domingo, 20 de marzo de 2016

LA PASSIFLORA Y LA CAPITAL DE LA MORLAQUÍA

Passiflora manicata cuencana, en Milchichig

Pulcherrima super omnia in Concha et in orbis terrarum/ Bellísima sobre todo en Cuenca y en el orbe terrestre, una de las flores más familiares de la «Atenas del Ecuador» ha sido la Pasiflora, una especie botánica que encuéntrase en extinción in urbe nostra. Desde antaño era una planta típica y común de cualesquier cerco o rincón citadino y hallábase oronda, ad contemplationem nostra, junto a los ríos, las quebradas, los montículos de terrenos baldíos o cualquier matorral de sitios no urbanizados.

Contristatam et dolentem, la flor evoca a la pasión del Señor y tiene variadas especies junto a una curiosa historia, mientras hoy son pocos y escasísimos los lugares en que aún podemos observarla admirabilis et singularis, siendo prácticamente un verdadero descubrimiento el encuentro de un viandante o caminante de espíritu contemplativo con esta maravillosa flor roja que es bellísima, por lo que deberíasela preservar como un ícono paradigmático de la flora cuencana, apud flumina Tomebamba.


La Pasiflora fue motivo de interés científico ya desde los tiempos coloniales, puesto que -in diebus illis/ en aquellos días- los exploradores y naturalistas hiciéronla objeto de estudios botánicos ad perpetuam rei memoriam. Así, ab initio, muchos botánicos, científicos y artistas, impactados por la hermosura de esta planta autóctona de América, halláronla como una flor exótica y registráronla en sus diarios y anotaciones como un espécimen peculiarísimo de nuestra flora. Algunos de los dibujos realizados para representarla, in illo tempore/ en aquel tiempo, hoy constituyen verdaderas obras de arte y demuéstrannos la atracción que las flores de esta planta han producido tanto antaño como hogaño.


Su nombre justamente, in stricta veritas, evoca un aspecto descriptivo único que invita a observarla cum accurata diligentia, puesto que en la culta, sempiterna y encantadora lengua latina llámase «Passiflora», término que significa «Flor de la pasión». Fue así bautizada debido a la peculiar forma en la que ubícanse tanto sus estambres como los pistilos, órganos masculinos y femeninos de la flor, los cuales conforman un conjunto en el que parecieran observarse los clavos de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, Dominus ac Redemptor, mientras el ovario pedunculado con el cáliz y el purpúreo anillo de filamentos que hállase en la base es como si fuese exactamente la «corona de espinas» del Santísimo Redentor. En la Botánica, debido a ello, la planta identificóse como «Passiflora», como lo hemos indicado ut supra, y el nombre no pudo ser más sugestivo in commemoratione de passione Domini/ en conmemoración de la Pasión del Señor.







Passiflora manicata cuencana


Trátase de una planta trepadora de la especie «Passiflora manicata», de la familia de las «Pasifloráceas», a la que pertenecen también algunas especies frutales como el taxo o gullán y la maracuyá, entre otras que, a similis, vuélvense parientes. A decir verdad, la floración de todas estas especies es por ello muy similar siendo la más atrayente la roja Pasiflora, la cual, a diferencia del gullán y la maracuyá, no produce fruto y sus flores despliéganse exuberantes en toda la planta que crece como una enredadera de hojas verde oscuro y, una vez muertas, conviértense en unas drupas que encapsulan copiosas semillas. Esta es una de las razones por la cual esta planta muy bien podríase cultivar como una especie ornamental, ad initium tertio millenio, salvándola de la extinción ipso facto, in communitate nostra.


Más científicamente débese explicar, ex tota veritas, que esta flor posee una corona de filamentos que brotan de la garganta del tubo formado por las bases de cáliz y corola. Es de color morado intenso y contrasta, ex admirationem, con el blanco color de la base, mientras confróntase cromáticamente con el rojo carmesí de la corola haciendo que la flor sea amabilis et originalis para todos cuantos obsérvanla in conchensis urbe. Las flores suelen ser perfectas, por lo general con cáliz y corola pentámeros. Estos elementos replegados ab intra son los que hicieron que llamárasela como «Flor de la Pasión», al observar lo iconográficos que resultan en torno al misterio salvífico de Cristo in nostra Sancta Mater Ecclesia.


Admirabilis in perpetuum, la flor tiene un intenso color rojo carmesí que es atractivo para todos quienes la contemplamos originalis et pulchra in puris naturalibus. En cualquier espacio en donde la Pasiflora emplázase percíbesela claramente, a ojos vista, por su colorada faz que exorna de belleza a nuestras campiñas. Su rubicunda presencia prodiga al paisaje un especial colorido que inunda de algarabía el ambiente natural de nuestras verdes praderas.


En la admirable lengua de Castilla conócesela también como «Pasionaria», curioso término que, imbricado en su origen latino, da cuenta de la versatilidad del Castellano para diversificar las palabras en remembranza de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, Pastor bonus et fidelis, lo cual constituyó el verdadero leit motiv para que, en la Botánica, catalogárase a esta especie con semejante nombre tan evocativo y significativo del sumo sacrificio del Divino Redentor.


Es utilizada con fines medicinales y, desde antaño, ha sido grande su fama como un buen tranquilizante, puesto que es una planta para combatir a las alteraciones nerviosas de las personas. He aquí otra de sus más valiosas virtudes. Esta característica de la especie deberíase constituir en razón suficiente para propagarla inter nos et pro mundi beneficio.


Mas la Passiflora en general ha sido bellamente representada in honorem artis por muchos artistas de todos los tiempos, como es el caso de Martin Johnson Heade, un ardiente devoto de la Historia natural que escribió y pintó muchas escenas tropicales de colibríes y pasionarias en Sudamérica. Sub specie aeternitatis, sus intereses fueron enfocados ex professo a una pariente singular de la Passiflora manicata, la Passiflora racemosa que, in veritatis splendore, refulge luminosa en esta imagen ad perpetuam rei memoriam.



Lamentablemente, en los actuales tiempos, tan solo la encontramos en contadísimos lugares de la morlaquía como la quebrada de Milchichig y la colina de Miraflores, en donde todavía emplázase in conchensis urbe. Bien haríase en reproducirla, pues siendo como es un espécimen autoctóno de singular belleza y una planta medicinal de prodigiosas virtudes no es justo que desaparezca por la incuria y la ignorancia de quienes obligados están a protegerla in communitate nostra ad futuram rei memoriam.

Diego Demetrio Orellana
In Concha, apud flumina Tomebamba, mensis Martii, die XX, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVI, Dominica in Ramus Palmarum, Anno Misericordiae.
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