Sustine
et abstine, la imagen habla más que mil palabras: el Santo Padre
Francisco, por la Divina Providencia Papa I, recibe absorto -con extremada estupefacción- el regalo
más horribilis
et terribilis que en su ministerio petrino pudo recibir de manos del ex
arzobispo de Cuenca Luis Gerardo Cabrera, OFM, en Roma, durante el pasado
Sínodo de la Familia realizado in nostra Sancta Mater Ecclesia ad initium
mensis octobris, Anno Domini MMXV.
El rostro
del Sumo Pontífice muéstranos real espanto y horror. Su estupefacta faz
llévanos a pensar que pareciese decir: «NON POSSUMUS/ NO PODEMOS...». Y no
es para menos cuando trátase de un horripilante obsequio que ofende a su alto
rango pontificio y al arte cuencano in Roma æterna et super flumina Tomebamba,
pues hablamos de un libro vergonzoso que es como el «sancta sanctorum» de la
grotesca fealdad y el mal gusto. La obra intitúlase: «El pase del niño» y supuestamente ha realizádose en homenaje al
Niño Viajero, ícono emblemático de la tradición navideña en Cuenca, la capital de la
morlaquía.
Prima
facie, el dibujo de la portada de la obra aterroriza a todos
quienes contémplanlo -como nos lo demuestra el propio papa- puesto que es una
pintura hecha en cuero de borrego, sin técnica, perspectiva ni composición,
esenciales requisitos de cualquier obra plástica ab immemoriabili. Ergo,
la imagen del Niño Viajero no es la vera effigies de su original modelo
ya que refléjase deforme, tan desproporcionada como fea, y está representada
con sucios colores que evidencian la falta de experticia para la pintura, en el
autor de la misma, espeluznando a quienquiera que la observe, pues como retrato
es deplorable. Así, el rostro del Niño Jesús es tan pequeño frente a su cuerpo
como sus manos lo son respecto de su cara y como su cuerpecillo lo es en
relación a la belleza innata y la summa perfectionis del cuerpo humano
in
natura nostra. Así, al especificar los detalles de esta monstruosidad,
digamos con acrimonia que el Niño Dios tiene una cabeza desproporcionada frente
a sus manos excesivamente diminutas y este horrendo aspecto complícase cuando el
tronco y las extremidades son desmedidamente mayores al confrontárselas con la
santa cabecilla que el autor de esta atrocidad no pudo dibujar ni pintar
correctamente. En conclusión, el Niño Dios está tan mal dibujado y monstruoso,
que aparece incluso –sub specie instantis- con una mirada
torva, tal como un virolo infante sin que parézcase a su real modelo, preciso detalle
que demuestra ipso facto que esta barbarie es pésima y su autor revélase
acaso como un calamitoso retratista in conchensis urbe. La obra aléjase entonces
de las normas canónicas que debíanse guardar ex professo para
constituir una auténtica pieza artística digna de la historia. Y es esto lo que
espanta al papa Francisco hasta los límites supremos de lo terrorífico.
Pero, rebus
sic stantibus/ estando así las cosas, este infame retrato del Niño
Viajero -que fue obsequiado al dulce Cristo en la Tierra- será una obra que
habrá de registrarse in aeternum en la «Antología
del feísmo y la estulticia», en la capital de la morlaquía, puesto que el
dibujo infamante, las desproporciones, la falta de técnica y el mal gusto son
el denominador común de las horribles figuras que hállanse pletóricas por todo
el libro.
Hic et
nunc,
en este punto es preciso decir que, ars gratia artis, en el cánon del
dibujo artístico, la cabeza de un bebé es del tamaño de una mano abierta y esta
regla mantiénese en toda la vida del género humano y hasta en la madurez la
mano extendida de una persona cubre su cara ex integro, al momento de
retratarla de cuerpo entero, lo que no acontece con este espantoso dibujo del
pequeño Jesusín, Dominus ac Redemptor, dibujado y pintado con defectos erráticos
que han espantado ad nauseam a una persona culta como el primer papa jesuita de
la Historia, quien -junto con los conocedores del arte- indígnanse ante este
bárbaro y vergonzante regalo que el Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la
Tierra recibió apud Sancte Petrus, in Roma, bajo su condición de Servus
servorum Dei.
Basta compararla
con la original escultura del Niño Viajero para confirmar, in stricta veritas, que
la portada de la obra es una ofensa al divino infante y un insulto a la
inteligencia del papa Francisco y de los lectores de este libro cuando
preténdesenos pasar gato por liebre con este esperpéntico dibujo que produce inter
nos un insólito espasmo que inúndanos de estupor cuando lo contemplamos
y lo parangoneamos con la realidad que pretendióse representar fallidamente.
Pero
si esta barbarie aconteció con el Niño Viajero, verdadero leit motiv de este
malhadado trabajo artístico, ad aperturam libri/a libro abierto,
el lector encuentra en el interior de la obra algunos retratos que vuélvense
verdaderas infamias para las personas que los representan y confírmannos, cum
clara lux, que su autor es un pésimo y nada habilidoso dibujante y
pintor. Ad exemplum, al escritor Eliécer Cárdenas Espinosa retratóselo como
«EL
ABOMINABLE HOMBRE DE LAS NIEVES», ya que ese fantasmagórico retrato no
puede ser nunca su real efigie. Consultado este dilecto amigo sobre el asunto
ha quedádose patidifuso al mirar la fealdad de su retrato, reconociendo que no
es el fidedigno espejo de su auténtico rostro, mientras que por su natural
diplomacia oblígase a sonreír ante semejante atrocidad que oféndelo in
corpore et in anima.
Et
riddendo et solus riddendo/ Y riendo y solo riendo, guiados
de la sonrisa de Eliécer, digamos que el ex arzobispo de Cuenca, monseñor Luis
Gerardo Cabrera, OFM, también resultó ofendido con el retrato que en esta obra ha
ejecutádoselo, ya que su mano es no solo deforme sino monstruosa, ruda y tosca,
detalles que corroboran, al parecer, la inutilidad del autor en el medio
plástico de la «Atenas del Ecuador», donde quizás es como un verdadero «chupa
de dómine» para todos los auténticos artistas de la ciudad cargada de
alma. En la historia del Arte apréndese que -para un verdadero artista- las
manos son los elementos más difíciles de realizar, siendo a través de ellas que
los críticos de arte pueden inferir si están frente a un pintor de talento o
delante de un desastroso individuo que ilusamente créese artista sin serlo a
capite ad calcem, como los lectores podrían acaso comprobarlo con este terribilis
retrato del ex arzobispo de Cuenca, donde los defectos compositivos y técnicos son
múltiples.
Con Rigoberto Cordero y León pasó algo peor y en su efigie compruébase la incompetencia para el dibujo retratístico y el mal manejo del óleo en el cuero de borrego. Cabe aquí decir, secundum artem, que el pergamino es uno de los mejores soportes para el dibujo y la pintura al óleo. El cuero y el óleo son como dos enamorados que complémentanse de profundis en una obra artística y cuando un artista es malo no sabe cómo aprovechar esta ventaja. Y por eso, a contrario sensu, en este retrato vemos ex tota veritas que a su autor fáltanle dotes no solo para ser un buen dibujante sino para fungir de solvente pintor y retratista. Así entonces, a Rigoberto Cordero y León representóselo como un monstruoso personaje de patibulario aspecto ora por la rigidez de su rostro, ora por el desastroso dibujo que impídenos apreciar su característica bonhomía y distendido aspecto, ora por los colores sucios del óleo en el pergamino que muéstrannos que el fachoso artista carece de talento plástico a nativitate, mientras la malformación de las esenciales facciones del ilustre bardo de la morlaquía son más evidentes en su melena hirsuta, que de cabello no tiene nada pues parece cualquier cosa menos la rizada cabellera del eximio poeta, toda vez que sus anteojos, al no estar correctamente representados, vuelven fantasmagórico al conspicuo literato del parnaso cuencano a máxima ad minima.
Pero como abyssus abyssum invocat/ el abismo clama al abismo, una falta
acarrea a otra y así quid pro quo, el retrato del propio
alcalde de Cuenca –quien fue traicionado
vilmente por el autor de la barbarie- deja mucho que desear ya que las
líneas de su rostro son asimétricas y sus facciones deviénense falsas en el
contexto pictórico de la obra. El rostro del burgomaestre cuencano es
sinceramente horribilis, de trazos imperfectos y discordantes que malforman
y deforman la vera effigies de Marcelo Cabrera hasta los límites de la
ordinariez ad futuram rei memoriam. Es como si un deformado Marlon Brando
habríase retratado en el rostro del alcalde. Pero yendo más allá en este
análisis –dentro de la crítica de arte- la cabeza del burgomaestre hállase
exageradamente desproporcionada frente a su cuerpo pues el autor del infame
retrato parece desconocer los cánones del dibujo de la figura humana, por los
que colúmbrase que el cuerpo de una persona cualquiera debería verse ancho
frente a su cabeza para que las proporciones con el tronco guarden simetría,
tal como si –imaginariamente- debajo
de la cabeza existieren dos similares testas a izquierda y derecha, en medio de
las cuales erígese aquella del retratado para vérsela correctamente
representada in veritas semper fidelis, en tanto que la cromática es atroz,
ora por los colores sucios en el encarne, ora porque no existe fluidez en la
pintura, por lo que la limitación cromática del retrato no prodígale la
apropiada fuerza expresiva que deberíase notar en los trazos de la efigie.
Y ni se diga el retrato de Mireya Vélez de Cabrera, esposa del burgomaestre,
quien provoca espanto y furor a causa del mal gusto junto a dos devotas del
Niño Viajero que integran un conjunto en donde los aspectos compositivos del
dibujo representan una temeridad y no guardan euritmia en el contexto pictórico
de la obra.
Todas
las imágenes contenidas en la publicación son una desgracia y en opinión de
destacados artistas de la localidad son dignas de vergüenza pues ni siquiera
como bocetos de los peores dibujantes y pintores puédense aceptar in honorem
artis. Verbi gratia, la chola que ilustra este parágrafo, extraída del
capítulo intitulado «Los tonos del niño»,
es el ejemplo paradigmático de cómo no debe pintarse la figura humana ya por la
rigidez, ya por la deformidad de las piernas, ya por la desproporción de las
partes corporales, ya por la pigmentación de los colores en donde los efectos
cromáticos, los colores sucios, el deficiente manejo de la luz y el mal
planteamiento de la perspectiva producen, ab irato, un rechazo innato a la
imagen, mientras las manos -terriblemente representadas- y el drapeado en los
pliegues del vestuario de este personaje muéstrannos la falta de conocimientos
académicos para lograr una fundamental bidimensionalidad en la pintura por
parte del autor de esta desastrosa imagen que espanta y horroriza ad
nauseam a quien la contemple ab ovo usque ad mala, con interés
artístico.
Pero, ex admirationem, donde el horror llega a las fronteras más
inalcanzables de lo paroxístico es en este retrato de un infante del Pase del
Niño Viajero que provoca terror y pavor, tal como si fuese un monstruo
mefistofélico, un íncubo o un engendro de una bestia apocalíptica. En el cuerpo
tanto como en el rostro de la mongólica criatura puédese aprender cómo no
débese dibujar y pintar la figura humana, ora por la deformidad, ora por la ausencia
de armonía en el trazo, ora por el pésimo planteamiento compositivo y la nula
perspectiva, amén de que los colores sucios y el mal gusto cromático, las monstruosas
manecillas del diabólico monstrito, más pequeñas que su rostro, la asimetría de
las facciones de la cara y el pésimo dibujo de los elementos que exornan el
vestuario convierten a la obra en horrenda y estrafalaria a punto de espantar ipso
facto no solo al Santo Padre Francisco I sino a todos los lectores de
este tremebundo libro. Tanto más cuanto que es en esta obra donde confírmase la
falta de talento del autor de la barbarie, pues –guiados de los cánones
académicos- las comisuras de los labios debíanse ubicar debajo de la mitad de
la nariz y desde este punto los labios del niño debían graficarse
equidistantes, mientras los ojos –para la academia- si no hállanse en la mitad
de la cara del retratado hacen del mismo una estertórea imagen como esta, donde
corrobórase, ex tota claritas, que su autor es posiblemente uno de los más
incapaces artífices del arte pictórico en Cuenca del Ecuador.
Y así
por el orden puédese decir lo mismo de la precedente secuencia de imágenes de
monstruosas criaturas en donde obsérvanse la ausencia de estética y la falta de
talento para el dibujo y la pintura en el autor de la obra que ha espantado al
Romano Pontífice Franciscus, per Divinam Providentiam Papam I.
Esta
mujer, exempli gratia, parece el fidedigno y terrorífico retrato de Marianita del
Santísimo Rosario Brito, la esposa del autor de la barbarie, quien aparentemente
funge como fiel devota del Niño Viajero,
habiendo resultado una ofensa para el Divino Infante pues la fealdad del celestial personaje aquí representado, las terroríficas manos de los participantes en el cortejo al Niño
Dios, la suciedad de su rostro y la rigidez de la pintura conspiran para que en
ella no exista belleza, composición ni perspectiva siendo una de las imágenes
más espeluznantes que el lector enfrenta, tal como si en la vida real, vade
retro Satana, nos encontráramos con una bruja maldita, traicionera y
traicionada, de la cual huir ante Satanás cual monja en un convento
contemplativo. Hic et nunc, aquí, en esta imagen no resuélvense las luces y
las sombras ni tampoco existe el primer plano, ni menos el segundo, por lo que
la proyección es nula al no existir sombras en el retrato. Este detalle
confirma inter nos que el autor de la barbarie desconoce que la
perspectiva –en una obra de arte- se da por el dibujo y el color bien manejados
secundum
artem.
Igual
cosa aconteció con estas terroríficas imágenes que parecen extraídas del mundo
de las mujeres que dedícanse a la magia negra. Aquí, las cabezas de los
personajes resultan excesivamente sobredimensionadas en relación al cuerpo
mientras los ojos que deberían hallarse en la mitad de la cara –norma canónica que es fundamental para que
exista euritmia en el retrato- fueron ubicados demasiado arriba denotando
la falta de conocimientos académicos para el dibujo y la pintura de la figura
humana, en el autor de la barbarie, amén de que en esta figura nótanse las
condiciones de pésimo dibujante, lo cual es la causa para que todo lo que
realiza este inútil pintor sea digno de espanto ad infinitum.
Ex
ungue leonem, hay algunos detalles que pruébannos
superlativamente la incapacidad del autor de estas barbaridades para pintar la
figura humana. Ad effectum videndi, uno de ellos es que no sabe usar los
grises en el encarne de las personas a las que quiso pintar. Cuando desconócese
la utilización del negro en el retrato ensúciase la sombra natural que debe
tener la vera effigies de quienquiera que fuese. Esto revélase en todas
las imágenes de esta obra monstruosa que espeluznó a nuestro amado papa
Francisco. Exempli gratia, en el horroroso retrato de Rosa Pulla, la
extinta fundadora del Pase del Niño, mírase la incapacidad para realizar un
buen encarne y -al no manejar la luz y la sombra dentro de la pintura- procedióse
a delinear los dientes de la retratada con esfero, o quizás con marcador o
estilógrafo, de esos que el autor utiliza para sus tristes trabajos de caligrafía,
haciendo notar –desde la crítica de arte- que el inhábil retratista tiene
incapacidad para resolver las sombras naturales que solo un talentoso y experto
pintor puede hacerlo cuando enfréntase vis a vis para pintar la figura
humana in veritatis splendor. Igual cosa nótase en los escorzos que
nunca son bien resueltos en este espantoso libro que ofende al arte in aeternum.
Tanto
es así, que los entendidos en arte pueden afirmar que esta es una de las
aristas por las cuales puédese deducir que el malhadado autor de estas bárbaras
obras no solo es un pésimo pintor sino además alguien que hace presumir, a los
artífices de la plástica local, que quizás calca las fotografías que le sirven
como modelo de sus espantosos retratos y luego piérdese en los fondos de las
pinturas por no conocer cómo resolver el claroscuro y por la torpeza para
lograr una buena cromática y consecuentemente una apropiada perspectiva y
dominio de los aspectos compositivos de las cosas que arriésgase audazmente a
pintar.
Los
ojos de los retratados son también otros aspectos en los que revélase la
inutilidad para el dibujo y la pintura, pues estos nunca tienen cromática, ni
luz ni profundidad, elementos que prodigan vida a los retratos en los buenos
artistas, a punto tal que ni siquiera puédeselos dibujar correctamente, cum
diligentia, ora porque aparecen virolos, ora porque simulan estrabismo
en los personajes, ora por desproporcionados, deformes y torcidos, por lo que
débese inferir un corolario que subsume la clave para tener éxito en la
retratística, in universa terra, regla que la copiamos ad litteram: «Si
los ojos están pésimamente pintados la obra húndese en el abismo del
estrepitoso fracaso».
Y en
cuanto a la técnica habremos de decir que el autor de esta obra infame no conoce
cómo aprovechar la versatilidad y la pastosidad del óleo, como material idóneo
para trabajar sobre el cuero de borrego, diluyéndolo demasiado y provocando un espantoso
efecto que sorprende «a ojos vista» cuando mírase cómo el
óleo es desperdiciado en sus más esenciales atributos en todas las obras que
integran este libro que espantó al papa santo in Roma aeternam.
Y si
la capacidad para manejar la figura humana es nula ni qué decir tiene de la inhabilidad
para graficar objetos icónicos de la urbe como esta iglesia del Santo Cenáculo realizada
con un dibujo pletórico de errores compositivos y falto de perspectiva,
resultando un gráfico desproporcionado y asimétrico ad infinitum, de líneas
discordantes y desfiguradas, horrible a más no poder, más allá de que el ángel
de la estrella es causa de vergüenza ajena lo que denota en conjunto una falta
de dotes para las artes plásticas que confírmanos la sabiduría del milenario
apotegma latino: «Quod natura non dat Salamanca non prestat/ Lo que natura no da Salamanca
no lo presta».
Quid pro quo, la farragosa forma de
redactar algunos de los artículos del libro que analizamos, junto a las frases
irracionales, abstrusas e hilarantes que hállanse dentro de él hácennos reír dentibus
albis, como en el siguiente caso que lo copiamos ex integro: «…luego, con una sonrisa generosa llenó mis manos de este paraíso de
dulce inocencia» (pág. 10), más allá de la
serie de cosas mal concebidas como la siguiente, en donde no púdose discriminar
un evento del mundo cristiano confundiéndolo con un hito de la humanidad
entera. Lo copiamos ad peddem litterae: «La
Natividad de Nuestro Señor Jesucristo es un acontecimiento de profunda fe
religiosa para toda la humanidad…». Ni
qué decir tiene de los errores ortográficos que encuéntranse en toda la obra,
la falta de una adecuada sintaxis, la ausencia de precisión semántica, las
confusiones para el uso de las mayúsculas, las horrorosas redundancias y los
constantes traspiés en la escritura de muchas palabras caligrafiadas, algunas
con borrones que nótanse al quedar espacios o huecos entre las letras de
determinadas palabras, errores todos que no habremos de considerarlos como peccata
minuta, pues son abundantes y deshonran a nuestra maravillosa lengua de
Castilla, mientras en la página de créditos de esta terrorífica publicación
escribieron: Artes y caligrafiado, cuando lo correcto era decir:
Artes y caligrafía, pues caligrafiado no es un sustantivo para
nombrar a la penosa labor que ha realizado la familia Machado en esta oprobiosa
obra bibliográfica que ultraja a Cuenca y al arte in mundum universum.
Pero
en esta tremebunda publicación invitóse como pluma prestada, como si Cuenca no
tuviese historiadores para escribir del Pase del Niño, a César Alarcón Costa,
quien –al parecer- con irresponsabilidad y falta de acuciosidad investigativa
escribe ad verecundiam algunos inaceptables dislates y absurdas falsedades
como las siguientes, que transcribímoslas in honorem veritatis: «En 1931 se instituyó el Pase del Niño Rey, que iba desde el
templo del Cenáculo hasta la iglesia de San Blas y contaba con gran afluencia
de niños vestidos con trajes de ángeles, mayorales y otros personajes. Según se
sabe la escultura la trajo un soldado desconocido y la entregó a una vendedora
de comida; ésta a su vez la regaló a la señora Jesús Palacios y por último esta
señora la donó al templo del Cenáculo, en donde actualmente se venera».
Esto
no es verdad, con todo el respeto que se merece Alarcón Costa, pues el llamado
«Niño Rey» nada tiene que ver con la tal señora Jesús Palacios ni es verdad que
esta imagen la haya donado al templo del Santo Cenáculo en donde jamás ha
venerádosela. El Niño Jesús que existe en esta iglesia es una réplica del Niño
de Praga, el cual jamás ha sido objeto de pases ni procesiones in
urbe nostra, mientras que tampoco es verdad que el pase del Niño Rey
recorra desde el Santo Cenáculo hasta San Blas, pues el recorrido es al revés:
comienza en San Blas y concluye en el Cenáculo, cada 5 de enero, in
vesperas Sancta Epiphania. Pero ahí no queda la cosa con Alarcón Costa,
pues el pase del Niño Rey relaciónase in historia nostra con la familia
Lupercio, que es la mantenedora de esta tradición y la dueña de la imagen que
jamás ha sido venerada en el Santo Cenáculo hasta los actuales días ad
initium tertio millenio.
Mas
Alarcón Costa incurre, ad absurdum, en otra contradicción
cuando dice en el siguiente parágrafo de la página 50, de verbo ad verbum: «Doña América Moreno se distinguió como prioste principal del
Niño Rey. Según la crónica de Adolfo Parra Moreno, por más de medio siglo ella
ha mantenido su dedicación al tradicional pase, que lo inició cuando muy
jovencita cambió al niño por apenas cinco sucres y luego de hacerla bendecir,
le pasó una misita y brindó un café a quienes acompañaron».
Ex
admirationem, esto es digno de oprobio, puesto que no
puédese entender ¿cómo es que el Niño Rey, por una parte, apareció de manos de
un soldado desconocido que regálalo a una vendedora de comida que, a su vez,
traspásalo a Jesús Palacios y, post factum, ésta dónalo al Santo
Cenáculo, mientras, ex contradictionem, por otro lado, América Moreno compra al
Niño Rey por cinco sucres y conviértese en la principal prioste del pase por
más de 50 años? La falta de rigor académico en la investigación de César
Alarcón Costa, quien funge de historiador patrio, manda su prestigio al abismo de las huestes infernales y
así hemos de ratificar lo dicho ut supra: El Niño Rey es propiedad
de la familia Lupercio ab aeterno y jamás ha pasado a otras
manos hasta los actuales días, siendo su pase, cada 5 de enero, uno de los más
importantes en la capital de la morlaquía desde San Blas hasta el Santo
Cenáculo, por lo que las cosas que escribieron en este terrible libro
constituyen, desde el mundo de las letras, un atropello en contra de la
historia.
Gerardo Abelardo Machado
Y así,
consummatum
est, esta obra constituye un trabajo de dudosa credibilidad por haber
pedido prestada una pluma foránea nada competente para historiar el Pase del
Niño, mientras los dibujos y pinturas que mancillan al arte, ultrajan a Cuenca y
espantaron al papa son de autoría de Gerardo Abelardo Machado. Por su parte, la patoja caligrafía plagada de borrones es de José Luis Espinosa Toral, yerno de Abelardo, y con esta
barbarie los cuencanos tenemos una nueva burla a nuestra inteligencia en la
capital de la morlaquía, super flumina Tomebamba in honorem
invencibilis stultitia.
Ergo, por
eso, ante semejante adefesio, ni los nietos del autor salváronse de ser pintados correctamente, pues en esta imagen nótanse los errores crasos por los que este libro es una infamia cuando tanto las manos como los ojos son terribles y representan la punta del ovillo para deshilvanar todos los detalles por los que las obras de Abelardo son una tragedia in conchensis urbe. Deberíamos recordar, entonces, una vez más, el sabio dicho
popular de nuestra maravillosa lengua de Castilla que dice: «Son más tontos que el maestro de Siruela,
que no sabía leer y puso escuela». Mas este libro es verdaderamente HORRIBILIS y supremamente TERRIBILIS, pues representa una insólita infamia que véndese como un combo, con un disco incluido de villancicos cantados con voces destempladas por María Paz Machado, hija de Abelardo, pues es tal como si todo quedárase en familia. Por el atentado a la cultura que esta publicación representa es pertinente elevar una voz de protesta, desde este espacio de crítica
y opinión cultural, in honorem Conchae et adversas ignorantia et stultitia in communitate
nostra.
Eliana viuda de Arce
Si por
esta crítica que reivindica a Cuenca, urbe semper amata et intemerata, volviese
yo a ser objeto de amenazas por parte del autor de la barbarie, la Fiscalía
deberá tomar acciones para sancionar estos comportamientos vulgares, ramplones
y palurdos, pues la experiencia nos confirma que sólo los pelafustanes o
canallas creen que la ignorancia ocúltasela con la fuerza bruta y el argumentum
baculinum adversas intelligentia et sapientia.
Declaro
que esta protesta pública solo tiene la intención de defender a Cuenca,
«Patrimonio Cultural de la Humanidad», y ha sido realizada con «animus
corrigendi», en defensa de nuestra hermosa lengua de Castilla, de la
historia, del arte y el prestigio cultural de la capital de la morlaquía, pues
es menester manifestar, cum bona diagnosis, altivo rechazo a
publicaciones mal hechas y realizadas in communitate nostra.
Diego
Demetrio Orellana
Datum Concha, super
flumina Tomebamba, mensis aprilis, die III, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis
MMXVI, Dominica in albis, Anno Misericordiae.
OPINIONES CIUDADANAS
OPINIONES CIUDADANAS
FECHA: ABRIL 3, 2016
Diego, la ironía y franqueza de su crítica, convierten al escrito...
en una joya.
en una joya.
Gracias, Jorge
*********************************************************************************
DE: DIEGO DEMETRIO ORELLANA
PARA: JORGE SUÁREZ
MI ESTIMADO AMIGO JORGE SUÁREZ: MAXIMAS GRATIAS ET GRATIA
COPIOSA. LECTORES COMO USTED HACEN QUE NO SEAMOS LA
«VOX CLAMANTIS IN DESERTO» O LA «VOZ QUE CLAMA EN EL
COPIOSA. LECTORES COMO USTED HACEN QUE NO SEAMOS LA
«VOX CLAMANTIS IN DESERTO» O LA «VOZ QUE CLAMA EN EL
DESIERTO». SUS PALABRAS SON DE VERAS GRATIFICANTES ANTE
ESTA CRÍTICA IN CULTURALIS ASPECTIBUS.
ESTA CRÍTICA IN CULTURALIS ASPECTIBUS.
GRATA RECORDATIONEM ET SALUTEM,
DIEGO DEMETRIO
OCTAVA DOMINICA IN ALBIS, AD MMXVI
DIEGO DEMETRIO
OCTAVA DOMINICA IN ALBIS, AD MMXVI
*******************************************************************************
- ABRIL, 4, 2016, a las 20:31
Cuerpo del mensaje
Hola Demetrio: ¿cómo estás?, espero, como siempre que estés muy
bien. Siempre
que leemos con mi esposo los correos de
carácter crítico que nos envías, te admiramos y celebramos tu
valentía para expresar las cosas con nombre propio.
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DE: wilson Méndez
pintura de la obra para el caso que, a nombre de regalar al
papa, cae además en vergüenza, por lo árido, feo, tosco de
este obsequio me suscita vómito y gelasmo me ocasiona
escribía León de Greif en «consideraciones alrededor de
nada».
***********************************************************************
carácter crítico que nos envías, te admiramos y celebramos tu
valentía para expresar las cosas con nombre propio.
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DE: wilson Méndez
Hoy a las 12:14
Mi estimado:
Agradezco este envío y diré solo lo siguiente. La espantosa pintura de la obra para el caso que, a nombre de regalar al
papa, cae además en vergüenza, por lo árido, feo, tosco de
este obsequio me suscita vómito y gelasmo me ocasiona
escribía León de Greif en «consideraciones alrededor de
nada».
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8 abr. (hace 2 días)
| |||
Con mis disculpas. Una verdadera majaderia y ofensa a la
cultura azuaya. Mi felicitación por la nota de protesta..
cultura azuaya. Mi felicitación por la nota de protesta..
Enviado desde mi teléfono inteligente Sony Xperia™
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Diego Demetrio. Me recuerda a un "angelito", de aquellas imágenes del culto a los niños muertos que supuestamente se van al cielo pero antes de su salida de este mundo son objeto de un culto especial donde sus familiares procuran para su velorio vestirlos con brillos y llenar de adornos el lugar del velorio, compiten en hacer más ostentoso el escenario según el estatus de la familia, pero nada de ello les devuelve la vida, siguen tan muertos como la imagen de ese feo niño dios que nos presentas al comienzo. Abrazo
ResponderEliminarMI ESTIMADO AMIGO Y ARTISTA Rafael Ruales: QUIÉN COMO TÚ, CON TU CONOCIMIENTO ARTÍSTICO PARA CALIFICAR DE «FEO NIÑO DIOS» A ESTE HORRIBILIS ET TERRIBILIS REGALO QUE ESPANTÓ AL PAPA FRANCISCO Y QUE ES UNA VERGÜENZA PARA EL ARTE Y UNA INFAMIA PARA LA CULTURA EN LA QUERIDA CUENCA, LA ATENAS DEL ECUADOR, URBIS SEMPER AMATA EX TOTO CORDE. MUCHAS GRACIAS POR TU OPINIÓN, ESTIMADO AMIGO Rafael Ruales. LO MEJOR DEL MUNDO PARA TU EXPOSICIÓN PICTÓRICA EN LA Alianza Francesa de Quito ESTE MIÉRCOLES. SI EL SEÑOR LO DISPONE TE ACOMPAÑARÉ IN CORPORE PRESENTE.
EliminarSALUTEM ET GRATA RECORDATIONEM;
DIEGO DEMETRIO
IN DOMINICA IN ALBIS, AD MMXVI
Quién no sabe que Gerardo Machado es un pésimo artista, una calamidad de pintor. Pobre papa Francisco y qué vergüenza para Cuenca con ese regalo vergonzante en manos del Santo Padre.
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