Riddendo semper inter nos/ Riendo siempre entre nosotros, son causa
de algazara las cantinflerías del fachendoso señor gobernador Matías Abad
Merchán, quien resultó un verdadero fantoche para el Azuay desde el instante
mismo en que el presidente Laso anunciaba su nombramiento como si hubiésemos de
presenciar un verdadero parto de los montes. Y nuestra altiva Cuenca, como en
la antigüedad clásica, preparóse con hilaridad y jaleo para recibir a Matías como si
en los oídos de los cuencanos hubiese tronado exultante la célebre admonición
de Esopo: «Parturiunt montes, nascetur ridiculus mus/ Paren los montes, nacerá un
ridículo ratón».
Mas, quid pro quo, vistas sus acciones, tal cual díjolo el inmortal
fabulista, Matías es el verdadero «parto de los montes» in provintia nostra,
mientras sonreímos con socarronería ante su exacerbada vanidad y su ingénita
estulticia para inaugurar su triste mandato colocando la bandera provincial al
revés en el frontispicio del edificio donde reina, en su excelso trono, demostrando
que no ha sabido elementales lecciones de civismo apud flumina Tomebamba.
La constitución de la república,
en su artículo 66, consagra el derecho de los ecuatorianos para cuestionar a
nuestras autoridades, en tanto son funcionarios sujetos al escrutinio
ciudadano. Basados en esta prerrogativa y ejerciendo nuestro deber de hombres
de pluma, críticos y orientadores de la opinión pública, hic et nunc protéstese desde este espacio cibernético cuando un advenedizo
gobernador demuestra que no ha sabido la forma en la que debe izarse el lábaro
patrio de la provincia. Por ello, recuérdese in honorem veritatis el sapiente dicho de nuestra castiza heredad: «De frente filo y de filo
nada». Así dice la milenaria sabiduría de
nuestra incomparable lengua de Castilla ante los sorprendendores que, dentibus albis, pretenden fungir de «rara avis in terra» o «rara ave sobre la Tierra» mostrando
cualidades de las que carecen y llegando al avieso atrevimiento de burlarse de
nuestra inteligencia diem per diem in
vita communitatis/ día a día en la vida de la comunidad.
Al parecer, el inefable Matías quiso
sorprendernos fungiendo de gobernante de fina estampa y divina aureola, cual si
fuese un funcionario de etiqueta y de caché, quizás, cual tiquismiquis y excelso
modelo para figurines de aristocrático cotilleo. Ya estábamos acostumbrados a
que exhíbase en sus columnas de opinión con un aparatoso saber para sorprender
a Raimundo y todo el mundo, cual
sabio predestigitador del run run político en la capital de la morlaquía, con
sus constantes atropellos a la historia, sus aviesos atentados en contra de la
verdad histórica y sus ocurridas y anodinas deducciones en las que la liviandad
y la ligereza llévanlo al fango de la ridiculez cuando, ad absurdum, comparte deducciones que no son más que verdades de
perogrullo in communitate nostra.
que Matías Abad mandó a hacerla al revés
Los azuayos estamos patidifusos
al contemplar que Matías, al inaugurar su triste mandato, mandó a hacer una
nueva bandera de la provincia a fin de izarla en el frontispicio de la
gobernación. La colocación del símbolo provincial, junto a las banderas de
Cuenca y del Ecuador, delataba las intenciones del gobernante de inaugurar su
mandato dando clases de civismo a su pueblo, como si dijéranos urbi et orbi: «así es como débese respetar a nuestros
símbolos patrios, así ízanse las banderas, así demuéstrese el cívico amor a la
provincia, de
la que soy por ahora, por la gracia de Dios, Providentissimus et altissimus
gobernador in partibus infidelium».
Sin embargo, si nos fijamos en el
lábaro patrio que ha mandado a hacer nuestro cantinflesco y jacarandoso gobernador,
la franja amarilla hállase encima y en el centro encuéntrase el escudo de la
provincia colocado de manera vertical, por lo que colúmbrase que no trátase de
un yerro del portero que generalmente coloca no más la bandera cuencana al
revés. En tanto el símbolo provincial es nuevecito y reluce con sus fúlgidos
colores de iridiscente refulgencia es evidente que Matías no ha sabido cómo
colócase la bandera provincial y por ello mandó a confeccionar un ejemplar al
revés.
Por disposición legal, el Consejo
Provincial del Azuay dispuso, décadas atrás, que la bandera provincial tenga
dos franjas de colores rojo y amarillo, adoptándola como propia a la misma
bandera cuencana, con la única diferencia de que en el lábaro provincial colócase
el escudo de la provincia en el centro. Así hémoslo aprendido en las escuelas
primarias en donde recibimos las primeras letras y las elementales lecciones
cívicas que permítennos ser ciudadanos de bien in urbe nostra, super flumina Tomebamba . No obstante, sorpréndenos
ad summum que Matías Abad Merchán no aprendió estas obligatorias enseñanzas in patria aequatorianae. A similis, el hecho es muy parecido al
caso del fementido danzante de Causacunchi, Martín Sánchez Paredes, quien
inauguró su período de 8 años en la Casa de la Cultura de Cuenca con la bandera
de la ciudad amada al revés. (Cfr. UNA INFAMIA A LA BANDERA EN LA CASA DE LA CULTURA).
La infamia de Matías no es casual
y nuestro reclamo no débese de interpretar como un cansino llamado a la
corrección en el respeto que merécese la provincia y la «ciudad cargada de alma». Ya es común inter nos
que la bandera cuencana ízase siempre a la maldita sea, al revés, como pruébase
en la precedente imagen, siendo inadmisible que un gobernador provincial
desconozca esta elemental norma cívica. Al parecer, la estulticia de Matías no
tiene arreglo habríase quizás de concluir al mirar que sus constantes
atropellos en sus columnas de opinión déjanlo como un sofista que engarbúllanos
constantemente contra veritatis, al
escribir siempre de triviales verdades, lugares comunes y frases brillantes
pidiendo prestado el tintero, mientras hoy ha dejádonos enmarañados al desconocer que la franja roja colócase encima en la bandera de la provincia.
In honorem veritatis, débese columbrar que la provincia agítase hasta los paroxísticos límites de la indignación cuando el pasado 9 de Octubre, luego del fiasco de Matías, el edificio de la gobernación lucía sin la bandera provincial en un día cívico de tanta trascendencia in patria nostra.
No obstante, el 22 de octubre, con ocasión del
embanderamiento cuencano por las inminentes fiestas novembrinas, el candoroso
Matías acaba de colocar correctamente la bandera provincial en reivindicación
de su fama enviada al abismo de las huestes infernales, por lo que es digno de
congratulación in respectum et reverentia
inter nos. Excelsior, excelsior,
dilectissime Matías, inefabilis et singularis in provintia nostra.
¿Y por qué demoró Matías 25 días para
reivindicar a la provincia y mandar a hacer correctamente una nueva bandera
luego del tremendo papelón en el estreno de su cargo? Unos aluden a la
vergüenza de Matías ante su triste desafuero, otros a su falta de luces; éstos al
desgobierno de Matías; aquellos al ludibrio que el fachendoso gobermador habrá
de sentir en su ríspido rostro de «rara avis in terra» ante la peor cantinflería de su vida terrena: llegar a la
gobernación de la provincia y no saber que el lábaro patrio provincial colócase
igualito a la bandera de Cuenca, con la franja roja encima. Solo unos pocos, de
vez en cuando, penetran en la causa verdadera de esta desgracia: el
conocimiento light de Matías, en la era de la globalización en donde erígese
cual si fuese una «vaca sagrada» del pensamiento contemporáneo con
la fatua vanidad de un gobernante del gobierno del encuentro donde quienes
están en el poder anhelan la libertad cuando obedecen y comprímenla cuando
llegan a mandar cual si tratárase de proteos políticos de invincibilis ignorantia con masterados que exhiben como perlas que
cáenles cual chagrillo de sacra procesión eucarística in nostra Sancta Mater Ecclesia et in honorem invincibilis ignorantiae et
stutiltia.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Conchae, mensis octobris, die XXIII, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXI, octava XXIX Dominica per annum.
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