martes, 31 de julio de 2018

UN RINCÓN PATRIMONIAL Y SUS HUELLAS JESUITAS SUPER FLUMINA TOMEBAMBA




Ad maiorem Dei gloriam semper/ Siempre a la mayor gloria de Dios, la presencia jesuita en Cuenca, super flumina Tomebamba, ha dejado inmarcesibles huellas que perviven redivivas en ciertos rincones urbanos donde la memoria evoca a los hijos de San Ignacio de Loyola y su cultural influencia ad futuram rei memoriam. En la solemnidad de San Ignacio de Loyola del presente año 2018 conviene analizar que uno de esos sitios ignacianos en la capital de la morlaquía es, ciertamente, la manzana de la iglesia del Santo Cenáculo y es en la calle Tarqui, ad orientem, entre Bolívar y Sucre, donde configúrase una peculiar atmósfera citadina con el templo eucarístico de Cuenca, que los jesuitas administraron desde 1947 hasta 1987, y el viejo edificio que fuera sede del Pensionado «San Francisco de Borja», desde 1959 hasta 1985, el cual aún contémplase ex admirationem como un espacio de la memoria para muchas generaciones de cuencanos que recuérdanlo in communitate nostra.

Fotografía: Silvia Zavala Carrión

Y es que la casa en donde funcionara la escuela primaria de la Compañía de Jesús es una edificación que guarda símbolos iconográficos pletóricos de significación jesuitica por lo que hácese necesario descifrarlos in via veritatis, ya que los elementos que la exornan son tanto más interesantes cuanto más curiosos son los datos que acércannos, en retrospectiva, a la búsqueda del inmortal legado jesuita in historia nostra. La casa empezóse a construir en la década de 1920 para que allí funcionara un seminario donde formábanse los candidatos al sacerdocio bajo la guía del Reverendissime pater Miguel Castro, un benemérito religioso de gratísima memoria, muerto en el año del Señor de 1941.


Una preciosa placa colocada en el frontis del templo da cuenta de la admirable labor apostólica del P. Miguel Castro y su texto dice ad peddem litterae: «A LA SANTA MEMORIA DEL INSIGNE APÓSTOL DEL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS, R.P. MIGUEL CASTRO. FALLECIDO EN LA PAZ DEL SEÑOR EL DÍA 3 DE JULIO DE 1941 Y QUE EN ESTE MISMO TEMPLO CON EL EJEMPLO Y LA PALABRA TRABAJÓ INFATIGABLEMENTE POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS. AGRADECIDO EL PUEBLO DE CUENCA DEDICA ESTE SENCILLO MONUMENTO, HOY, 16 DE MAYO DE 1948».



Si bien el Padre Castro es quien empezó la construcción de la edificación en donde establecióse el seminario aludido ut supra por voluntad de la señorita Florencia Astudillo Valdivieso, quien era la propietaria del predio donde levantóse la singular casa objeto de este estudio, fueron los hijos de San Ignacio de Loyola, in stricta veritas, quienes concluyeron la construcción de la casona debido a un convenio firmado en 1938 entre monseñor Daniel Hermida, obispo de Cuenca, y el padre José Urarte, SJ, primer rector del colegio «Rafael Borja», para que los jesuitas administraran el seminario.

Fotografía: Silvia Zavala Carrión


Por lo tanto, para finalizar la construcción de la vieja edificación los padres de la Compañía de Jesús hicieron colocar en la parte superior de la vivienda, debajo de sus respectivos aleros y canesillos, sobre los dinteles de seis ventanas de la segunda planta, igual número de símbolos vinculados con la iconografía católico romana, los cuales guardan una rica significación cristológica y mariana y evocan, a la vez, una simbología ignaciana de profunda esencia jesuita in nostra Sancta Mater Ecclesia. Así, ad effectum videndi, como mírase en la gráfica que ilustra este parágrafo, el anagrama «IHS», símbolo identitario de la Compañía de Jesús in universa Terra, incluyóse en la casona como recuerdo imperecedero de la presencia jesuita en este ícono arquitectónico de la ciudad cargada de alma. Las siglas «IHS» integran el acrónimo del nombre de Nuestro Señor Jesucristo, Dominus ac Redemptor, y significan: «Iesus Hominum Salvator» in lingua latina, madre nutricia de nuestra incomparable lengua de Castilla donde la expresión tradúcese por: «Jesús Salvador de los Hombres». Para los jesuitas el trigrama devino en su escudo esencial como orden religiosa, desde que su fundador, San Ignacio de Loyola, cuya solemnidad celebramos hoy 31 de julio, utilizó tal anagrama en su sello de Praepositus Generalis de la naciente orden regular de clérigos en el año del Señor de 1541. Desde entonces, el signo «IHS» adoptóse como símbolo de la «Societas Iesu» o Compañía de Jesús.

Fotografía: Silvia Zavala Carrión


In honorem Christi, otro de los símbolos de la casa es el ícono del Sacratísimo Corazón de Jesús traspasado por una espada, en forma diagonal, de izquierda a derecha, el cual adórnase de elementos vegetales que al circundarlo simétricamente resáltanlo ex tota claritas. Este ícono hállase vinculado de profundis con la Compañía de Jesús, pues los jesuitas son, in historia Ecclesiae, los propagadores de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús desde el siglo XVII cuando santa Margarita María de Alacoque tuvo la visión del Corazón de Cristo y contactóse con el santo jesuita Claudio de la Colombiere, SJ para establecer en la Santa Madre Iglesia el culto a esta advocación cristológica que tanto ha imbricádose in vita mundi y en Cuenca del Ecuador, Ciudad Eucarística par excellence. Los jesuitas, por otro lado, han sido prolíficos difusores de esta advocación con el Apostolado de la Oración, el cual tuvo en Cuenca muchísimos adherentes cuando la Compañía de Jesús administraba la iglesia del Santo Cenáculo in diebus illis.

Fotografía: Silvia Zavala Carrión


A similis, el anagrama del Sacratísimo Corazón de María, que es el referente femenino del Corazón de Cristo hállase también en la casona rodeado de una corona de rosas en el centro y circunvalado de adornos vegetales que encierran el maternal corazón de María Santísima en armonía y simetría desde cualquier ángulo desde donde míraselo ad contemplationem in honorem Mater Divinae Gratiae.

Fotografía: Silvia Zavala Carrión


 Ad maiorem beatae Virginis honorem, siendo el culto a la Virgen María algo singular en la orden ignaciana pues María Santísima es la reina de la orden jesuita, no podía faltar en la casona el anagrama de la Santísima Virgen María, Mater Dei et Mater Nostra, tanto más cuanto que la capital de la morlaquía es también la «Ciudad Mariana» par excellence in patria aequatorianae. Una corona sobre la letra «M» de María invoca la condición de la Mater Salvatoris como «Reina y Señora de todo lo creado», mientras que la letra «M» tiene intercalada en el centro una flor de lis, emblemático signo de realeza en alusión directa al reinado de María super orbis terrarum.


Fotografía: Silvia Zavala Carrión


Siendo Cuenca la «Ciudad Eucarística», desde los primigenios tiempos de su nacimiento castizo, los jesuitas tuvieron la previsión de incluir en la casona un símbolo eucarístico que refulge in excelsis sobre el dintel de la ventana más próxima a la iglesia del Santo Cenáculo y en el cual obsérvase un cordero pascual que porta sobre sus hombros la cruz del Divino Redentor, Spes nostra, rodeada por dos palomas milenariamente concebidas como emblemas pacíficos in omnia terra y que al acompañar al cordero pascual recuérdannos hodie et nunc et semper/ hoy, ahora y siempre, que el cordero pascual es Cristo, «Principis pacis» o «Príncipe de la paz» in nostra Sancta Mater Ecclesia

Fotografía: Silvia Zavala Carrión


Y asimismo, como representación del sacerdocio de Cristo, hállase en la parte superior de la casona jesuitica otro Cordero Pascual de especialísima significación sacerdotal in historia Ecclesiae. Nos referimos al ícono precedente en el que obsérvase un cordero inmaculado durmiente que yace sobre el Missale Romanum, compendio sacro de la liturgia latina de la Santa Eucaristía en el año litúrgico que principia en Adviento, mientras la santa cruz yuxtapónese sobre el lomo del cordero recordándonos, ex tota claritas, el ministerio pastoral de los hombres consagrados al Señor, Dominus ac Redemptor, por el orden sacerdotal in persona Christi capitis ad omnes gentes. La cruz sobre el cordero es también el elemento salvífico de la santa redención para todos nosotros, quienes miramos al santo madero y decimos in aeternum: «Ave Crux, spes unica/ Salve Cruz, única esperanza» in vita communitatis.

Fotografía: Silvia Zavala Carrión


Ad concludendi, digamos entonces que esta es una vieja casona republicana que imbrícase de profundis con símbolos jesuíticos que muchos míranlos de refilón sin imaginarse siquiera su rica significación y que evocan in excelsis la centenaria presencia de los hijos de San Ignacio de Loyola in urbe nostra, mientras  desde 1959 y hasta 1985 la casa fue sede propia del inolvidable Pensionado «San Francisco de Borja», la querida escuela jesuita de la Compañía de Jesús, debido a que la señorita Florencia Astudillo Valdivieso, propietaria de dicho solar y benefactora del seminario, terminó donando el predio a la Compañía de Jesús en los postrimeros instantes de su vida, en 1947, puesto que gracias a un comodato firmado en dicho año entre la Curia diocesana de Cuenca y la Compañía de Jesús los jesuitas, que ya venían administrando el seminario diocesano de Cuenca desde 1938, empezaron también a dirigir el Santo Cenáculo desde aquel año 1947 en que falleció la distinguida beata cuencana, objeto de leyendas y mitos tanto como testimonio de fidelitas Christo et eclesiae.



Por ello, valga la oportunidad para consignar en estas líneas una memoria escrita del legado jesuita que hállase presente en este rincón cuencano de vieja solera donde junto a la iglesia del Santo Cenáculo y la antigua casona del Pensionado «San Francisco de Borja» perviven indelebles señas de la presencia ignaciana de los hijos de San Ignacio de Loyola.

Si la historia no regístrase oportunamente las referencias que la perennizan serán mucho más exiguas cuando más en lontananza viajemos por el túnel del tiempo. De allí que justifícase -cum accurata diligentia- que hayámonos embaucado con la pasión que la verdad reclama para historiar los certeros hechos que aclaran lumíferos el valor histórico y patrimonial de una edificación jesuitica en un rincón singular que débese preservar, in historia nostra, pues –qué duda cabe- la historia es siempre «lux veritatis» o «luz de la verdad» para todas las gentes in Concha et in mundum universum et semper ad maiorem Dei gloriam in Societate Iesu.


Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis Iulii, die XXXI, in Anno Dominicae Incarnationis MMXVIII, in sollemnitate S. Ignatius a Loyola, Primus Praepositus Generalis Societatis Iesu.

OPINIONES CIUDADANAS


DE : Oswaldo Páez Barrera 
Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA



Hola Diego:
Felicitaciones por tu documentado análisis de la iconografía jesuítica.
Saludos.
Oswaldo
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Jorge Suarez 
Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA

Diego, Excelente.   Gran contenido, Muy buenas fotografías

¿Por qué no editar un libro con  todos sus artículos
históricos, sean urbanos o de personajes de esa tierra linda? 

Saludos,
Jorge
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