lunes, 11 de julio de 2016

EL LIBRO DE LAS BODAS DE PERLA «BORJA 1980 - 1986»




Ad futuram rei memoriam, el presente libro es una obra conmemorativa de las Bodas de Perla de la promoción de bachilleres 1980 – 1986, del colegio «Rafael Borja». Sin embargo, la publicación preparóse hace un quinquenio con motivo de la celebración de las Bodas de Plata de la graduación de esta tanda de borjistas, en el año 2011. Motivos varios confluyeron para que este proyecto editorial no vea la luz in illo tempore/ en aquel tiempo y hubo de transcurrir un lustro más para que hoy, en julio del año 2016, -justamente cuando nos reencontramos por los 30 años del grado de bachilleres-, decidamos publicarla ex tota anima nostra/ con toda nuestra alma, en la convicción de dejar una memoria escrita de la inolvidable época colegial vívidamente compartida inter nos en las aulas del Borja, bajo la égida jesuita que ha marcado a nuestras vidas de profundis.

Antiguo local del colegio «Rafael Borja», en Pumapungo/ 
Fotografía del Archivo de la Fundación Iglesia de la Compañía, Quito - Ecuador


11 de julio del año 1986: 
graduación de la promoción de bachilleres 1980 - 1986


Así pues, ab immemorabili, el 11 de julio del año 1986 nos graduábamos de bachilleres en el colegio «Rafael Borja» y hoy, 11 de julio del año 2016, a los 30 años de este acontecimiento, consignamos in scriptis, en esta obra bibliográfica, las más relevantes cosas de la ya lejana vida colegial, las cuales produjéronnos trepidantes emociones, cinco años atrás, en nuestras Bodas de Plata, acontecimiento que consolidó esta publicación que hoy hémosla actualizado debidamente a que finalmente se publique. De esta forma, prima facie, digamos que una serie de sensaciones insólitas revolcáronse en nuestros corazones a la hora del reencuentro con el grupo de compañeros con el que compartimos las aulas del «Borja» en nuestra adolescencia.




La obra no sólo compendia nuestra vida colegial, la cual no puede reducirse tan solo al mero recuerdo de las entrañables vivencias compartidas cuando éramos adolescentes y por eso, todas las experiencias vividas en aquellos ya lejanos años de la juventud en el Borja las rememoramos imbricadas en el contexto histórico que nos ha tocado vivir, al pertenecer todos a una generación que ha pasado por la humana existencia en un período de transición entre las postrimerías de la Guerra Fría y el surgimiento de la globalización. Ergo, las referencias a los hechos históricos del mundo, tanto como las múltiples anécdotas de la historia del país y las reminiscencias a ciertas cosas trascendentales que acontecieron en Cuenca, urbe semper amata, mientras éramos colegiales, entrelázanse como elementos que intégranse cual si el libro fuese como un caleidoscopio en donde percíbense una serie de cosas multicolores y policrómicas del mundo de la historia, la cultura, el arte y la ciencia, unidas todas para recrear que nuestro paso por el mundo no es casual, puesto que tenemos la obligación de construir una sociedad más justa y solidaria, gracias a la formación humanista y cristiana que hemos recibido con los padres jesuitas en el amado colegio «Rafael Borja» y que nos fraterniza permanentemente como un grupo de personas que vivimos una especie de «collegialitas afectiva» o «colegialidad afectiva» para cambiar el mundo.



En el año 2011, para la mayoría, fue la primera vez que volvíamos a vernos luego de 25 años de haber dejado el colegio para embaucarnos por diversos destinos en la vida. Para otros, a contrario sensu/ en sentido contrario, fue la posibilidad de verse una vez más con quienes caminan de cerca en el diario trajín de la existencia, mientras que para algunos el reencuentro acrecentó una amistad que perdura vigorosa, in aeternum, con el paso del tiempo.


Fotografía del R. P. Iván Lucero, SJ

Fotografía del R. P. Iván Lucero, SJ

Recorrer las avenidas de palmeras del campus colegial y contemplarlas más grandes de lo que fueron, luego de un cuarto de siglo de concluir la secundaria; recrearse con las familiares aulas, el inmenso espacio verde y los grandes patios del colegio, donde nuestra adolescencia volvióse como un sueño fueron cosas que quedáronse entrañablemente perennes en el alma.

Coliseo del colegio Borja/ Fotografía del R. P. Iván Lucero, SJ


Capilla del colegio Borja/ Fotografía del R. P. Iván Lucero, SJ


También, escuchar la Santa Eucaristía de la Dolorosa del Colegio «San Gabriel» en los 25 años de bachillerato, en el renovado coliseo de la institución educativa, el miércoles 27 de abril del año 2011; participar en el concierto «Los ex alumnos cantan al Borja», el jueves 28 del mismo mes; asistir a la «Santa Misa del ex alumno» en la recoleta capilla del colegio, el sábado 30, día postrimero del mes de la Madre Dolorosa fueron, asimismo, experiencias únicas vividas con gran fervor y espiritualidad ignaciana.


Ni qué decir tiene, del picnic conmemorativo para compartir gratos momentos en el paseo de las Bodas de Plata, en la misma jornada sabatina, donde fuimos partícipes de propicias ocasiones para vivir, in corpore et in anima, intensos sentimientos de nostalgia que retrotraíannos a las inolvidables épocas en que fuimos niños y jóvenes y correteábamos por estos espacios con la vitalidad y fogosidad propia de nuestros años mozos, bajo la dirección de los beneméritos padres jesuitas, nuestros preceptores de la Compañía de Jesús, orden religiosa a la que pertenece el colegio «Rafael Borja» en la capital de la morlaquía.




Volver a ver a ciertos legendarios profesores que, en el año 2011, aún bregaban como docentes dentro del querido colegio; estrechar las manos o compartir abrazos con quienes nos formaron como ciudadanos que procuramos «EN TODO AMAR Y SERVIR», tal cual decía San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, fueron cosas que compartimos ad summum en clara muestra de gratitud con los maestros que seguían convencidos de su misión educativa en el inolvidable colegio al que, tanto aquellos como nosotros, amamos con singular afecto, pero sobre todo con «grata recordationem» o «grato recuerdo».


Para muchos, el reencuentro de los 25 años fue causa de expectativa, alegría y complacencia. Así pues, los saludos multiplicáronse ad infinitum acompañados superlativamente de abrazos, risas, bromas y algarabía. Cierta fraternidad cundía en el ambiente y las emociones afloraban en los compañeros, producto de esa amigable atmósfera que contagiaba, inter nos et de profundis, hasta el fondo del corazón, las fibras más sensibles de las entrañas del alma.


Inauguración de la capilla del Borja: junio del año 1986


Y mientras las risas y expresiones de sorpresa advertíanse en los circunstantes afloraban en muchos de nosotros esas extrañas sensaciones que producen los recuerdos cuando retórnase al histórico lugar en donde acontecieron tantas aventuras juveniles de las que fuimos cómplices o protagonistas, in diebus illis, en aquellos lejanos años de la adolescencia.

Vista aérea del antiguo Pensionado «San Francisco de Borja»,
junto a la iglesia del Santo Cenáculo


Mas, exceptis excipiendis/ exceptuando lo que haya que exceptuar, el reencuentro fue quizás más entrañable e intenso con aquellos compañeros con los que compartimos también las aulas escolares, desde la primaria, en el inolvidable Pensionado «San Francisco de Borja», nuestra querida escuela jesuita junto al templo del Santo Cenáculo, íconos paradigmáticos de nuestra pueril edad. Con ellos, el instante cobró más significación, pues las viejas amistades surgidas desde la infancia sentíanse ya añejas cuando en las Bodas de Plata de nuestra graduación secundaria nos reconocíamos como adultos completamente formados y nos mirábamos en retrospectiva como compañeros que hemos caminado por la vida con esa amistad y afecto que nace en la niñez y consolídase en el tiempo, ad vitam aeternam, aún a pesar de que no hayan sido copiosas las oportunidades para encontrarnos con frecuencia.

Fotografía del R. P. Iván Lucero, SJ


Hoy, al entregar este libro renovado y actualizado para celebrar nuestras Bodas de Perla de la graduación en el colegio «Rafael Borja», es grato confirmar, in spiritus et veritas/ en espíritu y verdad, que la celebración de los 30 años transcurridos desde el 11 de julio de 1986, memorable día de la culminación de la secundaria, ha servido para acrecentar ese aprecio y cariño al querido colegio y descubrir, con rediviva alegría, que las enseñanzas recibidas en tan perínclita institución jesuita son el norte y la directriz de nuestro modus actuandi en todos los actos de la humana existencia, los que ciméntanse en la «ciencia», el «estudio», la «piedad» y la «fe», los cuatro pilares esenciales de la formación ignaciana que definen la calidad humana de la que podemos dar testimonio como ex alumnos de los jesuitas.
Fotografía del R. P. Iván Lucero, SJ


Y todo esto, bajo el amparo de la Madre Dolorosa, la «inolvidable Virgen de abril», como reza el último verso de la segunda estrofa del himno del amado colegio, «ad maiorem Dei gloriam/ a la mayor gloria de Dios», tal cual enseñaba San Ignacio de Loyola, el epónimo fundador de los jesuitas, sin descuidar que todo es ciertamente para la glorificación eterna del Altísimo y acontece por su voluntad omnímoda, pues ni las hojas de los árboles se mueven si no es por el poder de la Divina Providencia sicut erat in principio, et nunc et semper et in saecula saeculorum.

OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM

Diego Demetrio Orellana

In Concha, super flumina Tomebamba, mensis Iulii, die XI, in honorem Mater Dolorosa Anno Misericordiae MMXVI

1 comentario:

  1. En octubre de 1980 vine a vivir en la Calle Larga frente al antiguo Colegio Borja y que el Banco Central comenzaba las obras de construcción, a la entrada del Colegio había una fila de palmeras Poenix a cada lado del camino, y se dieron el trabajo de llevarse esos árboles al nuevo Colegio,como observadora lejana tengo mucha curiosidad por leer su libro,me imagino que aún más sus compañeros, le felicito por su iniciativa y espero un ejemplar

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