Ex admirationem, coqueta y andariega tanto como intrépida y curiosa, Oliva es una
ensoñadora dálmata que encanta y sublima a todos quienes obsérvanla en el
barrio, donde es objeto de atracción superlativa, diem per diem, ora por las mañanas, ora por las tardes, ora por las
noches cuando, ad sollemnitatem, aparece
por el parque correteando cual niña hiperactiva que inunda de alegría y gozo el
espacio verde que conviértelo, ipso facto,
en el campo de juego donde goza de la libertad que vuélvese un esencial atributo
de su inquieta personalidad.
Para todos quienes la conocemos cotidianamente es una de las
perritas más atractivas de todas cuantas llegan al parque barrial acompañadas
de sus amos, mientras los perritos que por allí pululan vuélvense también
embelesados con sus encantos y así, quid
pro quo, Oliva es el centro de atención que desborda los límites de todo lo
esperado en el comportamiento canino.
Cuando llégase a su casa está siempre alerta y expectante del timbre
de la puerta. Ad cautelam, ubícase
sigilosa en las gradas, desde donde parece el mejor vigía de su vivienda, en
una cómoda postura con su cuerpo en el descanso de la preliminar gradería y sus
patas delanteras sobre el primer peldaño de las escalerillas.
A la segunda timbrada alborótase y levántase ipso facto para colocarse de pie sobre el descanso de las graderías,
en precavida actitud de observancia y cuidado. Ladra entonces al frecuente
visitante que observa complacido el curioso comportamiento de Oliva in communio caritatis.
Inmediatamente, el visitante llámala por su nombre y al reconocer
su voz alégrase ad infinitum
descendiendo contenta por las gradas y saludando juguetona y cariñosa al
huésped circunspecto que registra paso a paso el inteligente modus actuandi de una perspicaz perrita que
mucho tiene para enseñarnos in vita
nostra.
Ergo, empieza entonces su habitual paseo y en el camino al parque de
la barriada Oliva conviértese en una experimentada guía que adelántase risueña
hacia el espacio verde tan ampliamente por ella conocido. Revélase admirabilis semper su compulsivo
instinto de cacería siendo capaz de asustar a las palomas que halla en el
trayecto o a cualquier confiada avecilla que descubre en su periplo.
Sociable hasta los límites del paroxismo, Oliva conviértese ex toto corde en una amiga de cualquier
can que se lo acerque embaucándolo en insólitas aventuras, en inauditas exploraciones
y en sorpresivas travesías en las que sus ocurrencias cuentan más como el común
denominador de una impredecible conducta en donde el juego y la alegría son las
cosas que la definen in stricta essentia.
En el espacio verde que comparte, con aquellos de su clase, muchos
perros callejeros llegan y rápidamente conviértense en sus compañeros de juego,
pues Oliva posee una sorprendente capacidad para hacer amistades ex aequo volviendo loco al más tímido y
humilde perro de la barriada, o a la más circunspecta y refinada mascota de
pedigree que paséase por su lado, como al simple perro callejero y resabiado
que encuentra en su cotidiano paseo.
Ella toma las iniciativas frente a sus congéneres del reino de los
canes y los invita a alegrar sus vidas con solo su presencia. Ella, per se, es única para hacer piruetas con
el perro más sereno y pacífico que circule por su lado in amicitia originalis.
Su actitud dominante ante cualquier miembro del reino de los canes
que se lo acerque es la condición sine
qua non para el inicio de una amistad fraternal en donde Oliva es siempre
la que espontáneamente lánzase para el juego o el bullanguero correteo con sus
amigos del mundo canino en el parque. Y en esto es incansable e insaciable
demostrando una prodigiosa energía que agota a su dueña y al visitante
frecuente que es ya partícipe permanente de estas aventuras.
De pronto, praeter opinionem,
despiértase en Oliva la diaria necesidad de masticar hierbas y es el césped del
parque el elemento vegetal que devóralo con la lúdica actitud con que realiza
hasta el hastío todas sus actividades, para terminar con el natural instinto de
los canes que vuélvense los mejores excavadores de tierra en los espacios
verdes por donde circulan diariamente.
Cansada de sus piruetas, exangüe a causa de sus juegos y extenuada por
sus carreras no encuentra mejor manera de refocilarse que recostándose en el
parque en actitud sosegada, con su cuerpo ensobinado, mientras el brillo de la
luz solar hace esplendente su blanco color atiborrado de las tradicionales
pecas negras que son los insustituibles distintivos de los dálmatas in Concha et in mundum universum.
Es entonces cuando Oliva conviértese en una perrita todavía más
atractiva para todos quienes tienen la oportunidad de conocerla a su paso por
el familiar espacio verde que ella incluso es capaz de convertir en campo de
batalla para sus truculentas e insólitas travesuras, puesto que ella es ya una
especie de amica humani generis super
flumina Tomebamba.
Tempus fugit… Las horas pasan veloces e imperceptibles por la frenética
actividad de Oliva, llegando entonces el momento del retorno a casa. El camino
de regreso no deja de ser un sendero por el que explora con curiosidad todo
cuanto le parece extraño o ignoto, sin que falte su indómita tendencia a
juguetear y su inherente talento explorador que permítela atisbar el mínimo
peligro que adviértese para ella, para su dueña o para el visitante que ha
llegado a quererla como si se tratase de un miembro más de la familia.
Cuando Oliva arriba a casa, aún es capaz de protagonizar insólitas
ocurrencias como tomarse un final descanso sobre la piedra andesita de los
adoquines de las típicas calles de la capital de la morlaquía, en donde sigue
siendo como una «stella matutina» o «estrella de la mañana» que alumbra
nuestros corazones ex tota fortitudine in
veritatis splendor.
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