lunes, 15 de marzo de 2010

¿OTRA VEZ EL MERCURIO EN CONTRA DE CUENCA?

Santa Ana de los Ríos de Cuenca, marzo 15 del año del Señor de 2010
In sollemnitate octava IV Dominica Quadragesima

Dr. Nicanor Merchán Luco
DIRECTOR DE DIARIO «EL MERCURIO»

Lcda. Dory Merchán Luco
GERENTE DE DIARIO «EL MERCURIO»

Lcdo. Ángel Vera
PERIODISTA DE DIARIO «EL MERCURIO»
Ciudad.

De mi consideración:


Hanc litteram visusus, salutem et respectum cum Historia in Concha et in mundi.

Cum animus corrigendi, me dirijo a vosotros para protestar, in honorem urbis, por algunos datos completamente errados que diario «El Mercurio» publicó el día de ayer domingo 14 de marzo, en la página 1B, en el fotorreportaje intitulado «Símbolos en puertas de la Catedral», en el cual el periodista Ángel Vera manifiesta –contra veritas- las siguientes imprecisiones, al describir la puerta falsa de la Catedral de la Inmaculada: «Puertas de la calle Sucre: Cruces en las aldabas, y sobre la superficie, relieves de los carneros, animales que se sacrificaban al Señor en tiempos de Jesús».

In honorem veritatis splendor, hemos de decir que no se trata de ningunos relieves de carneros que se sacrificaban al Señor sino de ciervos que beben agua fresca junto a copiosas fuentes que se deshacen en raudales, conjuntos perfectamente esculpidos en los flancos izquierdo y derecho de la puerta falsa de la Catedral Nueva de la urbe. Sólo hay que observar bien esos elementos de bronce del templo catedralicio de Santa Ana de los Ríos de Cuenca para advertirlo, sub specie instantis.

Por otro lado, los ciervos son animales que, en la Teología católica, han sido utilizados para señalar que, por su rapidez para correr, representan el ánimo y disposición de las almas buenas para llegar al Señor. Sicut cervus ad fontes/ Como el ciervo a las fuentes, diríamos -con más propiedad- en la bella y sempiterna lengua latina, madre nutricia de nuestra incomparable lengua de Castilla. Este es el significado real y semántico que se utilizó para que los ciervos sean esculpidos en la puerta falsa del templo catedralicio de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, en cuyo dintel se lee: «Domus Domini o Casa del Señor». Por eso, se ha dicho desde inmemoriales tiempos, en el libro de los Salmos: «Como el ciervo, que a las fuentes de agua fresca va veloz/ los anhelos de mi alma van en pos de ti, Señor».



En el mismo texto, el Lcdo Ángel Vera escribió, adversas veritas, otra imprecisión al concluir su descripción de la puerta falsa de la Catedral de la Inmaculada: «…Arriba, relieve en piedra del Cristo Pantocrátor, Rey del Universo, junto al águila, león, hombre y toro, que según el Apocalipsis representan a los autores del Evangelio».

Si bien el águila, el león y el toro representan a los evangelistas Juan, Lucas y Marcos, es errado lo que se manifiesta en el sentido de que allí se aprecia un hombre, pues se trata de un ángel, el cual es la representación del evangelista Mateo, por lo que la interpretación del Señor Vera es advenediza por donde se la mire, además de que, ipso facto, se nota una evidente falta de observación en los elementos de nuestra Santa Iglesia Catedral para no poder distinguir bien las esculturas esculpidas en las puertas localizadas en su frontis.


Inmediatamente, el Lcdo. Ángel Vera escribe otros datos errados cuando dice ad peddem litterae: «…Las puertas de acceso tienen relieves en bronce que representan misterios del Rosario: La Anunciación del ángel a María, La visita a Isabel, El nacimiento de Jesús, La Presentación en el Templo, La Asunción de María a los cielos, La Proclamación como Reina, La sepultura de Cristo y El encuentro de María y Jesús en el camino al Calvario».

En la información inmediatamente precedente, la cual la he copiado de verbo ad verbum, se describe equívocamente a la supuesta Proclamación de María Santísima como Reina, cuando es evidente que el Señor Vera ha confundido la iconografía realizada por el gran escultor lojano Daniel Elías Palacio, autor de las puertas de la Catedral cuencana, pues se trata mas bien de la Venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico, tercer misterio glorioso del Santo Rosario, ya que la Santísima Virgen María se encuentra junto a los apóstoles recibiendo, como lenguas de fuego, al Espíritu Divino, tal como lo relata el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Ad contrario sensu, tampoco se trata de la Sepultura de Cristo, como dice el Señor Vera, sino del Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que es muy diferente. Inclusive, en la iconografía católica romana del arte universal, este hecho singular es representado como la «Piedad» y quizás, habría sido mejor decir que, en las puertas de la Catedral de la Inmaculada se encuentra una representación cuencana de la Piedad.




Ad concludendi, casi al final, Ángel Vera escribió otra confusión acerca de los evangelistas: «Sobre cada una de las puertas laterales figuran imágenes de bronce de los cuatro evangelistas: Mateo, con rostro de hombre; Juan, el águila; Marcos, el león; y Lucas, el toro».



Conviene que os haga notar que ese rostro de hombre del que habla el Señor Vera es un serafín o ángel, símbolo del evangelista San Mateo, por lo tanto, in errorem incido, es errado decir que Mateo está representado con rostro de hombre. Ex admirationem, sorprende que el periodista no pueda distinguir a un ángel, mucho más cuando se trata de un serafín, pues junto a su cabeza se hallan sus alas perfectamente distinguibles como para creer que se trata del retrato del santo evangelista. Por otro lado, es falso que Marcos se represente con un león y Lucas con un toro, ya que es al revés: San Lucas es simbolizado, en la iconografía de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con un león de melena hirsuta; mientras que el símbolo de San Marcos es el buey.


Conviene, hic et nunc, que nos preguntemos nuevamente acriter et fideliter, lo que ya os he dicho en otras oportunidades, señores Merchán Luco: ¿Hasta cuándo diario «El Mercurio» va a continuar publicando horribles atrocidades en contra de la historia y la cultura de nuestra urbe? ¿Hasta cuándo se van a continuar escribiendo cosas absurdas cada vez que se hace un reportaje sobre la Catedral de la Inmaculada, iglesia de la que se han publicado tantas estupideces que, al momento, es el ícono de la morlaquía más prostituido en los medios de comunicación locales y nacionales?

¿Qué vais a hacer para mejorar la calidad intelectual de las notas, los artículos, los reportajes y las crónicas que se publican, diem per diem, en el principal matutino de la capital de la morlaquía? ¿Es justo que «el diario independiente de la mañana» no sea un verdadero referente intelectual de la «Atenas del Ecuador» hodie et nunc et semper?
Esperando que la presente tenga la debida acogida favorable por parte vuestra y que publiquéis una nota aclaratoria sobre estas equivocaciones, me suscribo con un cordial saludo y mis sentimientos de respeto y consideración.
Salutem dicit, veritas semper fidelis et copiosa gratia, in Iesu Pontifex sancte, innocens et impollute,



DIEGO DEMETRIO ORELLANA
COMISIONADO PROVINCIAL DEL FIDEH AZUAY

Datum Concha, apud flumina Tomebamba, in Anno Sacerdotalis in memoriam CL anniversaria Dies Natalis Sancte Ioannes Maria Vianney, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Martii, die XV, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus decimus, in sollemnitate IV Dominica Quadragessima.

lunes, 1 de marzo de 2010

MAGNUM LIBER IN HONOREM CONCHA

UN SIGNIFICATIVO LIBRO PARA
SANTA ANA DE LOS RÍOS DE CUENCA
*

El miércoles 24 de marzo del año del Señor de 2010, a las 19:00, teniendo como escenario a la Catedral Vieja de Cuenca o antigua iglesia de «El Sagrario» se llevará a cabo la presentación de un magnífico libro que aborda, in honorem veritas, la historia fotográfica de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.

VIAJE A LA MEMORIA
CUENCA: SU HISTORIA FOTOGRÁFICA


Se trata de una obra que seguramente marcará una indeleble impronta en la producción bibliográfica de la capital azuaya, pues representa un enorme esfuerzo editorial y una magnífica contribución intelectual que respeta a la fidelidad histórica hasta el punto de que, en la obra, se han cuidado los detalles más nimios, a fin de que el lector cuente con información precisa sobre destacados hechos de la historia del Ecuador y Cuenca, desde la perspectiva de la fotografía.


El libro se intitula «Viaje a la Memoria; Cuenca: su historia fotográfica» y su autor es el destacado fotohistoriador cuencano Felipe Díaz Heredia, quien demuestra con lujo de detalles -en toda la publicación- un respetable conocimiento de la historia de la fotografía del país y la capital de la morlaquía.




A través de las páginas de esta elegante publicación, editada in honorem urbis super flumina Tomebamba, se puede columbrar –de máxima ad minima- la paciente labor investigativa que Felipe Díaz ha realizado a lo largo de su vida, con una pasión que desborda los límites de la pertinente devoción y veneración por la Historia que deben tener este tipo de publicaciones, en las que se inficionan los hechos para resurgir esplendentes con el dato correcto, explorando las fuentes primigenias de la historia gráfica de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, confrontando las hipótesis frente a determinados hechos de la fotografía local y descubriendo cosas inéditas que salen a la luz, Deo gratias, como valiosos aportes al conocimiento de la historia comarcana.



Todos estos hechos hacen que Díaz Heredia pueda hablar, con acrimonia y veracidad, sobre la fotografía cuencana en el contexto de la nación y el mundo, labor que concluye consolidando un estupendo libro de historia fotográfica sobre Cuenca y el Ecuador.



Cerca de 400 fotografías, algunas de ellas inéditas, se publican en la obra, la cual tiene 432 páginas y en la que subyace una amplia bibliografía que avala una acuciosa labor investigativa que resalta y glorifica a la Historia como ciencia, rescatando -con una fidelidad pocas veces vista y una sorprendente precisión- una serie de nuevos datos y anécdotas de la historia de la fotografía en Santa Ana de los Ríos de Cuenca.



No podemos negar que la ciudad ha sido fotogénica por antonomasia, un sitio de atracción permanente para todos los artistas de la cámara que han pasado por estos lares o para aquellos cuencanos amantes de la fotografía que, con sus imágenes, dejaron un invaluable tesoro documental que habla per se sobre la historia de la capital azuaya.


El libro de Felipe Díaz así nos lo confirma para demostrar que la urbe representa, desde las artes de la imagen, un valioso lugar en donde las fotografías han preservado los múltiples aspectos de su condición patrimonial.







«In facie Concha lucet sapientia/
En el rostro de Cuenca brilla la sabiduría»

Por: Diego Demetrio Orellana

La frase precedente tiene una fuerte connotación semántica, en sus significantes y significado, para definir a una urbe que, tanto antaño como hogaño, ha sido siempre fotogénica a los ojos del mundo y cuyo rostro límpido y sereno es el reflejo de la verdad que nos transporta a la sabiduría.

Y es que Cuenca es una ciudad cuyas imágenes subliman a cualquiera de los habitantes de la morlaquía como a todos los ciudadanos que la visitan, pues guardan un secreto que se fundamenta en dos aspectos sustanciales: poseen autenticidad y exhiben, prima facie, esa «lumen veritatis o luz de la verdad» que se contempla prístina y refulgente al observar la sencillez de la fisonomía cuencana, que exorna de belleza a cada una de las fotografías de la capital del Azuay realizadas en diversos instantes, a lo largo del tiempo.

Seguramente por eso, las hermosas imágenes de nuestra urbe publicadas en el libro de Felipe Díaz Heredia corroboran, in spiritus et veritas, aquella paradigmática expresión de Einstein cuando decía que «la sencillez es el signo de la verdad». Y es que la Historia nos confirma que, en efecto, es en las cosas más sencillas en donde hemos de encontrar la verdad que catapulta a la sabiduría y por ello, declaramos que las humildes fotografías de la tercera ciudad de la república, constantes en esta obra, son el mejor testimonio de una urbe sencilla pero mayestática, humilde pero señorial, hermosa sin parangón y humana hasta los límites de la veracidad y la autenticidad.
Qué duda cabe, Magistra vitae et testis temporus est/ la Historia es maestra de vida y testigo de los tiempos, y por eso, era una necesidad impostergable la edición de una publicación que refleje «la memoria visual» de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, como ha querido subrayar el autor de esta obra, Felipe Díaz Heredia, al estructurarla con una acuciosa investigación que permite a quienes la consultan, sub specie instantis, tener una visión global de la evolución de la urbe, a través de sus imágenes, las que han sido captadas en la Historia, gracias a ingeniosos artistas que, con sus cámaras y lentes, supieron capturar la «vera effigies» de Cuenca, con esos especiales rasgos que la convierten, sub specie aeternitatis, en una tierra con personalidad propia y singular belleza.


Por eso, al contemplar este magnífico libro, muy bien podríamos decir: «Concha, ostende faciam tuam/ Cuenca, muéstranos tu rostro». Y es que la belleza de ese rostro singular de nuestra ciudad se debe a que la naturaleza, pródiga de bellezas y gracias con este suelo, obsequió a Santa Ana de los Ríos de Cuenca una especial fisonomía definida por sus bellos tesoros naturales y una sui generis atmósfera, propia del valle en donde se estableció desde siempre, el mismo que nació como asiento de los cañaris, quienes lo bautizaron como «Guapdondelig» o «Llano grande como el cielo».

«Paucarbamba», término que en lengua quichua significa «Pampa cubierta de flores», sería el nombre que escogieron los incas para rebautizar a este inmenso valle localizado en lo que ellos llamaban el Chinchasuyo o región norte de su vasto imperio, aunque la Historia nos cuenta que, debido a la fuerte oposición de los cañaris para ser conquistados por el Incario, los conquistadores del Tahuantinsuyo decidieron llamar a «Paucarbamba» como «Tumipampa» o «Valle del Cuchillo», palabra que, castellanizada, habría de devenir en «Tomebamba».

Cuando Rodrigo Núñez de Bonilla, nombrado como encomendero de los cañaris por su amigo Francisco Pizarro, funda la villa de Santa Ana de los Ríos sobre los vestigios de la antigua Tomebamba, seguramente se fijó en el especial semblante de este suelo para buscar tal nombre que, consensuado, habría de trocar finalmente en Santa Ana de los Ríos de Cuenca, cuando el lunes santo 12 de abril de 1557, el Capitán Gil Ramírez Dávalos, comisionado del Tercer Virrey del Perú y Marqués de Cañete, don Andrés Hurtado de Mendoza, vino a fundar una urbe castiza que fuera homónima de Cuenca de España, ciudad de la que el virrey era además, Guarda Mayor.

In via veritatem ad inquirendam nadie hubo de imaginar que, con el pasar de los siglos, esa población castellana a la que llamamos desde entonces Santa Ana de los Ríos de Cuenca, tal como la lumen in cœlis o luz del cielo, habría de convertirse en una de las ciudades más bonitas del Ecuador, a la que, en justicia y en derecho, hoy es necesario rendir homenaje a través de un valioso testimonio gráfico de su glorioso pasado, congelado, ad perpetuam rei memoriam/ para perpetua memoria, en insólitas fotos de grandes y virtuosos fotógrafos, propios y extraños, que siempre se han embelesado con los atractivos atributos de la capital de la morlaquía y que, dominando las técnicas fotográficas, legaron para la posteridad un magnífico testimonio gráfico de la historia de este valeroso pueblo, en el que las imágenes verdaderas se instalan para siempre y se erigen, in crescendo, como testigos indispensables de la prodigiosa evolución de la urbe.

La celebración de los 450 años de la Fundación Castellana de la «Atenas del Ecuador» ha sido, a fortiori, la oportunidad para editar esta obra en la cual los lectores pueden admirar a una ciudad llena de encantos, a través de una colección de las mejores imágenes que se han conseguido desde que la fotografía hizo su aparición en nuestra querida Cuenca.

En el presente trabajo bibliográfico, los lectores podrán acceder, vis a vis, a una serie de anécdotas históricas que muestran, de vehementi, que la capital azuaya ha sido una ciudad con destacados artistas de la fotografía a lo largo del tiempo, pero también una urbe admirada por visitantes foráneos que, con cámara en mano, no quisieron perderse inauditas imágenes de la morlaquía, ni dejaron de retratar a sus habitantes y familias.

La ciudad, encantadora, sicut erat in principio, et nunc et semper, ha atraído todo el tiempo el interés de todos cuantos tienen el privilegio de contemplarla y embelesarse con los peculiares atributos geográficos de una tierra a la que múltiples escritores y hombres de Ciencia la han definido, semper intemerata, y a la que numerosos fotógrafos la han retratado en sus más esenciales rasgos y señas de identidad.

Nombres señeros permanecen impertérritos en la Historia como grandes creadores que han permitido que las imágenes gráficas de la urbe, su gente y su naturaleza, pervivan sempiternas como un patrimonio cultural de los habitantes de la morlaquía en todas las épocas. Manuel Jesús Alvarado, Salvador Sánchez, Manuel Serrano, Enmanuel Honorato Vázquez, entre otros, son algunos de los inmortales fotógrafos de la Cuenca de antaño, los cuales manejaron el lente con una precisión sin par, consolidando una admirable antología de gráficas de la historia visual de la «Atenas del Ecuador» para descubrirla, ab intra, como un relicario de belleza y bondad inmarcesibles.
Y aunque el autor de la presente obra enfoca de manera preeminente la fotografía cuencana, ha querido trascender de lo local a lo nacional abordando, a la vez, importantes referencias de la historia fotográfica del país, sin las cuales es imposible comprender el desarrollo de este arte en la capital azuaya.



El libro llega a demostrar entonces, quizás sin proposición previa, que la historia fotográfica de la nación es copiosa y fecunda mientras los artífices de la fotografía son como los reporteros de muchas cosas acontecidas en la «ciudad cargada de alma» y constituyen los providenciales intermediarios para hablar, desde las imágenes, acerca de la belleza natural y la sólida memoria visual de la urbe a la que siempre es admirable contemplar con la «sapientiæ cordis o sabiduría del corazón», que es propia de los espíritus sensibles y de quienes, como cuencanos de alma vida y corazón, amamos con espíritu cívico a esta inmortal ciudad castiza, mil veces conocida como la bella «Cuenca de los Andes».



La obra ha sido realizada cum originalis affectio pro Patria et Deo, con ese admirable espíritu cívico que convierte a los ciudadanos en hombres y mujeres conscientes de su gran responsabilidad para crear un nuevo orden social y que, desde la pluma, sirven a la Patria con esa necesaria fidelidad que la verdad reclama ab aeternum et in saecula saeculorum



Se trata pues, sicut lumen in coelum, de un destacado aporte intelectual para la producción bibliográfica de una ciudad culta, a la que es necesario reivindicar desde las letras, publicando datos precisos, correctamente investigados y seriamente verificados, a fin de que las actuales y futuras generaciones cuenten con referencias de primer orden sobre la historia de la capital de la morlaquía.

Estamos seguros de que todos cuantos puedan admirar estas históricas fotografías estarán convencidos de que con ellas, ab æternum et in honorem urbis/ en honor a la urbe y por siempre, el autor de esta obra abre las puertas a la luz de la verdad, con honestidad, veracidad y fidelidad.


Diego Demetrio Orellana

Datum Concha, in scriptis et ex toto corde, apud flumina Tomebamba, in sollemnitate Paschali, mensis Aprilis, die XII, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus octavus, CDLI Anniversaria Nativitate Concha, in honorem urbis semper fidelis.