Ad maiorem Dei gloriam in vita Societatis Iesu/ A la mayor gloria de Dios en la vida de la Compañía de Jesús, este 12 de marzo del año del Señor de 2022 conmemórase el IV centenario de la canonización de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier in nostra Sancta Mater Ecclesia.
El magno aniversario coincide dentro de la celebración del AÑO IGNACIANO 2021 – 2022 convocado por la Compañía de Jesús para rememorar el V centenario de la conversión de nuestro Santísimo Padre, Ignacio de Loyola, luego de caer herido en la cruenta batalla de Pamplona, el 20 de mayo de 1521.
In historia Societatis Iesu, esta canonización era algo singular por cuanto dos íntimos amigos, Ignacio de Loyola y Francisco Javier, llegaban juntos también a los altares como juntos anduvieron en la vida buscando la mayor gloria de Dios. Dícese por ello, que la amistad existente entre los dos fue de veras ejemplar como pocas en el mundo han sido in via fraternitatis et in camera caritatis. Una vez fundada la Compañía de Jesús, en 1540, Ignacio quedaríase en Roma, como prepósito general de los jesuitas, en tanto Francisco Javier alzaría el vuelo, ad orientem, por los ignotos mares del Pacífico, hacia las Indias orientales, para convertirse en el más grande misionero en la expansión del cristianismo en India, China y Japón. Hoy, es el excelso patrono de las misiones in nostra Sancta Romana Ecclesia, mientras con Ignacio su amistad trascendió ad vitam aeternam como dos almas gemelas que confírmannos, in spiritus et veritas, el inmortal apotegma latino: «vera amicitia sempiterna est/ La verdadera amistad es eterna».
La ceremonia pontificia era, no obstante, una múltiple canonización que no habíase dado por mucho tiempo en la Iglesia Católica, ya que estos dos beneméritos jesuitas fueron elevados a los altares con el italiano san Felipe Neri y otros dos magnánimos santos in Hispania semper fidelis: Teresa de Jesús e Isidro Labrador.
El Santo Padre Gregorio, por la Divina Providencia papa XV, fue el
pontífice al que cúpole presidir, in sacris, tan magna ceremonia que
mirábasela con sorna, desde la plebe romana, a punto tal de que los fieles
católicos de la Ciudad Eterna no hallábanse muy alegres por el hecho de que 4
santos españoles fueran canonizados en cuarteto junto a un italiano. Según
cuenta la historia, la gente romana parloteaba con jocundia la italiana expresión:
«oggi
il Papa ha canonizzato quattro spagnoli e un santo», que en nuestra perínclita
lengua de Castilla significa: «hoy el papa ha canonizado a cuatro españoles
y un santo». (Curia generalis
Societatis Iesu, 2022).
Desde el punto de vista político, dicha sea la verdad, esta canonización colectiva dábase por la fuerte influencia de la monarquía española in diebus illis/ en aquellos días. Que la corona ibérica, que vivía su dorada época como omnipotente fuerza imperial in historia mundi, incremente sus santos dentro de la Iglesia Católica no era cosa simple y vana. La significación política que esto acaecería tenía grandes proyecciones. La principal, desde una perspectiva laica, era confirmar ante sus vástagos la preeminencia de la corona hispana in mundum universum hasta para contar con santos españoles en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Ergo, el proceso concluíase como un hecho que ponía fin a toda una estrategia geopolítica del Rex hispaniarum o rey de los españoles junto a las prominentes monarquías europeas y las órdenes religiosas de jesuitas, carmelitas y oratorianos. Recuérdese, exempli gratia, que los Austrias estaban en el poder real hispano y era rey de España Felipe III, a quien considéraselo como el primero de los Austrias menores y quien justamente habría de morir 19 días después de esta grandiosa canonización, el 31 de marzo del año del Señor de 1521.
La anécdota no sería completa sin contar que Luis XIII, el rey galo de la
época, habiendo tenido como preceptores a los jesuitas, era uno de los
febricitantes monarcas que pidió al papa, a través de una carta, que hiciérase la
canonización de san Ignacio, en gratitud por su formación recibida, ab
intra Societatis Iesu/ dentro de la Compañía de Jesús, y en alusión a la
histórica presencia de Íñigo López de Loyola en Francia, cuando hizo sus
estudios en París, la ville lumière, allá por el año del Señor de 1534.
Pero para que la coincidencia fuese perfecta, dígase que hasta el mismo pontífice Gregorio XV era afecto a la canonización de san Ignacio y san Francisco Javier puesto que también formóse con los jesuitas, in nostra Sancta Mater Ecclesia, en el colegio Germánico-Hungárico y luego en el colegio jesuítico romano, por lo que tenía una filiación y especial cariño por la Compañía de Jesús sicut antiqui Societatis Iesu alumni.
Para colmo, el día escogido por Gregorio XV no fue casual. El 12 de marzo
es el aniversario de la muerte de San Gregorio Magno, patrón del pontífice, en la Santa Madre Iglesia. Los gastos fueron fastuosos para los jesuitas y para la propia
Iglesia Católica, con una catedral de San Pedro del Vaticano acicalada como
nunca ad gloriam aeternam. Y como la fama de los beneméritos padres jesuitas
era ya universal, urbi et orbi, múltiples pueblos y ciudades del mundo celebraron
con pompa este mayestático acontecimiento histórico del que cúmplese mañana, 12
de marzo de 2022, el IV centenario.
Según los registros históricos de los jesuitas, in Roma semper aeterna, la basílica de San Pedro fue exornada, en ese día, a la manera de una platea de teatro, abarcando todo el ábside, la zona central del crucero e incluso el altar mayor que cubrióse con un baldaquino que, según presúmese, pudo luego haber inspirado al gran Bernini para construir el inmortal baldaquino barroco que hasta hoy contémplase como un ícono del arte universal apud sanctum Petrum ex aedibus vaticanis. (Curia generalis Societatis Iesu, 2022). En medio del altar colgáronse gigantescos candelabros plateados que contenían muchas luces acompañadas de cuatro enormes coronas de las que desplegábanse gigantescos estandartes con las imágenes de los cinco santos que aquel día ingresaban a la gloria celestial in nomine Christi, pontifex in aeternum perfecte.
El ambiente romano era de total algazara y tanto desde la plaza de San Pedro como desde el castillo de Sant’ Angelo disparábanse bombardas en el preciso instante en que Ignacio y Francisco Javier eran proclamados santos junto a sus 3 hermanos en Cristo. Sub specie instantis, al momento de la ceremonia pontificia sonaban estrepitosamente las trompetas en la plaza de san Pedro y desde allí tanto como desde el castillo de Sant’ Angelo disparáronse bombardas en jubilosa algarabía in nomine Iesu . (Curia generalis Societatis Iesu, 2022).
La iglesia del Gesú era todo un jolgorio de vivífica alegría por la canonización de nuestro Santísimo Padre, Ignacio de Loyola, y su alter ego, Francisco Javier. Todas las ventanas y cornisas del Colegio Imperial, así como de la iglesia del Gesú atiborráronse de luces y la propia cúpula del templo era un lumínico centro desde donde las luces relucían fulgurantes ad gloriam Domini en una implosiva manifestación lumínica que solemnizaba el mayestático acontecimiento ad futuram rei memoriam. En la barroca fachada de Vignola y Giacomo della Porta lanzábanse fuegos artificiales en un escenario exornado de estatuas conmemorativas de los dos santos capitulares de la benemérita Compañía de Jesús.
Y si desde los exteriores no escatimáronse recursos para engalanar con pompa el fausto suceso, intra muros, desde el interior del templo la cosa no era diversa. Finas tapicerías y cortinas desplegábanse por la iglesia mientras un altar con el cuadro de san Francisco Javier frente al de san Ignacio habíase preparado para solemnizar este magnificente hito histórico ad maiorem Dei gloriam. (Curia generalis Societatis Iesu, 2022).
Al día siguiente, 13 de marzo, que tal como hoy, en el año 2022, también
cayó domingo, una apoteósica procesión hízose desde San Pedro por las calles de
Roma con los estandartes de los nuevos santos que iban en camino hasta sus
respectivas iglesias. Los subsiguientes días cantáronse misas de acción de
gracias en cada uno de los templos que vincúlanse con las respectivas órdenes
religiosas a las que representaban: jesuitas, carmelitas y oratorianos. En el
Gesú, ad exemplum, celebróse una MISSA
SOLEMNIS el día martes 15, donde el P. General Vitalleschi presidióla como
sucesor de san Ignacio, con una asistencia de 24 cardenales in
Sancta Romana Ecclesia.
In patria aequatorianae, las fiestas por la canonización de San Ignacio deben haber sido muy
importantes para consolidar la apostólica misión de la Compañía de Jesús, la
cual había dejado de pertenecer al Virreinato del Perú para depender mas bien
del Virreinato de Santa Fé de Bogotá. Recuérdese justamente, exempli
gratia, que el hecho acaecía a los 36 años de la llegada de los
jesuitas a Quito, donde la actual iglesia de la Compañía de Jesús construíase
desde 1605, 16 años antes de la canonización de san Ignacio y san Francisco
Javier. Un documento histórico de singular valía da cuenta de que en 1615, 7 años antes de la canonización del fundador de los jesuitas, en la Real
Audiencia de Quito, su cabildo, in quitense urbe, preocupábase de
fomentar la devoción por Ignacio de Loyola, quien habíase beatificado en el año
del Señor de 1609. Por curiosidad histórica, léase ex integro el antiquísimo
registro: «En la ciudad de Quito, 24 del mes de julio
de 1615 años, se juntaron en cabildo, el general D. Francisco de Maldonado de
Mendoza, Corregidor desta ciudad y el contador D. Joan Sanz de Sauna, y el
tesorero Pedro de Vera, y el alguacil mayor Pedro de Novoa, Luis Cabrera, Pedro
Ponce Castillejo, regidores, y en el dicho cabildo se trató lo siguiente: El
dicho general D. Francisco Maldonado, con el celo que tiene del bien de la
república, propuso que se guarde la fiesta del beato Ignacio, advocación de
este colegio de la Compañía de Jesús desta ciudad, y que asista a sus vísperas
y misa esta ciudad. Y los señores de dicho cabildo dijeron que hacían e
hicieron voto de guardar dicha fiesta de San Ignacio, el día que se celebre por
su colegio, y de asistir a sus vísperas y misa, suplicando al santo sea su intercesor
para con Dios nuestro Señor, para que la juventud de esta tierra se críe en el
temor de su santa ley y vaya en aumento, por estar a cargo de dicho colegio y
padres la crianza de la juventud de la tierra. El cual voto hicieron el dicho
cabildo por sí y los demás vecinos y moradores que son desta ciudad, y
prometieron de lo cumplir así, de aquí en adelante, y que se consultase este
voto al señor obispo, Dr. D. Fernando Arias de Ugarte, para que confirme este
voto. Y con esto se acabó el cabildo y lo firmaron: D. Francisco Maldonado,
Pedro de Vera, Joan Sanz de Sauna, Diego de Novoa, Joan Sánchez Jerez de
Bohorques, Luis Cabrera, Pedro Ponce de Castillejo. Ante mí Muñoz, escribano de
cabildo» (Ioannen, 1943).
Nótase pues, cómo la sociedad quiteña, siete años antes de la canonización
de Ignacio de Loyola, tenía ya una veneración por el entonces beato y con el
cabildo de la ciudad, in quitense urbe, intentábase
promover su culto ad solemnitatem. Debido a que Ignacio aún no era santo, el
obispo de la diócesis no accedió a decretar fiesta de guardar el día del beato
Ignacio y dispuso mas bien, in nomine Christi, que las personas
que hicieron el voto debían guardarlo por sí, sin obligar a ninguna persona que
no lo haya hecho. Y habiendo tratado el caso con el deán y el cabildo
eclesiástico declaró, en fecha 28 de junio del año del Señor de 1615, «que por ahora no hay lugar
de mandar que se guarde esta fiesta». Mas ello no oscurece
la prístina realidad por la que colúmbrase que el culto de Ignacio de Loyola
fomentábase en lontananza, por aquellos lejanos tiempos coloniales in
patria nostra.
No hemos encontrado registro
alguno, desde nuestra condición historiadora, sobre la forma como habráse
celebrado la canonización de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, in
quitense urbe, hace exactamente 400 años, pero qué duda cabe de que
habrá sido fastuosa, en tanto por aquel entonces su devoción iba in
crescendo in illo tempore, ad maiorem Dei gloriam, in vita communitatis et in
ecclesia Societatis Iesu, quosque habemus magna historia inter nos, in honorem
Sancte Ignatius a Loyola, primus praepositus generalis Societatis Iesu in
Sancta Romana Ecclesia.
OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis martii, die XI, reparata salute Anno Dominicae
Incarnationis MMXXII, octava Dominica I in quadragesima.
OPINIONES CIUDADANAS
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