miércoles, 26 de octubre de 2016

CÓDICES MEDIEVALES: ARTE E HISTORIA DESDE LO CONTEMPORÁNEO


Consensus omnium et in honorem veritatis/ Por consenso de todos y en honor a la verdad, Julio Mosquera es uno de los más excelsos dibujantes de la capital de la morlaquía. Con el correr de los tiempos, su presencia es fundamental en el horizonte artístico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, pues trátase de un acucioso y auténtico artista, dueño de un personalísimo lenguaje plástico con el que defínese per se como un hábil comunicador o interlocutor con su público. Así pues, cum admirabilis intelligentia, su obra permítenos encontrar un universo pletórico de detalles a través de los cuales y de manera lúdica despliégase el mundo en su prístina y diáfana belleza, in spiritus et veritas/ en espíritu y verdad.


Ciertamente, para llegar a este nivel expresivo, la obra artística de este genial maestro lleva a cuestas un perseverante proceso de experimentación que ha recorrido infinitas posibilidades artísticas hasta lograr que sus dibujos revélense vivos y fuertes para cualquier espectador que enfréntase, vis a vis, con un trabajo en donde lo barroco trasunta las vigorosas ideas de un sui generis e imaginativo creador. De esta manera, a lo largo de su trayectoria, este eminente artífice de las artes plásticas cuencanas ha logrado que sus dibujos representen preciosos adornos que devienen en símbolos que explicitan las cosas en su real preciosismo mientras vuélvense a la vez, quid pro quo, en auxiliares didácticos de un mensaje que codifica, ex admirationem, una exquisita verdad que interpela, confronta y exalta nuestro ánimo. Por estas características, puédese afirmar que el puntillismo de Mosquera para graficar sus creaciones artísticas ha vuéltolo compulsivo para encontrar la belleza, en todas sus formas, y a base del detalle lograr un trabajo que capta completamente todas las posibilidades expresivas de la realidad que nos circunda ex tota claritas.



Curioso por naturaleza, este eminente dibujante cuencano encuentra diem per diem sorpresivas propuestas que no solo encantan ad summum sino confrontan y admiran, sugiriendo al observador que para mirar el mundo existen diversas perspectivas y todas son válidas. El aporte más exquisito y original del artista es enseñarnos que confrontando la realidad concíbesela mejor y mírasela sin complejas problemáticas. En esta ocasión, el proyecto plástico del maestro recrea una interesante visión artística de los códices medievales, los libros de horas y las biblias de antaño - desde una visión contemporánea- para reinterpretarlos desde el dibujo artístico en delicados y sutiles pergaminos que yuxtapónense como elementos singulares de un arte inmemorial que pervive inter nos ad perpetuam rei memoriam.



Las antiguas biblias medievales, tanto como los libros de horas y los famosos beatos son hoy piezas invalorables de los principales museos del planeta in historia mundi. Para realizarlos fue menester la participación de brillantes ilustradores que más allá de su innata habilidad artística hallábanse muchas veces bajo la poderosa influencia de la cultura cristiana pero también de la musulmana. Por ello es que muchos códices medievales guardan preciosos elementos árabes que denotan la unificación cultural entre el occidente cristiano y el mundo oriental que lo musulmán representaba. El hecho atípico producía que adviértase en estos códices un dualismo de veras decidor del intercambio cultural entre Oriente y Occidente pues algunos de estos códices llevaban implícitos, por decirlo así, el racionalismo occidental de raigambre latina ilustrado con unas exquisitas alegorías de los ilusionismos orientales. Una especie de «Unitas in diversitas» o «Unidad en la diversidad» que ha logrado, post factum, que hoy en día cada una de estas lindezas sean prototipos de rara belleza en la historia universal del Arte. En la época en que estas preciosuras tuvieron su apogeo, la Edad Media, el mundo enfrentábase a las teorías milenaristas por las que creíase que vivíanse los postrimeros días de la vida terrena y acercábase la era del Juicio Final. Tiempos aquellos de textos apocalípticos y profetismo bíblico que crearon la plataforma para que los ilustradores dibujaran ardientes criaturas que trasuntan dichos códices. Diríase que el ejercicio estilístico del arte de la miniatura encontraba su mejor reflejo en estas creaciones artísticas que habrían de perdurar in perpetuum.



Y en este contexto histórico, los códices medievales ya trátese de beatos, ya de las biblias de la época, ya de los libros de horas llegaron a constituirse en verdaderas obras de arte. Los beatos eran códices miniados que recogían los comentarios al Apocalipsis que hizo el Beato de Liebana, ad exemplum, en una época en la que todo inficionábase de esta atmósfera macabra en la que veíase el Armagedón como un hecho inminente de la humanidad entera y su irreversible final con el juzgamiento de Dios sobre la Tierra usque ad consummationem saeculi. Llegaron a existir centenares de versiones de beatos, algunas de las cuales actualmente son objetos espectaculares del arte gráfico medieval in omnia Terra.



Hoy, al justipreciar el valor artístico de estas obras cuenta mucho la genialidad artística de los ilustradores que las hicieron, los estilos de cada época, el tratamiento de los mismos temas que mantiénese con inexorable rigidez y sorprendente homogeneidad. Conceptualmente, los códices revélannos las visiones de Dios y de Cristo, con sus correspondientes conceptos del cielo, del infierno y de las benditas almas del Purgatorio, mientras las visiones del Anticristo y sus aúlicos colaboradores, las descripciones de mefistofélicas atmósferas o satánicas escenas no eran ajenas al contexto histórico de la época que debatíase entre el Juicio universal y la última venida de Cristo como rey vengador, junto a la resurrección de los muertos y el reinado de mil años de los justos. Las creencias en el cordero con siete cuernos, los cuatro jinetes del Apocalipsis, la lucha de Miguel con el dragón en los postrimeros días eran fuente de inspiración para los ilustradores mientras que, in nostra Sancta Mater Ecclesia, San Ireneo, San Clemente de Alejandría, San Atanasio, San Agustín de Hipona o San Ambrosio de Milán eran los referentes patrísticos para sustentar todo el fenómeno milenarista que atemorizaba a la gente con la creencia de que había llegado la fatalis hora del final de los tiempos.



Y, ars gratia artis, desde la esfera artística lo fundamental de estas miniaturas es el dibujo que, al plasmarlo, dejaba interesantes elementos iconográficos en donde el simbolismo cumplía un papel esencial de estas manifestaciones artísticas en las que no puédense concebir ni claroscuros ni perspectivas espaciales, pues todas las formas son planas y superficiales, propiciando grotescas representaciones de feroces escenas con una coruscante impresión de llamas, con ígneos colores vivos que precipítanse ante el espectador. Y es que, la verdad sea dicha, como el Apocalipsis era uno de los libros de más difícil comprensión necesitaba de mayor grado de explicación, por lo que los beatos fueron muy populares in illo tempore y sus destinatarios debían leerlos como una especie de «opus devotionis» y no como un simple «opus eruditionis». Así pues, los comentarios al Apocalipsis habrían constituido un buen instrumento para mejor disponer los espíritus para ese final de los tiempos.




Por su parte, el libro de horas, que llamábase también «horarium», es un tipo de manuscrito iluminado típico de la Edad Media. Cada libro de horas estaba hecho para específicas personas y contenía oraciones, salmos y copiosas imágenes alusivas a la fe cristiana. Algunos libros de horas fueron famosísimos in mundum universum como aquel del Duque de Berry, mas varios ejemplares adquirieron prestancia y hoy representan exquisitas piezas de museos y colecciones públicas y privadas.



Tomando como fondo las páginas de las antiguas biblias, los libros de horas o los códices medievales, el artista Julio Mosquera muéstranos en pergamino, a la manera de un collage, a personajes que parecen extraídos del mundo onírico y revélanse como monstruos apocalípticos que contextualízanse en las teorías milenaristas que eran propias del medioevo, cuando la gente creía que el mundo acabaríase por la llegada del Armagedón, en un período histórico donde el oscurantismo era proclive para que múltiples historias de trasfondo apocalíptico invadiesen la vida de los individuos in diebus illis/ en aquellos días. Pero sobre estos apocalípticos seres Mosquera yuxtapone elementos del mundo actual con los que juega, desde una visión contemporánea, para mostrarnos a personajes extraídos de los cómics, entre los que hállanse, ad exemplum, la pantera rosa, los personajes de Bugs Bunny, Tom y Jerry, Popeye, entre otros íconos de la contemporaneidad, haciendo que cada una de las creaciones del artista confronten la sacralidad de las hermosas ilustraciones medievales con los íconos post modernos con los que los ciudadanos de los presentes tiempos vivimos ad initium tertio millenio.




El ícono interpuesto, ad omnes gentes, como un símbolo que define a la sociedad en su conjunto deviene en un elemento que interpela la significación real que lleva implícito, pues ora en el mundo de la religión, ora en el mundo laical, ora en el mundo cibernético o en cualquiera de las esferas por donde el género humano desarróllase el ícono, cualquiera que fuere, revélase como elemento de necesaria convivencia in vita communitatis.




La propuesta no debe mirarse entonces como un proyecto iconoclástico, tampoco como una irreverencia al sentido sacral de las antiguas creaciones artísticas inmersas en las biblias medievales o los propios beatos y los libros de horas, pues cada uno de los cómics que confróntanse con ellas solo interpélannos para parangonear inter nos et de profundis el implícito sentido que guarda un ícono cualquiera, tanto antaño como hogaño, como símbolos culturales con los que los individuos que integran la gran familia humana que peregrina en la tierra crecen y desarrollánse in historia mundi.




No es extraño entonces, encontrar dentro de este proyecto artístico, exempli gratia, al pájaro loco incrustado como un elemento icónico postmoderno, desde el mundo de los cómics, inmerso dentro de una preciosa ilustración del calvario en una antigua biblia medieval, donde los ángeles adoradores representan per se símbolos que exaltan el sumo sacrificio del Divino Redentor, mientras el cómic confronta lúdicamente la sacralidad que trasúntase en la cristológica escena in commemoratione de passione Domini.




Similar circunstancia la habremos de encontrar en un Cristo medieval que aparece como «Regem Universorum» o «Rey del Universo», con el compás sobre un ígnico mundo, mientras los ángeles adoradores que circundan ut supra al Divino Maestro confróntanse ad infra con Tom y Jerry, que desde la Tierra, vuélvense íconos contemporáneos que recrean nuestra vívida realidad haciendo de la escena una lúdica manera de recrear cuánto aféctannos, hoy como ayer, los icónicos personajes que en el mundo han sido hodie et nunc et semper/ hoy, ahora y siempre.




Por todo lo dicho, la obra de este artista es verídica y corre  veloz hacia el público, pues la coincidencia entre el lenguaje artístico y la realidad definida convierten a cada uno de sus dibujos en un medio de expresión que basta por sí solo para enseñar y mostrar cualquier aspecto de la vida. Podrá decirse en consecuencia que los dibujos de este genial artista son juntos una especie de «veritatis alimonia o alimento de la verdad» para quien acércase a contemplar las cosas esenciales de nuestra realidad.




Así vemos entonces, una nueva obra de Mosquera en esta exhibición artística. Son trabajos desconocidos para muchos, pues así lo ha querido el artista, al crear paulatinamente originales dibujos de cómics en pergaminos que luego integráronse como elementos lúdicos de los antiguos códices medievales, toda vez que cada obra lleva implícita la polifacética inspiración del artista que posee además un rico mundo interior.





Trátase de un trabajo renovado, rejuvenecido, vibrante, sencillo y confrontativo, como han sido siempre las geniales propuestas de nuestro artista, gran dibujante que, pulso a pulso, ha recorrido por un permanente proceso de experimentación plástica para llegar a la madurez con solidez y autenticidad sintetizando magistralmente sus ideas en un universo expresivo que consolídase por lo lúdico y confrontacional, cum amabilis veritas, en una unidad expresiva que vuélvese fuerte mientras más confrontativa es la obra inspirada en los viejos códices medievales. Ya trátese de un monstruo apocalíptico, ya de un cómic contemporáneo, ya de una figura onírica los pergaminos del maestro  fusiónanse entonces en una especie de amalgama que defínese por la hilarante confrontación o risueña interpelación con las que oblígase a los espectadores para buscar el sensus vero o verdadero sentido de las cosas representadas en estas exquisitas y elegantes creaciones.





Estamos entonces ante un magnífico y singular dibujante, dueño de un propio y peculiar lenguaje artístico, que deja su sino y signo en cada trazo o adorno de sus obras, para hacerlas inconfundibles; un maestro de quien muy bien puede enorgullecerse la capital de la morlaquía, pues Julio Mosquera es un artista que, sencillo y humilde, tiene mucho que decir en un mundo en donde, como decían los filósofos de la Roma Imperial: «Veritas odium parit/ La verdad engendra odio», y para decirla no sólo hay que ser humilde y sencillo sino además valiente, a fin de confrontar la realidad cueste a quien le cueste y aunque desplómense los cielos, como muy bien lo hace Mosquera en un admirable ejercicio de coherencia entre lo que dícese y hácese o lo que dibújase y  represéntase semper cum amoris veritatem et ex tota anima suam.



DIEGO DEMETRIO ORELLANA


Datum Concha, apud flumina Tomebamba, mensis octobris, die sextus supra vicesimum, reparate salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVI, octava XXX Dominica per annum.

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