GALILEO GALILEI Y EL AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA
El 2009 ha sido declarado por las Naciones Unidas como el «AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA», en vista de que se celebra el cuadrigentésimo aniversario de la construcción del telescopio, por parte de Galileo Galilei.
La Santa Sede renova la memoria del genial astrónomo, a fin de presentarlo como héroe y no hereje. El Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, rindió tributo al astrónomo y físico italiano, diciendo que «él y otros científicos han ayudado a los fieles a comprender mejor y contemplar con gratitud los trabajos del Señor».
Al genial científico italiano se le ha propuesto declarar, además, como patrón del diálogo entre la razón y la fe. Se trata de un cambio total de fortuna para Galileo Galilei (1564-1642), quien fabricó el primer telescopio astronómico completo y lo utilizó para recabar evidencia de que la Tierra se movía alrededor del Sol, uniéndose a la teoría de Copérnico que ya proclamaba esta verdad científica como principio incuestionable. Las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en esa época, consideraban a la Tierra en el centro del universo, siguiendo una milenaria y equívoca postura de Ptolomeo. Por esta razón, la Silla Apostólica denunció la teoría de Galileo como peligrosa para la fe; sin embargo, éste desafió sus advertencias y admoniciones, in honorem veritas in scientia. Ergo, el científico fue juzgado como hereje en 1633 y obligado a retractarse. Cuenta la Historia que entonces condenado a prisión de por vida, condena que después se cambió por arresto domiciliario.
De esta forma, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana muestra a la víctima más famosa de la Inquisición como un hombre de fe, justo a tiempo de las celebraciones por el aniversario de su telescopio, mientras en este mes de mayo, varios miembros del Vaticano participaron en una conferencia internacional para volver a examinar el caso Galileo.
Por muchos años, en las últimas décadas, la Iglesia Católica ha luchado por desembarazarse de su reputación de ser intolerante con la ciencia y para ello, ha producido investigación de primer nivel utilizando su propio telescopio.
Impulsada por el Sumo Pontífice Benedicto XVI, hombre culto par excellence, existe una iniciativa por resolver la vieja polémica de una vez por todas. Se recordará que, en enero del año 2008, el Santo Padre canceló un discurso en la Universidad «La Sapienza», de Roma, al notar que un grupo de profesores, citando el episodio de Galileo y calificando al Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, como una figura religiosa adversa a la ciencia, arguyeron que no debía hablar en una universidad pública.
El 31 de octubre de 1992, al cumplirse los 350 años de la muerte de Galileo Galilei, el Santo Padre Juan Pablo II, Siervo de Dios de feliz memoria, lo rehabilitó solemnemente y criticó los errores de los teólogos de la época que dieron pie a tal condena, sin descalificar expresamente al tribunal que lo sentenció. Ad contrario sensu, Juan Pablo II expresaba «que el dictamen contra Galileo fue un error que se derivó de una trágica incomprensión mutua».
Este «mea culpa» del Papa Juan Pablo II fue considerado para muchos como la palabra definitiva en torno a esta cuestión secular. Hoy, en el Vaticano se piensa ya en una nueva edición de las actas del proceso que actualice las de hace treinta años.
El aniversario de Galileo parece estar dando al Vaticano nuevo ímpetu para zanjar la cuestión de una buena vez. Al hacerlo, los funcionarios de la Santa Sede están poniendo de relieve tanto la fe de Galileo como su ciencia, para mostrar que ambas no son mutuamente excluyentes.
En una conferencia vaticana de noviembre del año 2008, la cual se intituló «La ciencia 400 años después de Galileo Galilei», el número dos del Vaticano, el cardenal Tarsicio Bertone, dijo que Galileo fue un astrónomo, pero que «amorosamente cultivó su fe y su profunda convicción religiosa». En efecto, Bertone dijo también que «Galileo Galilei fue un hombre de fe que vio a la naturaleza como un libro escrito por Dios».
El jefe del Pontificio Consejo para la Cultura del Vaticano, que copatrocinó la conferencia, fue más allá. El arzobispo Gianfranco Ravasi dijo a Radio Vaticano que Galileo «podría convertirse para algunos en el patrono ideal de un diálogo entre ciencia y fe». Agregó que «los escritos de Galileo ofrecían una «ruta» para explorar cómo la fe y la razón no eran incompatibles».
El benemérito sacerdote jesuita John Padberg, brillante historiador de la Iglesia y director del Instituto de Fuentes Jesuitas de la Universidad de St. Louis, en Missouri, dijo sospechar que el nuevo énfasis del Vaticano sobre la fe de Galileo proviene del mismísimo Sumo Pontífice. «El Papa Benedicto XVI está ardientemente convencido de la congruencia entre fe y razón, y le preocupa, especialmente en las circunstancias actuales, darle a la razón su lugar debido en todo el esquema de cosas», dijo.
El italiano fue muy polémico.
Si bien es ampliamente aceptado que Galileo fue un católico convencido, Padberg cuestionó que pueda alguna vez ser aceptado como una especie de patrono para el debate entre ciencia y razón. Para el brillante y eminente religioso jesuita esa posibilidad no es viable y sus temores los justifica diciendo: «Por cierto que para mucha gente de ambos bandos eso se vería como una posibilidad muy remota».
El Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, quien es un eminente y brillante teólogo, ha hecho de la exploración de las relaciones fe-razón un aspecto clave de su ministerio petrino, y en particular ha ordenado al periódico oficial, «L’Osservatore Romano», asumir esta misión.
Por otro lado, Benedictus PP. XVI es un Pontífice amigo de la Astronomía, que habla siempre de cosas científicas en sus intervenciones públicas. En su bendición dominical, a fines del año 2008, expresó a los participantes del Ángelus en la Plaza de San Pedro del Vaticano: «Quizás no todos saben que la Plaza de San Pedro es también un meridiano: el gran obelisco, de hecho, arroja su sombra a lo largo de una línea que recorre el empedrado hacia la fuente que está bajo esta ventana, y en estos días la sombra es la más larga del año».
La intención de la Santa Sede para reeditar las actas del proceso a Galileo Galilei (Pisa, 1564-Florencia, 1642), pretende recordar que el entonces Papa Urbano VIII, de la familia Barberini, nunca firmó la condena de la Inquisición al científico italiano. Así lo aseguró el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, Monseñor Gianfranco Ravasi, en la víspera del congreso «La ciencia, 400 años después de Galileo Galilei».
«El Papa no firmó la sentencia y los cardenales no se pusieron de acuerdo sobre la condena; por esto, estaría bien volver a publicar las actas en su totalidad, para tenerlas de nuevo a disposición en una edición lo más acertada y rigurosa posible desde el punto de vista crítico», explicó Ravasi.
El hecho de que la sentencia no fue firmada por el Papa «es un dato histórico poco conocido», añadió el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura cuando el Vaticano participa en el «Año de Galileo», este 2009, con motivo del 400 aniversario de la construcción del primer telescopio por el científico italiano.
No obstante, la documentación sobre los procesos contra Galileo Galilei de los archivos vaticanos está incompleta. A pesar de los largos y amplios estudios que no pocos estudiosos han realizado en el pasado para «descubrir», o mejor dicho, encontrar las actas del proceso inquisitorio de Galileo Galilei, hasta hoy no poseemos más que los escritos originales de un mísero resto extraído de voluminosos «expedientes» inquisitorios de Galileo de la época del proceso (1633) o de poco después. Este «extracto» permaneció durante siglos en el archivo de la Congregación del Índice (que solicitó al Sant'Offizio dichos papeles) y se llevó después a París durante la triste confiscación de los Archivos Vaticanos dispuesta en 1810 por Napoleón, pasando por tanto por las manos del duque de Blacas, y finalmente fue enviado por la viuda de éste al Archivo Secreto Vaticano en 1843.
El volumen II, que erróneamente se ha designado durante mucho tiempo como «proceso de Galileo Galilei», en realidad es un conjunto de escritos recopilados por la Congregación del Índice tras la condena de Galileo con el fin de aplicar, sobre la base de las deposiciones y confesiones del proceso, la prohibición de sus libros y la enseñanza de su doctrina (en el interior hay numerosas cartas de obispos o representantes pontificios que atestiguan haber recibido la notificación de dicha prohibición. Algunos de estos escritos se extrajeron de los expedientes perdidos (parece ser que se trata de varios volúmenes) del proceso de Galileo, del cual se conserva todavía la foliación (uno de estos volúmenes tenía al menos 560 folios, es decir 1120 páginas).
Tras la condena de las tesis científicas que sostenía Galileo se llegó, como es bien sabido, a la abjuración pronunciada por el gran pisano en la iglesia de la Minerva el 22 de junio de 1633. En los meses siguientes, Galileo obtuvo de Urbano VIII la posibilidad de cumplir su pena de prisión en su villa de Arcetri (1 de diciembre de 1633). Desde ahí, el 17 de diciembre de 1633 enviaba una carta totalmente autógrafa a su «protector», el cardenal Francesco Barberini, gracias a cuya intervención había obtenido ese favor (b).
Galileo rompió con dogmas impuestos al conocimiento por el aparato eclesiástico que, desde siglos atrás, había mantenido entre sus paredes a los grandes autores que pudieran cuestionar los ordenamientos propuestos por la Iglesia. Años antes se había aceptado que la Tierra era el centro del Sistema solar según las leyes dictadas por Dios, esto había sido planteado en el Sistema Ptolemaico o de Aristóteles. Galileo retomó las ideas de Nicolás Copérnico, en torno a la teoría Heliocéntrica del Sistema solar, que proponía al Sol como astro inamovible a partir del cual se estructuraban los movimientos de los planetas a su alrededor. En 1630 Galileo viajó a Roma para obtener el permiso de publicar su Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo, en 1633 es condenado, acusado y obligado a retractarse de sus teorías. Para Galileo fue, como podemos imaginar, un momento crítico: sus descubrimientos y propuestas científicas, que revelaban muchos conocimientos para la humanidad, eran también la causa de que su vida se encontrara en peligro.
Tuvo que arrepentirse, aunque algunos afirman que sólo lo hizo para salvarse de morir. ¡Que los grandes pensadores y científicos de la época tengan que pedir permiso siempre al Papado para publicar cualquier avance científico, ya es el colmo! Menos mal que hoy ese poder ya no es tal, con el Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia, Papa XVI, un Sumo Pontífice abierto siempre al diálogo, defensor del pensamiento ajeno y tolerante con la ciencia y sus maravillosos descubrimientos.
Con motivo de estas conmemoraciones, el Vaticano planea reeditar las actas del proceso a Galileo Galilei para recordar que el papa Urbano VIII nunca firmó la condena de la Inquisición al científico italiano, según dijo recientemente Ravasi. Entre las iniciativas destaca el convenio que se celebró el 26 de febrero en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma sobre «1609-2009. 400 años de ‘Sidereus Nuncius’ de Galileo».
Del 26 al 30 de mayo se celebró en Florencia el convenio internacional de estudios «El caso Galileo. Una relectura histórica, filosófica, teológica», organizado por el Instituto Stensen de los Jesuitas.
Del 21 al 26 de junio habrá un curso de estudios organizado por la Specola Vaticana (el Observatorio Vaticano) desde 1986 y durante todo el mes de octubre estará abierta en el Vaticano la exposición «Galileo 2009, Fascinación y fatiga de una nueva mirada sobre el mundo. A 400 años de la primera observación con telescopio».
Del 15 de octubre al 5 de enero de 2010 se exhibirá en los Museos Vaticanos la exposición «Astrum 2009: el patrimonio histórico de la astronomía italiana de Galileo hasta hoy», que incluirá libros, archivos e instrumentos procedentes de la Specola Vaticana y de los Museos Vaticanos, así como el manuscrito «Sidereus Nuncius», de Galileo, conservado en la Biblioteca Nacional Central de Florencia.
Galileo Galilei fue condenado por la Inquisición por haberse adherido a la teoría de Copérnico, que sostenía que era el Sol, y no la Tierra, el centro del Universo en contra de lo que se pensaba en su época.
El 31 de octubre de 1992, a los 350 años de su muerte, Juan Pablo II lo rehabilitó solemnemente y criticó los errores de los teólogos de la época que dieron pie a tal condena, sin descalificar expresamente al tribunal que lo sentenció.
En un discurso de 13 páginas, leído en la Sala Regia del Palacio Apostólico, el Papa Wojtyla le calificó de «físico genial» y «creyente sincero», «que se mostró más perspicaz en la interpretación de la Escritura que sus adversarios teólogos».
Salutem dicit cum veritas semper fidelis,
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Concha, apud flumina Tomebamba, ex aedibus FIDEH, districti meridionalis, mensis Iunii, die vicesima ac prima, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate XII Dominica per annum.
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