In historia nostra, una nueva NOCHE DE LOS GILES protagonizaron los cuencanos, el pasado martes 9 de enero del año 2024. En tal fatídico día, desde las tres de la tarde, un falso rumor irrumpía, in crescendo, cual fulminante rayo que avasalla todo, volviendo espantadizos y cobardes -hasta el paroxístico extremo de la paranoia colectiva- a los viandantes y circunstantes que caminaban por las calles morlacas, mientras corríase la voz de que la urbe devastaríase por las mafias del narcotráfico que supuestamente ya venían, en bandada, de sur a norte y del oriente hacia el poniente, saqueando ferozmente a los negocios y matando impíamente a quienes cruzábanse por el camino usque ad sanguinis effusionem/ hasta el derramamiento de sangre.
La paranoia colectiva inficionóse de profundis hasta aturdir o anonadar a todos los morlacos en un disparatado y chocarrero desfile de paseantes y caminantes que, presos del pavor y del terror, terminaron desconcertados en desenfrenada histeria, toda vez que los pocos que mirábamos, presos de la estupefacción, cómo los negocios íbanse cerrando en toda la ciudad, al grito callejero de que «ya vienen los disparos», nos viéramos avocados a confirmar que los cuencanos patrinquearon con el rabo entre las piernas, tristis et afflictis in via dolorosa.
No diremos que corrían sino volaban, por las calles, los idiotizados ciudadanos que buscaban esconderse en sus viviendas, tan solo imaginando que morirían abatidos por las balas de los mafiosos, dejando en el más siniestro abandono a la urbe, en todas sus calles céntricas y periféricas. Ergo, en cuestión de dos horas, la ciudad cargada de alma volvióse como un agreste camposanto o un desamparado desierto en donde nada anida o nadie circula para crear un sombrío y espectral escenario, propio de un pueblo que termina aniquilado por un feroz bombardeo in mysterium iniquitatis.
De cuando en cuando, solo policías y militares asomaban por las calles cuencanas reemplazando a los atemorizados viandantes que escondiéronse en sus casas como monjas carmelitanas que huyen del demonio en un convento contemplativo, para recitar los versos nacidos del fuego del amor divino, con la mística doctora de la Iglesia, semper magna in hispánica lingua, santa Teresa de Jesús Cepeda y Ahumada: «Vivo sin vivir en mí/ y en tan alta vida espero/ que muero porque no muero./ …Acaba ya de dejarme/ vida, no seas molesta/ porque viviendo, ¿qué resta?/ sino vivir y gozarme/ ven muerte que ansí te requiero/ que muero porque no muero».
Ad interim, a la hora crepuscular ya nadie circulaba por la urbe patrimonial, dando paso a una nueva NOCHE DE LOS GILES donde la capital azuaya vióse desolada, cual si fuese un sobrecogedor campo de guerra en la noche de tan fatídico día, a contrario sensu de la primera NOCHE DE LOS GILES, hace 38 años, el 3 de noviembre de 1985, cuando un falso rumor de que un terremoto destruiría a Cuenca volvió despavoridos a los acongojados habitantes de la capital de la morlaquía.
Así pues, la noche del martes 9 de enero, ningún humano transitaba por las lúgubres calles de Cuenca, que parecían, -en el fantasmagórico ambiente noctámbulo-, apropiadas vías de los fantasmas de las leyendas cuencanas, como el cura sin cabeza, la viuda del farol o las beatas del rosario de la aurora circulando por la urbe in via Dei, al calor de preces y jaculatorias propias de la beatífica «Ciudad Eucarística y Mariana» que, por derecho propio y tradición de pueril mojigatería, ya en varias ocasiones conviértese no más, sub specie instantis, de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos, en LA CAPITAL DE LA NOVELERÍA.
Las nocturnas escenas de las citadinas calles recordábannos, de momento ad momentum, a las pandémicas noches del Corona virus, en el año 2020, cuando vivióse una insólita cuarentena, con los cuencanos metidos en sus casas por temor al macabro virus, a fuer del impositivo toque de queda que principiaba a las 2 de la tarde para concluir a las 5 de la mañana, en la alborada del siguiente día, en un insólito hecho que hizo de Cuenca una urbe fantasmal super flumina Tomebamba.
Mas, in stricta veritas, la noche del martes 9 de enero ningún virus
asolaba por la urbe como tampoco ninguna mafia del narcotráfico salió en
acechanza para exterminar a los cobardes, azarados y despavoridos cuencanos que
recluyéronse en sus casas, ateridos de pavor, miedo y estupor por precautelar
sus vidas frente a las supuestas bandas delictivas del crimen organizado que,
confirmando el falso rumor que idiotizó a los cuencanos ese día, brillaban por
su ausencia in communitate nostra.
Quid pro quo, el parque Calderón, sitio que jamás suele permanecer sin circunstantes, ora en el día, ora en el crepúsculo, a las siete de la noche del inmemorable martes 9 de enero simulaba un desierto donde ni siquiera las luces navideñas ponían la nota alegre en tan fantasmagórica atmósfera, permitiendo acaso que quien circule por la zona pareciera el único habitante de la amada urbe, pues ningún patidifuso o embobado paisano aparecía por sus céntricas calles, ni por mera curiosidad para contemplar este inolvidable espectáculo que déjanos, en la memoria, la sensación de que la cobardía, cuando vuélvese contagiosa -en una horda de espantadizos ciudadanos- hace de las suyas, claudicando incluso a quienes fungen de bravucones de toda boda en el cotidiano tráfago de la vida morlaca in societatis historia.
Silencio, soledad y completa calma eran las sensaciones que producíannos las prietas imágenes de la nocturnal Cuenca del martes 9 de enero, mientras la expectante caminata por las calles de la urbe invitaba a recitar, refocilantes de gozo, los inmortales y metafísicos versos de san Juan de la Cruz, en su famosa pieza literaria «La noche oscura del alma»: «…En la noche dichosa,/ en secreto, que nadie me veía,/ ni yo miraba cosa,/ sin otra luz y guía/ sino la que en el corazón ardía…».
Ad concludendi, ante el desmayo del dolor que aflora en las inolvidables imágenes de la Cuenca fantasmagórica, del 9 de enero del año del Señor de 2024, huelga decir entonces -con ataraxia y firmeza- que quizás sólo las inquietas almas de los andariegos viandantes de la morlaquía -que aquella noche salieron a contemplar cómo un pueblo animalizado patrinqueó- habrán podido descubrir esta apocalíptica escena de la encantadora ciudad cuyo espíritu extravióse, ad absurdum, en una turbulenta jornada que, a similis, revivió la famosa NOCHE DE LOS GILES del 3 de Noviembre de 1985, convirtiendo a la urbe en la capital de la estupidez humana in civitatis historia.
Ergo, estas escalofriantes fotografías de la fatídica noche inscríbense en la fotohistoria cuencana como el terrorífico testimonio de la Cuenca avasallada por el pánico, en una dolorosa atmósfera donde el místico silencio de las imágenes que han sido motivo de este ensayo demuéstrannos, de vehementi, cómo puede un falso rumor, en los atolondrados cuencanos que circulan por sus calles, volverse un boomerang para idiotizar a todos a fin de recluirlos en sus casas cavilando, en anodina forma, que sus vidas débense precautelar ante la imaginaria escena de pensar que Cuenca iba a ser exterminada por feroces bandas mafiosas que ni siquiera aparecieron in mysterium noctis, in conchense urbe, tristis et afflicta apud flumina Tomebamba.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis Ianuarii, die quintus supra decimus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXIV, octava II Dominica per annum
OPINIONES CIUDADANAS
Gerardo Alvarez:
Recuerdo la primera. Tal cual. Recuerdo
el editorial del recordado Edmundo Maldonado.
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Hernan Torres: Bueno,
no todos quedaron como giles, porque la primera vez que me vinieron con el
cuento de un terremoto inminente yo razoné y les dije que los terremotos no lo
puede predecir ni la ciencia y toda la familia regresamos felices a nuestras
camas a continuar tranquilamente en los brazos de Morfeo, jejeje...
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Lo que sorprende es el silencio “ cómplice “ de alcalde y prefecto provincial
ResponderEliminarAy, qué miedo de salir... esas fotos muestran que hicimos bien en cuidarnos... Qué arrecho para que no le dé miedo de morir... Ay mi Dios... imagínese que aparecía una banda de malandros... quién le salvaba? nadie... Pero el artículo está buenazo... Típico estilo tan pulcro y depurado del doctor Demetrio. Mis respetos...
ResponderEliminarEste artículo está super cheverazo... Felicitaciones.... Digno de usted... ¡¡¡Y qué valiente!!!... no solo para decir las cosas sino para ser de armas tomar... Su artículo es de verdad el segundo capítulo de la NOCHE DE LOS GILES del loco Maldonado... Aplausos...
ResponderEliminarPero qué vainas... Solo viendo las fotos que usted ha tomado, señor historiador Diego Demetrio Orellana, me arrepiento de haberme quedado en la caleta esa noche... Cuenca se ve bacansísima sin nada de gente en las calles... De verdad esta es la segunda noche de los giles, como usted ha escrito bonito... Le aplaudo también de pie...
ResponderEliminarGarísima este artículo... No le pide favor a la NOCHE DE LOS GILES de Edmundo Maldonado... Pensándolo bien, la naple que sí era una noche de los giles, jajaja... pues ninguna mafia llegó a Cuenca... Y toditos como cojudos metidos bajo las cobijas en nuestras casas... jejeje
ResponderEliminarInteresante punto de vista... Pone el dedo en la llaga y saca pus y sobre todo nos obliga a meditaciones de que sí somos noveleros en Cuenquita... qué ha de ser que por un falso rumor todo Cuenca se meta en las casas como gallinas cluecas empollando a sus crías... Yo sería de la idea de que el tema de la prevención pierde sustento con las reflexiones del historiador. Me encantó el artículo... Felicitaciones... El tiempo dará la razón a su autor pero sí da vergüenza que nos acusen como cuencanos de haber revivido la noche de los giles.
ResponderEliminarmmmm.... ¿La segunda noche de los giles? puede ser como no puede ser, depende del lado que se le mire... Pero el artículo es alhaja... Me encantó y como cuencana siento achole que nos vean como giles... Pero ya si lo dicen los escritores y periodistas tendremos que decir: tripas corazón... y aceptar que somos giles...
ResponderEliminarQué brutos que somos la mayoría... aunque duela somos borregos... nos cuentean a lo bien y creemos todo... ese día no solo nos cuentearon que ya venían matando y robando en Cuenca las bandas de bandidos en Cuenca, sino que nos hicieron creer que el toque de queda comenzaba a las 5 de la tarde... Y por eso es que a las 5 pm ya nadie estaba en las calles... y claro, oritas está todo clarito, todo clarín... fuimos los giles de otra noche de los giles...
ResponderEliminarLas fotos hablan todo y muestran la verdad de lo que pasó... nadie en las calles... jajaja... ni los fantasmas han salido para nada esa noche de los motines en cana, no solo en Cuenca, sino en todo el país... jijiji
ResponderEliminarEn todo lado se vivió la noche de los giles, pero las fotos de este escrito, en Cuenca, nos ponen pilotos para ver que sí creo que esto pueda ser la segunda noche de los giles narrada por otro buen escritor, pues el escritor de la primera noche de los giles ya está muertito, pero sigue vivito y coleando en el artículo de la noche de los giles que le hizo famoso junto con sus investigaciones periodísticas...
Genial este escrito... Me encantó... Felicitaciones... Una noche de los giles que nunca lo olvidaré en mi vida...
ResponderEliminarUna mentira creída por muchos se convierte en verdad, pero verdad para los giles, jejeje .
ResponderEliminarUna mentira repetida muchas veces y creída por la mayoría se convierte en verdad, pero verdad para los giles
ResponderEliminarIncreíble como una noticia puede provocar una avalancha colectiva, y que todos desaparezcan como arte de magia, excelente relato, y muy didáctico, lo único que hay que arreglar es que este problema no viene de la época rafaelina, viene de la época nefasta de Lennin Moreno y Lasso, estos dos de la mano, en apenas 6 años destruyeron el país, en todo sentido, psíquica y económica, dejándonos en soletas, sin plata ni para pedís prestado, e invadidos por los narcos que son los únicos que si la tienen, pero como antes y como siempre nos tocará salir de esto y volverlo en otro recuerdo más, felicitaciones, excelente documental
ResponderEliminarEstimado doctor Orellana: felicitaciones... de veritas este artículo es genial... Bacano bacano como dicen los guambras. La segunda noche de los giles. Ojalá, con el tiempo, se vuelva un clásico de nuestra literatura. Me encantó muchísimo su artículo... La ironía de su pluma es como la cereza del pastel...
ResponderEliminarFelicitaciones al autor de este tema. La segunda noche de los giles... Super chevere planteado el tema... con un estilo original... Diferente al loco Maldonado pero nada inferior con Demetrio... Este escrito debe ser parte de la historia de las noches de los giles en Cuenca... Aplausos a Demetrio.
ResponderEliminarvaliente para haber salido solito a ver que los cuencanos somos giles... Todititos metidos en las casas y el abogado Orellana tomando nota para mandarse tremendo texto de historia de la estupidez cuencana... Y si hubieran salido los lobos... mama mia.... ¿que es lo que hubiera hecho? Admiro a la gente valiente... mis respetos
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