Die constituta, en un día
como hoy, lunes 29 de febrero del año del Señor de 2016 conviene rememorar la
curiosa historia del año bisiesto in
historia mundi. Ergo, los orígenes de este fenómeno habrémoslos de hallar in
Roma aeternam, con Julio César, el Imperator romano.
Habiéndose detectado que el
primitivo calendario romano del rey Numa Pompilio tenía un retraso con el año
solar, in Roma semper intemerata, según los astrónomos del Imperator,
Julio César decidió reformarlo con una fórmula para que cada cuatro años se
añadiese un día más a fin de igualar el desfase. Sibi tamen/ Sin embargo,
la reforma juliana no fue precisa pues, a pesar de que la igualación del
calendario era justa con la adición de un día cada 4 años, producíase un error
de un día más cada 128 años, puesto que un año, en el calendario, dura 365 días
y 6 horas aproximadamente. Hoy conócese que matemáticamente la duración del año
es de 365, 256 días.
La expresión «AÑO BISIESTO» viene de la culta e
inmortal lengua latina, en donde identifícaselo como «ANNUS BISEXTUS» ya que en el calendario juliano, para añadir el día
bisiesto aplicábase ex professo la siguiente regla: «Dies bis sextus ante calendas
martii/ el doble día sexto antes de las calendas de marzo». Para entender
esta regla es preciso decir, prima facie, que primitivamente el
calendario de los romanos constaba de 10 meses y comenzaba en marzo, llamado «Martii»
en honor del dios Marte, luego venía el segundo mes: «Aprilis»; inmediatamente «Maius» o Mayo, el tercer mes, en
honor de la diosa Maia; subsecuentemente «Junio» o «Iunius», que era el
cuarto mes; enseguida «Iulius» o Julio; que representaba el
quinto mes y que llamóse así en honor del propio emperador Julio César. César
Augusto, celoso de que Julio César dedicóse un mes a su persona, hizo lo propio
con el sexto mes llamándolo «Augustus» o Agosto, en nuestra
prestigiosa lengua de Castilla. Puédese decir entonces que, «vanitas
vanitatum» o «vanidad de vanidades», es por la
egolatría de Julio César y César Augusto que el quinto y el sexto mes cambiaron
sus nombres mientras luego de agosto, teníamos al séptimo mes, llamado por ello
«Septembris»;
y enseguida el octavo mes: «Octobris»; el noveno: «Novembris»;
y el décimo: «Decembris».
Post factum, con la
introducción del calendario juliano, justamente, habríanse de añadir dos meses
más al calendario romano y así surgió enero, que debiendo ser el «decimus
ac primus», bautizóselo como «Ianuarii», en honor al dios Jano;
junto con «Februarius», así llamado para no ser el «decimus ac secundus» y
siendo como es, el último mes, hubo de ser el que menos días había de tener, 28
ciertamente, para acomodar los 365 días del año civil completo.
In diebus illis, cuando
Julio César creó el calendario juliano, atribuyóse a la influencia de los
sabinos la introducción de un calendario de 12 meses con tres fechas mensuales
fijas: «calendas», «nonas» e «idus». Las «calendas»
eran el primer día de cada mes, mientras las «nonas» eran el séptimo
día y los «idus» el decimoquinto. Sensu stricto, en el lenguaje latino
habitual para nombrar el tiempo los días anteriores al primero de cada mes
hacían referencia a las calendas de dicho mes. Verbi gratia, en un año
normal de 365 días que comenzaba en marzo, el 1 de marzo era las calendas de
marzo; el 28 de febrero era el «primum dies ante calendas martii/ primer día
antes de las calendas de marzo»; el 27 de febrero era el «secundum
dies ante calendas martii/ segundo día antes de las calendas de marzo»;
el 26 de febrero era el «tertium dies ante calendas martii/ el tercer
día antes de las calendas de marzo»; el 25 de febrero era el «quarto
dies ante calendas martii/ el cuarto día antes de las calendas de marzo»;
el 24 de febrero, por su parte, era el «quinto dies ante calendas martii/ el quinto
día antes de las calendas de marzo» y el 23 de febrero era el «DIES
SEXTUS ANTE CALENDAS MARTII/ EL SEXTO DÍA ANTES DE LAS CALENDAS DE MARZO».
Hic et nunc, Julio César
intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de las calendas de marzo
para acoplar su reforma; es decir, entre los días que hoy llamamos 23 y 24 de
febrero y este día adicional fue llamado en la respetabilísima y poética lengua
latina: «DIES BIS SEXTUS ANTE CALENDAS MARTII/ DOBLE DÍA SEXTO ANTES DE LAS
CALENDAS DE MARZO», mientras el año que contenía dicho día pasó a
llamarse «ANNUS BISEXTUS».
Así, cada 4 años, acumúlanse 24
horas que débense adicionar a todos los años que son múltiplos de 4, a fin de
que las estaciones no se confundan y el equinoccio de primavera, ad
exemplum, siga siendo el 21 de marzo, pues ese fenómeno prodúcese
inexorablemente en esa fecha.
En la época del Imperio Romano,
en el calendario juliano implantado por el emperador Julio César, considerábase
bisiesto a cada uno de los años divisibles entre cuatro. En 1582, habiendo
existido un retraso de 11 días con relación al año solar, el Santo Padre
Gregorio, por la Divina Providencia Papa XIII, impuso, motu proprio, una nueva
reforma que tenía por objeto igualar el calendario juliano con el tiempo solar
y esta es la reforma que dio origen al «CALENDARIUM GREGORIANUM» o «CALENDARIO
GREGORIANO» en la lengua de Castilla, en honor a este ilustrado Sumo Pontífice
de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Es entonces desde el año 1582
cuando empieza la costumbre de celebrar los años bisiestos en la forma como hoy
lo conocemos en el «calendario gregoriano», actualmente en vigor, en el que establecióse una regla para los años
bisiestos, la cual se cumple, in stricta iustitia, gracias a un
celebérrimo y benemérito jesuita, el eminente matemático Christopher Clavius,
S.J., autor de la reforma: «Un año es bisiesto si es divisible por 4,
excepto el último de cada siglo (aquellos divisibles por 100), que para ser
bisiestos también deben ser divisibles por 400».
Esta regla del ilustre y
benemérito padre jesuita Clavius debémosla descifrar y así habremos de decir, ex
informata conscientia, que un año es bisiesto si es múltiplo de 4
(ejemplos: 1956, 1980, 2008, 2016) aunque no serán bisiestos los años que sean
divisibles para 100 (como ocurrió con los años 1700, 1800 y 1900 y como
ocurrirá con el 2100). Una excepción a lo dicho precedentemente es el hecho de
que los años múltiplos de 400 o divisibles por 400 son bisiestos, como ya
aconteció con el año 1600, así como con el año 2000 y como habrá de ocurrir con
el 2400.
Por eso, quid pro quo, los años
divisibles por 4 son bisiestos, pero en cada 400 años se deben celebrar 3
bisiestos. Ergo, esa es la razón por la que en 400 años debe haber 97
años bisiestos y, de esa manera, el año del calendario gregoriano se mantiene
muy parecido al año solar. En esto radica la talentosa reforma del jesuita
Clavius en el reinado de Nuestro Beatísimo Padre Gregorio XIII, Servus
Servorum Dei.
Como no es exactamente 365 días y
seis horas el tiempo que dura un año común, se calcula más precisamente, in
medias res, que hay un error de 0,0003 días por año y este sobrante se
sigue acumulando in aeternum hasta que al cabo de tres mil años se habrá
acumulado un día más de error. Pero, en realidad, no sabemos taxativamente
cuándo llegará este error de cálculo a un día. La cifra de 365,2422 días por
año común no es del todo exacta, porque tanto la duración del año común como la
velocidad de rotación de la tierra van cambiando, diem per diem, con los
siglos y de una manera que no es completamente predecible.
Existen versiones que indican que
ese día descontaráse en el año 3600, que no será un año bisiesto. Sin embargo,
otros matemáticos calculan que la diferencia de más de un día respecto al año
solar podría ocurrir cada 4.000 años aproximadamente, por lo que los años divisibles
por 4.000, como el 4000, 8000 o 12000, que tendrían que ser bisiestos, según la
regla descrita anteriormente, no lo serán.
Este es el hermoso origen
histórico del año bisiesto, que reposa esplendente en las aguas inmortales de
la latinidad, in perpetuum, desde donde la lengua latina surgió, admirabilis
et invencibilis, como la madre nutricia de nuestra maravillosa lengua
de Castilla.
Hodie et semper, como
nosotros ya no contamos las calendas, nos resulta más cómodo considerar que el
día agregado equivale en realidad al último del mes de febrero y así, el 29 de
febrero es el día número 60 del año en el calendario gregoriano y solo existe
en los años bisiestos (cada cuatro años). Desde esta fecha quedan 306 días para
finalizar el año.
En un día como hoy valgan estas notas escritas ad
perpetuam rei memoriam para celebrar el día bisiesto del año del Señor
de 2016.
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
In Concha, super flumina Tomebamba, mensis februarii, die nonus supra
vicesimum, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXVI, octava III
Dominica in Quadragessima, Anno Misericordiae.
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