Santa Ana de los Ríos de Cuenca, febrero 9
del año del Señor de 2014
In sollemnitate Sancte Franciscus Febres Cordero, Fratrum Scholarium Christianarum
Dr. Paúl Granda López
Alcalde de Cuenca
Señores concejales y señoras concejalas del
cantón:
Dra. María Cecilia Alvarado
Ing. Juana Bersosa
Webster
CPA.
Ruth Caldas
Dra. Norma Illares Muñoz
Sr. Julio León
Ullaguari
Dr. Lauro López Bustamante
Dra. María José Machado
Crnel. Ángel Montero
Sánchez
Dr. Jaime Moreno Martínez
Dr. Wilson Muñoz
Dr. Carlos Orellana Barros
Dr. Tarquino Orellana Serrano
Ing. Joaquín Peña
Lcdo. Lauro Pesántez Maxi
Ing. José Luis Rodríguez
Lcda. Monserrath Tello
Ing. Fabián Carrasco Castro
Rector de la Universidad de Cuenca
Dr. Carlos Cordero Díaz
Rector de la Universidad del Azuay
Rvdo. Padre Javier Herrán, SDB
Rector de la Universidad Politécnica
Salesiana
Ciudad.
De mi consideración:
«VERITAS SIT VISIBILIS IN HISTORIA NOSTRA»
«LA VERDAD DEBE SER VISIBLE EN NUESTRA HISTORIA»
Como muy bien lo sabéis, el pasado 3 de noviembre
del año 2013, en la sesión solemne del Cabildo con motivo del centésimo
nonagésimo tercer aniversario de la Independencia de Cuenca, el Ilustre Concejo
Cantonal declaró a la orquídea Oncidium excavatum como «FLOR DE LA MORLAQUÍA», hecho totalmente desapercibido en los habitantes de Cuenca, que no
sentimos ninguna sintonía con tal declaratoria, ya que esta orquídea no
representa -en nuestra realidad histórica-
una flor que las antiguas y presentes generaciones de cuencanos la consideremos
como un ícono emblemático de la región.
Sorprendidos y engarbullados por esta engañifa, no
es entendible la ligereza con la que actuásteis, desde el Ilustre Concejo Cantonal,
para declarar equívocamente a esta especie floral como símbolo emblemático de
la morlaquía, habiendo flores con más méritos para ser escogidas como íconos de
la ciudad, las cuales ni siquiera fueron tomadas en cuenta.
Ergo, es pertinente analizar, sine ira et studio, los endebles justificativos con los que habéis
tomado esta decisión errada, pues los argumentos esgrimidos para la
declaratoria no son convincentes y carecen de veracidad, requisito esencial de
toda investigación científica seria, por lo que están planteados como sofismas
con los cuales nos han tomado el pelo, en un documento que no tiene rigor
científico ni metodológico, de autoría del Dr. Eduardo Sánchez Sánchez,
orquideólogo de la localidad, y patrocinado por la Universidad de Cuenca, con
el apoyo de la Universidad del Azuay y la Universidad Politécnica Salesiana, cuyas
máximas autoridades deberían meditar, in honorem
scientia, que si se avalan investigaciones de pésima calidad no resulta
extraño que los centros universitarios hayan bajado de categoría en la última
calificación de la SENESCYT.
Dormilonas en un jardín cuencano
El laurel, habitante ilustre de los huertos cuencanos
El sauco blanco o Sambucus nigra, también llamado Tilo en la morlaquía,
en una casa de San Sebastián.
¿Quién no conoce a la Madre Selva de nuestras huertas cuencanas,
apud flumina Tomebamba?
Prima facie, los fundamentos de la declaratoria son anodinos
desde todo punto de vista, por lo que consignamos in scriptis las siguientes reflexiones con las que habrá de verse
que nos pasaron gato por liebre con este asunto, quedando mal el Concejo
Cantonal de Cuenca y las universidades auspiciantes, por haberos dejado sorprender
con esta triste propuesta sin sustento científico ni histórico, mientras no se planteó
jamás auscultar, ad referendum, el pensamiento
de los ciudadanos del cantón, que nunca fuimos consultados para la debida
escogencia del símbolo arquetípico que nos represente ante la historia y el
mundo.
PARS PRIMA. El documento de marras intitúlase «FLOR EMBLEMÁTICA DE LA
MORLAQUÍA EN LA CUENCA DE LAS AGUAS» y -como
ya se dijo ut supra- es de autoría
del orquideólogo Eduardo Sánchez Sánchez, quien en la página 7 de la mencionada
publicación escribe una inadmisible falacia que la transcribo de verbo ad verbum: «El Oncicium
excavatum es una orquídea que creció en los Andes occidentales del sur del
Ecuador y por ende fue Cuenca la ciudad seleccionada por esta especie abundante
y generosa que florece casi todos los meses del año, siendo su mayor temporada
entre abril y junio, es decir al salir del período andino lluvioso e inicio del
período frío y soleado al iniciarse el invierno austral…».
Ab ovo usque ad
mala/De principio a fin, lo dicho por
Sánchez es falso puesto que jamás, en Cuenca y la región, esta orquídea ha sido
profusamente cultivada, ni sus habitantes la hemos conocido como una especie
paradigmática de nuestras campiñas o de los jardines morlacos. Por eso, causa
sorpresa e hilaridad que esta afirmación de Sánchez háyase tomado como
justificación para que la Oncidium
excavatum sea declarada como un símbolo de Cuenca, mientras resulta mentira
decir que nuestra urbe ha sido escogida por esta especie como su hábitat
natural. A nadie nos consta que así sea, ni que florezca casi todos los meses
del año. Los cuencanos nunca lo hemos constatado, por el mero hecho de que jamás
hemos visto que esta planta haya sido común en nuestra zona.
Lo que sí es cierto es que la orquídea Oncidium excavatum crece profusamente en
sitios tales como Yunguilla, Nabón y El Progreso, localidades que no pertenecen
al cantón Cuenca y que representan, a
contrario sensu, hábitats naturales para esta especie, por lo que, a fortiori, debemos columbrar que nunca
ha sido ni es una flor común de la capital de la morlaquía.
Tìpico altar de mayo a la Virgen María en Cuenca
Mercado 10 de Agosto, en donde la orquídea Oncidium excavatum brilla por su ausencia
ALTERA PARS. Más abajo, en la misma publicación, léese otro
invento audaz que jamás háyase oído en nuestro medio. Lo copiamos ad litteram, tal como lo consignó
Sánchez: «…Esta orquídea
estalla en floración amarilla dorada y manchada de marrón, tan popular en
nuestro entorno que hasta los vecinos de Loja la conocen como la ‘morlaca’ y
los habitantes andinos occidentales le bautizaron como ‘mayo’, coincidiendo con
el mes mariano en el cual programan festejos a la Madre del Salvador y arman
altares, arcos y decoraciones tapizadas de esta orquídea, que muestra una
inflorescencia robusta, axilar de usualmente 40 a 50 cms…».
Riddendo et
solus riddendo, cabe preguntarse: ¿si los
cuencanos nunca hemos visto a esta orquídea como típica de la zona, cómo es que
los lojanos la bautizaron como morlaca? Ergo,
tal afirmación es capciosa y, a fortiori,
no es cierta, puesto que si los propios cuencanos no identificamos a esta
especie como elemento singular en nuestra historia es imposible que los vecinos
de la provincia del sur hayan dado semejante nombre a una flor nunca vista, de
manera copiosa, en las campiñas azuayas.
Arreglo floral cuencano a la Dolorosa del Colegio «San Gabriel», en donde la orquídea Oncidium excavatum brilla por su ausencia.
Por otra parte, conviene preguntar al Dr. Sánchez,
quien hábilmente acomoda sus expresiones para evadir, seguramente, que le
emplacen vis a vis en sus temerarias
afirmaciones: ¿quiénes son los habitantes andinos occidentales que bautizaron a
esta orquídea como mayo? ¿no deberíamos ser los cuencanos los que pudimos
calificar con tal nombre a esta especie nunca vista en nuestra zona? ¿desde
cuándo los cuencanos o los azuayos somos habitantes andinos occidentales?
Pero como abyssus
abyssum invocat/ el abismo clama al abismo, una falta acarrea otra y así, Sánchez
no se queda allí con su astucia y su grave desafuero agrávase cada vez más
cuando, dejando en el aire ciertas formas veladas al redactar sus falacias,
llega a aseverar que la razón por la cual esta flor llámase «mayo» débese a la
condición católica de Cuenca, ciudad mariana par excellence, en donde el culto a la Santísima Virgen María ha
sido una de las características esenciales de la personalidad de los habitantes
de la morlaquía. Y así, para que el pecado sea mortal, Sánchez afirma -sin
aspaviento alguno- que en Cuenca se arman, durante el mes de mayo, altares,
arcos y decoraciones tapizadas de esta orquídea, lo cual constituye una mentira
que cae al más profundo abismo sub specie
instantis cuando empezamos a pensar que, en nuestras filiales muestras de
afecto a la Madre del Salvador, nunca hemos tapizado de esta orquídea ni
altares, ni arcos florales ni decoraciones de ninguna especie.
Altar a la Dolorosa del Colegio, en mayo del año del Señor de 1988, en donde se ven gladioles, rosas, margaritas y nunca la orquídea Oncidium excavatum.
La verdad sea dicha en este punto: en todas las
épocas de nuestra historia, cuando los ciudadanos de Cuenca, varones y mujeres,
hemos preparado homenajes a la Virgen María, durante el mes de mayo a ella
dedicado, las flores más utilizadas para diseñar decoraciones surgidas gracias
a la piedad mariana, adornando altares y haciendo chagrillo y arcos florales para
las procesiones con la sagrada imagen, han sido las rosas o las retamas, entre
otras, por lo que habríamos de preguntarnos: ¿no será que las retamas, de
flores amarillas y exuberantes en la morlaquía, han sido confundidas con la orquídea
Oncidium excavatum por el Dr.
Sánchez? Si así fuera, ¿no sería imperdonable que un orquideólogo confunda la
retama con la orquídea a la cual dice él que llámasela «Mayo» o «Morlaca» en
nuestro medio?
La Madona de la Sabiduría
Sedes Sapientiae/ Universidad de Cuenca
Sedes Sapientiae/ Universidad de Cuenca
Las rosas para la Santísima Virgen en Cuenca, ciudad
mariana par excellence, han sido muy
tradicionales en mayo in honorem Sancta
Maria, Mater Christi. Por esta razón, la Universidad de Cuenca, de la que el
Dr. Sánchez es docente, publica desde el año del Señor de 1904, en cada mes
mariano, el folleto intitulado «Rosas de
Mayo», con el cual ríndense homenajes literarios a la Madona de la
Sabiduría, la virgen paradigmática del alma
mater cuencana, a la que venérasela con especial afecto en el campus
universitario desde la época en que el Dr. Honorato Vázquez Ochoa era rector de
la Universidad de Cuenca, a inicios del siglo XX, quien jamás refirióse, en sus
poesías marianas, a la orquídea Oncidium
excavatum para rendir veneración a la Madre del Señor, Mater Dei et Mater Nostra.
Honorato Vázquez y Miguel Moreno, autores del libro «Sábados de Mayo»
Ad exemplum, el famoso libro «Sábados de Mayo», publicado en 1877,
que es una de las obras cimeras de la poesía mariana de todos los tiempos en la
capital de la morlaqu ía, de autoría de los poetas Honorato Vázquez Ochoa y Miguel
Moreno Ordóñez, no contiene en ninguna de sus páginas referencia alguna a esta
orquídea como flor con la que los cuencanos hemos venerado a la Santísima
Virgen, lo cual prueba hasta el hastío la burda falacia de Sánchez para
pretender justificar lo injustificable y lograr, a mansalva, que el Ilustre Concejo
Cantonal de Cuenca se deje sorprender para declarar a la Oncidium excavatum como flor emblemática de la morlaquía adversas historica veritas.
Típicas flores de un jardín cuencano
El chiri siqui, con sus sencillas flores, es un trébol negro de los huertos cuencanos
PARS TERTIA. El parágrafo de Sánchez que nos hemos permitido
analizar concluye con una aseveración de carácter científico que resulta desconocida
para los entendidos y eruditos en la materia y deja ciertas inquietudes que
permiten descubrir ipso facto sus
mentiras, cuando dice in scriptis: «La clasificó el
botánico inglés John Lindley en 1838».
Típico jardín cuencano: Calle Benigno Malo,
antigua casa del Dr. Emiliano Crespo Astudillo y Lola Toral Vega
Las azulinas, hermosas flores de los espacios verdes cuencanos
Los granizos y su nívea belleza en las huertas cuencanas
La colorida petunia en un jardín de la morlaquía
Las azulinas, hermosas flores de los espacios verdes cuencanos
Los granizos y su nívea belleza en las huertas cuencanas
La colorida petunia en un jardín de la morlaquía
Aquí caben las siguientes preguntas lógicas por las
que puédese inferir que se nos está engañando de forma atroz: ¿si la orquídea
es endémica de Cuenca, será cierto que el botánico John Lindley estuvo en
nuestra ciudad en 1838 y la dejó clasificando con el nombre de Oncidium excavatum a una orquídea nunca
vista como flor común cuencana en todos los tiempos? ¿por qué, en las
biografías de este científico nunca refiérese que estuvo en el Ecuador y menos
en Cuenca in illo tempore? Ex ungue leonem, he aquí otra arista por
la que compruébanse una vez más las engañosas afirmaciones del orquideólogo
Sánchez. Y sus falacias bajan al más profundo abismo de la desgracia cuando comprobamos, ad aperturam libri, que ni siquiera en los Estudios Botánicos de Luis Cordero Crespo, libro escrito a fines del siglo XIX, hállase registrada esta orquídea como flor común de la morlaquía.
Pero mientras más indágase in via veritatis más confírmase que Eduardo Sánchez Sánchez miente con toda la audacia de un mitómano que camina con pies de plomo para sostenerse en el error. Y así, en Wikipedia solamente encuéntrase la siguiente información por la cual Sánchez queda como un repugnante falsario. Copiámoslo de verbo ad verbum a Wikipedia: «El género fue descrito por Peter Olof Swartz y publicado en
Kongl. Vetenskaps Academiens Nya Handlingar 21: 239–240. 1800.2 La especie tipo
es: Epidendrum altissimum Jacq. Etimología: Oncidium: nombre genérico que deriva de las palabras
griegas: onkos = "hinchazón" y el sufijo -idium =
"diminuto". Olof Swartz, en 1800, les dio este nombre debido a que
presentan una pequeña callosidad situada en la base del labio que aparenta ser
una verruga, tumor, hinchazón en griego = Onkos. El nombre popular Dama danzante es debido a la forma de sus
diminutas flores a las que cualquier pequeña brisa mueve en una danza
frenética».
Huaillug en Cuenca
Flor del Huaillug
Huaillug en el Palacio de Justicia de Cuenca
PARS QUARTA. En la página 12 de la publicación consta otra
falacia expresada por Sánchez, stricto
sensu: «Se
trata de una orquídea de tamaño intermedio (flores), que prefiere el clima
fresco, es usualmente epífita; esto significa que crece sobre árboles nativos
(Haillug, Nogal, Cholán, etc. pero se ha adaptado a toda especie introducida».
Quid pro quo, en este parágrafo existen varias imprecisiones. En
primer lugar, no existe ningún árbol llamado Haillug en nuestra comarca. Al parecer,
Sánchez confunde al Guayllug o Huayllug, una especie arbórea propia de nuestra
zona, de preciosas flores rosáceas, mas nunca ha vístose que la Oncidium excavatum se desarrolle en sus
troncos como afírmase taxativamente en el texto inmediatamente precedente.
Tanto más cuanto que este árbol está presente en céntricos puntos de la urbe,
como las afueras del Palacio de Justicia, en las calles Sucre y Luis Cordero,
donde la orquídea brilla por su ausencia.
Típico nogal cuencano en el puente El Centenario
En segundo lugar, esta orquídea jamás crece de
manera parásita en el Nogal, el Cholán o el Huaillug y aquí vemos otra
invención atrevida sobre la Oncidium
excavatum, ya que tanto el nogal o tocte, como el fresno o cholán y el guayllug
son de veras árboles muy comunes en la morlaquía y los cuencanos no hemos visto
jamás que en sus troncos habite esta orquidéacea, como sí hemos visto, a contrario sensu, a las bromelias o
huicundos que suelen crecer espontáneamente sobre éstas y otras especies
arbóreas de la tercera ciudad de la república, sin que nadie las coloque o las
siembre, siendo éstas las verdaderas plantas epífitas de muchos árboles
cuencanos.
Nogal en un huerto cuencano/
Casa de Lulú Torres de Aguilar
En el caso del Nogal trátase de una especie vegetal peculiarísima para la
morlaquía, a punto que su presencia configura una singular atmósfera en el
paisaje natural de la región. In stricta
veritas, el nogal americano, también llamado «tocte», encuéntraselo en
diversos puntos de la urbe y es una planta leñosa que desarróllase mejor en las
orillas de los ríos y prefiere los suelos fértiles, húmedos y abonados. En las
campiñas morlacas ha sido un espécimen común desde la época de los cañaris,
para quienes representaba un árbol mítico venerado con singular afecto.
En el nogal crecen espontáneamente huicundos o bromelias,
pero nunca orquídeas Oncidium excavatum
Es así entonces, una especie autóctona y su presencia en América Latina
hizo que fuese bautizado como nogal americano. Su nombre científico es Juglans Neotropica Niels o Juglans Regia y pertenece a la familia Juglandaceae. La densidad de su follaje
es espesa y el tronco es leñoso, erecto, gris, con grietas profundas y no ha
sido un hábitat natural para la Oncidium
excavatum. Sus hojas son verdes y oscuras en el haz y más claras en el
envés y su fruto es una drupa carnosa, con una sola semilla, el «tocte»,
redondo, muy fisurado, con piel de color verde cuando está tierno.
Esplendorosa fronda de un nogal en Cuenca
Mas siendo como es un árbol autóctono de nuestra tierra, si fuese cierto lo que Sánchez afirma, la Oncidium excavatum sería muy familiar en Cuenca, pero como nunca se la ha visto asociada a los nogales la vil mentira del orquideólogo aparece desnuda a capite ad calcem/ de la cabeza a los pies. Mucho más cuando son las bromelias o los huicundos las verdaderas plantas epífitas de los nogales, como lo vemos en la imagen que ilustra este parágrafo ad effectum videndi.
El nogal crece incluso junto al fresno, como en esta imagen, sin que exista la orquídea Oncidium excavatum en ninguno de sus troncos/ Huerta de la casa del maestro Víctor Arévalo Vázquez.
Pero digamos además que la época en que se cosecha el conocidísimo tocte,
ha sido siempre el período de vacaciones escolares, entre julio y septiembre, y
los habitantes de la morlaquía jamás hemos visto, ni en sueños, que sobre este
árbol crezca la Oncidium excavatum.
Si así fuese, para intentar dar la razón a Sánchez, todos quienes fuimos
estudiantes un día deberíamos recordar a esta orquídea integrada in aeternum con el nogal y como esto no
sucede, las afirmaciones de nuestro doctor Sánchez son como si se dijese, ad ignorantiam, que Mozart o Beethoven
nacieron en Cuenca y son personajes epónimos de la morlaquía.
Fresno o cholán en el parque de San Sebastián
Fresno o cholán apud flumina Tomebamba
Como puede verse, en los troncos del fresno crecen huicundos o bromelias, nunca la orquídea Oncidium excavatum
Pero el orquideólogo va más allá de lo esperado cuando dice que la
orquídea crece igualmente en los troncos del fresno o cholán, de exquisitas
flores amarillas y que hállase en muchas partes de Cuenca, lo cual tampoco es
cierto pues en estos árboles -propios de parques, parterres y jardines- jamás
se la ha visto como planta epífita o parásita in Concha, apud flumina Tomebamba.
Llegar a aseverar cosas que son fácilmente deleznables por cualquier
cuencano que se pone a meditar en estos aspectos que me permito visualizar, coram populo, es una insolente manera de
burlarse de nuestra inteligencia. Y eso no lo podemos permitir.
Coloridas flores de un jardín cuencano
La llorona con sus sencillas y diminutas flores,
así llamada a una familiar trepadora de nuestras huertas y jardines in Concha.
La malva pectoral en un huerto cuencano
así llamada a una familiar trepadora de nuestras huertas y jardines in Concha.
PARS QUINTA. Mas como si todo esto fuera poco, en esta triste investigación, Sánchez
aún nos tiene reservadas más invenciones que ofenden a nuestra inteligencia y
así, en la página 13 leemos in extenso
la siguiente barbaridad redactada con gazapos gramaticales y notables errores
de precisión semántica: «Su hábitat está representado por las ramas de los
árboles, las grandes rocas, los taludes de carreteros en alturas comprendidas
entre 2.400 hasta los 2.700 m.sn.m., es decir la altura morlaca de 2.500 metros
es la ideal y por ello esta humilde y bella orquidácea, que no exige nada sino
solamente que le permitan adornar nuestros jardines, crece abundantemente y se
desarrolla con mucha generosidad haciendo gala de su florífera presencia que le
ha ganado el concepto de común, ordinaria en comparación con los híbridos
gigantes que abundan en calles y mercados, sin considerar que las especies son
la matriz de este inmenso mundo de orquídeas fruto de la mano humana, que
partieron de las especies de la naturaleza para mezclarlas y generar miles y
miles de híbridos que inundan los mercados internacionales».
Pensamientos y clavelinas en un jardín cuencano
Al respecto habremos de decir que por más que Sánchez se esfuerce en
hacernos creer que la Oncidium excavatum
supuestamente es una flor común de Cuenca, no logra convencernos que en efecto
así lo sea y como toda mentira deja siempre un hilo por donde desenróllase el
ovillo, en este aparatoso parágrafo, con graves errores de redacción, el
orquideólogo hace escapar una confesión por la que permítenos entender que la Oncidium excavatum es una orquídea que
podría desarrollarse profusamente en Cuenca, haciendo patente que esta flor no
es común de la morlaquía mas podría serlo si se la cultivara aprovechando la
altura de la capital azuaya.
Amor constante: flor común de los jardines cuencanos
El geranio runa y los manzanillones: habitantes únicos de los huertos y jardines morlacos
Mas, Sánchez declara luego, ex
informata conscientia, que «la
Oncidium excavatum solamente exige que le permitan adornar nuestros jardines»,
lo cual prueba que jamás ha existido en las campiñas azuayas, ora como planta
epífita o parásita, ora como especie común de quebradas, valles y espacios
verdes, mientras concluye el farragoso texto haciéndonos notar que el mundo de
las orquídeas es nuevo en nuestro medio, pues surgió hace no más de tres
décadas y las especies hoy existentes en nuestra región solo se las cultiva
bien en invernaderos, en los que Sánchez es experto logrando híbridos de
singular belleza que comercialízanse en los mercados internacionales, a precios
prohibitivos que hacen que los ciudadanos comunes y corrientes de la capital azuaya
ni siquiera podamos comprarlas, mientras cuando se las consigue se lo hace como
una rareza y no como la adquisición de una planta común de las campiñas
morlacas.
Estrella de Panamá en un huerto cuencano
Dormilonas, flores comunes de nuestros jardines en Cuenca
Los perritos en las murallas de un huerto cuencano en Verdeloma
PARS SEXTA. Esta penosa investigación que hállase pletórica de falsedades concluye
en la página 14 con un capítulo intitulado IDENTIDAD, el cual para nada aporta
conclusiones contundentes en un trabajo investigativo que no tiene pies ni
cabeza y, como no podría ser de otra manera, ad absurdum, en este epílogo hilarante Sánchez escribe más cosas
abstrusas, falsas e infundadas junto a unas aseveraciones absurdas,
imperdonables en un investigador botánico que mas bien demuestra ignorancia
supina y tenebrosa, mientras el crítico lector concluye que la Oncidium excavatum no es una flor
emblemática de la capital azuaya y se nos ha tomado el pelo para lograr su
declaratoria como emblema paradigmático de Cuenca, urbis semper amata et intemerata, a la cual debemos respeto y no
oprobio con esta declaratoria de una flor que para nada es un elemento icónico
de la comunidad cuencana ad futuram rei
memoriam.
Exceptis excipiendis, más allá de los errores gramaticales en la redacción de estas
conclusiones, la identidad de un pueblo no se mide ex professo por una declaratoria como ésta ni como consecuencia de aquello
un objeto cualquiera debe estar en estandartes, frescos, escudos, sellos de
correos y diseños publicitarios, como tampoco por esto nuestra ciudad habrá de
verse promocionada urbi et orbi.
Pero, ex
admirationem, Sánchez vuelve a mentir al decir que la flor del Amancay no
es nuestra, cuando es más nuestra que la orquídea, ya que su propio nombre
viene del Quechua: Amancay, a la vez que no es una astromelia como afirma el
orquidéologo sino una amarilidácea, circunstancia que denota un notorio caso de
ignorancia supina, pues es inadmisible que un entendido en orquídeas y plantas
no sepa que el Amancay es una flor de la familia de las Amarilidáceas y nunca
de las Astromelias.
Ad márginem, por otro lado, al aseverar que la palabra Amancay
fue utilizada por el poema solo para hacer rima con Yanuncay incurre en una
ofensa tanto para nuestra incomparable lengua de Castilla cuanto para el poeta Ricardo
Darquea Granda, autor de la letra del pasacalle Chola Cuencana musicalizado por
Rafael Carpio Abad, que es uno de nuestros emblemáticos himnos, puesto que no
es el poema sino el poeta quien utiliza la palabra para rimar y solo un pésimo
versificador hace uso de los términos castellanos a fin de tan solo rimar. Evidentemente,
este no es el caso de Darquea, quien resulta injuriado con esta afirmación de
Sánchez, en tanto el poeta era un creativo bardo que cum clara lux, al utilizar el nombre del Amancay y lograr con él
rima consonante con Yanuncay, hizo una bella metáfora poética para las cholas
cuencanas que vístense con polleras coloridas que de veras se parecen al
capullo del Amancay, el cual ábrese esplendoroso tal como si fuese la pollera
tradicional de nuestras cholas.
Digamos a fortiori que para los
habitantes de la morlaquía la flor del Amancay ha sido tan icónica, in aeternum, que justamente fue
bautizada, con la sabiduría popular, como la «flor del Tres de Noviembre»,
debido a que por esa época, fecha de la Independencia de Cuenca, el Amancay
estalla en floración, hecho más que suficiente para probar cuánto esta bella
especie floral imbricóse en nuestra cultura morlaca y seguramente éste debió
ser uno de los aspectos en que fijóse el poeta para componer la letra de la Chola
Cuencana, ya que su intenso color rojo es de veras una sugestiva invitación a
pensar en el bolsicón de las cholas cuencanas y puédese deducir que por allí
habrá surgido la metáfora del poeta Darquea en su alusión al grande capullo de
esta amariliácea.
Y es esta flor roja, con manchas blancas, la que
justamente en Cuenca fue bautizada como Amancay por los habitantes de la
capital de la morlaquía es el Hipeastrum, en la Botánica, de la familia de las Amarilidáceas y ha sido cultivada ampliamente no tan solo en la urbe
sino ampliamente en San Joaquín, parroquia rural del cantón Cuenca, de
reconocida fama por la siembra de flores, mientras en la cultura hispana, allende
los mares, esta especie ha sido conocida también como cáliz de Cristo, lo cual
prueba cómo las plantas imbrícanse en la cultura de los pueblos de profundis y llegan a ser íconos
arquetípicos de una comunidad cualquiera, lo que no ha acontecido con la
orquidéacea de nuestro Dr. Sánchez.
In urbis nostra, la «flor del 3 de Noviembre» ha sido profusamente
difundida por botánicos y jardineros locales como Nicanor y Ernesto Lobato,
quienes la cultivaron todo el tiempo y la sembraron copiosamente ora en los
jardines morlacos, ora en parques y parterres, ora en espacios públicos en los
que su presencia ha sido preponderante, mientras su nombre ha inspirado para la
creación de la marca de fideos y tallarines «Amancay», tanto como para bautizar
incluso a un medio de comunicación local de circulación quincenal en Santa Ana
de los Ríos de Cuenca.
Amancay amarillo, de la familia Liliáceas, en Cuenca
Amancay blanco, de la familia Liliáceas, en un huerto patrimonial
No obstante, en la Botánica, más allá de estas
apropiaciones culturales, existen algunas especies de Amancay, pero en Cuenca
se conocen cuatro: la roja, que es la propia flor del Amancay que inspiró al
poeta y que es aquella que los cuencanos llaman «la flor del Tres de Noviembre»,
junto con otra variedad blanca, con tintes rojos, menos común pero hermosa par excellence, así como también existe el
Amancay blanco y el Amancay amarillo, que son liliáceas comunes en la región
andina y en la capital azuaya han existido siempre en parterres, jardines y en
las orillas de los ríos, constituyendo flores comunes de la morlaquía
imposibles de confundirlas con las astromelias.
Ad hominem, digamos entonces que las astromelias, que
representan otra especie de hermosas flores, son muy diferentes al Amancay como
puede verse en la imagen, siendo plantas que en las últimas dos décadas han
formado parte de los jardines de nuestras viviendas y son muy comunes para
adquirirlas en la Plaza de las Flores, exclusivo espacio para la
comercialización de plantas en Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
El bouquet de novia, especialísima flor en Cuenca
Bouquet de novia: detalle de su hermosa flor en Cuenca
Rebus sic
stantibus/ Estando así las cosas,
resulta sorprendente que las tres universidades más importantes de la capital
azuaya hayan sido sorprendidas para auspiciar y avalar esta triste
investigación que por todo es deficiente, nada verídica ni científica y en la
que ocúltanse probablemente protervos intereses de un cultivador de orquídeas
que buscó la declaratoria de la Oncidium
excavatum, al parecer, para quedar bien con el Festival Internacional de
las Orquídeas que realízase justamente en las fiestas novembrinas de la capital
azuaya, evento en el que cada año Sánchez tiene un papel protagónico y que ha
resultado un negocio próspero para sus organizadores en los últimos años.
Cactus rojo en un típico huerto cuencano
Flor de cactus blanco, común especimen de un huerto cuencano
en una casa de San Sebastián
PARS SEPTIMA. La cuestionada investigación desmerécese más
todavía cuando en la página 12 publícase un poema dedicado a la orquídea, de
autoría del Dr. Luis Guillermo Sánchez Orellana, padre de Eduardo Sánchez
Sánchez. Este detalle deja entrever una falta de ética en este trabajo,
mientras resulta sorprendente confirmar que en el libro oficial de las Bodas de
Diamante del colegio «Rafael Borja», publicado en septiembre del año 2013, dos
meses antes de esta declaratoria, hállase un artículo del Dr. Bolívar Sánchez
Orellana, tío de Eduardo, quien sugiere que la retama sea reconocida como símbolo
iconográfico de Cuenca, lo que permítenos inferir -sin que esto fuere una elucubración injusta- que el Dr. Eduardo
Sánchez Sánchez tomó la sugerencia de su pariente, le robó la idea y manipuló a
las universidades auspiciantes para granjearse el aval académico con el cual
apareció ante el Concejo Cantonal y sorprendiéndoos a todos vosotros logró
vuestro apoyo, dentibus albis, para
declarar a una orquídea y no a la retama como flor emblemática de la morlaquía,
quien sabe debido a qué oscuros fines.
Chorritos de luz, típica flor cuencana
que dio origen a un pasillo del mismo nombre por Rafael Carpio Abad
El porotillo, habitante infaltable de nuestras campiñas, cementeras y jardines
Esta actitud es tan cuestionable y pone sobre la
mesa la vera effigies de Eduardo
Sánchez Sánchez y por eso se dice en nuestra maravillosa lengua de Castilla:
«en el país de los ciegos el tuerto es el rey». Ad concludendi, es inaudito cómo pudisteis haberos dejado
sorprender para que mutatis mutandis
os pasen gato por liebre burlándose ad
infinitum de vuestra inteligencia, en un hecho audaz que no tiene
precedentes en el Concejo Cantonal de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
Los ojos de Susana, inconfundibles flores de Cuenca
en sus amplias campiñas, en sus ríos, en sus huertos y jardines.
Comunes atmósferas de flores en Cuenca
El ensueño, la típica trepadora de las huertas de Cuenca,
ciudad de fuentes y flores ad gloriam Dei.
Jardín de las carmelitas descalzas, en donde nunca han vístose orquídeas Oncidium excavatum, desde 1682, cuando llega a Cuenca la Orden del Carmelo.
Así entonces, in
veritas semper fidelis, la Oncidium
excavatum no ha sido jamás una flor de la morlaquía y, al habérsela
declarado oficialmente como tal, el Ilustre Concejo Cantonal cometió una grave
falta histórica en contra de Cuenca, urbe a la que la representa, por lo que in stricta iustitia deberíase rectificar
este error in honorem urbis et veritatis
splendor.
En esta imagen compruébase la falacia de Eduardo Sánchez, pues las orquídeas Oncidium excavatum no nacen en los troncos del nogal, del fresno o del huaillug, tampoco en el tronco de esta araucaria augustifolia, en donde fueron mas bien colgadas con clavo.
Es pertinente acotar que esta orquídea, cuando se la
ha visto en las casas de la urbe, exempli
gratia, ha sido una rareza entre las flores típicamente cuencanas de
nuestros jardines, sobre todo en las villas modernas de Cuenca y desde no hace
más de tres décadas.
Dormilonas, en un huerto de San Sebastián
En las huertas de las casas patrimoiales de Cuenca y
en los bellos espacios verdes de nuestras viviendas siempre han vístose ad bene placitum preciosas flores como las
retamas, los claveles y las rosas, los amores constantes, los geranios, las
fucsias o zarcillos, los lirios y las violetas, las conchas, las dalias, las
margaritas, las malvarosas, las malvas pectorales, las madreselvas, las
amapolas, las clavelinas, las hortensias, los manzanillones, los amancayes, las
azucenas, las azulinas, las petunias, las gardenias, las funerarias, los nardos
y los gladioles, los crisantemos, los azahares, los porotillos, los laureles,
los cactus blancos y rojos, las buganvillas, los pensamientos, la cucarda, la
ilusión, las begonias, las fresias, el tilo o sauco blanco, los alhelíes, los
girasoles, el huantug o floripondio, los agapantos, los cenesios, las verbenas
y las magnolias, flores juntas de las que podríase decir que son las más
familiares de nuestros huertos y jardines, entre las cuales -la verdad sea
dicha- jamás se ha contemplado a la orquídea Oncidium, a lo largo de la historia, si no fuese como una rareza singular
en las últimas décadas.
Algunas de las flores cuencanas han sido tan
atractivas in historia nostra para los
bardos o poetas, tanto como para poetisas, músicos y artistas plásticos, que
inclusive se han inmortalizado, ad
perpetuam rei memoriam, en la pintura, la poesía o la música, como es el
caso de la flor del Amancay, que inspiró a Ricardo Darquea Granda para componer
la letra de la Chola Cuencana, al decir ad
litteram: «Chola cuencana, mi chola/
capullito de amancay…».
En la familia de las Liliáceas, verbi gratia, los lirios con su blanca pureza han sido tan singulares
en los jardines de la ciudad amada, que inspiraron un día a los habitantes de
la morlaquía para que, con sabiduría popular y espíritu sensato, bautizaran al
Santo Hermano Miguel de las Escuelas Cristianas como el «Lirio del Tomebamba» o
también el «Lirio del Azuay».
Sibi tamen, en la jardinería de la tercera ciudad de la
república, si pudiéramos hablar de ella con especificidad, han existido ciertas
plantas que, por tradición, fueron muy típicas como elementos singulares de los
huertos y jardines cuencanos. Ad exemplum,
la arirumba, bella flor morada o blanca en nuestra historia, la cual quedóse
perennizada en el Libro del Corazón, del eximio poeta Miguel Moreno Ordóñez y
hasta en una de las calles de la urbe, en El Ejido.
El manto de la Virgen en el huerto de una casa de San Sebastián
Otras plantas y flores comunes en nuestra ciudad
castiza han sido bautizadas con la sabiduría popular de los habitantes de la
morlaquía o el acervo de la cultura hispana, surgiendo nombres curiosos como el
«Tres de Noviembre», la «pena, pena», la «Santa María», el «corazón de
fuego», el «ala de ángel», las «dormilonas», el «bouquet de novia», los «chorritos
de luz», la «vara de José», la «lluvia de estrellas», la «corona de Cristo», el «manto de María», el «manto de la virgen», la «estrella de Panamá», la «cresta de gallo», la «llorona», el «chiri siqui», el «granizo»,
el «culantrillo del pozo», la «flor de la pasión», los «ojos de Susana», los «canarios», la «lágrima de niño», la «sinvergüenza»
o la «flor de Cristo».
Entre las rosas hállase aquella que fue llamada
desde antaño como «labios de la virgen»
junto a la famosa «rosa de Castilla»
y la no menos distinguida «rosa de Jericó»,
especies cultivadas siempre por las abuelas de antaño y que hoy hállanse casi
desaparecidas, pero permanecen aún en el imaginario de muchos ciudadanos que
hemos convivido con ellas y las hemos visto en todo tiempo, desde nuestra
niñez, como especies paradigmáticas de los campos morlacos y los huertos de las
viejas casas patrimoniales o los conventos de la urbe, en donde siempre hubo
una especial manera de cultivarlas.
Justamente, las rosas han sido tan peculiares en
nuestros jardines, que fueron bellamente descritas por el genial poeta Remigio
Romero y Cordero, en su bello soneto «Elegía de las rosas», convertido en la
letra de un hermoso pasillo musicalizado por el conspicuo poeta César Andrade y
Cordero, quien era también un compositor de admirable talento: «Qué pasará de noche no hay mañana/ que no
tenga el jardín rosas difuntas/ sobre estas cosas cariñosa hermana/ ¿por qué a
Nuestro Señor no le preguntas?/ Pasemos esta noche en la ventana/ los ojos
fijos y las manos juntas/ para saber mañana de mañana/ ¿por qué hay en el
jardín rosas difuntas?/ y velamos, las doce, luego la una, /y nada… a flor de
soledad la luna/ en paz lo muerto y en quietud lo vivo/ mas, al prendernos Dios
la luz del día/ la última rosa blanca en agonía/ y las otras ya muertas sin
motivo».
Ni qué decir tiene de las rosas de cerco, así
llamadas a las típicas rosas cuencanas que espontáneamente crecen en las
orillas de los ríos, en las quebradas, en los cercos y murallas de nuestras
viviendas y que han sido siempre elementos representativos de la flora
cuencana, tanto antaño como hogaño, lo que no puede decirse de la Oncidium excavatum en ninguna de las
épocas históricas de la Atenas del Ecuador.
Y, ex
admirationem, ante toda esta exuberancia de flores cuencanas, ya nativas,
ya introducidas, la Oncidium excavatum
brilla por su ausencia y si alguien puede dar cuenta de ella solo podrá
decirnos que esta orquídea es una rareza y obtiénesela a precios prohibitivos
como una rara avis in terra.
Tanta certidumbre guardan estas palabras que
inclusive otras flores introducidas en la flora cuencana, nada endémicas ni
comunes, han proliferado con singular belleza en nuestros jardines, como es el
caso del Cyclamen, planta de bellas flores que cualquier cuencano la reconoce
como un elemento decorativo de auténtica hermosura, lo que no acontece con la
famosa Oncidium de nuestro Dr.
Sánchez.
La presencia del ciclamen en la vida de los
cuencanos es paradigmática. Frecuentemente encuéntraselo en la Plaza de las
Flores, sitio desde donde adquiéreselo como algo especial para adornar nuestras
casas, existiendo muchos ciudadanos que han logrado polinizarlo para garantizar
mejor su reproducción copiosa, pues las semillas de esta hermosa planta son
exuberantes cuando se las cosecha, por lo que la propagación de esta especie
floral ha sido siempre generosa in
Concha, ad gloriam Dei et mundi beneficio.
Como ya lo señalamos ut supra, la misma retama es una flor exquisita de color amarillo
que ha proliferado en todo sitio o lugar de Cuenca hasta volverse familiar inter nos, integrándose a nuestra
cultura de múltiples formas. Esta flor sí es emblemática de la morlaquía, sin
que nadie háyase preocupado porque así
se la declare, mientras ha dado inclusive nombres a calles y barrios de la
capital azuaya y ha inspirado varios poemas en la poesía cuencana.
Hasta en el mundo de las letras, como no podía ser
de otra manera en el parnaso de la morlaquía, habría de inmortalizarse, gracias
al egregio poeta Remigio Romero y Cordero, quien –al recordar a su madre
Aurelia Cordero de Romero- hubo de perennizarla ab aeterno con sus inmortales versos: «Mi madre y yo cortando por la ribera rosas/ y el oro que florecen las
matas de retama/ éramos rumbo al río, dos vidas melodiosas…».
La retama ha sido por antonomasia la flor esencial
para la confección del chagrillo, que hácese de pétalos de flores para las
procesiones de la Santísima Virgen María, así como del Pase del Niño Viajero y
de todos los pequeños pases dedicados al Divino Infante en la época navideña.
Quién no recuerda la alfombra amarilla de flores de retamas, para el paso del
Santísimo Sacramento en las procesiones del Corpus Christi o del jubileo de las
XL horas en las iglesias cuencanas, en donde los habitantes de la morlaquía
nunca han escatimado recurso alguno para la adoración de Su Divina Majestad en
tanto Cuenca es la «Ciudad Eucarística» in
historia nostra. Para la elaboración de dicho chagrillo se han despetalado
también a las rosas, pero jamás se ha utilizado a la orquídea Oncidium excavatum para tapizar las
calles o los altares en estas manifestaciones de piedad cristiana de los
morlacos, como afirma dentibus albis,
falsamente, Eduardo Sánchez Sánchez.
Las bellas como aromáticas flores amarillas de la
retama dan un especial colorido a todos los caminos de los campos azuayos y de
la sierra andina en general y no solo son poseedoras de un gran valor
ornamental, puesto que las abuelas de la morlaquía han sabido aprovechar muy
bien sus propiedades medicinales y así, la infusión con sus hojas ha sido una
de las medicinas ancestrales para curar ora las enfermedades hepáticas, ora los
problemas reumáticos, ora la gota, la ciática y las afecciones a la piel y
herpes, mientras las flores amarillas han representado ad summum una medicina particularmente milagrosa para los problemas
cardíacos de muchas personas en la capital de la morlaquía y en el mundo
andino, en donde esta planta es de veras un arquetipo de la buena salud.
Justamente la retama es la que más puede verse en
nuestra zona, pues la especie Spartium
junction adáptase desde los 2.500 a 3.500 metros sobre el nivel del mar y
Cuenca tiene una altura de 2.530 metros, por lo que esta planta es común de
observarla en las quebradas, a la vera del camino, en las orillas de los ríos,
en donde sus flores suelen mezclarse con los zigzales, que también constituyen
una especie paradigmática de las campiñas azuayas y el mundo andino.
Nuestros campesinos, exempli gratia, han conservado peculiares tradiciones con las
flores de retama, pues con ellas, al adornar sus salas, ahuyentan a la vez a las
moscas. No hasta hace mucho tiempo, en Cuenca, las ramas de retama servían para
la confección de escobas con las cuales los barrenderos públicos limpiaban las
calles de la urbe, costumbre que se mantiene inalterable en las casas de los
campesinos azuayos en pleno siglo XXI, ad
initium tertio millenio.
Como puede verse, a modo de ejemplo nada más, la
retama ha sido una flor común cuencana integrada a nuestra cultura de múltiples
formas, como ha sido también el sigsal, planta que obsérvasela por todo rincón
morlaco, ora en las quebradas, ora en los cercos, ora en los montículos, ora en
las campiñas, cuyas flores han servido además para la elaboración de arreglos
florales secos en nuestras casas y su plumífero aspecto es inconfundible para
todos quienes admiramos su singular belleza de
momento ad momentum.
Semper
admirabilis in terra nostra/ Siempre admirable en nuestra tierra, el sigsal es un género de gramíneas gigantes
perennes amacolladas y según el catálogo botánico Konemann, en la página 254,
edición del año 2006, trátase de una especie que comprende unas 20 especies
nativas de América del Sur, cuatro de Nueva Zelanda y una de Papua Nueva
Guinea.
El sigsal cuencano es entonces una planta del género Cortaderia sp. Este nombre es bello en la culta, sempiterna e
incomparable lengua latina, madre nutricia de nuestra hermosa lengua de
Castilla, pues llámase cortaderia
debido a que las hojas del sigsal cortan como cuchillo afilado y,
efectivamente, son acintadas, acuminadas, ásperas y de márgenes cortantes. Tanto
es así que a todos los cuencanos nos ha llamado la atención la capacidad de
esta planta para cortarnos cual bisturí con sus filudas hojas si no actuamos ad cautelam cuando estamos ante su
majestuosa presencia en las campiñas morlacas. Sus altos tallos floridos
corónanse por largas plumas de cabezuelas seminales entre blancas y plateadas y
rosadas. Son tan comunes en la zona que inclusive nuestros sigsales tendrían
más derecho de ser declarados como flores emblemáticas de la morlaquía que la Oncidium excavatum de nuestro Dr.
Sánchez.
Las dalias en Cuenca, siempre junto a los maizales
Digamos además, in honorem urbis,
que para que una flor sea declarada como símbolo arquetípico de la morlaquía
debisteis haberos fijado en algunos aspectos que no posee la orquídea Oncidium excavatum y que deberían ser
determinantes en las flores que derecho tienen de ser escogidas como arquetipos
de la ciudad amada, como son: su presencia común en la geografía local, su
vinculación con la comunidad, su imbricación cultural, su trascendencia
histórica, su identificación en el imaginario colectivo y su carácter
iconográfico como elemento singular para los habitantes de la capital de la
morlaquía.
Si estas consideraciones básicas hubiesen sido analizadas no habríais
dejado que os sorprendan y os pasen gato por liebre en perjuicio de la ciudad,
mientras la declaratoria de la Oncidium
excavatum como flor emblemática de la morlaquía -por adolecer de este
análisis indispensable- no ha calado en el sentimiento de los cuencanos y ha
pasado mas bien desapercibida, por lo que la indiferencia de los habitantes de
la tercera ciudad de la república es como una especie de termómetro que debería
haceros pensar en que vuestra decisión fue errática y la historia os habrá de
juzgar in iustitia et veritas, puesto
que llegará el día, y esperemos que no esté muy lejano, en que esta
declaratoria será derogada en beneficio de una flor cuencana que de veras
merezca ser nominada como símbolo arquetípico de la morlaquía ad perpetuam rei memoriam. Y si no lo
hacéis vosotros estad seguros que lo habrá de hacer otro Concejo Cantonal que
reivindique a Cuenca de esta infamia.
Amor constante
La espectacular malvarosa en un típico jardín de la capital azuaya
La corona de Cristo, hermosa planta de flores rojas en la morlaquía
Huantug rosado en el huerto de Eudoxia Estrella viuda de Larrazábal
La cresta de gallo o también llamada «vara de José»,
típica flor de las campiñas morlacas
Declaro ante vosotros, ex tota
anima mea, que estas reflexiones tienen como leit motiv el propósito de defender a Cuenca y reivindicarla ante
este vil engaño del que fuisteis objeto por parte de un personaje que con total
desvergüenza arrancó vuestras voluntades,
dentibus albis, a fin de declarar a una flor nada representativa en nuestra
historia como símbolo de la morlaquía, sin que nadie hasta el día de hoy haya
lanzado un grito de protesta por esta tremebunda engañifa que ofende a nuestra
inteligencia y atenta contra el respeto que debemos a la ciudad amada, Mater admirabilis que ha vístose
ultrajada con esta decisión equívoca de su ilustre Concejo Cantonal.
La llamada begonia de árbol, bella flor de jardines cuencanos
El azahar es otra flor de nuestros huertos morlacos
Sin otro particular por el momento, recibid todos: señor alcalde, señores
concejales, señoras concejalas y rectores de las universidades, un saludo
cordial y mis sentimientos de consideración y respeto in Iesu, Pontifex in aeternum perfecte.
Fiat Iustitia pereat mundus
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, mensis Februarius, die IX,
currentis Anno Dominicae Incarnationis MMXIV, in sollemnitate Sancte Franciscus
Febres Cordero, Fratrum Scholarium Christianarum.
Dormilonas, flores comunes de nuestros jardines en Cuenca
Los perritos en las murallas de un huerto cuencano en Verdeloma
PARS SEXTA. Esta penosa investigación que hállase pletórica de falsedades concluye
en la página 14 con un capítulo intitulado IDENTIDAD, el cual para nada aporta
conclusiones contundentes en un trabajo investigativo que no tiene pies ni
cabeza y, como no podría ser de otra manera, ad absurdum, en este epílogo hilarante Sánchez escribe más cosas
abstrusas, falsas e infundadas junto a unas aseveraciones absurdas,
imperdonables en un investigador botánico que mas bien demuestra ignorancia
supina y tenebrosa, mientras el crítico lector concluye que la Oncidium excavatum no es una flor
emblemática de la capital azuaya y se nos ha tomado el pelo para lograr su
declaratoria como emblema paradigmático de Cuenca, urbis semper amata et intemerata, a la cual debemos respeto y no
oprobio con esta declaratoria de una flor que para nada es un elemento icónico
de la comunidad cuencana ad futuram rei
memoriam.
Típicas rosas de cerco en Cuenca
Hermosa atmósfera de un jardín en un huerto cuencano:
el geranio y la dormilona, entre la sinvergüenza y la pena pena.
AGAPANTOS O VARA DE JOSÉ, EN CUENCA
Pero copiemos las temeridades que Sánchez expresa en la conclusión de su triste investigación, con la advertencia de que el texto es farragoso y no posee precisión semántica, por lo que algunas frases aparecen mal redactadas y abstrusas, ofendiendo a nuestra maravillosa lengua de Castilla: «Cuán importante resulta tener identidad y declararla como emblema de la ‘Morlaquía’ a un árbol o una flor para nos represente y pueda estar presente en estandartes, escudos, frescos, tantos detalles de diseño publicitario y hasta en estampillas de correos con el fin de promocionar a nuestra Cuna Patrimonial, hoy que su nombre cruza las redes de la comunicación electrónica y se la destaca más que nunca como destino turístico y de habitáculo para personas que se han tomado nuestras cas y parques ampliando fronteras y vínculos tan fáciles en un siglo de ágil intercambio. Por lo anotado, un grupo de naturófilos y amantes de la Cuenca de las Aguas o Paucarbamba (llanura de flores), considerando que la flor de Amancay no es nuestra (Astromelias) fue utilizada por el poema para hacer rima con Yanuncay. Es así que por iniciativa de la Universidad de Cuenca y con el apoyo de la Universidad del Azuay y de la Universidad Politécnica Salesiana se ha creído pertinente solicitar a la Ilustre Municipalidad de Cuenca se considere la solicitud de ‘declarar flor emblemática de Cuenca‘ al Oncidium excavatum por su alta representatividad en la gigante familia de las orquídeas, tan popular en Ecuador como país andino y ecuatorial, posición estratégica como patrón de biodiversidad y cofre de riqueza turística».
Esplendorosas conchas en los jardines morlacos
La azucena amarilla de los jardines y huertos cuencanos
Otra liliácea de singular belleza en Cuenca
La azucena amarilla de los jardines y huertos cuencanos
Otra liliácea de singular belleza en Cuenca
Exceptis excipiendis, más allá de los errores gramaticales en la redacción de estas
conclusiones, la identidad de un pueblo no se mide ex professo por una declaratoria como ésta ni como consecuencia de aquello
un objeto cualquiera debe estar en estandartes, frescos, escudos, sellos de
correos y diseños publicitarios, como tampoco por esto nuestra ciudad habrá de
verse promocionada urbi et orbi.
Amancay, de la familia de las Amarilidáceas, nunca de las Astromelias
Pero, ex
admirationem, Sánchez vuelve a mentir al decir que la flor del Amancay no
es nuestra, cuando es más nuestra que la orquídea, ya que su propio nombre
viene del Quechua: Amancay, a la vez que no es una astromelia como afirma el
orquidéologo sino una amarilidácea, circunstancia que denota un notorio caso de
ignorancia supina, pues es inadmisible que un entendido en orquídeas y plantas
no sepa que el Amancay es una flor de la familia de las Amarilidáceas y nunca
de las Astromelias.
Amancay: que en el pasacalle Chola Cuencana es una metáfora
para los bolsicones de las cholas cuencanas.
Ad márginem, por otro lado, al aseverar que la palabra Amancay
fue utilizada por el poema solo para hacer rima con Yanuncay incurre en una
ofensa tanto para nuestra incomparable lengua de Castilla cuanto para el poeta Ricardo
Darquea Granda, autor de la letra del pasacalle Chola Cuencana musicalizado por
Rafael Carpio Abad, que es uno de nuestros emblemáticos himnos, puesto que no
es el poema sino el poeta quien utiliza la palabra para rimar y solo un pésimo
versificador hace uso de los términos castellanos a fin de tan solo rimar. Evidentemente,
este no es el caso de Darquea, quien resulta injuriado con esta afirmación de
Sánchez, en tanto el poeta era un creativo bardo que cum clara lux, al utilizar el nombre del Amancay y lograr con él
rima consonante con Yanuncay, hizo una bella metáfora poética para las cholas
cuencanas que vístense con polleras coloridas que de veras se parecen al
capullo del Amancay, el cual ábrese esplendoroso tal como si fuese la pollera
tradicional de nuestras cholas.
Amancay o flor del Tres de Noviembre, en los jardines de la UPS
Digamos a fortiori que para los
habitantes de la morlaquía la flor del Amancay ha sido tan icónica, in aeternum, que justamente fue
bautizada, con la sabiduría popular, como la «flor del Tres de Noviembre»,
debido a que por esa época, fecha de la Independencia de Cuenca, el Amancay
estalla en floración, hecho más que suficiente para probar cuánto esta bella
especie floral imbricóse en nuestra cultura morlaca y seguramente éste debió
ser uno de los aspectos en que fijóse el poeta para componer la letra de la Chola
Cuencana, ya que su intenso color rojo es de veras una sugestiva invitación a
pensar en el bolsicón de las cholas cuencanas y puédese deducir que por allí
habrá surgido la metáfora del poeta Darquea en su alusión al grande capullo de
esta amariliácea.
Amancay, en la cultura hispana llamado también Cáliz de Cristo
Y es esta flor roja, con manchas blancas, la que
justamente en Cuenca fue bautizada como Amancay por los habitantes de la
capital de la morlaquía es el Hipeastrum, en la Botánica, de la familia de las Amarilidáceas y ha sido cultivada ampliamente no tan solo en la urbe
sino ampliamente en San Joaquín, parroquia rural del cantón Cuenca, de
reconocida fama por la siembra de flores, mientras en la cultura hispana, allende
los mares, esta especie ha sido conocida también como cáliz de Cristo, lo cual
prueba cómo las plantas imbrícanse en la cultura de los pueblos de profundis y llegan a ser íconos
arquetípicos de una comunidad cualquiera, lo que no ha acontecido con la
orquidéacea de nuestro Dr. Sánchez.
El Amancay o Tres de Noviembre es llamado, en la Botánica, Hipeastrum, de la familia de las Amarilidáceas, nunca de las Astromelias
El Amancay es tan común que hasta en los balcones cuencanos es posible hallarlo in veteris urbis
como en esta casa de la calle Bolívar. Barrio del Santo Cenáculo.
In urbis nostra, la «flor del 3 de Noviembre» ha sido profusamente
difundida por botánicos y jardineros locales como Nicanor y Ernesto Lobato,
quienes la cultivaron todo el tiempo y la sembraron copiosamente ora en los
jardines morlacos, ora en parques y parterres, ora en espacios públicos en los
que su presencia ha sido preponderante, mientras su nombre ha inspirado para la
creación de la marca de fideos y tallarines «Amancay», tanto como para bautizar
incluso a un medio de comunicación local de circulación quincenal en Santa Ana
de los Ríos de Cuenca.
Amancay amarillo, de la familia Liliáceas, en CuencaAmancay blanco, de la familia Liliáceas, en un huerto patrimonial
Amancay blanco, de la familia Liliáceas, en Pumapungo, en las afueras de la antigua Casa de Ejercicios San Ignacio de Loyola de los beneméritos padres jesuitas en Cuenca.
No obstante, en la Botánica, más allá de estas
apropiaciones culturales, existen algunas especies de Amancay, pero en Cuenca
se conocen cuatro: la roja, que es la propia flor del Amancay que inspiró al
poeta y que es aquella que los cuencanos llaman «la flor del Tres de Noviembre»,
junto con otra variedad blanca, con tintes rojos, menos común pero hermosa par excellence, así como también existe el
Amancay blanco y el Amancay amarillo, que son liliáceas comunes en la región
andina y en la capital azuaya han existido siempre en parterres, jardines y en
las orillas de los ríos, constituyendo flores comunes de la morlaquía
imposibles de confundirlas con las astromelias.
Hermosas astromelias en Cuenca, imposibles de confundirlas con el Amancay
Ad hominem, digamos entonces que las astromelias, que
representan otra especie de hermosas flores, son muy diferentes al Amancay como
puede verse en la imagen, siendo plantas que en las últimas dos décadas han
formado parte de los jardines de nuestras viviendas y son muy comunes para
adquirirlas en la Plaza de las Flores, exclusivo espacio para la
comercialización de plantas en Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
La verbena, típica flor de los cerramientos en Cuenca
Rebus sic
stantibus/ Estando así las cosas,
resulta sorprendente que las tres universidades más importantes de la capital
azuaya hayan sido sorprendidas para auspiciar y avalar esta triste
investigación que por todo es deficiente, nada verídica ni científica y en la
que ocúltanse probablemente protervos intereses de un cultivador de orquídeas
que buscó la declaratoria de la Oncidium
excavatum, al parecer, para quedar bien con el Festival Internacional de
las Orquídeas que realízase justamente en las fiestas novembrinas de la capital
azuaya, evento en el que cada año Sánchez tiene un papel protagónico y que ha
resultado un negocio próspero para sus organizadores en los últimos años.
Flor de cactus rojo, muy familiar de nuestros jardines in Concha
Flor de cactus blanco, común especimen de un huerto cuencano
en una casa de San Sebastián
Flor de cactus blanco, entre un formidable helecho macho
en una casa de San Sebastián
PARS SEPTIMA. La cuestionada investigación desmerécese más
todavía cuando en la página 12 publícase un poema dedicado a la orquídea, de
autoría del Dr. Luis Guillermo Sánchez Orellana, padre de Eduardo Sánchez
Sánchez. Este detalle deja entrever una falta de ética en este trabajo,
mientras resulta sorprendente confirmar que en el libro oficial de las Bodas de
Diamante del colegio «Rafael Borja», publicado en septiembre del año 2013, dos
meses antes de esta declaratoria, hállase un artículo del Dr. Bolívar Sánchez
Orellana, tío de Eduardo, quien sugiere que la retama sea reconocida como símbolo
iconográfico de Cuenca, lo que permítenos inferir -sin que esto fuere una elucubración injusta- que el Dr. Eduardo
Sánchez Sánchez tomó la sugerencia de su pariente, le robó la idea y manipuló a
las universidades auspiciantes para granjearse el aval académico con el cual
apareció ante el Concejo Cantonal y sorprendiéndoos a todos vosotros logró
vuestro apoyo, dentibus albis, para
declarar a una orquídea y no a la retama como flor emblemática de la morlaquía,
quien sabe debido a qué oscuros fines.
que dio origen a un pasillo del mismo nombre por Rafael Carpio Abad
El porotillo, habitante infaltable de nuestras campiñas, cementeras y jardines
La buganvilla, preciosa flor de los huertos y jardines en Cuenca
Esta actitud es tan cuestionable y pone sobre la
mesa la vera effigies de Eduardo
Sánchez Sánchez y por eso se dice en nuestra maravillosa lengua de Castilla:
«en el país de los ciegos el tuerto es el rey». Ad concludendi, es inaudito cómo pudisteis haberos dejado
sorprender para que mutatis mutandis
os pasen gato por liebre burlándose ad
infinitum de vuestra inteligencia, en un hecho audaz que no tiene
precedentes en el Concejo Cantonal de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
en sus amplias campiñas, en sus ríos, en sus huertos y jardines.
Comunes atmósferas de flores en Cuenca
El ensueño, la típica trepadora de las huertas de Cuenca,
ciudad de fuentes y flores ad gloriam Dei.
Así entonces, in
veritas semper fidelis, la Oncidium
excavatum no ha sido jamás una flor de la morlaquía y, al habérsela
declarado oficialmente como tal, el Ilustre Concejo Cantonal cometió una grave
falta histórica en contra de Cuenca, urbe a la que la representa, por lo que in stricta iustitia deberíase rectificar
este error in honorem urbis et veritatis
splendor.
Es pertinente acotar que esta orquídea, cuando se la
ha visto en las casas de la urbe, exempli
gratia, ha sido una rareza entre las flores típicamente cuencanas de
nuestros jardines, sobre todo en las villas modernas de Cuenca y desde no hace
más de tres décadas.
Claveles en Cuenca
Huerta de una casa de San Sebastián: geranios, zarcillos y cactus
La pena pena/ Comunes florecillas cuencanas
La pena pena/ Comunes florecillas cuencanas
En las huertas de las casas patrimoiales de Cuenca y
en los bellos espacios verdes de nuestras viviendas siempre han vístose ad bene placitum preciosas flores como las
retamas, los claveles y las rosas, los amores constantes, los geranios, las
fucsias o zarcillos, los lirios y las violetas, las conchas, las dalias, las
margaritas, las malvarosas, las malvas pectorales, las madreselvas, las
amapolas, las clavelinas, las hortensias, los manzanillones, los amancayes, las
azucenas, las azulinas, las petunias, las gardenias, las funerarias, los nardos
y los gladioles, los crisantemos, los azahares, los porotillos, los laureles,
los cactus blancos y rojos, las buganvillas, los pensamientos, la cucarda, la
ilusión, las begonias, las fresias, el tilo o sauco blanco, los alhelíes, los
girasoles, el huantug o floripondio, los agapantos, los cenesios, las verbenas
y las magnolias, flores juntas de las que podríase decir que son las más
familiares de nuestros huertos y jardines, entre las cuales -la verdad sea
dicha- jamás se ha contemplado a la orquídea Oncidium, a lo largo de la historia, si no fuese como una rareza singular
en las últimas décadas.
Algunas de las flores cuencanas han sido tan
atractivas in historia nostra para los
bardos o poetas, tanto como para poetisas, músicos y artistas plásticos, que
inclusive se han inmortalizado, ad
perpetuam rei memoriam, en la pintura, la poesía o la música, como es el
caso de la flor del Amancay, que inspiró a Ricardo Darquea Granda para componer
la letra de la Chola Cuencana, al decir ad
litteram: «Chola cuencana, mi chola/
capullito de amancay…».
Lirios cuencanos en los jardines morlacos
En la familia de las Liliáceas, verbi gratia, los lirios con su blanca pureza han sido tan singulares
en los jardines de la ciudad amada, que inspiraron un día a los habitantes de
la morlaquía para que, con sabiduría popular y espíritu sensato, bautizaran al
Santo Hermano Miguel de las Escuelas Cristianas como el «Lirio del Tomebamba» o
también el «Lirio del Azuay».
La flor de Cristo es una orquidéacea típica de la morlaquía
y nunca la Oncidium excavatum
La cucarda o Hibisco, en la Botánica, flor tradicional de los jardines cuencanos
La cucarda, en un precioso jardín de Cuenca
La cucarda, en un precioso jardín de Cuenca
Quién no ha visto un lirio lila, hermosa liliácea de los jardines cuencanos.
Sibi tamen, en la jardinería de la tercera ciudad de la
república, si pudiéramos hablar de ella con especificidad, han existido ciertas
plantas que, por tradición, fueron muy típicas como elementos singulares de los
huertos y jardines cuencanos. Ad exemplum,
la arirumba, bella flor morada o blanca en nuestra historia, la cual quedóse
perennizada en el Libro del Corazón, del eximio poeta Miguel Moreno Ordóñez y
hasta en una de las calles de la urbe, en El Ejido.
La Santa María en el huerto de Eudoxia Estrella viuda de Larrazábal
Corazón de fuego, begonia típica de los huertos cuencanos
El manto de la Virgen en el huerto de una casa de San Sebastián
El culantrillo del pozo, peculiar planta de la morlaquía
Otras plantas y flores comunes en nuestra ciudad
castiza han sido bautizadas con la sabiduría popular de los habitantes de la
morlaquía o el acervo de la cultura hispana, surgiendo nombres curiosos como el
«Tres de Noviembre», la «pena, pena», la «Santa María», el «corazón de
fuego», el «ala de ángel», las «dormilonas», el «bouquet de novia», los «chorritos
de luz», la «vara de José», la «lluvia de estrellas», la «corona de Cristo», el «manto de María», el «manto de la virgen», la «estrella de Panamá», la «cresta de gallo», la «llorona», el «chiri siqui», el «granizo»,
el «culantrillo del pozo», la «flor de la pasión», los «ojos de Susana», los «canarios», la «lágrima de niño», la «sinvergüenza»
o la «flor de Cristo».
Rosa llamada «Labios de la Virgen»
en el huerto patrimonial de Lulú Torres de Aguilar.
Entre las rosas hállase aquella que fue llamada
desde antaño como «labios de la virgen»
junto a la famosa «rosa de Castilla»
y la no menos distinguida «rosa de Jericó»,
especies cultivadas siempre por las abuelas de antaño y que hoy hállanse casi
desaparecidas, pero permanecen aún en el imaginario de muchos ciudadanos que
hemos convivido con ellas y las hemos visto en todo tiempo, desde nuestra
niñez, como especies paradigmáticas de los campos morlacos y los huertos de las
viejas casas patrimoniales o los conventos de la urbe, en donde siempre hubo
una especial manera de cultivarlas.
Rosas de jardines cuencanos in vita nostra
Justamente, las rosas han sido tan peculiares en
nuestros jardines, que fueron bellamente descritas por el genial poeta Remigio
Romero y Cordero, en su bello soneto «Elegía de las rosas», convertido en la
letra de un hermoso pasillo musicalizado por el conspicuo poeta César Andrade y
Cordero, quien era también un compositor de admirable talento: «Qué pasará de noche no hay mañana/ que no
tenga el jardín rosas difuntas/ sobre estas cosas cariñosa hermana/ ¿por qué a
Nuestro Señor no le preguntas?/ Pasemos esta noche en la ventana/ los ojos
fijos y las manos juntas/ para saber mañana de mañana/ ¿por qué hay en el
jardín rosas difuntas?/ y velamos, las doce, luego la una, /y nada… a flor de
soledad la luna/ en paz lo muerto y en quietud lo vivo/ mas, al prendernos Dios
la luz del día/ la última rosa blanca en agonía/ y las otras ya muertas sin
motivo».
Comunes y familiares rosas de cerco en las campiñas cuencanas
Ni qué decir tiene de las rosas de cerco, así
llamadas a las típicas rosas cuencanas que espontáneamente crecen en las
orillas de los ríos, en las quebradas, en los cercos y murallas de nuestras
viviendas y que han sido siempre elementos representativos de la flora
cuencana, tanto antaño como hogaño, lo que no puede decirse de la Oncidium excavatum en ninguna de las
épocas históricas de la Atenas del Ecuador.
Lluvia de estrellas y geranios en una huerta cuencana
Las humildes violetas de nuestros huertos y jardines
Azucena especial de las huertas cuencanas
Y, ex
admirationem, ante toda esta exuberancia de flores cuencanas, ya nativas,
ya introducidas, la Oncidium excavatum
brilla por su ausencia y si alguien puede dar cuenta de ella solo podrá
decirnos que esta orquídea es una rareza y obtiénesela a precios prohibitivos
como una rara avis in terra.
Cyclamen en el huerto de una casa de San Sebastián
Tanta certidumbre guardan estas palabras que
inclusive otras flores introducidas en la flora cuencana, nada endémicas ni
comunes, han proliferado con singular belleza en nuestros jardines, como es el
caso del Cyclamen, planta de bellas flores que cualquier cuencano la reconoce
como un elemento decorativo de auténtica hermosura, lo que no acontece con la
famosa Oncidium de nuestro Dr.
Sánchez.
La presencia del ciclamen en la vida de los
cuencanos es paradigmática. Frecuentemente encuéntraselo en la Plaza de las
Flores, sitio desde donde adquiéreselo como algo especial para adornar nuestras
casas, existiendo muchos ciudadanos que han logrado polinizarlo para garantizar
mejor su reproducción copiosa, pues las semillas de esta hermosa planta son
exuberantes cuando se las cosecha, por lo que la propagación de esta especie
floral ha sido siempre generosa in
Concha, ad gloriam Dei et mundi beneficio.
La retama: una verdadera flor emblemática de la morlaquía
Como ya lo señalamos ut supra, la misma retama es una flor exquisita de color amarillo
que ha proliferado en todo sitio o lugar de Cuenca hasta volverse familiar inter nos, integrándose a nuestra
cultura de múltiples formas. Esta flor sí es emblemática de la morlaquía, sin
que nadie háyase preocupado porque así
se la declare, mientras ha dado inclusive nombres a calles y barrios de la
capital azuaya y ha inspirado varios poemas en la poesía cuencana.
Escena común de la presencia de la retama en Cuenca/
Sector de las retamas bajas
No es una flor endémica de nuestra zona, pero fue introducida en la conquista española y ha sido de veras generosa para reproducirse ad infinitum, a lo largo de los siglos, deviniendo en una especie exuberante y copiosa de las campiñas azuayas y andinas en general. Existen cientos de variedades de retamas en el planeta, pero la nuestra, la andina, la cuencana si cabe la precisión, es de la especie Spartium junceum y ha sido la típica flor no solo de los jardines morlacos sino de los cercos de la ciudad amada, de sus terrenos baldíos, de las orillas de sus ríos, de las colinas y planicies de todo este hermoso valle tomebambino.
Hasta en el mundo de las letras, como no podía ser
de otra manera en el parnaso de la morlaquía, habría de inmortalizarse, gracias
al egregio poeta Remigio Romero y Cordero, quien –al recordar a su madre
Aurelia Cordero de Romero- hubo de perennizarla ab aeterno con sus inmortales versos: «Mi madre y yo cortando por la ribera rosas/ y el oro que florecen las
matas de retama/ éramos rumbo al río, dos vidas melodiosas…».
La retama ha sido por antonomasia la flor esencial
para la confección del chagrillo, que hácese de pétalos de flores para las
procesiones de la Santísima Virgen María, así como del Pase del Niño Viajero y
de todos los pequeños pases dedicados al Divino Infante en la época navideña.
Quién no recuerda la alfombra amarilla de flores de retamas, para el paso del
Santísimo Sacramento en las procesiones del Corpus Christi o del jubileo de las
XL horas en las iglesias cuencanas, en donde los habitantes de la morlaquía
nunca han escatimado recurso alguno para la adoración de Su Divina Majestad en
tanto Cuenca es la «Ciudad Eucarística» in
historia nostra. Para la elaboración de dicho chagrillo se han despetalado
también a las rosas, pero jamás se ha utilizado a la orquídea Oncidium excavatum para tapizar las
calles o los altares en estas manifestaciones de piedad cristiana de los
morlacos, como afirma dentibus albis,
falsamente, Eduardo Sánchez Sánchez.
Las bellas como aromáticas flores amarillas de la
retama dan un especial colorido a todos los caminos de los campos azuayos y de
la sierra andina en general y no solo son poseedoras de un gran valor
ornamental, puesto que las abuelas de la morlaquía han sabido aprovechar muy
bien sus propiedades medicinales y así, la infusión con sus hojas ha sido una
de las medicinas ancestrales para curar ora las enfermedades hepáticas, ora los
problemas reumáticos, ora la gota, la ciática y las afecciones a la piel y
herpes, mientras las flores amarillas han representado ad summum una medicina particularmente milagrosa para los problemas
cardíacos de muchas personas en la capital de la morlaquía y en el mundo
andino, en donde esta planta es de veras un arquetipo de la buena salud.
Justamente la retama es la que más puede verse en
nuestra zona, pues la especie Spartium
junction adáptase desde los 2.500 a 3.500 metros sobre el nivel del mar y
Cuenca tiene una altura de 2.530 metros, por lo que esta planta es común de
observarla en las quebradas, a la vera del camino, en las orillas de los ríos,
en donde sus flores suelen mezclarse con los zigzales, que también constituyen
una especie paradigmática de las campiñas azuayas y el mundo andino.
Nuestros campesinos, exempli gratia, han conservado peculiares tradiciones con las
flores de retama, pues con ellas, al adornar sus salas, ahuyentan a la vez a las
moscas. No hasta hace mucho tiempo, en Cuenca, las ramas de retama servían para
la confección de escobas con las cuales los barrenderos públicos limpiaban las
calles de la urbe, costumbre que se mantiene inalterable en las casas de los
campesinos azuayos en pleno siglo XXI, ad
initium tertio millenio.
Sigsales: típicas flores de Cuenca
Como puede verse, a modo de ejemplo nada más, la
retama ha sido una flor común cuencana integrada a nuestra cultura de múltiples
formas, como ha sido también el sigsal, planta que obsérvasela por todo rincón
morlaco, ora en las quebradas, ora en los cercos, ora en los montículos, ora en
las campiñas, cuyas flores han servido además para la elaboración de arreglos
florales secos en nuestras casas y su plumífero aspecto es inconfundible para
todos quienes admiramos su singular belleza de
momento ad momentum.
Semper
admirabilis in terra nostra/ Siempre admirable en nuestra tierra, el sigsal es un género de gramíneas gigantes
perennes amacolladas y según el catálogo botánico Konemann, en la página 254,
edición del año 2006, trátase de una especie que comprende unas 20 especies
nativas de América del Sur, cuatro de Nueva Zelanda y una de Papua Nueva
Guinea.
Sigsal cuencano en la ciudadela Mutualista Azuay
El sigsal cuencano es entonces una planta del género Cortaderia sp. Este nombre es bello en la culta, sempiterna e
incomparable lengua latina, madre nutricia de nuestra hermosa lengua de
Castilla, pues llámase cortaderia
debido a que las hojas del sigsal cortan como cuchillo afilado y,
efectivamente, son acintadas, acuminadas, ásperas y de márgenes cortantes. Tanto
es así que a todos los cuencanos nos ha llamado la atención la capacidad de
esta planta para cortarnos cual bisturí con sus filudas hojas si no actuamos ad cautelam cuando estamos ante su
majestuosa presencia en las campiñas morlacas. Sus altos tallos floridos
corónanse por largas plumas de cabezuelas seminales entre blancas y plateadas y
rosadas. Son tan comunes en la zona que inclusive nuestros sigsales tendrían
más derecho de ser declarados como flores emblemáticas de la morlaquía que la Oncidium excavatum de nuestro Dr.
Sánchez.
Huerto de las madres conceptas, desde el año del Señor de 1599,
en donde jamás ha existido una Oncidium excavatum
Girasoles cuencanos en el norte de la ciudad
Hasta los cactus, con sus especiales flores, son más comunes
en Cuenca que la Oncidium excavatum
Las infaltables margaritas de nuestros huertos y jardines en Cuenca
Digamos además, in honorem urbis,
que para que una flor sea declarada como símbolo arquetípico de la morlaquía
debisteis haberos fijado en algunos aspectos que no posee la orquídea Oncidium excavatum y que deberían ser
determinantes en las flores que derecho tienen de ser escogidas como arquetipos
de la ciudad amada, como son: su presencia común en la geografía local, su
vinculación con la comunidad, su imbricación cultural, su trascendencia
histórica, su identificación en el imaginario colectivo y su carácter
iconográfico como elemento singular para los habitantes de la capital de la
morlaquía.
¿Quién sería el infame que niegue que estas liliáceas son flores típicas de Cuenca
y nunca la Oncidium excavatum?
Si estas consideraciones básicas hubiesen sido analizadas no habríais
dejado que os sorprendan y os pasen gato por liebre en perjuicio de la ciudad,
mientras la declaratoria de la Oncidium
excavatum como flor emblemática de la morlaquía -por adolecer de este
análisis indispensable- no ha calado en el sentimiento de los cuencanos y ha
pasado mas bien desapercibida, por lo que la indiferencia de los habitantes de
la tercera ciudad de la república es como una especie de termómetro que debería
haceros pensar en que vuestra decisión fue errática y la historia os habrá de
juzgar in iustitia et veritas, puesto
que llegará el día, y esperemos que no esté muy lejano, en que esta
declaratoria será derogada en beneficio de una flor cuencana que de veras
merezca ser nominada como símbolo arquetípico de la morlaquía ad perpetuam rei memoriam. Y si no lo
hacéis vosotros estad seguros que lo habrá de hacer otro Concejo Cantonal que
reivindique a Cuenca de esta infamia.
Amor constanteLa espectacular malvarosa en un típico jardín de la capital azuaya
La corona de Cristo, hermosa planta de flores rojas en la morlaquía
Huantug rosado en el huerto de Eudoxia Estrella viuda de Larrazábal
La cresta de gallo o también llamada «vara de José»,
típica flor de las campiñas morlacas
¿Quién puede negarse a admitir que la Achicoria o diente de león, con su bulbo de semillas que vuelan al viento no es una flor cuencana par excellence y nunca la Oncidium excavatum?
Declaro ante vosotros, ex tota
anima mea, que estas reflexiones tienen como leit motiv el propósito de defender a Cuenca y reivindicarla ante
este vil engaño del que fuisteis objeto por parte de un personaje que con total
desvergüenza arrancó vuestras voluntades,
dentibus albis, a fin de declarar a una flor nada representativa en nuestra
historia como símbolo de la morlaquía, sin que nadie hasta el día de hoy haya
lanzado un grito de protesta por esta tremebunda engañifa que ofende a nuestra
inteligencia y atenta contra el respeto que debemos a la ciudad amada, Mater admirabilis que ha vístose
ultrajada con esta decisión equívoca de su ilustre Concejo Cantonal.
El azahar es otra flor de nuestros huertos morlacos
Y qué decir del Vinca per vinca, propio de cercos, quebradas y jardines en la capital de la morlaquía, en donde el Oncidium excavatum brilla por su ausencia.
Sin otro particular por el momento, recibid todos: señor alcalde, señores
concejales, señoras concejalas y rectores de las universidades, un saludo
cordial y mis sentimientos de consideración y respeto in Iesu, Pontifex in aeternum perfecte.
Fiat Iustitia pereat mundus
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, mensis Februarius, die IX,
currentis Anno Dominicae Incarnationis MMXIV, in sollemnitate Sancte Franciscus
Febres Cordero, Fratrum Scholarium Christianarum.
OPINIONES CIUDADANAS
Hoy a las 9:33 AM
Don Diego Demetrio: Leí con atención este artículo. Lo felicito. No escribo más largo porque estoy en Los Ángeles, California.
Saludos,
Diego: completamente de acuerdo con Usted, esta orquídea nada tiene que hacer en la representación floral de Cuenca, en donde si existen: la retama, los sigsales,las tres de noviembre, la flor del capulí, el amor constante y tantas otras tan detalladamente enunciadas en su trabajo críitico. Creo que si se ha cometido un terrible desliz.
ResponderEliminarQuerida amiga Mercedes Crespo de Vega:
Eliminar«PAX CHRISTI»
Muchas gracias por sus palabras que reflejan su sensato criterio de que esta declaratoria es de veras una tomadura de pelo que no debemos aceptar. Cuenca será reivindicada con la derogatoria de esta declaratoria. Y ese día habrá de llegar in honorem urbis semper amata.
SALUTEM ET RECORDATIONEM
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
IN OCTAVA V DOMINICA PER ANNUM, AD MMXIV
Estoy totalmente de acuerdo con usted Diego,jamás esta orquídea puede representar la riqueza floral de Cuenca, existiendo la retama, la tres de noviembre, los sigsales,amor constante y muchas otras descritas y fotografiadas bellamente por su cámara. Muy bien su comentario es necesario que un investigador como usted, ponga la verdad y nos demuestre la gran equivocación.
ResponderEliminarCriterios muy acertados y loables que detallan un gran conocimiento..Exitos mil por tan acertado y lustrado estudio y conocimiento en la temática...
ResponderEliminarUn favor adicional veo muy bonitas frases en otro idioma tal vez es latín???? o estoy en un error garrafal y me podrían decir que significa lumen intellectus .
Gracias por su favorable acogida
Estimado Diego, felicitaciones, me gustan las orquideas, pero la verdad aún en colección es difícil tener la oncidium exvavatum, y no la consideró como flor representativa de nuestra morlaquia.
ResponderEliminarEs común encontrar en quebradas a la planta ojos de susana, una trepadora con una flor muy bella.
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