«AD MAIOREM DEI GLORIAM» o «A
LA MAYOR GLORIA DE DIOS» es el sempiterno lema de
la Compañía de Jesús in nostra Sancta Mater Ecclesia,
siendo una expresión tintineante que represéntase cual destello de celestial efluvio
que con marcial y altisonante resonancia deviene iridiscente, ad
solemnitatem, cual si fuese un armónico y mirífico cántico del mundo
jesuitico al que pertenecemos como antiguos alumnos de la Compañía de Jesús in
universa terra.
La hiperbólica frase suélese
utilizar con sus siglas latinas donde sus letras unifícanse en «AMDG» o sepáranse por puntos en: «A.M.D.G.».
Así ha representádose la expresión, in aeternum, a través de los siglos,
como la sui generis enseña de los jesuitas in nostra Sancta Romana
Ecclesia. No obstante, pertinente es reconocer que resulta falsario el
hecho de que San Ignacio de Loyola, el epónimo fundador de la Compañía de Jesús,
utilizaba ya esta leyenda siendo más falsario aún el dato de que el beatífico
santo hubiérala escogido en sus enseñanzas y escritos tal cual hoy la conocemos.
Por lo tanto, la expresión
jesuitica «AD MAJOREM DEI GLORIAM» o «AD MAIOREM DEI GLORIAM» es un juego
de palabras inspiradas en las enseñanzas de San Ignacio de Loyola para usarse como
su lema por los siglos de los siglos in historia mundi. Así, huelga decir
que la inscripción tuvo una curiosa evolución lingüística pues en los
primigenios tiempos empezó a usársela como «AD MAJOREM DEI GLORIAM» para
luego devenir en la frase «AD MAIOREM DEI GLORIAM» ya que la
consonante «J» transformóse en «I» en la lingua latina con el paso
de las centurias. Mas su asombrosa versatilidad hace que hoy puédasela admitir,
ad
libitum, en ambas formas, siendo la primera la más clásica.
En algunos escritos de la
Compañía de Jesús la frase es aún más larga, puesto que también es común leerla
como: «OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM», lo cual tradúcese en nuestra inmortal
lengua de Castilla como: «TODO A LA MAYOR GLORIA DE DIOS».
Ahora bien, si la expresión
no es del todo exacta a la forma como decíala San Ignacio de Loyola ¿cómo es
que la Compañía de Jesús la estableció ab intra Societatis Iesu? La
respuesta habrémosla de encontrar en la historia, verdadera «magistra
vitae» o «maestra de la vida», al
confirmar con incontrovertible verdad que todas las ideas evolucionan o perfecciónanse
en el tiempo sin cambiar su esencia. Y esto es precisamente lo que acaeció con
los beneméritos padres jesuitas frente a este inmortal lema ignaciano por el
cual, in universa terra/ en toda la
Tierra, la iconografía católica romana identificó a San Ignacio por el
frecuente uso que de este concepto hizo en sus escritos, sobre todo en los
Ejercicios Espirituales y en su autobiografía, aunque no háyalo expresado en la
forma como hoy concíbese a esta solemne frase de jesuitico abolengo urbi
et orbi.
La expresión, como tal,
no encuéntrase en los escritos de San Ignacio tantas veces como piénsase. Mas
bien, es «LA GLORIA DE DIOS» o «DEI GLORIAM» la que buscaba el
santo en todas las cosas expresándose de ella con un complemento adjetivado de «GLORIA
DIVINA» o «GLORIA DE LA DIVINA MAJESTAD». Justamente Ignacio escribe en
algunas ocasiones la expresión «AD DEI GLORIAM» o «A LA GLORIA DE DIOS». A la vez, la expresión habíala conceptualizado
con las palabras «SERVICIO» y «ALABANZA» aplicadas siempre a
Nuestro Señor Jesucristo, «Redemptor hominis» o «Redentor
de los hombres». Así es como puédese leer en sus escritos cuando decía in
scriptis: «LA
MAYOR GLORIA DE CRISTO NUESTRO SEÑOR», añadiéndolo con la expresión «Y
BIEN UNIVERSAL» tanto como «Y BIEN DE LAS ÁNIMAS» o «BIEN
DE LAS ALMAS». Es así entonces como distínguese en los Ejercicios Espirituales
cuando dice: «MAYOR GLORIA DIVINA Y BIEN DE LAS ALMAS». Según el jesuita Francisco
Suárez, conspicuo estudioso del tema, San Ignacio la repite al menos 177 veces en las Constituciones de la Compañía
de Jesús. (Cfr. De Religione S.I. l. 8, c. 6, n. 1). No obstante, la expresión
es taxativamente proferida con matices o expresiones diversas, pero siempre con
el mismo sentido fundamental.
Ergo,
la idea de la «MAYOR GLORIA DE DIOS» es nuclear en la espiritualidad ignaciana
que trasúntase en las Constituciones y el instituto todo de la Compañía de Jesús.
A punto tal es esto cierto que otro de los jesuitas que estudió profundamente
el tema, in Ecclesiae historia, fue el padre Jerónimo Nadal, SJ, quien precisamente
incluye la idea de la «MAYOR GLORIA DE DIOS» en la
explicación del fin de la Compañía de Jesús, al decir in scriptis: «Omnia
esse ad maiorem Dei Domini nostri gloriam dirigenda» (Cfr. Scholia, n. 3).
Así pues, la idea hállase tomada de las reglas de elección de los Ejercicios Espirituales,
donde dícese que los ejercitantes debemos «seguir aquello que sintiere ser más en gloria
y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de nuestra alma»
(179). Como puédese columbrar, hic et nunc, es ésta la norma que
Ignacio desea que aplíquese tanto en las decisiones personales como en las apostólicas
si hemos de considerar la esencia de su espiritualidad. Y es éste el fons
et culmen de la actividad apostólica de los jesuitas in
perpetuum. El padre Nadal asevera luego ad pedem litterae «que el P. Ignacio la usaba siempre, y con gran
diligencia la expresó en casi todos los pasajes de las Constituciones» (Cfr.
Scholia n. 3).Por lo tanto, es aquí donde hállanse las bases de la futura expresión
«AD
MAIOREM DEI GLORIAM» o «AD MAJOREM DEI GLORIAM».
Mas ¿cómo es que San Ignacio
adoptó la idea en sus escritos? es la pregunta de marras en un tema de tanta
trascendencia jesuitica. Para responderla débese atisbar indefectiblemente en
la vida del epónimo santo fundador de los jesuitas y así habremos de corroborar
que esta relación conceptual ignaciana de «GLORIA», «SERVICIO» y «HONRA»
de Dios puédesela hallar en los libros de caballerías que Íñigo de Loyola había
leído muy probablemente en su juventud. Ad exemplum, en Amadís de Gaula. (Cfr.
l. 4, cap. 45, 52). Es evidente, a todas luces, que esta trilogía de términos son
propios del vocabulario caballeresco del que Ïñigo López de Loyola habíase
inficionado en su intrépida juventud, lo cual incidió, post factum, en su vocabulario
ignaciano dentro de la Compañía de Jesús.
El hecho es de veras interesante, desde toda perspectiva, en el instante de indagar cómo desarrollóse el concepto ignaciano en la mente del santo fundador de la Compañía de Jesús. Puédese notar, exempli gratia, que ya desde que operó la conversión de San Ignacio, en 1521, la idea de la «GLORIA DE DIOS» aparece pues como una cuestión estructural y es en su autobiografía donde confírmase con apodíctica certeza esta circunstancia puesto que es allí cuando Ignacio dice in honorem veritatis: «Toda su intención era hacer destas obras grandes exteriores, porque así las habían hecho los santos para gloria de Dios, sin mirar otra ninguna más particular circunstancia» (Cfr. Autobiografía 14).
Sub specie aeternitatis, a
partir de entonces puédese ver en la vida de San Ignacio que paulatinamene la idea
de la «GLORIA DE DIOS» se fue concretando y especificando,
según su vocación, en la salvación y santificación de las almas, en el servicio
del prójimo y bien universal en Cristo pues Ignacio llegó a vincular el «AMOR»
con el «SERVICIO» para la «GLORIA DE DIOS» y así es como puédese
corroborar cuando en los Ejercicios Espirituales escribió la célebre expresión:
«…Pedir
conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente reconociendo,
pueda EN TODO AMAR Y SERVIR». Y es de esta expresión ignaciana
de donde surgió otro de nuestros lemas jesuiticos de singular solera e
identificación plena.
En cuanto al adjetivo
latino «MAIOREM» o «MAJOREM», que en nuestra incomparable
lengua de Castilla tradúcese como «MAYOR», es evidente que el término relaciónase
con el «MAGIS» ignaciano. O sea, con aquél «MÁS» que San Ignacio propuso
para buscar la excelencia en el servicio, lo cual -en el mundo jesuita- jamás podémoslo mirar en el sentido de competencia,
siendo una norma desde el «Principio y fundamento» de los
Ejercicios Espirituales cuando Ignacio escribe in scriptis: «...sólamente
deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados»
(23), expresión que repítese con ahínco a lo largo de los Ejercicios Espirituales
(152, 185, 189, 339) como también en las Constituciones de la Compañía (133,
508, 602), para llegar a ser la cualidad intrínseca de la Compañía de Jesús y la
manifestación patente del espíritu ignaciano en el servicio a los demás, lo que
tradúcese tan mayestáticamente en otro vital apotegma jesuitico: «SER MÁS
PARA SERVIR MEJOR», que es la base y el fundamento del «magis»
ignaciano.
Por ello es que el adjetivo
«MAIOREM»
o «MAJOREM»,
al imbricarse de profundis con el «MAGIS» busca una mayor luz o una nueva
opción de MAYOR GLORIA DE DIOS, de mejor servicio suyo. Dígase con perspicuidad
entonces que las exigencias del amor y la gloria del Señor permanecerán siempre
mucho más allá de cualquier servicio nuestro. A tal punto estaba persuadido de esto
el benemérito padre Jerónimo Nadal, SJ, que en su famosa Scholia, que ha sido
de gran utilidad en este ensayo, afirmaba acriter et fideliter: «Si
alguna vez lees en las Constituciones AD DEI GLORIAM/ A LA GLORIA DE DIOS,
simplemente, debes entender AD MAIOREM, porque ésta fue la mente del P. Ignacio»
(Scholia, n. 789). Entonces, según el contexto histórico que trasponemos en
este trabajo investigativo, habremos de inferir que fue el P. Jerónimo Nadal, SJ,
el primer jesuita estudioso que incidió en el uso del término «AD
MAIOREM» y fue mucho tiempo después de la muerte de San Ignacio cuando por
vez primera aparece impresa la abreviatura «A.M.D.G.» como el lema
ignaciano de la Compañía de Jesús.
Y en tanto San Ignacio
jamás utilizó la expresión completa «AD MAJOREM DEI GLORIAM» o «AD MAIOREM
DEI GLORIAM» resulta curioso contemplar que en todas las imágenes
iconográficas del fundador de los jesuitas, in historia ecclesiae,
volvióse identitario de su efigie el representárselo con el libro de los Ejercicios
Espirituales en la mano izquierda mientras con su diestra mano señala hacia las
palabras «AD MAJOREM DEI GLORIAM» o «AD MAIOREM DEI GLORIAM», confrontándose
aquellas en el flanco contrapuesto con el trigrama de la Compañía de Jesús: «IHS»
que no es sino las siglas del acrónimo de Nuestro Señor Jesucristo in lingua
latina: «IESUS HOMINUM SALVATOR» o «JESÚS SALVADOR DE LOS HOMBRES».
Y son los artistas aquellos que prolíficamente difundieron la imagen de nuestro
Santísimo Padre Ignacio con esta inconfundible postura ad perpetuam rei memoriam.
No obstante, desde la crítica
de arte débese reconocer que es a Rubens, a quien débesele haber creado el
mejor retrato barroco de San Ignacio de Loyola incluyendo en él todos estos
elementos que han vuéltose icónicos en la hierática y epónima imagen iconográfica
con la cual el fundador de los jesuitas es conocido in universa terra.
Ad concludendi,
dígase que en los tiempos en los que murió San Ignacio de Loyola, alrededor de
1556, en las primeras publicaciones de los jesuitas solía leerse impreso tan
solo el monograma del nombre de Jesús «IHS», como signo identitario de la Orden.
Así transcurrieron algunas décadas hasta el año del Señor de 1606 cuando utilízase
por vez primera, en una versión impresa de las constituciones de la Compañía de
Jesús, el lema completo de «AD MAIOREM DEI GLORIAM», con la imagen
de Ignacio.
No obstante, esta expresión inmortal de tanto trasfondo histórico y simbólico volvióse solemne y mayestática in lingua latina semper aeterna sin quedarse circunscrita al específico ámbito en donde vivifícase plenamente, que es el mundo jesuitico, y debido a su sentido lapidario incidió per se para formar otras frases semejantes y tiplesonantes como: «AD MAIOREM BEATAE VIRGINIS HONOREM», «AD MAIOREM PIETATIS INCREMENTUM», «AD MAIOREM REI LITTERARIAE DECUS», etc. Y aquí hemos de justipreciar gozosos la gran versatilidad de nuestra amada lingua latina semper aeterna, lingua mater in hispanica lingua sicut signum identitarium in Societate Iesu ab intra ecclesiae ad maiorem Dei gloriam semper in honorem Sanctissime Pater Noster Ignatius a Loyola, primus praepositus generalis Societatis Iesu in historia nostra.
Diego
Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis Ianuarii, die tertius, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus vicesimus ac tertio, in solemnitate Sanctissimi Nominis Iesu
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