Sicut originalis miraculus super
terram/ Como milagro original sobre la Tierra, Quito es una urbe que, al hallarse en el centro del mundo,
ofrece espectaculares vistas al curioso visitante, al inopinado circunstante y
a todos quienes la habitan en su extenso campus urbano, el cual enclávase en un
espacio geográfico donde la arquitectura, el paisaje y su gente confluyen armónicamente
para que la capital del Ecuador constituya un sitio patrimonial par excellence pro omnia humani generis.
Así, una de las rutas más interesantes que puédese tomar para descubrir los
especiales atractivos de esta histórica ciudad comienza en la plaza de Santo
Domingo, en donde el templo dominicano vuélvese como el maravilloso punto de
partida de una expectante travesía.
La colonial iglesia devélase en su
interior, a máxima ad minima, como un
relicario de belleza sin par, mientras en el altar mayor -durante el mes de
mayo- luce esplendente una bella imagen de la Virgen del Rosario de Pompeya,
que invita a los viandantes a contemplarla como una mamá singular, a la cual volvemos
siempre convencidos «que una madre no se
cansa de esperar», como dice una preciosa canción de la piedad popular in patria nostra.
Inmediatamente, al salir del templo, tomamos
el llamado Arco de la Virgen para caminar por la calle Rocafuerte en dirección
a la Loma Grande, tradicional barrio histórico de esta gran ciudad, por donde
sus casas y edificaciones dan cuenta del centenario paso de los años, con una
vista peculiar hacia el horizonte, punto en el que obsérvase la belleza natural
de los Andes, a la vez que, admirabilis
et singularis, cada rincón de esta vía descúbrese como un auténtico espacio
de la memoria in quitensis urbe ad vitam
aeternam.
Tres cuadras más allá del Arco de la
Virgen una solemne Magnolia grandiflora,
típico árbol de los huertos patrimoniales de Quito y Cuenca, sorprende con su
presencia desde los muros de piedra del instituto educativo «María Montesssori», compartiendo el espacio con palmas nacionales de la especie Parajubea cocoides, los tradicionales cocos negros de los Andes in quitensis et conchensis urbis.
En la precedente esquina del centro educacional
encuéntrase la calle Fernández Madrid, por la que desciéndese aproximadamente
100 metros hasta descubrir un viejo templo quiteño conocido como la capilla del
Señor de los Milagros. Junto a la edificación religiosa, que cautiva la
atención de quien la observa con ánimo contemplativo, una pequeña puerta es el
acceso al restaurante «Los Milagros», original sitio gastronómico en donde
Carlos Fuentes, un chef ecuatoriano de denodado empeño culinario, es el
anfitrión de un lugar precioso rodeado de naturaleza y arquitectura ad gloriam Christi, in quo habemus accesum
ad Deum.
Aquí, el visitante tiene a su haber un
selecto menú, con exquisitos platos y rarísimas pero sabrosas recetas que hacen
de «Los Milagros» un especial restaurante para degustar una comida especialísima
con un impecable servicio de atención al cliente.
Los comensales disfrutan ad súmmum de la hermosura natural de tal
rincón quiteño, con una esplendorosa vista de un huerto patrimonial en donde
dos centenarios árboles de Arrayán configuran un peculiar ambiente que invita a
refocilarse in puris naturalibus o en
puro estado natural, ya que estos especímenes autóctonos de los Andes
ecuatorianos brillan con luz propia en un jardín en que incluso las más
sencillas especies vegetales exornan de belleza al restaurante, cual si fuese
de veras un «miraculum vitae» o «milagro de la vida», pues no de otra
forma habráse de concebir a las plantas y flores como manifestación suprema de
la natura in mundum universum.
Un viejo aguacate es el límite espacial
del original huerto que pervive in
aeternum como elemento indispensable de la capilla del Señor de los
Milagros, la cual es como el broche de oro para el visitante que termina la
cita gastronómica que, diem per diem,
varía en diversos como atractivos menús para apreciar una gran tradición
culinaria que rescata incluso los saberes ancestrales de nuestros antepasados in communitate nostra.
In
honorem veritatis, la
capilla del Señor de los Milagros es un místico espacio y el ambiente inúndase
de paz espiritual con una magnífica imagen de Cristo in sollemnitate de Passione Domini, en el instante de su
flagelación. Es evidente que trátase de una obra de la Escuela Quiteña que
hállase cubierta de vidrio y coronada ut
supra por una grandiosa corona labrada en madera, la que es sostenida por
dos ángeles que, equidistantes, yérguense en el retablo de la capilla ad gloriam aeternam.
Otra singular obra artística de la
Escuela Quiteña es un óleo de San José, rodeado de seis escenas en las que
desarróllanse algunas de las circunstancias más importantes de su vida en los
santos evangelios. El cuadro hállase en un valioso marco dorado tallado en
madera y ocupa un puesto de honor dentro de la capilla, pues el patriarca San
José es un ícono referencial de la corte celestial in Sancta Mater Ecclesia.
En las paredes de la capilla descúbrese
una interesante pintura mural, con una serie de personajes celestiales, algunos
de los cuales, debido a su importancia, han llamado nuestra atención. Entre ellos,
destácase a Santa Elena, madre del emperador Constantino, a quien la tradición
señala que fue la persona que encontró la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, Dominus ac Redemptor, en Jerusalén.
Justamente, la santa aparece con la cruz de Jesús como elemento supremo que
define per se su presencia in nostra
Sancta Mater Ecclesia.
También obsérvase a San Pedro y San Pablo.
El primero, con el palio pontifical que representa a la oveja descarriada sobre
el hombro de un pastor bonus et fidelis,
mientras en su mano derecha porta las llaves de la Iglesia, en reminiscencia de
las inmortales palabras del Señor: «Et tibi dabo claves Regni coelorum. Quodcumque ligaveris super terram, erit ligatum et in coelis. Et quodcumque solveris super terram erit solutum et in coelis/ Yo te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que atares en la Tierra quedará atado en el cielo. Y todo lo que desatares en la Tierra quedará desatado en el cielo».
Mas otro personaje que muéstrase
relevante dentro de esta pintura mural es San Pío V, el romano pontífice de
inmortal memoria que instituyó la misa latina o misa tridentina en la Iglesia
Católica y que refulge in excelsis
como un referente de la gran tradición litúrgica del rito romano en la historia
de la Iglesia, que lo elevó a los altares como Servus Servorum Dei.
Desde el coro de la edificación
religiosa el visitante tiene una sorprendente vista con la que confírmase ex tota fortitudine la naturaleza
espiritual de este rincón quiteño que vuélvese de obligada visita para quien
desea conocer las riquezas coloniales que hacen de la urbe la ciudad
patrimonial par excellence in omnia
America.
En este mismo espacio cuéntase con un
antiguo melodio de origen francés que, la verdad sea dicha, requiere de
mantenimiento, sin dejar de mostrase como el típico elemento con el que por
centurias se interpretó la música sacra de la liturgia de la Iglesia en los templos
pequeños como éste, en donde jamás ha dejádose de alabar al Señor, Pontifex fidelis et misericors, a través
de los tiempos.
Vista global del presbiterio de la capilla
Así entonces, ad concludendi, digamos que la ruta de los Milagros en Quito
colonial es una apasionante aventura que teniendo como meta la degustación de
una deliciosa gastronomía nos introduce en un ambiente acogedor, insólito,
creativo y sobre todo auténtico, in
spiritus et veritas, para hacer del visitante una experiencia inolvidable
en una de las ciudades más hermosas in
patria aequatorianae et in universa Terra.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
Datum Concha, apud flumina Tomebamba, mensis Maii, die X, AD MMXV, Sexta Dominica Paschalis
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