In vita societatis o En la vida de la sociedad hay quienes consiguen de la gente cuanto apetéceles bajo inicuas zalagardas en las que subyacen subrepticiamente el adulo y la lisonja, engarbullando a sus víctimas que de tanto engordar con hiperbólicos halagos y exaltaciones acaso sucumben como vasallos de tan infames perenganos entregándose al vaivén de sus antojos y a merced de sus caprichos cual ovejas que van ciegas al inmundo matadero. Por desgracia, estos miserables lambiscones tienen suerte pues no son pocos quienes requieren de edulcoradas zalamerías para acicalarse como el caballo al que aliméntase con la mejor alfalfa a fin de someterlo y subyugarlo ad arbitrium. Es por esta causa que en nuestra incomparable lengua de Castilla dícese que «al caballo hay que acariciarlo antes de montarlo». Mas en los seres libertarios y levantiscos, para quienes la dignidad es un valor superlativo, tal estrategia equina no funciona y la dignidad superpónese in excelsis a fin de no permitir abusos y desmanes en despiadados zascandiles que intentan pescar a río revuelto in communitate nostra.
El escándalo del libro: AZOGUES, HISTORIA ARTE Y PATRIMONIO en la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», Núcleo del Cañar, fue en el año 2021 un escabroso asunto del mundo cultural azogueño cuando el directorio 2017 – 2021 de tal institución intentó eliminar el nombre del autor en la portada de la obra, hecho que incitó a que no publicárasela mientras no se respeten los derechos del historiador que habíala elaborado para conmemorar el bicentenario de la independencia de Azogues.
El caso es de Ripley, pues la idea del proyecto editorial era magnífica, a decir de Édgar Palomeque Cantos, el cuestionado director de la Casa de la Cultura cañarense, protagonista del escándalo. Con miras de alto calibre, a decir de él, había buscado a los que creía los mejores historiadores de la patria para encomendarles la tarea. Mas ninguno satisfacíalo, ora por sus ríspidas vanidades y egolatrías, ora por sus avanzadas edades, ora por sus catastróficas y valetudinarias enfermedades, ora por sus holgazanerías y negligencia investigativa. En este desconcertante panorama una historia de Charasol, de autoría del historiador cuencano Diego Demetrio Orellana, llegó a sus manos, lo que hizo que, ipso facto, contactárase con el autor a fin de proponerle la elaboración del libro del bicentenario de la Independencia de Azogues, de la Casa de la Cultura cañarense, aduciendo que este proyecto era el sueño de su vida y representaba el culmen de su actividad para permanecer en la historia comarcana in grata recordationem. La propuesta incitaba a descubrir Azogues desde lo histórico, artístico y patrimonial y mientras avanzaba la investigación, el director de la Casa de la Cultura solía mostrarse solícito, servicial y atento en cada ocasión en la que entregábanse los avances del trabajo. Con pánico y estupor era azaroso contemplar que, al parecer, el personaje vivía del adulo y la lisonja, de la mentira y la engañifa, de las más inicuas triquiñuelas para encandilar a sus contertulios con asquerosas alabanzas que lanzábalas como multicolor chagrillo de beatíficas procesiones en honor del Santísimo Sacramento o de la Santísima Virgen de la Nube, Mater Dei et Mater Nostra.
Hemos sido durante toda la vida adversarios inflexibles del adulo y la
lisonja y, dicha sea la verdad, no nos
agradaba este tránsfugo modus actuandi que oblíganos a andar
siempre ad cautelam. Cuando el libro tomó forma el susodicho comenzó a
dimensionar el riguroso trabajo que implicaba esta labor investigativa atolondrándose
diem
per diem a punto de inferir, ab imo pectore, que algo oscuro
pretendíase. Comenzaron entonces las censuras al querer que omitiérase a la lingua
latina en la obra, lo cual era inaceptable si hemos de considerar una
pertinente interrogante: ¿para qué contrataron a un historiador latinista si no
íbase a respetar su estilo? pero las censuras siguieron, de momento ad momentum,
develándose hilarantes complejos que terminan en regionalismos absurdos como
cuando tratóse de prohibir que en la obra mencionáranse a los bardos cuencanos
a los que el historiador referíase para hablar de algún aspecto de la capital
cañarense. Llegó entonces el fatídico día 24 de marzo del año 2021 cuando, bajo
un astuto artilugio, habíase convocado a sesión de directorio institucional, en
La Troncal, para decidir en unión de voluntades la eliminación del nombre del
autor en la portada de la obra. Para justificar tamaño despropósito ofendióse
al autor diciendo que era solo un contratado sin derecho a que su nombre
apareciera en la cubierta del libro. Inaudito argumento que para reforzarlo llegóse
a redargüir que la carátula del libro era preciosa y el directorio institucional
opinaba que ante semejante lindeza no debían haber palabras que estorbaran el
poderla contemplar en su magnificencia y belleza. Consecuentemente, era el nombre
del autor el que causaba disturbio visual para que los lectores puedan observar
la hermosura del libro del bicentenario de la independencia de Azogues que la
Casa de la Cultura, Núcleo del Cañar, entregaría a la comunidad azogueña. De
Ripley diríase in stricta veritas aunque tratábase ad absurdum de un fachoso
entuerto que enmaraña e indigna hasta los límites del paroxismo.
Cuando la atrevida disposición fue rechazada con acritud intentósela imponer de manera atrabiliaria haciendo hincapié en que tratábase de UNA DECISIÓN DE DIRECTORIO, pretendiendo que el autor sujetárase a ella sin ton ni son. La iracundia subió de intensidad en el historiador, in extremis, exigiendo que tal disposición entréguesela por escrito para demandar al directorio de la Casa de la Cultura de Cañar con una ACCIÓN DE PROTECCIÓN pues tal junta directiva no tiene patente de corso para atropellar sus derechos constitucionales. Indignaba contemplar, de profundis, la vileza del fementido director de la Casa de la Cultura de Cañar al faltarle al respeto al autor y en el preciso instante en que el ex director de la entidad cultural sacó sus fieras garras para apropiarse ilícitamente de la obra el autor sentíase burlado, ultrajado y pisoteado sobre todo porque Palomeque afirmaba con atrabiliario tono que «el historiador había sido solamente un contratado», como si su condición de historiador y escritor no acreditáranle derechos o como si habría sido, claro está, un obrero o albañil que arregla desperfectos sin que puédase reconocer su aporte. Ofender de esta forma a quien hace una labor intelectiva es causa de ignominia y ruin afrenta adversum dignitatis. Y como ninguno de los argumentos que el historiador interponía con acritud -exigiendo el respeto debido- daban resultado a fin de que la aviesa conducta con la que agredíanle concluyera vislumbrábase con iracundia que lo único que interesábale al abominable sujeto que presidía inmerecidamente la Casa de la Cultura era tener la obra para presumir con ella que fue gestada bajo su égida inflando más su exacerbada y fatua vanidad. Así pues, al haber sido amenazado con una acción de protección para reivindicar los derechos del autor, la vesánica violencia de Palomeque terminó, a fuer de la altivez y la firmeza del historiador, las mismas que fueron grandilocuentes e impusiéronse con dominancia sobre el inicuo proceder del fementido director de la Casa de la Cultura en Azogues.
Entonces, columbrábase que el esperancejo individuo reaccionaba sólo a las malas y con sorprendente astucia ese lobo feroz que intentó avasallar per fas et per nefas transformóse en un edulcorado arcángel para jurar de vehementi que la amistad érale sagrada siendo imposible aceptar que la misma concluyera in via calamitatis, de forma tan calamitosa. Pidió entonces en aras de aquella supuesta amistad sincera -que jamás profesábala por supuesto- que el historiador diera marcha atrás en su taxativa determinación, pero aquél viejo infame de non grata memoria mostró aún más su experticia en las malas artes del engaño proponiendo que colocárase el nombre del autor en la portada de su libro, siempre que aumentárase -en letras grandes- aquél de la Casa de la Cultura, como propietaria de la obra. Con fingido ánimo contrito díjole que si él hubiese sabido que el autor ha sido susceptible jamás habríale faltado al respeto siendo esta segunda proposición la que hubo de plantear con tal que el libro sea lo que habíase propuesto: «la codiciada joya para concluir su mandato en la Casa de la Cultura». O sea, el desvengonzado sujeto, al parecer, tenía un plan A y un plan B para atentar contra los derechos del autor.
Sorprendido de la condición de nauseabundo zascandil y de las grandes habilidades del ex director de la Casa de la Cultura para ser un cínico actor del teatro de la falsía -en el que desenvuélvese todo el tiempo- el autor esperó zafarse de tal mefistofélico e infame viejo que cruzábase en el camino de la vida para jamás entregar la obra a la Casa de la Cultura mientras el susodicho fuera su cabeza. Y así pues, ya ninguna argucia ni artilugio que intentóse con tal de que la obra concluyérase en su período administrativo institucional sirviéronle para nada ante la férrea voluntad de que el libro no podría ser el juguete electoral de un taimado ser que utiliza a las personas como objetos de la cultura del descarte, que una vez que dejan de ser útiles deséchanse sin que jamás vuélvanse por ellos. Armóse pues un infernal zafarrancho en el que nadie pudo mediar ante la rígida postura del historiador para que respétense sus derechos o no publíquese la obra, mientras desafilióse de la Casa de la Cultura en rechazo al abominable trato recibido. Y, como era lógico, el libro no se publicó y menos bajo la égida de Édgar Palomeque Cantos.
Mas como la palabra en ristre apuntaba, in honorem dignitatis, para desenmascarar al falsario director de la Casa de la Cultura inficionóse éste de la mentira dejándose poseer por la mitomanía para refutar a la apodíctica verdad con que desnudábaselo redarguyendo que «lo negro es blanco» y confirmando que ciertas personas, de tanto mentirse a sí mismas, escuchan sus propias mentiras en los oídos de sus corazones para no distinguir la verdad dentro de sí. A fortiori/ con mayor razón, perdióse el respeto de sí mismo y de los demás y dejándose capturar de la soberbia jamás admitióse el perverso modus actuandi a fuer de justificarse con la mitomanía con la cual vívese en un mundo paralelo actuando como un fachendoso actor del teatro de la falsía adversum dignitatis et contra veritatis apud flumina Burgay.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae,
apud flumina Tomebamba, mensis maii, die VI, currentis Anno Domini MMXXI,
octava III Dominica Paschalis.
OPINIONES CIUDADANAS
EFECTIVAMENTE..."DE RIPLEY".. JAMÁS ENTENDERÉ ESO DE NO RESPETAR AL AUTOR.
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jue, 15 dic, 16:28
Azogues no
es un pueblo pequeño, Azogues es una ciudad digna que se merece respeto como
cualquier otra ciudad del Ecuador y del mundo. No se le debe
menospreciar con frases que denotan desprecio.
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De no creer... Y de espanto lo que he venido a enterarme en este blog super que super interesante.. Pero qué estupidez, qué absurdo, qué manera de herir a un autor. Y la Casa de la Cultura dizqué. Y Azogues patrimonio ecuatoriano dizqué... ¡¡¡Y el presidente de la institución...!!! Y los miembros del directorio los alcahuetes para robarle al historiador. LO que han hecho les hace nada respetables para ser miembros de la Casa de la Cultura. Pero magnífico que el historiador ha sido bien plantadito y no les ha dejado que le roben el libro. Eso les debe arder hasta el alma a este tal Palomeque y a toda su junta directiva pues esta denuncia es exquisita para que se queden como imbéciles... El historiador demuestra además que es un papacito para el manejo del idioma de Castilla, como ha sabido decirle al español.- Qué elegancia para contar la tragedia. Qué estilo para mostrarse como un intelectual de sacarse el sombrero. Mis felicitaciones a Demetrio Orellana. Digno de usted... toda pulcritud siempre.
ResponderEliminarMaravilla cómo le han puesto en su sitio a semejante Palomeque. Cuando era fiscal era atorrante. Después se hizo correísta y ha aprendido las mañas de la loca del ático. Hasta que ha encontrado la orma de su zapato... JA JA JA...
ResponderEliminarBuenazo que haya gente que no se deja ver las huevas como ha pasado en este caso con este historiador que ha puesto de patitas en la calle a este Palomeque que en Azogues hace lo que le da la regalada gana. Hasta que de una echas el historiador le ha dado su merecido. Que le haya sacado la madre cuando Palomeque es un veterano debe ser lo peor que le ha pasado en la vida a este vetuco porque caer al suelo en la vejez es cosita seria. jajaja
ResponderEliminarEn cualquier momento paga el abusivo, el sapo, el pillo... Nada se queda sin saldar cuentas en este mundo y en esta vida. jejejee da risa ver cómo a semejante veterano de Palomeque, que es hecho el liso, hecho el bravito, el que hace lo que le viene en gana, este historiador le ha mandado a la casa de la ver... y le ha dejado en patitas en la calle como dice el dicho popular. Buenazo ver cómo el veterano anda por las calles con el rabo entre las piernas... Seguro que está con tratamiento sicológico.
ResponderEliminarvesijue... De leer y no creer... jajajaja.... ese viejo es un batracio en Azogues... siempre fue así: un batracio.... y nadie le ha parado al carro hasta que este historiador le mandado a la casa de la v..... Siempre hay alguien q' saca los cueros al sol a los bandidos...
ResponderEliminarCon que de esas tenemos... qué historia tan tránsfuga que le ha tocado vivir a este historiador... Con razón este Palomeque se perdió del mapa. Antes se le veía en las calles de Azogues... Oritas se le ha tragado la tierra... por sapo...
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