domingo, 12 de abril de 2020

CUENCA: SU CASTIZA FUNDACIÓN Y LAS TOPONIMIAS PREHISPÁNICAS


Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


Ab origine, in historia civitatis/ Desde el origen, en la historia de la ciudad, Santa Ana de los Ríos de Cuenca acopia -desde su nacimiento castizo del 12 de Abril de 1557- exuberantes legados cañaris e incas que represéntannos vigorosos las primigenias fuentes de nuestra identidad histórica. Quid pro quo, los nombres prehispánicos de la capital azuaya confírmannos con apodíctica certeza que las múltiples toponimias de los sitios que circundan el inmenso valle cuencano engólfannos por un variopinto y esplendoroso periplo de reminiscencias incaicas y cañaris a través de las cuales el pasado prehispánico de la capital de la morlaquía mantiénese redivivo in veritatis splendor.


En los primeros hallazgos arqueológicos encontrados por monseñor Federico González Suárez sobre nuestra prehistoria, en la década de 1870, puédense vislumbrar los orígenes cañaris e incas de Santa Ana de los Ríos de Cuenca. In diebus illis/ En aquellos días, el magnánimo y benemérito religioso -al describir la orfebrería prehistórica que había descubierto por nuestra zona- fue pionero en detectar, con rigor científico, varios vestigios cañaris e incas de la región. Así puédese inferir -al compás de sus investigaciones- que ciertas culturas prehispánicas como Narrío, Pirincay, Cashaloma, Tacalshapa y Cañari habitaron en las provincias de Azuay y Cañar confirmándose los orígenes cañaris de la capital azuaya. Post factum, vendrían luego los incas con su influencia quichua in via historiae.



Pero, dicha sea la verdad, el cañari y el quichua eran idiomas orales y carecían de escritura. Ésta la obtuvieron de nuestra maravillosa lengua de Castilla en la conquista ibérica y así pudieron sobrevivir hasta hoy. El Castellano hizo que muchas palabras de estas lenguas indígenas sean formadas por onomatopeya, pudiéndose escribir sus términos, ad arbitrium, de dos formas. Verbi gratia: «huayco» o «guayco», «Chilcapamba» o «Chilcapampa», «huahua» o «guagua».




Si bien el idioma de los cañaris desapareció ad infinitum, como una lengua muerta, sus huellas prehispánicas perviven y devélanse, ex tota fortitudine/ con todas las fuerzas, en las toponimias de ciertos lugares cuencanos cuyos nombres evocan inter nos a la epónima cultura prehispánica. Ad exemplum, «GUAPDONDELIG» es el nombre cañari del valle donde hoy asiéntase Cuenca aludiendo a la inmortal presencia de esta cultura prehispánica ad futuram rei memoriam, mientras que en la época del incario el valle cañari llamóse «Paucarbamba» y «Tumipampa», toponimias quichuas que los Cronistas de Indias, con Pedro Cieza de León a la cabeza, describiéronlas para fijar los antecedentes de la castiza urbe morlaca.

Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


La palabra castellanizada «Tomebamba», que es el nombre de nuestro emblemático río, tiene su origen etimológico en el término quichua «Tumipampa» o «Valle del cuchillo», según corrobórase por las investigaciones históricas más serias in urbe nostra, mientras que «Yanuncay», el poético nombre de nuestro segundo afluente que inspiró al capishca «Chola Cuencana», tiene per se un inconfundible efluvio cañari, pues –desde la lingüística- todas las desinencias «ay» son ciertamente cañaris in perpetuum.

Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


Sitios como «Pumapungo», «Yanacauri», «Tacalshapa», «Chilcapamba», «Balzay», «Turi», «Monay», «Cullca», «Arenal», «Sayausí», «Paccha», «Quingeo», «Llacao», «Gullanzhapa», «Racar», «Cumbe», «Tarqui», «Misicata» o «Cashaloma», exempli gratia, evocan las profusas huellas cañaris e incas del pasado prehispánico cuencano.

Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


En consecuencia, no existe rincón morlaco por donde sus toponimias no remítannos al pasado cañari e inca. Tal es el caso de «Patamarca» «Nulti», «Ictocruz», «Baguanchi», «Guzho», «Yanahurco», «Chuallabamba», «Tandacatu», «Balzain», «Perezpata», «Mayancela», «Molleturo», «Chaucha», «Ricaurte», «Irquis» o «Cazhapata». Otras toponimias como «Gullanshapa», «Zhucay», «Chiquintad», «Pachamama», «Guagualzhumi», «Milchichig», «Cabogana», etc, son también nombres que pruébannos los vínculos cañaris e incas de Cuenca a lo largo de la historia.

TOCTE O NOGAL: JUGLANS NEOTRÓPICA

TOCTE O NOGAL: JUGLANS NEOTROPICA


Igual acontece con el término «tocte», el árbol totémico de los cañaris, que fue una especie dominante en la región y dio origen a la toponimia «toctesí» o «campo del tocte» poseyendo una fuerte personalidad cañari in historia nostra a punto tal de que hasta un patronímico surgió de aquí: nuestro apellido Tocto in via dignitatis. Ergo, nuestros aborígenes utilizaron el término cañari «tocte» para nombrar a la especie arbórea llamada como «nogal» en nuestra prodigiosa lengua de Castilla; árbol que constituye nuestro orgullo americano en tanto es primo de la nuez europea, la cual habíase bautizado -allende los mares- in lingua latina como Juglans regia diferenciándose del «tocte», al que bautizóselo in America meridionalis como Juglans neotropica para hacer notar el parentesco con el espécimen arbóreo del viejo continente.


La lengua cañari hoy está prácticamente desaparecida -en las tenebrosas brumas del tiempo- mas pervive rediviva en las toponimias cuencanas ad futuram rei memoriam con «GUAPDONDELIG» en primera línea que, como dìjose ut supra, es el nombre cañari para el sitio mismo donde estableceríase la ciudad de Cuenca el lunes santo 12 de Abril de 1557 y que fue el primigenio asiento del pueblo cañari en nuestros lares quod erat demonstrandum in historia nostra/ como queda demostrado en nuestra historia.

RÍO YANUNCAY


Exempli gratia, existen nombres cañaris que terminan en «cay», con los que fueron bautizados algunos sitios como «Yanuncay», «Narancay», «Sinincay», «Zhucay» o «Sidcay». El elemento «cay» significa monte, en la lengua cañari, por lo que colúmbrase que estos lugares hallábanse junto a elevaciones montañosas o cerros. No olvidemos, ad exemplum, que la propia palabra «Guacay» significa «monte de las guacamayas» y es el prístino nombre histórico del cerro «Fasayñán», el monte sacro del pueblo cañari en la provincia del Azuay, el cual dio origen a la célebre leyenda de las guacamayas que casáronse con dos de los sobrevivientes del diluvio con el que nacería el pueblo cañari, los hermanos Cusicayo y Antaorrupangui.


INGA EDULIS: GUABO O PACAY


Otro árbol vinculado con el pueblo cañari es el «Pacay», también conocido como «Guabo», de la especie Inga edulis in lingua latina; espécimen de gran influencia toponímica en nuestra urbe, por cuya desinencia «ay» descúbreselo ipso facto como un elemento arquetípico de esta cultura prehispánica. In honorem veritatis, el guabo o pacay ha cultivádose en Cuenca con admirable profusión a punto tal que constituye uno de sus árboles autóctonos de prolífica reproducción y munífica historia prehispánica.


P. Julio María Matovelle


Varios escritores e historiadores cuencanos aportaron con sus investigaciones algunas pistas para el estudio de las toponimias azuayas y cañaris. Ad exemplum, el P. Julio María Matovelle en su precioso libro «Cuenca de Tomebamba» concede interesantes datos sobre los cañaris e incas. Semper ídem, también puédese citar al P. Jesús Arriaga, a Fray Alfonso Jerves, OP, o a Manuel Moreno Mora, quien, por su parte, en su ensayo intitulado «Contribución al estudio de la lingüística y etnología cañaris», publicado en 1922, prodiga valiosos elementos que han guiado nuestros estudios lingüisticos prehispánicos de interesante cariz histórico in communitate nostra.
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


La lengua quichua, por su parte, es poseedora de varios nombres de sitios de la localidad y así, tanto lo incaico como lo cañari son prevalecientes en la mayoría de las toponimias de la región. Aquellas incas, por su parte, están en nombres de recintos que terminan en «pampa» o «pamba», siendo esta última palabra una castellanización de la primera. Ergo, «pampa» o «pamba» significa campo o llanura y así encuéntranse a nuestro alrededor nombres incas como «Tomebamba», «Paucarbamba» «Chuallabamba», «Ucubamba», «Viracochabamba», «Capulispamba», «Cañaribamba» o «Chilcapamba», mientras que también es quichua «Toctepampa» existiendo en esta última toponimia una interesante simbiosis entre el cañari y el quichua como puédese inferir in via claritatis/ en el camino de la claridad, por la presencia del término cañari «tocte» y la palabra incaica «pampa».
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


Son también incaicos nombres como: «Cruz Loma», «Castilla Cruz» o «Virgenpamba», pero en estas toponimias hay una mezcla de términos castizos y quichuas lo que demuéstranos a la vez que -en un claro ejemplo de interculturalidad en la conquista española- ciertas palabras castellanas asociáronse con las toponimias incas y así surgieron nombres curiosos con los términos «loma» o «pampa». Vale nombrar hic et nunc/ aquí y ahora otros ejemplos como «Capillapamba» o «Rosariopamba», palabras en las que el término quichua «pampa»  castellanízase por «pamba» y entremézclase con nombres castizos de antigua solera.





A similis, quichuas son igualmente las palabras «Totoracocha», «Turuhuaico» y «Supayguayco», siendo esta última el nombre de la fatídica quebrada donde botábanse a los cadáveres de los suicidas en el cementerio municipal de Cuenca, en el que ignominiosamente fue arrojada, contra dignitatis, la célebre poetisa Dolores Veintemilla de Galindo en el año del Señor de 1857.


Asimismo, es incaico el nombre «Yanacauri», el histórico cerro al que los cuencanos llamaron como la loma «Tú eres Pedro» cuando en el año del Señor de 1985 llegó a Miraflores el papa Juan Pablo II. Huelga decir que, en quichua, «guayco» es quebrada y «cocha» es laguna.


Es evidente que las múltiples toponimias cuencanas son, ante omnia, concretas evidencias de los asentamientos cañaris o incas, pues –la verdad sea dicha- nuestros aborígenes sintiéronse atraídos por estos lares ora por el clima primaveral, ora por la feracidad de la tierra, ora por la esplendente geografía que incitábales para establecerse en este suelo pródigo de belleza y gracias in naturalis ordinis.

Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS


Est tempus concludendi/ Es tiempo ya de concluir y digamos en este 12 de Abril del año 2020, en plena cuarentena del corona virus, que mientras las indelebles toponimias que dejáronnos nuestros antepasados permanecen sempiternas con el correr de los siglos las huellas prehispánicas que encuéntranse en Cuenca y su región mantiénense, de vehementi, como testimonios que confírmannos el fuerte legado prehispánico de las culturas inca y cañari en los nombres de muchas localidades de la zona, mientras denotan, a la vez, signos autóctonos de la identidad de los habitantes de la morlaquía que compleméntase con la herencia hispana como legado de su fundación castellana in via historiae, sicut erat in principio et nunc et semper et in saecula saeculorum.

Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, super flumina Tomebamba, mensis aprilis, die XII, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXX, in solemnitate Paschalis.

3 comentarios:

  1. Interesante aporte a la historia de Cuenca: https://revistasipgh.org/index.php/rearam/article/view/712

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  2. Excelente un buen post rescatando un poco de la lengua Cañari.

    https://dvma-melqvisedek.blogspot.com/2023/01/un-juego-ludico-con-la-historia-de.html

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  3. Mil felicitaciones, la historia se debe relatar de esta manera, tan maravillosa y tan auténtica

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