In historia mundi es
el cuarto mes del año en el calendario gregoriano y tiene 30 días. En Europa,
allende los mares, es el mes de la primavera por antonomasia y en esta época es
cuando las aves migratorias culminan sus desplazamientos in naturalis
ordinis, mientras la floración de los campos vuélvese espectacular ad
gloriam Dei.
La palabra es castellana: «ABRIL», pero su etimología viene de la culta y sempiterna lingua latina, madre nutricia de nuestra maravillosa lengua de Castilla, en donde los antiguos ciudadanos romanos lo llamaban «APRILIS», bello y consonante nombre de cantarinos efluvios ex tota anima nostra.
En Cuenca, la capital de la
morlaquía, super flumina Tomebamba, como en todo el Ecuador y
gran parte de América Latina, abril es un mes considerado como lluvioso ad
summum, en grado superlativo. Ergo, por ello, los dichos
populares asociados a este mes son profusos en relación a la lluvia. Ad
exemplum, el más célebre de todos cuantos nuestra memoria registra es
aquel que dice in aeternum: «EN ABRIL LAS AGUAS MIL».
No obstante, como «vox
populi vox Dei est/ la voz del pueblo es la voz de Dios», la sabiduría
popular ha dado al precedente dicho una serie de variantes, tales como: «Abril,
para ser abril, ha de tener aguas mil» o también: «En abril lluvias
mil». Inclusive, hasta en la madre patria España acostúmbrase decir: «En
abril, aguas mil», lo que pone en evidencia la versatilidad de nuestra
incomparable lengua de Castilla para traspasar las fronteras y comunicar
esencialmente, de profundis, las cosas más profundas de la cultura popular in
hispánica lingua et in honorem veritatis.
Para los cuencanos, abril es el mes del castizo natalicio de «la ciudad cargada de alma». Efectivamente, el lunes santo 12 de abril de 1557 Cuenca fue fundada por Gil Ramírez Dávalos sobre las ruinas de la vieja ciudad de Tumipampa o Paucarbamba, de origen incaico, y de la no menos centenaria ciudad cañari de Guapdondélig.
Los antiguos habitantes de la
morlaquía tenían curiosas costumbres en el mes de abril. Exempli gratia,
como las lluvias eran copiosas y abundantes y las tormentas eran pertinaces y
preocupantes en grado sumo nuestros abuelos, creyentes como eran, creían que
las tormentas podían aplacarse quemando ramos benditos en los momentos en que
los pertinaces aguaceros hacían de las suyas per fas et per nefas.
Para ello, exempli gratia,
mientras quemábanse los ramos benditos una jaculatoria muy conocida por los
cuencanos rezábase con devoción y piedad cristiana ad peddem litterae:
«Una voz oí en el cielo/ de su Divina Majestad/ válgame la cruz del
cielo/ y la Santísima Trinidad/ Jesucristo aplaca tu ira/ tu justicia y tu
rigor/ y por tu preciosísima sangre/ misericordia, Señor/ de este miserable
pecador». Como mírase, ex admirationem, la jaculatoria es
exquisita, de vieja solera, y era transmitida de generación en generación,
mientras sus orígenes han develádose ser coloniales, pues en la centuria
dieciochesca, en el Siglo de las Luces, ya regístrase esplendente en «El Ocioso
de Faenza», dentro de las poesías del padre José Orozco, SJ, sobrino del padre
Juan de Velasco, SJ, inmortal jesuita de imperecedera memoria in historia
nostra.
La fe de los cuencanos era de tal
magnitud in vita communitatis que creíase que este ceremonial era
de veras efectivo contra las tormentas, no sólo de abril sino de todo el año;
de allí provino inter nos la centenaria costumbre de bendecir los ramos de cera
en Semana Santa y guardarlos en cada una de las casas cuencanas para ser
utilizados en el mal tiempo, propio y peculiar del mes de abril.
Para el mundo jesuita ecuatoriano
el mes de abril es mariano par excellence, pues hállase dedicado
a la Dolorosa del Colegio «San Gabriel», quien parpadeó ante 35 estudiantes
internos jesuitas el viernes 20 de abril de 1906, hecho que hizo, in
perpetuum, que la Mater Dolorosa vuélvase la «inolvidable virgen
de abril» in patria aequatorianae. Los peregrinos que
visítanla en Quito, en la capilla del colegio «San Gabriel», nunca dejaron de
rezar ante su augusta presencia la siguiente jaculatoria de vieja data in
communitate nostra: «Oh Madre Dolorosa/ soy un peregrino/ y vengo
aquí a tus plantas/ cansado del camino/ te traigo a ti mis quejas/ te traigo a
ti mi llanto/ y te traigo el cariño/ de aquella madre mía/ que te quiso tanto».
In Hispania semper fidelis, los habitantes de Castilla utilizaban también una serie de dichos populares para referirse a este bendito mes. Muchos de esos dichos han traspasádose sin mayores problemas, cual virgo intacta, a nuestro continente y han sido proferidos ab aeterno como ejemplo de la riqueza semántica del Castellano para definir el tiempo y expresar, sensu stricto, las características esenciales del mes de abril. Veamos algunas joyas in culturalis res:
«Marzo y abril la vieja al veril»
«Abril que sale lloviendo a mayo llega riendo»
«Abril no se llama abril sino ¡Ah, vil!»
«Abriles y yernos pocos hay buenos»
«En abril la helada, sigue la granizada»
«Abril no es padre que es compadre»
«Las mañanitas de abril son buenas para dormir»
«Harás quesos mil en el mes de abril»
«Injerta en abril y a los tres años cogerás uvas mil»
«La abeja y la oveja en abril dejan la pelleja»
«Para Santa Catalina el gallo con la gallina» (29 de abril: Santa Catalina de Siena)
«En abril la flor empieza a lucir»
«Abril saca la espiga a relucir».
«Si por san Jorge hiela no cogerás muchas peras»
«A fines de abril en flor la vid»
«En abril pone la perdiz»
«Llueva abril y mayo aunque no llueva todo el año»
«Tu perejil siémbralo en abril»
«Abril saca la espiga a
relucir
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, super flumina Tomebamba, ad initium mensis aprilis, die primus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus secundus supra vicesimus, octava Dominica de Laetare.
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