Ad gloriam civitatis/ Para la gloria
de la ciudad, en el propio día de
la Independencia de Cuenca, publícase un artículo en El Mercurio sobre las vidrieras
de la Catedral Nueva en la capital de la morlaquía pero, como ya es usual en el
llamado diario independiente del austro, los yerros históricos constituyen un
compendio de desatinos que bien vale, de nuestra parte, observarlos en este espacio
de CRÍTICA Y OPINIÓN CULTURAL en aras de resguardar la verdad histórica sobre
uno de nuestros emblemáticos íconos arquitectónicos como es la Catedral de la
Inmaculada Concepción in urbe nostra.
La autora de los deslices es Dory Zamora Merchán y sorpréndenos cómo púdose
confundir al escribir de un apasionante tema en la «ciudad
cargada de alma», con sus caleidoscópicos vitrales
catedralicios que llámannos la atención al contemplarlos in splendore magno ad gloriam Dei/ en el
esplendor magno para la gloria de Dios.
El artículo de Dory Zamora llámase «Arte y belleza del vidrio en la Catedral Nueva» y al hablar de Guillermo Larrazábal Arzubide desubica
la fecha de su llegada a Cuenca. Leámoslo stricto
sensu: «Guillermo Larrazábal nació en México en 1907, su llegada a nuestra ciudad
de Cuenca fue en el año de 1955». La
verdad histórica, no obstante, constátase en el libro intitulado «Larrazábal:
el arte en el vitral» publicado en
1985, en donde exprésase que en noviembre de 1954 llegaron a Cuenca tres de los
artistas europeos que el padre Manuel María Palacios Bravo había contactado en
Europa para decorar la catedral cuencana con autorización de monseñor Manuel
Serrano Abad. Guillermo Vintimilla, conocido como el mono Vintimilla, quien
llegó a ser uno de los más conspicuos discípulos de Larrazábal, habíase movilizado
a Guayaquil para traer a Cuenca a esta tríada de talentosos creadores cuyos
nombres eran: Guillermo Larrazábal Arzubide, el ceramista Manuel Mora Íñigo y el
orfebre joyero Salvador Arribas.
Otra de las confusiones del artículo de Dory Zamora tiene que ver con los tipos de vitrales que existen en la catedral cuencana y sobre ellos escribe algunas imprecisiones que llévanla a confundir sobre el origen de las vidrieras que hállanse en el templo catedralicio. Leámosla, de verbo ad verbum, y señalemos por qué estréllase dentro de su investigación: «En la catedral Nueva de Cuenca se pueden apreciar tres estilos diferentes de vitrales. Varían por su composición, ubicación y origen. Presbiterio: en este sitio, donde se realizan las ceremonias, los vitrales son de estilo barroco, fueron fabricados en Alemania y sus colores son suaves. Representan imágenes de la Inmaculada, María Madre, Corazón de Jesús y el Corazón de María».
Lo dicho por Dory no es verdad pues los vitrales del presbiterio de la catedral
de la Inmaculada Concepción no son barrocos y hállanse concretamente en el ábside del templo e importáronse
desde Bélgica según ha comprobádose por las declaraciones del propio
constructor de la catedral de la Inmaculada, el P. Manuel María Palacios Bravo,
quien viajó a Europa para contratar las vidrieras del templo catedralicio,
mientras no es verdad que aquellas vidrieras estén dedicadas a la Inmaculada y a María Madre.
Luego, en el centro del ábside catedralicio, hállase una espectacular vidriera del Sagrado Corazón de Jesús, imagen sacra que también acertó Dory, seguramente porque el Sacratísmo Corazón de Jesús es inconfundible in communitate nostra.
Y como tenía que ser, al tratarse de una catedral construida a la medida de la ciudad amada, el cuarto de los vitrales del ábside catedralicio corresponde a Santa Ana, la patrona de la urbe, imagen que desacertó Dory y a la cual seguramente ha interpretado, ad absurdum, como María Madre
Finalmente, la quinta vidriera del ábside catedralicio está dedicada a Santa Rosa de Lima, quien es inconfundible en la iconografía católica con el Niño Jesús en su brazo y la corona de rosas que circunda la testa de la santa, quien junto a Santa Mariana de Jesús constituyen el dúo de vírgenes sudamericanas que desde la Colonia han sido arquetípicos modelos de virtudes cristianas in nostra Sancta Mater Ecclesia.
Consecuentemente, quod erat demonstrandum, como acabáse de demostrar, no es entendible cómo pudo la periodista Dory Zamora Merchán encontrar a la Inmaculada y a María Madre entre estas clarísimas sacrosantas imágenes de tan bellas vidrieras belgas in honorem artis et secundum artem.
Enseguida, Dory Zamora señala otro yerro al escribir ad peddem litterae: «Transepto: los vitrales del transepto (nave transversal que cruza a la principal ortogonalmente) llaman la atención por su colorido. Son de procedencia belga y su estilo es gótico. Muestran personajes bíblicos como San Agustín, San Pedro, San Cristóbal, Moisés, rosetones y otras alegorías religiosas».
En este texto hay tremebundos equívocos que débense aclarar. Verbi gratia, no es verdad que estas vidrieras son belgas sino alemanas y el P. Manuel María Palacios Bravo habíalas contratado ex professo en Alemania para la catedral cuencana. A tal punto es verdad esto que cada uno de los vitrales tiene inscrito ad infra el nombre de sus donantes: Elvira Vega de Crespo Toral, Miguel Serrano Abad, Carlos Tinoco y el pueblo de Cuenca, siendo ésta la característica por la cual detéctase que cada una de las obras artísticas respondió a un encargo concreto del padre Manuel María Palacios Bravo.
En segundo lugar es sorprendente que Dory Zamora Merchán exprese que una de estas vidrieras está dedicada a San Cristóbal, lo cual deviene en una real sorpresa al comprobar que la articulista confundió a San Juan Crisóstomo con San Cristóbal. Es hilarante imaginar, in stricta veritas, que CRISÓSTOMUS haya interpretádose por CRISTÓBAL para la despistada periodista que hizo de su yerro una chusca cantinflería al leer mal el nombre de tan excelso Doctoris Ecclesiae o Doctor de la Iglesia. Una chambonería que llévanos al extremo de provocar accesos de risa con carcajada batiente in honorem stultitiae et riddendo semper cum gaudio.
Es bueno que en un día emblemático de Cuenca, al celebrar los 201 años de su independencia, diario «El Mercurio» publique un interesante artículo, mas es decepcionante que háyaselo realizado con dislates en los que subyace negligencia investigativa y falta de rigor científico in honorem Conchae, magna urbe in via libertatis apud flumina Tomebamba.
A través de los tiempos, et nunc et semper, la elaboración de vitrales ha ídose consolidando como una auténtica expresión artística en todo el planeta. Y no es para menos, pues cuando tenemos la posibilidad de contemplarlos dentro de una edificación cualquiera podemos apreciar, de profundis, el conjunto de vidrios de colores transparentes que, vívidos y refulgentes, muéstrannos hermosas imágenes diseñadas por eximios artistas que han hecho de este arte una maravillosa expresión de sorprendente creatividad e ingenio. Pero tratándose de los magnificentes vitrales de nuestra catedral, al menos, desde este espacio cibernético reparamos tan temerarios yerros y saludamos a Cuenca, la ciudad amada, ex toto corde in respectum et reverentia pro Patria et Deo in communitate nostra.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, apud flumina Tomebamba, mensis
novembris, die III, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXI.
Definitivamente, las personas que desiden hablar o publicar sobre la historia de Cuenca deberían de nutrirse de la misma con mucha seguridad seguridad para no pecar en el error y ser más tarde criticados por verdaderos historiadores...que pena lo que le ha ocurrido a esta periodista en no asegurarse de la verdadera historia de la adquisición de los vitrales y procedencia de los mismos...
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