lunes, 20 de febrero de 2023

EL CURA CORDERO Y SU VITRAL AZOGUEÑO SUPER FLUMINA BURGAY

 


Ad gloriam aeternam iuxta Dolorosa/ Para la gloria eterna junto a la Dolorosa un recóndito vitral del cura Cordero pervive a la posteridad en la Universidad Católica de Cuenca, sede de Azogues, como inmarcesible muestra de una corderiana huella que salvóse del exterminio de la loca iconoclastia con la cual derribáronse sus monumentos, sus placas epigráficas, sus óleos, sus preseas y reconocimientos en el centro de educación superior por él fundado y en donde, hasta antes de su caída por los escándalos de pedofilia de su juventud, su recuerdo parecía volverse una indeleble impronta de su paso por el mundo ad futuram rei memoriam.

 
 

Habiéndose construido, con admirable gusto estético, el santuario de la Dolorosa del Colegio en Azogues, César Cordero, como uno de los más febricitantes amantes de la Mater semper dilectissima, la querida Mater Dolorosa, quiso perennizarse junto a ella en un vitral que hízolo colocar en el torreón de tal precioso santuario, donde hoy, huidizo y subrepticio, sigue evocando su recuerdo a fuer de su extraordinaria capacidad de gestión para fundar una comunidad educativa católica donde la actual ingratitud a su memoria adquiere tintes de vileza pues su deceso, acaecido el pasado 4 de febrero, ha sido totalmente imperceptible como si sus esclarecidas ejecutorias pudiéranse acaso eliminar con la infernal iconoclastia con la que desaparecieron  sus huellas e improntas in vita societatis o en la vida de la sociedad.

Pero como no puédese tapar el sol con un dedo queda siempre un resquicio de fulgurante remembranza de las gestas de los seres humanos que dejan importantes legados inter nos. Por ello, el vitral de César Cordero Moscoso en el santuario de la Mater Dolorosa representa, ex tota claritas/ con toda claridad, su profundo amor filial a esta taumaturga imagen.

Nadie podrá negar, in honorem veritatis, que César Cordero Moscoso veneró a la Mater Dolorosa con alma, vida y corazón desde sus años de antiguo alumno de los jesuitas en el querido colegio «Rafael Borja», donde fue un brillante estudiante de la Compañía de Jesús, graduado en 1947, cuando el cuadro original del prodigio de la Dolorosa del Colegio San Gabriel visitó Cuenca por vez primera, para que este acontecimiento convirtiérase en el centro focal por el que el cura Cordero desarrolló, in crescendo, una mirífica veneración por tan ecuatorianísima advocación mariana del colegio «San Gabriel», de los beneméritos padres jesuitas in quitense urbe.

El vitral exhibe un retrato de César Cordero cuando hallábase ya en la edad provecta. Enhiesto, de pie, en benevolente actitud, el cura Cordero lleva el clerigman por el que distíngueselo como presbítero in nostra Sancta Mater Ecclesia, mientras su vestimenta no es la clerical sotana de los sacerdotes sino un poncho tricolor de lóbregos tintes foscos, pardos y grises.

 

El cura Cordero lleva un grisáceo pantalón y zapatos cafés oscuro, en un cromático panorama de colorido ocre, ad infra, en la base de la vidriera.

 Por otro lado, ut supra, en la parte superior, un policrómico juego de azules intensos -que degrádanse hacia el celeste- confrontánse con un policrómico ensamble de rectángulos amarillos que difumínanse en doradas tonalidades hacia el blanco.

 

Una verdosa franja circunvala toda la efigie del personaje, como puédese contemplar hic et nunc en la foto de marras, formando un óvalo hacia la parte superior y enmarcando al cura Cordero con una grisácea franja que bordea el contorno de la vidriera creando espacio ad infinitum en el vitral corderiano.

La cabizbaja testa del cura Cordero llámanos la atención por cuanto, a través de ella, detéctase que el vitral fue realizado con la técnica Tiffany, pues el rostro del personaje es una fotografía que imprimióse sobre el vidrio. La mirada de César Cordero es cogitabunda, a través de sus lentes, mientras las facciones de su semblante denotan su ancianidad in via claritatis, antes de sus valetudinarias dolencias, sin que piérdase el aura de vanidad con la que seguramente mandó a fabricar la vidriera a que sea parte esencial de la torrecilla del santuario de la Dolorosa del Colegio super flumina Burgay.

 

Ars gratia artis, Azogues no es una urbe donde puédense hallar destacadas vidrieras icónicas del arte del vitral y el hecho de que este elemento no fue exterminado por Enrique Pozo Cabrera, el ingrato sucesor del cura Cordero, permite que hoy puédaselo apreciar, in honorem artis, para inferir que obras de esta naturaleza son, de todos modos, arquetípicos ejemplos del arte azogueño in Hatun Cañar in admirabilis exemplum artis, in via artis et secundum artem.

 

Diego Demetrio Orellana

In conchense urbe, apud flumina Tomebamba, in mensis februarii, die XIX, currentis Anno Domini MMXXIII, Dominica in quincuagésima.

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