GAUDIUM ET BENEDICTIONEM:
BICENTENARIO DE LA RESTAURACIÓN O
REFUNDACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
7 DE AGOSTO DE 1814 –
7 DE AGOSTO DE 2014
Ad gloriam Dei, hoy, jueves 7 de agosto del año del Señor de 2014, el mundo
jesuita celebra alborozado el bicentenario de la refundación o restauración de
la Compañía de Jesús, pues in diebus
illis/en aquellos días el Santo Padre Pío VII, con la bula «SOLLICITUDO OMNIUM ECCLESIARUM»
restituyó -en la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana- a la orden
religiosa fundada en 1539 por San Ignacio de Loyola y aprobada por el Sumo
Pontífice Paulo III el 27 de septiembre de 1540, la cual habíase extinguido por
el papa Clemente XIV en 1773.
Desde entonces, los padres jesuitas han extendídose por el mundo
realizando su singular labor apostólica in
universa Terra, para lo cual retornaron a muchos lugares durante el siglo
XIX, recuperando parte de sus antiguas posesiones o fundando nuevas obras,
mientras en múltiples regiones del planeta, tantas veces -in partibus infidelium/en lugar de infieles- instauraron e
iniciaron interesantes emprendimientos ora en las misiones, ora en la
educación, ora en diversas actividades pastorales, ya en las parroquias, en los
medios de comunicación o en peculiares
actividades apostólicas en las que trabajan ad maiorem Dei gloriam/a la mayor gloria de Dios, como ha sido
siempre el deseo de nuestro padre San Ignacio de Loyola, quien enviaba a sus
primeros compañeros diciéndoles: ITE,
INFLAMMATE OMNIA/ ID, INCENDIADLO TODO, en alusión al fuego de la actividad
evangelizadora para la que los beneméritos padres jesuitas han sido, en todo
tiempo, ejemplares misioneros y educadores ad
gloriam aeternam.
Clemente XIV
Conviene precisar que la Compañía de Jesús había sido extinguida
por el papa Clemente XIV, con el breve «Dominus
ac Redemptor Noster» el 21 de julio de 1773, por lo que para el año de 1814
restituyóse la orden religiosa después de 41 años. El Santo Padre Pío, por la
Divina Providencia Papa VII, en la bula de restauración de la Compañía de Jesús
justificaba su decisión magnánima en los siguientes términos ad peddem litterae: «Urgentes y apremiantes solicitudes para la
restauración de la misma Compañía de Jesús, con unánime consenso de casi
todo el mundo cristiano nos llegan cada día de nuestros venerables hermanos
arzobispos y obispos, y de las órdenes y sectores de todos los personajes
insignes, especialmente desde que se difunde por todos lados la fama de los
frutos fértiles que esta Sociedad había producido en las mencionadas
regiones; puesto que ella era día a día fecunda con su prole en aumento, se
creía oportuno adornar y dilatar ampliamente el campo del Señor».
Hasta aquí la transcripción de la bula Sollicitudo ómnium ecclesiarum en los parágrafos que son de nuestro
interés para dar cuenta de este grandioso día in nostra Sancta Mater Ecclesia.
Pius VII
Mas el Santo Padre Pío VII, Servus
Servorum Dei, era muy afecto a la Compañía de Jesús y había pensado en su
restauración desde el mismo instante en que fue elegido como Sumo Pontífice de
la Iglesia Católica, Apostólica y Romana
en el año del Señor de 1800, por lo que este caro anhelo del Vicario de Cristo
pudo concretarse cuando la Divina Providencia quiso que se hiciese realidad el
7 de agosto del año del Señor de 1814.
En la bula de restauración de la Compañía de Jesús, el papa Pío
VII fundamentaba las razones por las que la orden religiosa era restaurada con
las siguientes palabras que las copiamos
de verbo ad verbum:
«2. Deseosos de satisfacer
al deber de nuestro trabajo pastoral, tan pronto como el aún vivo Francesco
Kareu y otros sacerdotes seculares que viven desde hace muchos años en el
vastísimo imperio ruso, y una vez agregados a la Compañía de Jesús,
suprimida por nuestro predecesor Clemente XIV de feliz memoria, nos presentaron
su petición en la cual suplicaban nuestra autorización para permanecer unidos
en un solo cuerpo, para, según su institución, emplearse más ágilmente en
el instruir a la juventud en las cuestiones de la fe, y en educarla a las
buenas costumbres, ejercitar el oficio de la predicación, escuchar las
confesiones y administrar los otros sacramentos, nosotros juzgamos oportuno
consentir su solicitud, aun más gustosos cuando el emperador Paolo Primero,
ahora reinante, nos había recomendado cordialmente a tales sacerdotes con su
gentilísima carta del 11 de agosto, dirigida a nosotros, en la cual,
comunicando su singular benevolencia hacia ellos, declaraba que le sería
agradable si, por el bien de los católicos de su imperio, la Sociedad de
Jesús fuese establecida por nuestra disposición.
3. Por tal cosa,
considerando nosotros con ánimo atento cuán grandes utilidades serían
derivadas a aquellas vastísimas regiones casi privadas de trabajadores
evangélicos, y cuánto aumento habrían aportado a la religión católica
eclesiásticos de tal condición, las justas prácticas de las cuales eran
ponderados con tantos elogios por el continuo esfuerzo, por el ferviente celo
dedicado a la salud de las almas y por la indefensa predicación de la palabra
de Dios, nosotros hemos considerado razonable consentir los deseos de un
príncipe tan grande y benéfico. Por lo tanto, con nuestra carta en forma de
breve, el 7 de marzo de 1801 hemos concedido al ya nombrado Francesco Kareu y a
sus allegados habitantes del imperio ruso, o a aquellos que allá fuesen
reunidos de otras partes, la facultad de unirse en un cuerpo, o congregación
de la Sociedad de Jesús, y acordada la libertad de reunirse en una o más
casas, según la autorización del superior, pero solamente dentro de los
confines del imperio ruso, y hemos designado, con nuestro beneplácito y de la
Sede Apostólica, Prepósito General de la tal congregación al mismo sacerdote
Francesco Kareu, con las facultades necesarias y oportunas para mantener y seguir
la regla de San Ignacio de Loyola, aprobada y confirmada con sus Constituciones
por nuestro predecesor Pablo III de feliz memoria. Esto, a fin de que los
socios reunidos en un grupo religioso se ocupasen de educar a la juventud en la
religión y en las buenas costumbres, a regir seminarios y colegios y, con la
aprobación y el consenso de los oriundos de los lugares, escuchar las
confesiones, anunciar la palabra de Dios y administrar libremente los
sacramentos. Acogemos a la congregación de la Compañía de Jesús bajo la
directa tutela y sujeción nuestra y de la sede apostólica, y reservamos a
nosotros y a nuestros sucesores decidir y establecer aquellas cosas que nos
parecieran en el Señor eficaces para reforzarla, presidirla y purgarla de
aquellos abusos y aquellos vicios que acaso se habrían podido introducir. A tal
efecto nosotros expresamente hemos derogado de las constituciones apostólicas,
estatutos, costumbres, privilegios e indultos que de algún modo fueron
concedidos y confirmados en oposición a nuestra carta preliminar, especialmente
a la carta apostólica del mencionado Clemente XIV, que comienza ‘Dominus ac
Redemptor Noster’ en aquellas partes, solamente, que fuesen contrarias a
nuestra citada carta en forma de breve, cuyo principio es ‘Catholicae’ y
escrita sólo para el Imperio de Rusia».
Así entonces, quiso la Providencia Divina que la Compañía de Jesús
fuese refundada en 1814 y desde entonces los padres jesuitas han venido
ejerciendo sus labores apostólicas en muchos países del orbe católico, siguiendo
las inmortales palabras de Nuestro Señor Jesucristo: «Euntes in mundum universum et praedicate evangelium omnia creaturae/ Id
por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura». Así, los beneméritos
padres jesuitas dedican sus afanes sobre todo en la actividad misionera, razón
de ser de la orden religiosa, tanto como en la educación, las obras sociales,
la vida intelectual y los medios de comunicación dentro de la Iglesia de Cristo,
buscando siempre la mayor gloria de Dios.
Francisco I, el primer papa jesuita de la historia
Hoy, ad initium tertio millenio,
la Compañía de Jesús cuenta con 17.676 miembros entre sacerdotes jesuitas,
estudiantes y hermanos coadjutores, siendo la mayor orden religiosa masculina de
la Iglesia Católica en los actuales tiempos. Cuando conmemórase este magno
aniversario el Señor, Providentissimus
Deus, ha querido que el papa reinante sea jesuita, el Santo Padre Francisco
I, Servus Servorum Dei in Sancta Mater
Ecclesia.
Que el bicentenario de la Restauración de la Compañía de Jesús sea
ocasión propicia para alabar al Señor, Pontifex
fidelis et misericors, y que la fiesta jesuita sea un gran aliciente para
que la obra apostólica de la Compañía de Jesús continúe en el mundo entero usque ad consummationem saeculi/ hasta la
consumación de los siglos.
OMNIA AD MAIOREM DEI GLORIAM
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, apud flumina Tomebamba, mensis Augusti, die VII, Anno Dominicae Incarnationis MMXIV, in octava Dominica XVIII per annum.
El "escritor" latinizante, o es un chocante jesuita coadjutor, o por lo menos, un peligroso ultramontano, digno hijo, o diremos que siquiera, bastardo lejano, de Ignacio de Loyola. Cuán locos estáis jesuitas, sois y seréis siempre el mayor lastre de la civilización y de la sociedad libre!
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