciplina es una cualidad relevante de un verdadero ex alumno de los jesuitas, puesto que, para la Compañía de Jesús, sin disciplina no se consigue nada. Así, en esta orden religiosa el estudio es preeminente, buscando la calidad a través del «magis», término latino que en la espiritualidad de San Ignacio de Loyola significa «más» y que no es sino «perseguir la excelencia», lo cual ha sido in aeternum el hilo conductor de la labor misionera y educativa de la Compañía de Jesús a lo largo de la historia. Y como los jesuitas son amantes de lo clásico, no es nada extraño que algunos de sus ex alumnos conozcan el Latín o el Griego, como un plus que adiciónase a su muy bien cuidada formación jesuitica.

5. HOMBRES CON IDENTIDAD

Un antiguo alumno jesuita identifica perfectamente las siglas: «SJ», «AMDG» y «JHS». Para él, las iniciales SJ, después del nombre de una persona, revelan su pertenencia a la orden ignaciana, pues tales siglas significan «Societatis Iesu» en Latín y «Compañía de Jesús» en Castellano. A la vez, «AMDG/AD MAIOREM DEI GLORIAM», en la inmortal lengua latina, o «A LA MAYOR GLORIA DE DIOS», en nuestra maravillosa lengua de Castilla, son identitarias de la Compañía de Jesús in universa Terra, junto con el anagrama «IHS», que significa «IESUS HOMINUM SALVATOR» o «JESÚS SALVADOR DE LOS HOMBRES», el cual representa per se la carta de presentación de la orden jesuita en todo el planeta.

6. HOMBRES SERVICIALES

«EN TODO AMAR Y SERVIR» y «SER MÁS PARA SERVIR MEJOR» son dos consignas muy familiares para un viejo alumno de los jesuitas. En ellas subyace el verdadero sentido del «MAGIS» ignaciano, que permite vivir la vida con un especial fin de servicio y no de competencia inter nos in nostra Sancta Mater Ecclesia. En consecuencia, un verdadero ex alumno jesuita es un hombre siempre listo para ayudar al prójimo dando lo mejor de sí, mientras diem per diem prepárase más para servir mejor a sus hermanos, a quienes procura ganar por el amor con el que hace las cosas, despertando en sí mismo y en los demás grandes deseos para él y para el Señor, Providentissimus Deus.

7. HIJOS DE LA MADRE DOLOROSA

Los antiguos alumnos de los jesuitas ecuatorianos tienen un particular afecto por la Dolorosa del Colegio «San Gabriel», a la que aprendimos a amar como a una verdadera mamá. La relación filial con la Madre Dolorosa, Mater Dei et Mater Nostra, es algo connatural en la vida de un ex alumno jesuita desde que la Santísima Virgen constitúyese in excelsis en un faro luminoso que alumbra nuestras existencias como un ícono de profundo respeto in patria aequatorianae, tanto más cuanto que desde 1956, en su coronación canónica por las Bodas de Oro de su milagro, fue proclamada por el Santo Padre Pío XII como «REINA DE LA
EDUCACIÓN CATÓLICA EN EL ECUADOR».

8. HOMBRES CON UN HIMNO IDENTITARIO

Un ex alumno jesuita en nuestra patria conoce a la perfección el Himno a La Dolorosa del Colegio, del P. Pérez del Pulgar, SJ, el cual es como el sino y signo de su afecto filial para la Mater amata in communitate nostra. Es común que este sacro cántico sea incluso más conocido que el propio himno del colegio jesuita en donde un antiguo alumno de la Compañía de Jesús ha educádose.

9. HOMBRES CON UN PADRE ESPIRITUAL

Es muy natural que los ex alumnos de la Compañía de Jesús tengan a un jesuita favorito que les ha enseñado algunas de las más importantes lecciones de vida, quien es el perfecto consejero por el que regrésase siempre al colegio cuando requiérese ayuda espiritual, pues él sabe qué decir y conoce genuinamente a todos sus antiguos estudiantes, siendo mas o menos, in stricta veritas, como nuestro personal Aristóteles, a quien nunca se lo olvida en toda la vida.

10. HOMBRES PARA LOS DEMÁS

Los auténticos antiguos alumnos de los jesuitas saben con apodíctica certeza lo que significa ser un buen individuo de la especie humana. Es más, conocen también lo que se siente al hacer algo por los otros y están conscientes de las maravillosas cosas que existen detrás de este gesto. Por ello, ex informata conscientia/ sobre conciencia informada, experimentan la gran significación de vivir para servir al prójimo en testimonio vivo de la espiritualidad ignaciana con la que forman una «collegialitas affectiva» o «colegialidad afectiva» que «sub specie aeternitatis» busca solo la mayor gloria de Dios in mundum universum.

Por todo esto, ex tota fortitudine/con todas las fuerzas, consignamos un agradecimiento sincero a los beneméritos padres jesuitas, quienes son los artífices de nuestra formación ignaciana. Vaya para ellos, hic et nunc, nuestro grato reconocimiento ex toto corde et ad maiorem Dei gloriam.

PAX CHRISTI CUM RESPECTUM ET REVERENTIA PRO SOCIETATE IESU IN PATRIA AEQUATORIANAE

Diego Demetrio Orellana
In Concha, super flumina Tomebamba, mensis octobris, die XII, Anno Dominicae Incarnationis MMXVII, octava Dominica XXVII per annum.