In civitatis historia o En la
historia de la ciudad hay singulares circunstancias citadinas en las
que la gente engarbúllase sin mirar el horizonte con clarividencia y
perspicuidad. Es entonces cuando una esplendente atalaya del pensamiento
cuencano refulge siempre como «lux
veritatis» o «luz de la verdad». Tal iridiscente atalaya
constitúyelo el benemérito padre Vicente Solano, cuyo verbo fluido fue siempre un
efluvio de conceptuosas y profundas ideas para iluminar el «sensus vero» o «verdadero sentido» de trepidantes
realidades que, ex aequo, débenselas mirar con ataraxia o serenidad. Así, la
desgraciada muerte del cura Cordero es una ocasión propicia para justipreciar, in
stricta iustitia, que sus ejecutorias no puédense borrar como un flamígero
rayo que devasta todo sin dejar estela alguna ni certero rastro de las cosas in
communitatis vita o en la vida de la comunidad.
El padre Solano escribió un día
una apodíctica verdad y vaticinó quizás, cual inteligente predestigitador, lo
que en nuestros días hemos visto frente al cura Cordero, a quien nadie ha
querido enterrarlo como Dios manda, siendo todavía una alma en pena, en busca
de la remisión de sus culpas como pederasta y monstruo mefistofélico de non
grata recordationem para muchos de cuantos niéganse a pronunciar su
nombre. Nadie ha querido celebrar una MISA DE RÉQUIEM por su alma
pecaminosa en una batahola de exacerbados fanatismos anticristianos y absurdas
posturas de negarle incluso su derecho a una exequial deprecación in
nomine Christi.
Y el padre Solano decía, con apodíctica certeza, que «…LOS HOMBRES SON UNA ESPECIE DE ANIMALES NOCTURNOS, QUE NO VEN EL MÉRITO SINO EN LA OBSCURIDAD DEL SEPULCRO…» Y cuando el cura Cordero ha dejado este terrenal mundo, odiado y vilipendiado por muchos a causa de sus injustificables y nefandarios crímenes, contémplase que la feroz iconoclastia con la que derribáronse sus monumentos, sus placas epigráficas, sus óleos y reconocimientos no ha podido exterminar todo cuanto acopió en su vida.
Así, a pesar de la inclemente ingratitud de la Universidad
Católica de Cuenca para su fundador y mentor, existen condecoraciones que el
cura Cordero obtúvolas, algunas quizás por el arte de birlibirloque, las que no
han sido avasalladas cuando el monstruo pederasta ha descendido a una ignota
fosa sepulcral.
Ergo, un largo listado de
sus reconocimientos dan cuenta de sus grandes ejecutorias in historia nostra. Ad
exemplum, la medalla Vicente Rocafuerte del Congreso Nacional del Ecuador;
la presea de la Orden Andrés Bello, del gobierno de Chile; la medalla al Mejor
Educador, del Club Rotario Internacional; el trofeo de la Cultura del
Parlamento Mundial de los Estados; la medalla al Mérito Educativo de Primera
Clase, del gobierno ecuatoriano; la medalla Consejo Provincial del Cañar; las preseas
de las municipalidades de Azogues, Biblián, Méndez y Déleg; la medalla de los
legisladores de la provincia de Napo; el Botón de Oro de la Paz, Seúl, Corea; la
Cruz y anillo de obispo titular de Nazareth, de la Iglesia Ortodoxa; la medalla
César Andrade y Cordero, del magisterio azuayo; la medalla Leonidas Ortega
Moreira y pluma del periodismo guayaquileño; la medalla Eugenio Espejo, de la
Confederación Ecuatoriana de Periodistas; la insignia de la Federación
Iberoamericana de Periodismo; la medalla al mérito educativo, del Parlamento
Ecuatoriano; los doctorados Honoris causa de México, Estados Unidos,
Inglaterra, Bélgica y Chile; la mención de Ciudadano Honorario del Estado de
Arkansas y los títulos de profesor honorario de las universidades de Arkansas, North
California y Varsovia.
Es inconcebible, desde la óptica católica, apostólica y romana, que
nadie haya celebrado en Cuenca una MISA DE RÉQUIEM por el alma pecadora
del cura Cordero in nostra Sancta Mater Ecclesia, en desobediencia al mandato de
enterrar a los muertos, que es una de las obras de misericordia de nuestra
santa religión católica. Es inaudito que la Universidad Católica de Cuenca no
haya expresado condolencia alguna para su mentor y fundador a la hora de su
partida al mundo etéreo, por lo que la ingratitud en el centro de estudios
superiores -por el que el pederasta cura
daba su vida- es sorprendente hasta las fronteras máximas de la insensatez
que obnubila a las conciencias envileciendo a los ególatras espíritus de
quienes han heredado el trono corderiano en el alma mater que de
católica ya no tiene nada in Sancta Romana Ecclesia.
El alma de César Cordero Moscoso, uno de los más febricitantes amantes de la Mater Dolorosa y brillante ex alumno de los jesuitas tanto como inflexible combatiente de la masonería diabólica, reclama un réquiem desde su ignota fosa sepulcral. No somos defensores del monstruo mefistofélico pederasta, in communitate nostra, pero sí somos capaces de sorprendernos a dónde pudo llegar el fanatismo feroz en contra del desgraciado cura para negársele una cristiana sepultura, mientras los esbirros de César Cordero en la Universidad Católica de Cuenca han usufructuado de sus gestas en la más impía ingratitud que el pederasta cura pudo esperar post mortem in haec lacrimarum valle et in calamitatis via, in conchense urbe, super flumina Tomebamba.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, mensis aprilis,
die quartus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXII, in sancta
hebdomadae.
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