lunes, 1 de diciembre de 2014

XV ANIVERSARIO DE LA DECLARATORIA DE CUENCA: PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD




«Reina hermosa de fuentes y flores/ Cuenca ilustre de galas vestida/ rebosante de luz y de vida/ lujo y honra del noble Ecuador». Estos versos del himno a la ciudad amada son apropiados para recitarlos en este 1 de diciembre del año del Señor de 2014, cuando celébranse 15 años de la declaratoria del Centro Histórico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca como «Patrimonio Cultural de la Humanidad».





Así, in stricta veritas, es grato mirar, a través de estas imágenes, que la tercera ciudad de la república es un verdadero jardín florido, pues las flores de los balcones de sus viviendas, muchas de las cuales son casas patrimoniales, la embellecen ad infinitum, mientras dan cuenta de que son los habitantes de la capital de la morlaquía quienes demuestran su espíritu cívico con el cultivo de maravillosas flores y plantas que exornan de hermosura las diversas atmósferas de la Cuenca patrimonial.

Es interesante observar una copiosa variedad de flores tanto en los balcones patrimoniales como en las bellas viviendas modernas, entre los que destácanse con preeminencia los geranios, los cuales son de varias clases. En algunos sitios figura ad exemplum, el geranio hiedra, así llamado a esta especie convertida en planta trepadora que deslízase elegante por los balcones de nuestra urbe dando un especial atractivo a las viviendas para todos quienes absortos las observamos con espíritu contemplativo.

No importa de qué edificación se trate, pues lo que cuenta es el cariño de sus propietarios para escoger las plantas de su predilección, a fin de prodigar atracción a las históricas viviendas de la Cuenca patrimonial. De esta manera, el geranio hiedra sirve muy bien como elemento natural de los balcones de ciertas edificaciones del centro histórico de la capital de la morlaquía, como puédese apreciar hic et nunc en esta imagen de la antigua casa en donde por décadas funcionó la cafetería Holanda.


Cuenca es un sitio perfecto para el cultivo de plantas y flores, hecho que demuestra la prodigiosa fertilidad de su suelo. Algunas de ellas son típicas de los balcones de las viejas casas de antaño, como los geranios runas, así llamados por el vulgo a una colorida especie de «Geranium» muy común en los campos de la morlaquía in historia nostra.

Balcón de la calle Luis Cordero, entre Vega Muñoz y Pío Bravo

Balcón de la calle Estévez de Toral, entre Sucre y Presidente Córdova
casa de Aida Abril.


De la familia «Geraniáceas», que tiene unas 750 especies in mundum universum, el geranio de jardín suele ser del género «Pelargonium» y tiene tallos gruesos, suculentos y casi siempre muy aromáticos, mientras que existen algunas especies silvestres que son bajas, rastreras y sin olor.


El geranio runa, que es la típica planta de flores que los cuencanos prefieren para adornar sus balcones, llama la atención ipso facto, por cuanto existe en múltiples colores por toda la ciudad, no solo en las viejas edificaciones sino incluso en los jardines y huertos de las viviendas cuencanas.


Los hay de variados colores, pero el rojo y el fucsia intenso resaltan primordialmente en varios balcones de las casas de la localidad, tanto como en múltiples jardineras, parterres y espacios verdes de la ciudad cargada de alma, por lo que esta planta ha imbricádose de profundis en la vida de los ciudadanos que habitan en estos lares.

Otro tipo de geranium, al que los cuencanos llamamos «geranio fino» sirvió óptimamente para irrogar de vida a este particular balcón de una señorial casa cuencana, en la calle Benigno Malo, entre Lamar y Gran Colombia, como muestra fehaciente de que, en cuestión de plantas, de gustibus et coloribus non est disputando/ de gustos y colores no estamos discutiendo. 


Los geranios producen insólitas vistas en algunas casas patrimoniales de la ciudad mariana, como apréciase en esta vivienda frente a la iglesia del monasterio de las Conceptas, en donde una sencilla campana evoca un aire místico mientras las flores rojas, rosadas y anaranjadas de tan particular «geranium» confróntanse vis a vis con la madera del balcón que concuerda perfectamente con el paisaje creado por estas plantas in Concha, super flumina Tomebamba.


Y como son los geranios aquellas plantas que definen in aeternum a los balcones cuencanos existen familias azuayas que se han caracterizado por mantener durante varias décadas, diem per diem, sorprendentes plantas floridas de esta especie, como acontece con la antigua casa de la familia Coronel, en la esquina de las calles Juan Jaramillo y Antonio Borrero, sitio en el que por lo menos desde la década de 1970, cuando levántase esta edificación, no ha existido un solo día en el que los cuencanos no hayamos observado preciosas plantas de geranios que dan colorido a dicha esquina ad perpetuam rei memoriam.


Ni qué decir tiene de otra casa peculiarísima de la calle Miguel Vélez, entre Vega Muñoz y Pío Bravo, en donde también desde la década de los años 70 del siglo XX, cuando la edificación construyóse, no ha dejado de exhibir todos los días un juego simétrico de «geranios runas» de color rojo carmesí, produciendo en la memoria visual de muchos cuencanos observadores una imagen inconfundible de esta vivienda cuyos propietarios han mostrado perseverancia, paciencia y buen gusto para el cultivo de tales geraniáceas.


Sibi tamen, también la casa de Eudoxia Estrella viuda de Larrázabal, celebérrima artista de la capital de la morlaquía, no se queda atrás para exhibir un balcón atiborrado de geranios con unas pequeñas plantas de manzanillón blanco que, desde la izquierda, brindan un especial punto focal para la atracción de la vista de cualquier ciudadano que se pasea por el parque de San Sebastián, uno de los barrios más tradicionales de esta urbe cuatricentenaria.


Hasta el más elegante frontispicio de la antigua casa de la Misión Salesiana de Cuenca no deja de lucir espléndido con tímidos geranios que parecen miniaturas coloristas pletóricas de vida y gozo para embellecer a la «Atenas del Ecuador», urbis semper amata et intemerata in patria nostra.


Mientras tanto, en este balcón cuencano, del sector del Barrio Obrero, la creatividad de sus propietarios hizo que los geranios compartan el espacio con una frondosa planta de bambú, la cual es versátil y libre para complementar un interesante espacio verde en esta casa prodigando una admirable vista a los observadores que las contemplan.





Mas no solo el geranio es preferido por los habitantes de la morlaquía para exornar de belleza a las fachadas de sus viviendas y así tenemos que también los helechos son plantas precisas con las que ciertos cuencanos han adornado sus balcones, tal como lo prueban las fotografías precedentes, en donde la ausencia de flores no permite una atmósfera multicolor y así, quid pro quo,  el verde intenso de los helechos prodiga un interesante aspecto a la ciudad amada en las casas en donde fueron escogidos como elementos fundamentales para atraer la mirada de los espectadores.


Pero, semper ídem, el helecho sirve también para compartir el espacio con los infaltables geranios como pruébase en este típico balcón cuencano de la calle Mariscal Lamar, entre Antonio Borrero y Hermano Miguel, en donde el helecho complementa con las intensas flores del geranio runa, todo el tiempo, un paisaje urbano que es propio de ese sitio en medio de áridos edificios que permanecen fríos y desolados ante este curioso conjunto de naturaleza viva.


También las llamadas plantas suculentas, las cuales tienen una infinita variedad de atractivas especies, sirven apropiadamente para adornar los balcones de Cuenca, como lo prueba esta imagen de una casa del sector de Todos los Santos, donde nunca falta un espacio verde para la admiración de quienes deambulan por el sitio.


Igual cosa sucede, en pleno centro histórico, en la casa de la tradicional Peluquería Moderna, en donde, de momento ad momentum, dos especies de sábilas mézclanse  con los geranios haciendo de este balcón un espacio muy particular de la vieja ciudad.


Asimismo, la casa del Calé de Queso exhibe un balcón de suculentas que llama la atención ad súmmum por la maravillosa atmósfera del conjunto, en donde las plantas crecieron majestuosamente, a punto tal de constituir un mirador muy peculiar de todos cuantos pueden encontrarse en el centro histórico de la tercera ciudad de la república, tanto más cuanto que dos pencas fueron colocadas en este original rincón citadino in urbe nostra.


Pero el gusto por el cultivo de plantas, en algunos ciudadanos de Cuenca, los lleva a experimentar interesantes cosas con las especies vegetales, como aconteció con este balcón de la calle Hermano Miguel, frente al museo del monasterio de las Conceptas, en donde, de vehementi, un vigoroso Ficus que lleva ya una década de vida es el atractivo especial de toda la manzana, junto con los infaltables geranios y hasta una medicinal planta de cedrón que vislúmbrase sobre el tejado de la casa como si coquetearea de felicidad en dicho rincón cuencano que es digno de un comentario en este espacio.


Existen algunas viviendas, como la casa Hernández, en que nótase el gusto por adornar el balcón con una acuciosa devoción por las plantas, puesto que en este lugar constantemente existen gardenias, begonias, amores constantes, fucsias y no solo geranios, haciendo del balcón, para quienes lo contemplan con mirada auscultadora, un especial rincón cuencano cerca del Santo Cenáculo.


Al frente de esta vieja edificación resalta in excelsis una casa en donde, a más de los geranios, nunca faltan flores espectaculares como las astromelias, las conchas o calas, las rosas de maceta y hasta el Amancay, preciosa especie cuencana conocida también como la flor del Tres de Noviembre y ofendida impunemente, el pasado año 2013, cuando nuestro doctor Sánchez sorprendió y mintió a Cuenca con el cuento falso de que la orquídea Oncidium excavatum es flor de la morlaquía sin serlo.


Y en verdad, el bello Amancay es con todo derecho, y nunca la Oncidium excavatum, una de las flores que muchos cuencanos colocan en los balcones de la Cuenca patrimonial como puede apreciarse en esta imagen, en donde una rara especie de Amancay alegra el ambiente con su rojo intenso que resalta ipso facto desde la fronda verde de estas liliáceas.


Ni qué decir tiene de otras edificaciones centrales en las que el estilo internacional se impuso y en donde las paredes llanas no resultaron obstáculo para conseguir una franja tupida de verdor con estos frondosos ficus de un hotel cuencano haciendo que sintamos de profundis que hay vida y gozo contemplativo con la naturaleza que circunda la fachada de tan singular edificio del centro histórico de la Ciudad Eucarística par excellence.


Igual cosa acontece con otra casa de similar estilo arquitectónico, en las calles Gran Colombia y Tarqui, cuyos propietarios no encontraron sino en dos tímidos ficus el verde preciso para resaltar, cum clara lux, el blanco y el gris del frontispicio que sorprende a un buen observador de espíritu sensible para admirarse de la conjunción que producen in anima nostra la arquitectura y la naturaleza en amigable fusión para buscar belleza.



Ex admirationem, existe, asimismo, un balcón particular en el parque de María Auxiliadora, donde todo el tiempo y durante algunas décadas, la familia Astudillo no deja de poseer, en macetas, bellas plantas de flores entre las que resaltan geranios, begonias, cactus, junto a los ficus y un inconfundible reloj que juega con la atmósfera creada por estas singulares especies con las que dicho espacio es siempre un jardín florido.


Para otros ciudadanos, el granizo y las azulinas resultaron las mejores plantas de flores para adornar este balcón del barrio de Santo Domingo, en donde la nívea presencia de las flores blancas alégrase con el azul intenso de sus compañeras in communio caritatis.


Mientras tanto, en el barrio de San Blas existe un balcón muy típico de la zona, en las calles Sucre y Manuel Vega, el cual pasa todo el tiempo atiborrado de plantas, resaltando en el verdor profundo de la fronda los helechos, los bambúes y los geranios que, con sus flores rojas, anaranjadas y blancas configuran un atractivo punto de observación para propios y extraños in urbe nostra.


A la vez, un solitario bambú fue suficiente para prodigar vida al balcón patrimonial de la casa de la Bienal de Cuenca, en las calles Estevez de Toral y Bolívar, donde el verde agua de sus hojas resaltan vivificantes en dicha esquina para la admiración superlativa de los exquisitos detalles de las cenefas y el cielo raso de tamaña edificación histórica de Cuenca in patria aequatorianae.




Por otro lado, en la casa del Museo de la Esquetología, los habitantes de la capital de la morlaquía cuentan con tres balcones repletos de flores durante todo el año y por muchísimo tiempo. Son las gardenias, los geranios y los manzanillones junto a los helechos las especies vegetales que alegran ese espacio, diagonal a la iglesia de San Alfonso, cerca del edificio de la Alcaldía de Cuenca, siendo in stricta veritas una de las edificaciones más adornadas con flores en todas las épocas, lo que da cuenta del esmero y la abnegación de sus propietarios para embellecer a Cuenca desde su casa de habitación super flumina Tomebamba.


Y como un balcón puede representar también un bello espacio para refocilarse, nada mejor que este parasol en medio de delicadas plantas trepadoras, cintas o malas madres, calzos, geranios, piñuelos y azulinas, en un peculiar balcón de la Calle Larga y Tomás Ordóñez, donde la naturaleza adquirió una especial faz dentro de este paisaje urbano de la Cuenca patrimonial, admirabilis et aeterna.


Y en la misma arteria observamos un sencillo balcón para el que no se encontró mejor adorno que vívidas begonias rojas, que surgen esplendentes junto a la ventana, proyectando un inusual colorido al paisaje urbano que hace de Cuenca una ciudad  para admirar purissima in cordibus nostris.





Definitivamente, el Centro Histórico de la «Atenas del Ecuador» es un sitio en el que no es nada extraño encontrarse, de momento ad momentum, con elegantes balcones de multicolores flores que los resaltan para ser admirados como elementos imprescindibles de las viejas casas patrimoniales que sustentan la condición de la urbe como «Patrimonio Cultural de la Humanidad», evidenciando que son los ciudadanos quienes, con conciencia cívica, hacen de la capital azuaya una urbe distinguida in communitate nostra




No hay balcón cuencano, incluso con la gente más sencilla, en donde no exista estética para adornar con flores de diversas especies estos rincones que, al volverse coloridos, destacan más las características de la vivienda y llenan de hermosura a la ciudad cargada de alma ad futuram rei memoriam.


Basta un pequeño geranio o una sencilla hiedra para que, semper admirabilis, con solo su sutil presencia transformen la atmósfera de un balcón patrimonial cuencano y lo conviertan en un elemento arquitectónico digno de ser observado cum accurata diligentia, con todos esos detalles que hacen única a la ciudad de Santa Ana de los Ríos de Cuenca ad gloriam aeternam.


Y como la dedicación de muchas personas para embellecer los balcones de la ciudad patrimonial es algo que débese resaltar super omnia in Concha digamos que este balcón cuencano de la Calle Larga y General Torres es una muestra admirable de un interesante modo de distribuir las plantas de flores, entre geranios, manzanillones, petunias y gardenias, logrando impactar a todos cuantos circulan por esa esquina y alzan la vista sin esperar, ipso facto, una armonía floral y buen gusto estético que impactan a cualquier visitante o habitante de esta ciudad maravillosa in patria nostra.





De esta forma, a través de los balcones floridos de las casas patrimoniales de la «Atenas del Ecuador» podemos realizar un agradable paseo para tomar conciencia de lo maravilloso que resulta vivir, para todos los habitantes de la morlaquía, en una ciudad a la que debemos cuidar ante omnia y que desde hace 15 años ostenta el honroso título de Patrimonio Cultural de la Humanidad in universa Terra et pro populo beneficio.

COPIOSA GRATIA ET SALUTEM,

DIEGO DEMETRIO ORELLANA
DATUM CONCHA, APUD FLUMINA TOMEBAMBA, MENSIS DECEMBRIS, DIE I, OCTAVA DOMINICA I ADVENTUS, AD MMXIV

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