DIEM MUNDIALEM LATINITATIS
AD MMXVI
DÍA MUNDIAL DE LA LATINIDAD
2016
In perpetuum,
la latinidad es el
prodigioso legado de la antigüedad clásica para nuestra cultura hispana y en
cuanto ha pervivido sempiterna y culta, in aeternum, ad initium tertio millenio,
es de veras un patrimonio inmaterial para toda la humanidad junto con la
herencia griega, que constituye otra de las copiosas fuentes de la cultura
española en tanto tenemos un origen grecolatino que debémoslo preservar por su
esplendencia y refulgencia in historia mundi.
Pero el legado grecolatino no es
patrimonio exclusivo de la hispanidad sino de la cultura de Occidente, pues la
influencia de la Roma inmortal y la Grecia clásica es munífica ad
omnes gentes in mundum universum/ para todas las gentes en todo el universo.
Sin embargo, es particularmente en Occidente donde su preponderancia delineó y
configuró los rasgos esenciales de nuestra identidad.
Aunque hoy estas lenguas considéranselas
como muertas es errado pensar que de veras lo están, pues son millones y
millones las personas que, in orbis terrarum, conocen muy bien
a la lingua
latina tanto como a la lingua greca y reconocen que ellas
han forjado el pensamiento universal e incidido en el mundo de las ideas, en la
esfera de lo científico, en el ámbito del espectro artístico y en el desarrollo
mismo de la cultura, perviviendo su influencia ora en la ciencias, ora en las
artes, ora en el lenguaje, ora en nuestra lengua castellana tanto como en la
religión cristiana y en las diversas manifestaciones culturales que nos son
propias.
In nostra Sancta Mater Ecclesia, ad
exemplum, el Latín es aún la lengua oficial del catolicismo y
siendo los fieles católicos aproximadamente 1.200 millones en el mundo hállanse
en permanente contacto con la cultura latina en las comunidades parroquiales a
las que pertenecen, por lo que pueden percibir, incluso de refilón, su
fortísima influencia cultural en el planeta entero.
Ad initium tertio millenio, la vigencia de la lengua latina dentro
de la Iglesia Católica es fuerte. Por ello, los principales documentos de la
Santa Sede y del magisterio pontificio publícanse en este idioma, al igual que
varias revistas eclesiásticas y libros, mientras emítense interesantes
programas de radio y televisión in lingua latina por todo el mundo.
La Radio Televisión Vaticana, exempli gratia, transmite
diariamente múltiples programas en este idioma, los cuales son sintonizados por
millones de católicos en la Tierra. Solo este hecho confirma la vigorosidad del
Latín en el mundo contemporáneo, al interior de la Santa Madre Iglesia,
mientras per se pruébanos la importancia de la cultura latina en
nuestras vidas, puesto que de ella hemos heredado señas particulares de
identidad in stricta veritas.
Por ello, ha surgido una interesante iniciativa en el mundo entero para que la UNESCO declare al Latín y al Griego como «Patrimonio Inmaterial de la Humanidad» y, en este DÍA MUNDIAL DE LA LATINIDAD DEL AÑO DEL SEÑOR DE 2016, IN ANNO MISERICORDIAE, queremos unirnos a esta campaña universal para difundir la siguiente propuesta in honorem lingua latina et cum respectum et reverentia pro lingua greca in universa terra.
Por ello, ha surgido una interesante iniciativa en el mundo entero para que la UNESCO declare al Latín y al Griego como «Patrimonio Inmaterial de la Humanidad» y, en este DÍA MUNDIAL DE LA LATINIDAD DEL AÑO DEL SEÑOR DE 2016, IN ANNO MISERICORDIAE, queremos unirnos a esta campaña universal para difundir la siguiente propuesta in honorem lingua latina et cum respectum et reverentia pro lingua greca in universa terra.
SOLICITUD PARA HACER DEL GRIEGO Y DEL LATÍN PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD.
Pedimos a la UNESCO hacerse garante de
una continua sensibilización de los gobiernos europeos por las lenguas
clásicas, y de invitarlos a empeñarse en la verdadera conservación de las
mismas, declarándolas «Patrimonio Inmaterial de la Humanidad».
A menudo se ha presentado a la cultura
humana, tanto en Occidente como en Oriente, la exigencia de un idioma capaz no
sólo de superar los confines espaciales que separan a un hombre de otro, sino
también de reunir a sabios de diversas épocas más allá de la tiranía del
tiempo, cuya voz, tomando una forma no sometida a los cambios del devenir
continuo, llegue vívida y clara a otros exploradores a lo largo de los siglos.
Estas lenguas, que no están más en uso o que quizá nunca lo estuvieron, han
desarrollado un papel fundamental en la historia de las ideas y de la cultura,
y constituyen todavía hoy un tesoro invaluable para la humanidad entera. De
esta manera el Sánscrito ha transmitido intactas las doctrinas y especulaciones
filosóficas de épocas remotísimas hasta nuestros días, y no solamente en la
India.
Así también el árabe clásico y el persa
medieval nos han otorgado las meditaciones de los místicos sufíes y las
discusiones de pensadores que reflexionaron profundamente tanto sobre textos
sagrados como sobre las obras de Platón y Aristóteles. De la misma forma, el
hebreo, que por más de dos milenios ha transmitido la sabiduría de un pueblo
consagrada en sus textos; y el chino clásico nos permite escuchar hoy en día
las enseñanzas de Confucio y Lao Tze. De tal suerte que todas estas lenguas,
así como las civilizaciones que las gestaron, conforman un gran patrimonio
digno de ser defendido y custodiado.
Con el consenso común de toda Europa, en
la civilización grecolatina se reconocen las raíces históricas de la realidad
occidental, así como el tesoro inagotable de la memoria común del viejo
continente.
El griego, por una parte, sirviéndose de
esa flexibilidad que le es propia y de una fuerza de expresión formidable, ha
dado voz y forma al pensamiento filosófico y, a través del mismo, a los
conceptos de libertad, virtud, democracia, política y, en resumen, al conjunto
de altísimas ideas que trascienden la miseria de la transitoriedad humana. Éste
es el idioma en el que prácticamente se ha acuñado todo el vocabulario
intelectual de Europa, y que aún hoy se utiliza en el mundo occidental cada vez
que se hace mención de las diversas invenciones del ingenio y el espíritu
humano, de las ciencias naturales, la medicina o la filosofía.
Por otra parte, el latín, solemne y
concreto como era ya desde sus inicios, recibió la herencia griega y constituyó
el vehículo común de la cultura occidental, vehículo que llegó mucho más allá
de los confines temporales del imperio político del que obtuvo su fuerza y
difusión. De esta manera, logró ofrecer a hombres de diversa nacionalidad, religión
y costumbres, la posibilidad de sentirse ciudadanos de una sola Res publica
que, a pesar de haber perdido la unidad material que Roma le había garantizado
por tanto tiempo, conservaba el preciosísimo bagaje de la lengua y el derecho.
El mensaje cristiano, tercera raíz de nuestra civilización, se nutrió asimismo
del latín y a través de él difundió un nuevo soplo vital a toda la civilización
de Occidente. Después, fue gracias a la labor política y cultural de Carlo
Magno y de sus sucesores, al igual que del monaquismo en todas sus formas y de
la infatigable revolución de los Humanistas que el uso de esa lengua antigua se
hizo común a lo largo y ancho de Europa. Fue entonces que el latín se
transformó por consecuencia en el elemento que mantuvo unido el amplio mosaico
cultural de Europa por varios siglos. De hecho, si el latín ha conservado
después de tantos siglos una notable vitalidad, es porque logró renovarse más
de una vez y siempre estuvo a la par de las diversas exigencias de la realidad
a la que debía servir de medio de expresión. En latín se expresaron Santo Tomás
de Aquino y Dante Alighieri, Giordano Bruno y Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro y
Galileo Galilei, René Descartes y Godofredo Leibniz, Isaac Newton y Carl
Friedrich Gauss, junto con la enorme consonancia de miles de científicos,
literatos, juristas, filósofos, matemáticos, humanistas y demás estudiosos que
han construido la cultura europea a través de los siglos. En efecto, el griego
y el latín constituyeron la base fundamental de todo hombre culto en Europa
hasta mediados del siglo XX, de manera que los beneficios de estas lenguas
siguen teniendo resonancia aún en nuestra sociedad actual.
Hoy en día, Europa se encamina hacia un
nuevo tipo de unidad, la Unión Europea, un proyecto que se está concretizando
gradualmente, pero a velocidad considerable. De hecho, vivimos ya en una
realidad de unión financiera, de libre circulación de personas, bienes,
capitales y servicios, por no hablar de la unión monetaria, que está en vías de
consumarse por completo. Y por ello mismo resulta indispensable que la Europa
políticamente unida recupere también la conciencia de su identidad cultural y,
sobre todo, que no olvide las civilizaciones y las lenguas que la han gestado.
Éstas, para ser recordadas justamente, deben seguirse cultivando como un bien
colectivo y como la expresión de la uniformidad de conceptos e ideas
propiamente Europeas.
Sin embargo, las nuevas exigencias de
tipo pragmático están excluyendo lentamente el estudio de estas lenguas en las
escuelas de toda Europa. Los hombres de cultura en este continente corren ya el
riesgo de ignorar por completo el pasado en que se enraíza su propia
civilización y todo el pensamiento que le es característico. Sobre esta
materia, no podemos pretender que baste el conocimiento abreviado y superficial
que nos proporcionan las traducciones ni los resúmenes de nuestros tiempos;
tampoco podemos tomar con seriedad el consuelo de la presencia de estas dos
lenguas en las escuelas profesionales, donde su destino se coarta notablemente
y queda reducido al de un mero instrumento de trabajo para los futuros
clasicistas, perdiendo su antigua dignidad formativa, dirigida a abrir las
puertas del pasado a todo hombre culto de nuestra sociedad.
Ahora bien, si consideramos las tres
raíces más importantes de la civilización europea, es decir, griega, latina y
cristiana, resulta innegable que Italia representa un punto de encuentro
cultural y de confluencia histórica ideal. En efecto, las particulares
condiciones de su territorio dieron la oportunidad a los Griegos de edificar
florecientes colonias y generar extraordinarias escuelas de pensamiento, y
además Roma, que constituyó el centro impulsor de un vasto y rico imperio y la
principal sede de irradiación de la cultura cristiana.
Es por ello que mediante esta misiva
pedimos a la UNESCO:
• Hacerse garante de una continua
sensibilización de todos los gobiernos europeos por las lenguas clásicas, y de
invitarlos a empeñarse, sobre todo en sus políticas de educación, en la
verdadera conservación de las mismas, dado que son la máxima expresión de la
cultura Europea, que ha sido incluso exportada a muchas otras partes del mundo.
• Empeñarse por declarar el latín y el
griego patrimonio inmaterial de la Humanidad, teniendo en cuenta que estas
lenguas no sólo pertenecen a la cultura europea, sino también a la extra
europea, dado que constituyeron un elemento de cohesión de todo Occidente como
herencia de valor inestimable de más de dos mil y setecientos años de historia
cultural.
• Investir al gobierno italiano de la
responsabilidad de ‘salvaguarda del griego y del latín’, siendo estas
disciplinas que, junto con la filosofía, tienden a la formación de las nuevas
generaciones, no ya en un ámbito meramente profesional, sino con una aspiración
de cultura global.
• Nombrar a Italia ‘baluarte simbólico y
encrucijada cultural’, de tal suerte que se fomente entre sus ciudadanos un
interés que comprenda todos los sectores de la cultura, desde el sistema
escolar hasta el campo de la ciencia, y del mundo del espectáculo a los medios
de comunicación masiva.
FIRMA LA PETICIÓN EN: www.vivariumnovum.net/unesco
HIS CUM AFFECTIBUS VOBIS ET GRATA RECORDATIONEM, RESPECTUM ET REVERENTIA PRO LINGUA LATINA ET LINGUA GRECA OMNIBUS VOBIS,
DIEGO DEMETRIO
IN CONCHA, SUPER FLUMINA TOMEBAMBA, IN ANNO MISERICORDIAE, DIEM MUNDIALEM LATINITATIS MMXVI
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