martes, 30 de noviembre de 2021

EL MERCURIO: IMPRECISIONES HISTÓRICAS EN CONTRA DE CUENCA

Sicut mysterium naturae/ Como un misterio de la naturaleza el sismo de alta densidad vivido en Cuenca el pasado día domingo 28 de noviembre, ha dejado patidifusos y nefelibatos a los habitantes de la capital de la morlaquía, mientras en diario El Mercurio ha promovídose una investigación sobre los sismos cuencanos in historia nostra.

Mas como ya es práctica constante en El Mercurio, cada vez que se proponen navegar por las briosas aguas del pasado cométense ridículos dislates en las investigaciones históricas de sus periodistas, dejando en mal predicamento a los artículos que realízanse sin el rigor científico y metodológico que exige la historia como ciencia in via veritatis.

Así pues, leamos una barbaridad que atenta en contra de la verdad histórica haciendo que el absurdo sea la plataforma para aseverar apócrifas cosas que sólo prodúcennos hilaridad y temeridad ante los horrendos desafueros con los que el diario independiente de la mañana sigue demostrando ser como una especie de fuente donde las cosas más estúpidas pueden aseverarse sin acrimonia, ad verecundiam et  contra veritatis.

Hermano Juan Bautista Stiehle

La cita textual de El Mercurio copiámosla in extenso: «La ciudad tiene una alta amenaza sísmica: el sismo del 29 de junio de 1887 que fue registrado por Johannes B. Stiehle, el personaje reconocido por haber diseñado la Catedral Nueva. Y luego cópiase el supuesto texto del hermano Stiehle, el cual reproducímoslo ad peddem litterae: «Era horrible ver con qué fuerza y rapidez se movían las torres, las iglesias, las casas y los árboles. Por encima de ello, el ruido de la propia tierra, similar al estampido de fuertes truenos, el estruendo de los muros al caer, los tejados de las casas desplomándose, los gemidos y los gritos dolorosos de la gente, escribía Stiehle». 

La iglesia colonial de la Compañía de Jesús en Cuenca


Enseguida, en diario El Mercurio asevérase una barbaridad más grande que la torre de Babel, la cual transcribímosla in scriptis: «Sin embargo, a pesar de las secuelas que dejaría el sismo, entre estas la destrucción de la iglesia de la Compañía de Jesús, el evento no está en el catálogo nacional de sismos de intensidad mayor del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional»

Los precedentes textos que supuestamente reproducen las palabras del hermano constructor de la Catedral Nueva de Cuenca ante un fuerte temblor que experimentó in corpore presente el 29 de junio de 1887 y los supuestos estragos del cataclismo, llévannos a precisar que el dato conclusivo de diario «El Mercurio», en el sentido de que en este sismo la iglesia de la Compañía de Jesús fue destruida, es un falso histórico. Y ciertamente lo es porque para esa fecha ya no existía la iglesia de los jesuitas in urbe nostra

Así pues, cuenta la Historia que los trabajos de cimentación de la catedral de la Inmaculada Concepción iniciáronse en septiembre de 1885, 2 años antes del sismo que el hermano Stiehle describe, hecho que hácenos columbrar que para aquel año ya no existía la iglesia de la Compañía de Jesús ya que en su lugar estaba erigiéndose la nueva catedral cuencana.

Justamente, el 12 de diciembre de 1886, 6 meses antes del terrorífico temblor que el hermano Stiehle describe, colocóse la primera piedra del templo catedralicio, lo que significa que para aquel magnificente día ya no estaba en pie la iglesia de los jesuitas.

Rebus sic stantibus/ Estando así las cosas, preguntémonos entonces: ¿Ubi est veritas/ Dónde está la verdad? Y la verdad hállase, con su prístina luz, en el hecho de que las deducciones publicadas en El Mercurio son falsas y temerarias. Para demostrarlo entonces, acriter et fideliter, habremos de considerar los siguientes aspectos:

1. La Catedral de la Inmaculada Concepción erigióse sobre el espacio en el que emplazábase parte de la iglesia colonial de la Compañía de Jesús, la cual fue ya derribada para el año del Señor de 1885, 2 años antes del temblor que diario «El Mercurio» señala con tanta negligencia investigativa.

Monseñor Remigio Estévez de Toral

2. Es verdad que la iglesia de los jesuitas, antes de su demolición, hallábase afectada y cuarteada a causa de un temblor, pero dicho sismo ocurrió en 1867, 20 años antes  del cataclismo que asustó al benemérito hermano Stiehle, en el obispado de monseñor Remigio Estevez de Toral, quien fue el primer purpurado cuencano en disponer que hiciérase un estudio para la reconstrucción de la iglesia de la Compañía de Jesús. 

Monseñor Miguel León y Garrido

3. El sucesor de monseñor Remigio Estévez de Toral fue monseñor Miguel León y Garrido, el ideólogo de la construcción de la Catedral de la inmaculada Concepción, quien una vez que hallábase al frente de la sede episcopal de Cuenca decidió no reconstruir la iglesia de la Compañía de Jesús sino mas bien derribarla para que en una parte de su planta construyérase el ábside de la nueva catedral cuencana, para la cual ya había contratado desde 1885 al hermano Juan Bautista Stiehle a que hiciera los planos de dicho templo catedralicio.

Ergo, diario «El Mercurio» comete una terrible equivocación al afirmar que a causa del temblor que Juan Sthiele describe, el 29 de junio de 1887, la iglesia de los jesuitas terminó seriamente afectada cuando la verdad histórica es que dicho  templo, para esa fecha ya no existía.

Es inconcebible cómo el diario cuencano hace tabla rasa de nuestra historia en todos los reportajes históricos que publícanse por parte de sus negligentes periodistas, quienes seguramente actúan como ovejas sin pastor, sin que nadie en ese matutino pueda supervisar lo que investígase en aras de resguardar la verdad histórica de una urbe declarada como «Patrimonio Cultural de la Humanidad».

Qué tristeza y desolación, qué fiasco y desilusión que las cosas sean así en Cuenca, la «Atenas del Ecuador», y qué grave que estas investigaciones plagadas de disparates y desafueros en contra de la Historia quédense, in aeternum, como fuente de dudosa credibilidad in cibespatium adversum veritatis et contra dignitatis.

Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis novembris, die XXX, in festo S. Andreas, octava I Dominica Adventus in Anno Salutis Nostrae MMXXI


miércoles, 3 de noviembre de 2021

VITRALES DE LA CATEDRAL DE CUENCA Y ERRORES EN EL MERCURIO

 


Ad gloriam civitatis/ Para la gloria de la ciudad, en el propio día de la Independencia de Cuenca, publícase un artículo en El Mercurio sobre las vidrieras de la Catedral Nueva en la capital de la morlaquía pero, como ya es usual en el llamado diario independiente del austro, los yerros históricos constituyen un compendio de desatinos que bien vale, de nuestra parte, observarlos en este espacio de CRÍTICA Y OPINIÓN CULTURAL en aras de resguardar la verdad histórica sobre uno de nuestros emblemáticos íconos arquitectónicos como es la Catedral de la Inmaculada Concepción in urbe nostra.

 


La autora de los deslices es Dory Zamora Merchán y sorpréndenos cómo púdose confundir al escribir de un apasionante tema en la «ciudad cargada de alma», con sus caleidoscópicos vitrales catedralicios que llámannos la atención al contemplarlos in splendore magno ad gloriam Dei/ en el esplendor magno para la gloria de Dios.

 


El artículo de Dory Zamora llámase «Arte y belleza del vidrio en la Catedral Nueva» y al hablar de Guillermo Larrazábal Arzubide desubica la fecha de su llegada a Cuenca. Leámoslo stricto sensu: «Guillermo Larrazábal nació en México en 1907, su llegada a nuestra ciudad de Cuenca fue en el año de 1955». La verdad histórica, no obstante, constátase en el libro intitulado «Larrazábal: el arte en el vitral» publicado en 1985, en donde exprésase que en noviembre de 1954 llegaron a Cuenca tres de los artistas europeos que el padre Manuel María Palacios Bravo había contactado en Europa para decorar la catedral cuencana con autorización de monseñor Manuel Serrano Abad. Guillermo Vintimilla, conocido como el mono Vintimilla, quien llegó a ser uno de los más conspicuos discípulos de Larrazábal, habíase movilizado a Guayaquil para traer a Cuenca a esta tríada de talentosos creadores cuyos nombres eran: Guillermo Larrazábal Arzubide, el ceramista Manuel Mora Íñigo y el orfebre joyero Salvador Arribas.

 

Otra de las confusiones del artículo de Dory Zamora tiene que ver con los tipos de vitrales que existen en la catedral cuencana y sobre ellos escribe algunas imprecisiones que llévanla a confundir sobre el origen de las vidrieras que hállanse en el templo catedralicio. Leámosla, de verbo ad verbum, y señalemos por qué estréllase dentro de su investigación: «En la catedral Nueva de Cuenca se pueden apreciar tres estilos diferentes de vitrales. Varían por su composición, ubicación y origen. Presbiterio: en este sitio, donde se realizan las ceremonias, los vitrales son de estilo barroco, fueron fabricados en Alemania y sus colores son suaves. Representan imágenes de la Inmaculada, María Madre, Corazón de Jesús y el Corazón de María».

Lo dicho por Dory no es verdad pues los vitrales del presbiterio de la catedral de la Inmaculada Concepción no son barrocos y hállanse concretamente en el ábside del templo e importáronse desde Bélgica según ha comprobádose por las declaraciones del propio constructor de la catedral de la Inmaculada, el P. Manuel María Palacios Bravo, quien viajó a Europa para contratar las vidrieras del templo catedralicio, mientras no es verdad que aquellas vidrieras estén dedicadas a la Inmaculada y a María Madre.



 Si analizamos las vidrieras belgas del ábside de la Catedral de la Inmaculada podremos contemplar que la primera de ellas corresponde a Santa Marianita de Jesús  Paredes Flores y Granobles, como confírmase en la precedente imagen.

Enseguida, en sentido de izquierda a derecha, hállase el Sacratísimo Corazón de María, imagen que acierta Dory acaso por carambola pues el Divino Corazón de María no es una imagen sacra que complique identificársela ipso facto.


 Luego, en el centro del ábside catedralicio, hállase una espectacular vidriera del Sagrado Corazón de Jesús, imagen sacra que también acertó Dory, seguramente porque el Sacratísmo Corazón de Jesús es inconfundible in communitate nostra.

Y como tenía que ser, al tratarse de una catedral construida a la medida de la ciudad amada, el cuarto de los vitrales del ábside catedralicio corresponde a Santa Ana, la patrona de la urbe, imagen que desacertó Dory y a la cual seguramente ha interpretado, ad absurdum, como María Madre

Finalmente, la quinta vidriera del ábside catedralicio está dedicada a Santa Rosa de Lima, quien es inconfundible en la iconografía católica con el Niño Jesús en su brazo y la corona de rosas que circunda la testa de la santa, quien junto a Santa Mariana de Jesús constituyen el dúo de vírgenes sudamericanas que desde la Colonia han sido arquetípicos modelos de virtudes cristianas in nostra Sancta Mater Ecclesia.

Consecuentemente, quod erat demonstrandum, como acabáse de demostrar, no es entendible cómo pudo la periodista Dory Zamora Merchán encontrar a la Inmaculada y a María Madre entre estas clarísimas sacrosantas imágenes de tan bellas vidrieras belgas in honorem artis et secundum artem. 

Vidrieras alemanas del transepto norte,
 con las imágenes de Moisés y San Pedro

Vidrieras alemanas del transepto sur,
 con las imágenes de San Agustín y San Juan Crisóstomo, 
el cual fue confundido por Dory Zamora como San Cristóbal.


Enseguida, Dory Zamora señala otro yerro al escribir ad peddem litterae: «Transepto: los vitrales del transepto (nave transversal que cruza a la principal ortogonalmente) llaman la atención por su colorido. Son de procedencia belga y su estilo es gótico. Muestran personajes bíblicos como San Agustín, San Pedro, San Cristóbal, Moisés, rosetones y otras alegorías religiosas». 

En este texto hay tremebundos equívocos que débense aclarar. Verbi gratia, no es verdad que estas vidrieras son belgas sino alemanas y el P. Manuel María Palacios Bravo habíalas contratado ex professo en Alemania para la catedral cuencana. A tal punto es verdad esto que cada uno de los vitrales tiene inscrito ad infra el nombre de sus donantes: Elvira Vega de Crespo Toral, Miguel Serrano Abad, Carlos Tinoco y el pueblo de Cuenca, siendo ésta la característica por la cual detéctase que cada una de las obras artísticas respondió a un encargo concreto del padre Manuel María Palacios Bravo.

En segundo lugar es sorprendente que Dory Zamora Merchán exprese que una de estas vidrieras está dedicada a San Cristóbal, lo cual deviene en una real sorpresa al comprobar que la articulista confundió a San Juan Crisóstomo con San Cristóbal. Es hilarante imaginar, in stricta veritas, que CRISÓSTOMUS haya interpretádose por CRISTÓBAL para la despistada periodista que hizo de su yerro una chusca cantinflería al leer mal el nombre de tan excelso Doctoris Ecclesiae o Doctor de la Iglesia. Una chambonería que llévanos al extremo de provocar accesos de risa con carcajada batiente in honorem stultitiae et riddendo semper cum gaudio.


Es bueno que en un día emblemático de Cuenca, al celebrar los 201 años de su independencia, diario «El Mercurio» publique un interesante artículo, mas es decepcionante que háyaselo realizado con dislates en los que subyace negligencia investigativa y falta de rigor científico in honorem Conchae, magna urbe in via libertatis apud flumina Tomebamba. 


A través de los tiempos, et nunc et semper, la elaboración de vitrales ha ídose consolidando como una auténtica expresión artística en todo el planeta. Y no es para menos, pues cuando tenemos la posibilidad de contemplarlos dentro de una edificación cualquiera podemos apreciar, de profundis, el conjunto de vidrios de colores transparentes que, vívidos y refulgentes, muéstrannos hermosas imágenes diseñadas por eximios artistas que han hecho de este arte una maravillosa expresión de sorprendente creatividad e ingenio. Pero tratándose de los magnificentes vitrales de nuestra catedral, al menos, desde este espacio cibernético reparamos tan temerarios yerros y saludamos a Cuenca, la ciudad amada, ex toto corde in respectum et reverentia pro Patria et Deo in communitate nostra.

Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, apud flumina Tomebamba, mensis novembris, die III, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXI.