lunes, 30 de noviembre de 2009

ARS LONGA VITA BREVIS IN ROMA AETERNAM

Teniendo como magnífico escenario a la Capilla Sixtina, en el Palacio Apostólico Vaticano, el pasado 21 de noviembre del año del Señor de 2009 tuvo lugar el encuentro del Santo Padre Benedicto, por la Divina Providencia Papa XVI, felizmente reinante, con artistas venidos a Roma desde diversas partes del mundo. Los 262 artistas presentes en el acto procedían de los distintos continentes y estaban divididos en cinco categorías: pintura y escultura; arquitectura; literatura y poesía; música y canto; cine, teatro, danza y fotografía.
La Capilla Musical Pontificia Sixtina cantó -en la inmortal, culta e incomparable lengua latina- la preciosa obra coral intitulada: «Domine, quando veneris», una maravilla musical del genio creador de Giovanni Pierluiggi da Palestrina, mientras el actor italiano Sergio Castellitto leyó algunos párrafos de la Carta a los artistas del Siervo de Dios Juan Pablo II.


Hablando del fresco del «Juicio Universal» de Miguel Ángel que exorna de belleza al escenario, el Romano Pontífice Benedicto XVI explicó que «recuerda que la historia de la humanidad es una tensión inexhausta hacia la plenitud, hacia la felicidad íntima… Sin embargo, en su dramatismo, este fresco pone ante nuestros ojos el peligro de la caída definitiva del ser humano. El fresco lanza un fuerte grito profético contra el mal; contra toda forma de injusticia… ¿Qué puede devolver entusiasmo y confianza, alentar el ánimo humano para volver a hallar el camino, elevar la mirada al horizonte, soñar una vida digna de su vocación, si no la belleza?».

«La belleza recuerda al ser humano su último destino, le da el valor de vivir hasta el fondo el don único de la existencia. La búsqueda de la belleza de la que hablo, evidentemente, no consiste en alguna fuga en lo irracional o en el mero esteticismo».


«Demasiado a menudo, sin embargo -observó el pontífice-, la belleza que se propaganda es ilusoria y mendaz, seductora pero hipócrita, que atiza el deseo y la voluntad de poder, de posesión, de dominio sobre los otros y que se transforma, enseguida, en lo contrario, asumiendo el rostro de la obscenidad, la trasgresión y la provocación finalizadas a sí mismas. La belleza auténtica, en cambio, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de ir hacia el otro, hacia lo que va más allá de uno mismo».

«El arte, en todas sus expresiones, a partir del momento en que se confronta con los grandes interrogantes de la existencia puede asumir una valencia religiosa y transformarse en un recorrido de profunda reflexión interior y de espiritualidad. Esta afinidad, esta sintonía entre camino de fe e itinerario artístico, la atestiguan un número incalculable de obras de arte cuyos protagonistas son los personajes, las historias, los símbolos de ese inmenso depósito de ‘figuras’ -en sentido lato- que es la Biblia, la Sagrada Escritura».

El Papa se refirió en este contexto a la «via pulchritudinis», el camino de la belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético y un itinerario de fe, de búsqueda teológica. El camino de la belleza nos lleva, por tanto, a captar el todo en el fragmento, lo infinito en el finito, Dios en la historia de la humanidad. Simone Weil escribía al respecto: «En todo lo que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de lo bello, está realmente la presencia de Dios. Hay casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, de la que la belleza es un signo. Lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible. Por eso, toda arte de primer orden es, por su misma esencia, religiosa».




«Sois custodios de la belleza -dijo el Papa a los artistas-; gracias a vuestro talento tenéis la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad. ¡Sed también, a través de vuestro arte, anunciadores y testigos de esperanza para la humanidad! Y no tengáis miedo de confrontaos con la primera y última fuente de la belleza, de dialogar con los creyentes, con los que, como vosotros, se sienten peregrinos en el mundo y en la historia hacia la belleza infinita».


Tras el discurso del Santo Padre, la Capilla Musical Pontificia Sixtina cantó una vez más, en la sempiterna, inigualable y culta lengua latina, el famoso motete «Veni dilecte mi», de autoría de Giovanni Pierluiggi da Palestrina, obra que sublima el alma de quien tiene la oportunidad de apreciarla y descubrirla de profundis.
Después de que el Papa se despidió de los artistas, el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, entregó una medalla a cada uno en nombre de Benedicto XVI con motivo de este singular evento.

El encuentro ha sido entonces, uno de los más importantes programas acontecidos en el ministerio petrino del Sumo Pontífice Benedicto, por la Divina Providencia Papa XVI, el Romano Pontífice más latinista del siglo XXI y hombre de una elevada cultura y sensibilidad para con las manifestaciones del espíritu.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
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Datum Concha, apud flumina Tomebamba, in Annus Sacerdotalis in memoriam CL anniversaria Dies Natalis Sancte Ioannes Maria Vianney, ex aedibus FIDEH, ad finis mensis novembris, die trigentessima, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus nonus, in sollemnitate S. Andrea.

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