In libertatis honorem, era libre como las águilas que en precipitado vuelo elévanse in excelsis por los amplios cielos del mundo. Mas apenas enfermó gravemente -en septiembre del año 2013- pusiéronlo en cautiverio, inter familias, al parecer, no solamente para sanar sus males sino para controlar todos sus movimientos y sobre todo su peculio… El libertario sacerdote sintió entonces que apropiábanse de su ser como si fuese un ente sin voluntad ni afecto y, según denunciábalo él mismo, el control era omnipotente y absoluto pues ya nada pudo hacer ad libitum, in via libertatis… Como ave en cautiverio sentíase aquél a quien jamás nadie atentó en contra de su libérrimo espíritu puesto que al verse avasallado por la cruel enfermedad sentíase débil, inerme e hiper dependiente de la voluntad ajena.
La enfermedad era grave pues tratábase de un galopante cáncer y, diem per diem, el clérigo sentíase desfallecer a punto tal de no poder reivindicar su condición de hombre libre in via dignitatis. Fue un tormentoso via crucis de nueve meses. Ad interim, él ya no disponía de su auto para movilizarse, ad arbitrium, como siempre lo hizo, por lo que el control era tenaz y los abusos llegaban a insospechados extremos cuando ni siquiera los visitantes que el enfermo recibía podían estar a solas con el moribundo amigo. Sin ningún derecho y en contra de todo derecho habíanle contratado un taxista para sus movilizaciones, quien actuaba cual inicuo vigía o maledicente espía controlando todos los movimientos del cautivo, de momento ad momentum, e informando a sus captores de todo cuanto hacía su víctima propiciatoria cuando pedía tal servicio de transporte a fin de cumplir sus responsabilidades eclesiásticas o cuando sentía ganas de pasear, de hacer visitas o simplemente de salir como cuando libremente dispuso de su auto y de su tiempo. Así es como él mismo denunciábalo tristis et afflictis in via dolorosa, puesto que, atenazado y prisionero, el sacerdote había perdido la libertad y su tristeza era evidente en cada uno de los encuentros que solía mantener con quienes visitábanlo en la parroquia San Juan Pablo II de la Ciudadela Católica, a él confiada como pastor bonus et fidelis in nostra Sancta Mater Ecclesia.
El sitio, que había sido acogedor mientras él fue no solamente un párroco caritativo y bondadoso sino el jefe máximo de aquella circunscripción eclesiástica, también habíase vuelto un lugar en donde evitábase que incluso el sacerdote diera limosnas a los pobres y desvalidos que buscábanlo habitualmente extendiéndole sus manos en esperanza de clemencia. Esa había sido una costumbre que Genaro propiciaba con su dadivosa generosidad para los olvidados de la tierra en su parroquia, quienes ya no podían encontrarlo vis a vis en busca de misericordia... Abusivamente, los menesterosos que llegaban eran enviados a las oficinas de la Pastoral Social de la Arquidiócesis como si tratárase de una junta de beneficencia a donde acudir para no recibir la caridad que Genaro dábales in caritatis honorem.
Mas él era un sacerdote y llegando yo a visitarlo en un postrímero día de su tediosa tribulación dos de sus allegadas no permitían que la visita desarrollárase con un diálogo fraterno de amigos en el que ellas no estuvieran. A mí ocurrióseme pues una estratagema para deshacerme de semejantes harpías: pedí que salieran del despacho parroquial aduciendo que quería confesarme con mi amigo y la confesión es un secreto in nostra Sancta Romana Ecclesia. Así lo exigí, con ataraxia y firmeza, y el artilugio fue efectivo para que las dos mefistofélicas acompañantes abandonaran el lugar quedándome a solas con el fraterno y dilecto amigo. Fue gratificante echarlas fuera de mi presencia con tan ingenioso ardid in Sancta Mater Ecclesia.
El providencial subterfugio funcionó, a maximis, y entonces hablé confidencialmente con mi amigo vis a vis y díjele con entereza in camera caritatis:
-Padre, no se deje avasallar de sus cercanos seres. Póngales en su sitio y recupere su libertad. Nótase que han extrapolado todo límite de respeto a su reverencia y han restádole dignidad. ¿Dónde se ha visto esto?
Con la voz entrecortada, la mirada perdida y la mano firme en mi hombro -por la trepidante circunstancia que vivía- díjome:
-Ya quisiera tener su carácter, mi querido Diego Demetrio...
Lo miré absorto y con tristeza, mientras sus ojos brillaban como los de un amigo en busca de consuelo. Ergo, me fue más doloroso constatar que mi amigo había claudicado a su libertad, a fuer de sus calamitosas circunstancias. Qué lastimero resultó ver in extremis a un hombre que cuando estuvo sano nadie pudo subyugarlo con despiadada sujección y comprendí entonces que mi amigo perdió toda la batalla para reivindicar su natural condición de libérrimo ser humano, con semejante compañía de inescrupulosas y rabulescas harpías que actuaban todo el tiempo, además, con abominable amarulencia.
Aún pude decirle, no obstante, en aquél íntimo diálogo, que sería también como nuestra despedida ad vitam aeternam:
-Padre… pero tampoco deberíase quedar usted en silencio, mi amigo fraterno, si su alma siéntese ultrajada e incómoda por este indignante proceder hacia su reverencia. Espételes las razones que le asisten para reivindicarse in dignitatis honorem...
A lo que respondióme:
-Sí se los he dicho, pero me dicen que nuestros padres nos enseñaron a ser unidos en las buenas y en las malas, lo cual no es cierto pues cuando no estuve enfermo nunca mostraban tantos afanes de sobreprotección para conmigo… Pero así me tocó padecer, mi querido Diego Demetrio. No sabe cómo valoro su entereza y solidaridad tanto como su talante para haberse deshecho de mis acompañantes a fin de confidenciar entre los dos como viejos amigos...
Poco tiempo después de esta memorable y triste visita mi amigo fallecía víctima de la mortal enfermedad que habíalo consumido hasta destruirlo por completo ad vitam aeternam.
In hora mortis sua/ En la hora de su muerte muchos de sus amigos y fieles estuvieron en apoteósica manifestación de dolor in amicitia semper fidelis, pero los principales protagonistas o causantes del postrímero suplicio desplegaron ante el público que acompañó en el sepelio un abominable teatro de la falsía llorando como tragicómicas plañideras ante el cadáver, con estridentes gritos y golpes de pecho, sin que al parecer existiese un llanto sobre el difunto sino una congoja de cicateras harpías ante el nefando hecho por el que acabábaseles la mina de oro que quizás el sacerdote representaba inter familias.
In honorem iniquitatis/ En honor de la iniquidad, las personas posesivas aprópianse de sus poseídos hasta las fronteras de la indignidad. Y éste era un patético caso en el que un hombre dejó de ser libre porque temían que en aras de aquella libertad sus bienes no fueran a parar en sus manos si el sacerdote hubiéselos administrado por su cuenta in articolo mortis. Qué reluctante ejemplo de mezquindad humana in vita communitatis ab intra ecclesiae in calamitatis via et super flumina Tomebamba, ad nauseam in iniquitatis honorem. Requiescat in pace ad vitam aeternam in nomine Domini, reverendissime pater Genaro Patiño Ledesma, amicus fidelis et sacerdos amabilis et prudentissimo in persona Christi capitis, in grata memoria semper viva in anima nostra.
In conchense urbe, apud flumina Tomebamba, mensis Iunii, die XX, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXV, octava solemnitate Corpus Christi
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