La Virgen de Bronce/
Fotografía de Bill Riordan
Fotografía de Bill Riordan
Una bella imagen de la Virgen de
Bronce, la cual es obra de Bill Riordan, un aficionado a la fotografía, parece
un delicado pretexto para despedir a mayo en la capital de la morlaquía, urbe
tradicionalmente mariana en donde el culto a la Santísima Virgen es proverbial in saecula saeculorum.
La escultura de la Virgen de Bronce,
captada por el lente de Bill Riordan, permite contemplar la silueta de la
Inmaculada Concepción en uno de los monumentos más bonitos de la ciudad amada, el
cual fue importado desde Alemania, pues mandóselo a fabricar en la casa Mayer
en 1904, para que la urbe celebre los 50 años de la proclamación del dogma de
la Inmaculada Concepción in nostra Sancta
mater Ecclesia.
Efectivamente, el hecho había acontecido el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX y Cuenca celebró las Bodas de Oro de tal evento histórico con este maravilloso monumento por el que la piedad popular hizo que se lo bautizase como la Virgen de Bronce y que hoy, el 31 de mayo del año 2015, 111 años después, nuestro amigo Bill Riordan lo ha captado con un singular talento fotográfico por el que la foto sublima el alma y cautiva la mirada hasta los límites paroxísticos del embelesamiento in cordibus nostris.
Pero el talento de Bill nos lleva a contemplar este otro éxito fotográfico con la escultura de la Virgen de Bronce, con esa fuerza expresiva de los verdaderos artistas de la imagen, que pueden captar sub specie instantis preciosos momentos que quédanse in aeternum como muestras evidentes de la belleza que nos circunda y a veces ni la percibimos en el tráfago de nuestras vidas.
Efectivamente, el hecho había acontecido el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX y Cuenca celebró las Bodas de Oro de tal evento histórico con este maravilloso monumento por el que la piedad popular hizo que se lo bautizase como la Virgen de Bronce y que hoy, el 31 de mayo del año 2015, 111 años después, nuestro amigo Bill Riordan lo ha captado con un singular talento fotográfico por el que la foto sublima el alma y cautiva la mirada hasta los límites paroxísticos del embelesamiento in cordibus nostris.
Pero el talento de Bill nos lleva a contemplar este otro éxito fotográfico con la escultura de la Virgen de Bronce, con esa fuerza expresiva de los verdaderos artistas de la imagen, que pueden captar sub specie instantis preciosos momentos que quédanse in aeternum como muestras evidentes de la belleza que nos circunda y a veces ni la percibimos en el tráfago de nuestras vidas.
La Virgen de Bronce/ Foto de Octavio Díaz Rodríguez
Pág 331 libro Viaje a la Memoria, de Felipe Díaz Heredia
Mas desde la fotohistoria cuencana, Bill Riordan -al ofrecernos una mirada contemporánea
sobre la Virgen de Bronce- coincide sorprendentemente con el fotógrafo cuencano
Octavio Díaz Rodríguez, quien en el año del Señor de 1928 captó también el
monumento de la Virgen de Bronce en un atardecer cuencano dejándonos una imagen
cautivadora in excelsis, por la cual
podemos columbrar que la Virgen de Bronce tenía in diebus illis/ en aquellos días, una urna singular de
características góticas, la cual luce, a contraluz, como un detalle especialísimo de
este precioso rincón cuencano de la Mater
Immaculata, Regina sine labe originalis concepta. La foto de Rodríguez es
del archivo fotográfico del foto historiador cuencano Felipe Díaz
Heredia y hállase en la página 331 del libro «Viaje a la Memoria, Cuenca: su historia fotográfica».
Esplendorosas imágenes que tanto antaño
como hogaño nos invitan a pensar en la calidad mariana de Cuenca, urbe semper
veneranda, donde exquisitos poetas cantaron a María Santísima ensoñadores versos
como los que proferiría desde la lírica el gran poeta cuencano Manuel María
Palacios Bravo: «Divina reina de amor/
todo el que cantar aspira/ debiera templar la lira/ de tu trono al resplandor/
y al pulsarla con primor/ la primer nota sonora/ parecer quiere señora/ cual
los primeros vagidos/ de las aves en sus nidos/ son para la riente aurora»,
mientras el P. Julio María Matovelle despedíase del mes de María con sus
inmortales versos puestos luego en música por el gran compositor cuencano José María Rodríguez: «Lumbre
de Mayo, risueña / la montaña te escondió, / mientras de lejos te alcanzan/ los
acentos de mi adiós… Ay, Madre, la luz se apaga, / Ay, Madre, se esconde el sol.
/ Adiós, oh, Mes de María, / Oh mes de mi Madre. Adiós…».
His cum affectibus vobis,
Diego Demetrio Orellana
In Concha, mensis maii, die XXXI,
currentis Ano Domini MMXV, in sollemnitate Sancta Trinitas unus Deus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario