martes, 4 de abril de 2023

CÉSAR CORDERO MOSCOSO Y SUS PRESEAS IN VIA AETERNITATIS

In civitatis historia o En la historia de la ciudad hay singulares circunstancias citadinas en las que la gente engarbúllase sin mirar el horizonte con clarividencia y perspicuidad. Es entonces cuando una esplendente atalaya del pensamiento cuencano refulge siempre como «lux veritatis» o «luz de la verdad». Tal iridiscente atalaya constitúyelo el benemérito padre Vicente Solano, cuyo verbo fluido fue siempre un efluvio de conceptuosas y profundas ideas para iluminar el «sensus vero» o «verdadero sentido» de trepidantes realidades que, ex aequo, débenselas mirar con ataraxia o serenidad. Así, la desgraciada muerte del cura Cordero es una ocasión propicia para justipreciar, in stricta iustitia, que sus ejecutorias no puédense borrar como un flamígero rayo que devasta todo sin dejar estela alguna ni certero rastro de las cosas in communitatis vita o en la vida de la comunidad.

FRAY VICENTE SOLANO

El padre Solano escribió un día una apodíctica verdad y vaticinó quizás, cual inteligente predestigitador, lo que en nuestros días hemos visto frente al cura Cordero, a quien nadie ha querido enterrarlo como Dios manda, siendo todavía una alma en pena, en busca de la remisión de sus culpas como pederasta y monstruo mefistofélico de non grata recordationem para muchos de cuantos niéganse a pronunciar su nombre. Nadie ha querido celebrar una MISA DE RÉQUIEM por su alma pecaminosa en una batahola de exacerbados fanatismos anticristianos y absurdas posturas de negarle incluso su derecho a una exequial deprecación in nomine Christi.

Y el padre Solano decía, con apodíctica certeza, que «LOS HOMBRES SON UNA ESPECIE DE ANIMALES NOCTURNOS, QUE NO VEN EL MÉRITO SINO EN LA OBSCURIDAD DEL SEPULCRO…» Y cuando el cura Cordero ha dejado este terrenal mundo, odiado y vilipendiado por muchos a causa de sus injustificables y nefandarios crímenes, contémplase que la feroz iconoclastia con la que derribáronse sus monumentos, sus placas epigráficas, sus óleos y reconocimientos no ha podido exterminar todo cuanto acopió en su vida. 


Así, a pesar de la inclemente ingratitud de la Universidad Católica de Cuenca para su fundador y mentor, existen condecoraciones que el cura Cordero obtúvolas, algunas quizás por el arte de birlibirloque, las que no han sido avasalladas cuando el monstruo pederasta ha descendido a una ignota fosa sepulcral.

Ergo, un largo listado de sus reconocimientos dan cuenta de sus grandes ejecutorias in historia nostra. Ad exemplum, la medalla Vicente Rocafuerte del Congreso Nacional del Ecuador; la presea de la Orden Andrés Bello, del gobierno de Chile; la medalla al Mejor Educador, del Club Rotario Internacional; el trofeo de la Cultura del Parlamento Mundial de los Estados; la medalla al Mérito Educativo de Primera Clase, del gobierno ecuatoriano; la medalla Consejo Provincial del Cañar; las preseas de las municipalidades de Azogues, Biblián, Méndez y Déleg; la medalla de los legisladores de la provincia de Napo; el Botón de Oro de la Paz, Seúl, Corea; la Cruz y anillo de obispo titular de Nazareth, de la Iglesia Ortodoxa; la medalla César Andrade y Cordero, del magisterio azuayo; la medalla Leonidas Ortega Moreira y pluma del periodismo guayaquileño; la medalla Eugenio Espejo, de la Confederación Ecuatoriana de Periodistas; la insignia de la Federación Iberoamericana de Periodismo; la medalla al mérito educativo, del Parlamento Ecuatoriano; los doctorados Honoris causa de México, Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica y Chile; la mención de Ciudadano Honorario del Estado de Arkansas y los títulos de profesor honorario de las universidades de Arkansas, North California y Varsovia.  

Es inconcebible, desde la óptica católica, apostólica y romana, que nadie haya celebrado en Cuenca una MISA DE RÉQUIEM por el alma pecadora del cura Cordero in nostra Sancta Mater Ecclesia, en desobediencia al mandato de enterrar a los muertos, que es una de las obras de misericordia de nuestra santa religión católica. Es inaudito que la Universidad Católica de Cuenca no haya expresado condolencia alguna para su mentor y fundador a la hora de su partida al mundo etéreo, por lo que la ingratitud en el centro de estudios superiores -por el que el pederasta cura daba su vida- es sorprendente hasta las fronteras máximas de la insensatez que obnubila a las conciencias envileciendo a los ególatras espíritus de quienes han heredado el trono corderiano en el alma mater que de católica ya no tiene nada in Sancta Romana Ecclesia.

El alma de César Cordero Moscoso, uno de los más febricitantes amantes de la Mater Dolorosa y brillante ex alumno de los jesuitas tanto como inflexible combatiente de la masonería diabólica, reclama un réquiem desde su ignota fosa sepulcral. No somos defensores del monstruo mefistofélico pederasta, in communitate nostra, pero sí somos capaces de sorprendernos a dónde pudo llegar el fanatismo feroz en contra del desgraciado cura para negársele una cristiana sepultura, mientras los esbirros de César Cordero en la Universidad Católica de Cuenca han usufructuado de sus gestas en la más impía ingratitud que el pederasta cura pudo esperar post mortem in haec lacrimarum valle et in calamitatis via, in conchense urbe, super flumina Tomebamba.

Diego Demetrio Orellana

Datum Conchae, mensis aprilis, die quartus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXII, in sancta hebdomadae.

 

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